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Trabajo Práctico Nº 4: “El cuento maravilloso” 


 Características
Generalmente, los cuentos maravillosos tienen un personaje principal que debe cumplir ciertas
tareas para lograr lo que desea y éstas se irán complicando a medida que transcurre el cuento.
Los rasgos de los personajes están exagerados: son extremadamente buenos  o malos;  ricos o
pobres.
Siempre, triunfa la bondad sobre la maldad. 
En todo cuento maravilloso, pueden aparecer ogros, dragones, brujas, hadas, genios; pero, el
lector y las lectoras no se asombran sino que esta situación la aceptan como tal.
Habitualmente, estos cuentos comienzan con la frase: “había una vez…” que nos remiten a un 
tiempo lejano. El espacio también, es indeterminado y da lugar a la imaginación. 
Además, son frecuentes las escenas de animales que hablan y hombres  invisibles.
Hay repeticiones de números como cábalas. Por ejemplo: tiene que superar varias pruebas, se
piden tres deseos, debe resolver siete enigmas, etc.

 PARA TENER EN CUENTA…


Cuando escribimos un texto, es importante tener en cuenta algunos
recursos para que ese texto sea más entretenido y de fácil lectura. 
Para ello, hay que usar correctamente las mayúsculas, los puntos y las
comas, los cuales nos marcan las pausas al leerlo. Además, debemos
usar sinónimos para no hacer muy repetitivo el relato. 

Uso de mayúsculas: Siempre después del punto se escribe con mayúscula. También, van con
mayúscula los nombres propios.
Uso de la coma: La coma indica una pausa breve dentro del texto y además tiene otros usos:
*se usa como aclaración. Ejemplo: “Ana, la alumna nueva, es mi amiga”.
*se usa para separar los elementos de una enumeración. Ejemplo: “Compré, caramelos,
chocolates, alfajores”.
*se usa para aclarar malos entendidos. Ejemplo: no es lo mismo decir: “Juan, Giménez llegó
tarde” que decir “Juan Giménez llegó tarde. En el primer caso, se le avisa a Juan (que es una
persona) que Giménez (otra persona) había llegado tarde y en el segundo, es Juan Giménez (la
misma persona) el que llegó tarde. 
*Uso del punto: cada vez que terminamos de escribir una oración, colocamos el punto. Si lo
que vamos a decir después, se relaciona con lo que expresamos antes, ponemos punto
seguido; si lo que vamos a decir no se relaciona directamente, va punto aparte y cuando
terminamos el texto se pone punto final.

 
SINÓNIMOS: Son palabras que se escriben diferente pero que significan lo mismo. Ejemplo:
bello y hermoso.
ANTÓNIMOS: Son palabras que tienen significado opuesto al de otra palabra. Ejemplo: lindo,
feo.
HOMÓNIMOS: Son palabras que se escriben o se pronuncian igual, pero tienen
diferente significado. Ejemplo: Banco (institución bancaria) y banco (objeto para sentarse) o
sierra (es sustantivo concreto, significa: herramienta) y cierra (3era. persona del singular del
verbo cerrar)

    
El mercader y el genio Autor anónimo (Relato perteneciente a la antología de Las
mil y una noches)

