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EL MÉTODO DE LA ESCUELA AUSTRIACA: LA

PRAXEOLOGÍA – Óscar R. Carreiro


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EL MÉTODO DE LA ESCUELA AUSTRIACA: LA PRAXEOLOGÍA

– Óscar R. Carreiro –

La praxeología es el método distintivo de la Escuela Austriaca de economía. El término,


acuñado por Ludwig von Mises, significa “la ciencia de la acción”. La praxeología toma como
punto de partida el axioma de la acción, que nos dice, simplemente, que el hombre actúa.
Actuar significa escoger un fin y usar los medios que se crean adecuados para la
consecución de ese fin. Actuar implica el intentar pasar de un estado que se considera
menos satisfactorio a otro más satisfactorio. Este axioma es autoevidente y no necesita de
experiencia alguna para ser demostrado. No es autoevidente en un sentido psicológico, es
decir, que se hace evidente a todo el mundo, sino en el sentido de que cualquier intento de
refutación sólo lo confirma. Efectivamente, si alguien pretendiera negar el axioma de la
acción estaría realizando una acción: tendría un fin y para conseguirlo usaría los medios que
consideraría adecuados (algún tiempo para pensar, ciertos argumentos, su propio cuerpo
para realizar esos argumentos, etc.).

La praxeología se construye a partir de los principios intelectuales incluidos en la categoría


de la acción humana por medio de deducciones lógicas y nos dota con el conocimiento
teórico necesario para interpretar la realidad.

Uno de los elementos fundamentales de la praxeología es el individualismo metodológico,


es decir, el hecho de que el análisis de la acción tiene que tener en cuenta que únicamente
los individuos actúan. El individualismo metodológico nos permite entender el carácter
subjetivo de fenómenos económicos tales como el valor o la utilidad. Al actuar, cada
persona intenta alcanzar ciertas metas que cree, por alguna razón, que son importantes. La
palabra “valor” se refiere a la apreciación subjetiva de su meta por parte del actor, con una
intensidad que varía según la persona, el momento y la meta. Los medios son cualquier
cosa que el actor, subjetivamente, cree adecuada para ayudarle a alcanzar su meta. La
“utilidad” se refiere a la apreciación subjetiva de los medios, y depende del valor concedido
a la meta buscada por el actor. Valor y utilidad son dos caras de la misma moneda, ya que el
valor subjetivo que el actor concede a su meta se proyecta sobre los medios que considera
adecuados para alcanzarla.

Otro de los rasgos característicos de la Escuela Austriaca es su confianza en el método


lógico en oposición al método matemático empleado por la mayor parte de los economistas.
Como ha señalado Huerta de Soto, el lenguaje verbal es más apropiado que las

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matemáticas para el estudio de la economía, ya que permite capturar más perfectamente la
esencia de los fenómenos económicos. El formalismo matemático no permite incorporar la
realidad subjetiva del tiempo y mucho menos la creatividad humana.[i]

El estudio de la naturaleza, tal y como ha sido realizado por las ciencias naturales, se
fundamenta en la regularidad de la concatenación de fenómenos. Las entidades no
humanas reaccionan siguiendo patrones regulares. Las ciencias naturales asumen la
uniformidad invariable en la concatenación y sucesión de los fenómenos naturales y, por
medio de la inducción, infieren de la regularidad de los eventos pasados la misma
regularidad en los eventos futuros. Esta asunción es necesaria para la capacidad de
predicción de las ciencias naturales.

El método de investigación idealmente empleado sería el de la formulación de hipótesis


que, luego, por medio de la elaboración de experimentos en los que se puede aislar y
modificar un elemento manteniendo el resto invariado, pueden ser corroboradas y podrían
llevar a la formación de teorías que estarían sujetas a la verificación, según el positivismo
del Círculo de Viena, o a la falsación popperiana. La existencia de relaciones constantes
entre distintos elementos mecánicos que pueden ser establecidas a través de experimentos
es lo que permite el uso de ecuaciones matemáticas para la resolución de problemas
concretos. En el campo de la acción humana, sin embargo, no existen tales relaciones
constantes porque el hombre presenta un comportamiento intencional, escoge los fines a los
que aspira y los medios con que obtenerlos, por lo que, como señaló Mises, “las ecuaciones
formuladas por la economía matemática constituyen una pieza inútil de gimnasia mental”.[ii]

El análisis praxeológico realizado por medio de deducciones lógicas a partir del axioma de
la acción nos permite entender y clarificar fenómenos económicos muy importantes. A modo
de ilustración, mostraremos cuatro ejemplos destacados.

