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MEMORIAS
IDE

NAPOLEON I
ESCRITAS POR EL MISMO.

MEXICO.
N EUSEBIO SANCHEZ; EDITOR
AGUILA 12. A P A R T A D O POSTAL 511.

1894.
0C213-
.2
N3
•182S

MANUSCRITO
s

N o me propongo hacer comentarios sobre los acon-


tecimientos de mi reinado: son demasiado conocidos,
y no estoy en el caso de satisfacer la curiosidad pú-
blica. Daré un resúmen de los sucesos, para evitar que
mi carácter é intenciones sean desfigurados, respecto
á que quiero aparecer tal cual soy, á los ojos de mi
hijo, y de toda la posteridad. Este es el objeto de mi
escrito que tengo que haceros conducir por rodeos
para que vea la luz pública, pues me consta por expe-
riencia que bi cayese en manos de los ministros ingle-
ses, quedaría sepultado en eterno olvido. .
Mi vida ha sido tan maravillosa, que los admirado-
res de mi poder opinan que también debió ser extraor-
FONDO HISTORICO dinaria mi infancia, pero se engañan: mis primeros
dias nada tuvieron de singular? no era más que un ni-
RíCARDO COVARRUW^
ño obstinado y curioso, habiendo sido mi educación
tan miserable como toda la que se daba en Córcega.
156213 Aprendí con bastante facilidad el idioma francés en-
tre los militares de la guarnición con quienes trataba.
Mis inclinaciones eran fuertes y mi carácter decidido;
y como estas cualidades me. conducían á querer las co-
sas con vehemencia, me correspondían los resulta- Destinado á las armas por mi cuna; me pusieron en
dos. Jamás rae arredraron los inconvenientes y ven- las escuelas militares. Al principio de la revolución
ciendo éstos obtuve ventajas sobre los demás hombres, obtuve una tenencia, y ningún título he recibido des-
porque dependiendo indudablemente la voluntad del pués que me haya causado mayor placer. El colmo de
temple de cada individuo, ninguno es dueño de do- mi ambición se limitaba entonces á llevar algún día
minarla. una charretera de canelones sobre cada uno de ruis
Mi juicio me conducía á detestar las ilusiones: des- hombros, pareciéndcme un coronel de artillería el
cubría siempre la verdad á primera vista, y por esa Xon plus ultra de la grandeza humana.
razón he conocido mejor que otros la esencia de las E r a muy joven en aqnel tiempo para tomar interés
cosas. P a r a mi ha existido el mundo sólo en el hecho, en materias políticas. Aun no tenía opinióu del hom-
y no en el derecho. E r a único por mi naturaleza y me bre en masa, y por eso ni me sorprendía, ni atemori-
consideraba tal. zaba el desorden que reinaba en aquella época, no pu-
No traté de inquirir el partido que podía sacar de diéndola comparar con otra alguna. Me acomodaba con
los estudios; y en realidad de nada me han servido si- lo que veía, y era fácil á las impresiones. Me destinaron
no de aprender métodos. De las matemáticas saqué al ejército de los Alpes, que nada hacia de cuanto de-
algún fruto; lo demás me fué absolutamente inútil, be hacer un ejército, puesto que desconocía la disci-
pero estudiaba por amor propio. N o obstante esta plina y la guerra, por consiguiente no podía encon-
verdad, mis facultades intelectuales ae desarrollaban trarme en peor escuela. Es cierto que no teníamos
sin advertirlo, consistiendo sólo en la gran movilidad enemigos que combatir y que no era otro nuestro en-
de las fibras de mi cerebro: discurría con más viveza cargo que impedir á los piamonteses el paso de los
que los demás, sobrándome tiempo para reflexionar, Alpes; cosa demasiado sencilla.
y en esto ha consistido mi profundidad. La anarquía reinaba en nuestro campamento: el
Mi imaginación era demasiado activa para distraer- soldado no tenía respeto alguno al oficial: el oficial
se con las diversiones ordinarias de la juventud; y tampoco se lo tenía al general, estos cada día eran de-
aunque no me extrañaba obsolutamente de ellas, bus- puestos á merced de los representantes del pueblo, y
caba otras cosas de mayor interés. Esta disposición el ejército no concedía sino á los últimos la idea del
me colocó en una especie de soledad en que no encon- poder, que es, entre todas, la mas fuerte sobre el jui-
traba sino mis propios pensamientos, siéndome habi- cio humano. Conocí desde luego el peligro de la in-
tual en todas las situaciones de mi vida semejante mo- fluencia civil sobre el militar, y supe precaverme de él.
do de existir. N o se debía al talento, sino á la charlatanería, la
Me dediqué á resolver problemas, y los buscaba en adquisición de crédito en el ejército, dependiendo to-
las matemáticas, pero siendo extremadamente limita- do de este favor popular que se obtiene á voces; y co-
do el orden material de ellas, bien pronto encontré mo jamás mis sentimientos han sido comunes con los
multitud de ellos. T r a t é de sacarlos del órden moral, de la multitud, que son los que producen la elocuen-
y ese fué el trabajo que me produjo mejores efectos, cia de las calles, ni he tenido el talento de conmover
haciendo en mi una disposición constante á, la que al pueblo, nada suponia en dicho ejército, y tenía más
he debido los grandes progresos en política y guerra. tiempo para entregarme á mis reflexiones.
Estudiaba el arte de la guerra sobre el terreno y no
sa8 sobre el mapa. La primera vez que me hallé en acción el cuadro que se me presentaba á la vista, haciéndome
dos. fué en una escaramuza de fusileros al lado del monte una teoría de la guerra que el tiempo ha desenvuelto,
cien Ginebra. Las balas fueron pocas, y mal dirigidas, no y.lamas desmentido.
porc causando en los nuestros otro daño que el de algunos Llevé esta vida insignificante hasta el sitio de To-
tem] heridos. Esta acción no me sorprendió, porque exami- lón en el que siendo ya jefe de batallón podía como
min: nándola atentamente, conocí que era despreciable; in- tai tener alguna influencia sobre su resultado
& firiendo que por ninguno de ambos partidos hubo in- J a m a s hubo ejército peor dirigido que el nuestro:
cubí tención de sacar resultado de aquel tiroteo, practicado no se sabía quien lo mandaba: los generales no se
razc sólo por cumplir con el uso de la guerra, atrevían a hacerlo por temor de los representantes del
coss ^ Me desagradó la nulidad de este objeto, y enarde- R ? ' / e *í.v 1 0 t 1 e n í a n t o d a v í a m a y ° r á la comisión
y n cido por la resistencia, reconocí el terreno" tomé el de balud pública: los comisarios andaban al pillaje:
con fusil de un herido, y persuadí al capitán que nos man- los oficiales se embriagaban y los soldados se morían
1
daba sostuviese el fuego, Ínterin yo iba á cortar la re- de hambre; pero se hacían indiferentes á todo, y con-
ios tirada á los Piamonteses. Parecióme fácil ganar una servaban su intrepidez: aquel desorden los ponía en el
no altura que dominaba su posición, atravesando un pe- caso de tener más valor que disciplina, y esta expe-
alg quefio bosque sobre que se apoyaba nuestra izquierda, r ^ n c i j ^ e c o n v e n c i o d e q u e les ejércitos mecánicos
per E l capitán hizo ganar terreno á su tropa, obligando al nada valen, como ellos mismos lo han acreditado. To-
ver enemigo á recular sobre nosotros, en cuyo momento, do se ña cía en el campo por mociones y por aclama-
sm descubriendo la mía, le causamos mucha molestia en ción, y aunque este modo de deliberar era para mi in-
de la retirada, matándole algunos hombres y hacién- soportable, no pudiendo impedirlo, caminaba sin de-
qu< dolé 20 prisioneros. tención a nn propósito.
y "<j He referido mi primer hecho de armas, no para de- Quizá era yo sólo en el ejército quien se proponía
• ducir que me valiese el grado de capitán; sino para P e F° n o tenía otro placer que el llevarlo en
se d a r á entender que me inicio en los secretos de la todas mis acciones. Me ocupaba en examinarla posi-
au
guerra, conociendo desde aquel momento que era más | n e m i f ° y l a n u e 8 t r a : comparaba los recursos
ea1 fácil que lo que yo creia el batir al enemigo, y que es- morales de arabos partidos, y conocí que los teníamos
m(
te grande arte consistía en no titubear en la acción, y r S ' V S C O n í r a n ? ® ™ g u n o ; siendo su expedición
trí sobre todo, en no emprender sino movimientos decí- ei|íruto de un miserable cálculo cuya catástrofe debió
tu sivos, pues de este modo se conduce mejor al soldado,
^ Í ^ 1 S K M ° / ? g e t u , r a r ' s i n necesidad de otra prueba
de Habiendo salido tan bien de esta primera empresa, de debilidad que la previsión anticipada de su derrota.
me crei un hombre experimentado, y desde entonces
la encontré más atractivos en un ejercicio que tan bue- «1 l l 7 Í l 0 l m e J ? r e s P u n t o s d e ataque; calculaba
d( nos resultados me ofrecía. Hubiera querido al mismo ^ n S l f ' n U 6 S t r a S b f t e n a s ' é i n d i c a b a ¿ posicio-
nes que debían ocupar: los oficiales experimentados en
m tiempo estudiar el arte de la guerra en los libros, pe-
y ro carecía de ellos. Procuraba recordar lo poco que w S S ? 8 C r e í a n ? e l i g r ° s a s ' P® ro ' estaba con
vencido de que no es la experiencia la que gana las ba-
h: había leido en la historia, y comparaba su relato con
h< , O ueX
que n r o b f Dporque
lo aaprobo,
é
" m Í quería
pla
? y acabar
Io á
de una vez, y
Bag porque la Convención no le pedía cuenta de los muer- Barrás me propuso que mandase bajo sus órdenes, la
tos
dos y heridos; sino de los resultados. fuerza armada contra los revoltosos, y no pude menos
cje¿( Mis artilleros eran valientes y sin experiencia, que de aceptarla comisión, prefiriendo ponerme á la cabe-
„orc es la mejor disposición del soldado: nuestros ataques za de las tropas en calidad de General, antes que to-
£g mi surtieron buen efecto, intimidando al enemigo que na- mar partido en las secejones.
min! da se atrevió á intentar contra nosotros: nos dispara- Sólo contábamos con un puñado de hombres y cua-
j¡jba sin conocimiento algunas balas que cayendo inde- tro piezas de artillería para guardar la sala de gobier-
cuV terminadamente no nos hacian daño alguno, y por no, y habiéndose propuesto (por su desgracia) atacar- ,
el contrario mis fuegos eran mejor dirigidos, poniendo nos una columna de seccionariós, mandé hacer fuego
razc
yo al efecto todo el celo posible, porque del resultado sobre ellos, poniéndolos en fuga y persiguiéndolos
COSE
„ n esperaba mis adelantos, y porque me interesaba el hasta entrarse por las gradas de San Roque, á las que
C0Xi buen suceso, sólo por la gloria de tenerle. Pasaba el no pudo pasar (por razón de la estrechez de la calle)
2 tiempo en las baterías y dormía en sus espaldones, per- sino una pieza de artillería con la cual se continuó el
ios suadido de que nada se hace mejor, que lo que se eje- fuego, dispersando aquella turba, de la que murieron
n0 cuta por uno mismo. Los prisioneros que hacíamos algunos; quedando todo terminado en menos de diez
a]„ nos informaban de que en Tolón todo estaba en de- minutos.
' ° sórden, y al fin los enemigos abandonaron la plaza de Este acontecimiento, aunque pequeño, tuvo grandes
vei una manera espantosa. consecuencias, pues impidió que la revolución retro-
sjn Habíamos contraído méritos en favor de la patria, gradase, y me puso en el caso de hacerme de su par-
¿¡e por cuya razón me hicieron General de Brigada, y ca- tido, respecto á que ya me había batido por ella: prin-
qu si á un tiempo fui empleado, denunciado, depuesto y cipié á calcularla y me convencí que triunfaría, por-
y ( hecho el juguete de las intrigas y de las facciones, hi- que tenía en su favor la opinión, el número y la in-
jas de la anarquía que detestaba, y que entonces se trepidez.
!
s e ' hallaba en el más alto grado. Este gobierno asesino Aquella empresa rae elevó al grado de General de
era tan contrario á mi carácter, como absurdo y des- División, y rae dió cierta consideración popular; pero
au
tructor: era una revolución perpetua en que ni aún como el partido vencedor no se creía seguro, aun des-
ca
los que la dirigían podían establecerse de un modo pués de la victoria, me obligó á permanecer en París
mi
£r; permanente. á mi pesar, pues la ambición me inclinaba á hacer la
tu Viéndome General sin destino, me dirigí á París, guerra en mi nuevo grado.
donde únicamente podía obtenerlo, y me hice del par- A su consecuencia subsistí en París sin relaciones,
tido de Barrás, única persona á quien conocía. Robes- y sin introducción en otra sociedad que la de Barrás,
] n pierre había muerto, y hallándose Barrás en concepto donde era bien recibido y donde por primera vez co-
era preciso que me uniese á quien tenia valimiento, nocí á mi esposa, que ha tenido gran influencia en los
n- Se preparaba la empresa de las secciones en lo que acontecimientos de mi vida, y cuya memoria me será
y yo no tomaba particular interés; porque llamaban siempre agradable.
h menos mi atención los negocios políticos que los de la Yo no era insensible á las gracias del bello sexo; pe-
h guerra, y no pensaba en tener influjo en aquellos; pero ro no había hasta entonces recibido sus halagos, y era
tímido por carácter. Madama de Beauharnais fué la que se creia más segura: esto es por la misma Ita-
sas primera que me inspiró confianza, dando principio por lia.
dos. dirigirme expresiones interesantes sobre mis conoci- E l Directorio se hallaba en paz con la Prusia y la
cien* mientos militares un día que rae hallaba á su lado. España; pero el Austria, pagada por la Inglaterra,
porc Este elogio rae embriagó en términos que siguiéndola fortificaba su milicia y nos hacia frente por el Rhin.
tem] por todas partes, me declaré su apasionado, pero án- Nosotros debíamos hacer una diversión por Italia pa-
min: tes de manifestárselo ya toda la sociedad se había pe- ra debilitar al Austria, para dar una lección á los pe-
netrado de ello. queños príncipes que se habían ligado contra nosotros,
cub:' Mí pasión se divulgó, Barrás me habló de ella y yo y para dar por último á la guerra un carácter decidi-
razc no tuve motivos de negársela: "En este caso (rae di- do que hasta entonces no tenía.
COSF
" jo) es necesario que os caséis con Madama de Beau- El plan era tan sencillo y de tanta conveniencia al
yn! harnais: teneis graduación de talentos; pero sois só- Directorio (que necesitaba de buenos sucesos para lo-
con> " lo, sin relación y sin bienes, nada hay más racional: grar reputación) que me di prisa á presentárselo, te-
It " Madama de Beauharnais es agradable y despejada; miendo que otro se me anticipase: no experimentó con-
los " pero es viuda en cuyo estado no tienen mérito las tradición, y fui nombrado general en jefe del ejército
110 " mujeres, siendo necesario que se casen para ser apre- de Italia, partí á tomar el mando y hallé que, con al-
alg " ciables: teneis representación y haréis carrera, y por gunos socorros recibidos de' España, tenía una fuerza
peí " consecuencia le sois un partido conveniente, ¿Que- de cincuenta mil hombres desprovistos de todo, menos
ver " reis que me encargue de esta negociación?" de buena decisión que traté de poner á prueba. Pocos
sin.
Esperé con ansia el resultado, que me fué favora- dias después de mi llegada, á principios de Abril de
de
ble: Madama, de Beauharnais me concedió su mano, y de 1896, ordené un movimiento general sobre toda la
qu
si he tenido momentos de felicidad en mi vida, á ella línea que se extendía desde Niza hasta Savona.
y se los he debido. Después de mi matrimonio variaron Invadimos en tres dias todos los puestos Austro-
í mis circunstancias. Sardos que defendían las alturas de la Liguria, y el
se Bajo el mando del Directorio se había restablecido enemigo, que había sido atacado de improviso, se reu-
au un nuevo método de orden social, en el que yo ocupa- nió y lo batimos en Montenolle donde lo encontra-
ca ba un destino bastante elevado, y por lo tanto tenía una mos el día 10: el 14 lo atacamos en Millesimo batién-
m legítima ambición para aspirar á todo; sin embargo dolo de nueve y separando á los austríacos de los pia-
tr no aspiraba á otra cosa, que á obtener un mando de monteses, que tomaron posición en Mondivi, en tanto
tu? jefe, porque nada es el hombre si no se halla revestido que aquellos se retiraban sobre el Pó para cubrir la
d. de consideración militar: me creía seguro de hacer la Lombardía.
mia; porque me conocía instinto guerrero; pero me en- _ En seguida batí á los piamonteses, y en otros tres
Ir contraba sin derecho para solicitarlo: era necesario dias me apoderé de todas las posesiones del Piamonte,
d adquirirlo, y en aquel tiempo no era difícil. hallándome á nueve leguas de Turin cuando remitie-
n El ejército de Italia se miraba con desprecio, por- ron ira Ayndante de campo para pedirme la paz. Pol-
7 que á nada se le destinó, y me propuse ponerle en la primera vez me consideré, no ya como un simple
h movimiento para atacar a"l Austria por el punto en General, sino como un hombre llamado para tener
1
S S a e n e l d2StÍQ0 36 103 como
- lia, y lo conseguí manteniendo la disciplina en el
La paz trastornaba mis planes que no se limitaban ejército, castigando severamente á los revoltosos, y
a hacer la guerra en Italia, sino que eran d h S o s á sobretodo, instituyendo la república Cesalpina. P o r
conqmstarla: conocía que dando estensión al terreno medio de esta institución satisfice el voto pronuncia-
do por los Italianos, de ser independientes, y les hice
su d i S 1 1 1 •10D,' da ba ta mbién u n a b a s e
, , ™ás s ó l d a á concebir grandes esperanzas, cuya realización depen-
816 61 m e d i o m e
sultado -j'01- de
asegurar su re día de que ellos se uniesen á nuestra causa, grangean-
do de este modo aliados á la Francia; y haciendo esta
n w L T ^ 1 Piamonte había cedido todas sus alianza duradera entre ambos pueblos, porque estaba
/ ^ país, siendo por cons e . fundada en servicios ó intereses comunes, y porque
a e n e S AIpeS d e 103
tandoJ °/ J° Apeninos y es- sus opiniones y objeto eran unos mismos, sin cuya
tando asegurado de nuestros puntos de apoyo y L n circunstancia habrían conservado su antigua enemis-
tad.
Asegurado por lo respectivo á Italia, nada tenía que
temer de introducirme al interior de Austria. Llegué
á la vista de Viena, y firmé el tratado de Campo For-
mio, tan glorioso para la Francia.
El partido que yo favorecí el 1S fructidor, (4 de
VeCeS p a r a < uitarIes
ranz¿ °° J toda espe- Septiembre^ había quedado dominando la república.
Lo favorecí porque era el mió, y porque era el único
tema , i e del d t I vn! Í a - e '' a P r e c i s o . ^ b l e c e r en ella el sis- que podía sostener la revolución, pero á proporción
tema de la revolución para unir este país á la Francia que me ingería en ella, me convencía de ser indispen-
por principios é intereses comunes: quiere decir era
sable llevarla á perfección, como fruto del siglo y de
las opiniones, porque todo loque entorpeciese su mar-
cha sólo servía para prolongar la crisis.
La paz estaba ya hecha en el continente, y sólo
i S S
ejios y preeviendo la resistenc a que me ODondrfón a» • permanecían las hostilidades con Inglaterra, pero hos-
tilidades que nos constituían en inacción por falta de
campo de batalia. Yo conocía hasta la evidencia mis
recursos, pero no tenía donde emplearlos, y cierto de
^ S t í f f l - ¿ t que para llamar k atención era indispensable empren-
der cosas extraordinarias (porque los hombres se pa-
gan de lo maravilloso) determiné la expedición de
i i s s s ^ i Egipto, que aunque se ha querido atribuir á profundas
combinaciones de parte mía, no tuve otra que la de
no permanecer ocioso despues de la paz que acababa
Quise ser el protector, y no el conquistador de Ita- de conclrir.
Esta expedición debía dar al universo una gran idea desierto supe que se habian reunido fuerzas en San
del poder de la Francia, y llamar la atención sobre el J u a n de Acre, y no pudiendo despreciarlas, me dirigí a
jefe que la intentaba; debía s o r p r e n d e r á la Europa ellas. Conocí por la resistencia que se hizo en ^la plaza,
resolución tan animosa, y eran más que suficientes que estaba defendida por un ingeniero francés, me vi
motivos para llevarla á efecto, aunque yo no tenía el comprometido & levantar el sitio; haciendo una retira-
menor deseo de destronar al Gran Turco, ni de ha- da penosa. Luché por la primera vez con los elemen-
cerme Baja. Preparé la partida con un profundo si- tos. pero logré no ser vencido. . .
gilo, cual era necesario á su buen éxito, y á dar un De vuelta á Egipto recibí (por a vía de Túnez) dia-
caracter singular á la expedición. rios que me hicieron conocer el deplorable estado de
Habiéndonos hecho á la vela me pareció oportuno la Francia, el envilecimiento del Directorio, y los pro-
destruir ele paso la caballería de Malta, dedicada al gresos de la Coalición. Creí ser útil segunda vez a mi
servicio de los ingleses, por temor de que algunos res- l a í s N a d a me detenía en Egipto, cuya empresa había
tos de-su antigua gloria la estimulasen á presentarnos terminado: y considerando suficiente cualquier gene-
oposicion y causarnos retraso; pero por fortuna se ral para formar una capitulación que el tiempo haría
con m
™ á s ignominia que yo me había prome- inevitable, partí sin más intención que la de ponerme
otra vez á la cabeza de los ejércitos y conducirlos a la
La batalla de Aboukir destruyó nuestra escuadra, victoria. Desembarqué en Frejus, y mi presencia exci-
dejando dueño de los mares á los ingleses, desde cu- tó el entusiasmo popular. Mi gloria militar aseguraba
yo momento pronostiqué que la expedición termina- á todos los que temían ser batidos, y como por donde
ría en una catástrofe, porque todo ejército que no se quiera que pasaba se agolpaban los pueblos, dando a
refuerza, acaba por capitular tarde ó temprano, pero mi viaie un verdadero carácter de triunfo comprendí
era indispensable mantenerse en Egipto, puesto que desde mi llegada á Paris, que lo podía todo en i ran-
no podía salir de allí, y aún me produjo fruto el ha-
cer de la necesidad virtud. C1
La debilidad del gobierno la había conducido á los
Me encontraba con un buen ejército: era necesario bordes del precipicio, y la hallé en anarquía. Todos se
ocupar o, y sin otro motivo conquisté el Egipto apresuraban á salvar la patria, proponiendo al efecto
abriendo a las ciencias el más bello campo que j'amás planes que me confiaban, considerándome como el
habían disfrutado. Los soldados estaban algo sorpren- punto de apoyo de las conspiraciones, ivo había un
didos de hallarse en el patrimonio de Sesostris, pero h o m b r e a l f r e n t e de aquellos proyectos, que fuese ca-
sacaron partido de esto mismo; porque los divertía Ja paz de manejarlos, y contaban conmigo porque nece-
extraneza de ver un francés en medio de aquellas rui- sitaban una espada. Yo no contaba con nadie, y esta-
nas. ^ ba en libertad de seguir el plan que mejor me convi-
N a d a tenía ya que hacer en Egipto, y me pareció Q16S6 •I

curioso intentar la conquista de Palestina, cuya expe- La fortuna me conducía á la cabeza del Estado; iba
dición era seductiva por lo que se encontraba de ía- k encontrarme arbitro de la revolución porque no que-
buloso pero mal instruido de los obstáculos que se ría ser su jefe: esta investidura no me convenía. Lia.
opondrían; lleve poca tropa. Situado al otro lado del mado á preparar la suerte futura de la 1< rancia, y aca-
so la del mundo, antes de hacer la guerra tenía p o r Los primeros habían establecido su cuartel general en
indispensable el establecer la paz, apagar las faccio- el Consejo de los 500, donde hicieron una buena de-
nes, y poner los cimientos á mi autoridad, siendo ne- fensa, y fué necesario ganar la batalla de St. Cloud
cesario dar movimiento á esta gran máquina que se para dar fin á esta revolución, en la que hubo momen-
llama gobierno. Conocía el peso de la residencia_ que to que creí se hiciese por aclamación.
á ello se oponía, y hubiera preferido el simple ejerci- El voto común acababa de darme la primera digni-
cio de la guerra, porque apreciaba la autoridad de un dad del Estado, y la resistencia que se había opuesto
cuartel general, y la agitación de un campo de bata- no me causaba inquietud, porque procedía de gente
lla. Yeia por último en mí, más disposición para lle- contra quien obraba la opinión. Los realistas en "nada
var á colmo la influencia militar de la Francia, que se mezclaron, acomodándose con las circunstancias, y
para gobernarla; pero me hallaba indeciso sobre el la masa de la nación tenía en mi su confianza, porque
partido que debería abrazar, conociendo que la do- estaba cierta de que la revolución no podía tener me-
minación del Directorio tocaba á su fin; que era pre- jor garante. Yo carecía de fuerza, si no me colocaba
ciso sustituirle una autoridad respetable para salvar á la cabeza de sus intereses, pues si la hacían retrogra-
el Estado, y que ninguna hay que lo sea tanto como la dar, me .hubiera encontrado en la situación de los
militar: que al Directorio no podía reemplazarlo sino Borbones.
yo, ó la anarquía, y que siendo la elección de ¡a F r a n - Todo debía ser nuevo en la naturaleza de mi poder,
cia bien poco dudosa, la opinión pública confirmaba con objeto á alimentar la ambición general, pero es-
la mia. Propuse que sostuviese al Directorio un Con- te poder tenía el defecto de no hallarse clasificado.
sulado (tan lejos estaba entonces de concebir la idea Por la Constitución no era yo otra cosa que el primer
de un poder soberano). Los republicanos fueron ;de pa- Magistrado de la República, pero un Magistrado que
recer que se eligiesen dos cónsules, y yo pedí que fue- en lugar de bastón, tenía espada por divisa de su au-
sen tres, porque no quería tener competidor, y me toridad Mis derechos constitucionales eran incompa-
pertenecía de derecho el primer lugar en aquel terce- tibles con el ascendiente de mi carácter y acciones: el
to, que era todo lo que apetecía. pueblo lo conocía como yo, y no pudiendo permanecer
Los republicanos desconfiaron de mi propuesta, aquel estado de cosas, cada uno tomaba sus medidas.
porque entrevieron un principio de dictadura en este
Rodeado de más cortesanos que los que necesitaba,
triunvirato, y se coligaron contra mi. Ni aun la concu-
no tomaba interés en mi engrandecimiento al paso
rrencia de Sieyes les daba seguridad: éste se hallaba
que lo tenía y mucho, en la situación material de la
encargado de formar una Constitución, pero los jaco-
Francia. Nosotros nos habiamos dejado batir; la Aus-
binos tenían más temor á mi espada, que confianza en
tria había reconquistado la Italia, y destruido mi
la pluma de su viejo abate.
obra; no teníamos ejército para tomar la ofensiva; n o
Todos los partidos se redujeron entonces á dos ban-
había un sueldo en las cajas del Estado, ni medio al-
dos; en el uno se encontraban los republicanos opues-
guno de proveerlas; la conscripción se ejecutaba á
tos á mi elevación, y en el otro estaba toda la F r a n -
placer de' los corregidores; Sieyes nos había hecho
cia que la pedía; siendo inevitable en aquella época,
una Constitución apática é insignificante que á todo
porque la mayoría lleva siempre cons'go el triunfo.
ponía trabas cuanto constituye la fuerza de u n Esta-
2
do se hallaba aniquilado, y sólo existía lo que causaba
. E u umgún tiempo de mi vida he probado sensación
su debilidad; obligado por mi posición, creí deber pe-
igual á la que tuve al penetrar en las gargantas de los
dir la paz. La podía pedir de buena íe, porque enton-
Alpes; los ecos repetían los gritos del ejército y me
ces era para mi una fortuna y más tarde hubiera sido
anuciaban una victoria, aunque incierta," muy proba-
una ignominia.
ble; volvía á ver la Italia, teatro de mis primeras em-
M. Pitt la rehusó, cometiendo la falta más grosera presas; mis cañones trepaban lentamente por aquellas
e n que jamás ha incurrido hombre de Estado; perdió rocas; mis primeros granaderos alcanzaron, al fin, la
el único momento en que los aliados hubieran podido cima de San Bernardo, y arrojando al aire sus sombre-
concluirla con seguridad, pues en el hecho de pedirla ros guarnecidos de rojas plumas, dierou innumerables
la Francia se reconocía vencida, y los pueblos se po- gritos de alegría; se nos flanquearon ¡os Alpes, y ba-
nían á cubierto de todos los reveses, menos del de con- jamos precipitados como un torrente.
sentir su oprobio. M. Pitt la rehusó, y con este proce- El General Lannes que mandaba la vanguardia
dimiento me excusó un error imperdonable, é hizo marchó á tomar á Ivree, Yerceil y Pavía, asegurando
extensivo el imperio de la revolución en toda la Eu- el paso del P ó que hizo el ejército sin obstáculo. Sol-
ropa. Imperio que ni aun mi caída ha llegado á dados y generales éramos todos jóvenes y tratábamos
destruir. Si él hubiera querido entonces abandonar la d e hacer fortuna; despreciábamos las fatigas y los
Francia á sí misma, la hubiera reducido á sus límites. riesgos, y á nada dábamos importancia sino á la a-lo-
Me fué necesario hacer la guerra; Massena se defen- n a , que en ninguna parte se adquiere sino en el cam-
día en Genova, pero los ejércitos de la República no po de batalla.
se atrevían á repasar el Ehin ni los Alpes; era nece- A l ruido de mi llegada, los austríacos maniobraron
sario entrar en Italia y en Alemania, para dictar se- sobre Alejandría, y amontonados en esta plaza, en el
gunda vezla paz al Austria: tal era mi plan; pero no te- momento en que yo aparecí al frente de las murallas
nia soldados, cañones ni fusiles. Llamé los conscriptos, sus columnas se desplegaron delante de la Bormida.
hice fabricar armas, desperté el sentimiento de honor Las hice atacar; su artillería era superior á la mia y
nacional (que entre los franceses no ha hechu jamás otra quebrantó nuestros batallones, haciéndoles perder te-
cosa que adormecerse), y junté un ejército, la mitad de rreno; la línea la conservaban sólo dos batallones de
él vestido de paisano; la Europa se reía de mis solda- la Guardia y la división 45, pero yo esperaba cuerpos
dos, pero pagó bien caro aquel momento de placer. que marchaban en escalones; llegó en efecto la divi-
Sin embargo, no pudiéndose emprender abierta- sión de Dessaix y se reunió toda la línea. Dessaix
mente una campaña con semejante ejército, era nece- formo su columna de ataque y tomó á Marengo, don-
sario á lo menos atemorizar al enemigo y aprovechar do se apoyaba el centro del enemigo, habiendo sido
de su sorpresa. El General Suchet lo traía hacia las muerto este gran General en el momento en que deci-
o-argantas del Niza. Massena prolongaba de día en día una inmortal victoria.
día la defensa de Genova y yo partí avanzando hacia El enemigo se acogió bajo las murallas de Alejan-
los Alpes. Mi presencia y el tamaño de la empresa, dría. Los puentes eran demasiado estrechos para pa-
reanimó á los soldados; ellos estaban descalzos, pero sarlos, y esto causó un horrible desorden; tomamos
n o había uno que no quisiese ser el primero. mucha artillería y batallones enteros. Rechazados los
A este paso en qniuce días hubiéramos sido presa
austríacos á la parte de allá del Tánaro, sin comuni-
•del enemigo, pues no teníamos fuerzas que oponerle;
cación, sin retirada; amenazándolos por la espalda
m i poder estaba poco afianzado para ser invulnerable
Massena y Suchet; y teniendo á su frente un ejército
y el Consulado iba á acabar como el Directorio, si yo
victorioso, recibieron la ley. Mélas imploró capitula-
n o hubiera destruido aquella oposición por up golpe
ción, y la que se le concedió no tiene ejemplo en los
d e Estado. Depuse á los tribunos facciosos, á lo cual
fastos de la guerra; toda la Italia me fué restituida y
se dió el título de eliminar, y fué palabra que tuvo
el ejército vencido vino á rendir sus armas á los pies
buena suerte.
de nuestros conscriptos.
Este pequeño acontecimiento (que hoy seguramente
Aquel día fué el más bello de toda mi vida, porque
está olvidado) mudó el sistema de la Francia porque
f u é uuo de Ion más gloriosos para la Francia; todo
me obligó á romper con la república, que no debía
había cambiado en su íavor, iba á gozar de una p a z
considerarse existente desde el momento que la repre-
que había conquistado, iba á disfrutar del sneño del
sentación nacional dejó de ser inviolable. Semejante
león, iba á ser dichosa por su graudeza. Las faccio-
trastorno se hacía preciso, atendida la situación de la
nes debían extinguirse porque la brillantez de los su-
Francia en sí misma y respecto á la Europa. La re-
cesos las sofocaba; el Vandée se tranquilizaba; los jaco-
volución tenía interior y exteriormente enemigos de-
binos se veían precisados á felicitarme en la victoria,
masiado enfurecidos que la obligaban á tomar una
que cedía en su provecho, y desaparecieron mis rivales.
forma Dictatoria, como lo hicieron todas las repúbli-
El riesgo común y el entusiasmó público, habían cas en los momentos de riesgo, y no siendo bueno sino
reunido por un momento los partidos; y la seguridad en tiempo de paz, el equilibrio en las autoridades,
los dividió, y como donde no hay un centro de podei- c a d a vez que corría peligro la mía era preciso robus-
irresistible, se encuentran hombres que esperan apro- tecerla para precaver las recaídas; quizá hubiera hecho
piárselo, sucedió esto con el mío. Mi autoridad no era mejor en abrogarme la Dictadura, ya que se nía ta-
otra cosa que una Magistrat ura temporal, y por con- c h a b a de aspirar á ella; cada cual habría hecho su jui-
siguiente destructible; los que tenían vanidad y se cio sobre lo que se llamaba mi ambición, y sin duda
creían con talentos me declararon la guerra, escogien- hubiera sido útil, porque la imaginación representa
do el Tribunado por su plaza de armas, desde donde á los monstruos, mayores de lejos que de cerca; la Dic-
me atacaban bajo el nombre de poder ejecutivo. Si yo tadura ofrecía la ventaja de impedir presagios futuros,
hubiera cedido á sus declamacioi.es habría venido á de fijar la opinión y de intimidar al enemigo, hacién-
tierra el Estado, que se hallaba con demasiados ene- le conocer la resolución de la Francia; pero yo no
migos para dividir sus tuerzas y perder el tiempo en tenía necesidad de recibir esta autoridad de oficio,
palabras; se acababa de sufrir una fuerte prueba, qua- porque conocía que por sí misma venía á depositarse
aun 110 había sido suficiente para imponer silencio á, en mis manos, y que la ejercía de hecho aunque no de
los hombres que prefieren los intereses de su orgullo á derecho, siendo suficiente para pasar la crisis y salvar
los de la patria, pues se habian empeñado en hacerse la Francia y la revolución.
partido popular, rehusando las imposiciones, desacre-
ditando el gobierno, obstruyendo sus determinaciones Mi deber me impelía á terminar esta revolución,
é impidiendo la recluta de tropas. dándele un carácter legal para que fuese reconocida y

