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“La libertad, sólo para los miembros de gobierno, sólo para los miembros
del Partido, aunque muy abundante, no es libertad del todo. La libertad
es siempre la libertad de los disidentes. La esencia de la libertad
política depende no de los fanáticos de la justicia, sino de los efectos
vigorizantes y benéficos de los disidentes. Si "libertad" se convierte en
"privilegio", la esencia de la libertad política se habrá roto“.
1
INTRODUCCIÓN A UN ANIVERSARIO SIN ACUERDO POSIBLE
"... la paz sólo se consigue cuando el contrincante sabe que estás
preparado, armado y dispuesto a ir al combate”.
Evelyn Matthei, La Tercera 18 de junio 2023.
“Compañeros: el pueblo debe prepararse para resistir, debe prepararse para luchar…”
Miguel Enríquez, Secretario General del MIR. El Rebelde, N° 91. Julio de 1973.
El 11 de septiembre próximo se cumplirán 50 años desde que El Palacio de
La Moneda fue atacado, desde tierra y aire, por una máquina de guerra
profesional, la cual está diseñada, equipada, entrenada y financiada para
defender al gobierno legal, la soberanía y la independencia Nacional. En otras
palabras, las Fuerzas Armadas y policías nacionales atacaron a su propio
gobierno legítimo y legalmente constituido, con todo su poder de fuego. Un
gobierno que, pese a todo, representaba a casi la mitad de la ciudadanía de su
propio país.1 ¿Cómo se llegó a un momento tan dramático, violento y de aún
imperecedera polarización y enfrentamiento? Intentar, así sea una precaria y
discutible respuesta, será el objetivo de este Módulo “A 50 años del Golpe”.2
1
Los resultados de las últimas elecciones parlamentarias, (domingo 4 de marzo de 1973) de la
democracia, vigente hasta el Golpe de Estado, tuvieron los siguientes resultados: la UP obtuvo un
43% de los votos, que equivale a 20 senadores y 63 diputados. La CODE, agrupación de los
partidos opositores al gobierno de la Unidad Popular, por su parte obtuvo un 56% de los votos,
quedando con 30 senadores y 87 diputados. En esta elección votaron: 3.687.105 personas,
cuando el país contaba con una población de: 10.200.000. Los resultados electorales reflejaron la
polarización del electorado, en un contexto de creciente crisis política y económica. Y a pesar que
la UP no obtuvo la mayoría absoluta, su votación fue importante, (superior al apoyo con el que
había llegado al gobierno en 1970) para frustrar los intentos de la CODE de obtener 2/3 de la
votación, necesarios para impulsar una acusación constitucional contra el Presidente de la
República. Información de: https://www.bcn.cl/historiapolitica/elecciones/detalle_eleccion.
Conviene recordar, y tener muy presente, que todos los últimos gobiernos desde el año 2010, por
lo menos, han gobernado con apoyos inferiores al 43% de la ciudadanía. Y ello no ha significado
que pierdan su legitimidad democrática.
2
El debate historiográfico sobre la analizada temática del Golpe de Estado, ¿Cómo se llego a esta
situación? ¿Qué factores fueron los determinantes? Y sobre todo, los efectos brutales en el campo
del terrorismo de Estado que se desato con el señalado Golpe, son un campo en absoluta
expansión y diversificación de sus enfoques, fuentes e interpretaciones. Ahora “acuerdo” y versión
única sobre este periodo no se avizora. Para comenzar a estudiar este tema conviene consultar
una obra de mucho peso investigativo: LA REVOLUCIÓN INCONCLUSA. La izquierda chilena y
el gobierno de la Unidad Popular. Del historiador: Joaquín Fermandois. Editorial CEP, Santiago,
2013.
2
La Unidad Popular, (UP) encarnada en el gobierno de Salvador Allende,
representó la culminación de los intentos de la izquierda chilena por llevar a cabo
su proyecto histórico, que a fines de los años sesenta era, sin confusión alguna,
construir el socialismo. Las fuerzas de la UP eran la encarnación local, de un
proyecto global. Una causa que apuntaba a crear un orden político institucional,
fundado en nuevos valores y estructuras sociales. Un ideal total, una verdadera
“cosmovisión”, que desde fines del Siglo XIX, se había conformado en las
sociedades occidentales más avanzadas. Y que sobre todo, desde 1917, con “la
revolución de octubre”, se expandía por el mundo con el objetivo de crear un
orden económico social sin diferencias materiales y con pleno e integrador
desarrollo en los ámbitos científicos, tecnológicos y culturales. 3
3
La izquierda chilena, al igual que la latinoamericana y en sí todo el movimiento político y social
que encarnó el socialismo, en sus diversas vertientes, fue un movimiento ecuménico
universalista. Es decir, las izquierdas, ya sean moderadas o revolucionarias, siempre se
pensaron como internacionalistas y modernizadoras. En este discurso, heredero de la modernidad
ilustrada, se sumaron elementos que venían del liberalismo progresista, para empezar la fe en la
ciencia y el progreso, con la fuerza del movimiento obrero, bajo influencia marxista o cristiana, y
en particular un papel determinante jugaron los intelectuales y artistas, que dieron forma,
sentimiento e imagen a un ideal que encarno, en el plano de la teoría, toda la sed y pasión por
la justicia, la paz y la igualdad que los seres humanos han conformado en el transcurso de siglos.
Por supuesto, la realidad de las experiencias socialistas, en su gran mayoría, no estuvieron, ni
están, a la altura de la teoría. Pero así y todo, con fracasos económicos, incapacidad
administrativa y -lo más triste- con derivas dictatoriales, los movimientos socialistas fueron
siempre parte de las luchas por mejorar las condiciones de los trabajadores y campesinos. Por la
liberación de las mujeres y las minorías étnicas oprimidas y discriminadas. La izquierda luchó en
decenas de selvas, montañas y barriadas contra el fascismo en todas sus formas, contra dictaduras
gorilas y administraciones títeres de las potencias imperialistas. De esa forma los herederos de
Marx, Lenin, Mao o Fidel fueron claves en la emancipación de los países del Tercer Mundo. Ahora
bien, la utopía no se cumplió nunca, el capitalismo mostró, y muestra, una increíble capacidad de
adaptación y transformación. Y sobre todo las personas, los seres humanos promedios y
mayoritarios, son más “el lobo del hombre”, que “el hermano del ser humano”. Sobre esta
temática, la bibliografía, escapa a la lectura de una persona, podemos recomendar entre cientos de
libros: EL PASADO DE UNA ILUSIÓN. Ensayo sobre la idea comunista en el siglo XX . Del
renombrado historiador frances: François Furet. (Editorial FCE, México: 1995). LA ESPERANZA Y
EL DELIRIO. Una Historia de la izquierda en America Latina. Del historiador italiano Ugo
Pipitone. (Editorial Taurus, Buenos Aires: 2015). Y por último, y esto es solo para empezar: LA
UTOPÍA DESARMADA. Intrigas, dilemas y promesa de la izquierda en América Latina.
Del historiador mexicano Jorge Castañeda. (Editorial Ariel, Buenos Aires: 1994)
3
Ahora bien, la UP fue un laberinto de debates durante su breve vida
política; y sobre todo luego de la larga e interminable derrota. Los costos
humanos del fracaso político, los traumas y cicatrices de lo vivido producto del
fin de la “vía chilena” son demasiado profundos e imperecederos. Al punto que
medio siglo más tarde, los hijos e hijas; nietas y nietos, de los bandos
enfrentados en este ciclo político, aún no encuentran una versión compartida.
¿Era inevitable el “pronunciamiento” cívico militar esa mañana? ¿Había una
salida democrática a la crisis del gobierno de la UP? El cual, pese a su apoyo y
fuerza, era a todas luces menos de la mitad de la sociedad nacional. ¿La derrota
de la UP fue escrita en los escritorios del poder global? ¿Había fuga posible al
esquema de acero de la Guerra Fría? 4
4
El debate, sobre “lo que pudo ser”; o “las vías alternativas” a la violencia que vivía el país a
mediados de 1973. Y en realidad con un escenario político social, altamente explosivo desde el
largo paro patronal de octubre de 1972, ha hecho correr la tinta a mares. ¿Había una salida
política pacífica, en el marco del Estado de Derecho? Para los sectores racionales y democráticos
sí; para los sectores que habían renunciado al dialogo y los acuerdos, esa salida “consensuada”,
ya era un imposible. Desde los sectores de la izquierda más radical y en especial desde la derecha
golpista, la violencia se había vuelto inevitable. Y el factor macro clave: Washington había decido
hace tiempo que Chile no sería “socialista”, costará lo que costará. Y en esa línea venían
conspirando e interviniendo desde antes que Allende asumiera el poder. A veces se suele olvidar
que en la historia de Chile cercanos a la derecha asesinaron a dos comandantes en jefe del
ejército, los Generales René Schneider y Carlos Prats. Se olvida reiteradamente, que los sectores
de derecha, durante el gobierno de la UP, practicaron todo tipo de atentados y terrorismo con el
objetivo de hacer colapsar y agudizar la crisis política económica, que objetivamente acorralaba la
administración de la Unidad Popular. Sin sabotaje, terrorismo e intervencionismo extranjero
¿Tenía posibilidades la “vía chilena”? La historia se piensa y analiza desde lo real. La dinámica de
los conflictos, del ciclo de las reformas estructurales, 1964-1973, inevitablemente agudizó los
miedos e impulso la polarización violenta de la sociedad. El “orden social”, el heredero de
latifundios, patrones, sacerdotes y status estaba bajo ataque y su reacción fue la conocida:
violencia, venganza y terror. El Chile tradicional se salvó esa mañana de septiembre, cuando la
otra casi mitad del país lloraba La Moneda en llamas. Una lectura fundamental para entender la
posición de la derecha es: CON LAS RIENDAS DEL PODER. La derecha chilena en el siglo
XX. De la destacada historiadora Sofía Correa Sutil. (Editorial Debolsillo, Santiago: 2011.
Primera Edición Editorial Sudamericana, Santiago: 2005)
4
después de todo, no fue más que la continuidad de las jerarquías configuradas
en los siglos coloniales.
Esta sociedad tradicional, donde los que lavan los platos y la ropa por
generaciones, eran siempre de un color; y los que gobernaban y tenían el poder
eran siempre de otro, comenzó a dejar de ser una ley del cielo, desde el ciclo de
los gobiernos radicales (1938-1952) cuando se sembraron los factores que
alteraron definitivamente la paz de los fundos, con la cual había funcionado
políticamente y socialmente el país. Esta dinámica de cambios modernizadores
comenzó a colocar en evidencia la mentira liberal que “todos somos iguales ante
la ley” y más aún la promesa que “todos tenemos iguales oportunidades”.
La Unidad Popular fue el mayor intento de crear una sociedad moderna en
Chile. Lo hizo inspirada en la utopía del socialismo, pues el capitalismo
dependiente en América Latina no había sido capaz de crear sociedades
modernas de verdad.5 En este afán de cambios, la izquierda allendista, peco de
un optimismo incauto. Creyó en la fuerza de la ley y el imperio del derecho, para
impulsar transformaciones que por fin hicieran que la “igualdad de
oportunidades” saliera del papel a la vida real. La UP apuntó su táctica, a que se
podía cambiar Chile con las leyes vigentes. Por supuesto el gobierno de Allende
cometió muchos y graves errores. Se apresuró demasiado, gasto en bienestar
social, lo que el aparato productivo aún no era capaz de producir. 6 Y lo más
grave, no calibró su fuerza real, versus las de sus enemigos. En definitiva, la
izquierda “pateo el avispero” del poder y los privilegios, esperando que ellos
reaccionaran con pasividad. Y como sabemos “los poderosos no se suicidan”, ni
renuncian a su poder voluntariamente. Bueno, los resultados son ampliamente
analizados desde hace 50 años. Claro está cada uno llora y defiende a los
propios.
Algunos últimos alcances para esta introducción, ya los textos que vienen
completaran el mosaico. La Unidad Popular, con el Doctor Salvador Allende a la
cabeza, no tuvo una fuerza militar propia. Era una revolución sui generis, en el
marco de la ley y la democracia. 7 Su fuerza fue la ciudadanía de izquierda y el
movimiento popular organizado. La UP tuvo libros, canciones, banderas, murales
y consignas, pero eso no sirve para enfrentar tanques, aviones, ametralladoras y
decenas de miles de soldados entrenados y adoctrinados en la idea del “enemigo
5
Sobre el particular es muy clara la historiadora Sofía Correa, en su libro ya aludido, “ Con las
riendas del poder”: "Al fracasar el proyecto de modernización capitalista, la derecha en su
conjunto se volvió preferentemente anticomunista. El temor al comunismo había dejado de ser
puramente retórico después de la Revolución Cubana y de la alta votación alcanzada por la
izquierda en las elecciones presidenciales de 1958. En esas condiciones, y con su electorado
fugándose hacia la Democracia Cristiana, la derecha terminó por apoyar incondicionalmente a Frei
en las elecciones presidenciales de 1964, a pesar de que éste proponía hacer profundas
reformas estructurales. La derecha no tuvo más opción que escoger entre dos revoluciones. Su
capacidad de negociación frente al reformismo había quedado sepultada por su temor al
comunismo y por el derrotismo que siguió al fracaso del proyecto de modernización capitalista
impulsado por el gobierno de Jorge Alessandri. En 1964 su capacidad para enfrentar los cambios
que le eran adversos había sido anulada por primera vez”. (Subrayado y cursivas en negrilla
propias. Pág. 292)
6
El corazón de los problemas estructurales del país, en el periodo 1920 a 1973, y en realidad
desde siempre, fue que la incapacidad económica productiva. La cual no permitía generar los
bienes y servicios suficientes para integrar de forma real a más de un cuarto a un tercio de la
población. Esta dinámica económica social, de minorías integradas, conviviendo con mayorías
marginadas, inevitablemente generaba problemas y situaciones conflictivas que, si o si, iban a
terminar mal. Y es más, esta incapacidad económica sigue siendo el corazón de nuestros actuales
problemas. Autores de renombre como Aníbal Pinto y Manuel Ahumada, por nombrar los de mayor
eco en el periodo, habían advertido, desde la década de los años 50´ del siglo pasado, que un
sistema político que integraba a millones de votantes; en el marco de un progreso económico del
que sólo beneficiaba un cuarto a un tercio terminaría muy mal. Y así fue. Sobre esta
problemática, es brillante el análisis, y sobre todo la evidencia científico estadística, que realizan
varios autores en el estudio: DESIGUALES. Orígenes, cambios y desafíos de la brecha social
en Chile. Editorial PNUD, Santiago: 2017.
7
Una locución adverbial procedente del latín que significa «de su propio género o especie», y que
se usa en español para denotar que aquello a lo que se aplica es de un género o especie muy
singular y excepcional, único, sin igual e inclasificable.