 Hace tiempo existía un mercader que poseía muchos bienes en tierras, mercancías y dinero.
Un día, necesitando hacer un largo viaje por un negocio de importancia, ensilló su caballo y
cargó unas alforjas con bizcochos y dátiles, pues debía atravesar un gran desierto, donde no
podría adquirir provisiones. Llegó sin ningún inconveniente al final de su viaje y después de
despachar sus asuntos, cabalgó de nuevo, para volver a su casa.
     Al cuarto día de marcha, molesto por el calor del sol, abandonó el camino y fue a
refrescarse bajo unos árboles donde encontró un manantial de agua clara. Descabalgó, ató su
caballo a una rama y, sentándose junto al manantial, extrajo algunos bizcochos y dátiles de sus
alforjas. Mientras comía sus dátiles, arrojaba los cuescos descuidadamente en diferentes
direcciones.
Cuando terminó su comida, como buen musulmán, lavó sus manos, rostro y pies, y dijo sus
oraciones. Antes de que terminara y mientras aún estaba de rodillas, vio que un genio de
enorme corpulencia avanzaba hacia él con gran furia, blandiendo una cimitarra en su mano;
éste le habló con una voz terrible:
—Álzate, pues te mataré con esta cimitarra, así como tú has matado a mi hijo —y acompañó
estas palabras con un espantoso rugido.
     El mercader, muy alarmado por la espantosa figura del monstruo y por sus amenazas, le
respondió temblando:
—¡Ay! ¿Cómo podría yo matar a tu hijo? No lo conozco ni nunca lo he visto.
—Cuando llegaste hasta aquí —preguntó el genio—, ¿no sacaste dátiles de tus alforjas? Y, a
medida que los ibas comiendo, ¿no arrojaste sus cuescos en diferentes direcciones?
—Hice lo que tú afirmas —contestó el mercader—. No puedo negarlo.
—Cuando estabas esparciendo los cuescos a tu alrededor —continuó el genio—, mi hijo
pasaba por ahí y tú le arrojaste uno a los ojos, dándole muerte. Por lo tanto, yo debo matarte.
—¡Ay, señor mío!, perdóname —exclamó el mercader.
—No hay perdón ni clemencia —gritó el genio—. ¿No es justo matar a uno que ha matado a
otro?
—Estoy de acuerdo en que es así —replicó el mercader—, pero ciertamente yo no he matado a
tu hijo. Si lo hubiera hecho, sería sin saberlo y, entonces, yo sería inocente. Te ruego, pues, que
me perdones y me dejes vivir.
—No, no —repitió el genio, persistiendo en su resolución—. Yo debo matarte, pues tú has
matado a mi hijo.
    Entonces, tomando al mercader del brazo, lo arrojó de cara al suelo y alzó la cimitarra para
cortarle la cabeza. Cuando el mercader vio esto, le gritó:
—¡Por los cielos, haz el favor de detener tu mano! Permíteme una palabra. Ten la bondad de
darme un plazo de un año, para despedirme de mi mujer y de mis hijos y repartir mis bienes
entre ellos. Pues te juro que de hoy a doce meses regresaré junto a estos árboles y pondré mi
cabeza en tus manos.
—¿Tomas a los cielos por testigo de tu juramento? —dijo el genio.
—Lo hago —contestó el mercader—, y puedes confiar en mí.
  Entonces, lo dejó cerca del manantial y desapareció.
    Cuando el mercader relató, al llegar a la casa, lo ocurrido entre él y el genio, su mujer
profirió los gritos más lastimosos, golpeó su rostro y tironeó su pelo. Los hijos, sumidos en
lágrimas, hacían retumbar la casa con sus gemidos. Y el padre, incapaz de resistir un impulso
natural, mezcló sus lágrimas con las de ellos.
  Los días transcurrieron rápidamente y, muy pronto, se cumplió el año. El hombre se vio
obligado a partir. Puso sus ropas sepulcrales en las alforjas. Pero cuando fue a dar el adiós a su
mujer e hijos, su tristeza superó todo lo imaginable. Abrumado por la separación de sus seres
queridos, éste viajó hasta el lugar donde había prometido encontrarse con el genio. Sentado
junto al manantial, esperó su  llegada, invadido por una inmensa pesadumbre.
    Mientras languidecía en esta penosa espera, apareció un viejo que guiaba a una cierva y éste
se dirigió hacia donde estaba él. Después de que se saludaron el anciano le preguntó por qué
estaba en ese lugar solitario.  El comerciante le contó su aventura. Con gran asombro, el otro
hombre exclamó:
—¡Esta es la cosa más sorprendente del mundo! Y tú estás atado por el más solemne de los
juramentos. No obstante, seré testigo de ese encuentro.
  Después se sentó junto a él y empezaron a conversar. En eso estaban cuando de pronto
vieron a otro viejo, que venía caminando hacia ellos, seguido por dos perros negros. Cuando el
recién llegado se informó de la aventura del mercader, declaró que iba a permanecer ahí para
ver en qué terminaba ese asunto.
  Al poco rato, percibieron un vapor espeso, como una nube de polvo levantada por un
torbellino que avanzaba hacia ellos. Luego, se desvaneció repentinamente y apareció el genio.
Sin saludarlos, se dirigió al mercader con una cimitarra desnuda y tomándolo por el brazo, dijo:
—Levántate, porque debo matarte, así como tú mataste a mi hijo.
  Éste y los dos  ancianos empezaron a lamentarse y a llenar el aire con sus gritos. Cuando el
viejo que conducía a la cierva vio que se iba a cometer el asesinato,  se arrojó a los pies del