1) LA LEY DE LA UTILIDAD MARGINAL DECRECIENTE.

La ley de la utilidad marginal decreciente afirma que, cuanto mayor es la oferta de un bien,
menor es la utilidad de cada unidad de ese bien, y cuanto menor es la oferta, mayor es la
utilidad de cada unidad.[iii]

Como hemos visto, la acción humana implica la utilización de medios para la obtención de
fines. De esto se deduce que los medios son escasos pues, si no lo fueran, no serían
objetos de la acción, es decir, no necesitarían ser tenidos en cuenta para la obtención de
fines. Ya que los medios son escasos es necesario economizarlos, es decir, hay que
asignarlos de manera que sirvan para la obtención de los objetivos más deseados. De esto
se deduce que, cuanto mayor sea la oferta de bienes, mayor número de objetivos podrán
ser satisfechos.

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Ya que los medios son escasos, no se pueden alcanzar todos los fines. La acción tiene
lugar escogiendo qué fines serán satisfechos a través de la utilización de los medios. El
actor debe ordenar jerárquicamente sus fines en una escala de valores y la acción
demuestra esta jerarquía.

El actor valora sólo cada unidad física de un medio que tiene relevancia para la acción. Los
actores escogen y valoran unidades específicas de un medio. Por ejemplo, valoran unidades
de vacas o caballos, pero no valoran “las vacas” o “los caballos” como un todo. Se valoran
unidades concretas de medios, no las clases a las que pertenecen. Cada unidad que entra
en una acción específica se valora y ordena de forma separada, sólo cuando varias
unidades juntas entran en la acción son valoradas conjuntamente. Este proceso de
valoración de unidades específicas fue la forma en la que se consiguió superar la conocida
“paradoja del valor”. Los economistas clásicos no podían explicar porque la gente valoraba
más el platino, por ejemplo, que el pan, cuando era evidente que el pan era más necesario
para la supervivencia. Pero, como explica Rothbard, el actor no valora los bienes según
clases abstractas, sino en términos de unidades específicas disponibles. El hombre no se
preocupa de si el “pan en general” tiene más o menos valor para él que el “platino en
general”, sino si, dado el stock presente disponible de pan y de platino, valora más una
pieza de pan o una onza de platino.

La gente valora los bienes en el margen. Si un individuo tiene un suministro determinado


de bienes y tiene que desprenderse de uno, la utilidad que dejará de satisfacer con ese
menor suministro es la “utilidad marginal del bien”. Esta será la utilidad con la que se valore
a cada unidad específica y homogénea de ese bien. Esa unidad de la que el individuo
tendría que desprenderse es la unidad que está en el margen, por lo que se le llama la
“unidad marginal”. El objetivo a cumplir que se encuentra más bajo en la escala de valores
del individuo sería la satisfacción provista por la “unidad marginal”, por tanto, la “utilidad
marginal”. Esa utilidad marginal se corresponde con el fin al que el actor tendría que
renunciar si su stock de un bien se redujera en una unidad.

Este análisis marginal también se aplica a la producción por medio del valor de la
productividad marginal. Éste consiste en la contribución, expresada en términos monetarios,
de una unidad de un factor de producción al proceso de producción. Depende del producto
físico producido por una unidad de un factor y de la valoración del consumidor del producto,
es decir, está determinada por la productividad física marginal (la cantidad física de producto
que se puede imputar a una unidad de un factor, o en otras palabras, la cantidad de
producto final que se perdería si se eliminara una unidad de un factor de producción)
multiplicada por el precio del producto.

2) LA LEY DE LOS RENDIMIENTOS DECRECIENTES.

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La ley de los rendimientos decrecientes dice que dentro de un proceso de producción en el
que la cantidad de uno de los factores de producción varía mientras la de los demás
permanece constante, siempre existe una cantidad óptima del factor que varía. Si uno se
desvía de este óptimo, la cantidad producida o bien no aumenta, o no lo hace en proporción
al aumento de la cantidad del factor.