5
interno” y la necesidad de “eliminar el cáncer marxista”. Este asimétrico
enfrentamiento se resolvió de la forma esperada en sólo un par de horas.
A las 14:00 horas del martes 11 de septiembre, las FFAA y de policías
controlaban totalmente el país. Sólo en contados, y no coordinados, lugares
valientes militantes de izquierda empuñaban unas pocas armas para hacer frente
a la guerra declarada por los profesionales de ella. En este absolutamente
desigual enfrentamiento de baja intensidad las FFAA, las policías y pronto los
aparatos represivos secretos, no respetaron las “reglas de la guerra”. Se
ensañaron con los derrotados de forma absolutamente innecesaria e
injustificada. No tuvieron consideraciones de ninguna especie “por sus
compatriotas”, pasando a llevar las conductas mínimas que nos hacen humanos.
6
COLUMNISTA INVITADO: DANIEL MATAMALA
Veinticuatro de ellos fueron torturados por dos días antes de ser ejecutados,
y sus cuerpos, desaparecidos.
Los médicos Enrique Paris, Georges Klein y Héctor Pincheira, el sociólogo Claudio
Jimeno, el ex gerente del Banco Central Jaime Barrios y el intendente de Palacio Enrique
Huerta fueron algunos de los asesinados.
El estudiante de 14 años de edad Luis Retamal fue ultimado por agentes del
Estado dentro de su propia casa. Los exiliados uruguayos Alberto Fontela y Juan
Cendán, el ingeniero brasileño Tulio Quintiniano, el suplementero Luis Marchant, y el
relacionador público Ernesto Traubmann fueron secuestrados y desaparecidos.
Podríamos seguir por páginas y páginas listando las historias del horror. Pero el
punto está hecho: desde el primer minuto de su toma del poder, la dictadura
estableció la muerte, la sangre y la crueldad como sus marcas bautismales.
Así lo reconoció días después del golpe Jaime Guzmán. En una carta a los
líderes golpistas definió el bombardeo de La Moneda, las ejecuciones sumarias y otros
actos de violencia como “la quema de las naves de Cortés”. Guzmán les advirtió que
esos crímenes serían juzgados “relativamente pronto de acuerdo a criterios democráticos
(… y) no serían fáciles de defender si la Junta solo representara un paréntesis histórico”.
Por eso, las declaraciones de Patricio Fernández fueron un error. “Lo que
podríamos intentar acordar es que sucesos posteriores a ese golpe son inaceptables en
cualquier pacto civilizatorio”, señaló el entonces coordinador de la conmemoración de los
50 años, distinguiendo entre el hecho mismo del golpe y los “sucesos posteriores”.
7
Pero en un pacto civilizatorio, destruir la democracia a sangre y fuego es en
sí inaceptable. No existe un golpe sin violación de derechos humanos, y menos uno tan
brutal como el del 11 de septiembre.
Eso no borra, por cierto, la necesidad de un debate crítico sobre los hechos
previos al golpe, incluyendo la responsabilidad en ellos de la izquierda, la UP y el propio
Allende. Pero entender no es avalar. Explicar no es justificar. Dar contexto no es
incluir al golpe dentro de ese “pacto civilizatorio” de quienes nos consideramos
demócratas.
En estos días han resurgido discursos que buscan justificar el 11. Se cita una
resolución de la Cámara de Diputados, siendo que la única manera legal de destituir al
Presidente era mediante un juicio político que no se realizó. Se recuerdan las palabras
de Frei y otros líderes de la DC, como si el error histórico de quienes confiaban en una
pronta restauración democrática fuera aún argumento medio siglo después.
Se repite que el golpe tuvo apoyo popular. Ello es imposible de verificar: fue una
masacre, no un plebiscito. Pero aun si hubiera sido así, ello no quita que, 50 años
después, el Estado de Chile deba tener una postura inequívoca al respecto.
La Moneda, un edificio del Siglo XVIII, EL SIGLO DE LAS LUCES, es destruida por las
bombas de la Fuerza Aérea de Chile. El máximo símbolo del asesinato del sistema
democrático.
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PRIMERA PARTE: EL CHILE DE HACE 50 AÑOS
Texto 1. EDUCACIÓN: EL TIEMPO SUSPENDIDO
23 junio, 2023
De todos los fenómenos sociales, la educación es quizá el que mejor
refleja los cambios que la sociedad experimenta. Ello proviene de la índole que
posee. Por una parte, la educación es un mecanismo a cuyo través una cierta
conciencia colectiva pasa de una generación a otra; por otro lado, es formadora
de las élites, al menos en los niveles superiores. El primer rasgo hace de la
educación un aspecto clave de la identidad social; el segundo, un lugar donde
quienes se situarán por arriba en la escala invisible del prestigio y del poder
aprenden a desempeñar su papel.
8
NOTA EDITORES. Quizás nada refleja de forma más explícita e indiscutible la desigualdad e
imperio de los privilegios de la sociedad chilena, que las cifras de acceso a la educación superior.
El Chile tradicional, era un país donde la mayoría, con suerte, tenía 3 a 4 años de educación básica
y menos de 2 de cada 100 estudiantes, en 1940, llegaba a la universidad. Así como también los
cambios impulsados por el “Estado Compromiso” encuentran su mejor expresión en la ampliación
del acceso a la educación superior, 1 de cada 6 en 1973. He ahí la explicación más simple y clara
de lo que le paso a la democracia modelo 1925. Ella funcionó mientras la educación fue un
privilegio, cuando la educación se democratizó, en algún grado, el sistema no soportó la demanda
por igualdad de derechos. Sobre esta temática es de mucha utilidad leer: EL LICEO. Relato,
memoria, política. De la historiadora: Sol Serrano. Editorial Taurus, Santiago: 2018. En la
misma línea, pero sobre la educación universitaria se recomienda: DILEMAS DE LA EDUCACIÓN
SUPERIOR. El caso de la Universidad de Chile. De: Alan Meller y Patricio Meller. Editorial
Taurus, Santiago: 2007. Y finalmente sobre la persistencia de los privilegios e injusticias en el
sistema escolar: LA MENTIRA NOBLE. Sobre el lugar del mérito en la vida humana. De
Carlos Peña. Editorial Taurus, Santiago: 2020.
9
Se tomó conciencia de que el aparato escolar, el sistema escolar, era clave
en la reproducción de la estructura de clases y que si se quería acabar con ella, o
moderar su impacto en la trayectoria vital de las personas, era imprescindible
igualar la experiencia educativa.9 Es cierto que una de las inspiraciones
ideológicas del proyecto (la idea de aparatos ideológicos del Estado, de
Althusser) influyó en ese proyecto que, sin embargo, tenía un propósito valioso
que a cincuenta años sigue poseyendo sentido. Los estudiantes universitarios,
por su parte, tenían una conciencia agudizada acerca de la situación de privilegio
que poseían en una sociedad que (no obstante la expansión que el sistema había
experimentado hacia 1973) seguía excluyendo a las grandes mayorías. 10
9
NOTA EDITORES: El sistema escolar es la máquina de distribuir roles en la sociedad. El punto
es que no todos los estudiantes van al mismo sistema. Unos, los más, van a escuelas que no
funcionan como escaleras sociales. Y en realidad funcionan “bien”, en poco o nada. Otros, una
minoría, van a escuelas donde en primero básico se puede “predecir” cuantos puntos tendrá un
estudiante en la PAES. Así de real, así de crudo y verdad. Sobre esta temática la bibliografía es
muy extensa. Una obra inundada de datos brutales, sobre la inoperancia del sistema escolar de la
mayoría de Chile es: EDUCACIÓN CON PATINES. De Arturo Fontaine y Sergio Urzúa. Editorial
El Mercurio, Santiago: 2018.
10
NOTA EDITORES: Las fuerzas sociales que sacaron de quicio a los sectores moderados y
conservadores, durante los años de la Unidad Popular, movimientos que venían de antes claro
está, fueron de varías y diversas. Destacaron por su masividad: campesinos organizados, obreros
sindicalizados y pobladores politizados. Ahora ningún movimiento político social fue tan
determinante como el movimiento estudiantil universitario, y en menor medida el secundario, por
la variable de masa crítica que involucraba. Y claro está, “la peligrosidad” que implicaba el hecho
que los estudiantes universitarios de la época fueran en su mayoría de capas medias. Algunos
partidos de la nueva izquierda del periodo (ver en especial: el MAPU. Movimiento de Acción
Popular Unitaria y el MIR. Movimiento de Izquierda Revolucionaria) sólo son comprensibles, en sus
características, por el peso cualitativo que tenían en ellos los sectores universitarios. Las
universidades, en especial las públicas, pagarían, en todos los planos, muy caro este protagonismo.
10
Texto 2. LA MANO DEL TIEMPO
19 mayo, 2023
Dentro de todas las cosas que dijo Sartre —y dijo muchas, todas o casi todas
inteligentes— una de las más relevantes fue la de que la existencia humana estaba
siempre situada. Con ello quería él decir que lo que hacemos o pensamos siempre lo
hacemos o lo pensamos al interior de una cierta situación, reaccionando frente a ella con
alergia o con agrado, motivo por el cual lo que hacemos o pensamos casi nunca nos
pertenece del todo: es la situación, la circunstancia prefería decir Ortega, el mundo en
derredor, la que en parte importante lo explica.
Es que ellas muestran de manera flagrante hasta qué punto la actitud ideológica
de los partidos y de los gobiernos depende, en parte importante, del contexto que los
rodea y hasta cierto punto los configura.
En esos tiempos lo que hoy parece desmesurado no lo era. Porque no eran las
ideas las desmesuradas, sino la realidad frente a la que ellas reaccionaban.
Hace cincuenta años la existencia social y política consistía en tomar partido por
alternativas irreconciliables.12 Cada bloque —EE.UU. de un lado, la URSS del otro—
presentaba un dibujo de la existencia social e histórica perfectamente opuesto. Y cada
uno de esos lados reclamaba una fe ciega y parecía dispuesto a cualquier cosa para
obtenerla.
11
NOTA EDITORES. En esta explicación, sobre el peso de una época, en todos los ámbitos, Carlos
Peña da en el clavo de forma maestra. Para explicar los años de la Unidad Popular, y en si toda la
época de los “ismos”. Es decir, la época donde las ideologías y sus estructuras partidarias definían
el conjunto de la vida de millones y millones de personas, en todas las sociedades inmersas en la
dinámica del los choques ideológicos de la modernidad. En la actualidad, y sobre manera para una
generación donde lo más importante es unas zapatillas o un tatuaje, pensar que se creía y vivía de
acuerdo a un conjunto de afirmaciones, e incluso sentidos del curso de la historia, resulta
simplemente un cuento de hadas y encantamientos.
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NOTA EDITORES Esa era la clave epocal: “tomar partido”. Vivir sin partido, sin saber quiénes
eran “los nuestros, los aliados y sobre todo quién era el enemigo”, era la peor de las opciones. La
neutralidad era ser enemigos de todos los bandos. Eso volvió tan especial esta época. Dónde se
tomaron La Catedral y la Casa Central de la PUC. Esos años cuando en plena Alameda se podía
leer grande y claro: “CHILENO: EL MERCURIO MIENTE.” Si eso, no fue “morder piedras” ¿Qué
fue entonces?
11
¿Cambió la situación para Chile luego del Golpe?
Sí, pero desde el punto de vista político no para bien. Pinochet fue un socio
incómodo de EE.UU., y a la vez un verdadero paria, un descastado, un proscrito, un
excluido en la escena internacional, lo más parecido, visto a la distancia, a la situación de
Franco en la posguerra. Incluso un dictador como Marcos se permitió hacerle desaires.
La situación fue distinta desde el punto de vista económico: Chile se incorporó poco a
poco al circuito del comercio internacional. Esa paradoja insinuó lo que sería el mundo
de hoy: particularismos estatales en medio de un mercado global.
Hasta que llegó octubre del año 2019 y el discurso antiimperialista y el sueño
utópico pareció renacer: se elaboraron relatos escatológicos sobre el fin de capitalismo,
el decolonialismo, el decrecimiento y el buen vivir, cosas así. Los viejos propósitos y
lemas hicieron amago de despertar; pero, se sabe ahora, nada de eso resultó porque la
mano del tiempo ya había borrado el entorno que los mantenía en estado de alerta y de
vigilia. (El Mercurio)
Carlos Peña
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NOTA EDITORES. En la evolución y renovación de las izquierdas, en todos los países de la
órbita Occidental, fue fundamental la toma de conciencia empírica que los “socialismo reales”
habían derivado en dictaduras de partido único. En nuevas formas de privilegios que hacían
realidad aquello, que en el socialismo “algunos son más iguales que otros”, al decir de G. Orwell. Y
lo más determinante, en la competencia económica las potencias capitalistas fueron más eficientes
y productivas. El Segundo Mundo perdió la carrera con el Primero. Quizás donde fue más
expresiva esta derrota material, fue en la competencia entre las dos Alemanias. Y en particular en
su epicentro, el dividido Berlín, con dos sistemas separado por un vigilado Muro. La verdad que
todos querían pasar de la RDA a la RFA se volvió inocultable, por más que el Muro fuera cada vez
más alto y solido. EL capitalismo y su red de mega empresas globales, supo crear un mundo con
mucho más brillo y seducción para las grandes mayorías. Los valores éticos y la conciencia sobre
la humanidad o la paz mundial, poco podían hacer contra bebidas gaseosas y ratones humanizados
vestidos con ropa de marca. El rojo triunfante fue finalmente el de: “tome Coca Cola”.
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SEGUNDA PARTE: CHILE DIVIDIDO Y ENFRENTADO
Texto 3. ALLENDE: DEMÓCRATA Y SOLITARIO
19 junio, 2023
Cercanos los 50 años de su muerte por mano propia, algunos chilenos vuelven a
discutir si Salvador Allende fue o no un demócrata. No es raro, el talante político de
Bernardo O´Higgins siguió controvertido medio siglo después de su muerte en el exilio. 14
Hoy se sabe que Allende había acumulado decisiones duras y dramáticas para ser
liberadas y comunicadas el 11 de septiembre de 1973, en palacio, donde él estaba “para
defender la dignidad del cargo”. En paralelo, el lenguaje de Pinochet en sus diálogos con
otros militares, ese mismo día, fue anticlimático. Las grabaciones existentes muestran
que no dejó huellas de caballerosidad y que hasta pasó por su mente la posibilidad de
subir al presidente a un avión “y después se cae”. Tras el desenlace, sondeó la
posibilidad de exiliar su cadáver: “Hasta para morir tuvo que joder, habría que enterrarlo
en Cuba”. Paradójicamente, un desinformado Allende se había preocupado por su
suerte, pues lo suponía prisionero de los líderes del golpe.