*s;
legitimada por el derecho público de la Europa. To-
das las revoluciones han pasado por los mismos trá- ardor en conseguirlo, pero conocía que faltaba una
mites y la nuestra no podría disfrutar excepción, sino cosa á todo el sistema y era darle solidez.
que por el contrario debía á su tiempo entrar en al- Cualquiera que fuese mi deseo de consolidar la re-
ternativa. Sabía que antes de proponerlo debía fijar volución advertía claramente que era necesario vencer
los principios, consolidar la legislación y destruir sus grandes obtáculos para fijarla, porque había contra-
excesos; me creía bastante para lograrlo, y 110 me en- dicción entre el antiguo y el nuevo régimen; estos
gañé. formaban dos grades partidos, cuyos intereses obra-
ban en sentido inverso, y siendo precario todo gobier-
La revolución tenía por objeto la extinción do cla- no que subsiste en conformidad del antiguo derecho
ses, o j o que es lo mismo, la igualdad, y yo la respeté; público, porque pugna con los principios de la revolu-
la legislación debía arreglar sus principios, y yo esta- ción, aquel no podía excusarse de este riesgo, sino de
blecí leyes en este concepto; los excesos se manifesta- acuerdo con el enemigo ó destruyéndolo, si se oponía
ban en las facciones, yo los desprecié y desaparecieron j á reconocerlo.
se mostraban también en la destrucción del culto, yo
Esta lucha debía decidir en el último de los dos
lo restablecí; en mantenerse emigrados los que lo
extremos, la renovación del orden social de la Euro-
estaban, yo les concedí amnistía; en el desorden gene-
pa; me hallaba á la cabeza de la facción que quería
ral de la administración pública, yo la arreglé; en la
aniquilar el sistema seguido en el mundo desde la
ruina de la hacienda nacional, yo la restauré; en la
caída de los romanos, y por esta razón era el blanco
falta de una autoridad capaz de contener á la F r a n -
del odio de cuantos tenían intereses en conservar las
cia, yo le di esta autoridad, tomando las riendas del
costumbres góticas. Un carácter menos decidido que
Estado.
el mío hubiera podido vacilar, dejando al tiempo re-
Pocos hombres han hecho tanto como yo hice en- solver una parte de esta cuestión, pero luego que pe-
tonces, en tan poco tiempo. Algún día referirá la his- netré el fondo de estas dos facciones, desde que vi que
toria lo que era la Francia á mi advenimiento, y lo ellas dividían el globo como en tiempo de la reforma,
quesera cuando dió la ley á la Europa. conocí que no era posible convenirlas, porque sus in-
No tuve necesidad de emplear un poder arbitrario tereses rozaban entre sí; comprendí que al abreviar la
para llenar tan extraordinarios objet os. Tal vez hu- crisis era facilitar la conformidad de los pueblos con
biera encontrado oposición en ejercitarlo, pero nunca ella y que era necesario tener á nuestro favor más de
lo quise, porque he detestado la arbitrariedad en un la mitad de la Europa, para que la balanza se nos in-
todo, como amante del orden y de las leyes. Estable- clinase. Yo no podía lograrlo sino ]íbr la ley del más
cí muchas, y las establecí severas y precisas, pero jus- fuerte, que es la sola que tiene influjo eu los pueblos,
tas, porque la ley que no conoce excepción no puede y por consiguiente era de rigurosa necesidad que yo
menos de serlo. Las hice observar rigurosamente, por- poseyese esta fuerza, estando encargado, no sólo del
que era el deber del trono, pero las respeté; ellas me gobierno de la Francia, tino de someter á ella el mun-
sobrevivirán, esta es la recompensa de mis tareas. do entero, pues de lo contrario el mundo la hubiera
Todo parecía caminar á medida del deseo. El Esta- aniquilado.
d o renacía, el orden se reformaba, yo me ocupaba con Jamás he tenido elección en los partidos: siempre
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me he dejado conducir de los acontecimientos, porque nada ofende tanto la confianza, como la previsión de
siempre ha sido grave el riesgo, y el día 3! de Marzo un cambio, pero era bastante para el momento en
h a dado pruebas del extremo hasta donde debe temer- que se estableció.
se, y la invencible dificultad de combinar el antiguo
Durante la.treuga de Amiens aventuré una expedi-
con el nuevo régimen.
ción imprudente que con razón ha merecido la crítica
Fácilmente preveía que ínterin hubiese pariedad porque nada valía en su esencia. Intenté recuperar á.
de fuerzas en ambos sistemas, tendrían entre sí guerra Santo Domingo y tenía legítimos motivos para ello,
pública ó secreta; la paz que ellos acordasen no sería pues los aliados aborrecían demasiado á la Francia,
sino pausa para tomar nuevo aliento, y la Francia para que ésta se a¡ reviese á permanecer en inacción
como cabeza de la revolución debía adoptar medidas durante la paz: era necesario que siempre fuese temi-
para resistir la tempestad; por consecuencia debía te- ble; era preciso dar pábulo á la curiosidad de los ocio-
ner unidad en su gobierno para ser poderosa; unión sos, y mantener el ejército en constante movimiento
en la nación para que todos sus medios se dirigiesen á para impedir se ei torpeciese; por último, yo quería
un mismo objeto, y confianza en el pueblo, para que hacer un ensayo de la Marina. La expedición fué mal
consintiese los sacrificios indispensables que asegura- conducida, según ha sucedido con las demás empresas
sen hu conquista; pero todo era precario en el sistema á que yo no he asistido, pero el mal venía de otra
del Consulado, porque nada ocupaba su verdadero parte, pues era fácil comprender que el Ministerio
lugar. Existía una república en el nombre, una sobe- Inglés se proponía romper la tregua, y si hubiéramos
ranía en el hecho, una representación nacional débil, reconquistado á Santo Domingo,"habría sido trabajar
un poder ejecutivo fuerte, autoridades sometidas y un para ellos.
ejército preponderante,
Cada día tomaba aumento mi seguridad, pero el
N a d a camina con perfección en un sistema político acontecimiento del 3 Nivose (23 de Diciembre) me
cuando las palabras se hallan en oposición con los he- dió á^ conocer que estaba sobre un volcán; aquella
chos; el gobierno se desacredita si continuamente ha- conspiración fué imprevista y la única que la policía
ce uso de la mentira, cae en el menosprecio que inspi- no pudo descubrir con tiempo; no tuvo confidentes, y
ra lo falso, porque lo que es falso es débil: no se puede por eso llegó á verificarse. Escapé de ella milagrosa-
llevar adelante la astucia en la política, porque los mente, pero los testimonios del afecto público que se
pueblos ven muy de lejos; los papeles públicos dicen me manifestó entonces, me recompensaron con exceso.
demasiado, y no Jiay más secreto que el de ser fuerte Los conspiradores escogieron mala ocasión, pues nada
para conducir al mundo porque en la fuerza no hay había en Francia preparado en favor de los Borbo-
n i error ni ilusión. nes.
Y o conocía la debilidad de mi situación y la ridi- Se buscaron los culpables, y aseguro con toda ver-
culez de mi consulado; era necesario establecer una dad, que no acusaba sino á los Brutus de Coin (1)
base sólida que sirviese de punto de apoyo á la revolu-
ción, y al efecto_ me hice nombrar Cónsul perpetuo. (1) _ En la época á que se refiere era conocido en
Esta era una dominación pasajera é insuficiente en sí Francia el rincón de la calle de San Nicasio, donde se
misma, porque señalaba término en lo porvenir y reunían toda clase de malvados, y por eso sin duda
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porque eu tratándose de crímenes siempre estaba dis- realistas más astutos esparcían sordamente la especie
puesto á atribuírselos; pero me admiré cuando á con- de ser yo entusiasta del roll de Monk, (1J y que tra-
secuencia de las averiguaciones se probó que era á los taba de restablecer el poder para rendirlo en homena-
realistas, á quienes debían las gentes de la calle de je á los Borbones, cuando estuviese en estado de tri-
San Nicasio el favor de haber volado, f l ) butárselo.
Creía que los realistas era hombres de bien, porque Los de mediano talento, que no conocían la exten-
nos acusaban de no serlo nosotros; y sobre todo los sión de mi poder, daban crédito á estos rumores,
tenía por incapaces de la audacia y maldad que supo- haciendo valer el partido realista y desacreditándome
nía un proyecto de aquella clase; por lo demás no tuvo' con el pueblo y el ejército que ya empezaban á dudar
intervención en él sino un corto número de ladrones. de mi adhesión á su causa; y la tendencia que estas
Esta especie ha sido ponderada, pero muy poco toma- opiniones tenían á desunirnos me obligaban á cortar-
da en consideración. las. A toda costa era indispensable desengañar á la
Los realistas, absolutamente olvidados desde la pa- Francia, á los realistas y á la Europa, para que hicie-
cificación del Yendée, volvieron á aparecer en el hori- sen de mí el debido concepto, y se convenciesen de
zonte político, y esto era una consecuencia natural del que una persecución individual contra los promovedo-
acrecentamiento de mi autoridad; pues haciendo yo res no causa buen efecto, porque no ataca el mal en
renacer los derechos del trono, favorecía su causa. su raíz, además de que este medio se hacía impractica-
Ellos no dudaban que mi monarquía no tenía seme- ble en aquel siglo en que el destierro de una mujer
janza con la suya. La mía consistía toda en el hecho, conmovió toda la Francia.
y la suya en el derecho. L a de ellos se fundaba en la Por mi desgracia ocurrió en este momento decisivo
costumbre, y la mía prescindía de ella. Esta corría á p a r uno de aquellos golpes de casualidad que trastornan
con el genio del siglo, y aquella aspiraba á sujetarlo. las mejores resoluciones. La policía descubrió ciertos
Los republicanos se asombraban considerando la manejos de los realistas, cuyo foco existía á la otra
grandeza á que me elevaron las circunstancias, y des- parte del Rhin, y en los que se hallaba implicada una
confiaban del uso que yo iba á hacer de aquel poder. testa coronada. Todas las ciicunstancias de este
Temían que auxiliado de mi ejército les repusiese un acontecimiento convenían de un modo increíble con
trono del tiempo antiguo. Estas voces eran fomenta- las que me conducían á intentar uu golpe de Estado.
das por los realistas, que se divertían en presentarme Determiné la muerte del duque de Enghein porque
como un imitador de los anteriores monarcas. Otros decidía la cuestión que agitaba á la Francia, y fijaba
mi suerte.
atribuyó Napoleón á esta gente la ejecución de la má-
quina infernal, llamándoles Brutus por el conocido (1) _ Jorge Monk, Duque de Albemarle, valiente ge-
asesino de Julio Cesar. negal inglés, célebre por haber restituido á su trono y
(1) Es bien notorio que en la calle de San Nicasio reinos á Carlos II. También conocido por autor d e
fué donde estaba preparada la mina llamada máquina varios escritos militares y políticos. Nació en Pothe-
infernal á que dieron fuego después de haber pasado ndge, provincia de Devoushire, Inglaterra, en 1608, v
falleció en 1670. ' J
el coche de Napoleón.
Un hombre de gran talento ha dicho que aquel "hiera sido abandonado á su placer, habria acabado
atentado fué más bien que un crimen, un error, y sin por perecer ó capitular. En Egipto pude hacer esta
que ofenda & este persouaje, digo que fué un crimen y prueba, pero en Londres era arriesgar mucho.
no un error, pues conozco bien el valor de las palabras Como no me costaba nada amenazar, y no sabía qué
El delito d> este desgraciado prínnipe estaba reducido Tiacer con mis tropas, me era indiferente tenerlas en
á miserables intrigas con algunas viejas baronesas de guarnición sobre las costas ó en otra parte, y aquel
Strasbourg, pero se proponía objeto; estas intrigas fue- solo aparato obligó á la Inglaterra á ponerse sobre un
ron expiadas, y aunque no amenazaban la seguridad pié de defensa ruinoso. A lo menos saqué esta ven-
de la Francia, ni la mía, murió víctima de la política, taja.
y de un concurso inaudito de circunstancias. Su muer-
E n venganza se formó contra mí una conspiración
te no fue un error, porque todas las consecuencias que
de la que puedo atribuir el honor á los príncipes emi-
yo ten'ii previstas se realizaron.
grados, porque era verdaderamente Real; habían
La guerra había empezado de nuevo con Inglate- puesto en movimiento un ejército de conspiradores, y
rra, , orque esta potencia no es posible que permanez- esto fué bastante á que tuviésemos noticia de ella en
ca • n paz por mucho tiempo. Su territorio es dema- 24 horas, tal era la diligencia de los confidentes. A
siado estrecho para su población, y para subsistir pesar de que yo quería castigar á, los que intentaban
necesita hacer monopolio en las cuatro partes del transformar el Estado (delito contra las leyes divinas
mundo, siendo sólo la guerra la que le propoaciona el y humanas) me vi obligado para determinar su arres-
derecho de preponderar en los mares, y su Cínica sal to, á esperar que se reuniesen contra ellos pruebas
vaguardia. incontestables.
Esta guerra se hacía con lentitud por falta de cam- Pichegrú se hallaba á la cabeza de esta conspira-
po de batalla, y la Inglaterra se veía precisada á ción; este hombre, que tenía más valor que talento,
costearla en el continente, pero aún no era tiempo. había querido jugar el roll de Monk y caminaba á su
La Austria se hallaba tan escarmentada, que los mi- ruina. E l proyecto me inquietaba bien poco, porque
nistros no se atrevían á proponerla desde luego, por conocía su extensión y que no tenía de su parte la
mucho deseo que tuviesen de adquirir: la Pcusia se opinión pública. E n aquella ocasión me hubieran asesi-
enriquecía con mantenerse neutral; la Rusia había he- nado los realistas, si nc hubiesen procedido tan ace-
cho una fatal experiencia de ella en Suiza; la Italia y leradamente, y hubieran reflexionado que cada cosa
la España habían entrado poco en mi sistema, y á tiene su tiempo.
consecuencia de todo, el continente se hallaba en inac- Conocí bien pronto que Moreau tenía parte en
cion. aquella trama, y este era un particular muy delicado,
A falta de otro mejor, emprendí el proyecto de porque disfrutaba de una popularidad colosal, y era
desembarco en Inglaterra; jamás pensé en realizarlo preciso ganarlo. Tenía demasiada reputación para que
porque hubiera sido un delirio; no porque el material hiciésemos buena liga, N o admitía combinación el
desembarco no fuese posible, sino porque no lo era la que yo lo fuese todo y el nada, y siendo necesario en-
retirada, N o hubo un inglés que no se armase para contrar un medio honesto de separarnos, él lo pro-
salvar el honor de su país, y si el ejército francés hu- porcionó.
Se ha asegurado que yo estaba celoso de su gloria. E n proporción del riesgo que había corrido creció
Lo estaba bien poco, pero él sí mucho de mí, y con mi autoridad. N a d a había preparado en Francia para
razón. Lo apreciaba porque era buen militar. "Tenía una revolución, antes por el contrarío advertía en los
por amigos á todos los que no me amaban (que no procedimientos de los realistas, el camino que debía
eran pocos). Si él hubiese muerto lo hubiera consti- conducirla á la anarquía y á la guerra civil, males de
tuido en héroe, y yo no quería hacerlo más que lo que que se quería preservará toda costa, reuniéndose á mí
era, esto es, un hombre nulo. En efecto lo logré. La para descansar al abrigo de mi espada, en la que fun-
ausencia le perdió, los amigos lo olvidaron y no se daba su garantía. El voto público (la historia no des-
han vuelto á acordar de él. mentirá esta aserción). El voto público me llamaba á
Los demás culpables exigían menos consideracio- reinar sobre la Francia.
nes; estos eran todos los habituados á las conspiracio- N o podía durar la forma republicana, porque 110 se
nes, y era necesario purgar de una vez á la Francia establecen repúblicas de antiguas monarquías. La F r a n -
de esta clase de hombres, lo cual no se había verifica- cia quería su grandeza, y para sostener el edificio de
do antes, porque no habían vuelto á presentarse desde ella era necesario exterminar las facciones, consolidar
las primeras conmociones. la obra de la revolución, y fijar para siempre los lími-
Me veía abrumado de solicitudes: todas las mujeres tes del Estado; y como yo solo podía llenar estos ob-
de París lloraban su viudez y los niños su orfandad: jetos, la Francia quería que yo reinase en ella.
se pretendía el perdón general, y yo tuve la debilidad Yo no podía ser Rey, porque era un título envejeci-
de destinar algunos culpables á las prisiones de Esta- do que llevaba consigo ideas mal admitidas, por con-
do, en lugar de abandonarlos á la justicia. secuencia mi dictado debía ser nuevo, como lo era la
Aún en el día me reprendo esta indulgencia; porque naturaleza de mi poder, y no siendo el heredero de
•en un soberano es siempre una debilidad culpable, los Borbones, era necesario ser mucho más para sen-
siendo el único deber que tiene hacia el Estado el de tarse sobre su trono, en virtud de lo cual tomé el tí-
hacer observar las leyes; toda transación que se hace tulo de Emperador, porque era más grande y menos
con el crimen, es criminal de parte del trono, y el de- limitado.
recho de hacer gracia jamás debe de ejercitarse con N o se ha visto revolución más apacible que la que
los culpables, sino reservarse para los casos desgracia- trastornó aquella república, por la que se había derra-
dos, que absuelve la conciencia, aunque la ley los con- mado tanta sangre, y el motivo no fué otro que el ha-
dene. berse conservado el objeto, mudando sólo la palabra,
So encontró á Pichegrú ahogado en su cama, y por esta razón los republicanos no temieron el impe-
aunque TÍO tuve la menor parte en este hecho, no faltó rio; además de que las revoluciones que no desa-
quien dijese que había sido ejecutado de orden mia. rreglan los intereses- comunes, siempre son pacíficas.
Aun no_ sé por qué substraje del merecido juicio á es- Terminada, en fin. la revolución se hacía inalterable
te criminal, supuesto que no valiendo más que los bajo una dinastía permanente, porque la república no
otros tenía un tribunal para sentenciarlo, y soldados había satisfecho más que las opiniones, y el imperio
para pasarlo por las armas. N o intervine en su muer- garantía las opiniones y los intereses,
te, porque nada he hecho inútil en mi vida, Estos intereses eran los de la mayoría, pero prote-
giendo las instituciones del imperio la igualdad, exis- debilidad, y fueron destruidos al primer ataque. Era in-
tía la democracia de hecho y de derecho, restringiendo dispensable rehacer la autoridad bajo otro plan que
sólo la libertad (que nada vale en tiempo de crisis) prescindiese del auxilio de las habitudes y preocupa-
supuesto que sólo la disfruta la alta clase, cuando por ciones, y no habiéndosele trasmitido derechos algu-
el contrario, la igualdad es extensiva á todas ellas. nos, debía consistir sólo en el hecho, ó lo que es lo
Esta es la razón por qué mi poder permaneció popu- mismo, en la fuerza.
lar, aun en los reveses que han arruinado á la Fran- Yo no subí al trono como un heredero de las anti-
cia. guas dinastías, para sentarme en él bajo el prestigio
Mi autoridad no descansaba, como las antiguas mo- de la ilusión, sino para afirmar las instituciones que el
narquías, sobre las clases y cuerpos intermediarios. pueblo deseaba; para formar leyes de acuerdo con las
E r a reciente y no tenía otro apoyo que ella misma, costumbres; para hacer la Francia formidable y man-
porque en el imperio no había otra cosa más que la na- tener su independencia.
ción y yo, aunque en la nación todos eran igualmente La ocasión no tardó en presentárseme. La Inglate-
llamados al desempeño de las funciones públicas; á rra se hallaba fatigada por la permanencia de mis tro-
nadie servía de obstáculo su origen; y todos influían pas en las fronteras, y quería á cualquier precio evi-
directamente en el Estado, que es lo que constituyó mi tarla, buscando aliados en el continente á costa de
poder. grandes sacrificios pecuniarios, que era el único medio
N o fué este un sistema inve ntado por mí, sino pro- de encontrarlos.
cedente de las ruinas de la Bastilla, como resultado de Las antiguas dinastías estaban asombradas de ver-
la civilización y de las costumbres qua el tiempo había me sobre el trono, y por más político que fuese el tra-
dado á la Europa, y en vano se trataría de destruirlo, to que manteníamos, conocían muy bien que yo no
porque lo sostendría la fuerza de los acontecimienios, pertenecía á, su rango, y que si reinaba era en virtud
y porque los hechos siempre se fijan donde se halla de un sistema que destruía el altar que el tiempo les
aquella; que no existía ya en la nobleza desde que había consagrad o. Yo solo, era una revolución. E l
permitió á la tercera clase llevar las armas, y no quiso imperio los amenazaba tanto como la república, y aún
ser la única milicia del Estado. lo temían más, porque era más poderoso. En esta vir-
La fuerza no existía en el clero ni en la nobleza, tud su plan político era el atacarme lo más pronto po-
porque la nobleza ni el clero, se hallaban en estado sible, antes que yo reuniese mis fuerzas; y los aconteci-
de llenar sus funciones; esto es, de servir de apoyo al mientos de la lucha que iba á presentarse, llamaban to-
trono. N o estaba en las rutinas ni en las preocupacio- da mi atención, y debían ponerme de manifiesto la ex-
nes, porque se había hecho conocer á los pueblos que tensión del odio que me profesaban, dándome á cono-
ya no había ni preocupaciones ni rutinas, mas hubo cer cuáles de los soberanos se decidían por temor al
disolución en el cuerpo social mucho tiempo antes de sistema del imperio, y quiénes preferirían morir á en-
la revolución, y no podía dejar de haber relación entre trar en transaciones con él.
las palabras y las cosas. ( Estas luchas debía causar nuevas combinaciones po-
El destierro de las preocupaciones puso en descu- líticas en la Europa, y yo debía sucumbir, ó ser el ár-
bierto el origen de los poderes que manifestaron su brito de ellas. Acababa de reunir el Piamonte á la
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Francia, porque era necesario que la Lombardía se revolución; pero con objeto á disminuir sus fuerzas,
apoyase en el imperio. Este hecho fué censurado de pedí á Venecia para la Lombardía, y el Tirol para la
ambición, y sirviendo de señal al combate, se preparó Baviera, reforzando de este modo á mis amigos á ex-
el campo para darlo. pensas de mis contrarios, que era el menor partido que
La batalla debía ser cruel, pues los austríacos pre- podía sacar.
paraban todas sus fuerzas, y los rusos estaban decidi- N o era aquel momento para disputar, y por eso se
dos á reunir las suyas. E l joven Alejandro acababa de firmó la paz, proponiéndosela al mismo tiempo á los
subir ai trono, y como los niños apetecen siempre ha- rusos, pero Alejandro la rehusó, esta repulsa era no-
cer lo contrario de lo que hicieron sus padres, me de- ble, porque aceptando la paz, aceptaba la humillación
claró la guerra porque aquel había hecho la paz. N o de los autriacos y rehusándola, acreditaba su firmeza
podía haber otro motivo, porque nosotros nada tenía- en los reveses, y su confianza en la fortuna; por eso
mos que hacer con los rusos, á quienes aún no había la negativa me dió á conocer que la suerte del mundo
llegado su turno; pero las mujeres y los cortesanos lo dependía de los dos.
decidieron así. Ellos creyeron hacer una cosa buena, Vuelta á empezar la campaña, seguí la retirada de
porque yo no era persona de moda en el mundo, y los rusos y llegué á Polonia. U n nuevo teatro se ofre-
dieron principio [sin saber lo que hacían] al sistema cía á nuestras armas: entrávamos á ver aquellas anti-
á que deberá la Rusia su grandeza. guas posesiones de la anarquía y de la libertad encor-
badas bajo un yugo extranjero; y los polacos espera-
Jamás la coalición abrió la campaña con menos
ban mi llegada para sacudirlo.
acierto: los austríacos creyeron sorprenderme; pero no
lo lograron. Inundaron la Baviera sin esperar la lle- N o hice aprecio del partido que podía sacar de los
gada de los rusos, y vinieron á marchas forzadas so- polacos, y esta es la mayor falta que he cometido en
bre el Rhin: mis columnas habían dejado el campo de mi reinado. Sin embargo sabía que era necesario le-
Boloña, y atravesado la Francia, pasando el Rhin en vantar este país, para hacer de él una barrerra á la
Strasbourg; nuestra vanguardia encontró á los austría- Rusia, y un contrapeso al Austria, mas las circustan-
cos en Ulm, y los arrolló: yo marchaba sobre Viena á cias no fueron bastante felices en aquella época para
paso de camino, entrando en ella sin obstáculo; y ol- xealizar este plan.
vidado un general austríaco de cortar los puentes del Por lo demás los polacos me parecieron poco á pro-
Danubio, me dejó pasar el río. De todos modos lo hu- pósito para llenar mis intenciones: es un pueblo sus-
biera pasado; pero así llegué más pronto á la Moravia. ceptible de pasiones, é inconstante, en el que.,todo se
hace por fantasía y nada por sistema: su entusiasmo
Los rasos desembocaban á este tiempo, y las reli- es violento, pero no sabe reglarlo ni fijarlo, y esta na-
quias d' los autriacos corrieron á refugiarse bajo sus ción lleva su ruina en su carácter. Quizá dando á los
banderas. El enemigo quiso sostener á Austelitz, y fué polacos un plan, un sistema y un punto de apoyo, hu-
batido; los rusos se retiraron en buen orden, y me de- bieran podido formarse con el tiempo.
jaron el imperio do Austria. El Emperador Francis-
Aunque mi carácter jamás me ha conducido á ha-
co solicitó de mí una entrevista, y se la concedí en un
cer las cosas á medias, esto fué lo que hice en Polonia
foso: me pidió la paz, y se la acordé, porque nada me
donde por otra parte reo cuecsíraba mal. Avancé en
interesaba su pa i s > que no estaba preparado para la
el rigor del invierno hacia el país del Norte, cuyo cli-
ma no inspiró desconfianza alguna á, los soldados, que Emperador Cario Magno no se había dado una coro-
eran de una moral excelente. Tenía que combatir un na con tanta solemnidad. Yo la había recibido por el
ejercito maestro en el terreno y clima que me espera- voto de j o s pueblos y por la sanción de la iglesia, y
ba en las fronteras de la Rusia donde f u i á buscarlo, mi familia, llamada á reinar, no debía permanecer
porque no podía dejar debilitar mi tropa en un mal mezclada con el rango de la sociedad, porque hubie-
acantonamiento. Encontré al enemigo en Eylau, la ra sido una contradicción.
acción fué sangrienta y quedó indecisa. Yo había hecho muchas conquistas y era necesario
Si los rusos nos hubieran atacado al día siguiente ligar íntimamente aquellos Estados al sistema del Im-
nos habrían batido, pero sus genéralos (por fortuna) perio, á fin de aumentar su consideración política.
no tuvieron esta inspiración, y por el contrario me No hay otros lazos para unir á los púeblos más que
dieron tiempo de atacarlos en Freidlan, donde fué la los de los intereses recíprocos, y por consiguiente se
victoria menos dudosa. Alejandro se defendió con va- hacía indispensable establecer una entera comunidad
lentía, y me propuso la paz, que era honrosa para las de relaciones entre nosotros y los paises conquistados.
dos naciones, porque se habían medido con igual in- No se trataba para esto mas que de cambiar su anti-
trepidez. La paz se firmó en Tilsit y se firmó de bueria guo orden social para darles el nuestro, poniendo á la
fé. Yo lo atestiguo con el O a r mismo. cabeza de sus nuevas instituciones, soberanos interesa-
dos en sostenerlas; y yo llenaba estos objetos, colocan-
Tai fué el éxito de los primeros esfuerzos de la coa-
do á mi familia en los tronos que se hallaban vacan-
lición contra el Imperio que yo acababa de fundar.
tes.
El elevó la gloria de nuestras armas, pero dejó la cues-
tión indecisa entre la Europa y yo, porque nuestros La Lombardía era el más esencial de aquellos Es-
enemigos no habían sido más que humillados y no tados, porque debía estar continuamente expuesta á
fueron destruidos, ni variaron de opinión, por consi- los resentimientos d é l a casa de Austria. N o quise
guiente nos encontrábamos en el mismo estado; y en darle el placer de poner á uno de mis hermanos sobre
el acto de firmar la paz estaba previendo una nueva aquel trono, y siendo yo el solo capaz de llevar la co-
guerra. rona de hierro, me la coloqué en las sienes, dando de
este modo la mayor confianza á los lombardos, porque
En efecto, era inevitable mientras que la suerte de
hacía su causa, mía propia. Este nuevo Estado tomó el
ella no proporcionase nuevas combinaciones, y mien-
nombre de reino de Italia, porque era un título muy
tras los ingleses tuviesen un interés personal en pro-
grande é. influía demasiado en la imaginación de los
longarla.
italianos.
E r a pues, necesario aprovechar el pasajero reposo
que acababa de dar al continente, para ensanchar la E l trouo de Ñapóles estaba vacante. La reina Car-
base de mi Imperio, á fin de hacerlo más sólido y ca- lota, después de haber inundado de sangre las calles
paz de resistir los ataques sucesivos. El trono era he- de Nápoles, y entregado su reino á los ingleses, ha-
reditario en mi familia, que empezaba de este modo bía sido nuevamente arrojada de él. Faltaba un due-
una nueva dinastía, que el tiempo debía consagrar ño á este desgraciado país para salvarlo de la anar-
como ha legitimado á las demás, puesto que desde el quía y de las venganzas, y uno de mis hermanos subió
á su trono.
la balanza, y las leguas cuadradas pesaban en el plato
La Holanda había perdido mucho tiempo antes la de aquella, porque el mundo no se compone de otra co-
energía que constituye las repúblicas, y por consi- sa. Por eso aumentaba yo la masa de las fuerzas, á que
guiente no tenía bastante fuerza para conservar esta daba movimiento, sin necesitar talento n i destreza para
representación habiendo dado prueba de ello desde obrar aquellos cambios, pues bastaba un acto de mi
el desembarco del año de 99. Y o no debía juzgar que voluntad, siendo demasiado pequeños aquellos paises
echase de menos la casa de Orange por el modo con para tenerla propia en mi presencia Dependía del mo-
que la había tratado. Parecía pues que la Holanda vimiento que se daba á todo el sistema imperial, y el
tenía necesidad de un soberano, y la di otro de mis
hermanos. punto de donde partía este sistema estaba en Fran-
Cia
El menor era demasiado joven para contar con él;
el cuarto no quería reinar, y se fugó por substraerse Era pues indispensable consolidar mi obra; dando
de ello. á la Francia instituciones conforme al nuevo orden
social que había adoptado. E r a necesario crear un si-
N o quedaba más república que la de Suiza, y no
clo para mí como yo lo había sido p a r a él; era preci-
merecía la pena de hacerla cambiar de las reglas á que
so ser legislador después de haber sido guerrero.
estaba acostumbrada. Mi autoridad, con respecto á
este país, era limitada á impedir que se destrozasen N o había posibilidad de hacer retroceder la revolu-
entre sí, sin que me lo hayan agradecido. ción, porque hubiera sido someter de nuevo los fuertes
Formando de este modo Estados aliados de la Fran- álos débiles contra el orden natural, y se hacía preci-
cia y dependientes del imperio, debía al mismo tiempo so comprender el espíritu de los hombres para aco-
reunir á la madre patria otra porción de territorios modarles un sistema legislativo análogo á sus deseos,
para conservar su preponderancia sobre todo el siste al que me lisonjeo haber llegado, entablando uno que
ma. Con este objeto había reunido el Piamonte á la me sobrevivirá, 'y en el que he dejado á la Europa una
Francia, y no á la Italia, y del mismo modo agregué herencia que no podrá repudiar.
:¡ la Génova y Parma. En realidad no había otra cosa en el Estado sino
Semejantes reuniones nada valían en sí mismas, una democracia dirigida por una dictadura, cuyo go-
porque yo hubiera hecho con aquellos pueblos buenos bierno es bastante cómodo para la ejecución, pero de
italianos, y sólo hice medianos fraceses; pero el impe- naturaleza temporal porque sólo es vitalicio en la per-
rio se oponía, no sólo de la Francia, sino de los Esta- sona del dictador. Y o debía hacerla perpetua, crean-
dos de la familia y de los aliados extranjeros, siendo do instituciones permanentes, y corporaciones durade-
muy esencial conservar la proporción entre estos tres ras para colocarlas entre el trono y la democracia;
elementos. Cada alianza nueva llevaba tras sí una nada podía ejecutar por el impulso de las costumbres
nueva reunión, y en todos estos casos meceusuraba el y las ilusiones, y me veía obligado á establecerlo todo
público de ambicioso, pero mi ambición jamás ha con- en la realidad; por consiguiente era necesario fundar
sistida en poseer algunas leguas cuadradas de más ó rai legislación sobre los inmediatos intereses de la ma-
de menos, sino en hacer triunfar mi causa. yoría, y crear mis .corporaciones con los mismos, por-
que los intereses es lo que se encuentra de más real en
Esta causa no consistía sólo en las opiniones, sino
el mundo.
también en el peso que cada partido podía colocar en
Formé leyes, cuya acción era inmensa pero unifor- servían al Estado, porque la primera de las virtudes,
me, teniendo por principio el sosten de la igualdad es el servicio de la patria.
* v 1 fuertemente marcada en sus códigos, que ellos solos También di por resorte al imperio un estrecho víncu-
serán suficientes á conservarla. Establecí una clase in- lo o-eneral que unía en sus intereses á todas las clases
termedia que era democrática porque se entraba en ella d é l a nación, porque, ninguna quedaba subordinada ni
en todo tiempo y por todas carreras, y monárquica, excluida, formando en rededor de mi un cuerpo inter-
porque no podía dejar de existir. mediario compuesto de lo más escogido de la nación,
Esta corporación debía reemplazar en el nuevo régi- que se hallaba unido al sistema imperial por su voca-
men, el servicio que se consideraba hacer la nobleza en ción, por sus intereses y por sus opinioues;este nume-
el antiguno, esto es, servir de apoyo al trono; pero en roso cuerpo, aunque revestido del poder civil y militar,
nada se le parecía; la antigua nobleza no existía sino era reconocido por el pueblo porque se había consti-
por sus prerrogativas, la mía solo era hija del poderí tuido por sorteo entre las clases, y tenía confianza en
la antigua nobleza no merecía aprecio sino por ser ex- él, porque sus intereses estaban ligados, no siendo un
clusiva; todos los que de algún modo se distinguían, cuerpo ni decimado ni exclusivo, sino en realidad una
entraban de derecho en la nueva, que no era más que magistratura,
una corona cívica, ni el puéblo le daba otro con- El imperio descansaba sobre una organización fuer-
cepto; cada cual la merecía por sus obras; todos po- te; el ejército se había formado en la escuela de la
dían obtenerla al mismo precio y á nadie era ofen- guerra, en la que aprendió á batirse y sufrir; los fun-
siva. cionarios públicos se acostumbraban á hacer ejecutar
El espíritu del imperio estaba en su movimiento estrictamente las leyes, porque yo no quería ni arbi-
ascendiente, que es el carácter de las revoluciones, y trariedad ni interpretación, é iban acomodándose á
agitaba toda la nación que se sublevaba para elevarse. darles el rápido impulso que con uniformidad había
Coloqué en la cima de este movimiento, grandes re- yo hecho extensivo á todo el imperio, cuya máquina
compensas que se ofrecían por el reconocimiento pú- se movía (según el arreglo que le di) á la sola voz de
blico, y sus altas dignidades eran también conformes una orden.
con el espíritu de igualdad, pues el último soldado las Contuve las dilapidaciones del erario público, fijan-
obtenía por acciones brillantes. do en un solo punto el centro de la máquina fiscal, y
Después del desorden de la revolución, convenía sin dejar el menor vacío en este particnlar, porque en
restablecer el orden que es el síntoma de la fuerza y de orden á caudales nada debe omitirse; y sobre todo,
la duración. Los administradores y los jueces, eran nada dejé al arbitrio de los administradores provin-
esenciales en el Estado, pues de ellos sólo dependía el ciales, convencido por la experiencia de que el aban-
orden público, ó lo que es lo mismo, la ejecución de dono sólo sirve para enriquecerse algunos malversa-
las leyes. Los asoció al movimiento que animaba al dores, á espensas del erario, del pueblo y de la causa
pueblo y al ejército; los asocié á las mismas recom- pública.
pensas. Establecí una orden que distinguía á los ad- Volví el crédito al estado con no hacer uso del cré-
ministradores porque habia recibido de los soldados dito; sustituí al sistema de empréstitos, que había
el título de su honor; la hice extensiva á todos los que perdido á la Francia, el de las imposicionss que la ha
regenerado; organicé la conscripción, ley rigurosa,
me había permitido en su territorio, para acelerar la
pero grande y sólo digna de un pueblo que ama su
marcha de una división que me veía precisado á tener
gloria y su libertad, y cuya defensa no debe confiarse
sobre el Danubio.
sino á sí mismo.
Habiendo la Inglaterra desechado las proposiciones
Abrí nuevas comunicaciones al comercio; hice reunir
de paz que le habíamos hecho (según nuestro uso) al
la Italia á Ja Francia, facilitando los Alpes por cuatro
tiempo de firmar la de Tilsir, la Prusia pidió la cesión
caminos diferentes, y emprendí en este particular co-
del Hannover. Ninguna otra cosa deseaba yo más que
sas qué parecen casi imposibles. Hice prosperar la
hacerle este presente; pero me pareció que ya era tiem-
agricultura protegiendo las leyes relativas á la propie-
po de que esta'corte se declarase abiertamente por no-
dad, y repartiendo con igualdad las cargas del Es-
sotros, abrazando decididameute nuestro sistema. N o
tado.
se podía conquistar todo con la espada, era necesario
Erigí grandes monumentos sobre los que poseía la que la política nos diese algunos aliados, y se presen-
Francia, porque al mismo tiempo que debían servir de taba la ocasión.
testimonios de su gloria, opinaba que ellos consagra-
Sin embargo yo tuve ideas de que la Prusia tenía
rían en su favor los votos de nuestros descendientes;
otras intenciones, y que creía haberme pagado suficien-
siendo cierto que los pueblos tienen inclinación á estas
temente con su neutralidad. Desde este momento con-
nobles imágenes de su historia.
ceptué que era ridículo aumentar un país con que n o
Mi trono no brillaba sino por el esplendor de las podía contar, y obrando con mi genio, no calculé bas-
armas; los franceses son amantes de lo sublime hast aen tante que dando terreno á la Prusia la comprometía y
la apariencia. Hice adornar suntuosos palacios y reuní me aseguraba; lo rehusé todo, y al Hannover se le dió
una corte numerosa, dándole carácter austero, 'porque otro destino.
ningún otro le era más apropósito. En mi corte no ha-
bía diversiones, y tes mujeres hacían un papel despre- Los prusianos pusieron los gritos en el cielo porqne
ciable, pues todo se consagraba á la grandeza del Es- no quise darles lo ajeno; se quejaron de mi pequeña
tado, y por esta causa he sido siempre aborrecido de violación del año anterior; se acordaron de pronto
ella. Luis X V era más amado. que eran depositarios de la gloria del gran Federico;
los ánimos se exaltaron; una especie de conmoción na-
Apenas se hallaba bosquejada mi obra cuando un
cional agitó á la nobleza de Prusia; la Inglaterra se
nuevo enemigo se presentó inopinadamente á la pales-
apresuró á derramar la plata, y la revolución tomó
tra. Diez años había que laPrusia semantema en paz;
consistencia.
la Francia tenía un placer en ello; pero los aliados que
la deseaban mucho mal, la injuriaban, y á su pesai no Si los prusianos me hubieran atacado cuando estu-
dejaba de prosperar. ve batiéndome con los rusos, me hubieran podido ha-
cer mucho daño; pero era cosa tan absurda venir fuera
En todos casos, y singularmente en la última cam- de propósito á declararme esta guerra, semejante á
paña, me había convenido su neutralidad y para ase- una osbtinación de muchachos, que estuve mucho tiem-
gurarme en ella le hice algunas proposiciones de ce- po sin creerlo; pero como nada hubiese más cierto, fué
derle el Hannover, porque opinaba que semejante pro- necesario entrar en campaña.
posición recompensaba la pequeña violación que yo
Confiaba batir á los prusianos, pero había destinado
mucho 1 iempo al efecto, porque tomé medidas (que 110 déla revolución; nuestras alianzas habrían sido sóli-
me fueron necesarias) contra Jas agresiones que sospe- das porque se hubieran hecho con los pueblos; yo les
chaba podrían suscitarme de otra parte. P o r un aca- hubiera llevado las ventajas con los principios de la
so singular no me hicieron oposición dos horas, y por revolución; y hubiera alejado de ellos el azote de la gue-
otro acaso sus generales no pensaron en defender al- rra de que habían sido perseguidos por el espacio de