monstruo, se los besó y le dijo:
—Príncipe de los genios, muy humildemente te ruego detener tu enojo y hacerme el favor de
oír la historia de mi vida y de la cierva que aquí ves. Y si la encuentras más maravillosa y
sorprendente que la tuya, te ruego que al desdichado le perdones la mitad de su ofensa.
  El genio se tomó un tiempo para deliberar sobre esta proposición y, por último, respondió:
—Bien, estoy de acuerdo.
Enseguida, el viejo de la cierva contó su historia:
“Esta cierva que ves es mi esposa, con quien me casé cuando ella tenía doce años de edad.
Vivimos juntos veinte años, sin tener hijos. Mi deseo de tenerlos me indujo a adoptar el hijo de
una esclava. Mi mujer, celosa, alimentó odio contra el niño y su madre. Pero ocultó su
aversión tan bien, que yo no la conocí hasta que fue demasiado tarde. Mientras yo estuve
lejos, por un largo viaje, se dedicó a la magia y mediante sus encantamientos, transformó al
niño en ternero y a la madre en vaca, incorporándolos a mi hacienda.
A mi regreso, pregunté por la madre y el niño. Ella me informó que la esclava había muerto y
que a mi hijo adoptivo no se lo había visto desde hacía meses. Lamenté la muerte de la
esclava; pero como mi hijo sólo había desaparecido, tenía la esperanza de que
pronto regresaría.  Sin embargo, pasaron ocho meses y nada supe de él. Cuando iba a
celebrarse una gran fiesta, envié a mi granjero por una de las vacas más gordas para
sacrificarla. Me trajo una y yo la até para darle muerte. Cuando estaba por sacrificarla, dio
mugidos muy lastimosos y hasta lágrimas brotaron de sus ojos. Esto me pareció extraordinario
y me llenó de compasión. Como no tuve ánimo de darle el golpe de gracia, mandé a mi pastor
a que me trajera otra.
  Mi esposa, que estaba presente, se enfureció por mi blandura para dar una orden y trató de
ocultar su maldad. Me insultó por no querer sacrificar a la vaca para la fiesta. Para complacer a
mi mujer, ordené al pastor, menos compasivo que yo, que la sacrificara. Cuando despellejó a
esa pobre vaca, que nos parecía tan gorda, no encontró sino huesos. Ordené entonces al
pastor que la botara o la diera de limosna, o que hiciera lo que gustara con ella, y que, si tenía
un ternero bien gordo, me lo trajera en su lugar.
    Volvió con un hermoso ternero; éste, en cuanto me vio, se esforzó tanto en acercarse a mí
que cortó la cuerda y se arrojó a mis pies, con su cabeza contra el suelo. Parecía como si
hubiera querido despertar mi compasión e implorarme que no tuviera la crueldad de quitarle
la vida.
  Estaba más sorprendido e impresionado aún con esta actitud que con las lágrimas de la vaca
y dije a mi esposa que no mataría a este ternero, a pesar de lo que ella dijera. La malvada
mujer no tuvo consideración de mis deseos y me urgió hasta que cedí. Até a la pobre criatura
y, tomando el cuchillo fatal, me preparé para enterrarlo en la garganta del ternero. Pero éste
volvió hacia mí sus ojos llenos de lágrimas con tal languidez que su mirada me afectó hasta el
punto de no tener fuerzas para matarlo. Dejé caer el cuchillo y dije enérgicamente a mi mujer
que buscaría otro ternero. Para tranquilizarla un poco, le prometí que lo sacrificaría el año
siguiente.
  Al otro día, mi pastor fue a buscarme para hablar conmigo a solas. Me dijo que su hija, algo
entendida en la magia, deseaba verme. Al recibirla, me informó que, mientras yo estaba de
viaje, mi mujer había transformado a la esclava en vaca y al muchacho en ternero. No podría
restituirme la esclava, porque era la vaca que había sido sacrificada; pero, sí podría
devolverme a mi hijo adoptivo, y castigar, como se lo merecía, a mi mujer, con la condición de
que el joven se casara con ella.
  En cuanto di mi consentimiento a esta proposición, la doncella tomó una vasija llena de agua,
pronunció sobre ella unas palabras que no entendí, y vació el líquido sobre el ternero y éste
recobró, en un instante, su forma natural.
    De inmediato lo abracé y le conté cómo la doncella lo había liberado de su encantamiento y
que yo le había prometido que él sería su esposo. Consintió alegremente; pero, antes de
casarse, ella transformó a mi mujer en una cierva. Y es la que ves aquí.
    Hace un tiempo, mi hijo quedó viudo y se ha dedicado a viajar. Han pasado varios años, y
como no he tenido noticias suyas, marcho al extranjero para saber de él. No quise pedir a
nadie que se hiciera cargo de mi esposa hasta mi regreso a casa, pues pensé que era más
conveniente llevarla a todas partes conmigo. Esta es mi historia y la de esta cierva. ¿No es algo
maravilloso y sorprendente?”
—Yo diría —replicó el genio—que tu historia es realmente extraordinaria.
    Pero, a pesar de haberse conmovido con el relato, éste no olvidó el motivo de su presencia y
dijo:
-Aún no puedo perdonar la totalidad de la ofensa,  al menos que otro cuente una historia tan
insólita como la de este hombre.
   A continuación, el segundo viejo empezó a hablar de esta manera:
  “Gran príncipe de los genios, tú no debes saber que nosotros somos tres hermanos: estos
dos perros negros y yo. 
    Al morir, nuestro padre nos dejó mil cequíes a cada uno. Con esta suma, todos podíamos
convertirnos en mercaderes, pero mis hermanos resolvieron viajar y recorrer tierras extrañas.
  Al cabo del año, regresaron en vergonzosa pobreza, pues lo habían perdido todo en
empresas desafortunadas. Les di la bienvenida y los recibí en mi casa. Como mi situación era
próspera, di a cada uno de ellos mil cequíes para que volvieran a empezar como mercaderes.
Después de un tiempo, vinieron a proponerme que me uniera a ellos para hacer un viaje de
negocios. Inmediatamente dije que no. Pero después de haberme negado durante cinco años,
ellos insistieron tanto que vencieron mi resolución.
  Sin embargo, cuando llegó el momento de adquirir mercaderías para iniciar el negocio,
descubrí que mis hermanos se habían gastado todo el dinero. No les quedaba nada de las mil
cequíes que yo había obsequiado a cada uno. Pero, no les reproché lo ocurrido. Por el
contrario, como  tenía ahorradas seis mil cequíes, volví a darle mil a cada uno,  dejé otros mil
para mí; y enterré las tres mil cequíes restantes en un rincón de mi casa.
  Adquirimos mercaderías, las embarcamos en un velero que nosotros tres habíamos
contratado y nos hicimos a la mar con viento favorable. Tras una navegación de dos meses,
arribamos felizmente al puerto y tuvimos muy buena clientela para nuestras mercaderías.
Vendí tan bien las mías, que gané el mil por uno.
  Cuando ya estábamos preparados para iniciar el viaje de regreso, encontré en la playa a una
dama muy hermosa, aunque pobremente vestida. Avanzó hacia mí de manera muy graciosa,
besó mi mano y me suplicó que me casara con ella. Puse un poco de dificultad antes de
aceptar esta proposición. La dama me dio tantos argumentos para convencerme de que no
debía rechazarla por su pobreza y de que yo tendría todas las razones del mundo para estar
satisfecho de su conducta, que, por último, yo cedí a sus instancias.
  Mandé a hacer algunos vestidos apropiados para ella. Y, después de haberla hecho mi
esposa de acuerdo a las formalidades, la llevé a bordo y nos hicimos a la vela. Descubrí que mi
esposa tenía tan buenas cualidades que mi amor por ella aumentaba día tras día. Mientras
tanto, mis dos hermanos, que no habían manejado sus negocios tan exitosamente como yo,
envidiaban mi prosperidad. Sus malos sentimientos los dominaron hasta tal punto que una
noche, cuando mi esposa y yo dormíamos, nos lanzaron a ambos al mar.
  Apenas caí al agua, ella me rescató y me condujo a una isla. Al amanecer, mi esposa me contó
que, en realidad, ella era un hada que se me había presentado disfrazada para probar mi
bondad y como yo siempre había sido amable, ella decidió que se comportaría generosamente
conmigo. Pero agregó que mis hermanos deberían pagar su traición con sus vidas.
  Escuché las palabras del hada con admiración y le agradecí, de la mejor manera que pude, la
gran bondad que había tenido conmigo. En cuanto a mis hermanos, le rogué que los
perdonara. Yo no era tan cruel como para desearles la muerte. Entonces, le conté todo lo que
había hecho por ellos, pero esto sólo aumentó su indignación. Afirmó que inmediatamente
debía castigar a esos ingratos traidores y tomar rápida venganza de ellos.
  La tranquilicé lo mejor que pude. Tan pronto como terminé de hablar, ella me transportó en
un momento desde la isla hasta la azotea de mi propia casa. Descendí, abrí las puertas y
desenterré las tres mil cequíes que anteriormente había ocultado. Después fui a mi tienda y
también la abrí. Mis vecinos, los mercaderes, llegaron a saludarme, alegrándose de mi feliz
regreso. Al volver a mi casa, encontré en ella a estos dos perros negros, que vinieron a mí de
manera muy sumisa. Yo no podía adivinar el significado de este hecho, que me asombró
muchísimo. Pero el hada, que apareció de inmediato, me dijo que no me sorprendiera pues
ellos eran mis hermanos. Entonces, ella me contó que los había convertido en perros, al mismo
tiempo que hundía su barco. Ellos debían permanecer con esta forma durante cinco años.
Después de decirme dónde la encontraría transcurrido ese lapso, ella desapareció. Habiéndose
cumplido hace poco los cinco años, voy en su búsqueda”.
—Esta es mi historia, ¡oh príncipe de los genios! —dijo el anciano, después de una pausa—.
¿No crees que  es  muy extraordinaria?
—Reconozco que lo es —respondió - y, en este caso, perdono  la otra mitad del crimen que  se
ha cometido en mi contra.
    Tras estas palabras éste ascendió en el aire y desapareció en una nube de humo, con gran
contento del resto de los otros hombres que estaban allí.
    El mercader lamentó no poder conversar más con sus libertadores, quienes se regocijaron
de verlo fuera de peligro y, diciéndole adiós, cada uno prosiguió su camino. Luego, el hombre
muy aliviado regresó junto a su esposa y a sus hijos y pasó sus días en paz con ellos.
 