14
NOTA EDITORES. El Doctor Salvador Allende G, militante del Partido Socialista desde sus
orígenes fue sin discusión alguna un hombre parte del juego político institucional. Desde sus años
de estudiante de medicina en la Universidad de Chile participó en instancias de organización
estudiantil, y por ende de debate y competencia política democrática. Fue diputado, senador,
ministro de salud y por largos años dirigente del Colegio Médico. A la par de cuatro veces
candidato a la presidencia, en las que en tres oportunidades aceptó la derrota electoral, en el
marco del juego democrático. Es decir, cuestionar las credenciales democráticas de Salvador
Allende, en el marco del orden político liberal burgués, ver Constitución de 1925, es simplemente
irracional. Lo concreto, lo empírico, es que el gobierno de la Unidad Popular se enmarcó en el
orden constitucional vigente en ese momento. Ahora, todo esto, no niega que en el periodo 1964 a
1973, los discursos “revolucionarios” no jugaran un papel clave en la dinámica de los
acontecimientos. Pero la pregunta obvia es: ¿Chile, estaba a punto de explotar en una revolución
social violenta en esos años? Por el lado de la izquierda, lo probado es que no había esa capacidad
real. Distinto es lo efectivo, que sectores de derecha si tuvieron la capacidad de llevar a cabo una
revolución para imponer, a sangre y fuego, “su revolución”. Sobre la figura y trayectoria
democrática del Presidente Allende se puede leer el reciente libro: SALVADOR ALLENDE. La
izquierda chilena y la Unidad Popular. Del Doctor en Ciencias políticas, Daniel Mansuy.
(Editorial Taurus, Santiago: 2023). Sobre aspectos más biográficos del Presidente mártir, una muy
detallada investigación es: ALLENDE. Un ensayo psicobiográfico. De la historiadora Diana
Veneros. (Editorial Sudamericana, Santiago: 2003). Sobre los discursos “revolucionarios” de esos
años, la lectura ideal es: SU REVOLUCIÓN CONTRA NUESTRA REVOLUCIÓN. Izquierdas y
derechas en el Chile de Pinochet. De los historiadores: Verónica Valdivia, Rolando Álvarez y
Julio Pinto. (Editorial LOM, Santiago: 2006)
13
Amistad complicada
Creo que ese calificativo no puede fundarse en textos, discursos o actos públicos
de Allende, en sus más de 40 años de actividad. Contrariando a Kissinger, ni siquiera lo
compartía Nathaniel Davis, embajador de los Estados Unidos durante su mandato. En su
libro Los dos últimos años de Salvador Allende -a mi juicio una de las semblanzas
más perceptivas y equilibradas del expresidente- lo reconoce como un demócrata que
verdaderamente quería llevar a Chile hacia el socialismo a través de los medios
institucionales.
Paradójicamente, Castro atornillaba al revés del interés allendista, pues temía que
el éxito eventual de “la vía chilena” liquidara su vía guerrillera y, por ende, su liderazgo
regional o tricontinental sobre las izquierdas revolucionarias.15 En 1971 vino a Chile, en
insólita visita de 25 días, que sirvió para alentar a los castristas chilenos y agrupar a la
oposición. Más insólito aún fue lo que ya recordamos: ese discurso suyo “de homenaje”
a Allende en el cual le falsificó su muerte. Inventó que, tras destruir un tanque con un
bazucazo, había muerto en duelo singular con los militares. Acribillado a balazos, fue
una invención destinada a acreditar sus tesis propias, pues terminó diciendo que “los
chilenos saben ya que no hay ninguna otra alternativa que la lucha armada
revolucionaria”. Con razón Gabriel García Márquez, que lo conoció de cerca, dijo: “No
creo que pueda existir en este mundo alguien que sean tan mal perdedor”.
Desunida Unidad Popular
A vida cumplida, está claro que la eventual dictadura proletaria fue ajena a
Allende y que la razón de su fracaso estuvo en la inviabilidad de su proyecto.
Doloroso decirlo para quienes lo compartimos y/o implementamos. Era utópico,
en plena Guerra Fría, ejecutarlo desde las instituciones, con base en sólo un tercio del
electorado y, sobre todo, con los partidos de izquierdas sin una estrategia compartida.
Es que el presidente no sólo chocó con la oposición de derechas, el recelo de
Castro y la desestabilización inducida por Richard Nixon con apoyo de Kissinger.
También sufrió las almas antagónicas de la Unidad Popular, su alianza de
gobierno. En su propio Partido Socialista la línea mayoritaria la lideraba Carlos
Altamirano, convencido de que el enfrentamiento armado era inevitable. En el Partido
Radical, el Mapu y la Izquierda Cristiana hubo escisiones profundas entre los
sostenedores del proyecto allendista y los entusiastas de un marxismo-leninismo en
versión castrista. Los comunistas, que fueron su apoyo más firme, no se resignaban a
revisar su disfuncional tesis de la dictadura proletaria. Su jefe Luis Corvalán,
entrevistado al respecto por su camarada periodista Eduardo Labarca, a lo más concedió
que el gobierno se encaminaba hacia “una dictadura legal del pueblo de Chile”.
15
NOTA EDITORES. La pugna al interior de la Unidad Popular, radicó entre los sectores legalistas,
papel clave jugó en esa línea el Partido Comunista. Versus sectores del Partido Socialista, que
esgrimían un discurso más rupturista. Esta opción por la “vía armada”, era más en las palabras,
en la mayoría de los militantes que adscribían a las posiciones maximalistas, que los hechos
concretos. Por otro lado, que la derecha tenía sectores partidarios de la violencia
contrarrevolucionaria no era un misterio. Más aún, pensando en las experiencias vividas en todos
los ciclos de cambio transformador durante el siglo XX. Particular peso jugó en los debates la
dinámica vivida por la derrotada República Española, entre 1931-1939. Rol particular, y muy
determinante en los debates al interior de la UP, jugó el magnetismo y ejemplo de la Revolución
Cubana. La cual, desde 1959 había creado un modelo “armado y frontal”, que en varios lugares de
América Latina se quiso replicar. No reflexionando en profundidad, las particularidades del caso
cubano, y sobre todo de la legendaria dirigencia del mismo proceso. Para Chile el principal
representante del “encantamiento cubano”, fue el MIR, movimiento político-militar creado en
agosto de 1965. Un partido, que de principio a fin vivió enamorado del ejemplo revolucionario del
Movimiento 26 de Julio. El MIR sería perseguido con saña y sin respeto por las reglas de la guerra
cuando las FFAA tomaron el control total del país. Sobre estos debates al interior de la UP y el
papel del MIR, consultar: EL TRES LETRAS. Historia y contexto del Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR). Del historiador Sergio Salinas. (Ril editores, Santiago: 2013)
14
Era el costo en diferido del proceso electoral previo. Como Allende no era el
candidato natural de su propio partido, su mandato nació enredado en
compromisos que atentarían contra su coherencia y gobernabilidad. Durante tres
años, debió consensuar (“cuotear”) hasta los cargos menores. Desde su frustración,
muchas veces optaba –esto me consta- por dar instrucciones directas a los mandos
medios. De ahí, también, su aprecio por la disciplina y pulcritud del establishment
militar, expresada en su alta consideración hacia el jefe del Ejército, general Carlos Prats.
Todo eso solía expresarlo, sarcástico, diciendo que, como Presidente, él era un simple
coordinador de los partidos de la Unidad Popular.
En julio de 1972, percibiendo lo explosivo de la polarización en desarrollo, envió
una carta a los jefes de los partidos oficialistas, denunciando como inconcebible la
pretensión de desconocer “el sistema institucional que nos rige”. Pese a ser dirigido a un
colectivo, el documento no pudo ser respondido colectivamente. Cada jefe respondió por
su cuenta.
Si alguna vez un gobernante conoció verdaderamente la soledad del mando, ése
fue Allende. Todo Chile pudo asomarse a su drama interno en mayo de 1973, cuando en
pleno discurso soltó un sollozo ante las cámaras.
Al filo del último día, el cuadro se le había cerrado de tal modo que sólo disponía
de “antiopciones”: conducir el proyecto original era imposible; ceder a la oposición de
izquierdas rompiendo la institucionalidad, aceleraría la reacción militar; gobernar con los
militares siguiendo el “modelo uruguayo” era romper una coherencia política vital; resistir
el golpe anunciado con las fuerzas de que disponía era iniciar una guerra civil; declarar
rota la Unidad Popular era una redundancia. Forjar una alianza alternativa era
extemporáneo. Por eso, mientras jugaba con la idea de un plebiscito, en cuya eficacia tal
vez no creía, se iban ordenando en su mente las que serían conocidas como sus “últimas
palabras”.
Así fue como ese 11-S chileno, Allende se presentó al país no ya como un líder
sectorial, sino como “un hombre digno que fue leal con la patria”. Desde esa definición
fue duro con los líderes del golpe, ignoró a los partidos de gobierno y, en contra de las
sugerencias de Castro, llamó a los suyos a no sacrificar sus vidas. Implícitamente, él
sacrificaría la suya.
Todo ello dicho con serenidad impresionante, entre el humo, el espanto y el olor a
pólvora, porque ese día se sentía libre y a solas con la Historia. (El Líbero)
José Rodríguez Elizondo
15
El Mercurio de Santiago, Domingo 19 de agosto de 2018, pág. A.2
16
Se puede decir que los sectores más apegados a la ortodoxia marxista-
leninista, sobre todo el núcleo procubano del PS y el MIR, tenían razón: la
revolución, concebida como remodelación autoritaria de la sociedad, era
incompatible con los fundamentos de la democracia liberal, o sea, la sociedad
abierta y la alternancia en el poder. Es cierto que Allende no estaba dispuesto a
encabezar un régimen despótico, pero había avalado un programa cuya
aplicación fue vista por mucha gente como el prólogo de una dictadura. Bastaba
con escuchar a los dirigentes más exaltados del PS para temer lo peor.
¿Pudo evitarse el derrumbe institucional? Sí, pero ello exigía que los
líderes de entonces, en primer lugar Allende, actuaran con lucidez y entereza
suficientes como para materializar un pacto nacional que conjurara la violencia y
salvara el Estado de Derecho. Por desgracia, esa lucidez y esa entereza no
existieron. Las reservas de buena voluntad que había en el país fueron anuladas
por el miedo y el odio.16
Militantes de izquierda, de los sectores más radicales, desfilan por la calles planteando
la táctica de “CREAR PODER POPULAR”. Sonaba bien, la pregunta es: ¿Qué “fuerza
real” tenía ese “poder”? En política, como en casi cualquier ámbito, las palabras
deben ser medidas y pesadas con sumo cuidado.
16
Nota Editores. Lo complejo de los análisis históricos, es que los factores subjetivos, no
medibles o cuantificables de forma exacta, juegan un papel determinante en la evolución de las
variables objetivas. Los sectores que impulsaron el Golpe de Estado, lo hacían básicamente bajo el
supuesto que el gobierno de Allende preparaba una “toma total del poder”. A todas luces una
alucinación, más aún si pensamos en su fuerza real. El otro supuesto era que las FFAA o
Carabineros podían dividirse; o peor aún repetir el esquema de 1891, Armada versus Ejercito. Las
columnas del Profesor de la Universidad Católica Gonzalo Rojas, reproducidas en este Módulo, de
una u otra forma se inscriben en el supuesto que durante el Gobierno de la UP el asunto llegó al
dilema binario excluyente: “eran ellos o nosotros”. Y claro esta “ellos” tenían un Ejercito y el
sector democrático tenía “un mandato entregado por la ciudadanía”.
17
Texto 5. A 50 AÑOS DEL GOLPE: OPORTUNIDADES PERDIDAS Y DINÁMICA
DE LA DERROTA
27 junio, 2023
Como hemos dicho, el primer año del gobierno de Salvador Allende dejó un
balance positivo y se reflejó en un aumento del apoyo popular al gobierno. El panorama
parecía alentador: “el PNB creció en un 8,6%, la cesantía disminuyó considerablemente
a un 4,2% (…) la producción industrial aumentó en un 13% y la inflación se redujo de un
34,9% en 1969, a un 22,1% en 1971. Los sueldos del sector público aumentaron en un
35%, los salarios en el sector privado, en un 50% [1]”.
Sin embargo, miradas las cosas desde otra perspectiva, el sobre calentamiento de
la actividad productiva, la política de expansión del gasto público y de aumento de los
salarios mostraría en corto plazo sus consecuencias inflacionarias. El boicot
norteamericano a la economía chilena empezaría a tener sus efectos y, por otro
lado, a pesar que el gobierno aumentaría considerablemente su base electoral en las
elecciones municipales de 1971 el apoyo parlamentario empezaba a escabullirse de las
manos.
El 50% de los votos obtenidos por los partidos de la UP en 1971, según Joan
Garcés[2], era la oportunidad para que el presidente Allende pudiera impulsar los
cambios institucionales que eran necesarios para mejorar la posición del gobierno para
realizar y consolidar las reformas y mejorar la correlación de fuerzas en el
parlamento, así como también -claro que esto lo vemos desde el futuro- modificar los
términos de la relación del presidente con los partidos de la Unidad Popular, dándole el
poder de decisión que nunca tuvo por la regla de unanimidad con que se constituyó el
comité político de la UP. Según Garcés, los partidos de la Unidad Popular rechazaron la
idea de convocar a un referéndum, lo que le impidió a Allende retomar la iniciativa
política, especialmente buscando sustraer a la DC de su acercamiento a la derecha.
18
En febrero de 1972 se realiza una reunión de jefes de partidos de la UP, el
Cónclave de El Arrayán, en que los líderes de la coalición gobernante enfrentan
autocríticamente la evolución política del país, advirtiendo sobre las consecuencias
negativas “del burocratismo y la deshonestidad” y viendo el deterioro electoral anuncia
“una dura batalla ideológica en el seno de las masas, que lleve a la comprensión integral
del proceso revolucionario que estamos viviendo. Y en eso reconocemos que hemos sido
remisos” Acto seguido, reafirmando una mirada iluminista, la UP sostiene que “el pueblo
no siempre adquiere conciencia de que esta batalla ideológica es el enfrentamiento entre
quienes defienden la mantención de un estado de cosas que nunca lo favoreció y quienes
buscan el progreso de la mayoría y la abolición de los privilegios” [3].
La Unidad Popular acuerda entonces profundizar la implementación inmediata de
su programa, especialmente en el ámbito institucional, pero comienza a exteriorizar la
existencia de “dos almas” en su seno que terminarían a corto andar paralizando al
gobierno.
En efecto, sólo semanas después de El Arrayán, en junio se realiza un nuevo
Cónclave, esta vez en Lo Curro para enfrentar la profundización del deterioro electoral
reflejado en las elecciones de rector de la Universidad de Chile y las cada día más
sonoras divergencias estratégicas.