gunas plazas que me hubieran detenido tres meses; de veinte años, y que ha dado fin por declararse nuestros
suerte que en pocos días fui dueño del país. enemigos.
La felicidad con que se verificó esta derrota me dió Es de creer que la mayoría de las Naciones del Con-
á conocer que aquella guerra no había sido popular tinente hubiese aceptado esta grande alianza, y que la
en Prusia. Yo hubiera debido aprovechar este descu- Europa fuese refundida sobre un nuevo p l u i análogo
brimiento para organizaría á nuestro modo; pero no al estado de su civilización. Yo raciocinaba bien, pero
supe manejarme. hice todo lo contrario; en lugar de mudar la dinastía
El_ imperio habia adquirido una gran preponde- prusiana, como lo había amenazado, le volví sus Es-
rancia por la batalla de Jena; el público principiaba á tados después de haberlos dividido. La Polonia no
mirar como ganada mi causa, lo que conocí por el mo- me agradeció el que no hubiese puesto en libertad más
do con que me trataba: yo mismo empecé á crerlo así, que la parte de su territorio, de que la Prusia se había
y esta buena opinión me ha hecho cometer multitud apoderado. El reino de Wesphalia se disgustó por no
de faltas. haber obtenido ventaja, y la Prusia furiosa por lo que
El sistema sobre el cual había erigido mi impeiio yo le había quitado, me juró un odio eterno.
era enemigo nato de las antiguas dinastías: sabía que Yo pensaba (sin saber por qué), que los soberanos
entre ellas y yo debía ser la guerra mortal, y por consi- desposeídos por el derecho de conquista debían quedar
guiente era necesario tomar medios vigorosos para ha- agradecidos por la parte que se les dejaba; é imagina-
cerla tan corta como fuese posible, á fin de aliviar el ba que podrían (después de tantos reveces), aliarse de
sufrimiento de los pueblos y de los reyes. buena f c o n nosotros porque era el partido que más
Por esta razón debí variar en parte la materia y for- les convenía. Opinaba hacer exiensivas de este modo,
ma de todos los Estados que la guerra había puesto bajo las alianzas del imperio sin atraerme los odios que las
mi dominio, pues no se perfeccionan revoluciones con- revoluciones arrastran tras sí, y conocí al fin que se re-
servando los mismos hombres y las mismas cosas; y es- presentaba un gran papel en quitar y volver coronas;
taba seguro que permaneciendo en el propio sistema de me dejé seducir de este error cuya falta jamás se per-
sus gobiernos, siempre serían mis contrarios, por ser dona.
enemigos que yo resucitaba. Quise corregir á lo menos lo que había hecho en
De otro modo: si yo hubiera querido conservar su Prusia, organizando la confederación del Rhin, por-
mismo gobierno (a falta de otro mejor), era necesario que esperaba contener la una con la otra. P a r a for-
hacerlos compartícipes de mi grandeza, obligándoles mar esta confederación ensanché los Estados de algu-
a aceptar con mi alianza territorios y títulos Siguien- nos soberanos á expensas de la caterva de pequeños
do uno ti otro de estos planes (según se presentase la príncipes que no servían sino para consumir los bie-
ocasión;, hubiera extendido rápidamente los límites nes de sus vasallos sin poder serles útiles para nada.
De este modo atraje á mi causa á los soberanos á quie- enemigos, sin temor de padecer equivocación, pues la
nes había engrandecido, y los hice conquistadores á su inclinación que se manifestase á él, sería un testimo-
pesar; pero se conformaron también con el oficio, que nio de la que se tenía á nuestra causa, por ser éste su
hicieron voluntariamente causa común conmigo, y se distintivo y antemural.
han mantenido fieles á esta causa, mientras han po-
En aquel momento fué indispensable establecer un
dido.
sistema que había sido tan discutido; porque todo gran-
El continente se hallaba pacificado por cuarta vez. de imperio debe tener, no sólo un objeto general en su
Yo había aumentado la superficie y la preponderancia política, sino en su economía. Debe, así como á los de-
del imperio. Mi poder inmediato se extendía desde el más ramos del Estado, abrir camino á la industria, po-
mar Adriático hasta las bocas del Veser, y el de mi niéndola en movimiento y perfeccionando sus adelan-
opinión, sobre toda la Europa; pero la Europa conocía tos; y la Francia carecía de ella cuando yo se la faci-
como yo, que esta pacificación n o era durable por los lité por medio del sistema continental.
muchos motivos de resistencia que se le oponían, y que
habiéndome yo manejado mal con ellas, no hice otra La economía de la Francia se había fijado, antes
cosa que retardar la dificultad. de la revolución, en negociar con las colonias, y en ha-
cer el comercio de cambio. Esta era la moda de aquel
El principio que daba vida á esta opinión estaba en tiempo, y por mucho que se hayan querido ponderar
Inglaterra. Yo no tenía miedo alguno de atacarla cuer- los resultados, es cierto que no tuvo otros que los de
po á cuerpo, y sabía que la guerra se renovaría en'el conducir á su ruina las rentan del Estado, acelerar la
continente mientras que el ministerio inglés pudiese pérdida de su crédito, la destrucción del sistema mili-
costearla. La cosa podía durar mucho tiempo, porque tar, atraerse el desprecio de su consideración exterior,
los beneficios que produce la guerra son otros tantos y experimentar la languidez de su agricultura. Estos
medios de sostenerla, y era un círculo vicioso cuyo re- mismos resultados la candujeron, finalmente, á firmar
sultado perla la ruina del continente. Había necesidad un tratado de comercio que ponía en manos de los in-
de encontrar un modo de destruir los beneficios que la gleses el abasto de sus provisiones.
guerra marítima producía á la Inglaterra, á fin de
arruinar el crédito del ministerio; y proponiéndome con La Francia tenía hermosos puertos de mar, y algu-
este objeto el sistema continental, me pareció bien, y nos comerciantes cuyas fortunas eran colosales. La
lo adopté. Pocos han comprendido este sistema, por- guerra había enteramente destruido el sistema maríti-
que se obstinaron en no ver en él otro fin que el de mo; los puertos estaban arruinados; ninguna fuerza hu-
aumentar el precio del café, pero debía tener muy di- mana podía reintegrar á la Nación lo que la revolución
versas consecuencias. Debía arruinar al comercio in- había aniquilado, y siendo necesario dar otro impulso
glés, y produjo el efecto contrario, como todaslas prohi- al tráfico para volver á su vigor á la industria france-
biciones, pues habiendo tomado más crédito el gé- sa, no había otro medio de conseguirlo que el de qui-
nero, cedió en ventaja del comercio, no pudiendo c f e s - tar á los ingleses el monopolio de las manufacturas pa-
terrar el contrabando. ra hacer de ellas el objeto general de la economía del
Estado; todo lo cual me obligó á crear el sistema con-
El sistema continental debía servir á hacernos cono- tinental. N o podía evitarse este sistema porque era ne-
cer quiénes eran nuestros amigos y quiénes nuestros cesario dar un premio enorme á las fábricas, á fin de
comprometer el comercio á desembolsar las anticipa- Europa, obligando á la Inglaterra á continuar el es-
ciones que exige el establecimiento de multitud de ela- tado de guerra, que desde este momento tomó un ca-
boraciones. rácter más serio; se trataba en ella del beneficio público,
Las consecuencias justificaron mi modo de pensar, ó lo que es lo mismo de su existencia, y por esta causa
arrancando de su asiento á la industria y haciéndola se popularizó; los ingleses no volvieron á fiar su pro-
pasar el mar, de que resultaron tan grandes progresos tección á los^auxiliares, sino que la tomaron á su car-
en el continente, que nada debía temer de la concu- go, apareciendo en grandes masas sobre el campo.
rrencia de otra. Si la Francia quiere prosperar, que Desde entonces se hizo la lucha peligrosa, y lo previ
conserve mi sistema mudándole el nombre; si quiere en el acto de firmar el decreto. Sospeché que ya no
decaer, no necesita otra cosa sino volver á las empre- habría reposo para mí, y que pasaría la vida en com-
sas marítimas y será destruida por los ingleses á la pri- batir las oposiciones que el público no veía, pero cuyo
mera guerra. Me vi precisado á llevar el sistema con- secreto poseía yo, porque era el único á quien las apa-
tinental á un extremo, con el objeto, no sólo de hacer riencias jamás han engañado. Me lisonjeaba interior-
beneficio á la Francia, sino daño á la Inglaterra. Re- mente de permanecer dueño de lo porvenir, en medio
cibíamos los efectos coloniales sólo por su mano, cual- del ejército que me había creado, y que tan gloriosos
quiera que fuese el pabellón bajo que navegasen, y en sucesos hicieron invencible. Jamás dudó la victoria;
este concepto se hacia preciso admitir los menos posi- sus movimientos eran rápidos, porque habíamos re-
bles, no habiendo para ello mejor medio que el darles nunciado el sistema de campamentos y almacenes; en
un precio excesivo. un momento podía ser transportado en todas direccio-
El objeto político se hallaba cumplido; las rentas del nes, y llegaba á todas partos con el conocimiento de
Estado se aprovechaban de ello, pero ofendí á las mu- su superioridad. ¿Con semejan tes soldad os qué general
jeres y se vengaron de mi. La experiencia acreditaba no hubiera amado la guerra? Yo la amaba, lo confie-
cada dia más que el sistema continental era bueno, so, y sin embargo desde la batalla de J e n a no volvi á
porque el Estado prosperaba á pesar de las cargas de disfrutar el lleno de confianza ni el desprecio del por-
la guerra: las imposiciones estaban al dia y el crédito venir á que había debido mis primeros buenos resulta-
á la par con el interés déla plata; el espíritu de mejora dos. Desconfiaba de mí mismo, y esta desconfianza
se demostraba en la agricultura y en las fábricas." Se causaba incertidumbre en mis disposiciones. Mi humor
construían de nuevo los pueblos* asi como las calles de se había alterado y degenerado mi carácter; no obs-
París; los caminos y canales facilitaban el tráfico inte- tante me dominaba; pero nunca es perfecto lo que no
rior: cada dia se perfeccionaba algún invento: hice sa- es natural.
car azúcar de los navos y sosa de la sal; y los descu-
El sistema continental decidió á la Inglaterra á ha-
brimientos de las ciencias caminaban á la par con los
cernos guerra á muerte. El Norte estaba sometido y
de la industria. Hubiera sido una insensatez renunciar
contenido por las guarniciones de tropas que tenía en
á un sistema en d momento en que producía el fruto
las plazas. Los iugleses n o tenían con él otras relacio-
y por el contrario era preciso afirmarlo para dar otro
nes que las del contrabando; pero se le había entrega-
tanto más fomento á la emulación.
do el Portugal, y yo ?abía que la España favorecía su
E s t a necesidad ha influido sobre la política de la comercio, á la sombra de su neutralidad.
Para que el sistema continental valiese algo, era ne- tan te alboroto; cada cual la interpretó á su arbitrio, y
cesario que fuese completo. E n el Norte lo había casi exaltados los ánimos, me informaron haber dado prin-
establecido, y convenía hacerlo respetar en el Medio cipio una fermentación popular. Los liberales se resin-
Día. Pedí á la España el paso para un cuerpo de ejér- tieron de la humillación de su país, y creyeron impe-
cito que quería enviar á Portugal, y me lo concedió. dir su ruina por medio de una conjuración, que aunque
Al aproximarse mis tropas la corte de Lisboa se mar- tuvo ef.'cto, quedó limitada á hacer abdicar la corona
chó para el Brasil y me dejó su reino, haciéndose des- al antiguo rey, y á dar de palos á su favorito, pero en
de entonces preciso, establecer una ruta militar por realidad nada adelantaron con ella.
medio de la España para comunicar cou Portugal, y Apenas se verificó la conjuración cuando los conju-
este paso nos puso en relaciones con la España: en cu- rados se asombraron de su atrevimiento; teniendo
yo país jamás había pensado á causa de su nulidad. miedo de si mismos, de mí y de todo el mundo. Los
El estado político de la España se hallaba en in- frailes no aprobaban la violencia que se había ejercido
quietud; era gobernada por un soberano que en un to- contra el antiguo rey, porque era ilegítima. Yo la de-
d o difería á su favorito, y éste sin carácter y sin talen- saprobaba igualmente, aunque p _>r distinto motivo; el
tos no servía para otra cosa que para amontonar rique- sobresalto entró en la nueva corte, la revolución en el
zas y dignidades. pueblo y la anarquía en el Estado.
El favorito se había hecho de mi partido porque La fuerza de los acontecimientos hizo un trastorno
quería gobernar á la sombra de mi alianza; pero se en España; puesto que principió en ella de hecho una
habia manejado tan mal, que disminuido su crédito en revolución, que no podía ser de la misma naturaleza
España, no podía hacerse obedecer y por consiguiente que la de la Francia, porque eran diversos los princi-
su adhesión me era inútil. Las opiniones habían cami- pios de que partía. Hasta entonces no tenía dirección
nado en un sentido inverso del resto de la Europa. alguna, porque carecía de jefe y 110 se había grangea-
E l pueblo que en todas partes se halla colocado en lo do partido anterior, y por consiguiente era sólo una
más elevado de la revolución, en aquel país permane- suspensión de autoridad, una subversión del poder y
cía muy por bajo de ella, porque las luces no se habían un desorden.
difundido por la segunda capa de la nación, dete- Nada se podía preveer acerca de la suerte de la Es-
niéndose en la superficie, esto es, en las altas clases, á paña, más de que con un pueblo ignorante y feroz,
cuyos individuos llamaban liberales. Estos sentían el aquella revolución no acabaría sin derramarse arroyos
abatimiento de su patria y se avergonzaban de obede- de sangre, y padecerse largas calamidades. ¿Qué es
cer un gobierno que arruinaba su país; de forma que pues, lo que pretendían los hombres que solicitaban
los revolucionarios en España eran aquellos que tenían una variación en España? No apetecían una revolu-
que perder en la revolución, y los que debían ganar, ción como la nuestra, sino un gobierno sabio, una au-
n i siquiera queríau oir hablar de ella. La misma con- toridad que fuese capaz de remover el entorpecimiento
tradicción se experimentó en Nápoles, haciéndose co- de su país, con el fin de darle consideración exterior,
meter muchas fa'tas porque no poseía el sccreto de y civilización interior.
introducirme en su conmoción.
Yo podía concederle lo uno y lo otro, apoderándo-
La presencia de mis tropas en España, causó bas- me de su revolución en el punto á que le habían con-
Tiación de la dinastía; el antiguo rey no manifestaba
ducido. Se trataba de dar á la España una dinastía,. desagrado sobre que yo hubiese quitado el trono a su
que fuese vigorosa en razón de ser nueva, é ilustrada hiio," retirándose á descansar á Conpiegne; y el hijo
porque careciese de preocupaciones; la raía abrazaba fué conducido á Valencey, donde se habían hecho los
estos estremo?, y pul* lo mismo me propuse agregarle preparativos al efecto.
este trono. Lo más difícil estaba hecho, que era el de- Los españoles no tomaron un interés por el antiguo
sembarazarse de la antigua dinastía, pues los españo- rey, pero siendo su hijo joven que ofrecía esperanzas
les habían dejado abdicar la corona al antiguo rey, y y que había sido desgraciado, se exaltaron las ánimos
no querían reconocer al nuevo. Todo parecía presa- en su favor y lo hicieron su héroe. _ . i
giar que la España para evitar la anarquía, aceptaría
Los liberales reclamaban la independencia naciona,;
sin violencia un soberano, que se presentaba revestido
los frailes se quejaban de la ilegitimidad, y toda la
de una fuerza prodigiosa, entrando por este medio en
"Nación se armó bajo estos dos partidos.
el sistema imperial, y sin embargo de que el estado so-
cial de la España, fuese deplorable, no debía despre- Yo cometí un yerro en no haber dejado sobre su trono
ciarse su conquista. al ioven rey, porque debiendo continuar las cosas en Es-
paña de mal en peor, me hubiera adquirido el título de
Como es indispesable ver las cosas por sí mismo, protectordel antiguo, dándole un asilo; el nuevo gobier-
para formar una justa idea de ellas, partí paia Bayo- no no habría dejado de comprometerse con los ingleses;
na, á donde tenía convocada la antigua corte de Espa- yo le hubiera declarado la guerra, así en mi nombre,
ñ a que concurrió en aquel punto, porque no podía como en representación del rey anterior; la España
hacer cosa mejor. También había convidado á la nue- habría fiado á su ejército la suerte de esta guerra, y
r a , y creí que no fuese, porque todo otro partido le desde el momento de ser aquel batido, se hubiera so-
hubiera sido más conveniente. Formé concepto de que metido la Nación al derecho de conquista, sin haber
Fern rndo abrazaría el de la revolución ó el de pasar siquiera soñado en murmurarlo, porque cuando se dis-
á la América, pero no habiendo adoptado ni el uno ni pone de un país conquistado, no se hace otra cosa más
otro, se dirigió á Bayona con su preceptor y confiden- que continuar sus usos.
tes, dejando á la España en abandono.
Si yo hubiera tenido más paciencia habría seguido
Apenas tuve las primeras conferencias con los jefes esta marcha, pero creí que siendo el resultado el mis-
de los conjurados cuando advertí la ignorancia en que mo, los españoles aceptarían á priori un cambio de
se hallaban de su propia situación. Ningún partido dinastía, que hacía inevitable el orden de las circuns-
habían tomado sobre cosa alguna; nada preveían, y tancias. Cometí una torpeza porque no lo ejecuté por
su política se resentía de un atraso de tres siglos. Des- grados; acababa de despojar á la antigua dinastía
de luego me propuse no dejar la España entre sus ma- de un modo ofensivo para los españoles, quienes heri-
nos. dos en su orgullo, no quisieron reconocer la que puse
Me decidí á recibir la abdicación de la familia Real en su lugar, "resultando que dejó de existir autoridad
y á colocar á uno de mil hermanos en el trono. Nin- •en parte alguna, ó lo que es lo mismo que existiera en
gún obtáculo parecía oponerse á ello, porque la Junta vtodas partes. La Nación en masa se encargó de la de-
d e Bayona lo había reconocido; en España no había -fensa del Estado, pues no había ejército ni autoridad
^quedado ningún poder legal que se opusiera á la va-
á quien se pudiese confiar esta defensa; cada cual cre- les, v volver la popularidad al ministerio inglés.^ L a
yó en sí la responsabilidad, y yo mismo establecí la corté de Viena tiene una política tenaz que jamás de-
anarquía, convirtiendo contra mí los recursos que ella desordena los acontecimientos. Bastante tiempo he
ofrece, y recibiendo todo el peso del furor nacional. permanecido sin acertar la causa de ello: pero al fin
Estagnación de quien la historia no ha señalado sino conocí, aunque tarde, que semejante estado no tenia
la avaricia y ferocidad, era poco temible al enemigo; tan profundas raices sino porque la natural bondad
huía á la vista de nuestros soldados, pero los asesina- del gobierno hab'-a permitido que degenerase en oli-
ba por detrás. Se hallaba sublevada con las armas en garquía. Dirigían el estado una c.mtena de nobles que
la mano, y usando represalias, de una en otra llegó á poseían el territorio y se habían apoderado de las ren-
constituir la guerra en un anfiteatro de atrocidades. tas. de la política y de la guerra, por cuyo medio eran
Yo conocía que daba un carácter de violencia á mi arbitros de todo, dejando á la cor:e solo la firma
reino y que era un ejemplo perjudicial para los p u e - Las oligarquías jamás varían de opinión, porque sus
blos, y funesto para el ejército, porque consumía mu- intereses son siempre unos mismos: todo lo ejecutan
chos hombrea y fatigaba al soldado. Conocía que la mal, pero siempre están en acción porque nunca pare-
guerra había sido mal principiada, pero una vez em- cen. Jamás consiguen buen resultado en sus empresas,
prendida, no era posible abandonarla, porque el más pero toleran estraordinariamente los reveses en razón
pequeño revés engreiría á mis enemigos y volvería á de que los padecen en sociedad. El Aust ria ha debido
poner la Europa sobre las armas y sobre todo porque cuatro veces su conservación á esta forma de gobierno,
yo debía siempre quedar victorioso. y ella misma decidió la guerra que acababan de decla-
N o retardé el hacer la prueba; pasé á España á fin rarme.
de acelerar el éxito y conocer el terreno en que iba á, N o debía perder un momento: dejé la España pre-
dejar a mi hermano. Ocupé á Madrid, y destruí al cipitadamente y corrí hacia el Rhin. J n n t é las prime-
ejercito inglés que venía en su socorro. Mis sucesos ras tropas que 'halle á mano, y como el príncipe Eu-
eran rápidos; el temor llegó á su colmo, la resistencia genio se hubiese dejado ya batir en Italia, le envíe re-
iba a acabar, no había un momento que perder y en fuerzo. TÍOS reves de Suabia y Baviera me facilitaron
efecto no se perdió. El ministerio inglés que siempre sus tropas y con ellas me dirigí á batir á los austríacos
ha sido tan activo en buscarme enemigos como yo en- en Ratisbona, marchando al efecto sobre Yiena.
batirlos, armó á la Austria.
Seguía á marchas forzadas la ribera derecha del Da-
Por esta vez fué dirigido el proyecto con mucha nubio. Contaba con el buen éxito del virey para veri-
destreza: me sorprendió: es necesario hacer justicia á ficar nuestra reunión, pretendía adelantar á los aus-
quien la merece. Mis ejércitos estaban esparcidos en tríacos en Yiena, pasar allí el Danubio, y colocarme
A a pojes, Madrid y Hamburgo, aún yo permanecía en en posición de recibir al archiduque.
.kspana. _ E r a probable que anticipándose los austría- El plan estaba bien concebido; pero era imprudente,
cos consiguiesen buen resultado, que sucesivamente porque debía habérmelas con un hombre hábil, y n o
tragese otros, porque en este género de cosas el pri- tenía bastante tropa; pero aun estaba la fortuna de mi
mer paso es el dificultoso. Hubiera podido incitar á la parte. ,
sia
7 a J a R «sia, reanimar el valor de los españo- El archiduque hizo una excelente marcha, y hablen-
dose penetrado de mi proyecto, se me adelantó con- contra Amberes, que habría tenido buen éxito si no
duciéndose con rapidez sobre Viena por la ribera iz- hubiera sido por su ineptitud, y mi situación se empeo-
quierda del Danubio, y tomó posición al mismo tiem- raba cada día.
po que yo. Esta fue (según mi conocimiento) la sola Al fin, conseguí echar nuevos puentes en el Danu-
buena maniobra que los austríacos bicierou jamás. bio, y el ejército pasó el río en una noche espantosa.
Mi plan de campaña había claudicado. Estaba á la Y o asistí á su pasaje, porque me hallaba muy inquie-
vista de un formidable ejército que dominaba mis mo- to- pero se verificó como podía desear; nuestras colum-
vimientos, y me obligaba á la inacción. Solo una gran- nas tuvieron tiempo de formarse, y esta gran jornada
de acción podía terminar la guerra, y yo debía atacar se abrió bajo favorables auspicios.
porque el Archiduque me reservó este destino, que era L a batalla fué gloriosa por lo disputada; pero los
bien difícil de desempeñar, por hallarse en aptitud de generales no hicieron sin embargo muchos esfuerzos
recibirme. de imaginación, porque mandaban grandes cuerpos en
Por una suerte inesperada el Archiduque J u a n en una llanura que se defendió por mucho tiempo. El va-
lugar de contener á toda costa al Virey, se dejó batir: lor de nuestras tropas y una intrépida maniobra del
el ejército de Italia lo arrojó del otro lado del Danu- general Macdonald decidieron la jornada.
bio, y tuvimos por nuestra toda su derecha; pero co- U n a vez roto el ejército austríaco desfilo en desor-
mo no queríamos permanecer allí siempre, y era nece- den por un llano donde perdió mucha gente. Yo le
sario acabar, hice echar los puentes; empezó á mo- secnii con viveza, porque era necesario decidir la cam-
verse el ejército; la división del general Massena des- paña; y habiéndolo batido en Moravia, no tuvo otro
filó la primera, y dió principio el fuego en el momen- partido que tomar sino pedirme la paz, que le concedí
to que por desgracia se rompieron los puentes. por la cuarta vez.
Era imposible repararlos bastante pionto para so- Esperaba que fuese durable, porque cansa el ser ba-
correrlo, y fué atacado por todos lados. La tropa se tido como cualquier otra cosa, y porque en \ ieua opi-
defendió con un valor heróico, porque no tenía espe- naba un gran partido en favor de una alianza linal con
ranza alguna; faltaron las municiones, y hubiera pere- el Imperio , ... , ,
cido si los austríacos no suspenden el fuego; creyendo Yo deseaba la paz, porque tenia necesidad de con-
que bastaba lo hecho para un solo día. volvieron á to- ceder algún descanso á los pueblos, que en lagar de
m a r su posición en el momento decisivo, y me sacaron disfrutar las ventajas de la revolución, hasta entonces
de una mortal angustia. no habían experimentado sino sus estragos; nosotros
ISTo por eso experimentamos menos contratiempo, no podíamos ya darles protección como al principio
como me lo dió á entender la opinión: se publicó mi de la <merra; y para acostumbrar la opinión de la liu
derrota; se anunció mi retirada, y aún se daban los de- ropa á la naturaleza de mi poder, no era necesario
talles, pronosticándose mi pérdida. Los Tiroleses se manifestárselo siempre bajo un aspecto hostil.
habían levantado, y fué necesario remitir aquel punto P o r otra parte, el enemigo aseguraba á todos que no
el ejército de Baviera: se formaron partidos en Prusia tomaba las armas sino para libertarlos del azote de la
y en Westphalia, y corrían el pais para excitar á un auerra, y para bajar de precio las mercancías inglesas.
levantamiento: los ingleses intentaron una expedición Estas insinuaciones hacían prosélitos, y la guerra des-
popularizaba la revolución, siendo este el motivo por- de tantas fatigas, y meditaba además un proyecto q u e
qué yo apetecía la paz; pero como fuese necesario para
debía dar un nuevo carácter á mi reino.
conseguirla obtener el consentimiento del ministerio
Antes de ponerlo en práctica me suscitaron un nue-
inglés, se encargó el Austria de pedirlo, y aquel se ne-
gó á darlo. vo inconveniente que no había previsto. Mis tropas
ocupaban el Norte, y los ingleses no tenían bastantes
Esta repulsa me inquietó, porque acreditaba que la fuerzas para atacarme en aquel punto. En el Medite-
Inglaterra conocía en sí recursos que yo ignoraba, y rráneo era donde su marina les aseguraba la superio-
que en vano intenté descubrir. E n lugar de poder de- ridad. Poseían á Malta y disfrutaban de la Sicilia, de
sarmar, me vi precisado á mantenerme sobre pié de las costas de España, del Africa y de Grecia, y quisie-
guerra y á fatigar á la Europa. Me incomodaba bas- ron aprovechar tantas ventajas.
tante que los aliados hubiesen conseguido el honor de
Ellos probaron hacer un movimiento de reacción en
la lucha, á pesar de haber sido en mi favor los resulta-
Italia, para construir una segunda España, si fuese
dos, porque disfrutaban el aire de inocencia que da la
posible. Por todas pirtes había mal contentos, porque
defensa de las cosas que so llaman legítimas porque
yo no pude colocar á cada uno en sus derechos, y lo
son antiguas; y por el contrario, yo tenia el de agre-
mismo era en Italia que en otros puntos. El estado ecle-
sor porque peleaba por destruirlos y por establecer
siástico no me quería, porque mi reino había destrui-
novedades, gravitando sobre mí sólo el peso de la acu-
do el suyo, y los devotos me detestaban á su ejemplo
sación, sin embargo de que la guerra de la revolución
El pueblo bajo participaba de estos sentimientos por-
no ha sido otra cosa que el resultado del estado de la
que aquel aún tenía influencia en Italia. En Roma se
Europa.
estableció el cuartel general de esta oposición, como la
Esta era la crisis que mudaba sus costumbres, y única ciudad de Italia donde pensaba substraerse de
esta la consecuencia inevitable del paso de un .sistema mi vigilancia, desde allí comunicaba con los ingleses,
social á otro. Si yo hubiese sido el inventor de este sis- y promovía la sublevación; me insultaba en escritos
tema, habría tenido la culpa de los males que causó- clandestinos, y esparcía falsos rumores: hacia reclutas
pero no se inventó por persona alguna, y lo prodino para los ingleses: pagaba los bandidos del Cardenal
solo la marcha del tiempo. Ella preparó sordamente Rufo para asesinar á los franceses, é intentaba in-
esi a revolución, como habia conducido la del protestan- cendiar el palacio del Ministro de la policía en Ná-
tismo, con las desgracias que le siguieron. La guerra poles: siendo indudable que los ingleses tenian un
ha dependido tanto de raí, como de los aliados, ó más plan sobre la Italia, y que fomentaban las turbulen-
bien dicho, ha dependido del modo con que fué crea- cias.
do el género humano.
Yo no debía permitirlo, ni tolerar que se insultase y
Los ingleses continuaron la guerra sin auxiliare« asesinase á los franceses. Me couformaba con dar repe-
pero no sin aliados, pues tenían por tales todos los ene- tidas quejas á la Santa Sede, de la que recibía obse-
rados de 1P, revolución. En España había terreno para quiosas contestaciones, para obligarme á tener pacien-
batirnos, y allí volví á enviar mis tropas, habiendo cia; y como jamás he sido de un natural pacífico, ad-
hecho mal en no volver yo mismo, porque sólo el in- vertí que había una decidida mala voluntad contra no-
teresado hace bien las cosas; pero me hallaba cansado sotros, y que era necesario anticiparse para impedir
la explosión, por lo que hice que mis tropas ocupasen fué extraído de Boma el Pontífice, conducido á Savo-
á Roma. na, v líoma agregada á la Francia
En lugar de contener la efervescencia esta medida (á, Este hecho político basto para desbaratar los p í o -
la verdad un poco violenta), irritó los espíritus. Ella vectos del enemigo, permaneciendo la Italia pacífica y
mantuvo la tranquilidad en Italia, y retardó los pla- "sometida hasta el dia en que tuvo fin el Imperio; pero
nes de Lord Bentinck; pero la clase devota hizo secre- la guerra de la I g l e s i a continuaba con el mismo encar-
tamente contra mí todo lo que puede sugerir el odio y nizamiento. El celo de los devotos se reanimo, y aun-
el espíritu de la Iglesia. que su acción era lenta, no dejaba de ser venenosa
Este volcán de turbulencia tenía sus ramificaciones
contra mí. . . , „ •,
en Francia y en Suiza. El estado eclesiástico, los mal
Por mucho cuidado que yo pusiese en lo contiano,-
contentos y los partidarios del antiguo régimen (por-
los devotos llegaron á comunicarse con la Savonia y a
que aun los había) se reunieron para intrigar contra mi
recibir sus instrucciones. Los religiosos de la Trapa de
autoridad, y hacerme todo el mal posible. N o se pre-
Fribourg dirigían esta correspondencia, que se impri-
sentaban como conjurados, sino que acogiéndose bajo
mía p o r d l o s , y circulaba de uno a otrocuratoea¡toda
! las banderas de la Iglesia, se batían con excomunio-
¡ 1 nes y no con el cañón. Tenían su contraseña de órden y el Imperio. F u é necesario transí a d i r al Santo Padre
& Fontainebleaud, y desterrar los de la Trapa para
reunión, y era una sociedad ortodoxa que yo no po-
| 1 día sorprender en ninguna parte, porque se hallaba impedir estas comunicaciones; y sin embargo creo que
i $ en todas. no lo conseguí.
¡jjj Esta pequeña guerra causaba mal efecto porque n o
Además era difícil atacar á esta gente en detall,
pude quitarle el carácter de persecución. Debía prece-
porque hubiera sido una persecución, y este es el par-
derse rigurosamente contra gente desarmada, y a mi
1 tido que toman los débiles y que detestan los fuertes.
pesar tenía que inmolar víctimas Estas desgraciadas
ll Creí poder dispersar este complot, atemorizándolo con
ocurrencias de la iglesia causaron hasta quinientos pri-
un gran golpe de autoridad. Quería demostrarles mi
» ¡(Si
i líllí sioneros de estado; pero razones políticas obligaron a
ii resolución, haciéndoles entender que deseaba mante-
L m ner el respeto al órden, y que me costaba poco conse- publicar menos de cincuenta. Me conduje mal en todo
este negocio; y a u n q u e era bastante sereno para des-
girlo. ^
preciar fábulas, hice mucho d a ñ o , queriendo impedirlo
Sabía que el modo más seguro de hacerme dueño de 1
U n gran proyecto ocupaba el Estado Me parecía
aquel partido era separarlo del Jefe de la Iglesia. Me conveniente consolidar mi reino, presentándome a a
detuve mucho tiempo antes de tomar esta rosolución, faz de la Europa con una nueva consideración, de lo-
M '«íl , porque me resistía á verificarlo; pero en proporción que
que esperaba grandes resultados. Mi poder era incon-
la retardaba se hizo más necesario el que me deci- testable, y ninguna otra cosa le faltaba smo el carác-
diese. ter de perpetuidad, que no podia adquirir mientras n o
Ji
Traia á la memoria que Cárlos V, que era más devo- tuviese heredero. Sin esta condición mi muerte podía
to y menos poderoso que yo, se atrevió á hacer prisio- ser por un momento perjudicial á mi dinastía, porque
nero á un Pontífice, y no habiéndole resultado mal al- toda autoridad para ser perfecta debe tener preveni-
guno, creí poder hacer yo lo mismo; por cuya razón das las épocas sucesivas.
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Conocía la necesidad de separarme da una esposa ser más tenaz que los españoles, y porque con el tiem-
de quien no podia esperar sucesión, y me era sensible po se consigue todo. El imperio eia bastante poderoso
dejar la persona que más he amado. Estuve mucho para sostener la guerra sin recibir perjuicio, ni impe-
tiempo sin resolverme; pero ella misma se resignó por dir el que yo embelleciese á la Francia, y continuase
el afecto que siempre me tuvo y acepté su sacrificio cuantas empresas eran de su utilidad. La administra-
porque era indispensable. La política más sencilla me ción se mejoraba, y se organizaban las instituciones
indicaba la alianza con la casa de Austria. La corte que deberían asegurar la fuerza del imperio, realzando
de Viena se hallaba cansada de sus desgracias, y unién- una generación que había de ser su apoyo.
dose para siempre conmigo, ponia su seguridad baio
La obligación de mantener el sistema continental
mi garantía, haciéndose por esta alianza compartíci-
ofrecía sólo dificultades con los gobiernos, cuya loca-
pe de mi grandeza, y teniendo yo desde entonces tan-
lidad facilitaba el contrabando. Entre aquellos Esta-
to interés en protegerla como habia tenido en ba-
dos, la Rusia se hallaba en una situación que presentaba
tirla P o r último, con este contrato (que tuvo efecto)
más dificultades. Su civilización estaba poco adelan-
establecimos el poder más formidable que jamás ha
tada para permitirle carecer de los productos de la
existido, y que era muy superior al del imperio ro-
1 Inglaterra. Sin embargo, yo exigía que fuesen prohi-
mano.
dos Este fué un absurdo, pero indispensable para
Sólo la Rusia y las reliquias de la Prusia estaban en completar el sistema prohibitivo. El contrabando se
el continente fuera de los límites de nuestro poder- el hacía, y yo lo había previsto, porque el gobierno ruso
resto nos obedecía. Una preponderancia tan grande vigila poco su país; pero como se pasa con menos faci-
debía hacer decaer de ánimo á los enemigos, y pude lidad por las puertas cerradas que por las abiertas,
creer, sm necesidad de mucha previsión, que había aca- el contrabando introduce siempre menos mercaderías
bado mi obra, y colocado mi trono al abrigo de toda que la libre entrada y yo llenaba las dos terceras par-
persecución. °
íes de mi objeto. Sin embargo, me quejaba lo mismo;
Mi cálculo era justo, pero las pasiones no tienen- se justificaban; volvían las reconvenciones, y al fin lle-
cálculo La apariencia obraba en mi favor. El continen- gamos á irritarnos, no pudiendo subsistir este modo de
te se hallaba tranquilo, y se iba acostumbrando á ver- entendernos. . D .
í ° n V - 1 0 m e D O S a s í m e 1 0 testificaba su Nosotros debíamos en efecto chocar con la Husia
P ofunda humillación capaz de haber engañado á otro después de la alianza contratada con la Austria, por-
mas habd que yo El respeto que debían á la san- que debiendo saber la Rusia que nuestra unión política
gi-e de la casa de Austria, legitimaba mi reino á los no podia tener otro enemigo que ella, (atendí mdo a
que éramos dueños del resto del continente) era nece-
£ ta E m - o n t b7e r ma neÜ 9p' c r smu a dr í a cS ,ie
t í a t0raaba
«dación sario que se conformase con prestarnos una nulidad
tfin ! ? ' , I 0 0 so disputaría el
tiono al hijo que la emperatriz acababa de dar á complaciente, ó que se preparase á hacernos frente, si
había de mantener su jerarquía. E r a demasiado fuerte
N o había inquietudes sino en España, donde los in- para consentir en ser nada, y demasiado débil para
S S ' Í i f ^ • C ° n d U C Í / 1 ? S r a odes fuerzas, pero e t a resistirnos; pero en esta alternativa le convenía mas
gtiena no me incomodaba, porque estaba resuelto á presentar firmeza en su actitud, que reconocerse de
antemano por vencida, y siendo este último partido el
peor, se decidió la Rusia por el primero. bastante sólidas para resistir el peso de toda la Ru-
_ Advertí cuando menos lo esperaba, cierta arrogan- sia; é indispensable reponer aquel estado en el lugar
cia en las relaciones políticas de Petersburgo. Se°ne- que ocupaban cien años antes.
garon á la confiscación de efectos de contrabando, Sólo la gran masa de mi imperio era capaz de in-
quejándose al mismo tiempo de que yo hubiese ocupa- tentar semejante acto de violencia política; pero creía
do e¡ país de Oldembeurg; y como mis contestaciones que fuese posible, y el único medio de poner al mundo
fuesen correspondientes al tono que ellos usaban, y ni á cubierto de los cosacos. P a r a que tuviese efecto este
ellos n i yo teníamos sufrimiento, indispensablemente plan, debía restablecer la Polonia sobre una base subs-
íbamos á venir á las manos. tancial, y batir á los rusos, para obligarlos á aceptar
Mi confianza en el buen resultado de esta guerra era las fronteras que se iban á trazar con la punta de la
grande, y yo lo fundaba en el plan que habia conce- espada. La Rusia hubiera podido sin deshonor firmar
bido, por medio del cual esperaba dejar terminada la la paz que debiese establecer sus fronteras, porque na-
dilatada contienda en que Labia consumido mi vida. Me da hubiera tenido de afrentosa, respecto á que era un
parecía además que llegados al estado en que nos ha- reconocimiento de su poder, y una pruba de temor
llábamos, los soberanos de la Europa no debian tomar por nuestra parte.
parte directa en esta última guerra, porque nuestros Colocado así por mis 'preocupaciones fuera de los
intereses se identificaban. P o r el contrario, la política radios de la economía europea, y separada de esta
de los principes debia inclinarse á mi favor, porque economía por tresientas mil guardias, la Rusia hubie-
mi profesión 110 era ya la de destruir tronos sino la de ra vuelto á la amistad de Inglaterra, y habría conser-
afirmarlos. Yo habia vuelto á hacer formidable la dig- vado su independencia política; y el modo de existir
nidad de los reyes, en lo cual trabajé por su causa, y en su integridad; porque hubiera sido para nosotros tan
con mi alianza estaban seguros de reinar al abrigo de extranjera como el reino del Tiber.
la guerra y de las revoluciones, N a d a habia más puesto en razón que este plan, cu-
Esta política era de tal consideración, que crei en ya pérdida se echará menos tarde ó temprano; pues
los soberanos bastante penetración para concebirla, y colocada la Europa por consentimiento mutuo, bajo
no desconfiaba de ellos. En efecto, ¿quién hubiera un sistema único, y refundido sobre el modelo que pe-
podido adivinar que seducidos por e l odio que m e día la disposición del siglo, hubiera ofrecido el más
profesaban, abandonasen el p a r t i d o del trono, é in- grande espectáculo que la historia ha descrito; pero la
trodujesen ellos mismos la revolución en sus Estados demasiada prevención obstruía los ojos de los soberanos
para ser tarde ó temprano las víctimas? que uo podían conocer el daño donde verdaderamente
Calculé que la Rusia tenia demasiada extensión existía, creyendo verlo donde no se hallaba el remedio.
para poder entrar jamás en el sistema europeo que Partí para Dresde. Esta guerra decidiría la cuestión
yo acababa de rehacer, y cuyo centro era la F r a n - que se disputaba desde veinte años á la fecha, debien-
cia. Se hacía preciso dejarla fuera de la Europa, pa- do ser la última, en el supuesto de que más allá de la
ra que no perjudicase la unidad de este sistema; era Rusia se acababa el mundo. Nuestros enemigos tenían
necesario dar á esta demarcación política, fronteras, sólo un momento que aprovechar, y por eso intenta-
ron hacer el último estuerzo. La corte de Austria
5
66

