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El mercader cuenta la historia de cómo se convirtió en hermano de dos perros. Él compartió su herencia con sus hermanos y los ayudó cuando tuvieron dificultades financieras. Más tarde, se casó con una efrita que salvó su vida. Sus hermanos, celosos, intentaron matarlo. La efrita los transformó en perros como castigo. Ahora el mercader busca a la hermana de la efrita para pedirle que rompa el hechizo.
El mercader cuenta la historia de cómo se convirtió en hermano de dos perros. Él compartió su herencia con sus hermanos y los ayudó cuando tuvieron dificultades financieras. Más tarde, se casó con una efrita que salvó su vida. Sus hermanos, celosos, intentaron matarlo. La efrita los transformó en perros como castigo. Ahora el mercader busca a la hermana de la efrita para pedirle que rompa el hechizo.
El mercader cuenta la historia de cómo se convirtió en hermano de dos perros. Él compartió su herencia con sus hermanos y los ayudó cuando tuvieron dificultades financieras. Más tarde, se casó con una efrita que salvó su vida. Sus hermanos, celosos, intentaron matarlo. La efrita los transformó en perros como castigo. Ahora el mercader busca a la hermana de la efrita para pedirle que rompa el hechizo.
Año Lengua y Literatura U.E.G.P Nº169 El mercader que era hermano de dos perros Cuento de Las mil y una noches (adaptación de Ariela Kreimer).
Una noche en el desierto, un mercader contó la siguiente historia: «Aunque
no lo crean, estos dos perros son mis hermanos mayores. Al morir nuestro padre, nos dejó de herencia tres mil dinares. Con mi parte, yo abrí una tienda de venta de telas. Uno de mis hermanos, comerciante también, se dedicó a viajar con una caravana, y estuvo ausente un año. Cuando regresó, su herencia se había esfumado. Lo llevé conmigo a la tienda, lo acompañé luego al hamman y le regalé un magnífico traje de la mejor clase. Después de comer, le dije: “Hermano, voy a hacer la cuenta de lo que produce mi tienda en un año, sin tocar el patrimonio, y nos repartiremos las ganancias”. Efectivamente, hice la cuenta y hallé una ganancia anual de mil dinares. Di gracias a Alá, que es grande y poderoso, y dividí la ganancia entre mi hermano y yo, y así vivimos juntos por un año. Poco tiempo después, mi segundo hermano también quiso viajar. Hice cuanto pude para que desistiera, pero fue inútil. Cuando regresó, al cabo de un año, su herencia también se había esfumado. Sin pensarlo, le di los mil dinares de mi ganancia para que abriera una nueva tienda. Al cabo de un año, mis hermanos desearon marcharse nuevamente y pretendían que yo los acompañara. Durante seis años trataron de convencerme, y cuando finalmente acepté, les dije: “Antes de marcharnos, hermanos, contemos el dinero que tenemos”. Sumamos un total de seis mil dinares. Entonces les dije: “Enterremos la mitad, para poder utilizarla si nos ocurre una desgracia, y tomemos mil dinares cada uno para comerciar al por menor”. Tomé el dinero, lo dividí en dos partes iguales, enterré tres mil dinares y los otros tres mil los repartí entre nosotros tres. Después, compramos varias mercaderías, rentamos un barco, llevamos a él todos nuestros efectos, y partimos. Un mes entero duró la travesía. Al llegar a nuestro destino, vendimos rápidamente las mercancías y obtuvimos una ganancia de diez dinares por cada uno invertido. Cuando nos disponíamos a marcharnos, encontramos a orillas del mar a una mujer pobremente vestida, con ropas viejas y raídas. Se me acercó, me besó la mano, y me dijo: “Señor, ¿puedes hacer algo por mí? Le juro que yo sabré agradecer tus bondades”. Y le dije: “Te socorreré, pero no es necesario que me agradezcas”. Y ella me respondió: “Entonces cásate conmigo, llévame a tu país y te consagraré mi alma. No te avergüences de mi humilde condición”. Después de escuchar estas palabras, sentí piedad por ella. Me la llevé, la vestí con ricos trajes, y antes de zarpar hice tender para ella magníficas alfombras en el barco donde vivíamos. Mi corazón llegó a amarla con pasión. Mis hermanos, enloquecidos por los celos, idearon un plan para matarnos y repartirse mi dinero. Una noche, nos sorprendieron mientras dormíamos y nos tiraron al mar. En el agua, mi esposa cambió súbitamente de forma y se convirtió en una efrita. Me tomó sobre sus hombros y me depositó en una isla. Luego desapareció durante toda la noche. Cuando regresó, al amanecer, me dijo: “¿No reconoces a tu 2do. Año Lengua y Literatura U.E.G.P Nº169 esposa? Te he salvado de la muerte con ayuda de Alá. Debes saber que soy una efrita y que, desde el instante en que te vi, mi corazón te amó. Cuando me acerqué a ti en la pobre condición en que me hallaba, te aviniste a casarte conmigo sin reparos. En agradecimiento, yo he impedido que mueras ahogado. Pero no les debo nada a tus hermanos”. Asombrado por sus palabras, le di las gracias y le dije: “No puedo permitir que les hagas daño”. Luego, le conté todo lo ocurrido con ellos, desde el principio hasta el fin, y me dijo entonces: “Esta noche haré peligrar su embarcación por fuerza de los vientos, y será lo que Alá disponga”. Yo repliqué: “Ten compasión; son mis hermanos”. Pero la efrita insistió: “Tengo que hacerlo”. En vano imploré su indulgencia. Me cargó sobre sus hombros y se echó a volar hasta dejarme en la azotea de mi antigua casa. Allí saqué los tres mil dinares del escondite con el fin de comprar géneros para abrir nuevamente mi tienda. Y esa noche, al entrar en mi habitación encontré estos dos lebreles atados en un rincón. Al verme, se levantaron, comenzaron a llorar y a tironearme de la ropa. Entonces mi mujer me dijo: “Son tus hermanos”. Y yo le pregunté: “¿Qué les ha sucedido?”. Y ella contestó: “Le he rogado a mi hermana, más versada que yo en las artes del encantamiento, que los pusiera en este estado. Diez años permanecerán así”. Y aquí estoy, en busca de mi cuñada, a la que deseo suplicarle que los desencante.»