La creciente consolidación de la alianza entre la democracia cristiana y la derecha
y las graves consecuencias de los problemas económicos que empezaba a enfrentar el
país, fuerzan al gobierno a intentar una corrección de la política económica que
encabezaba el ministro Pedro Vúskovic, nombrando al comunista Orlando Millas como
Ministro de Hacienda. Esta sería probablemente la más importante oportunidad para
reencauzar la situación política y el curso del proceso chileno, pero la falta de acuerdo
con la democracia cristiana en el tema de las áreas de la economía frustró unas
negociaciones que parte de la democracia cristiana buscó hacer naufragar. Por otro lado,
el gobierno y la Unidad Popular tampoco se mostraban convencidos de tomar ese
camino.
Fue decisiva en Lo Curro la explicitación de dos estrategias enfrentadas en el seno
de la UP y de la izquierda en general. Allende y el PC manifestaron la necesidad de
“Consolidar los logros del primer año para avanzar”, abriendo las conversaciones con la
DC, mientras el PS, MAPU y el MIR proponían “Avanzar sin Transar”, levantando la
consigna del poder popular y creando pocos días después la Asamblea del Pueblo en
Concepción y el Cordón Industrial en Maipú y Cerrillos.
El sector a la izquierda de Allende, distanciándose de los criterios de la “vía
democrática y constitucional” instaló la idea de la necesidad de la toma del poder total,
incluso de la necesidad del enfrentamiento armado sembrándose así una fuerte división
de las fuerzas de apoyo al gobierno -entre reformistas y revolucionarios- que terminó
quebrando la unidad de la coalición. El enfrentamiento entre las dos izquierdas se tornó
cada día más virulento. A modo de ejemplo, el diario El Siglo hablaba de “ la jauría
ultraizquierdista, que buscaba desacreditar al Partido Comunista (…) estaba empeñada
en que el pueblo echara por la borda los logros históricos, y en vez de tener una política
de clase adecuada, adoptara una línea criminal de provocaciones que ha sido siempre
extraña a la conducta del proletariado nacional y que a nada conduce. Esto se reflejaba
en que los voceros del MIR llamaban a “incendiar Chile por los cuatro costados” y a
formar “ejércitos populares” que pondrían al país en estado de conmoción” (El Siglo,
“Irresponsabilidad peligrosa”, 17 de mayo de 1972)” [4].
19
El paro de Octubre es probablemente la coyuntura más importante del período ya
que pone de manifiesto la capacidad de la derecha de activar a sectores medios en
contra del gobierno, imbuidos de una perspectiva autoritaria y crecientemente
radicalizados contra “la amenaza del marxismo”. Octubre es el momento en que las
capas medias, afectadas por la crisis y conducidas gremialmente, se radicalizan y su
representación política principal, la democracia cristiana, se ve obligada a seguirles la
pista para no verse desahuciada políticamente en las próximas elecciones de marzo
1973.
En medio de la mayor escalada opositora y la peor crisis política derivada del paro
del transporte, del comercio y de los colegios profesionales, en octubre de 1972, y
estando la democracia cristiana, a diferencia de 1971, ya claramente instalada en la
oposición bajo la hegemonía de Eduardo Frei, y Chile bajo estado de excepción
constitucional, Allende, con la oposición de parte de los partidos de la Unidad Popular,
debió incorporar a los comandantes en jefe de las FFAA a su gabinete para romper el
equilibrio de fuerzas de la “guerra civil política” en que estaba sumido el país.
Prats, como militar que era, sabía perfectamente lo que significaría un golpe de
estado: “Pienso en la terrible responsabilidad que han echado sobre sus hombros mis ex
camaradas de armas al tener que doblegar por la fuerza de las armas a un pueblo
orgulloso del ejercicio pleno de los derechos humanos y del imperio de la libertad.
Medito en los miles de conciudadanos que perderán sus propias vidas o las de sus seres
20
queridos; en los sufrimientos de los que serán encarcelados y vejados; en el dolor de
tantas víctimas del odio; en la desesperación de los que perderán su trabajo; en la
desolación de los desamparados y perseguidos y en la tragedia íntima de los que
perderán su dignidad” (Carlos Prats, 11-IX-1973).
Con todo, como bien lo anota Tomás Moulian [6], a través de su incorporación al
gabinete, las fuerzas armadas comienzan a visualizar su capacidad de hacerse cargo del
gobierno sin arriesgar su unidad institucional.
Con ese resultado electoral el conflicto no hizo más que seguir profundizándose
haciendo inclusive imposible la participación de las FFAA en el gobierno ya que empiezan
a formar parte de las querellas políticas y a sentir la crítica y la presión de los sectores
sociales medios con los cuales se identifican. En lo que se puede considerar una
desconsideración a la correlación de fuerzas y un último error estratégico, el gobierno
lanzó su propuesta educacional, la Escuela Nacional Unificada (ENU) provocando un
rechazo unánime de la oposición, la iglesia católica -que hasta entonces tenía una
relación amistosa con Allende- y los propios militares.
Hacia finales de julio se inicia lo que Garcés llama “la insurrección civil (…) que
arrastra a lo largo de agosto al conjunto de las fuerzas sociales conservadoras, (lo cual)
será el fenómeno decisivo”[8]. Ese movimiento insurreccional civil organizado por los
gremios de grandes, medianos y pequeños empresarios toma la forma de un nuevo paro
nacional acompañado de acciones terroristas, que esta vez sería definitivo, hasta la
derrota y sustitución del gobierno por medio de la mano militar. Allende, bajo los
auspicios del Cardenal Silva Henríquez, intentó infructuosamente llegar a algún tipo de
acuerdo con Patricio Aylwin, entonces presidente de la democracia cristiana, pero las
condiciones para ambos resultaron imposibles de aceptar. Especialmente para el
presidente a quien se le exigía romper con la izquierda de su coalición.
Evitar la crisis del Estado, el conflicto del poder ejecutivo con el poder judicial y el
legislativo era esencial para la mantención del orden institucional, pero los actores de la
crisis avanzaban inexorablemente hacia un fin trágico y violento. “Mientras el sector
dominante dentro de la UP no desarrolló en su plenitud las exigencias que requería evitar
el estallido de la guerra civil, el sector minoritario actuaba según la lógica de la
insurrección obrera (…) Es decir, en las circunstancias concretas del país, contribuía a
precipitar la guerra civil”[9].
21
Es claro que el gobierno de Allende y la Unidad Popular no supieron resolver el
problema estratégico de poner en juego una política anti insurreccional, de defensa de la
institucionalidad democrática, lo que era lo único coherente con el camino que se había
seguido para llegar al gobierno “y sobrevivir”. Así entonces, se selló la suerte de la Vía
Chilena, primero políticamente, luego militarmente. (Ex Ante)
Ricardo Brodsky
[1] Correa, Sofía y otros. “Historia del siglo XX chileno” Editorial Sudamericana,
Santiago, 2001. P.268.
[2] Garcés, Joan. “Las Armas de la Política”. Siglo XXI, Madrid. P.218
[3] Archivochile.com
[4] https://segreader.emol.cl/2022/09/27/A/O046C6BC/light?gt=160001.
[7] Pinochet, Augusto. “El Día Decisivo. 11 de septiembre 1973”. Ed. Andrés
Bello, Santiago, 1979 p.97
[8] Garcés, Joan. “Las armas de la política”. Siglo XXI. 2013. P. 292
22
7 junio, 2023
Que Kissinger haya creído realmente que “nada importante ocurre en el
Sur”, como se lo dijo a Gabriel Valdés en diciembre de 1969, parece
ampliamente desmentido por la cantidad de revelaciones que han surgido en las
décadas posteriores al golpe de 1973 que muestran momentos concretos en el
tiempo en que el Asesor de Seguridad Nacional de Richard Nixon le dedicó
bastante más atención a nuestro país del que él nunca ha reconocido.
Hay, entonces, una contradicción sólo aparente entre decir que “el Sur no
es importante” y prestarle tanta atención. Ambas cosas son posibles, si se
considera que un país como Chile no tenía la capacidad de alterar la situación
mundial, pero era parte de esa realidad y los cambios políticos en él
amenazaban, a juicio de quienes dirigían su política exterior y sus accione
encubiertas, la seguridad nacional de los Estados Unidos. Y esa consideración,
ya existente desde comienzos de la Guerra Fría (“una derrota en cualquier parte
es una derrota en todas partes”) era efectiva incluso en un periodo de distensión,
en que lo que se buscaba era un balance de poder, con equivalencia en la
capacidad de acusar daño y en el respeto a las zonas de influencia de cada cual.
El Dr. Kissinger había impuesto una visión que veía la realidad global como
un gran mapa de zonas de influencia y zonas de conflicto. Indochina ya era una
23
de estas últimas, como también podía serlo África, donde la influencia de
Occidente dejó de ser decisiva con la descolonización. Pero Europa Central y
América Latina eran claramente “zonas seguras”, al punto que la única real
posibilidad de estallido de una Guerra Mundial en los años anteriores había sido
la instalación de misiles soviéticos en territorio cubano. El resultado suma-cero
de esa confrontación había asegurado, a la vez, que Estados Unidos no invadiría
Cuba y que no habría nuevas Cubas en América Latina. Mantener ese status quo
era fundamental y el temor en Washington era que eso pudiera ocurrir.
24
Cuatro días después del golpe de Estado, Nixon y Kissinger conversan de
nuevo (telecon desclasificada en 2004), se quejan de los “llantos” y la
“hipocresía” de la prensa que se concentra en la represión y de la posible acción
de Estados Unidos y concluyen con las dos frases más significativas. Nixon dice
“Nuestra mano se mantiene oculta en esto”, y Kissinger responde “No lo hicimos
nosotros… Quiero decir, les ayudamos. XXX (nombre censurado)… creó las
máximas condiciones posibles… En la era de Eisenhower, seríamos considerados
héroes”.
6 junio, 2023
25
Para entender lo complejo que resulta mirar los eventos pasados a la luz de los
criterios de hoy basta con contrarrestar la relevancia que busca dar el gobierno del
Presidente Boric a los 50 años del golpe militar de 1973 con la poca disposición que tiene
el oficialismo de recordar la respuesta de varios de los partidos actuales de gobierno ante
el arresto por cargos de crímenes de lesa humanidad del ex dictador Augusto Pinochet en
Londres en 1998.
Mientras el golpe militar fue uno de los momentos más trágicos en la historia de la
república, los esfuerzos que llevó a cabo el gobierno concertacionista de Eduardo Frei
para evitar que Pinochet fuera juzgado en España -con cancilleres socialistas liderando
las tratativas para lograr el retorno de Pinochet al país- nos recuerda que la historia de la
reconstrucción democrática de Chile es un proceso cargado de claroscuros y
contradicciones que invitan a bajarse de los pedestales de superioridad moral cuando
buscamos atribuir responsabilidades a los actores políticos de hoy por los hechos y
omisiones de los actores políticos de antaño.
17
NOTA EDITORES: La Concertación, alianza política de Centro Izquierda, que gobernó Chile entre
los años 1990 y 2010, fue en resumidas la gran administradora del modelo creado por la
Dictadura, claro está sin terrorismo de Estado. Esta situación un tanto esquizofrénica (algo así
como vegano trabajando en carnicería) terminó por ser insostenible. Durante el ciclo socialista de
la Concertación (2010 al 2020) se avanzó en reformas políticas y “humanización” del modelo de
capitalismo extremo, pero no se pudo terminar con la estructura institucional creada por los
cuadros de la Dictadura. La mezcla de frustración, de la generación que se opuso a la Dictadura,
los cambios generacionales y culturales; sumado al estancamiento del crecimiento económico, en
el marco del segundo gobierno circense de Don Sebastián Piñera, terminaron por generar la mayor
explosión de protestas y violencia, sin planificación ni liderazgo, de la historia republicana. Hoy
sabemos que tampoco eran claras y univocas las demandas de los movilizados entre octubre del
2019 y marzo del 2020. Los resultados electorales, ironía de ironías, han mostrado un mayoritario
apoyo a la herencia del modelo cultural y económico heredado de los partidarios del Golpe de
Estado. Sobre estas dinámicas las lecturas recomendadas son: Ascanio Cavallo-Rocío Montes., La
historia oculta de la década socialista. 2000-2010. Editorial Uqbar, Santiago: 2022. Juan
Pablo Luna., LA CHUSMA INCOSCIENTE. La crisis de un país atendido por sus propios
dueños. Editorial Catalonia, Santiago: 2021. Y finalmente de Alberto Mayol., BIG BANG.
Estallido social 2019. Modelo derrumbado- Sociedad rota- Política inútil. Editorial
Catalonia, Santiago: 2019.
26
especialmente presente en Chile, y que se manifestaba en la persona de Pinochet y en el
poder que tenían los enclaves autoritarios.
Patricio Navia
27
La memoria y la historia vuelven una vez más a aflorar. Todo
a partir de una secuencia: libertad condicional para reos de Punta Peuco,
posible acusación constitucional contra los ministros de la Corte Suprema
que la dictaron, nombramiento de Mauricio Rojas como ministro de
Cultura y sus polémicas declaraciones sobre el Museo de la Memoria, un
"montaje", que quedaron impresas en su duro libro "Diálogo de conversos
(2015)" y reiteradas un tiempo después en una entrevista en CNN. Bastó
la secuencia descrita para que el tema de la violación de los derechos
humanos enfrente nuevamente a la sociedad chilena. Una vez más, parte
de la derecha política, económica, social y cultural trató de minimizar lo
que fueron los horrores de la dictadura, a través de múltiples expresiones
pero donde la más reiterada ha sido el "contexto". Pues bien, quiero
preguntarles a quienes así piensan, a través de esta columna. ¿Cuál sería
el "contexto" que explicaría y/o justificaría los siguientes casos de
violaciones a los derechos humanos ocurridos durante la dictadura cívico-
militar de derecha, entre 1973 y 1990?
28
9. Que alguien me explique el "contexto" por el cual la dictadura
asesinó en el extranjero al general Prats y a su señora, al ex canciller
Letelier y a su secretaria e intentara asesinar a Bernardo Leighton y a su
señora.
29
Diversos personeros del Partido Comunista han reaccionado con virulencia ante la
sugerencia presidencial: habría que revisar con una mirada crítica aspectos del gobierno
de Salvador Allende.
Para los comunistas, es imposible la mirada crítica. Por definición, las cosas
fueron como ellos dicen que fueron, porque también para el pasado aplican la vieja
máxima: si la teoría no calza con los hechos, peor para los hechos. 19
¿Y qué hechos de su participación en el proyecto allendista no están dispuestos,
de modo alguno, a que sean recordados desde las fuentes, es decir, revisados respecto
de la verdad única que el PC ha pretendido implantar?