i I1 1
m
principió por desorganizar mis planes acerca de Polo-
nia, resistiéndose á devolverle lo que le habia tomado, El mismo trazó el plan de defensa A la Rusia, y la
y yo me consideré obligado á guardarle consideracio- Inglaterra se opuso á que aceptase la paz. Yo estaba
nes, cuya debilidad desbarató todos mis planes; porque admirado de que se retardase su conclusión. La esta-
I II ción se avanzaba; y desde que me aseguré que no que-
B desde el momento en que cedí en este punto rae fué
'•SI imposible abordar francamente la cuestión de la inde- rian la paz, determiné la retirada. Los elementos la
pendencia de Polonia, viéndome precisado á dividir hicieron cruel, y los franceses adquirieron el mayor
este país, sobre el que debía reposar la seguridad de honor por la firmeza conque soportaron los reveses,
la Europa. P o r mi debilidad se disgustaron los pola- acreditando que jamás pierden el valor sino con la
cos, y entraron en desconfianza, porque conocieron los vida
sacrificaba á mi conveniencia. Advertí mi falta y me Conmovido yo mismo con la vista de aquel desastre,
avergonzaba de ella, no queriendo ir á Yarsovia don- tuve la necesidad de recordar que un soberano no
de nada tenia que hacer por el momento, m otro par- debe jamás manifestar debilidad, ni doblegarse
tido que tomar, que el de librar en mis victoria suce- La Europa se hallaba más admirada de mis reveses
I i.
sivas la suerte de aquella nación. que lo había estado de mis victorias, pero yo no debía
r equivocar su admiración. Acababa de perder la mitad
Sabía que la temeridad suele producir fruto, y dis-
de aquel ejército que habia causado su terror y podían
currí que me sería posible lograr en una sola campaña
1! lo que había pensado hacer en dos; esta celeridad me
agradaba porque mi carácter había empezado á inquie-
esperar vencer los restos, porque habia cambiado la
situación de la fuerza, debiendo prever que pasado el
primer asombro, volvería á tener contra mí la cons-
tarse. Me hallaba á la cabeza de un ejército que no tenia
I tante coalición, cuyas voces de alegría resonaban ya
otros sentimintos que los de la gloria, ni otra patria
en mis oidos.
que el campo de batalla. E n lugar de asegurar mi
i territorio, y avanzar á golpe seguro, atravesé la Polo-
nia y pasé el Niemen. B a t í los ejércitos que se me
No hay peor momento para hacer la paz que el de
una derrota. Pero sin embargo el Austria, que se com-
placía en ver disminuido mi poder, pues se mejora-
i I opusieron, y marchando sin detención entré en Mos-
kow. Esté fue el término de mis buenos sucesos, y ba la parte que tenía en mi alianza, propuso la paz,
ofreciendo su mediación; pero tenia perdido su cré-
debió haberlo sido de mi vida. Dueño de una capital
que los rusos redujeron á cenizas, debí creer que este dito. *
imperio se reconocía vencido, y que aceptaría la? bri- Era preciso vencer de nuevo, y estaba seguro de lo-
llantes condiciones de paz que le propuse; pero enton- grarlo desde que advertí que la Francia participaba
'III,
ces fué cuando la fortuna abandonó nuestra causa. cíe mi opinión. Jamás ha presentado la historia un
La Inglaterra concluyó un tratado entre la Rusia y la gran pueblo bajo mejor aspecto. Contristado por sus
Puerta, que dejó disponible el ejército de la primera. pérdidas, solo discurría el modo de repararlas; y lo
U n francés, que por casualidad había subido al trono consiguió en tres meses. Este hecho responde á la char-
de Suecia, hizo traición á los intereses de su patria, y latanería de los hombres que no saben triunfar sino
se alió con sus enemigos, en la esperanza de cambiar con los desastres de su patria.
la Finlandia con la Noruega. Quizá me debe la Francia, en parte, la actitud que
conservó en la desgracia; y si hubo en mi carrera un
momento que merezca el aprecio de la posteridad, de- los reinos de Italia y Holanda; la retirada de mis tro-
be ser aquel, por el trabajo que me costó sostenerlo. pas de la España, y la restitución del Sumo Pontífice
De nuevo me presenté á la Europa para abrir la más á Roma. También debían haberme pedido que.renun-
formidable campaña. El enemigo se sorprendió de ciase á la Confedei-ación del Rhin y á la mediación de
volver á ver tan pronto nuestras águilas. El ejército la Suiza, pero tenían instrucciones de ceder sobre es-
que mandaba era más belicoso que aguerrido, pero lle- tos dos artículos.
vaba consigo el patrimonio de una dilatada gloria, y Mi opinión sin duda se hallaba muy debilitada, en
lo conducía al enemigo con confianza. Tenía que cum- atención á que después de tres victorias se tenía el
plir un gran deber, porque era necesario restablecer atrevimiento de proponerme que abandonase unos Es-
nuestro crédito militar, y emprender de nuevo la lu- tados que los aliados aun no se habían determinado á
cha que había estado cerca de terminarse. amenazar.
Yo conserbaba todavía la Italia, la'Iíolanda y la ma- Si yo hubiera consentido recibir la paz, el imperio
yor parte de las plazas de Alemania, habiendo perdi- se habría arruinado en menos tiempo que consiguió
do muy puco terreno; pero los ingleses redoblaban sus elevarse. Quedaba por este tratado todavía poderoso
esfuerzos; la Prusia nos hacía la guerra por insurrec- en el mapa, pero nada era en la esencia; y el Austria,
ción; ios Príncipes de la Confederación estaban pron- había roto nuestra alianza en el mero hecho de haber-
tos á marchar en socorro del más fuerte, y como yo lo se elevado á la dignidad de mediadora y unídose al
era aun, seguían mis banderas pero con lentitud. El enemigo.
Austria procuraba conservar la dignidad de los neu- El restituir las ciudades Anseáticas hubiera sido
trales mientras que corrían la Alemania sublevando confesar que estaba en el caso de hacer devoluciones,
los pueblos contra nosotros. Todo mi sistema se halla- y esto solo daría motivo para que todos hubiesen que-
ba destrozado. rido recobrar su independencia: colocaba la insurrec-
La suerte del mundo debía decidirla el acaso; por- ción en los países reunidos, y abandonando la España
que no había plan determinado en parte alguna. To- daba vigor á todas las oposiciones, y sobre todo, de-
do dependía de una batalla, y era la Rusia la que de- poniendo la corona de hierro, ponía también en com-
bía terminar la cuestión, porque se batía con grandes promiso la del imperio; razones por las que se conven-
fuerzas y de buena fé. ce que las consecuencias de la paz me eran siempre
Ataqué el ejército Pruso-Ruso batiéndolo tres ve- funestas, al paso que las de la guerra podían sal-
ces. y como estas victorias desorganizaban los planes varme.
de los adictos á la Inglaterra, aparentaron abandonar- Es indispensable decirlo de una vez, eran demasia-
los proyectos hostiles, y comisionaron al Austria para do grandes los sucesos y los reveses que marcaban mi
que me propusiera la paz. historia para dar una suspensión á mis procedimien-
Las condiciones eran tolerables en la apariencia, y tos. Era necesario que la revolución del siglo X I X se
muchos, puestos en mi lugar, las hubieran aceptado, perfeccionase sin temor de retroceso, ó que se sofoca-
porque no se pedía otra cosa que la restitución de las se bajo montones de cadáveres El resultado de esta
provincias Illyriennes, y de las ciudades Anseáticas; cuestión tenia en espectativa al mundo entero. Si yo
el derecho de nombrar soberanos independientes de hubiera firmado la paz en Dresde, habría quedado in-
nido se sublevó de una vez. Los Alemanes querían ven-
decisa, y me hubiera visto precisado á entablar de nue- garse de los males de la guerra, y el momento les era
vo la guerra, principiándola cuando ya no era joven, propicio, porque yo había sido vencido. La tierra pro-
y cuando tenía á mi cargo un imperio fatigado, á quien ducía enemigos, como lo tenía previsto, y los esperé en
había prometido la paz, y que me censuraría el no ha- Leipáck en las mismas llanuras en que poco antes ha-
berla admitido bían sido batidos.
Convenia mejor aprovechar el único momento en que Nuestra posición no era buena porque éramos ataca-
el destino del mundo dependía de una sola batalla, y dos en semicírculo, y aun lo victoria misma no hubiera
en el que hubiera quedado á mi disposición si la hubie- podido tener buenos resultados para nosotros. En efec-
se ganado. to, tuvimos la ventaja el primer dia, pero sin poder re-
Yo rehusé la paz, y como cada uno ve las cosas á cuperar la ofensiva, siendo aquella una batalla sin
su medida, el Austria no vió sino mi imprudencia, v efecto que era preciso volver á empezar. El ejército
creyó que era la ocasión favorable de unirse á mis ene- se batía bien, sin embargo de su laxtitud; pero en aquel
migos. No me convencí de esta desunión hasta el úl- momento (por un hecho que la posteridad designará
timo momento, pero rae hallaba en el caso de sopor- como quiera,) los aliados que peleaban en nuestras fi-
tarla, pues estaba hecho mi plan de campaña que de- las volvieron repentinamente las armas contra noso-
bía producir <in resultado decisivo. tros, y fuimos vencidos
El inconveniente de los grandes ejércitos es que el Tomamos el camino de la Francia, pero una reti-
general no puede hallarse en todas partes. Mis manio- rada tan larga no pudo hacerse sin desorden. La fa-
bras eran, á mi entender, las mejores que había com- tiga y el hambre hicieron perecer mucha gente Los
binado jamás; pero el general Vandamme abandonó Bávaros después de haber desamparado nuestras ban-
su posición, y se dejó hacer prisionero, Macdonadl, deras, quisieron impedirnos volver á Francia. Los
creyendo ascender á mariscal del imperio, estuvo pró- franceses pasaron sobre sus cadáveres, y entraron en
ximo á perecer en las invasiones del ejército contra- Maguncia, costándonos esta retirada tanta gente como
rio. El mariscal Ney se dejó francamente batir, y mi la de Rusia.
plan fué desbaratado en pocas horas. Nuestra pérdida fué tan grande que yo mismo me
_ Fui batido, y determiné la retirada quedando toda- consterné de ella. La Nación se hallaba abatida, y si
via bastante fuerte para volver á tomar la ofensiva los enemigos hubiesen seguido su marcha, hubieran en-
mudando de posición. N o quería perder las ventajas trado con nuestra retaguardia en Pasís; pero el aspec-
de las plazas que ocupaba, pues con una sola victoria to de la Francia los intimidó, y permanecieron mucho
sería nuevamente dueño del N o r t e hasta Dantzick. tiempo en nuestras fronteras antes de atreverse á pa-
Por el contrario reforcé sus guarniciones mandando sarlas.
se sostuviesen hasta el último extremo, y en esta parte N o se trataba ya de la gloria, sino del honor de la
ejecutaron mis órdenes. Francia, y por eso contaba con los franceses; pero co-
Me retiraba lentamente con un ejército respetable; mo no era ya dichoso, me sirvieron mal. N o acuso de
pero me retiraba y los enemigos me seguían engro- ello al pueblo, siempre pronto á verter su sangre por
sándose, porque nada aumenta los ejércitos como las la patria: tampoco me quejo de traición, porque es más
victorias. Toda la enemistad que el tiempo había reu-
difícil hacerla que lo que se cree. Solo acuso al desa- trada en mí solo, y nada había importante sino el pun-
liento, fruto ordinario de la desgracia, y del que no to en que yo estaba.
estuve exento El hombre acobardado permanece in- Los aliados me ofrecieron la paz (tanto era lo que
deciso porque nada ve delante de sí que sea bueno, y
desconfiaban de conseguir ventaja); pero después de
ninguna cosa tienen de peor los negocios que la inde-
haberla rehusado en Dresde, no podía admitirla en
cisión.
Chatillon. P a r a hacer la paz era necesario salvar á la
Yo hubiera debido desconfiar de este abatimiento Francia, y volver á poner nuestras águilas sobre el
general, y proveer á tudo por mí mismo; pero me con- Rhin.
lie de u.i ministerio lleno cíe terror, en el que todo se Después de semejante tentativa nuestras armas hu-
ejecutaba mal Las plazas fuértes no estaban repara- bieran sido tenidas por invencibles. Los enemigos hu-
das ni provistas porque no habían sido amenazadas bieran temblado al aspecto del hado que me daba la
por el espacio de veinte años. El celo del paisanaje victoria Dueño aún del medio dia y del Norte por
ocufrió á este daño; pero la mayor parte de los coman- mis guarniciones, una sola batalla me volvía mi pre-
dantes eran viejos enfermos, que se hallaban destinados ponderancia, y hubiera sido tan glorioso en los reve-
en ellas como por descanso de sus servicios militares. ses como lo fui en las victorias.
Casi todos mis prefectos eran tímidos, y solo pensaban
Este resultado se hallaba muy próximo, porque mis
en preparar la fuga en lugar de defenderse. Yo hubie-
evoluciones habían tenido buen efecto. El enemigo es-
ra debido mudarlos á tiempo para no tener en los pri
taba desalentado y sin tino; una conmociónge neral iba
meros puestos sino hombres intrépidos, si es que se en-
á acabarlo todo: faltándole solo un momento; pero mi
cuentran entre los que tienen que perder.
pérdida estaba decidida. Un correo que tuve la impru-
N a d a había pronto para nuestra defensa cuando los dencia de dirigir á la Emperatriz, cayó en manos de
suizos entregaron á los aliados el paso del Rhin. Los los aliados, y vieron que estaban perdidos. Un corso
enemigos, á pesar de su victoria, no se habían atrevido que se hallaba en su consejo les dió á entender que la
á abordarlo de frente, y avanzaron con cautela. Se ha- prudencia era más perjudicial que la audacia, y toma-
llaban asustados de marchar sin obstáculos sobre un ron el único partido bueno que les quedaba, y que yo
pais que creían sembrado de bayonetas, pero 110 en- no había previsto, adelantándose y marchando sobre
contraron nuestra vanguardia hasta Langres. París.
Entonces dió principio esta campaña demasia- Les habían ofrecido facilitarles la entrada; pero es-
do conocida para que yo la repita, y que dejará un ta promesa hubiera sido ilusoria si yo hubiese puesto
nombre inmortal á aquella pequeña porcion de valien- la defensa de París en mejores manos. Confié en el ho-
tes que no desconfiaron de la salvación de la patria. nor de la Nación; pero cometí la necedad de dejar en
Ellos me volvieron la confianza, y creí por tres ocasio- libertad á aquellos que sabía carecían de él. Llegué
nes que nada era imposible con tales soldados. muy tarde á su socorro, y esta ciudad, que no supo de-
. Tenia todavía un ejército en Italia y fuertes guarni- fender ni á sus Soberanos, ni sus murallas, había abier-
ciones en el Norte; pero había poco tiempo para ha- to las puertas al extranjero.
cerla venir á, nuestro socorro, siendo necesario vencer Acusé al general Marmot de haberme hecho trai-
en el acto. La suerte de la Europa se hallaba concern ción; peto hoy le hago justicia. Ningún soldado ha
•1 1i vendido la fé que debía á su país: en otra clase de gen-
te se ha encontrado la perfidia, pero uo fui dueño de
rio; y el llamar cualquier otro Soberano para reinar en
Francia, no hubiera sido otra cosa que sancionar so-
Si un primer movimiento de dolor, viendo firmada la ca-
pitulación de París por mi más antiguo hermano de
lemnemente la revolución, ó un hecho de insensatez
contra los derechos de los Soberanos.
armas. Diré más: la vuelta de los Borbones era una felici-
La causa de la revolución se hallaba perdida, pues dad para la Francia, porque la libertaba de la anarquía,
lili yo estaba vencido. No eran ni los realistas ni los co- y le prometía el reposo, asegurándole la paz. Esta era
' w bardes, ni los descontentos, los que rae habían destrui- indispensable entre los aliados y los Borbones, pues
BMl do, sino los ejércitos enemigos; y los aliado» eran due- con ella se protegían mutuamente, y la Francia no era
ños del mundo, porque ya no podía disputarles su im- cómplice en esta paz, porque no se trataba de su utili-
perio. dad, sino de la familia que convenía á los aliados po-
ü ner en el truno. Este era un tratado con el que se que-
Yo estaba en Fontainebleau rodeado de una tropa ría ag-adar á todos, y el mejor modo de que la Fran-
fiel, pero poca numerosa. Aún hubiera podido probar cia se pudiese escusar de la mayor derrota que una Na-
con ella la suerte de los combates, porque era capaz de ción guerrera ha podido jamás experimentar.
ll líii llili acciones heroicas; pero la Francia hubiera pagado muy
i m caro el placer de esta venganza, adquiriendo el dere- Yo era prisionero, y esperaba ser tratado como tal;
cho de acusarme de sus males: y me sometí, porque no pero sea por la especie de respeto que inspira un anti-
quise que ella me imputase otra cosa que la gloria á guo guerrero, ó por el espíritu de generosidad que ha
que había elevado su nombre. dirigido esta revolución, me propusieron que escogiese
; ¡fe Me propusieron la abdicación, y conceptué que era un asilo. Los aliados me cedieron una isla y un título,
que consid raron tan nulo el uno como el otro. Me
una necedad, respecto á mis intereses, pues había ab-
v ';!¡.I> dicado desde el día que f u i batido; pero pudiendo ser- permitieron (y en esta parte su generosidad fué muy
•i l a ® ' noble) llevar en mi compañía un pequeño número de
vir esta fórmula algún día á mi hijo, no dudé en fir-
Si marla. aquellos soldados viejos que habían corrido conmigo
W» tantas fortunas, y algunos de aquellos hombres á quie-
Un partido numeroso deseaba que este niño subiese nes la desgracia no desalienta.
al trono para conservar la revolución con mi dinastía,
pero era imposible: los mismos aliados no podían esco- Separado de mi esposa y de mi hijo, contra todas
ger, y se veian obligados á colocar en él nuevamente las leyes divinas y humanas, me retiré á la isla de El-
á los Borbones. Cada uno se atribuía la gloria de ha- ba sin ninguna especie de proyecto para lo sucesivo.
¿i ber sido el móvil de su vuelta al trono, pero á nadie Quedé reducido á un mero espectador del siglo, pero
se debía sino á la necesidad, pues era una consecuen- sabía mejor que ningún otro, en que mano* iba á caer
cia inmediata de los principios porque se había com- la Europa: sabía además que ella sería conducida por
batido hacia veinte años. Cuando recibí la corona pu- acaso, y que ios eíVccos de este acaso podían volverme
se los derechos del trono bajo el amparo de los pue- á poner en juego. Sin embargo, la impotencia de con-
blos, y restituyéndola á los Borbones, la ponía bajo la tribuir á él me impedía formar planes, viviendo en la
protección de los soldados dichosos. Este era el único hisforiacorao un extranjero, pero la marcha de los acon-
modo de estinguir para siempre el fuego revoluciona- tecimientos se precipitó más que loque yo creía, y me
sorprendieron en mi retiro. Recibía los diarios que me dad, dejó el Rey que se dividiesen entre todos los par-
Jtl instruían del pormayor de los negocios, y al través de tidos que llevaban su nombre, y en lugar de ser el Jefe
I sus mentiras procuré conocer ei verdadero espíritu de del Estado, se dejó constituir e*n Jefe del partido. To-
las cosas. do tomó en Francia un color faccioso, y se estableció
Me pareció que el Rey había descubierto el secreto la anarquía.
de nuestro siglo, conociendo que la mayoría de la Desde entonces no hubo más que inconsecuencia y
Francia quería la revolución: que sabía por la espe- contradicción en todo el sistema de 1a corte, desmin-
riencia de veinte y cinco años que su partido era muy tiendo las obras á las palabras, porque en el fondo del
.«** " " w débil para resistir á la mayoría que acaba siempre por corazón se quería otra cosa diversa de la que existía. El
dar la ley; siendo indispensable para reinar que lo hi- Rey habia formado una Constitución para impedir
ciese de acuerdo con la misma, és decir, con la revolu- que se la formase el pueblo, pero era evidente que pa-
1 ción, y que para no ser revolucionario, rehiciese de
nuevo dicha revolución en fuerzas del derecho divino
sado el primer momento esperaban los realistas des-
truirla paso á paso, porque no les acomodaba.
que le estaba conferido. Solo se colocaron piedras angulares en el edificio
m Esta idea era ingeniosa, pues hacía á los Borbones del gobierno: se restableció la nobleza; pero no habién-
, n revolucionarios con seguridad de conciencia, y á los doseledado ni prerrogativas ni poder, no era Democrá-
revolucionarios realistas, conservando sus intereses y tica porque era exclusiva, n i Aristocrática porque na-
opiniones. N o debía pi es haber más que un corazón da suponía en el Estado, de suerte que se había hecho
y un alma en la Nación, y esto era lo que se repetía, un mal servicio á la nobleza restituyéndola sobre este
23» pie, pues siendo ofensiva al pueblo se le dejaba espues-
t" pero no lo cierto
ta sin darle armas para defenderse, y esta era una con-