 

Vocabulario: 
*mercader: persona que se encarga del comercio.
*dátiles: Fruto de la palmera, de forma alargada, color marrón, comestible y con sabor
muy dulce, que tiene un hueso en su interior recorrido por un surco.
*cuescos: hueso de la fruta de los dátiles.
 *cimitarra: arma blanca de hoja curva que se ensancha hacia la punta y que presenta
un solo filo. "los turcos y persas usaban cimitarras".
*aversión: rechazo a una persona o a una cosa.
*despellejar: sacar la piel.
*botar: lanzar o arrojar.
*cequíes: moneda antigua de oro, de valor de unas diez pesetas, acuñada en varios estados de
Europa, especialmente en Venecia y que, admitida en el comercio de Âfrica, recibió de los
árabes ese nombre.

ACTIVIDADES 
Leé atentamente el cuento, observá el vocabulario y después respondé las preguntas:

1- Considerando el título de este cuento ¿Quiénes son los personajes principales? Describílos
con adjetivos  calificativos.
2-¿Qué situación problemática surge entre ellos? ¿Cuál es el trato que hicieron?
3-¿Con qué otros personajes se encuentra el mercader al regresar después de un año? ¿Cómo
reacciona el anciano que está con la cierva? ¿Qué le propone al genio?
4-Escribí brevemente y con tus palabras la historia del anciano y la cierva. ¿Qué elementos
sobrenaturales se relatan? (Tené en cuenta para escribir esta historia, el cuadro que está
al  comienzo que explica el uso de las mayúsculas,  las comas y los puntos; y, también, la
aplicación de sinónimos para no repetir palabras).
5-Después de escuchar la aventura y perdonar la mitad de la ofensa ¿qué pide el genio para
perdonar la totalidad del daño recibido? ¿Qué hace el otro anciano?
6-Escribí brevemente y con tus palabras el relato del viejo con sus perros negros. ¿Qué
elementos sobrenaturales se manifiestan?
7¿Cómo  termina el cuento? ¿Te parece que se hizo  justicia con todos los personajes que
aparecen en esta historia? SI-NO ¿Por qué?
8-¿En qué  lugar y tiempo suceden los hechos?
9-Completá los cuadros siguientes: (Leé el cuadro que está al comienzo que explica las
definiciones).

     Sinónimos                       Antónimos
     mercader:               furioso:
     cimitarra:                                                                                            bondad:
     provisiones:                                                                                       desdichado: 

Buscá un sinónimo para cada uno de estos  homónimos:


siervo: lección: caza:  
ciervo: lesión: casa: 
 

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