Varios, muchos. Recordemos solo algunos, en muy variados campos.
Que Allende nombró a un militante comunista, Américo Zorrilla, como ministro de
Hacienda y lo mantuvo en el cargo gran parte de su período, a pesar de la ineptitud
completa del personero.
Que las Brigadas Ramona Parra asesinaron al mirista Arnoldo Ríos en Concepción,
agredieron violentamente a la “marcha de las cacerolas”, asaltaron a los ocupantes de la
Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, asesinaron
también al joven militante de la Democracia Cristiana Jaime Iglesias, y atacaron a los
estudiantes refugiados en la rectoría de la Universidad Católica de Valparaíso, entre otras
fechorías encubiertas dentro de la actividad de pintura mural.
Que la consigna “No a la guerra civil” estaba fundamentalmente dirigida por los
comunistas hacia su flanco izquierdo, socialistas de Altamirano y miristas, a los que
nunca pudieron convencer de que había que esperar para dar el golpe decisivo que
cambiaría la correlación de fuerzas a favor del gobierno marxista.
Que para ese momento venían preparando su aparato militar y su acopio de
armas, de acuerdo a los testimonios entregados por su propio secretario general, Luis
Corvalán: “Constituimos los llamados Grupos chicos, compuesto cada uno de estos por
no más de cinco compañeros; sus miembros, que fueron alrededor de mil, aprendieron a
manejar armas automáticas de distinto tipo y adquirieron conocimientos de táctica y
estrategia militares”. Altamirano mismo sostuvo que el aparato militar del PC era incluso
más grande que el del propio PS.
Que desarrollaron a través de su prensa, El Siglo en concreto, una campaña de
injurias y calumnias contra los opositores que, entre otros, tuvo por blanco preferido a
Eduardo Frei Montalva. Tanto se mintió desde esa tribuna que hoy las nuevas
generaciones comunistas promueven comisiones de control estatal de la verdad.
Que elaboraron un sistema de “autodefensa” —o sea, de organización paramilitar
y distribución de armamento— en los sindicatos y cordones industriales, en el que estuvo
directamente implicado Luis Figueroa, presidente comunista de la CUT.
Que colaboraron decisivamente con la presencia en Chile de un total de 5.291
cubanos, de los cuales el 88% figuró en algún momento como personal diplomático.
Que hicieron de la Universidad Técnica del Estado y de su sistema cultural una
colonia comunista, en la que enquistaron a sus principales figuras musicales y a otras
tantas en diversas disciplinas de las artes visuales.
Que, en fin, colaboraron directamente con la violación de todos los derechos y
libertades garantizados por la Constitución, según lo declarado por la Cámara de
Diputados en su acuerdo del 22 de agosto de 1973.
Todo eso lo niegan. En todo eso, y mucho más, son negacionistas.
De ninguna manera los comunistas pueden estar disponibles para una revisión de
la falsa imagen democrática que han logrado difundir sobre su participación en el peor
gobierno de la historia de Chile. (El Mercurio)
Gonzalo Rojas
Texto 10. DE TOURAINE AL CHE
14 junio, 2023
Ha muerto Alain Touraine, uno de los tantos, tantísimos, extranjeros que vivieron
en Chile apoyando el experimento de la Unidad Popular.
19
NOTA EDITORES. Cabe señalar que la crítica que el destacado abogado y profesor universitario
Don Gonzalo Rojas formula a los “personeros comunistas”, que las cosas solo tienen “una mirada”;
puede ser perfectamente formulada a su propio enfoque, el cual tampoco acepta matices. La
lectura de Don Gonzalo Rojas sigue el patrón de “buenos contra malos”. Y por supuesto “los
buenos” son el bando que defiende su sector político.
30
Entre ellos hubo asesores políticos y económicos; técnicos en las empresas del
Estado; intelectuales, artistas, profesores, periodistas y estudiantes; funcionarios
diplomáticos; guerrilleros y activistas políticos; sacerdotes católicos, y la influencia de la
dupla Fidel Castro-Che Guevara.
¿Cuántos fueron los extranjeros que actuaron políticamente en esos tres años? El
29 de enero de 1972, a petición del Senado, el Ejecutivo envió una nómina con 21.086
extranjeros llegados desde países socialistas, y que incluía 1.178 cubanos, 822 desde la
URSS, 418 desde Yugoslavia, 233 de Checoslovaquia, 206 desde China, 194 desde
Hungría y 146 de Rumania. Después, esas cifras se han incrementado hasta un total de
31.206 extranjeros provenientes del área socialista.
En cuanto a los sudamericanos, los brasileños fueron unos 6.000 y los uruguayos
—tupamaros la mayoría— unos 2.000; los bolivianos expulsados —algo nos dice esa cifra
sobre el total— fueron 315. También hubo norvietnamitas, norcoreanos, libios, alemanes
orientales, mexicanos, dominicanos, hondureños, nicaragüenses y peruanos, pero en
números mucho menores.
Por su parte, en el Ceso trabajaron Theotonio Dos Santos, Vania Bambirra y Marco
Aurélio García, quien pronto ingresó al MIR.
Otros integrantes del MIR fueron el argentino Luis Vitale, uno de sus fundadores,
y el alemán André Gunder Frank. Sin pudor, Pascal Allende afirma que con Marini, los
hermanos Sader, Dos Santos, Gunder Frank y otros tenían reuniones de debate teórico y
político. Y en paralelo, se dieron en Chile los encuentros secretos de Miguel Enríquez con
los Elenos, el ERTP y los Tupamaros, para formar la Junta Coordinadora Revolucionaria.
Todos ellos conocían las palabras del Che: “El odio como factor de lucha; el odio
intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser
humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar”.
¿Y Alain Touraine? Él veía nuestra realidad con curiosos matices: “El generalísimo
Allende ganará una batalla en la cual sus adversarios están divididos entre comandos
suicidas y tropas pequeñoburguesas, inquietas y poco decididas”. Vaya profeta. (El
Mercurio)
Gonzalo Rojas
31
entronización de una larga dictadura, es una oportunidad para tratar de
reflexionar serenamente sobre una época traumática en la que las diferencias
políticas se convirtieron en odios, y la violencia impuso su despiadada ley.
32
No es realista sugerir la continuidad de una experiencia que llevó a Chile
adonde lo llevó. Además, es como si no hubiera pasado nada en medio siglo.
Como si no se hubiera hundido la URSS y el modelo de la dictadura en nombre
del proletariado. Como si no supiéramos cuál es la situación de Cuba al cabo de
64 años de dominio de la oligarquía que fundó Fidel Castro. Como si ignoráramos
el resultado del “socialismo del siglo XXI” en Venezuela. Como si el régimen de
Nicaragua no fuera una pesadilla. ¿Qué hace falta probar?
33
El primer hecho es el fallo unánime de los ministros de la Corte Suprema
integrantes de su sala penal, que condenaron a 37 agentes de la DINA a distintas penas
de prisión por la detención, tortura y asesinato de la tercera dirección comunista
clandestina en diciembre de 1976. Este fallo, denominado “conferencia 2”, se da en
el contexto de la política de exterminio aplicada por la DINA a dirigentes y
militantes de los partidos de izquierda que respaldaron a la Unidad Popular.
Así, hasta ahora, la investigación judicial y periodística sobre este tema apunta a
que el año 1974 el objetivo fue el aniquilamiento físico de los militantes y dirigentes del
MIR y que concluyó parcialmente el 5 de octubre de 1974 con el enfrentamiento y
posterior asesinato de su líder máximo, Miguel Henríquez. El año 1975 el objetivo fue el
Partido Socialista y se expresó, entre otras víctimas, en la detención y desaparición de la
dirección interior del Partido Socialista, encabezada por Carlos Lorca, Ricardo Lagos
Salinas y Ezequiel Ponce.
El año 1976 fue el turno del Partido Comunista en el mes de mayo con la
detención de la primera dirección clandestina, en el mes de agosto en que ocurrió lo
mismo con la segunda dirección clandestina y en el mes de diciembre con los hechos que
derivaron en el fallo de la Corte Suprema mencionado.
Este primer fallo de la Corte Suprema, que comprende una de las situaciones
vividas en ese cuartel, representa un signo de tranquilidad para los familiares de los
prisioneros identificados en este fallo, en el sentido que lograron, después de 47 años, la
verdad, la justicia y la reparación.
El segundo hecho, que tanto como el primero descrito tuvo muy baja cobertura
periodística, fue la declaración del comandante en jefe de la Armada, almirante De la
Maza, en su visita al campo de prisioneros de isla Dawson, con prisioneros de ese lugar y
familiares de estos últimos. En esa ocasión, el almirante De la Maza sostuvo que nunca
más debieran ocurrir los hechos que llevaron a instalar en un recinto naval un campo de
prisioneros para otros chilenos.
Esta valiente opinión del almirante se vincula con el nunca más del general Cheyre
el año 2004 y la restitución de sus derechos como oficiales y suboficiales de la Fuerza
Aérea de Chile a aquellos miembros de la institución que fueron detenidos y
posteriormente exonerados por su no participación en el golpe de 1973, situación que
ocurrió en una ceremonia en la base aérea de Quintero bajo la Presidencia de Michelle
Bachelet.
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Si la sociedad chilena hace suyos estos principios de la inviolabilidad de la
democracia y de los derechos humanos, Chile será un país mejor para vivir. (El Mercurio)
Francisco Vidal
Un buen ejemplo de estos problemas los vivió esta semana Patricio Fernández, el
asesor de la Presidencia para los cincuenta años. En una conversación con Manuel
Antonio Garretón, Fernández se permitió formular una pregunta en torno a la dificultad
de alcanzar un acuerdo sobre los sucesos del 11 de septiembre y sus antecedentes, en
contraste con la viabilidad de llegar a consensos sobre las violaciones a los DD.HH. (en
todo caso, para comprender bien el contexto, resulta indispensable escuchar todo el
intercambio, y no solo los pasajes controvertidos). La frase provocó un vendaval, y fue
incluso calificada de negacionista por los más duros.
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futuro. Sin embargo, no avanzaremos un ápice desde la vociferación recíproca, porque
necesitamos imperiosamente todo lo contrario: diálogo. Escuchar y entender las
experiencias de quienes vivieron la tragedia chilena en bandos distintos es —creo— el
único camino para que, quizás, estemos en condiciones de alcanzar auténticos
consensos. Por mencionar un ejemplo, toda persona de derecha debería leer La
Búsqueda, de Cristóbal Jimeno y Daniela Mohor, donde se relata la larga y conmovedora
búsqueda de un detenido desaparecido por parte de su hijo (el autor). En otro plano,
nadie de izquierda debería dejar de leer La revolución inconclusa, de Joaquín Fermandois,
que ofrece un exhaustivo panorama de los mil días. Pero el camino es largo, no admite
atajos y, lo más importante, debe discurrir lejos de la trinchera política que distorsiona
todo esfuerzo por prestarnos atención. ¿Será posible recorrer ese camino? Sinceramente,
no lo sé. Solo puedo decir que, cincuenta años después, bien vale la pena intentarlo. (El
Mercurio)
Daniel Mansuy
En fin, no es algo nuevo dedicar los desvelos del escritor a la figura de Salvador
Allende o al período de la Unidad Popular. Sin embargo, el trabajo de Mansuy es digno de
ser destacado por la oportunidad de su publicación, la calidad de su investigación y la
profundidad de su mirada.
Se trata en gran medida de un texto que revela una cierta admiración por Allende
como héroe trágico capaz de revertir con sus palabras el sentido de su derrota,
condicionar el futuro y proyectar una esperanza a pesar del momento aciago en el que se
encuentra, enfrentando a la muerte, encajonado por sus propias decisiones y las de su
coalición.
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De esta forma, Allende, que podría haber sido un clásico presidente
latinoamericano huyendo en helicóptero tras el fracaso de su gobierno, al defender la
dignidad presidencial y resistir el ataque armado se convierte en el mito que da razón y
orgullo a la izquierda chilena, pero también, a juicio de nuestro autor, Allende es un
problema difícil de encarar, una valla imposible de saltar, mejor dicho, un mito que
requiere de una gran valentía y honestidad intelectual para tratarlo fuera de su
sacralidad.
Es también, la obra de Mansuy, una valoración muy de fondo del difícil, trabajoso,
complejo y delicado proceso de reflexión política e ideológica que protagonizó la izquierda
socialista en la década de los ochenta.
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el presidente Allende y la Unidad Popular provocó una gigantesca ola de curiosidad por lo
que estaba ocurriendo en el país. Quizás por primera vez de manera sistemática Chile
estaba en la prensa mundial y en el interés de grandes centros de poder político,
económico e intelectual. Parte de ese interés se vestía de solidaridad, muy especialmente
de parte de las fuerzas progresistas de Europa, quienes vieron la posibilidad de una
nueva perspectiva de cambio social en democracia alejada de las confrontaciones
armadas y de las experiencias burocráticas y autoritarias de los llamados socialismos
reales. Tan fuerte como la ilusión que produjo la experiencia chilena fue el impacto de su
fracaso.
Para Mansuy “Patricio Aylwin tuvo por tarea domesticar el mito de Salvador
Allende para asentar su propia hegemonía (…) El desafío histórico de Ricardo Lagos era
distinto y, en aquello que concierne al espectro de Allende, más difícil (…) Ese desafío lo
obliga a articular un difícil equilibrio entre el respeto por la figura de Allende y la
necesidad de garantizar que la historia no se repita”.
Ricardo Brodsky
13 abril, 2023
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pendiente de la crisis, y toda conversación remite a ella, es afectada por ella, y se ve
infectada por ella. Jorge Luis Borges decía con sarcasmo que Suiza tenía el mejor
gobierno del mundo pues allá nadie sabe cómo se llama su Presidente.
En cambio, los países en crisis giran, como la Tierra en torno al sol, alrededor de
sus cuitas y de las apariciones y anuncios del Mandatario. Casi a diario emerge entonces
el gobernante acompañado de niños, mujeres deportistas, campesinos, pobladores,
ancianos, sonrientes y agradecidos por las medidas que anuncia. Por esta razón
conviene ejercitar la mirada distante, aislarse o irse a un extremo aislado (pero seguro)
del país, o bien salir de él para mejor ver y contemplar el bosque sin tanto árbol de por
medio.