ts
Sin embargo, se sacaba tanto fruto de esta combina-
1 ción, que la Francia, bajo su régimen, hubiera floreci- tradicción que debía atraer continuos choques.
Se quiso restablecer el estado eclesiástico, pero se es-
do en pocos años, y el Rey hubiera resuelto con solo

¡ sr
un rasgo de su pluma el problema porque yo había
combatido veinte años, puesto que establecida la nue-
va economía política en Francia, la hacía reconocer
cogió un obispo secularizado, para reparar el trono y
el altar; se pretendió hacer olvidar la revolución, y re-
sucitaron sus cenizas: se quería poner en movimiento
sin contestación en toda la Europa. Ninguna otra co- la revolución del año de 89 con los realistas, y la con-
sa le faltaba para conseguirlo que el saberse gobernar. tra revolución del 31 de Marzo con los ex-constitucio-
Para llevar á efecto esta grande obra, el Rey había nales, pero en ambas cosas obraron desacertadamente,
formado una Constitución, fundada en los mismos porque no se hacen revoluciones sino con hombres que

principios que lo están todas las demás, y que era ex- nacen con ellas, y por esta razón el Rey no debió ha-
celente, porque lo son todas cuando se ponen en eje- berse servido sino de jóvenes de veinte años: se preten-
cución; pero como las constituciones no son más que día sostener la revolución; y se envilecían sus institu-
hojas de papel, no tienen otro valor que el que les da la ciones, desanimando de este modo el cuerpo de la Na-
autoridad que se encarga de defenderlas, y en parte al- ción que se había criado con ellas, y acostumbrado á
guna de Francia existía esta autoridad. En lugar de respetarlas.
reunirse en las solas manos que tenían su responsabili- Conservaban mis soldados porque les tenían miedo
y se les pasaba revista por gente que hablaba de glo- dados estaban mal vestidos porque no habia tenido
ria, solo por haber saludado á los Cosacos. con qué equiparlos, pero eran de corazones intrépi-
Nadie tenia confianza en lo que existia, porque en dos.
ninguna parte se veía un punto de apoyo. N o lo había Mis preparativos no duraron mucho porque solo lle-
en los intereses porque se hallaban comprometidos;ni vaba armas, y opinaba que los franceses nos provee-
en las opiniones, porque estaban en eontinuo choque; rían de todo. Ei coronel inglés que me custodiaba ha-
ni en la fuerza, porque 110 había á la cabeza de los ne- bía pasado á divertirse á Liorna, y me hice á la vela
gocios ni brazos, ni voluntad. con buen viento.
Yo estaba bastante bien informado de lo que pasa- Nuestra pequeña ilota no padeció accidente alguno
ba en el Congreso de Viena donde se divertían en ri- durando la travesía solo cinco días, al cabo délos cua-
dicularizarm •. Supe á tiempo que los ministros de les volví á ver las costas de Francia, cerca de la mis-
Fiancia habían decidido al Congreso á sacarme de la ma playa donde habín tomado tierra quince años an-
isla de Elba para desterrarme á la de Santa Elena, y tes, á mi vuelta de Egipto.
me costó mucho trabajo el creer que el Emperador de La fortuna parecía soureírsenie como antes, y como
Rusia hubiese consentido tan pronto en faltar á la fé, antes, volvía á aquel país de gloria para restablecer
de los tratados, pues hice siempre mucho aprecio de sus águilas y hacerlo independiente.
su carácter; más convencido de la certeza, pensé en el Desembarqué sin obstáculo, y me restituía á Fran-
modo de substraerme de la suerteá que se me destinaba. cia desgraciado. Mi comitiva consistía en un pequeño
Mis débiles medios de defensa bien pronto hubieran número de amigos y hermanos de armas que habían
sido destruidos, y por eso debía probar el modo de ad- participado conmigo de la fortuna y la desgracia; pe-
quirirlos mayores, para hacerme por segunda vez temi- ro este era un nuevo motivo para adquirirse el respeto
ble ñl enemigo. y el amor de los franceses.
La Francia no tenía confianza algnna en su gobier- Yo no tenía plan determinado porque solo poseía
no: el gobierno tampoco la tenía en la Francia. La datos muy vagos sobre el estado de las cosas. Aguar-
Nación conocía que sus intereses no eran los del tro- daba mi decisión de los acaecimientos, y solo había to-
no, y que los del trono tampoco eran los suyos; sien- mado algunos partidos para los casos probables,
do aquella una mutua traición que debería perder al Solo tenia un camino que seguir porque me faltaba
uno ó al otro. Era ya tiempo de prevenirla, y conce- punto de apoyo. Grenoble era la plaza fuerte más ve-
bí un proyecto que parecerá atrevido, pero que en rea- cina, y marchó hácia ella con la brevedad posible, por-
lidad era muy puesto en razón. que quería saber á qué atenerme acerca de mi empre-
Pensaba volver á ocupar el trono de la Francia. Por sa. La acogida que tuve en mi marcha superó mis
débiles que fuesen mis fuerzas eran mayores que las de esperanzas, confirmando mi proyecto, y observé que
los realistas, porque tenía p o r aliado el honor de la la parte del pueblo que no so había corrompido por
patria, que jamas se extingue en el corazón de los fran- pasiones ni por intereses, conservaba un carácter vo-
ceses. ronil, al cual ofendía la humillación.
Confiado en este apoyo pasé revista á la pequeña Descubrí al fin la primera tropa que dirigieron
tropa á quien destinaba tan grande empresa. Lossol- contra mi; eran soldados míos y me adelanté sin te-
Jamás el todo de una nación se ha e'spuesto á situa-
mor (tan seguro estaba de que no se atreverían á ha- ción más peligrosa, con tanto abandono é intrepidez,
cerme fuego). Ellos volvían á ver á su Emperador sin calcular ni el peligro ni las consecuencias. El amor
marchando á la cabeza de aquellos antiguos maestros á la independencia inflamó á aquel pueblo, que la his-
de la guerra, que tantas veces les trazaron el camino toria colocará con prelación á los demás.
de los combates. Yo había rehusado la paz que me ofrecían en Chaii-
Yo era todavía el mismo, puesto que les llevaba la llon, porque estaba sobre el trono de Francia y me ha-
independencia con mis águilas. cía descender mucho; pero podía admitir la que acor-
¿Quién no hubiera creído que los soldados france- daron á los Borbones, porque venía de la isla de Elva.
cea titubearían un momento entre los juramentos pres- y se puede uno detener al elevarse, y jamás cuando
tados de oficio bajo las banderas del extranjero, y la desciende.
fé que habían jurado á aquel que venía á libertar á la Crei que la Europa asombrada de mi vuelta y de la
patria? El pueblo y los soldados me recibieron con energía del pueblo francés, temería dar principio á la
las mismas aclamaciones de alegría. Yo no tuve otro guerra con una nación cuya temeridad veía, y con un
obsequio que estas aclamaciones, pero ellas valían más hombre cuyo carácter por sí solo, era más fuerte que
que los mejores aparatos, porque me prometián el todos sus ejércitos.
trono. Hubiera sucedido así si el Congreso se hubiese di-
Esperaba hallar alguna resistencia de parte de los suelto, y hubiésemos tratado uno á uno con los Sobera-
realistas, pero me equivoqué: no me opusieron alguna nos; pero su amor propio se acaloró porque estaban
y entré en París sin verlos, como no fuese en las ven- unidos, y fueron inútiles mis esfuerzos para mantener
tauas. Nunca empresa más temeraria en la apariencia la paz.
costó menos trabajo en su ejecución, y fué porque es- Yo debiera haber previsto es'e resultado. v_aprove-
taba conforme con el voto de la Nación, y porque to- char el primer ímpetuo de! pueblo, para acreditar has-
do se hace fácil cuando se sigue una opinión. ta qué punto éramos respetables, y el enemigo hubie-
La revolución terminó en veinte días sin haber cos- ra temblado de nuestro atrevimiento, cuando por el
tado una sola gota de sangre. La Francia cambió de contrario no vió otra cosa que la debilidad de mi in-
aspecto, y los realistas ocurrieron á pedir socorro á decisión; y tenía razón, porque yo no obraba ya según
los aliados. La Nación vuelta en sí recobró su vigor. mi carácter. Mi actitud pacífica adormeció á la Nación
E r a libre, pues acababa de hacer colocándome en el dejándola creer que era posible la paz. Desde enton-
trono, el acto más grande de espontaneidad que per- ces se perdió mi sistema de defensa, porque los medios
tenece á los pueblos. Yo no me encontraba en aque- de oposición eran inferiores á los riesgos.
lla situación si no por su elección, pues no la hubiera Eva necesario principiar de nuevo la revolución pa
conquistado con mis seiscientos soldados. Ella no me ra adquirir los recursos que ella ofrece. Era indispen-
temía ya como Príncipe, sino me amaba como su sal- sable excitar todas las pasiones para aprovecharme
vador. El tamaño de mi empresa había hecho desa- de su ceguedad, sin lo cual n o podía salvar la Fran-
parecer mis infortunios, y me había restituido la con- cia
fianza de los franceses, siendo de nuevo la persona es-
Yo hubiera podido arreglar esta segunda revolución
cogida por ellos.
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en los mismos términos que la primera; pero jamás he les había dejado sus bienes y sus empleos, y venían co-
apreciado las conmociones populares, porque no hay mo aventureros á arriesgarlos de nuevo conmigo, prin-
brida que las detenga, y me engañé creyendo que se cipiando su carrera, y por poco amor que tuviesen á la
podían defender las Termopilas, cargando las armas vida, nadie gusta pasarla dos veces: esto es mucho exi-
en doce tiempos. gir de la naturaleza humana.
Quise sin embargo hacer una parte de esta revolu- Partí para el cuartel general, solo contra todo el
a mm ción, como si hubiera dudado que nada valen las cosas mundo, y probé á combatirlo. La victoria nos favore-
-H h ljipi ció el primer día, pero nos engañó al siguiente. Fui-
á medias. Ofrecí á la Nación su libertad porque se que-
jaba de haberla perdido bajo mi primer reinado, y es- mos vecidos, y la gloria de nuestras armas vino á mo-
ta libertad produjo su efecto ordinario, pues dió á las rir en los mismos campos donde había nacido veinte
palabras el valor de las acciones. La clase imperial se y tres años antes.
disgustó porque destruía el sisteman á que estaban uni- Hubiera podido defenderme todavía, porque mis
dos sus intereses. El cuerpo de la Nación se manifestó soldados no me hubieran abandonado, pero no se que-
indiferente porque apreciaba poco la libertad, y los Re- ría otra cosa que mi persona. Pedían á los franceses
I1KÍ
SI publicanos deseo:.liaban de mi proceder, porque no
era conforme con el que hasta entonces me habían ob-
que me entregasen á los enemigos, y esto era pedirles
una bajeza para obligarlos á batirse. Yo no valía
• I—IP»! --
•»•(•Xl
servad o. tanto sacrificio, y debía hacer demisión, 110 quedán-
De este modo estableci yo mismo la desunión en el dome tampoco otro partido que abrazar. Decidido
Estado. Bien lo conocí, pero contaba con la guerra pa- á entregarme al enemigo esperaba que se contenta-
; mk ra arreglarlo. La Francia acababa de levantarse con rían con los rehenes que iba á depositar en sus ma-
tanta valentía; había manifestado tanto menosprecio nos, y que pondrían la corona en las sienes de mi
i$p por lo futuro: su causa era tan justa (puosto que era hijo.
el derecho más sagrado de las naciones) que yo espe- Era imposible colocar á este niño sobre el trono en
í'a raba ver tomar las armas á todo el pueblo por un 1814, pero la cosa me parecía conveniente en 1815.
as solo grito de honor y de indignación; pero ya era No digo los motivos: quizá el tiempo los descu-
Ü-; tarde. brirá.
Conocía el peligro de mi posición; medía el ataque _No dejé la Francia hasta que el enemigo se acer
y la defensa, y observé que 110 guardaban proporción. có al sitio de mi retiro. Mientras no hubo más que
Principié á desconfiar de mis recursos; pero no era el franceses alrededor de mi, quise permanecer en medio
momento de decirlo. Por un acci.lente desgraciado me de ellos solo v desarmado, siendo esta la última prue-
puse enfermo al aproximarse la última crisis. Me halla- ba que podía ofrecerles de confianza y afecto, y el
ba con el alma despedazada en un cuerpo mortifi- gran testimonio que daba de su lealtad á la faz del
cado. inundo.
Los ejércitos se acercaban. E n el mió había volun- La Francia respetó en mi la desgracia hasta el
tad y entusiasmo en el soldado, pero no en los Jefes momento en que dejé para siempre sus riberas. Hu-
que estaban fatigados, eran viejos, habían servido mu- biera podido pasar á Améiica, y llevar mi derrota
cho en la guerra, y tenían terrenos y palacios. El Rey al nuevo mundo; pero después de haber reinado en
Francia, no debía envilecer su ¡roño buscando otra
gl
Prisionero en otro hemisferio, nada tengo que de-
fender sino la reputación que la historia me prepa-
ra. Ella dirá que un hombre á cuyo favor se decla-
ró todo un pueblo, no debe ser tan escaso de mé-
rito como lo pietenden sus contemporáneos.
Francia, no debía envilecer su trono buscando otra
gl
Prisionero en otro hemisferio, nada tengo que de-
fender sino la reputación que la historia me prepa-
ra. Ella dirá que un hombre á cuyo favor se decla-
ró todo un pueblo, no debe ser tan escaso de mé-
rito como lo pietenden sus contemporáneos.
F E D E R I C O B A L A R T

DOLORES
H

CON PROLOGO D E

IMI. L. PORTUGAL

EDITOR
PROLOGO

Propiedad asegurada conforme á la ley

No, n o es u n p r ó l o g o , t e m e r i d a d s e r i a p r o l o g a r
el a d m i r a b l e l i b r o d e B a l a r t . ¿Quién pretende
f o r m a r u n marco, por m á s que sea o b r a d e divi-
n o o r í f i c e , al s u b l i m e cuadro del crepúsculo?
«Dolores» es la cristalización de u n a a l m a , cris-
talización h e c h a lágrim;: á lágrima como la blan-
c a y firme e s t a l a c t i t a g o t a agota.
E s t e a r t i c u l o e s i m p r e s i o n i s t a : en él e s t á n e x -
FONDO HISTORICO p r e s a d o s t o d o s los s e n t i m i e n t o s , t o d a s l a s s e n s a -
RICARDO COVARRUBIAS c i o n e s , t o d a s l a s i d e a s , t o d a s las a r m o n í a s q u e e n
mi despertaron á su lectura.
«¡Dolores!» y q u é b i e n c u a d r a el n o m b r e d é l a n o h a d e p o s i t a d o s o b r e l a t u m b a de u a a espe-
m u e r t a e t e r n a m e n t e a m a d a , á la colección de r a n z a la p a s i o n a r i a d e s u s dolores? ¿Quién a l re-
p o e s í a s q u e f o r m a n el y a f a m o s o l i b r o , c a d a u n a c o r r e r las p á g i n a s d e l h e r m o s o l i b r o de Baiart,
d e e l l a s e s c o m o u n p é t a l o de u n a flor b l a n c a y n o h a s e n t i d o q u e e l l l a n t o i n t e r n o , esas l á g r i m a s
triste, reunidas componen esa azucena purísima, q u e n o s a l e n á los ojos, p e r o q u e b a j a n e n silen-
n a c i d a a l b o r d e d e u n s e p u l c r o , a l i m e n t a d a con cio al fondo del c o r a z ó n , descienden en secreto,
u n i n m e n s o d o l o r , y q u e d e r r a m a r á s i e m p r e el a c o m p a ñ a n d o e l d u e l o d e l p o e t a , a p l a u s o el m á s
p e r f u m e de u n a t r i s t e z a i n f i n i t a . s i n c e r o y el m á s c a l l a d o , ese q u e n o r e s u e n a
L a o b r a l l a m a d e s d e l u e g o l a a t e n c i ó n p o r su porque no h a l l a r í a ritmo p a r a manifestarse, que
u n i d a d y p o r s u s e n c i l l e z y la c r í t i c a se d e t i e n e n a d i e lo e s c u c h a , p e r o q u e b e n d i c e a l q u e c a n t ó
p o r q u e los g r a n d e s d o l o r e s i m p o n e n silencio. la d o l i e n t e e s t r o f a .
L a l i r a de F e d e r i c o B a i a r t h a l a n z a d o en la L o s q u e e s g r i m í s la e s p a d a d e l a c r í t i c a n o lle-
armonía poética de este momento literario una g u é i s á a b r i r e l l i b r o , él es u n a p i s c i n a s a n t a á
n o t a e x c e p c i o n a l , l a q u e p a r t e del f o n d o d e l co- d o n d e v a n á b e b e r l o s q u e s u f r e n , él es b e l l e z a
r a z ó n ; l a q u e v i b r a e n los l a b i o s y n o p a s a p o r p o r q u e es todo t e r n u r a y s e n t i m i e n t o , p o r q u e
el c e r e b r o ; l a q u e se c o n d e n s a e n u n a g o t a de es el g r i t o , n o d e l a desesperación que blasfe-
l l a n t o , y no e n la b u r b u j a d e oro d e la f r a s e bri- m a , sino d e l a n o s t a l g i a d e u n a a l m a , n o s t a l g i a
l l a n t e ; la q u e t r a d u c e el d o l o r h u m a n o y g o l p e a q u e c a n t a e n e l a c o r d e del g e m i d o , sollozo de!
i e n c a d a c o r a z ó n ; la q u e d e s p i e r t a e n el r e c u e r - que sufre, eco de plegaria, b a l a d a tristísima del
do u n dolor p a r e c i d o ; l a q u e v i e n e á d e c i r l e á que sueña, m i s e r e r e del que llora desde la cár-
nuestros duelos: llorad conmigo. c e l d e l a v i d a e n v i a n d o h a s t a u l t r a t u m b a el p e r -
L a «María» d e I s a c c , e s e s u p r e m o idilio, h i e r e f u m e d e u n a m o r q u e n o a p a g ó l a d i s t a n c i a ni
el a l m a : p o r q u e el d o l o r d e E f r a i n lo h e m o s sen- la m u e r t e .
t i d o a n t e s , y la t r i s t e z a l a t e n t e se d e s p i e r t a , se N u n c a p o d r í a r e p e t i r s e c o n m a y o r v e r d a d lo
a v i v a y gime con aquella otra tristeza pálida y q u e no h a m u c h o d e c í a B o l e t P e r a z a "toda be-
casta.. Con « D o l o r e s » p a s a o t r o t a n t o . ¿Quién lleza t i e n e a l m a , l l á m e s e l a i d e a ó l l á m e s e l a sen-
I X
VIII

timiento-" " D o l o r e s " t i e n e dos a l m a s ; l a d e la r a de él l a d u d a y p a r e c e q u e d e l á n f o r a d e l v e r -


m u e r t a q u e p a l p i t a e n e l a m o r del v i v o y la d e so v a á s u r g i r .
é s t e q u e quedó en a q u e l l a s páginas. P a r e c e q u e " Una adelfa purpúrea: la blasfemia"
e l p o e t a v a c i ó e n el á n f o r a d e l i c a d a d e s u s v e r - L u e g o el c r e y e n t e se l e v a n t a c o n el e s c u d o d e
sos, el a l m a e n t e r a , d e s a f í o e n q u e v e n c i ó á la la f é y e n t o n c e s a r o m a el v a s o d e l r i t m o ,
muerte, revancha sublime. Allí s o b r e el f o n d o "Una azucena Manca-, la plegaria"
obscuro de sus tristezas v i v i r á n sus versos bri- Balart no p e r t e n e c e á n i n g u n o d e esos grupos
llando como lágrimas de plata en n e g r o tercio- que h a n formado escuela llamándose decadentis-
p e l o q u e c u b r e u n a t a ú d , allí, r e p i t o , se e s t r e c h a - tas, la última escuela q u e la e s t r a v a g a n c i a lite-
r á n e t e r n a m e n t e l a s a l m a s del p o e t a y d e l a a u . r a r i a h a f o r m a d o e n A l e m a n i a P o e t a s fin de siclt
s e n t e . E n s u i m p o t e n c i a la s i l e n c i o s a segadora que no i r á n más allá de las f r o n t e r a s del q u e v e .
s e d e t e n d r á a n t e el m o n u m e n t o l e v a n t a d o p o r el mos que termina.
bardo á su a m a d a , m o n u m e n t o , escrito hecho Podría citar las bellezas de este poema del
ritmo, acorde, elegía, m o n u m e n t o de aquellos amor y del sufrimiento y s u s defectos, que en mi
^ue perduran. h u m i l d e c o n c e p t o t a m b i é n los t i e n e ; p e r o ¿ p a r a
q u é si e l l e c t o r q u e t i e n e y a e n s u s m a n o s este
L a i n s p i r a c i ó n d e B a l a r t n o se d e b i l i t a e n esa
libro v a á c o n o c e r u n a s y otros?
l u c h a e n q u e l a m a y o r p a r t e d e los p o e t a s se
e m p e ñ a n hoy, b u s c a n d o la forma m á s ó menos "Dolores" ha v e n i d o á d e m o s t r a r q u e en este
g a l l a r d a , pero siempre novísima; el a u t o r de p e r í o d o del e g o í s m o y de l a m e n t i r a h a s t a e n el
" D o l o r e s " n o e s el m o s a í s t a e m p e ñ a d o e n la l a b o r arte, h a y corazones q u e sienten con toda lapure-
p r i s m á t i c a , e n e l e s c a r c e o d e l a f r a s e , e n el pu- zadel a m o r n u n c a e x t i n t o y q u e no es preciso
limento cansado del vocablo; á Balart, p a r a llo- el e s f u e r z o c e r e b r a l g a s t a d o e n la o b r a d e j a -
r a r su d o l o r , l e h u b i e r a b a s t a d o , el c a n t o del p o n i s m o , n i el e p í t e t o e x t r a v a g a n t e , n i el p e n s a -
rapsodista griego antes de Homero. miento vestido de falsos arreos, p a r a producir
u n a o b r a h e r m o s a . L e e d , l e e d el p o e m a y s e n t i -
L a poesía de B a l a r t es sentimiento y por ende
réis como yo h e sentido. No es el c a n t o q u e es-
reflejo d e u n e s t a d o d e á n i m o . A v e c e s se a p o d e -
c u c h a m o s a l p a s a r p o r el b o s q u e en e l q u e el a v e
d i c e el t r i n o d e sus a m o r e s ; e s l a q u e j a d e l a tór"
tola v i u d a que'llora j u n t o al nido abandonado'
q u e j a q u e 110 se d e t i e n e e n el oído, q u e p e n e t r a y
b a j a hasta las profundidades del corazón, donde
s e c r i s t a l i z a n los d o l o r e s y s e e l a b o r a n l a s l á g r i "
mas.
" D o l o r e s " e s el g r i t o d e u n a a l m a , p o r eso es AL LECTOR
g r a n d e ; " D o l o r e s " e s s e n t i m i e n t o , p o r eso es be-
l l o ; " D o l o r e s " es dolor, p o r e s o v i v i r á siempre.