Esta ley tiene un fundamento praxeológico. Los factores de producción utilizados para
producir un bien de consumo son medios para la satisfacción de una necesidad, satisfacción
cumplida por el bien de consumo. En un proceso de producción también es necesaria la
colaboración de más de un factor de producción, pues siempre es necesaria la utilización, al
menos, de tiempo y de trabajo. De no ser así, el bien habría aparecido y se habría
consumido instantánea y mágicamente y no habría habido proceso de producción. La
necesidad de la existencia de un óptimo se deduce de la necesidad de la cooperación de
más de un factor de producción. Si no existiera un óptimo, el producto medio se
incrementaría indefinidamente al aumentar la cantidad del factor, lo que significaría que se
podría obtener cualquier cantidad del producto simplemente aumentando la cantidad de ese
factor. Pero eso significaría que no importa lo pequeña que fuera la cantidad de los otros
factores, los que permanecen constantes, lo único que habría que hacer sería aumentar la
cantidad del factor que varía. Entonces, dado que la escasez de los otros factores no tendría
importancia, no serían necesarios para la producción, ya que no serían medios, dado que
los medios son necesariamente escasos. Sin embargo, en un proceso de producción
siempre es necesario más de un factor de producción.

3) LA PREFERENCIA TEMPORAL.

Tal y como ha explicado Jeffrey Herbener, el hombre, como un ser temporal, distingue
entre “antes” y “después” y, por ello, juzga de manera diferente la obtención de un fin antes
que después y prefiere la satisfacción de un fin antes que después.[iv] La temporalidad se
deduce del axioma de la acción, pues el establecimiento del objetivo deseado y la utilización
de medios para alcanzarlo, han de preceder, necesariamente, a la consecución del fin. Los
seres temporales prefieren la satisfacción de un fin antes a la misma satisfacción más tarde.
El tiempo es escaso y, por tanto, un medio que hay que economizar. El hombre prima la
satisfacción en el presente y valora menos, es decir, con un descuento, esa misma
satisfacción en el futuro. Este descuento, que consiste en la menor valoración de la
satisfacción de las necesidades en el futuro, será uniforme en relación con todas las
acciones dentro de la misma estructura intertemporal (ya que únicamente consiste en una
mayor valoración de la satisfacción en el presente sobre el futuro), y afectará a todas las
acciones, independientemente de que el hombre decida emprenderlas o no. Al escoger
realizar una acción más tarde, una persona está demostrando que el valor de la acción en el
futuro supera al valor de la acción en el presente, incluso con el descuento del futuro
aplicado. Esto es consistente con el axioma de la acción: se escoge la alternativa más
altamente valorada y se renuncia a otras menos valoradas.

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El hombre economiza sus acciones en relación con todos los aspectos de la acción sujetos
a elección: fines, medios, espacio y tiempo. La economía de mercado realiza esta
integración para la sociedad en su conjunto. Los precios de los bienes están determinados
por las preferencias de los compradores y de los vendedores. Los precios de los bienes de
consumo están directamente determinados por las preferencias de los consumidores
expresadas en la demanda de dichos bienes. Los precios de los bienes intermedios (los
utilizados para producir los bienes de consumo) están indirectamente determinados por las
preferencias de los consumidores ya que los bienes de consumo generan ingresos para los
empresarios que justifican la demanda que los empresarios tienen de los bienes
intermedios. Los empresarios pagan a cada factor de producción el valor monetario de su
contribución a la producción. Si el pago del factor se realiza antes de la llegada de los
ingresos obtenidos por la venta del output producido, entonces el pago se descuenta debido
a la preferencia temporal. Este descuento del dinero futuro en relación con el dinero
presente es el interés y determina el tipo puro de interés (que se equipara con la preferencia
temporal). Ya que todo el intercambio de dinero presente por dinero futuro dentro de la
misma estructura de tiempo implica la preferencia temporal, el tipo puro de interés es
uniforme a través de tales intercambios intertemporales. De ello se sigue que todos los
bienes presentes que generan dinero futuro tendrán sus precios determinados por medio del
descuento del dinero futuro por el tipo de interés para obtener la cantidad equivalente de
dinero presente. Este proceso de capitalización resulta en un tipo de interés uniforme que
consiste en la diferencia en el dinero presente gastado para adquirir los factores y el dinero
futuro obtenido de la venta del output producido. Los precios, así determinados, son la base
del cálculo económico que permite a los empresarios considerar las líneas de producción e
inversión que la gente valora más.