Opté recientemente por lo último, lejos de Chile (una suerte haber vuelto a casa y
encontrarla intacta), y el resultado fue en cierta medida apaciguador. Nuestra coyuntura
política comenzó a disiparse en mi horizonte y a pesar de eso me permitió ver con nitidez
a Chile y su drama. Lo primero que ocurrió fue que al hablar con extranjeros no tardaba
yo, sin que me lo solicitaran, en empezar a narrar nuestra crisis, pero cuando logré
controlar este síndrome de abstinencia, comprobé para mi sorpresa que muchos a su vez
me preguntaban extrañados qué ocurría con el país más exitoso de la región en los
últimos treinta y cinco años. Ante eso preferí explorar, como siempre suelo hacerlo, la
imponente belleza colonial de La Antigua y escaparme por unos días con mi señora a la
tórrida costa del Pacífico de Guatemala.
Algo parecido le ocurrió hace más de medio siglo a Salvador Allende, que llegó al
poder con 36% de los votos y un programa revolucionario -instaurar el socialismo con
sabor a “empanadas y vino tinto”-, que comenzó a hacer agua por la economía y no
tardó en inundar la vida nacional, polarizándola y emponzoñándola, lo que nos puso ad
portas de la guerra civil. Sugiero ver fotos de la época: el PC marchando con lienzos de
¡No a la guerra civil! No nos andábamos con chicas en 1972-73: guerra civil. La
resplandeciente utopía era una cosa, la transición hacia ella, otra. La transición hacia un
ideal devino una vía infernal tapizada de supuestas buenas intenciones.
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equivale a que de Chile se marcharan casi 5 millones de compatriotas. ¿Y qué decir de la
revolución sandinista y su fruto final, el orteguismo-murillismo, esa dictadura conformada
por un matrimonio, es decir, tan dinástica como el somocismo o el castrismo?
No sostengo que Boric sea comparable a los tiranos Castro, Maduro y Ortega. La
diferencia fundamental estriba en que en Chile la revolución, al llegar al poder por la vía
electoral, no consiguió el control del conjunto del aparato estatal y sus instituciones,
como sí ocurrió en las actuales dictaduras regionales o en los desaparecidos socialismos
reales. Es la ciudadanía, que sigue expresándose con libertad en Chile, la que le dibujó
los límites a Boric. Éste se parece más bien a Allende (parecido que lo halaga y busca)
pues ambos corresponden al revolucionario que opera dentro de una democracia liberal,
donde no tardan en colisionar con una ciudadanía que si bien aspira a un país mejor, no
está dispuesta a echarlo por la borda y menos a dejarse encantar por otro flautista de
Hamelín que los conduzca a la utopía perfecta. La diferencia entre Allende y Boric,
corresponde decirlo en esta conmemoración de los 50 años, es una diferencia de
trayectoria profesional y política, de carácter, figura y de contenidos utópicos.
Allende exhibía experiencia en lo profesional (era médico), descolló en la política
nacional durante decenios, era un gran orador, y contaba con experiencia de vida y una
voluntad que sólo flaqueó al final, cuando constató que sus camaradas lo abandonaban.
Allende se ufanaba de su “muñeca” política. Su suicidio en La Moneda, donde muere
acompañado sólo de un par de amigos médicos y escoltas de su confianza (no hubo
ningún dirigente de partido de la Unidad Popular que lo acompañara) encierra un
simbolismo poderoso, que clama por ser analizado y que los partidos de la entonces
Unidad Popular no pueden seguir eludiendo.
Además, a diferencia de Boric, Allende se inspiraba en los socialismos realmente
existentes entonces. Anhelaba imitar a Cuba, Vietnam o a las repúblicas denominadas
“populares” del este de Europa, soñaba con reeditar sus “conquistas sociales” aunque
empleando los medios propios de la democracia liberal, sin cancelarla, aunque en la
práctica esta se viese cada vez más restringida por la violencia, la inflación y el caos
económico y alimentario.
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Iglesias e Íñigo Errejón (padres españoles del Frente Amplio, ambos hoy de capa caída) ,
que exploran, a partir del neo marxismo, la estrategia política que sustituye el sujeto
social de las revoluciones (para Marx, hijo del siglo XIX, ese sujeto protagónico era la
clase obrera) y lo hallan en los infinidad de organizaciones y activistas de las más
variadas causas en la sociedad moderna, donde la clase obrera que Marx anunció como
la sepulturera del capitalismo, fue sepultada por el capitalismo avanzado.
Es por ello que el Presidente brilló desde la oposición en la calle diciendo ¡No!,
consciente de lo que rechazaba, pero se ha disipado al tener que actuar desde La Moneda
liderando una fuerza articulada y unida. La decepcionante concreción gradual de la utopía
el primer año de gobierno, la contradictoria diversidad de causas que constituyen la
trama del oficialismo y su falta de experiencia en el manejo del poder, auguran un futuro
con más de lo mismo para el Presidente y el país.
A menos que Gabriel Boric dé el único giro sensato que le queda: abrazar de
forma genuina y definitiva a la socialdemocracia. Pavimentaría así su vía para los
próximos tres años y para cuando salga de La Moneda. (El Líbero)
Roberto Ampuero21
21
Roberto Ampuero, es de los personeros de la “derecha intelectual” (suena a oxímoron pero no lo
es) menos querido, por decirlo de forma eufemística por la izquierda. Ahora, pese a este furioso
desamor, no se puede desconocer que Ampuero tiene una reflexión profunda, y en primera
persona, fue por años militante comunista, de las experiencias, derrotas y tragedias vividas por la
amplia y diversa izquierda chilena. En esta línea creemos valido leer sus puntos de vista y
analizarlos con un acercamiento empático. Recordemos los derrotados, no por ello tienen toda la
razón; así como tampoco los ganadores obtienen la santidad por haber impuesto sus puntos de
vista. Un último alcance, las experiencias en el “socialismo real”, a muchos militantes de la
izquierda les rompieron los sueños. Tal vez sería necesario recordar que la perfección no es
creación humana. Y no olvidar que los socialismos reales, en todas sus variedades, fueron hijos de
la dinámica de la Guerra de los 31 años y su montaña de destrucción, asesinatos y horrores.
Fue en ese marco de “derrumbe civilizatorio”, que nació y se expandió la URSS por Europa del
Este. Fue en este contexto de “era de los extremos” que Alemania quedó divida y enfrentada,
como resultado directo de la experiencia totalitaria nazi. Lo otro que Ampuero a veces no recuerda
con suficiente elocuencia es que los defensores de los Derechos Humanos de la Democracias
Capitalistas, en muchos momentos también eran los defensores de regímenes imperialistas y
dictaduras criminales, corruptas y chapuceras del Tercer Mundo. En definitiva, el “ex compañero”,
Roberto Ampuero, se fue con la ganadores; y eso para los que no olvidan a tantos compañeros y
compañeras torturados, asesinados y desaparecidos; lo que se niegan a abandonar la búsqueda de
la “ciudad de la alegría” y el “mundo de pan y paz”, no tienen perdón. Para quién redacta estas
líneas, pase lo que pase nunca olvida quienes son los nuestros, así los nuestros, al decir de Bertolt
Brecht, tampoco “pudieron ser amables”.
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llamaba anagnórisis, el reconocimiento de nuestro pecado oculto e ignorado en el que se
encuentran las claves para la comprensión exhaustiva de nuestro presente” [1].
¿El Once ya es historia o sigue siendo una experiencia que nos define vitalmente?
Otros relatos también entrarán en el juego. Son aquellos que sostienen haber
actuado inspirados por el patriotismo, cumpliendo su deber para salvar a Chile de la
guerra civil o de una dictadura de signo contrario. A su vez también se consideran
injustamente victimizados al tener que enfrentar en democracia juicios públicos y
procesos judiciales interminables, tener que “desfilar por los tribunales” por años en
circunstancias de estar convencidos de haber actuado disciplinadamente según lo que
correspondía en el momento; es decir, ser sujetos ¿o caídos? de algo así como lo que
Hannah Arendt describió como “la banalidad del mal”.
42
La manera como asumamos la conmemoración de los 50 años del golpe será
relevante. El partido comunista en su pleno de febrero invita a que “Los 50 años deben
transformarse en una expresión social; política; cultural e internacionalista que fortalezca
la alternativa legítima y necesaria del Movimiento Popular chileno. En una coyuntura
plagada de desafíos y una dura lucha de clases con la oligarquía; las transnacionales y el
imperialismo norteamericano”. O sea, de alguna manera volver a 1973.
Ya es común afirmar en Chile que la democracia está bajo asedio, amenazada por
la polarización, el populismo y el crimen organizado. Sabemos ya que la inminencia no
son los golpes de estado sino la captura del estado por populismos autoritarios de
derecha o izquierda que van sistemáticamente horadando las instituciones, arrasando
con los derechos humanos y liquidando la autonomía de los poderes públicos. Incluso en
países democráticos como México, Israel y Argentina el poder judicial y la independencia
de la justicia se ven amenazadas por tendencias autocráticas.
43
Chile pluralista que se desliza por el filo de la navaja hacia la guerra civil, y se acuesta
con un Chile regido por una junta militar- mientras no se admita que nuestra democracia
agonizaba o ya estaba muerta, y que esa noche lo que tuvo lugar fue su sangrienta
sepultura.
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¿Alguien medianamente cuerdo cree hoy que el gobierno reformista democristiano
fue una “dictadura fascista”, como lo definió el congreso de 1967 del PS, y que debía ser
derribado usando la lucha armada y ser sustituido por una dictadura de obreros y
campesinos? Es lo que planteó ese congreso. Cito a continuación del interesante
Archivo Clodomiro Almeyda algunas de las definiciones de la tienda del Presidente
Allende.
Cabe recordar que Chile entonces era reconocido mundialmente por su estabilidad
democrática. En Europa saludaban la “revolución en libertad” de Frei Montalva como
alternativa frente a Fidel Castro que regía desde enero de 1959 y adiestraba guerrillas
por doquier. El PS, partido que sería clave en el gobierno de la Unidad Popular y
admiraba a Cuba y Vietnam, y algo menos a la URSS y al socialismo detrás de la Cortina
de Hierro, calificaba ya en los sesenta al gobierno democratacristiano de “dictadura
fascista” mientras aplaudía al mismo tiempo a cruentos tiranos.
45
socialdemócratas moderados y demócrata-cristianos hasta derechistas) opuesta
tenazmente a la instauración del socialismo revolucionario.
Hay otro factor relevante en este cuadro: La destemplada visita de Fidel Castro de
24 días a Chile en 1972 mostró cuán obsesionado estaba el dictador con la posibilidad de
una alianza revolucionaria con Chile. Y su visión no emanaba precisamente de una
postura pro democracia representativa sino de la práctica de su dictadura totalitaria y de
la de otros estados socialistas.
Allende debe haber contado entonces con un apoyo ciudadano similar o menor al
que tiene Boric hoy. Para hacernos una idea de la crítica polarización en que nos
hallábamos, agravada por la inflación desatada y el desabastecimiento y racionamiento
de los alimentos, conviene imaginar qué situación tendríamos hoy si Boric permitiese que
Díaz-Canel o Maduro llegase a Chile en visita indefinida, y los partidos simpatizantes le
organizaran una gira de 24 días por el territorio nacional pronunciando discursos
injerencistas sobre nuestra política y loas a su propia dictadura. Seamos realistas, ese
era el grado de “sensibilidad” democrática entonces, algo inaceptable hoy para la
ciudadanía.
22
Nota Editores. “La ira”, de una parte de los chilenos cabría decir de forma más exacta. Pues la
visita de Fidel Castro también fue seguida y vitoreada por decenas de miles de personas que veían
en la Isla socialista el máximo símbolo de lo que podía un pueblo dispuesto a ser y combatir por su
independencia. La Revolución cubana, hasta avanzados los años ochenta del siglo pasado,
representó un modelo de lo que se podía hacer. Y esta idea de la factibilidad de repetir el ejemplo
cubano, una de las claves de la geopolítica del periodo. Esos años de “Cuba va… cuando por amor
se está hasta matando” como tronaba la Nueva Trova cubana.
23
Nota Editores. El mismo juicio de puede realizar para la derecha del periodo. Utilizando la
misma lógica, y con el peso de los acontecimientos. La izquierda, en cualquiera de sus formas, no
fue la que destruyó las instituciones democráticas. La derecha fue la que abaló y dio soporte
político y masa crítica a la necesidad del “terrorismo de estado.
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Es crucial el análisis holístico de los 50 años del Once por cuanto permite conocer
el clima político y el grado de sensibilidad democrática existentes entonces en el país, y
permite además examinar si se han extraído lecciones de esa tragedia que impidan su
repetición.
SALAZAR: "Hay que someter a Allende a una crítica histórica, objetiva y radical"
La historia, como ciencia, está recién reconstituyendo lo que ocurrió en ese tiempo
sobre bases seguras".
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Nota Editores. Los crímenes de la Dictadura son crímenes realizados por “funcionarios del
Estado”, con toda una máquina de guerra para tal objetivo. Con un control total de la sociedad y
de la capacidad de informar de lo que pasaba de forma transparente. Sin olvidar lo esencial, los
aparatos represivos del régimen militar no cumplieron las reglas de la guerra. No respetaron los
códigos de trato del “enemigo”, si seguimos la lógica con la que justificaron su accionar. Los tratos
crueles, degradantes, la desaparición de cadáveres y la masiva tortura son una evidencia suficiente
para dejar sentado quién debe cargar las culpas de los crímenes de lesa humanidad. La izquierda
con capacidad de reacción y resistencia al golpe, en primer lugar el GAP, el MIR y sectores del PS y
el PC, no tuvo a su haber, por lo menos en el caso de Chile, cárceles secretas, raptos, torturas,
violaciones de prisioneras y desaparición de cadáveres. Esta realidad no es una interpretación, es
una realidad indiscutible y probada incluso por extensas investigaciones de los propios tribunales
de justicia, que en su momento no hicieron nada por defender las normas del debido proceso.
¿Cómo explicar el papel del poder Judicial en este periodo? Miedo, imposibilidad real y la amplia
simpatía con la Dictadura del poder judicial, son las razones más plausibles. Ahora, lo concreto es
que sólo en contados y destacados casos los tribunales intervinieron a favor de los perseguidos y
asesinados. Sobre esta realidad consultar: Las letras del horror. De Manuel Salazar. (Editorial
LOM, Santiago, 2012)
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Con estas palabras, el Premio Nacional de Historia 2006 y académico de la
Universidad de Chile, Gabriel Salazar, señala que -lejos de terminar los análisis sobre
lo sucedido el 11 de septiembre del 73- hay todavía mucho por escribir: "Ahora se
dispone de archivos judiciales donde los militares involucrados en la violación de los
derechos humanos están haciendo declaraciones ante los jueces, como acusados. Ahí hay
testimonios sobre hechos reales y a partir de eso se está estableciendo una verdad más
objetiva, que no se puede discutir ni negar", indica.
"Y también -agrega- ha sido un tremendo aporte para la historiografía la
desclasificación de documentos en los EE.UU. desde el año 2000, con material secreto de
la CIA, del Pentágono y de la Casa Blanca".