MANUEL LARRAÑAGA PORTUGAL.

Este libro, que al raímelo lanzado veo,


Lector, contra el torrente de mi deseo,
Por más que hoy tu mirada sobre él irradie,
Para tí no se ha escrito.—¡Ni para nadie!
Exudación de un alma de angustia llena,
La materia y la forma le dió una pena.
En sus versos, desnudos de gala y arte.
Ni voluntad ni esfuerzo tuvieron parte:
Lágrimas son que turbias se aglomeraron,
Que en informes, estrofas se coagularon,
1" en una alma nacieron que el duelo enlu fia,
Como la estalactita nace en la gruta.
1 o, que en densa tiniebla desparecido
Soy un triste habitante del triste olvido,
Mis canciones dejaba sonar á solas ¡Bajo el cielo estrellado no hay nada nuevo!
Como en playa desierta suenan las olas. El volcán siempre arroja la misma lava:
Al pié de árbol estéril, hojas caídas, Hoy pensamos lo mismo que J o b pensaba,
Entre el polvo rodaron desconocidas. Porque, bajo el azote de suerte impía,
Hoy, que contra mi gusto las lanzo al viento, Hoy sentimos lo mismo que J o b sentía:
Tales como las hallo te las presento. A más crudas desgracias, penas más crudas,
La corrección mezquina, meticulosa, ¡Y, á mayores problemas, mayores dudas!
Que los versos ti veces convierte en prosa, Y, siendo igual el fondo del sentimiento,
Si tersura les presta, verdad les quita: ¿No lo han de ser las formas del pensamiento?
¿Quién corrige, quién pule la estalactita? jAy! desde Adán, el hombre siempre ha tenido
I.o que en su masa tosca puede agradarte Para iguales dolores igual gemido:
Es ver cómo espontánea creció mi arte; En placeres y penas, por varios modos,
Y de ese crecimiento pierdes la norma Nada es tuyo ni mío; ¡todo es de todos!
Cuando á la estalactita quitas su forma. Cuando Mayo los campos cubre de flores,
Si este libro robarte logra un momento, Cantan la misma endecha los ruiseñores;
Sólo ha de ser en gracia del sentimiento; Pero, aunque confundidas en un lamento,
•Sentimiento que es siempre, de varios modos, Cada voz se distingue por el acento.
•Si en cada cual distinto, común á todos. Catedral cordobesa, que, si hoy bendita.
En la roca pendiente sobre el abismo, De otro Dios y otro culto fuiste mezquita:
Cruza el hombre los brazos y entra en sí mismo Entre cuantas columnas te hacen preciada
Y duda, al ver el alma y al ver el mundo, Para tí ni una sola fué cincelada.
Cuál de los dos abismos es más profundo; Pero, si en sus robustos fustes gigantes
Mas siempre halla en el fondo de entrambos huecos. Otros cien edificios pasaron antes,
Para iguales gemidos, iguales ecos. Hoy que en ellos descansa?, di, ¿quién te quita
Desde que el mundo es mundo, con varios nombres Tu original belleza, noble mezquita?
Iguales desventuras lloran los hombres. En la flor de los campos, blanca ó bermeja.
Ya J o b llevó la carga que yo ahora llevo: Delicados aromas bebe la abeja;
— 4—

Pero el licor sabroso que el panal mana


No es romero, tomillo ni mejorana:
El dulzor que en el labio la miel nos deja-
Es algo que tan sólo le da la, abeja.
Yo no aspiro á que ensalces mi fantasía,
Lector, á mí me basta tu simpatía; PRELUDIO
Y en ella sin temores el alma espera,
Que no hay voz despreciada cuando es sincera.
Todo ajeno gemido vibra en nosotros;
Los unos padecemos lo que los otro?;
Yo te bañé con mi llanto,
No se pierden los ayes en el vacío:
Yo te abrí la obscura caja,
¡Mi dolor siempre es tuyo, y el tuyo ec mío!
Y, dominando mi espanto,
Yo te vestí la mortaja:
Blanca toca y negro manto.
Tu cuerpo cubrí de flores,
Y te ceñí por corona
(¡Postrer don de mis amores!)
El velo de tu Patrón a
La Yirgen de los Dolores.
Después, en mi fiebre amante,
J u n t o á tí me arrodillé,
Y convulso y delirante,
Sobre tu yerto semblante
La cabeza recliné.
Y, abismado en el dolor,
Seis horas pasé mortales
Y , en esta lenia agonía,
Hablan dote de mi amor,
La mitad del alma mía
A l trémulo resplandor
Llora por la otra mitad.
De los cirios funerales.
El sentido al fin perdí; Fija la vista en el suelo,
Y, sin que yo lo advirtiera, Largo tiempo te llamé
Alguien me arrancó de allí: Con amargo desconsuelo:
¡Muriera yo junto á tí, Hoy sé que estás en el cielo;
Primero que en mí volviera. ¡Y en el cielo te hallaré!
¿Qué sentí?—Lo que, abatida Dios, que mira mi aflicción,
Por la zarpa del león, Cuando en la noche callada
Sentirá la cierva herida; A El levanto mi oración,
Lo que la garza, oprimida Con su palabra sagrada
P o r la garra del halcón. Se lo dice al corazón.
Algo que no es vil excusa
Y estas tiernas emociones
Isi santa conformidad;
Y dulces melancolías,
Que ni asiente ni rehusa;
Oi igeu de mis canciones,
¡ Horrible mezcla confusa
¿Qué son sino inspiraciones
De estupor y de ansiedad!
Que tú del ciclo me envías?
P o r salir de aquel estado Obra tuya debe ser
Pugnaba con vano empeño Este cambio singular
Pensando que era soñado: Que no acierto á comprender:
¡Un año entero ha pasado, Yo nunca supe cantar,
Y aún me parece que es sueño! Y ahora canto sin saber.
*
Canciones de triste acento,
Siempre regadas de llanto;
Desde aquel amargo día
Porque, en hondo abatimiento,
Yivo en triste soledad;
Los sollozos son mi canto, Ni tongo más que una pena,
La muerte mi pensamiento; Ni sé más que una canción.
Que, como es dura mi suerte Querella de mi agonía,
Y abrigo la convicción Conforme sale de mí
De que en la gloria he de verte, A tí mi dolor la envía:
Sólo pensando en la muerte ¡Oyela tú, vida mía,
Se me ensancha el corazón. Porque es toda para til

JULIO DE 1880.

Aquel ruiseñor sin nido


Que vaga por la pradera
Conturbado y dolorido
Con el recuerdo querido
De su pobre compañera,
Cuando al fin el canto agota,
Sobre una rama sin flor
Que el cierzo iracundo azota
Repite una sola nota,
Eco de un solo dolor.
Así yo que, sin ventura,
Con el alma destrozada

Y envuelto en tiniebla obscura,


Llevo hasta el fondo apurada
La copa de la amargura,
En la horrible turbación
Que me oprime el corazón
Y la mente me enajena,
P a r a dos fué labrada—¡tú lo sabes!—
P a r a dos fué labrada!
Aún la mitad, Señor, está vacía,
Y un cadáver me espera:
¡Logre, logre su ansiada compañía
Mi pobre compañera!
Cuando en la triste noche el viento azota
PRIMEE LAMENTO- Los árboles desnudos,
Y la lluvia desciende gota á gota
Sobre los campos mudos,
Allá vuela mi mente enamorada,
Allá vuela afanosa,
¡No puedo más! El llauto reprimido Buscando á la que sola y olvidada
Y a hirviendo me sofoca: Bajo el mármol reposa.
Cuatro meses la queja he contenido, Desde que ella partió, sordo mi oido,

Con el puño en la boca. Ciegos están mis ojos,


Y mi lecho, que ayer de amor fué nido,
¡No puedo más! Perdona, Dios clemente, Y a es tálamo de abrojos.
Perdona si te agravio
¡No puedo más, Señor! Niebla sombría
Rompiendo al fin los diques al torrente
me impide verla y verte.
Que rebosa en mi labio. Manda nn rayo de luz á mi agonía,
Gimiendo me sorprende la mañana; ¡Y venga en él la muerte!
Gimiendo paso el día: La muerte, sí, la muerte es mi esperanza,
En sólo un pensamiento ¡oh Dios! se afana L a muerte redentora
Tenaz el alma mía. Que esta tormenta tornará en bonanza
Entre obscuros cipreses ven las aves Y esta noche en aurora.
TJna tumba ignorada:
1 Misericordia, oh Dios! ¡Cese esta guerra,
Cese este ardiente anhelo;
Que me aguarda un cadáver en la tierra
Y un ánima en el cielo!

2 8 OCTUBRE 1879.
S O L E I D - A - D

Cuando abatido dejo mi casa


Y al campo salgo, triste y sombrío,
Tal vez me quedo mirando al río,
Tal vez me quedo mirando al mar:
Como esa linfa que pasa y pasa,
Fueron mis dichas y mis venturas,
Como esas olas mis amarguras,
Que van y vienen sin descansar,
Mudo y absorto, solo y errante.
Ya en mí se cifra mi vida entera:
Nadie se cuida, nadie se entera
De los suspiros que al viento doy.
Ya no me queda ni un pecho amanto
Que con sus penas mis penas junte,
Ni un dulce labio que me pregunte
De dónde vengo ni á dónde voy.
Nfidie ve el duelo que mi alma llena;
Mis negras dudas á nadie fío;
Todas mis fuerzas embarga un frío
Que al fondo llega del corazón;
Y á solas paso mi amarga pena,
Y á solas vivo y á solas muero,
Como en la nieve muere el cordero
Que entre la zarza dejó el vellón.

De ir solos por la vida nos quejamos


A la contraria suerte:
Y solos nunca vamos;
Que, mientras por la vida caminamos,
Siguiendo nuestros pasos va la muerte.
— 17 -

Y él entonces me dijo:—¿Por qué triste


Siempre tu alma cobarde se acongoja?
¿Por qué al placer tu pecho se resiste
Cuando el cierzo despoja
Sañudo al árbol de su inútil hoja,
Y cuando Abiil de flor los campos viste?
Y yo le respondí:—Jamás en calma
Sonríe á las miserias de este mundo
Quien con tedio profundo
La duda y el dolor lleva en el alma.
P U N T O S D E V I S T A
Y él añadió:—Contempla la belleza,
Contempla la alegría
Con que el mundo renueva cada día
La madre universal Naturaleza.
Y yo:—Contra la duda no hay guarida:
La sombra por el cielo se extendía
El hombre que probó su amargo dejo,
Con resplandor escaso,
Mientras al cuerpo el alma lleva unida
Sereno y melancólico, en ocaso,
No vuelve á desplegar el entrecejo.
Iba muriendo el día;
En esa sucesión no interrumpida
Sobre el vago crepúsculo que huía,
Que un sér en otro sin cesar convierte,
Negra su forma recortaba el monte
Tú escuchas los alientos de la vida,
Cuyas cumbres enhiestas
Yo escucho las congojas de la muerte.
Dibujan con sus picos y sus crestas
La línea desigual del horizonte; Y él á mí:—La esperanza es luz del mundo;
Y entre la obscura sombra que caía En todo brilla su esplendor fecundo:
Y el monte que siniestro la esperaba, Mientras en las regiones del ocaso
Como una tumba, misteriosa y fría, Con ceño moribundo
La noche sobre el mundo se cerraba. Sepulta el sol su resplandor escaso
Que extinguiéndose va de loma en loma,
Tibio, dulce, tranquilo, paso á paso,
Nuevo fulgor por el oriente asoma,
Sus rayos extendiendo por la duna
Como blanco cendal en muelle cuna.—
Dijo, y miré.—Rayaba por oriente
Claro nimbo esplendente;
Y entre las sombras de la noche bruna
Subiendo silenciosa al horizonte,
EXEQUIAS
Sobre el valle y el monte
Su sudario de luz tendió la luna.

Si el cielo, de noche,
Me paro á mirar,
Tantas luces y tanto silencio
Me dan que pensar;
Y, al ver como callan
Tierra, viento y mar,
Me parece que el mundo es un muerto
Que van á enterrar.

/ mm g
Durará, lo que dure mi triste vida;
Dolor que, lento y sordo, pero tremendo,
Corazón y memoria me va royendo,
Desde la triste noche que, enajenado,
A la luz de unos cirios pasé á tu lado.

Seis meses han corrido desde aquel día:


R E S I G N A C I O N
¿Quién ya de tí se acuerda, Dolores mía!
Tu imagen se ha borrado como una sombra:
Nadie por tí pregunta, ¡nadie te nombra!
¿Qué resta de tu vida, pobre Dolores?
¿Qué de la dulce historia de mis amores?
*
¡Una pena que oculto como un misterio,
Y un nombre en una losa de un cementerio!
Llevo en un relicario colgado al cuello
Ya entre tu amor y el mío se eleva un muro.
Tu retrato y un rizo de tu cabello,
Todo en mi vida es triste, todo es obscuro.
Y, sobre esas reliquias de mis amores,
Tu voz, tu voz amada, de dulce acento,
La imágen de la Virgen de los Dolores.
Ya en mis tristes congojas no me da aliento;
Cuando en mis amarguras su auxilio imploro,
Tus ojos amorosos ya no me miran
A l pronunciar su nombre suspiro y lloro;
Ni tus labios de rosa por mí suspiran;
Porque es esa palabra, de encanto llena,
El nombre de mi esposa y el de mi pena. Y aquellos brazos¿bellos que me estrechaban,
¡De penas y de nombres harto sabía Y aquellas pobres manos que me halagaban,
Quien te dió el que llevabas, Dolores mía! Del nicho en el obscurofrecinto estrecho
De dolor traspasada cruzaste el mundo, Ya inmóviles se cruzan sobre tu pecho.
Y en mi pecho dejaste dolor profundo: De mis dichas, ¿qué"resta para memoria?
Dolor que, aquí en el fondo del alma herida, ¡Tu despojo en la tumba; tu alma en la gloria!
¿En la gloria!—¿Quién sabe lo que está escrito? No temo tu castigo: temo tu enojo;
¿Quién penetra el secreto del infinito! Y si en perpetuo luto y en llanto eterno
Puedo amarte y amarla, ¿qué es el infierno?
*
¡Oh! perdona, perdona si, allá en tu altura,
Te ofenden los lamentos de mi amargura;
Dios, que escuchas mi llanto, que ves mi duelo,
Y pues eres clemente, pues eres justo,
¡Llévame con mi esposa, llévame al cielo!
No se cumpla rui anhelo, sino tu gusto.
¡Juntíi nuestras dos almas, y redimidas,
Oye tan sólo el ruego de mi agonía:
En éxtasis eterno vivan unidas!
Perdona si te ofenden mis pensamientos; Si ha de perderse un alma, ¡toma la mía!
Perdona si te irrito con mis lamentos;
D I C I E M B R E DE 1870.
Perdona si. en la fuerza de mi amargura,
La exaltación del alma raya en locura.
Yo no sé lo que pienso n i lo que digo;
Pero yo te venero, yo te bendigo.
Yo escucharé obediente tu voz airada;
Yo besaré la mano que me anonada;
Pero si es que ignorantes tal vez caímos,
Si es ésta ¡oh Dios! la pena que merecimos,
Recuerda que mis pasos ella seguía
Y que, si hay eulpa en algo, la culpa es mía.
Ella quizá fué débil; pero fué buena:
¡Yo, que soy el culpado, sufra la pena!
Este ruego ferviente mi amor te envía:
Si ha de perderse un alma, ¡toma la mía!
Pero déjame al menos, Dios soberano,
Que, al recibir el golpe, bese tu mano.
Conozco tu clemencia, y á ella me acojo.
Y SQMBKA
A FEDERICO
Cuando en el pavimento la persiana.
Como listada piel de tigre hircana,
De sombra y luz solar tiende una alfombra,
Si en ella clavo con tesón la vista, Miño que al triste fulgor
Cambiando de tamaño cada lista, De mi estrella amortecida
Mientras mengua la luz, crece la sombra. Vas penetrando en la vida
Yo bien sé que, aunque siempre repetido, Por la senda del dolor;
Sólo es vana ilusión de mi sentido Que, angustiado cuando ves
Ese de sombra y luz efecto extraño: Mi tormento y mi martirio,
Yo bien sé que si aparto de él la vista, Vives mustio como un lirio
A l mirarlo de nuevo, cada lista Nacido al pie de un ciprés.
Recobra su figura y su tamaño.
Y con infantil piedad,
Pero es triste, muy triste Dios clemente,
Compartiendo mi agonía,
Que así también, cuando tenaz y ardiente
Ni aun buscas la compañía
Persigue el hombre la verdad desnuda,
De los niños de tu edad:
Si en los grandes problemas un momento
Cuando, en presencia de Dios
Fija con atención el pensamiento,
Que nos ve desde la cumbre,
Mientras mengua la fe crezca la duda.
A l dulce amor de la lumbre
Solos velamos los dos,
Y corren, sin que yo quiera,
Mis lágrimas silenciosas De la triste que al morir
Entre las ondas sedosas Te encomendó á mi ternura.
De tu rubia cabellera,
Crece, sí, mi dulce amor;
Y en mi agitado interior, Nada perturbe tu calma,
Con lucha terrible y muda, Que aún no tienes, niño, el alma
Combaten la fé y la duda, Templada por el dolor;
La esperanza y el temor, Ni puede querer tu mal
Aunque por tu edad ignoras La que, previendo mi duelo,
Lo duro de estas batallas, Me dejó para consuelo
Me ves silencioso, y callas; Tu sonrisa angelical.
Me sientes llorar, y lloras; Yida de bien tan avara
Y entonces, de uoa pasión Presta á tu infantil belleza
A otra pasión arrastrado, Una sombra de tristeza
Por dos fuerzas desgarrado Que más hermoso te para;
Se me parte el corazón. Mas ¡ay! me aterra pensar
Temblando, el llanto reprimo; Que mi constante amargura
E n mi congoja sombría, Puede aumentar tu hermosura
Miento frases de alegría Con la sombra de un pesar.
Y el labio en tu frente imprimo; En este ambiente nocivo

Que aunque mi aflicción es tanta Del dolor, que es mi elemento,

Y es tan acerbo mi mal, Por tí solamente aliento,

No han de ser ellos dogal Por tí solamente vivo;

De tu inocente garganta.
Y cuando, exaltado y loco,
Procurando tu ventura,
Toda esperanza perdida,
El voto debo cumplir
Juzgo imposible la vida
Y á voces la muerte invoco,
Pensando en tu porvenir
Siento en las arterias frío
¡Crece, crece, niño mió,
Porque pueda yo morir!

D I C I E M B R E DE 1879

Para Dios no hay eventos, no hay acasos:


Antes que el giro de la azul esfera-
L a eternidad á tiempo redujera,
Contó mis horas y midió mis pasos.
El mal y el bien me brindan con sus vasos,
Y esquivarlos en vano el alma espera,
Que de mi vida la fatal carrera
Mutaciones no admite ni retrasos.
Anterior á mi ser es mi destino;
Tasadas mis acciones ab alterno;
Fija la suerte, ineluctable el sino:

¡Y aún suponen que un Dios piadoso y tierno


Puede abrir al final de mi camino
La cima tenebrosa del infierno!
Hoy, al fin de mi jornada,
Al contemplarme y al verme
Débil, apocado, inerme
Contra la suerte fatal,
Por no conocerme tal
No quisiera conocerme.
Desde que mi bien perdí
A . I s T S I B X ) A . r ) Con lucha implacable y rauda
La certidumbre y la duda
Batallando están en mí:
Ni creo lo que creí,
Por no conocerme asi.
No quisiera conocerme, Ni niego lo que negué;
BOSCÁN Y, examinando el por qué
De cuanto temo y deseo,
De tan largo padecer:
Todas las sendas tanteo
De tan continuo penar,
.Imbécil me he de tornar Y en ninguna siento el pie.
O loco me he de volver: ¡ Feliz, feliz el creyente
Trastornado está mi sér Que espera, firme y entero,
Desde que mi amor perdí; En un Dios justo y severo
Y es tanto el mal que sufrí, O en un Dios dulce y clemente!
Tanto el que sufriendo estoy, Mas iay de aquel que impaciente
Que no encuentro en lo que soy Sondea la eternidad,
Ni sombra de lo que fui. Y en vaga perplejidad,
Cuando tiendo la mirada Jamás el ánimo inclina
Por los años de mi vida, Ni á la justicia divina
De hallarse tan abatida Ni á la divina bondad!
Llora el alma sonrojada: Para el que no osa creer,
Es la eternidad baldía Consternado miro al ciclo
Un interminable día Cuando nombro á la que amé
Sin mañana y sin ayer;
En vano la Religión
Noche fué su amanecer,
Me manda, con ceño airado,
Y en su horizonte sombrío,
Que olvidando lo pasado
Negro recorre el vacío
Procure mi|salvación;
Un sol que, entre opacas nieblas,
Que negocie mi perdón,
Rayos lanza de tinieblas
Y que, aplicando al veneno
Y ondas esparce de frío,
Que oculto llevo en el seno
Pero aquel que, en su impiedad, La triaca que me den,
A la negación se aferra, Agencie mi propio bien
Del animo al fin destierra Sin pensar en el ajeno. •
Duda, temor y ansiedad: ¡Traición fuera, vil traición,
El admite una verdad, Olvidar, falto de brio,
¡Triste verdad, bien lo sé!
A la que por mí, Dios mío,
Mas para el alma que fué
Arriesgó mi salvación!
Presa de cobarde anhelo,
En indisoluble unión,
Cualquier creencia es consuelo:
Almas que supo juntar
¡La fe en la nada aún es fe!
Al pie de tu propio altar
Yo, como el agua que llueve
Amor trocado en deber,
Corre esparcida sin cauce,
¡O juntas se han de perder,
Como la rama del sauce
O juntas se han de salvar!
Que á todo viento se mueve,
Y al salvarme, ¿qué ventura
Presa de la duda aleve
Lograra yo ¡desgraciado!
Cambio sin saber por qué;
Si en no tenerla á mi lado
Y, exhausto de toda fe,
Consiste mi desventura?
Con amargo desconsuelo,
Aunque en la celeste altura
Donde mi clamor se estrella,
Desertando de su huella
Penetrar consiga yo,
P a r a quien tanto la amó,
¿Qué gloria ha de haber sin ella?
¡Oh! cuando uno ha de caer,
Acaso el otro, en la gloria, LA ULTIMA TABLA
Pierda la dulce memoria
De los amores de ayer.
Mas si no hemos de caber
En el abismo del dolor sumido
A un tiempo los dos allí,
La mirada levanto á las alturas,
Haz. Señor, que junto á Tí
Y desde el hondo valle de amarguras
Mi esposa feliz se crea,
Te invoco ¡oh Dios! con ánimo abatido.
¡Ay! aunque yo no la vea
¡De la duda que oíusca mi sentido
Ni ella se acuerde de mí!
Disipa Tú las ráfagas obscuras!
N o te pido grandezas ni venturas:
¡Esperanza, y amor y fe te pido!

E N E R O DE 1880.
Aunque en sollozos mi dolor exhalo,
De punzante inquiedad y angustia lleno.
Aún tu bondad á tu poder igualo.
N o al odio dejes invadir mi seno:
Bueno te juzgo; pero, si eres malo,
¡Déjame, por piedad, juzgarte bueno!
ULTRA
DESENGANO
Morir Dormir —¿Dormir? —¡Soñar acaso!
SHAKESPEARE.

En pos de la verdad, con ansia impía


Corrí desatentado Despierta, corazón, ésta es la hora:
Pero, alcanzada al fin, ¡cuánto daría Ya tu plegaria vespertina espera
Por no haberla alcanzado! La pobre compañera
Que á sombras del ciprés dormida mora.
Despierta, sí, despierta: ya incolora
Se angosta en las regiones del vacío
La franja del crepúsculo sombrío,
Semejante á la franja de la aurora.
Mas no: ¡cuán diferente!
Ese sol esplendente,
Que los cielos recorre paso á paso,
¡Qué alegre se levanta en el oriente!
ULTRA
DESENGANO
Morir Dormir —¿Dormir? —¡Soñar acaso!
SHAKESPEARE.

En pos de la verdad, con ansia impía


Corrí desatentado Despierta, corazón, ésta es la hora:
Pero, alcanzada al fin, ¡cuánto daría Ya tu plegaria vespertina espera
Por no haberla alcanzado! La pobre compañera
Que á sombras del ciprés dormida mora.
Despierta, sí, despierta: ya incolora
Se angosta en las regiones del vacío
La franja del crepúsculo sombrío,
Semejante á la franja de la aurora.
Mas no: ¡cuán diferente!
Ese sol esplendente,
Que los cielos recorre paso á paso,
¡Qué alegre se levanta en el oriente!
Y ¡qué triste se oculta en el ocaso!
Ya por suyo me cuentan y me miran:
Sonriendo, la aurora
Sus secretos me dicen como amigos;
Mece la cuna del naciente día;
Sus sentimientos de piedad me in?- irán;
El crepúsculo llora
Y tienen uno y otro por tan cierto
Sobre el leclio mortal de su agonía
Ser mi propia mansión la sepultura,
Despierta, corrazón: ¡ésta es la hora!
Que, cuando en medio de la noche obscura
* Salgo dejando mi lugar desier! o,
Se admira el sauce, y el ciprés murmura:
¡Hora solemne y grave. "¿Adónde vas, adonde, pobre muerto!"
Su nido busca silenciosa el ave
Por el bosque vecino,
Y en la torre lejana Aqui el alma se eleva y se contrista
La trémula campana Pensando en esta vida transitoria.
Lanza el triste lamento vespertino; ¿Qué es el hombre? ¡Ay de mí! ¡Frágil arista!
Desde el cielo profundo, ¡Mentira su saber! ¡Humo su gloria!
Desplegando sus negros pabellones, ¡Nada en él que á la muerte al fin resista!
E n fúnebres crespones "¡Quitado de la vista,
Va la noche cayendo sobre el mundo; Pronto se va también de la memoria!"
Al hálito invernal de Guadarrama, Ni amor ni gratitud le prestan nido:
La niebla, de los valles desprendida, Bien lo dice este osario
Por los desnudos árboles tendida Sobre cuyo recinto solitario
Cuelga su blanco tul de rama en rama; Tiende sus alas el traidor olvido.
Y, con rumor de lúgubre misterio, La yerba borra lo que fué sendero;
Tan vago que las auras n o lo advierten, Y estas desiertas soledades cubre
Sobre mi frente su tristeza vierten (¡Miserable sudario postrimero!)
El sauce y el ciprés del cementerio. Ya con su nieve Enero,
Ellos, de mi dolor graves testigos, Ya con sus hojas pálidas Octubre.
Abismo en cuyo fondo no medido
Que lleva, oh tumba, á tu recinto estrecho!
Ni penetra la luz ni el viento zumba,
¡Duda espantosa que la mente enerva!
Si es más honda que el báratro la tumba,
¿Es materia no más, materia inerte,
Más hondo que la tumba es el olvido.
Lo que de nuestro sér al fin conserva
¡Vanidad! ¡Vanidad ¡Mísera suerte
En sus garras fatídicas la muerte?
De todo humano bien! Gloria, riqueza,
Espíritu! ¡Materia! —¡Unión obscur
Poder, talento, juventud, belleza
¿Qué hay seguro en la vida, qué?—¡La muerte! Que en vano el sabio deslindar procura!
* ¿A qué esa dualidad mal definida
Con que el hombre duplica su miseria?
¿Y más allá?—¡La sombra inexplorada! P a r a explicar la vida,
¡La negra inmensidad desconocida! El espíritu basta, ó la materia.
¡El misterio! Pero ¿cuál?—Cuando enfoca vuestro lente,
Con ola desmayada Oh sabios el anverso y el reverso,
Llega á la tumba el mar de nuestra vida. De la cuestión ¿qué queda al fin patente?
Mas lo que al hombre espera ¿Es mi mente porción del universo,
Detrás de aquel estrecho tenebroso O el universo engendro de mi mente?
¿Es puerto de reposo, ¡Problema tremebundo,
O es nuevo mar sin fondo y sin ribera? Que á todo pensador arruga el ceño!
Cuando un cadáver miro, Yo, cuando en duda tal el juicio empeño,
Mudo de horror, ni aliento ni respiro. Aquí, de la conciencia en lo profundo.
¡Ay! aquella tensión inmoble y fría Mejor concibo el mundo como un sueño
¿Es inercia? ¿es dolor? ¿es sueño? ¿es c a l m a ? . . . Que el alma como un átomo del mundo!
¡Problema que á la ciencia desafía! *
¡Oh eternidad sombría!
Más, en rigor, ¿qué añade á mi ventura
¡Oh abismo de los vériigos del alma!
Ser espíritu ó ser materia impura?
"¡Morir! ¡Dormir!—¿Dormir?—¡Soñar, acaso!',
Esto que piensa, en mí (sea cual sea:
¡Y ésa es la duda que nos turba el pecho
Almo soplo divino
Ante el último paso
- 4 3 —

Que ingrávido los orbes señorea,


O átomo miserable que, sin tino,
En ciego torbellino, *
Del mundo con los átomos guerrea),
Ello es que existe y siente; ¡lina vida tras otra!—¡Horrenda suerte!
Y, obra de Dios ó aborto de á mismo, ¡Perdurable agonía!—
Siempre ha de hallar presente,. ¡En pos de las tinieblas de Ja muerte,
Oh eternidad, tu inevitable abismo. Surge el lívido albor de un nuevo día!
Triste verdad, pero verdad notoria. ¡Eterno, inexcusablé cataclismo!
Dilema que no admite dilatoria: ¡Tras un abismo, un monte!
Si existe Dios, existe la justicia; ¡Tras un monte, un abismo!
Y la inicua malicia 4Y un horizonte en pos de otro horizonte!
Y la virtud constante y meritoria ¡Y otro!.. ..¡y otro despué»!....—Siempre lo mismo!
Han de encontrar eterno ¡Funesto aborto del sepulcro inerte,
El premio en las delicias de la gloria Cada breve existencia consumida
O el castigo en las penas del infierno. Termina en las congojas de otra muerte,
Si Dios no existe como fuerza esterna. Germen de los tormentos de otra vida!
Si El no sacó los mundos de la nada, ¡Batalla eterna, misteriosa y muda!
La materia es eterna: Sobre este helado suelo que ahora, insatio,
Porque eterna ha de ser, siendo increada De su verdor el ábrego desnuda,
Mas, si en ella el espíritu no anida, Poderoso y lozano
Si ella sola se rige y se gobierna, Su agreste pompa tenderá el verano.
Ella ha de ser quien sufre dolorida; Con inconsciente amor, la madre tierra
¡Yr, eterno el mundo y el dolor eterno Que los yertos despojos
Siempre hallará la mente confundida,, De cuanto ha sido, en su regazo encierra,
A falta de las penas del infierno, Fecundizada por los rayos rojos
El espantoso infierno de la vida. Del sol primaveral, trocará en germen
De vida y de vigor la podredumbre
|
I