Para resumir, la ley de la preferencia temporal afirma que la gente prefiere los “bienes
presentes” (bienes disponibles para su uso en el presente) a los “bienes futuros”
(expectativas en el presente de bienes que estarán disponibles en algún momento del
futuro) y que el tipo social de preferencia temporal, resultado de la interacción de los
esquemas de preferencia temporal de la gente, determinará y será igual al tipo de interés
puro que exista en una sociedad.

4) LA LEY DE LA VENTAJA COMPARATIVA.

Se conoce también a este importante principio como la ley de asociación o la ley de los
costes comparativos. El economista clásico David Ricardo fue uno de los primeros en
exponer esta ley para un caso específico, el de dos países que comercian con dos
productos pero en el que no hay movilidad de trabajadores ni de bienes de capital. Sin
embargo, sólo la Escuela Austriaca ha sabido reconocer el carácter universal y las
consecuencias de la ley de asociación.[v]

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Si imaginamos dos individuos, cada uno de ellos mejor dotado para la producción de un
bien específico, resulta bastante claro que la producción total de ambos bienes aumentará si
cada uno de los individuos se especializa en aquel bien en el que es más productivo y no
pierde tiempo en la producción de aquel en el que lo es menos. De este hecho se deriva que
ambos salen beneficiados si colaboran, se especializan e intercambian el resultado de su
trabajo. Pero, ¿qué ocurre si uno de los individuos es superior al otro en la producción de
ambos bienes? En este caso, ambos también saldrán beneficiados si aquel que es superior
se especializa en la producción del bien en el que tiene una mayor superioridad relativa y
deja la producción del bien para el que tiene una menor superioridad relativa a la otra
persona. La especialización y el intercambio benefician a ambos cooperantes aunque uno
de ellos sea superior en la producción de ambos bienes.

Manuel F. Ayau lo expone con un ejemplo numérico, imaginando el caso de dos sujetos a
los que llama SuperJoe e InferJack. SuperJoe produce, en turnos de 12 horas, 12 panes y 6
vestidos. InferJack produce, en turnos también de 12 horas, 6 panes y 2 vestidos. El total
para ambos productos es de 18 panes y 8 vestidos. Si SuperJoe dedica, en lugar de 12
horas para cada producto, 16 horas a la producción de vestidos y 8 horas a la producción de
pan, e Inferjack dedica las 24 horas a la producción de pan, cada uno de ellos producirá,
respectivamente, 8 panes/8 vestidos y 12 panes. La producción total habrá aumentado a 20
panes y 8 vestidos sin haber incrementado el tiempo de trabajo. Lo único que ha cambiado
es que SuperJoe e InferJack han asignado su tiempo de trabajo de acuerdo con la ventaja
comparativa, dedicando Joe más tiempo a la actividad en la que tiene mayor superioridad
relativa y Jack más tiempo a aquella producción para la que es relativamente menos inferior.
Ambos salen beneficiados de la especialización del trabajo y del intercambio.[vi]

El único caso en el que la especialización y la división del trabajo no supondrían ninguna


ventaja para los cooperantes sería el extremadamente improbable de que el mundo
estuviera habitado por personas cuyas capacidades productivas fueran exactamente iguales
en todos los aspectos.

[1] Ver, por ejemplo, Jesús Huerta de Soto, The Austrian School. Market Order and
Entrepreneurial Creativity (Cheltenham: Edward Elgar, 2008).

[2] Ludwig von Mises, Human Action. The Scholar’s Edition (Auburn: Mises Institute, 1998),
p. 351.

[3] Para la utilidad marginal y los rendimientos decrecientes ver Murray N. Rothbard, Man,
Economy and State with Power and Market (Auburn: Mises Institute, 2009), pp. 21-38 y 466-
467.

[4] Jeffrey M. Herbener, ed., The Pure Time-Preference Theory of Interest (Auburn: Ludwig
von Mises Institute, 2011).

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[5] Abhinandan Mallick, “The Law of Association” (8 de septiembre de 2010), disponible en
http://mises.org/library/law-association

[6] Manuel F. Ayau, Not a Zero-Sum Game. The Paradox of Exchange (Guatemala:
Universidad Francisco Marroquín, 2007), pp. 33-36.

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