-¿Una ingenuidad?
-Exacto. Esa es la principal responsabilidad de la izquierda.
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nuestro 1973 –murieron en ella más de diez mil personas, en un país mucho menos
poblado– y la verdad es que décadas más tarde ningún actor ni observador podría haber
observado que la vida política estaba articulada en torno a ella”.
Más allá de cuán exacta sea la cifra de “bajas” aportada por Mansuy (Cristián
Gazmuri sugiere que el número de muertos habría rondado los cinco mil), el punto es
claro: a pesar de que el conflicto de 1891 fue más devastador en términos demográficos,
ese conflicto armado estuvo lejos de generar una fractura política y social de la
envergadura de aquella que aún subsiste tras el golpe de Estado de 1973, el cual trajo
consigo la extinción del orden instaurado a través de la Constitución de 1925. (Nótese
que, en el ejercicio numérico de Mansuy, las víctimas de tortura no cuentan.) Que
Mansuy parece estar siendo sincero al reportar la “perturbación” que en él suscitaría “la
persistencia de aquel enigma en nuestra autocomprensión política”, lo sugiere la
circunstancia de que la misma comparación figure en un artículo por él publicado
exactamente una década antes, al cumplirse cuarenta años desde el derrocamiento de
Allende.
En ese trabajo previo, titulado “La pena de los domingos”, Mansuy se animaba a
esbozar algunas consideraciones encaminadas a explicar el diferente eco con el que uno
y otro quiebre, y sus respectivas secuelas, han seguido resonando a través del tiempo.
Decía entonces Mansuy:
“Supongo que los métodos utilizados por la represión rompieron cierto consenso implícito
respecto del trato del adversario, consenso básico de cualquier convivencia pacífica.
Supongo también que la división ideológica respecto de lo que cada cual quería para
Chile era mucho más profunda en 1973 que en 1891. La ruptura de 1891 fue dentro de
un cierto plano compartido, o dentro de cierto horizonte común, y por eso la
reconciliación pudo ser más expedita. 1973 es justamente el fin de ese plano común: no
sólo chilenos que no están de acuerdo respecto de la forma de administrar el poder, o
respecto de cómo compartirlo, sino chilenos que, en el fondo, ya no quieren vivir juntos”.
Sería difícil poner en cuestión la pertinencia explicativa de los factores a los que alude
Mansuy. La brutalidad y la crueldad de los métodos a través de los cuales los agentes de
la dictadura de Pinochet persiguieron, exterminaron y vejaron a quienes Mansuy,
eufemísticamente, caracteriza como “adversarios” del régimen, difícilmente encuentren
parangón en la historia de la violencia ejercida por chilenos contra chilenos. Como ha
explicado Manuel Guerrero en su libro Sociología de la masacre, se trata de un
proceso definido por el ejercicio de una modalidad de violencia que se ajusta al concepto
de masacre. Y aunque reformulada en un vocabulario distinto del que privilegia Mansuy,
también parece acertada la sugerencia de que, mientras que la crisis de 1891 tuvo el
carácter de una pugna intraoligárquica, la fractura de 1973 estuvo marcada por lo que
hace algunas décadas todavía nos habríamos inclinado a denominar “contradicciones de
clase”. Pero en el contraste planteado por Mansuy no llega a aparecer el aspecto
comparativamente decisivo.
Para identificar el meollo del asunto, podemos apoyarnos en una precisión hecha
por el filósofo Marcos García de la Huerta, en su ensayo “Historia y proyecto nacional”,
ante la no infrecuente caracterización del quiebre de 1891 como una revolución. Si bien
esta manera de hablar sería comprensible, dado que “aquel instante separó un ‘antes’ de
un ‘después’”, los acontecimientos en cuestión se habrían correspondido con una guerra
civil, pero no con una revolución, puesto que esa coyuntura no habría desembocado en
“un cambio sustancial de régimen”. Con esta precisión emerge, ahora sí, un significativo
punto de contraste: visto retrospectivamente, el golpe de Estado de 1973 puso en
marcha un proceso de implantación revolucionaria de un nuevo orden político-social,
sostenido en un despliegue de violencia criminal. En palabras de Moulian, tomadas de su
Chile actual: anatomía de un mito, “esa brutalidad represiva […] necesitaba verse
justificada por la promesa de la realización de una gran obra”, a pesar de que,
inicialmente, los golpistas carecieran de proyecto alguno para orientar el cumplimiento de
esa “promesa”.
Esto es algo que, a su manera, Mansuy se mostraba dispuesto a conceder cuando
hace diez años sostenía que “el régimen militar no podía sino ser refundacional, o
propiamente revolucionario”, aunque él mismo se apuraba a agregar que ello se
explicaría por el hecho de que “las bases comunes habían sido destruidas por un
cataclismo político de dimensiones insospechadas”. De esta manera, Mansuy
sugería que, en realidad, el régimen institucional bajo el cual Allende llegó a ser electo
para encabezar el trayecto al socialismo a través de la “vía chilena” se encontraba ya
fenecido cuando los cuatro generales pusieron en marcha el plan resultante en su
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derrocamiento. El problema es que esta hipótesis vuelve muy difícil dar cuenta, entre
otras cosas, del simbolismo del gesto escogido como performance: el bombardeo del
Palacio de La Moneda con misiles lanzados desde dos aviones Hawker Hunter fue la
demostración plástica de que, en el momento decisivo, los golpistas no tuvieron otra
opción que la de escenificar la destrucción de la edificación jurídico-política que había
hecho posible el Gobierno de la Unidad Popular, institucionalidad que el Presidente
Allende se mostró dispuesto a defender hasta las últimas consecuencias. En su Allende y
la experiencia chilena, Joan Garcés lo explica así:
Para lo que aquí interesa, sin embargo, es crucial la constatación negativa que, a
partir de la distinción introducida por García de la Huerta, podemos hacer respecto del
proceso activado el 11 de septiembre de 1973.
De ahí que solo se pueda calificar como un despropósito que Mansuy sostenga
que, a través de su gesto final, Allende habría procurado “convertir una derrota militar
inapelable en algo que pueda funcionar en un futuro, un algo cuyos contornos él no
puede sospechar”. El despropósito no radica, ciertamente, en la sugerencia de que, si es
leído a partir de las claves provistas por su último discurso, el suicidio de Allende
adquiere un sentido fundamentalmente prospectivo; como acertadamente lo nota Alfredo
Sepúlveda en su libro La Unidad Popular, Allende logró así instalarse “sobre un Chile del
futuro”, en “un territorio en que los militares y el complot no pueden entrar”. Antes bien,
el despropósito radica en la sugerencia de que lo ocurrido el 11 de septiembre de 1973
habría tenido, para los partidarios de Allende y de la Unidad Popular, el carácter de “una
derrota militar inapelable”.
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unilateralidad de tal masacre se expresa en que ella se presente como “un tipo de acción
colectiva de destrucción que se caracteriza por una relación significativamente asimétrica
entre agresores y víctimas, individuales o colectivas, que no están en condiciones de
defenderse”.
Hace una década, él nos decía que la derecha había incurrido en un “silencio
cómplice en las violaciones a los DDHH”, como si las violaciones de derechos
humanos fueran algo más o menos inconexo con el golpe abiertamente incitado por ella,
y de ahí en más justificado a sabiendas de lo que sucedía; como si la derecha no hubiera
estado representada por los ministros y altos funcionarios civiles que integraron el
gobierno dictatorial que las perpetró; y como si los jueces que sistemáticamente se
rehusaron a acoger las acciones de amparo presentadas a favor de personas
desaparecidas no hubieran sido jueces de derecha.
“Lo que afirmo es que la responsabilidad principal del grueso de las violaciones a los
derechos humanos ocurridas en la etapa posterior al 11 de septiembre del 73
corresponde a quienes desataron la situación de guerra civil, más que a aquellos
militares que cometieron esos actos como parte de la difícil tarea de conjurar la guerra
civil”.
Esta es una toma de posición de la que Mansuy parecía querer tomar distancia
cuando hace diez años sostenía que los militares “son, desde luego, responsables de gran
parte de lo que ocurrió desde el 11 en adelante, pero poco responsables de lo que ocurrió
hacia atrás”. Lo que este intento demarcatorio elude, sin embargo, es enfrentar la
pregunta que a cincuenta años del 11 de septiembre de 1973 tendría que ser ineludible:
¿cuál es la descripción adecuada de lo que ocurrió precisamente ese día?
¿Podemos disociar el golpe de la “barbarie” que inmediatamente lo sucedió, y que el
golpe mismo hizo posible?
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En su reciente libro, y pretendiendo reconstruir algunas lecciones de la autocrítica
que, en referencia al devenir del proceso de la Unidad Popular, emprendieron
intelectuales de izquierda como Tomás Moulian y Manuel Antonio Garretón, Mansuy se
permite observar que “solo un marxista de macetero muy pequeño puede esperar que
su acción no provoque una reacción de la que tiene que hacerse cargo, y cuyo alcance
tiene que prever e integrar en su composición de lugar”. Pero si el asunto pasa a ser el
de lo previsible, ¿qué tendríamos que decir respecto de quienes propiciaron, indujeron y
celebraron el golpe? Si hay algo de verdad en que los militares han sido convertidos en
el “perfecto chivo expiatorio”, ello responde al hecho de que la focalización exclusiva en
sus (indubitables) responsabilidades ha funcionado como un escudo protector a favor de
muchos civiles a quienes Mansuy se contenta con atribuir un pretendido “silencio
cómplice”. Posiblemente en el recordatorio de esta circunstancia radique la perenne
incomodidad que la derecha política muestra tener con las penas que se ejecutan en la
cárcel de Punta Peuco.
Por supuesto, nada censurable hay en que desde ese mismo sector político-social
aparezca publicado un libro que busca mantener en pie la estrategia defensiva que ha
marcado su comportamiento “transicional”. Lo curioso es que ello encuentre simpatía y
aplausos en la izquierda. (El Mostrador)
Juan Pablo Mañalich
Y resulta penoso que quienes jamás aluden a esa experiencia sea la izquierda que
creó a la Unidad Popular y llevó a Salvador Allende a ser el mejor presidente que ha
tenido estos campos de flores bordado.
Los primero, claro está, dejan una huella interesante en sus diatribas mentirosos
respecto de lo hecho por Salvador Allende y la razones de su caída. Como sabe todo el
mundo, La Unidad Popular no cayó por sus errores: fue derrocado de la manera más
cruel cobarde y traidora posible.
Y los segundos, también está muy claro, intentan olvidarse de esa experiencia por
vergüenza, cobardía o porque ya no son lo que fueron. O dijeron ser.
Peor aún, los movimiento sociales, denominación generosa tanto como equivocada
para referirse a numerosas, diversas y debilitadas organizaciones sindicales, gremiales,
culturas, de género, no han sido capaces de entender que lo suyo no son las marchas, ni
los pañuelitos, ni las batucadas ni las declaraciones públicas.
Revise usted las definiciones que sean respecto del concepto de movimiento social
y se dará cuenta de que en ellas se repiten algunas palabras: grupo de individuos u
organizaciones, identidad, objetivos comunes, proyecto político, estrategia, movilización,
y cosas parecidas.
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Luego, si usted compara esas definiciones con lo que en Chile se entiende por tal,
no coinciden ni con la mejor de las intenciones.
Porque no hay norte. Ni sur. Ni nada. No hay una idea que seduzca, que le dé
contenido a la pelea, que muestre un horizonte, un camino, que entregue razones mucho
más de peso que el miserable reajuste o el bono infame y que alegre.
Que describa un país. Un lindo país. Con libros y canciones. Con trabajo y
solidaridad. Con respeto y plena libertad. Construido con el sudor y los sueños de sus
habitantes. Con esfuerzo y certidumbre.
El dibujo colectivo de un país bueno con sus niños y cariñoso con sus ancianos. Un
país que sea dueño de su riqueza y que la use para los suyos. Un país del cual nos
sintamos orgullosos y en donde valga la pena vivir y en el que cueste morir.
Parecerá extraño, pero no es necesario pensar tanto para llegar a esa definición.
Las ideas de Salvador Allende y la Unidad Popular que lograron tanto en tan poco, que
encendieron las alarmas del imperio más sangriento de la historia de la humanidad y que
desató los odios más anidados de los ricos de fusta y corbata, siguen siendo tanto
vigentes como necesarias.
Esos apasionantes días en que cada uno era como el último y como el primero de
manera simultánea, siguen vivos en la memoria de quienes lo sintieron de verdad y que
luego se quedaron a poner el pecho a las balas.
En clave marxista habrá que decir que jamás como en esos años, la lucha de
clases ha tenido la alta expresión que tuvo entre los años setenta y el setenta y tres.
Por eso esa maravillosa experiencia popular ha sido mentida hasta el hartazgo por
los poderosos que sí supieron y saben de su contenido peligroso para la explotación y el
abuso.
Y que ha sido abjurada y renegada por los falsos revolucionarios, los de cabeza
acomodada, los que se olvidaron de la palabra pueblo, esos que ya no duermen en sus
camas duras y que en vez de reivindicar con fuerza el legado moral y político de Salvador
Allende, hacen esfuerzos para alentar subrepticiamente la desmemoria
En esas ideas que intentaron arrasar por la cobardía y la traición, y que por años
han intentado sepultar, aún fulguran vivas las claves que el pueblo entendió y por las
que se jugó la vida.
En ese programa yacen esperando las ideas que pueden mostrar al pueblo
abandonado una causa que le dé sentido a todas las peleas que la reivindicación y los
derechos impulsen.
Que se proponga superar este momento gris y amargo que ya dura medio siglo.
TEXTOS A MODO CONCLUSIÓN
Texto 21. TRAIDOR. ASESINO. TERRORISTA. LADRÓN. COBARDE.
Columna de Daniel Matamala. LA Tercera, 3 JUNIO 2023
Traidor.
Augusto Pinochet construyó una carrera basada en una extrema obsecuencia con
cualquiera que tuviera poder.
Así lo hizo con los mismos “señores políticos”, especialmente de izquierda, a los
que luego demonizaría. Así se comportó con el Presidente Allende. Y con su superior, el
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general Carlos Prats. Cuando Prats asumió como ministro de Interior de Allende, Pinochet
le regaló una banda presidencial.
De servil pasó a traidor. Apenas se tomó el poder, fue especialmente cruel contra
aquellos que habían confiado en él, como queriendo borrar las huellas de su servilismo. A
su mentor, Carlos Prats, lo mandó a asesinar, junto a su esposa, Sofía Cuthbert.
Asesino.
Militares y sacerdotes. Estudiantes y campesinos. Artistas y diplomáticos. La lista
de ejecutados por la dictadura de Pinochet se lee como un compendio del horror
extendido sobre la sociedad chilena, con el Estado convertido en una máquina de
represión y muerte, al servicio del ansia de poder de un solo hombre.