— 44 —
La muerte se alimenta de la vida,
De esas reliquias que ateridas duermen, La vida se alimenta de la muerte,
P o r la voraz raíz arrebatados, Y—¡oh pavoroso arcano!—
En ciega muchedumbre, El sér humano en polvo se convierte,
Los átomos que hoy yacen disgregados Y el polvo se convierte en sér humano!
Veránse á influjo de la etérea lumbre
E n savia exuberante transformados.
De ella tomando aromas y colores, Y si, por dura ley reconocida,
La verde rama cubrirán las flores. Es la vida función de la materia;
Y la flor, convertida en dulce fruto, Y el dolor consecuencia de la vida,
Al hombre avaro rendirá tributo: ¿Qué esperanza de paz, segura y seria,
Tributo que, á las fuentes de la vida Nos das, oh eternidad nunca eludida?
Dando nuevo caudal con nuevos dones, En vano, consternado, miro al cielo.
Nuevas generaciones 1 El trémulo fulgor de las estrellas]
T e traerá, Humanidad nunca extinguida No me asegura el bien que, loco, anhelo:
¡Oh fosa! en tus arcanos. ¡La ley universal columbro en ellas!
Que las tinieblas de la muerte enlutan, Si tiendo la mirada con recelo
Voraces los gusanos Por la estrellada bóveda serena,
La podredumbre humana se disputan; O la convierto á la región obscura
Y los hombres, inquieta muchedumbre Donde el hombre, amarrado á su cadena,
Que pulula espantosa, La frente inclina con dolor al suelo,—
Otros gusanos son, que en otra fosa Desde el astro que vivido fulgura
Devoran otra horrible podredumbre. E n la celeste altura,
¡Festín abominable! Hasta la leve titilante gota
Los seres á los seres devorando, Que refringe su luz como un topacio,
Con furor insaciable
Van el suplicio eterno renovando.
T La vida universal llena el espacio,
La vida universal el tiempo agota.
Así, en lucha jamás interrumpida, Ante la inmensidad todo es lo mismo:
Y, en ciego y perdurable cataclismo, Se desvanece el mundo como un sueño;
Siempre de angustias y dolor fecundos, Y á veces, cuando atónito medito,
Atomos son los mundos, De un lado á otro, más fatal, más fosca,
Y mundos son los átomos.—¡Abismo! Su inmensa curva enrosca
La nebulosa apenas percibida, La siniestra espiral de lo infinilo!
De millones de soles niebla densa, N o me habléis de esas fúlgidas esferas
Es menuda molécula perdida Que mansiones del bien finge la mente:
Del negro espacio en la extensión inmensa; Su paz, su dicha, su tranquilo ambiente,
Y la azucena que entreabrió á la aurora Quimeras son no más, ¡vanas quimeras!
La copa tembladora Porque deslumbre su esplendor mis ojos,
De sus pétalos cándidos y tersos,
¿Esas pobres lumbreras
Lleva por gala entre el follaje umbrío,
Han de ser realidad de mis antojos?
Millones de millones de universos
¡Ilusión! Esta vil tierra mezquina
en cada limpia gota de rocíol
Donde reina la muerte,
Y, con giro incesante, Donde el dolor domina,
De la nítida gota en lo profundo, Donde el débil es víctima del fuerte,
Cada invisible mundo Donde el hombre, juguete de la suerte,
Siglos de siglos vive en cada instante. Falso en su fe, mudable en sus consejos,
La importancia del tiempo es á medida Vive propenso al mal, y al bien rehacio,—
De cada sér al universo adscrito: ¡Esta tierra también, vista de lejos,
En cada sér que puebla lo infinito Es un astro en las sombras del espacio!
Es diferente el ritmo de la vida; Una en esencia, en formas diferente,
Interminable cielo es en el u n o La gran Naturaleza, conmovida
Lo que, en el otro indivisible instante: P o r su fuerza inmanente,
¡Para llenar un año de Neptuno, Con giro permanente
Un siglo de la Tierra no es bastante! Y en cadena jamás interrumpida,
¡Confusión! N a d a es grande ni pequeño. Todo lo crea y todo lo destruye,
! Acreces, contemplado de hito en hito, Yr, deshecho, otra vez lo reconstruye
— 48 — -—49 —
Con apariencia nunca repetida. Pero, aunque nada mi conciencia sabe
Y, en esta fuente que perenne fluye, De ese ayer, ya remoto, ya vecino,
Morir es renacer á nueva vida, ¿Es mi carga presente menos grave
Que á una pena otra pena sustituye. N i menos escabroso mi camino?
P o r contener un vino y otro vino
¿Guarda de todos la fragancia el vaso?
Y, si vivo á tortura condenado, ¿O, de los vientos combatido, acaso
¿Qué alivio dan á mi tormento duro Recuerda el mastelero de la nave,
El ciego olvido del dolor pasado, Cuando surca veloz las verdes ondas,
N i la ciega ignorancia del futuro? E l canto melancólico del ave
De mi anterior y venidera historia Que ayer el nido cobijó en sus frondas?
N a d a el inquieto pensamiento alcanza: Pálido, torvo, sin valor, sin tino,
¡Por un lado se ofusca la memoria! P o r los resquicios del eterno muro
¡Por otro se confunde la esperanza! Que oculta lo pasado y lo futuro,
Aun en esta fugaz vida presente. Se asoma inquieto el hombre á su destino,.
Las huellas de pesares y venturas, Como á un abismo obscuro.
Del tiempo con la rápida corriente Entre las sombras avanzando el cuello,
Se borran de la mente N a d a ve, nada alcanza. Mas, si escucha,
Cual labor en arenas inseguras: Lamentos oye de lejana lucha,
Con más causa, imprevistas ú olvidadas, ¡Clamores que le erizan el cabello !
Las dichas y amarguras ¡Vive en tinieblas, ánimo impaciente!
De existencias pasadas y futuras Mas lo que no consiente
E n profundo misterio están veladas; Negaciones ni dudas, lo seguro
Y, entre densas tinieblas apiñadas, E s el dolor presente,
Esta vida de angustias y de tedio Recuerdo y vaticinio permanente
Es un instante conocido, en medio Del pasado dolor y del futuro.
De dos eternidades ignoradas. Cada átomo del mundo es un cautivo,
¡Sin la imagen de Dios omnipotente,
Cada estrella del cielo una espelunca. El infinito material aterra!
S i á veces me pregunto pensativo, II
Cuándo el tormento cesará en que vivo,
Mas, de improviso, en niebla tan sombría
Cada astro es una voz que dice. "¡Nunca!" La luz de la esperanza reverbera;
¡Oh armonía del mundo, Su faro enciende la conciencia austera;
Del eterno dolor eterno grito! Y al puro rayo que su llama envía,
¡Oh manantial del sér, negro y profundo! La impiedad vocinglera
¡Oh trabajo infecundo: Calla con estupor, como quien viera
"Verter lo inagotable en lo infinito!" En la alta noche despuntar el día.
• En vano á la evidencia me resisto,
¿Y es ésta la ventura Cuando yo propio el argumento ofrezco
Que á mi angustia mortal brinda el ateo? Contra el error en que tenaz insisto:
Cuando en el libro de la vida leo, Aborreciendo el padecer, padezco;
Siempre te encuentro, eternidad obscura, Aborreciendo la existencia, existo;
Y, al descifrar la página futura, Y ¿aún recuso el poder de otro más fuerte
Creo en el mal cuando en el bien no creo Que, providente acaso, acaso ciego,
¡Triste materialismo, Insensible á la queja y sordo al ruego,
Tu esperanza más ciara y más segura Dispone de mi suerte?
Es caer de un abismo en otro abismo! Si de mí mi destino dependiera,
¡Si justiciero existe un Dios eterno, Si muerte fuera para mí la muerte,
Infierno puede haber, puede haber gloria, ¿Cuándo lo que padezco padeciera?
Mas Existe Dios; existe, y en El creo.
si es lo eterno la mundana escoria No es mentida ilusión de mi deseo:
Y es su ley el dolor, todo es infierno!
¡Cuanto más iracundo
¿Dónde la nada está? ¿Dúnde se encierra
Cierro los ojos á la luz del mundo,
La perdurable paz que ansié demente?
Mejor su faz en mi conciencia veo!
Eterna la materia, eternamente
A l sér mantiene con el sér en guerra.
-52 —
L o s que juzgan inútil su existencia, ¿Quién á los ojos del insomne buho
P o r más que en la impiedad ciegos se gocen, Dió la atracción que al pájaro fascina?
P a r a fundar su ciencia, ¿Quién dirige de noche el triste dúo
Sujeto á ley el mundo reconocen.— Del lince y de la loba en la neblina?
¿Ley sin legislador?—¡Sueño! ¡Demencia! ¿Quién el veneno destiló en el pomo
* De su cóncavo diente á la culebra?
¿Quién la virtud, cual frágil vidrio, quiebra?
P e r o ese Dios potente soberano
¿Qué juez firmó, sellándolas con plomo,
¿Es de venturas perennal venero?
Las sentencias que el báratro celebra,
¿Es de miserias manantial insano?
Y su pluma infernal limpió en el lomo
Vengativo, clemente ó justiciero.
Del tigre, del leopardo y de la cebra?
¿Qué es para el hombre, en fin? ¿Padre ó tirano?
Si es Dios creador, y bueno, y soberano,
Cuando á veces sus obras considero,
¿De dónde nace el mal?—¡ Horrible arcano!
fMal que á mi fe y á mi esperanza cuadre),
*
Aunque á sus piés postrado le venero,
P o r tirano le tengo, y no por padre. ¡Nadie examina sin pavor, Dios mío,
Si todo es obra de su fuerte diestra, Misterio tan tremendo y tan profundo!
Si en todo brilla su saber profundo, Más ¡ no! cuando en tu luz el alma inundo,
¿Quién lanzó á las tinieblas de este mundo Yo, á despecho del mal, en T í confio.
Tanta cosa siniestra? El mal no es obra tuya: es el vacío
¿Quién puso al tiburón la triple fila Que, donde faltas Tu, queda en el mundo!
De sus dientes voraces?
Si el mundo comu Tú, fuera perfecto,
¿Quién en secreto afila
Su esencia con tu esencia fundiría,
Las garras de las fieras montaraces?
Y tus obras quedaran sin efecto:
¿Quién erizó la zarza punzado ra
El mundo que tu mano formó un día,
Que el pie desnudo del mendigo araña?
Sólo puede existir siendo imperfecto.
¿Quién la naciente espiga bienhechora
La imperfección, que es ley de su existencia,
A todas horas, por doquier, trasluce:
Sólo forzando su bastarda esencia. Tu rigor considero necesario:
Tu sabia providencia, Si tu mano severa,
De los senos del mal, el bien produce. Cuando yerro, mi error no castigara,
Si tu ardiente mirada no ilumina ¿En qué tu omnipotencia conociera?
La cúpula del cielo, Desd.. el primer sollozo de la cuna,
La obscuridad sus ámbitos domina, Sed de placer, ardiente, nos devora:
Y, entre los pliegues del nocturno velo, Cuanto el mundo en sus senos atesora
Hacia la nada la creación c a m i n a ; ' •Pedimos por tributo á la fortuna;
Si de tu aliento bienhechor carece Y cuanto bien gozamos
La selva enmarañada, Eajo la esfera de la blanca luna
De efluvios deletéreos impregnada Obra de nuestro mérito juzgamos.
La brisa nuestras fuerzas entumece, Desvanecido por la dicha el hombre,
Y la flor de la adeiía nos ofrece Aunque los ojos torne á lo infinito,
Su purpurina copa envenenada;
No ve, Señor, tu sacrosanto nombre
Si tu mano las rocas 110 encadena,
Con viva luz en ¿1 zenit escrito:
Los altos montes desquiciados crujen;
Sus turbios ojos la soberbia empaña,
Y si tu augusta voz no los refrena,
Cual polvo por el viento arrebatado;
El león y el volcán furiosos rugen.
Pero al fin te descubre, consternado,
* Si ardiente el llanto sus pupilas baña.
Y es bien, Señor, es bien que así suceda: El dolor es la espina punzadora
Sin el terror que en la conciencia queda Que nos hace bajar la vista al suelo;
Tras los azares de la humana vida, Pero, eq las sombras del humano duelo,
¿Quén habrá que.atajar el vuelo pueda El es también la mano redentora
De la soberbia, que en el alma anida Que nos indica el cielo.
El dolor nosadvierte
Como el ave nocturna en la arboleda?
Que encima de esa bóveda estrellada
¡Oh! Cuando de mi juicio temerario
H a y un Dios justo y fuerte,
Me aparta la razón, á luz más clara
— 57 -
— 5 6 -—

Arbitro de la vida y de la muerte, Límite de los ámbitos del cielo,


Jamás cerrada encontrará tu anhelo:
Señor del universo y de la nada.
¡Abierta está, de par en par abierta!
No son dos dioses, no, como allá un día
La puerta del abismo
Persia ciega creía;
Persia, que cuando el cielo contemplaba, Esa no la abre Dios: ¡la abres tú mismo!
Dos poderes contrarios descubría: *
Uno que las estrellas inflamaba,
Otro que las estrellas extinguía. Ni ¿qué otro abismo que tu mente obscura?
Sola una mano el universo mueve. Como arrastra el forzado su cadena,
El aire que la nieve Sujeta al pie, colgada á la cintura,
Cuaja en las altas cimas de Moncayo Oh conciencia, en tu lóbrega clausura,
Es el mismo en que Mayo Cada crimen arrastra en pos su pena.
Tibia la esencia de sus flores bebe: No esperes, crimina!, con ansia vana
Así también, sin ira ni desmayo, Esquivar el íatídico escarmiento:
La diestra que los mundos equilibra Si á veces duerme la justicia humana,
Es la misma que el rayo Tremenda la justicia soberana
Sobre la frente de los mundos vibra. Suscita el velador remordimiento.
Justo á un tiempo y clemente, ¡En vano, en vano intentarás la huida!
Dios la piedad con el rigor hermana: ¡Seguro, inevitable es el castigo;
Su cólera, volcán incandescente, Que, de tí propio acusador testigo,
Confunde á veces la soberbia humana Mientras dura tu vida,
Con hórrido aluvión de lava hirviente; Donde quiera que vayas, vas contigo!
¡Pero, á su pie, la fuente En público y á solas,
Del eterno perdón perenne mana! ¡Oh miserable criminal perverso!
* Ya cuando ruge el huracán adverso.
Ya cuando braman las revueltas olas,
Atribulado espíritu, ¡despierta! Temes por enemigo al universo;
Si á Dios acudes, la esplendente puerta.
Y, en el silencio de la noche, cuando
Vas por la obscura selva caminando
Si alzas la vista al estrellado cielo,
Hondo pavor á tu conciencia inspiran
Corazón miserable, nunca dudes
Esos ojos sin rostro que te miran
De la bondad divina en tu impaciencia.
Entre las sombras del nocturno velo.
Con santa competencia
Como entra en lo profundo
Brillan en Dios potentes dos virtudes:
P e la cloaca vil precipitado
Exentas de flaqueza y de sevicia,
Fuliginoso cieno nauseabundo
Siempre ante la divina Omnipotencia
P o r la lluvia del cielo arrebatado,
Resiste á la Clemencia la Justicia;
Así, en negro aluvión, de horror preñado,
Mas vence á la Justicia la Clemencia.
La nocturna tiniebla que á deshora
¿Por quién tomas á Dios? ¿Por quién?—Su Esencia
Con los rayos del sol barre la aurora
De toda perfección norma segura,
Se sume en la conciencia del malvado.
Espantosa caverna Su bondad evidencia:
Donde, á manera de nocturnas aves, Inmenso es su poder; su inteligencia
Tristes anidan las congojas gravee, Más que la luz fulgura;
Y marchita se agosta en su presencia
Su alma vive bañada en noche eterna.
Toda humana hermosura.
*
A sus altos decretos
El tiempo y el espacio están sujetos.
Mas si se vuelve á Dios con fe segura,
Todo á sus santas leyes obedece:
Dios en ella sus dones multiplica.
Desde el astro que inmóvil resplandece
Y en luz la anega, y calma su amargura,.
E n la cúpula azul del firmamento,
Y al fuego del dolor la purifica.
Hasta el bólido raudo que parece
El dolor—¡oh misterio!— Gallardete de luz tendido al viento.
El dolor no es el mal: ¡es el cauterio! Todo á su augusto imperio se sujeta:
Que á nuestra corrupción el Cielo aplica! Hasta el vago cometa
Efluvio pestilente
Que del cielo se pierde en lo profun do Despiden los fragantes cinamomos;
O junto al sol tremola Y los rayos del sol resplandeciente,
Tendida al éter la candente cola Ante los rayos de tu excelsa frente
Augurando catástrofes al mundo.
Dicen temblando:—"¡Oh Dios! ¡tinieblas somos!"
E n su órbita encerrado le venera;
*
Y, si de ella se aparta vagabundo,
Dios, con su mano que en la sombra oculta,
Y á esa Esencia divina,
Lo ataja en la mitad de su carrera,
Que en sí la plenitud del bien encierra,
Lo prende por la ardiente cabellera,
¿Puede faltar, oh amor, tu peregrina
Y en los negros espacios lo sepulta.
Lumbrera que ilumina
P a r a su voluntad, todo es posible.
Los ámbitos del cielo y de la tierra?
P a r a su comprensión, todo es pequeño;
¡Oh dulce ley forzosa!
Que, del ser y el no ser, àrbitro y dueño,
¿Qué es el amor, qué es el amor, Dios mió,
E l torna en realidad lo inconcebible,
Sino el lujo del ser en quien rebosa
Y lo evidente, en sueño. —
Yida, fuerza, valor y poderío?
¡Triste oprobio de humanas vanidades!
¡Fuerza! ¡amor! ¡Dos palabras
De unas á otras edades,
Que un solo bien acordes significan 1
Sombras ayer, mañana resplandores,
Las antiguas verdades son errores, Tú, amor, con tu poder el mundo labras:
Los antiguos errores son verdades. T u s alientos los orbes vivifican:
Sólo es segura, oh Dios, tu inteligencia; Por tu saeta herido,
Ciega y muda ante Tí, borra la ciencia Su trino el ruiseñor alza en la olmeda;
La página que ha escrito. Por tí el águila enreda
En tu mente se anega lo infinito; Sobre el alto peñón su tosco nido;
La eternidad se encoge en tu presencia. P o r tí el lirio campestre
Tu hermosura pregona el firmamento: Segrega el dulce aroma de su estambre;
Ante tu dulce aliento, P o r tí zumba el enjambre
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Que agota el zumo al romeral silvestre; ¡Oh universo, hervidero de la vida,
A tu hálito fecundo, Fuente perenne que á torrentes manas,
Se inunda en lluvia de placer el mundo: Tú, en unión por el cielo bendecida,
Despide la violeta su fragancia, Fuerza y amor hermanas!
Rebosa la colmena, su tesoro Por más que el hombre su sentido tuerza,
La vid nudosa en el lagar escancia, F U E R Z A Y A M O R , en Dios como en el hombre,

Y la granada espiga, en letras de oro, Un bien expresan con distinto nombre;


Repite por los campos:—"¡ Abundancia!" Y fuerza es el amor, y amor la fuerza.
¡Oh amor, oh amor, tu diestra omnipotente *
Los astros á los astros eslabona!
Y, siendo Dios la Fuerza Omnipotente
Tú. ciñes con tus manos á la frente
Que el mundo esparce, como esparce el prisma
De la noche su espléndida corona:
Los colores del sol resplaudeciente,
Sin tu tierno latido ¿No ha de ser el Amor su Esencia misma?
Que conmueve los átomos, perdido
Señor, que en tu infinito poderío
El dulce efluvio que entre sí se envían,
El universo riges con tu dedo,
Como el diamante en el crisol fundido
Sólo de tu piedad duda el impío:
Los astros á la nada volverían.
¡No cabe en Tí, Dios mío,
Tú, más casto, más puro, La cobarde crueldad, hija del miedo!
A más sublime condición nos llevas Mal tu poder comprende
Si el alma humana, miterioso, elevas Quien teme que piadoso lo desdores:
Mostrándole en el cielo el bien futuro: ¡El hombre cuyo pecho el odio enciende,
Tú solitario habitas Es quien tu gloria ofende
E l obscuro rincón de las ermitas Consagrando en tus aras sus rencores!
Perdidas en los páramos desiertos; *
Tú en el retiro y la oración marchitas
Las frentes de los santos cenobitas ;Alienta, corazón! La Omnipotencia
Que ruegan por los vivos y los muertos. No puede ser cruel: el Fuerte es B"eno,
Y no hay bondad cumplida sin clemencia.
— 64 — ^ 6 5 -
Señor, si al hombre que, de dudas lleno,
No hay un átomo en mí que en Tí no crea,
Doblando la rodilla
No hay un átomo en mí que en Tí no espere;
Bajo tu pedestal la frente humilla.
Y', ciego con los vividos destellos,
Rechazaras airado de tu seno;
Que oíuscan mi turbada fantasía,
Si con juicio sereno 5
A expresarte mi amor no alcanzaría
Condenaras su flaca inteligencia
Si lenguas se tornaran mis cabellos!
P o r no alcanzar misterios de tu esencia;
*
Si, de piedad y compasión ajeno,
Descargaras en él tu airada mano, Este férvido amor queá Dios se lanza
Y en su error te ensañaras vengativo,— Buscando lo perfecto en lo absoluto,
Y o mísero mortal, yo vil gusano, Esta firme esp?ranza
Yo, que más generoso te concibo, Que robustecen el dolor y el luto,
Fuera mejor que TCi, Dios soberano! Esta fe poderosa
Que ilumina las sombras del misterio,
¡No! mi mente turbada
Hablan al corazón en cada fosa
Podrá errar si tu Esencia considera;
De tu recinto, ¡oh mudo cementerio!
Mi inteligencia durará ofuscada,
Pero mi corazón seguro espera. Por eso, con la mente obscurecida,
Y es tan viva esta fe, que si del cielo Pero con la conciencia despejada;
Viera hundirse la bóveda estrellada Cansado de la vida,
Y los mundos volver en corvo vuelo Pero á vivir el alma resignada;
A los lóbregos senos de la nada.— Fiel á Dios y á la esposa
Del negro espacio en la región vacía, Que en tí cayó desde mis brazos yerta
Transido de vapor, mudo de espanto, Y' en tu seno esperándome reposa,
¡ Dios clemente, Dios santo, ¡Oh muda tumba solitaria y fría
Yo en tu inmensa bondad espeiaiúa! Donde ni un eco mi clamor despierta,
Yo, al espirar la luz de cada día
¡Oh! cuando el alma hiere
Sin miedo y con amor llamo á tu puertal
La luz que en tu mirada centellea,
E N E R O Y F E B R E R O DE 1SS0.
En los altos espacios—¡raro portento!—
Falta luz á sus ojos, aire á su aliento;
Sudor de sangre baña su torva frente;
Vértigos tenebrosos cruzan su mente;
Sus miembros relajados embarga el frío:
¡Todo es calma, silencio, sombra, vacío!
*.
HUMILDAD. Tal es también la suerte del hombre vano
Que penetrar intenta lo sobrehumuno:
Cuando á inquirir misterios de Dios se lanza,
Cuanto más alto vuela, menos alcanza;
Y cuanto más invoca su estéril ciencia
Pensamiento, que al cielo subes y subes, Más confunde su orgullo la Omnipotencia
*
Mira bien no te pierdasentre las nubes.
Pliega, pliega las alas, amaina el vuelo,
Pensamiento que altivo subes al cielo. Pliega, pliega las alas, amaina el vuelo,
N o te arrebate loca la humana ciencia: Pensamiento que altivo subes al cielo.
Los consejos atiende de la prudencia; Mejor á Dios te elevas cuando te humillas:
Escucha á los que, en alas de su ardimiento, jNunca es más grande elhomhre que de rodillas!
Cruzaron las regiones del vago viento,
Y verás que encontraron—¡triste enseñanza!- -
Fallidas las promesas de su esperanza.

Del éter en la triste región inerte,


Acechando la vida vela la muerte.
Conforme de la tierra se va elevando
El hombre, de la vida se va apartando,
A MEDIA NOCHE.
C I T A C I O N

Quizá serán delirios de mi locura,


O fantasmas que engendra la noche obscura;
p e r o — c u a n d o , rendido tras larga vela
E n que al alma doliente nada consuela,
Cuando un muerto, en hombros, Derramando en mis sienes letal beleño,
Llevan á enterrar, Mis parparos cansados e n t o r n a d sueño,—
Me parece que con la cabeza Por las obscuras sombras, ó desvarío,
Llamándome va. O unas alas se agitan en torno mío.
•'Vete en paz,—le digo;— En medio del letargo que rae domina,
'•Vete, y duerme en paz; Un rayo misterioso mi alma ilumina;
•Que á esa cita, más tarde ó más pronto, Y, éntrelas vagas dudas del aire vano,
"Xadio ha de faltar." Una visión distingo de rostro humano:
Visión fascinadora que infunde al alma
Esperanza y consuelo, quietud y oalma.
Dulce expresión le prestan y aspecto santo
Una Cándida toca y un negro manto,
Y su pálida frente leve rodea
Una blanca aureola que ceut?ilea.
Considera piadosa mi amargo duelo;
Oon la mano tendida me muestra el cielo;
Y su voz, como brisa de primavera ,
Dulce y mansa me dice: ''¡Sufre y espera!"

Yo conozco el aliento de aquella boca;


Yo conozco aquel manto y aquella toca,
Desde una triste noche que delirando, CUATRO TABLAS
A l a luz de unos cirios pasé velando:
¡Triste noche solemne, triste velada
Que dejó el alma mía regenerada!

Dulce voz que me alientas en mi agonía, Lujosa ó pobre, ligera ó grave


¡ Ay de mí sí cesaras de hablarme un día! Desde que naces hasta que mueres.
P o r tus santas palabras, que fiel venero De cuatro tablas consta la nave
Resignado á mi suerte sufro y espero; Donde te embarcas sin inquietud:
P o r ti, por ti la mano de Dios bendigo, Una es el timbre de tus honores,
Que imparcial nos reparte premio y castigo, Otra es la mesa de tus placeres,
P o r ti me postro humilde bajo esa mano, Otra es el lecho de tus amores,—
P o r ti soy religioso, por ti cristiano. Y otra la tapa de tu ataúd.
Dios, que sabe la historia d e mi tormento,
P o r ti en mis amarguras me infunde aliento.
Dulce voz minteriosa que tanto alcanzas,
Dulce voz que reanimas mis esperanzas,
Nunca niegues tus ecos al alma mía;
Que ¡ay de mí si cesaras de hablarme un día!
Pero aquel bendito influjo
Se disipa tan veloz,
Que á dudar el alma vuelve
Si es verdad ó es ilusión.
Dime tú, que allá en el cielo
Ves su faz y oyes su voz,
Si se duele de mi pena,
Si se acuerda de mi amor,
Si me guarda el santo afecto
Que ante el ara me juró,
Y ú á Dios ofrece unida
Angel santo de mi guarda, Su oración con mi oración;
T á que sabes mi aflicción, Que yo sé que si en el cielo
Dame nuevas de mi esposa, La memoria no perdió,
Que en el cielo está con Dios. N o me falta en mis congojas
Hace un año qus la llamo, Quien por mí ruegne al Señor.
Que la llamo en mi dolor,
Díle, díle, por tu vida,
Sin que logren ver mis ojos
Que en mi amarga turbación,
Su celeste aparición. Ni aún me curo de aquel ángel
Pues p o r más que compasiva Que al morir me encomendó.
Ella acude á mi clamor,
Díle tú que el pobre niño,
Las tinieblas que me ciegan
Compartiendo mi aflicción,
N o me dejan verla, ¡no!
Triste vive y macilento
Sólo siento el dulce balago Desde que ella nos dejó;
De una santa inspiración, Porque son mis desventuras
Y una voz que sin palabras Aguas turbias de aluvión,
Habla muda en mi interior,
— 74 —

Que al mortal que de ellas bebe


Le marchitan el color.
Embargada tengo el alma
De una vaga sensación,
De inquietud y desaliento.
De cansancio y estupor.
Mi alimento son las penas, A N I Y E H S A H I O

Mi consuelo es la aflicción,
Las vigilias son mi sueño.
Mi placer es el dolor.
Hoy hace un año, que al morir el día
N i me agrada selva umbría,
Con la luz del crepúsculo incolora,
Ni jardín que tenga flor,
Aquí, donde doliente gimo ahora,
N i ramblar que riegue el agua,
A un tiempo comenzó nuestra agonía.
N i lugar que alumbre el sol;
Breve !a tuya fué; pero la mía,
Ni me incitan los placeres, Que el corazón y el alma me devora,
Ni me ofusca el esplendor, Prolongándose lenta de hora en hora
Ni la gloria me cautiva, Dura al cabo de un año todavía.
Ni me tienta la ambición;
Cuando de mi perdido bien me acuerdo
Que grandezas y venturas T á medir mi desdicha el juicio alcanza,
De este mundo engañador, Transido de dolor, el juicio pierdo;
Si ofrecérselas no puedo.
Y abatido descubro en lontananza
¿Para qué las quiero yo?
Tus amores por único recuerdo
Y la muerte por única esperanza.

2 6 D E J U N I O DE 1 8 8 0 .
Y tus aromas y esencias,
Los insalubles miasmas
De dos fétidos tejares
Que densa humareda exhalan.

I Valle-Hermoso, Valle-Hermoso,
¿Por qué á tu estéril comarca,
Cuando triste muere el día,
VALLE HERMOSO Triste dirijo mi planta?
¿Qué irresistible atractivo,
Qué oculto misterio guarda
P a r a mi errabunda mente
Valle-Hermoso, Valle-Hermoso, Tu arena inhospitalaria?
¡Qué mal tu nombre te cuadral ¡Ay! que en la yerma colina
Ni ramas te prestan sombra, Que tus términos señala,
Ni flores ta suelo esmaltan. Cipreses de un cementerio
Inmunda charca e« tu fondo. Las negras copas levantan;
Tristes collados tus bandas. Y, en el muro que los cerca,
Que el cierzo hiela en invierno, Breve blanquecina mancha
Que el sol en verano abrasa. Con poder irresistible
N i las aves te visitan, Ya es imán de mis
- miradas.
Ni te conocen las auras,
N o es mucho ¡ay de mí! no es mucho
N i en la arena de tu suelo Que á tí el corazón me traiga:
L a oveja su huella estampa. ¡No es mucho, que tengo amores
T u música son los golpes Ocultos tras esas tapias!
Del martillo y la almadana Si lo dudas, Valle-Hermoso,
Con que el adusto cantero Testimonios no me faltan.
Tosco granito desbasta;
Díseio tú, vida mía,
Díselo tú que me aguardas:
Dile, dile cuántas veces
E n vigilia solitaria,
De rodillas á esas puertas
Logró sorprenderme el alba.
Dile que por tus amores DESDE EL PROMONTORIO
Las tinieblas n o me espantan,
N i las lluvias me intimidad,
Ni las nieves me acobardan;
Que aquí mi afán se mitiga. En la Magdalena,
Y aquí mi mente se explaya, Cerca del Puntal,
Y aquí mis dichas se encierran, Donde acaba el puerto
Y aquí mora m i esperanza. Y entra la alta mar,

Y a estos sauces me conocen, Sobre el promontorio


Y estos cipreses me llaman, Que al estrecho da,
Y estos senderos conservan Las revueltas olas
La señal de mis pisadas. Me paró á escuchar.
Lindero es ya de dos mundos Desde allí los ojos,
En la soledad,
La losa que nos separa:
Horizonte inmenso
Tú, en uno, duermes sin vida;
Logran dominar.
¡Yo, en otro, velo 6Ín alma!
Cuadro inquieto y vario,
E N E R O DE ISSI. De mudable faz,
Siempre parecido,
Pero nunca igual:
De la mar que vela
Olas encrespadas
Su profundidad;
Que avanzando van;
Blancos hervideros Asperos efluvios
Que alza el vendaval; De alga y ova y sal,
Crestas infinitas, Varonil aliento
E n que ofusca ai par De la tempestad;
Con lo innumerable Brumas desgarradas
Lo descomunal; P o r el huracán.
Pálidas neblinas Velas qne se pierden
Que á la costa dan En la inmensidad;
Algo de ilusorio, Inquietud perpetua,
Mucho de espectral; i,,; Perdurable afán:
Nubes que semejan Nunca el agua en calina.
Cráter de volcán; Nunca el viento en paz;
Lívidos destellos Y al lejano extremo
En su obscuridad; De esta enormidad,
Blancas gaviotas Tras el velo tenue
Que, con vuelo audaz, De vapor fugaz,
Las turbadas ondas Inmutable, fija,
Rasan al pasar; Luenga, colosal,
Vaga transparencia, Lisa, llana y triste
Negra opacidad, Como la verdad,
Que en el agua inquieta Entre mar y cielo
Cambian, de lugar; fr Línea horizontal,
Mónstruos que al abismo Que parece el linde
De la eternidad.
Lanza horrible al haz
- 83 -
E n las hondas cuevas Las eternas luchas
Que á mis pies están, Entre el bien y el mal:
Eco del abismo, Lánguidos desmayos
Grito sepulcral, De la voluntad;
Queja que á las olas Voz de la esperanza,
Clama sin cesar: Siempre desleal;
<:
¿Cuando vuestro embate, Sombras de la duda,
Cuándo cesará? Luz de la verdad;
Mientras las rompientes El dolor perenne
Con furor tenaz Y el placer fugaz;
Roncas le responden: ¡Y es que al duro embate
"¡Oh! ¡jamás! ¡jamás!" De la adversidad,
Ante aquella lucha Ver el alma humana
Ciega y pertinaz, Siempre es ver el mar!
Me embargó la mente '
Vértigo infernal.
A p a r t é la vista, JCLIO DE 1S81.
Retiré la faz;
Y, al cerrar los ojos,
Descubrí otro mar:
Mar donde ¡--e funden
Sueño y realidad,
Y lo inverosímil
Es lo natural;
Mar donde terribles
Turban toda paz
EN TODAS PARTES TRES AÑOS

En vano me resisto á la evidencia:


Desde el astro hasta el átomo infecundo, Pasa un día y otro día,
Una mano inmortal gobierna el mundo, Pasa un mes tras otro mes:
y un Sér lo vivifica con su esencia. Tanto tiempo va pasando,
E n vano, por huir de su presencia, Que contarlo ya no sé.
Los ojos á la luz cierro iracundo: Filtración que gota á gota
¡Mejor lo veo, con terror profundo, Sobre un risco da en caer,
E n el fondo leal de mi conciencia'. Grano á grano lo deshace
Doquiera, oh Dios, qne audaz me precipito, Y horadado al fin lo ve.
T u Sér de todo sér límite y centro: ¡Pensamientos de mi mente,
Lo e t e r n o agota y llena lo infinito, Gotas sois de amarga hiél!
E n el mundo, en el a l m a - ¡ f u e r a y d e n t r o ! - ¡De qué roca tengo el alma
•Av' ¡cuanto más te encuentro, más te evito, Que aún entera dura en pie!
. Y cuanto más te evito, más te encuentro! Tres años llevo, tres años
De penar y padecer:
¡Lo que en ellos he sufrido,
Dios lo sabe y yo lo sé!
Dulce esposa de mi alma,
Sin tu amor, que fué mi bien,
Triste y árida es mi vida
Como copa de ciprés.
De llorar mi desventura,
E L SAUCE Y E L CIPRES
Ciego al fin me quedaré:
¿Para que quiero los ojos
Si tu rostro no han de ver? ( A CARLOS C A N O , E N L A MUERTE D E SU H I J O )

Llevo tanta amargura dentro del alma.


Que de mí en vano esperas consuelo y calma;
2 6 D E J U N I O DE 1882.
Y, aunque á llorar contigo tu cuita vengo,
Mal puedo darte, Carlos, lo que no tengo.
Cuando de luto un pecho la muerte llena,
Lo que dura la vida dura la pena.
Recibe resignado la que hoy te aflige:
Los hombres las merecen; Dios las elige.
Por más que nos amargen, todas son buenas:
A ser de nuestro gusto, no fueran penas!
Yo, que llevo la mía muda en mi pecho,
Todo consuelo humano de mi desecho.
Aceptándola humilde sin resistencia,
Las horas le consagro de mi existencia;
Y no diera este amargo dolor profundo
P o r todos los placeres que ofrece el mundo.
-R
t
¡Los ojos y la mente levanta al cielo!
Cuando vierte la tarde sombra y misterio, Lo que esa tierra cubre fué vil escoria:
Penetro en el recinto del cementerio. Hoy, libre de ella, el alma vive en la gloria.
Allí, donde, perpetua reina la calma, Vive; y, de tus acciones mudo testigo,
Silenciosos y tristes hablan al alma ' En tus noches de insomnio vela contigo.
E l sauce, cuyas hojas besan el suelo, Si en ruines pensamientos tu alma se'anega,
T el ciprés, cuya punta señala al cielo. Ella, ante Dios postrada, por tí le ruega;
Allí, con mudas voces á su manera, T , cuando el bien al cabo triunfa en tu pecho,
El uno dice:—"¡Llora!" y el otro:—"¡Espera!" Sus dos alas extiende sobre tu lecho.
Velando en torno tuyo constante gira,
T el mal de tu alma ahuyenta y el bien te inspira,
Dice el sauce:—"Este suelo duro y helado T , ciñendo á tus sienes letal beleño,
P a r a siempre te roba lo que has amado. Con el dedo en el labio te guarda el sueño.
Aquel sér dulce y bueno que tu alma llora, Hombre, eleva los ojos á la alta esfera;
De polvo fué formado; polvo es ahora. Allá van los que vencen. ¡Espera! ¡Espera!"
T a no enreda sus manos en tu cabello *
N i sus brazos amantes ciñe á tu cuello;
Así, cuando la tarde desciende en calma,
Ta, en tus horas de angustia, con beso ardiente
Silenciosos y tristes hablan al alma
N o se posan sus labios sobre tu frente;
El sauce, cuyas hojas besan el suelo,
T a de aquella mirada dulce y tranquila
T el ciprés cuya punta señala el cielo.
N o se filtran los rayos en tu pupila:
Así, con mudas voces, á su manera.
T a son sus bellas manos yertos despojos;
El uno dice:—"¡Llora!" y el otro:—"¡Espera!"
¡¡Mudos están sus labios; ciegos sus ojos!
T yo, que los designios de Dios venero,
De polvo fué formado, polvo es ahora.
Resignado y humilde, lloro y espero,
Sueño fueron tus dichas. ¡Ay! ¡Llora! ¡Llora!"

13S4.

Dice el ciprés:—"No inclines la vista al suelo:


Yo los beso y los bendigo;
Cuando me entierren contigo,
Con ellos me enterrarán.
De tan largo padecer
Estoy macilento y cano:
RELIQUIAS Cuando me vuelvas á ver,
Si no los llevo en la mano,
N o me vas á conocer.

Guardo en un sencillo armario,


Que con tu nombre sellé,
Tus vestidos, tu rosario
T el viejo devocionario
Que al casarnos te entregué.
Marchitos ya los colores
Que á tu ventana lucieron
En otros tiempos mejores,
Guardo allí también las flores
Que á la par de tí murieron;
T entre objetos tan amados,
¡Dolores del alma mía! \
Revueltos y enmarañados
Tus cabellos, impregnados
Del sudor de tu agonía.

Llorando á solas conmigo,


Por dar alivio á mi afán

S
INSOMNIOS
S E M P E R ET UBIQUE

Ella mitiga mi pena;


Ella mis faltas perdona;
Ella mi mente serena:
De las estrellas blasfemé iracundo, Mi Dolores es tan buena
P o r blasfemar de Dios hasta en sus huellas; Que ni aún muerta me abandona.
Y, huyendo de El y de ellas,
Yo, que á par del bien que espero
Me arrojé á lo profundo;
Mundo y vida tengo en poco,
jY ahondé!.... ¡y ahondé!...—Y, atravesando el mundo,
Con profundo amor sincero,
Hallé sobre mi frente las estrellas!
Como á un ángel la venero,
Como á una santa la invoco;
Y ella, si en negro crespón
A envolver la duda alcanza
Mi vacilante razón,
Me ilumina el corazón
Con un rayo de esperanza.

En estas noches sin sueño,


Cuando tenaz y traidora,
Sobre su dulce regazo
Neutralizando el beleño,
Logro conciliar el sueño.
Me agita con duro empeño
La fiebre devoradora; Santa sombra bienhechora
Cuando aguardando impaciente Que siempre á mi lado hallé
La luz del cercano día Compasiva y protectora,
Que aún no despunta en oriente, ¡Sostén mis pasos ahora
Siento correr por mi frente Que pongo en la tumba el pie!
Sudores de la agonía; Ciñe á mi sien el beleño
Mientras implacable y fiera Que calma toda ansiedad;
Se acerca á pasos traidores Y así, en deliquio halagüeño,
La muerte á mi cabecera, Duerma yo contigo el sueño
L a sombra de mi Dolores Que dura una eternidad!
Es mi mejor enfermera.
¡Cuántas veces, á mi cita, E N E R O DE 1836
Conmigo viene á velar
Esa aparición bendita,
Sin cuyo amparo, en mi cuita
Nunca puedo descansar!
Como niebla misteriosa
Penetra en mi habitación;
Su mano en mi pecho posa,
Y su sonrisa piadosa
Me dilata el corazón.
P o r el cuello me echa el brazo,
Con el labio me alza el ceño,
Y en ese místico abrazo,
D E S A L I E N T O

Á LA M U E R T E
A l cabo de seis años de agonía
Todo me cansa ya, todo me hastía:
Yo te saludo, oh muerte redentora, Hasta el llanto que un tiempo me alivió.
Y en tu esperanza mi dolor mitigo, Lleno estoy de estupor y de pereza,
Obra de Dios perfecta; no castigo, Como el que al alba su jornada empieza
Sino don de su mano bienhechora. Y el sueño en larga noche no probó.
Oh de un día mejor celeste aurora, E n mi ánimo confuso y turbulento,
Que al alma ofreces perdurable abrigo, Siempre, de pensamiento en pensamiento,
Y o tu rayo benéfico bendigo, Tu dulce imagen vaga sin cesar,
Y lo aguardo impaciente, de hora en hora. Como en noche callada, triste y sola,
Ante las plagas del linaje humano. Melancólica vaga, de ola en ola,
Cuando toda virtud se rinde inerte, La imagen de la luna sobre el mar.
Cuando todo rencor fermenta insano, Yo sé que Dios con su hálito podría
Cuando al débil oprime inicuo el fuerte, E n el fondo leal del alma mía
Horroriza pensar, Dios soberano, Borrar tu imagen y extinguir mi amor.
Más ¡ay! para mi espíritu abatido,
Lo que fuera la vida sin la muerte!
A las lóbregas sombras del olvido
Prefiero el triste rayo del dolor;
Que si es terrible el roneo mar violento,
Cuando agitadas á merced del viento
L a s verdes olas reventando van,
Más me horroriza el agua que, estancada
P o r el árido cierzo congelada,
Resiste inalterable al huracán.
Sé que la saciedad la pena embota;
Sé que abusando, hasta el dolor se agota;
Sé que nada es eterno: ¡ni el amor! I F E
Por eso, conteniendo el triste lloro,
Conservo mi ansiedad como un tesoro
Y como un beneficio mi dolor.
Todo, Señor, publica tu existencia;
La vida sobre mí terrible pesa; Todo tu gloria canta;
Y, entretanto, en el fondo de la huesa,
Y, si todo enmudecerla eonciencia
Sordo tu cuerpo á mi gemido está.
Tu imagen agiganta.
Mas nada hay fijo en la inconstante suerte:
Su fe te rinde el hombre en quien despiertas,
Si hoy nos separa sin piedad la muerte,
Ya esperanzas, ya angustias;
La muerte al fin á unirnos volverá.
Su olor te dan las rosas entreabiertas
Y las violetas mustias.
Tu alabanza pregona con su arrullo
La tórtola en la olmeda,
Y una oración te eleva en su murmullo
La trémula arboleda.
Nadie, Señor, tu enojo desafía
Ni tu ira desconoce;
Y, al quererte burlar, la hipocresía
Tu imperio reconoce.
E l malo, como el bueno, al invocarte J f i doblar en la tierra la rodilla,
Se somete á tu yugo; N i alzar la frente al cielo.
Y aspiran á ponerte de su parte,
Si halla claras tus huellas inmortales,
Y a el mártir ya el verdugo. Blasfemando se aleja.
A tí claman, Señor, la plebe opresa Ye la miel rebosar en los panales,
Y el déspota vencido: ¡Y" aún duda de la abeja!
T u auxilio imploran el león sin presa
Y el ruiseñor 6in nido.
Todos á tu poder se supeditan,
Y, besando tu huella,
.Juno dk 18S3.
Todos, Señor, tu amparo solicitan
Con razón ó sin ella.
Y , si airado nos vuelves el semblante
Con ceño moribundo,
Trepida como un seno palpitante
La redondez del mundo.
¡Sólo el sabio á dudar de ti se atreve!
¡El, con saña ferina,
Ciego escupe á la fuente donde bebe
Y al sol que le ilumina!
N o estudia el libro que á Moisés pasmado
Tu almo labio dictaba,
N i el otro donde Newton admirado
Tu nombre descifraba.
Haciendo escarnio de la fe sencilla,
No sabe—¡oh vil recelo!—
NOSTALGIA

OFRENDA

Un cántico de amor y de esperanza


Emblema del dolor y la amargura Hierve en mi ardiente pecho:
Que en mi pecho dejó la suerte esquiva,. A tí, Señor, mi espíritu lo lanza
Esta flor, siempre viva, E n lágrimas deshecho:
Consagro á tu tranquila sepultura.
A las flores el llanto de la aurora
Nació en los campos ignorada y sola;
Da vida en el estío:
Su amarilla corola
Las lágrimas de amor que el hombre llora,
No arrebató al jazmín la esencia pura,
Del alma son rocío:
Ni al nardo la frescura,
N i al clavel los colores encendidos: ¡Bendito Tú, Señor, que tal mudanza
No halaga los sentidos; Diste á la pena mía,
¡Pero tenaz sin marchitarse dura! Tornando en dulces horas de esperanza
Mis horas de agonía 1
E n éxtasis divino arrebatado,
2 6 DE J U N I O DE 1 8 S 8 .
Crece mi ardiente anhelo
Cada vez que contemplo embelesado
Ese libro del cielo.
Leyendo lo que en él tu mano ha escrito,
Hora paso tras hora.
¡Siento una sed ardiente de infinito
Que el alma me devora!
*

¡Quién pudiera volar hasta esa esfera


De luz y de armonía!
¡Un alma, un alma amante allí me espera,
Que hermana es de la mía!
Desde que ella voló, yo aquí cautivo, ¡En mis brazos murió! Boca con boca,
Su ausencia estoy llorando:
Bebí anhelante su postrer aliento,
¡Nueve años hace que sin alma vivo,
Que, aumentando por grados mi tormento,
Por ella suspirando! Desde entonces el alma me sofoca.
A tí, callada tumba, á tí mi frente Yo mismo la vestí. Mudo cual roca,
Macilenta 6e inclina, Sin lanzar uu gemido ni un lamento,
Como el ave del páramo á la fuente Cumpliéndole un sagrado juramento,
Del agua cristalina! Negro manto le puse y blanca toca.
¡Cuerpo, baja al sepulcro, que te espera Hoy, cuando la amargura rae enloquece,
Como el mar á la nube! Una dulce visión de aspecto santo
¡Alma, remonta el vuelo á la alta estera! Con hábito monjil se me aparece.
¡Sube á los cielos, sube! Compasiva me mira; y cuando el llanto

9 DE A G O S T O DE 1 8 8 S . A MEDIANOCHE.
Mis párpados cansados humedece,
Las lágrimas me enjuga con su manto.
- 10T —

Hoy ante el t r o n o de Dios


Es su santa tutelar.
N o es necesario nombrarla;
Nombrarla fuera ofenderla;
¡ Quien una vez llegó á verla,
Con nadie á de equivocarla!
FUENSANTA
1 0 DE F E B R E R O D E 1S90.

i
ANTE SU FERETRO

F u é dulce como una poma,


Granada como una espiga,
Guardosa como una hormiga,
Mansa como una paloma;
Dio consuelo á todo afán
Dió á toda orfandad abrigo;
Ni su pan negó al mendigo,
Ni ociosa comió su pan;
El bien buscó sin reposo,
Siempre en Dios la mente fija;
F u é hermana para su hija,
Fué madre para su esposo;

T de virtud singular
Dejando ejemplo á los dos,
II
UN' AÑO DESPUES
LAS CAMPANAS
A ANTONIO GRILO

Hoy hace un año que tu bien perdiste: H a y en el campanario cuatro ventanas,


Doce hará pronto que perdí yo el ralo; Y en ellas suspendidas cuatro campanas.
Y desde entonces, con profundo hastío, Con voz aguda á veces y á veces grave,
El alma llevo solitaria y triste. Cosas hablan que el labio decir no sabe;
No esperes que la calma reconquiste Pero, si atento escucho, bien pronto advierto
Tu pobre corazón doliente y frío, Que unas tocan á gloria y otras á muerto.
N i que llene su báratro sombrío Dicen las dos menores: "¡Cantad victoria 1
Cuanto en el mundo material existe. ¡Hoy el alma de un niño vuelve á la gloria!
Tanto como el vivir d u r a esa cuita; Dicen las dos mayores: "Hoy muda y grave
Y eterno fuera nuestro ardiente anhelo. Va un alma desprendida.... ¿Dónde?- ¡Quién sabe!"
Si el alma, cuando atónita medita, Y así alternando tocan, en turno incierto,
Unas veces á gloria y otras á muerto.
Sólo encontrara en el obscuro cielo
Esa serie de ceros infinita Yo sé que, ya remotas ó ya cercanas,
Que describen los astros con su vuelo Siempre he de oir las voces de las campanas,
Mas ¿quién sabe en su turno, siendo tan vario,
10DEFEBRI.RO DE 1891. Qué tocarán los bronces del campanario?
Yo, por más que medito, jamás acierto
Cuándo ha de ser á gloria ni cuándo á muerto.
¿Qué importa? En los espacios desvanecido,
Su clamor siempre es eco de algún gemido:
Recordando en qué para la humana escoria,
Siempre al mundo repiten la misma historia;
Y, ya alegres, ya tristes, ello es lo cierto
Que, aunque toquen á gloria, tocan á muerto.

F E B R E R O DE 1889.

Yo esperaba que Dios me dejaría


Gozar la paz de la vejez contigo,
Y que el sol de tu invierno me daría
Serena luz y bienhechor abrigo.
Yo esperé que la diestra soberana
Nos diera, en medio del tumulto humano,
Pasar como un hermano y una hermana
Caminando cogidos de la mano.

Yo esperé que corrieran nuestras vidas


Como van por oteros y por lomas
De dos en dos las tórtolas unidas,
De dos en dos unidas las palomas.
Que es sacrilego el hombre si no inclina
¡Oh mezquina esperanza malograda! La frente ante la diestra soberana,
H o y me deja el Señor, sordo á mi ruego, Y que acatar la voluntad divina
Tras una juventud atropellada Es la primera obligación humana.
Una vejez sin calma y sin sosiego.
Yo los dejo decir, y, en mi agonía,
¡Oh amor, fruto que tarde te sazonas 1
Resignado recibo su sentencia:
Tu acidez, tu aspereza, tu amargura
Ellos saben allá su teología;
Diste á mi juventud;—y hoy rae abandonas:
Yo no sé más que amar: ésa es mi ciencia.
¡Hoy que empecé á gozar de tu dulzura!
Yo sólo sé decir que no me es dado
¡Oh Dolores, oh esposa, oh compañera.
Sufrir sin qu?ja tan profunda herida.
Consuelo de mi espíritu afligido,
Y que es triste marchar solo y cansado
Perder tu amor, que fué mi vida entera,
P o r el árido yermo de la vida.
Es perder ¡ay de mí! cuanto he vivido!
¿Decís que el tiempo calmará mi duelo
P o r eso, en mi dolor, con ruego vano,
Y el eco extinguirá de mi querella?—
Pronunciando tu nombre miro al cielo,
Pues bien, por eso sucumbir anhelo:
Y, sordo á todo llamamiento humano,
¡Porque quiero morir pensando en ella!
Morir, sólo morir, doliente anhelo.
*
*

¡Oh! Mal conoce, quien me pide calma,


En vano me repiten que es locura
A ese Dios cuyo santo nombre invoca,
Tanto amor, tanta fe, tanta constancia;
A ese clemente Dius que llena el alma
Que el dolor, si su alivio no procura,
De amor y llanto cuando en ella toca.
Más que duelo es estéril arrogancia;
¡Oh! Mal conoce el ignorante sabio
Que es heno toda carne; sueño breve
Al que, por dar remedio á nuestra herida.
Toda vida; ilusión todo contento;
Yaleroso á la hiél aplicó el labio
Toda humana esperanza nube leve
Y en prueba de su amor nos dió su vidá:
Disipada al furor del ronco viento;
— 114 —

Ni ¿cómo has de execrar amor tan puro


A l que encendió la redentora llama
Tú que eres todo amor, Dios bondadoso?
Que el bien acendra y santifica el duelo;
Tan grande es tu ternura sin falsía,
Al que nos dijo:—"Amaos, como os ama
Que nunca en vano la invocó mi anhelo:
Yuestro Padre inmortal que está en el cielo;"
Al pronunciar tu nombre, de alegría,
Al que, en prenda de amor sacrificado,
Sobre mi frente se dilata el cielo.
E l amor infinito reverbera,
Y, al duro leño de la cruz clavado, Tu amor es puro manantial suave
Con los brazos abiertos nos espera. Que en todo vierte su raudal fecundo.
Quien no probó tu amor, de amor no sabe:
No puede, ob Dios, tu voluntad sagrada
¿De quién sino de Tí lo aprende el mundo?
Querer que en sus congojas y pesares
Claro como la clara luz del día,
Olvide el corazón la fe jurada,
T u verbo en todo sin cesar penetra:
La fe jurada al pie de tus altares;
¡ Oh brisa, oh bosque, oh mar, vuestra armonía
Ni que amores ante ellos prometidos
N o es una vana música sin letra!
Sean, como en las fieras, en nosotros,
Apetito brutal de los sentidos Todo habla, y todo al par dice lo mismo;
Que, agotado un manjar, se ceba en otros. Todo en una oración cifra su anhelo:
"¡Amor!" clama el reptil en el abismo;
Tiene tu Libio, que en el alma imprime
"¡Amor!" repite el ángel en el cielo;
Consuelo para todos los pesares,
Y el sol, y las estrellas, y la luna,
U n cantar que por tierno y por subleme
J u n t a n d o sus plegarias al gemido
Se apellida el Cantar de los Cantares.
De tierra, viento y mar, cantan á una
Y aquel idilio, que en acción sucinta
Recónditos misterios nos declara, El amor demandado y concedido.

Cuando el amor de Dios y el alma pinta,


*
Al de esposo y esposa lo compara.
¿Cómo ha de ver mi amor con ceño duro ¡Oh amor, oh santo amor, llama primera
Quien lo ensalzó con símil tan hermoso? Y última luz del alma congojada,
En la edad juvenil ardiente hoguera
Y hogar tranquilo en la vejez cansada! Esposa, cuando el alma que hoy delira
¡Oh amor, que como el Fénix te eternizas Calme la muerte que con ansia espero,
Por la virtud que en tí constante llevas, Y el triste pecho que por ti suspira
Y si al fin te consumes en cenizas Al viento rinda el hálito postrero;
De tus propias cenizas te renuevas! Cuando, cubierto por la verde alfombra
¡Oh amor, oh santo amor, límpida fuente Del césped, este cuerpo adolorido
De virtud, de ventura, de consuelo, Abra los ojos á la eterna sombra
Que tienes en la tierra t u corriente Y al eterno silencio abra el oído;
Y tu vena purísima en el cielo! Cuando sobre él, despojo miserable
¿Qué es sin ti, qué es sin ti la humana vida? Sumido en las tinieblas del osario,
¡Presa del vicio ó del dolor profundo! Tomen su eterna forma inalterabl e
¡Polvo seco ó materia corrompida! Los inmóviles pliegues: del sudario;—
¡Arido yermo ó lodazal inmundo! Entonces, para el alma libre y pura.
Todo cuanto en la tierra vil se mueve, Gloria será cuanto es tormento ahora:
Por su inercia nativa tiende al suelo: Lágrimas que lloró la noche obscura
Tú, amor, tú eres la fuerza á quien se debe Perlas son en la frente de la aurora.
Que las almas graviten hacia el cielo. Entonces, en los ámbitos del cielo,
Vana es la dicha que del mundo nace, Donde apaga el dolor su agudo grito,
Breve el placer que el mundo proporciona: La mente humana sin humano velo
H u m o aquella que el ábrego deshace, Contemplará lo eterno y lo infinito;
Flor éste cuyo fruto no sazona. ¡ Y entonces te veré!—Fero ese día
¡Oh amor, oh amor, tú sólo eterno duras, ¿Cuándo, al fin, llegará? ¿ C u á n d o ? - ; Q u é impor
Tú sólo das delicias verdaderas, ¡Para el que espera el bien y en Dios confía,
Y, rotas las mortales ligaduras, La eternidad es corta!
Más allá de la turaba perseveras!
— 119 —

Y voces oigo en ella que antes no oía.


Todo cuanto, en la tierra y el mar y el viento,
Tiene matiz, aroma, forma ó acento,
De mi animo abatido turba la calma
Y en canción se convierte dentro del alma.
K E S T I T U E I Q N Y es que, en estas tinieblas donde me pierdo,
Todo está confundido con tu recuerdo:
i Sin él, todo es silencio, sombra y vacío
* En la tierra y el viento y el mar bravio!

*
Estas pobres canciones que te consagro,
Revueltos peñascales, áspera breña
En mi mente han nacido por un milagro.
Donde salta el torrente de peña en peña;
Desnudas de las galas que presta el arte,
Corrientes bullidoras del claro río;
Mi voluntad en ellas no tiene parte:
Religiosos murmullos del bosque umbrío;
Yo no sé resistirlas ni suscitarlas;
Tórtola que en sus frondas unes tus quejas
Yo ni aún sé comprenderlas al formularlas;
Al calmante zumbido de las abejas,
Y es en mí su lamento, sentido y grave,
Aguila que te ciernes en corvo vuelo
Natural como el trino q ue lanza el ave.
P o r el azul espacio que cubre el cielo;
Santas inspiraciones que tú me envías,
Golondrina que emigras cuando el Octubre
Puedo decir, esposa, que no son mías:
Con sus pálidas hojas el suelo cubre,
Pensamiento y palabra de ti recibo;
Y al amor de tu nido tornas ligera
Tú en silencio las dictas, yo las escribo.
Cuando esparce sus flores la primavera;
* Aura mansa que llevas, en vuelo tardo,
Desde que abandonaste nuestra morada, Efluvios de azucena, jazmín y nardo;
De la mortal escoria purificada, Brisas que en el desierto sois mensajeras
De los tiernos amores de las palmeras:—
Transformado está el fondo del alma mía,
-121 —
— 120 —
Santos anacoretas y penitentes;
S3 m i r a n silenciosas y e n a m o r a d a s )
C a t e d r a l e s ruinosas, m u d a s y m u e r t a s ,
P a r d a s nieblas del valle, nieves del m o n t e ,
C u y a s góticas n a v e s h a l l o desiertas,
C a m b i a n t e s y v i s l u m b r e s del h o r i z o n t e ;
C u y a s leves a g u j a s , a l cielo a l z a d a s , .,
Tempestad q u e > a m a n d o con ronco acento
P a r e c e n o r a c i o n e s petrificadas;
T u s cabellos d e lluvia t i e n d e s al v i e n t o ;
T o r r e s d o n d e p o r c i m a d e l a veleta
Solitaria ensenada, restinga ignota
Q u e á merced d e l o s v i e n t o s se a g i t a inquieta,
D o n d e o c u l t a su n i d o l a g a v i o t a ;
S e ñ a l a n d o r e g i o n e s que n a d i e h a v i s t o
Olas embravecidas que pone á r a y a
T i e n e i n m ó v i l sus b r a z o s l a c r u z d e C r i s t o :
C o n sus r u b i a s a r e n a s l a e o r v a p l a y a ;
Luces, sombras, m u r m u l l o s , flores, e s p u m a s ,
G r u t a s d o n d e repiten con sordo a c e n t o
T r a n s p a r e n t e s n e b l i n a s , espesas b r u m a s ,
S u s querellas y h a l a g o s l a m a r y el v i e n t o ;
Valles, m o n t e s , abismos, t o r m e n t a s , mares,
V e l a s d e s c o n o c i d a s q u e en l o n t a n a n z a
A u r a s , brisas, a r o m a s , n i d o s y a l t a r e s , -
P a s á i s c o m o los sueños d e l a e s p e r a n z a ;
V o s o t r o s en el f o n d o del a l m a m í a
Nebuloso horizonte, t r a s cuyo velo
D e s p e r t á i s s i e m p r e u n eco d e poesía,
S u s límites c o n í a n d e n l a m a r y el cielo;
Y es que s i e m p r e á v o s o t r o s e n c u e n t r o u n i d o
R a y o d e sol p o n i e n t e que t e a b r e s p a s o
E l r e c u e r d o d o l i e n t e d e l bien p e r d i d o .
P o r l o s r o t o s celajes d e l t r i s t e ocaso;
S i n él, ¿qué es l a g r a n d e z a , q u é es el t e s o r o
Melancólico r a y o d e b l a n c a l u n a
D e l a t i e r r a y el v i e n t o y el m a r s o n o r o !
R e f l e j a d o en la cresta d e escueta d u n a ;
Negra noche que dejas de monte á m o n t e
G r a n i z a d o d e estrellas el horizonte',
L a m e n t o misterioso d e la c a m p a n a Y a lo ves: las canciones que te consagro.
Q u e en l a n o c t u r n a s o m b r a s u e n a l e j a n a , E n mi mente han nacido por un milagro.
Pidiendo por ciudades y por desiertos N a d a en ellas es mío, todo es don tuyú:
L a o r a c i ó n d e l o s vivos p a r a l o s m u e r t o s ; P o r eso á tí, de hinojos, las restituyo.
P l e g a r i a que t e elevas e n t r e l a n u b e ¡Pobres hojas caídas de la arboleda,
D e l incienso q u e en o n d a s a l cielo s u b e
Sin su verdor el alma desnuda queda!
C u a n d o al S e ñ o r elevan h i m n o s f e r v i e n t e s
Pero no, que aún te deben mis desventuras "V oces que me aseguran que podré verte
Otras más delicadas, otras más puras: Cuando al mundo mis ojos cierre la muerte:
Canciones que, por miedo de profanarlas, ¡Canciones que, por santas, no tienen nombres
En el alma conservo sin pronunciarlas; En la lengua grosera que hablan los hombres!
Recuerdos de las horas que, embelesado, Esas son las que endulzan mi amargo duelo;
E n nuestro pobre albergue pasé á tu lado Esas son las que el alma llaman al cielo;
Cuando al alma y al cuerpo daban pujanza Esas de mi esperanza fijan el polo,
Juventud y cariño, fe y esperanza; ¡Y esas son las que guardo para mí solo!
Cuando lejos del mundo parlero y vanó,
Ibamos por la vida mano con mano;
Cuando, húmedos los ojos, juntas las palmas, OCTUBRE DE 1888.
En una se fundían nuestras dos almas:
Canciones silenciosas que el alma hieren;
Canciones que en mí nacen y que en mí mueren;
¡Hechizadas canciones, con cuyo encanto
A mis áridos ojos se agolpa el llanto 1
Y aun á veces aplacan mis amarguras
Otras más misteriosas, otras más puras:
Canciones sin palabra, sin pensamiento,
Vagas emanaciones del sentimiento;
Silencioso gemido de amor y pena
Que, en el fondo del pecho, callada suena;
Aspiración confusa que, en vivo anhelo,
Y a es canción, ya plegaria q^e sube al cielo;
Inquietudes del alma, de amor herida;
Vagos presentimientos de/la otra vida;
Extasis de la mente que á Dios se lanza;
Luminosos destellos de la esperanza;,
I:'
INDICE

PAGINAS,
a
Prólogo i I
Al lector 1
Preludio 5
Primer lamento 10
Soledad 13
Compañía 15
P a n t o s de vista 16
Exequias 19
Resignación 20
Luz y Sombra 24
A Federico 25
¡.....<<<! 29
La última t a b l a . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35
Desengaño. 36
Ultra............ 37
DC 213
. 2

PAGINAS.
N3
1825 156219
humildad
* FHRC
Citación AUTOf
to0LE0N I, Emperador de
A media noche * Francia, 1769-1821
Cuatro'tablas
Mensaje
Aniversario
Val le-Hermoso
Desde el promontorio
En todas partes
Tres Años
El Sauce y el Ciprés.
Semper et Ubique
Insomnios
A la muerte
Desaliento»
Fe..
Ofrenda
Nostalgia
Recuerdo
Fuensanta
Un año después

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