Silva proclama que su modelo es Jesús, y que hace política desde la definición de
“cristiano” y “pro-vida”. Pero su visión “equilibrada” es el más abyecto relativismo moral,
que rebaja las vidas y el sufrimiento humano a ser apenas instrumentos; un factor más
de la ecuación, un costo lamentable, pero que a lo mejor puede valer la pena si el otro
platillo de la balanza está suficientemente cargado. ¿Cuántas torturas se pagan con una
carretera? ¿Cuántos cuerpos desaparecidos se compensan con un millón de dólares en
inversión?
Terrorista.
Pinochet se presentó como un luchador contra el terrorismo, pero fue el peor
terrorista de la historia de Chile. Usando el terrorismo de Estado para expandir el pavor,
su dictadura torturó a 28.459 chilenos, ejecutó a 2.125 e hizo desaparecer a otros 1.102.
Silva confesó “un dejo de admiración” por este terrorista. Para un demócrata, en
cambio, convertir al Estado en una máquina criminal no es un factor más en la balanza.
Es una zanja moral infranqueable.
Ladrón.
La justicia acreditó, en el Caso Riggs, que Pinochet lideró por años una trama para
desviar dinero público hacia su patrimonio personal.
54
En la “balanza”, algunos quieren equilibrar la corrupción con un supuesto milagro
económico. Ello no solo es inmoral, sino también falso. Las cifras prueban que la
dictadura fue económicamente mediocre y socialmente desastrosa.
Durante la dictadura, la economía creció 2,9% anual, menos que en los gobiernos
de Alessandri y Frei Montalva, y mucho menos que en la época del verdadero “milagro”,
el 7,1% de crecimiento promedio que se dio entre 1990 y 1998. La dictadura tuvo una
inflación anual desatada (79,9% de promedio) y un desempleo de 13,3% (18,0% si se
descuentan el PEM y el POJH).
El costo social fue monstruoso. El gasto público en educación cayó del 3,8% al
2,5% del PIB, y la inversión en salud descendió a apenas 2% del PIB. Se disparó la
desigualdad, y la dictadura entregó a Chile con 68% de pobreza.
Cobarde.
Ajeno a cualquier concepto de responsabilidad del mando o de honor militar,
Pinochet cargó todas las culpas sobre sus subordinados.
“Dios hace las cosas”, filosofó. Y cerró con su joya, la frase que describe de
cuerpo entero su moral: “No me acuerdo, pero no es cierto. No es cierto, y si fue cierto,
no me acuerdo”.
Así murió. Como vivió, sin jamás tener la decencia de asumir la responsabilidad
por sus actos. Culpando siempre a otros por sus crímenes.
Recordar esto no es un asunto del pasado. Es un tema más actual que nunca.
Porque define a un demócrata: aquel que tiene fronteras básicas que se compromete a
jamás traspasar.
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embargo, es necesario porque contribuye a formar una cierta conciencia histórica —
historia y memoria— sobre el tejido cívico que a diario construimos como sociedad
política.
La historia como disciplina se negaría a sí misma si pretendiera relatos
concordados. Por el contrario, propone diversas interpretaciones fundadas que son
más o menos convincentes y varían en el tiempo. Este vínculo entre evidencias,
interpretaciones, entrecruce de variables, introducción de preguntas nuevas es una de
las vertientes de la conciencia histórica.
Y hay hechos. Los detenidos desaparecidos, los degollados, los ejecutados y tanto
más no son interpretaciones. Son hechos.
Pues bien. Hay actores que clausuraron el debate. Pero sigue plenamente
vigente en múltiples espacios.
El 73 está vivo. Muy vivo. Hay muchas hipótesis de por qué es así. Creo que
las hay menos de por qué hubo golpe y ese nivel insospechado y largo de violencia y
dictadura.
El Golpe, a mi juicio, no era inevitable. Los problemas sociales eran y son de
larga data y no siempre derivan en golpes de Estado. Creo que la ruptura misma se
encuentra principalmente en que la política fue incapaz de procesar conflictos
ideológicos que conllevaban un progresivo abandono de los principios mínimos
de la democracia y de la violencia como una herramienta política legítima. Dicho
de otra manera, estimo que el 73 es antes que nada la ruptura de la democracia y
específicamente de la política democrática.
Vuelvo a lo anterior. La reflexión histórica sobre esa ruptura a veces parece
congelada. O más bien, son muchas las voces que la han sustituido por el concepto de
memoria como si fueran antagónicas en vez de complementarias. Es posible que el fin
de la Guerra Fría y las crisis ideológicas consecutivas le dieron a la memoria un
enorme sentido identitario a sectores de la izquierda. La defensa de los derechos
humanos se fue conceptualizando solo con la memoria, y la memoria, con la ideología de
las víctimas. Algo así como una vivencia del pasado en la clave movilización/resistencia,
epopeya y martirio. Como si el dolor negara la razón.
Por otro lado, en una suerte de empate, el reclamo del contexto histórico para
justificar el Golpe y aislar la violación de los derechos humanos como “exceso” es otra
forma de clausura del análisis histórico.
La propia disciplina histórica ha vivido su propia crisis y ha debilitado su capacidad
explicativa al reivindicar la subjetividad de su autoría. No hay duda alguna de que la
historia es una disciplina interpretativa. Pero es una forma distinta de la memoria
para traer el pasado al presente. La conciencia histórica se nutre de ambas. La
memoria, como se configuró después del Holocausto, es un repudio moral, una denuncia,
un nunca más, un reclamo de la dignidad humana. La historia, una forma de
comprender por qué y cómo lo humano se deshumaniza. Contraponerlas es un
ejercicio peligroso.
El 73 está vivo porque revela parte de nuestras fracturas. Y también está vivo
porque la violencia por un momento volvió a parecer legítima. Y sabemos que cuando un
extremo así lo considera, habrá otro que también lo hará.
Aun así, también están vivos los aprendizajes. En estos tiempos de ires y venires
tan veloces, aun con retrocesos, hemos resuelto nuestros conflictos en las urnas. La
violencia política tiene poco espacio. Con todo, vivimos en una democracia, aunque su
espesor merece atención. La clausura al debate y al diálogo que acabamos de presenciar
revela flaqueza, así como la sociedad civil está mostrando su fuerza y su vigencia.
La democracia está siempre amenazada. No tiene otra fortaleza que la conciencia
histórica de su cuidado. (El Mercurio)
Sol Serrano
NUESTRA SÍNTESIS Y CONCLUSIONES PROVISORIAS
“…las tendencias no son un destino; siempre los humanos pueden
enderezar o torcer la historia para mejor o para peor. Las tendencias
actuales necesitan sin dudas cambios para mejor.”
Ernesto Ottone., Civilización o barbarie. Ensayo sobre la
convivencia global. Editorial FCE, Santiago de Chile, 2017, p. 83
56
sectores con mayor poder e influencia rechazaban y fueron capaces de destruir de forma
violenta. Es decir, finalmente lo concreto, “la solución final” fue indiscutiblemente por
medio del poder desnudo. Eso es lo empírico, lo que sucedió. Tanques y aviones
aplastaron un gobierno constitucional, que contaba sólo con un puñado de armas de
mano y largas. Es decir, una supuesta guerra, donde en realidad había sólo un ejército.
Ergo, el poder de fuego fue absolutamente desequilibrado.
57
El gobierno de la Unidad Popular fue la explosión de las expectativas y las
esperanzas de aquellos sin propiedades, educación, ni fortuna. A los que les cantó
Violeta Parra y dedicaron poemas nuestros insignes creadores: Gabriela, Pablo y Vicente.
El país desde fines de los años cincuenta ya mostraba signos inequívocos de agitación y
movilización de forma cíclica. Ahora, conviene recordar lo obvio, las esperanzas y alegría
de unos eran los miedo larvados y angustias de los que si tenían propiedades, educación
e influencia.28 Era la marcha de modernidad plebeya y descalza. La cual desde las
poblaciones, fábricas y fundos amenazó, con múltiples y encendidos discursos, sumados
a numerosas acciones de rebelión a aquellos grupos sociales que si tenían pisos brillantes
y amoblados salones. Era, casi de forma esquemática, el choque de la pervivencia de
verdaderos estamentos, con los que había funcionado el país desde su época colonial. El
Chile de los presidentes Frei y Allende, era un país abrumadoramente injusto, que exigía
mejoras en sus condiciones de vida. El problema, don problema, era que en esos años,
y ni siquiera hoy, tenemos condiciones reales para crear y ordenar una sociedad
realmente moderna.
Doctor en Economía Patricio Meller. (Editorial Uqbar, Santiago: 2016. Primera edición 1996).
DESIGUALDAD. Raíces históricas y perspectivas de una crisis. (Editorial Debate, Santiago:
2019) Del Ingeniero Comercial Economista Nicolás Eyzaguirre. Incluso es muy interesante ver las
coincidencias de análisis y conclusiones, de los autores aludidos, con la obra de Hernán Büchi., LA
TRANSFORMACIÓN ECONÓMICA DE CHILE. El modelo de progreso. (Editorial Aguilar,
Santiago: 2008). ¿Cuál era el corazón de los problemas del periodo analizado, y que venía de
larga data? Las condiciones materiales y la capacidad productiva reales de la economía
nacional eran insuficientes para generar condiciones de vida digna para las mayorías del país. Y
fue en esta jaula de pobreza, resultado de la incapacidad de crear una economía moderna donde se
conformó el escenario de conflicto y polarización que tuvo su momento de mayor violencia el 11 de
septiembre de 1973. ¿Quiénes eran los responsables de esta base material precaria y
subdesarrollada? Sin discusión algunas las elites del país, las cuales, en su gran mayoría, habían
vivido, por generaciones, de exportar recursos naturales y de la protección del Estado. Para de esa
forma gestionar y proteger su atraso e incapacidad de crear riqueza y competir. Chile era un país
donde sus fábricas y campos no producían los zapatos, ropa, comida, ni viviendas suficientes. He
ahí la clave de los conflictos y quiebre del periodo 1964-1973. Es paradójico, pero fue la chapuza e
inoperancia de las derechas, como brazo político del poder de las elites, la que en definitiva creó la
izquierda y su dinámica. La Unidad Popular, fue en definitiva la expresión del fracaso de la
modernización del país.
28
El País “se le escapaba de la manos” a la derecha, desde fines de los años treinta, sólo habían
mantenido sus cuotas de poder y privilegios con su hábil política de negociación y cooptación. Una
política que habían utilizado durante los gobiernos radicales y que volvieron a utilizar con el
gobierno de Eduardo Frei Montalva (1964-1970). Su estrategia se puede resumir como un
repliegue organizado, esperando un momento para un contra ataque. Es este momento el que
llegó con el gobierno de la Unidad Popular, “una amenaza” que les permitió sumar fuerzas con los
sectores medios, de tal forma de recuperar todo lo perdido desde 1938. Y eso fue exactamente lo
que hicieron. Sobre esta dinámica se suma utilidad leer con detalle el libro ya nombrado CON
LAS RIENDAS DEL PODER. La derecha chilena en el siglo XX. De la destacada historiadora
Sofía Correa Sutil. (Editorial Debolsillo, Santiago: 2011).
29
Sobre la sociedad tradicional la literatura, de forma incomparable, nos permite un mucho mejor
acercamiento a sus características y sobre todo a su realidad humana. El siguiente texto es de
culto: "En la memoria del sacerdote apareció la imagen de su padre. Era alto, duro. Tenía los
hombros cuadrados de un atleta, las manos grandes y toscas, los ojos azules. Hablaba con voz
plena, en tono a la vez enérgico y profundo. Montado a caballo evocaba la sensación de centauro
que a los indios produjeron los primeros jinetes de la conquista. Una unidad indestructible,
58
En definitiva los conflictos de esos años fueron el resultado de largos y complejos
procesos históricos. Una dinámica conformada por los millones sin nada, aquellos que en
esas décadas anteriores al golpe, migraban sin control, ni orden a las grandes ciudades.
Y que en estos espacios urbanos, sin capacidad de integración real se acomodaban como
podían. Entre 1920 y 1970 el país se llenó de ciudades atenazadas por cinturones de
miseria. La precariedad y miseria abarcó todos los ámbitos imprescindibles. Faltaban
hospitales, escuelas, alcantarillado y electricidad. Las personas que venían del campo,
como es obvio, pero vale la pena señalar, no tenían educación para integrarse. Tampoco
en su gran mayoría habían conformado un capital cultural y social que fuera funcional a
la vida urbana. Los trabajos que podían conseguir no eran de buena calidad, ni estables.
Las mujeres tenían iguales y agravados problemas por el omnipresente machismo con
tintes cavernarios en muchos planos. Fue en este ecosistema -social y económico-
donde la revolución, como esperanza y certeza, salió no de los libros de Marx y Lenin;
sino del barro, el hambre y la sarna.
Los “pobres del campo y la ciudad” vivieron los gobiernos de Eduardo Frei
Montalva y en particular la Unidad Popular, como una posibilidad real de ser parte del
país. Un orden legal e institucional, que por fin se preocupó de verdad de integrarlos en
condiciones de igualdad y dignidad. Era una experiencia real de transición hacia mayores
grados de justicia y participación. Inicialmente la conciencia de la necesidad y urgencia
de los cambios fue mayoritaria. El punto de la discordia era que había dos opciones de
modernización: una pro EEUU; y otra opción pro URSS. Si bien ambas, la DC y las
izquierdas, coincidían en que Chile necesitaba mejores condiciones de alimentación,
vivienda, vestuario y sobre todo educación universal y salud de nivel. ¿Cómo llegar a
esta ideal material y cultural? Es ahí donde se bifurcan y enfrentan los proyectos. Son
estos los conflictos que no se pudo resolver, en el marco de la democracia liberal. Y
claro esta había una minoría con poder, que de cambios y revoluciones, de cualquier tipo,
no quería saber absolutamente nada. Y estaba dispuesta a todo para salvar sus
privilegios.30
A este marco de agitación y movilización producto de condiciones internas, de
centenaria data, se debe agregar que nuestro país fue un campo de conflicto, como toda
América Latina, de la Guerra Fría. Proceso geopolítico de conflicto global al cual en los
sesenta se suman las dinámicas de revolución cultural y modernización en sectores
claves de Latinoamérica como los cambios en la Iglesia Católica. Así la tradicional
sociedad chilena, desde mediados de los años sesenta esta, para los herederos de
Portales, convertida en un pandemónium de todos sus miedos. Universidades tomadas
impulsando “Reformas” de arriba abajo. Hijos de familias “decentes” colando lienzos, en
la Casa Central de la Universidad Católica, que -horror de horrores- llaman mentiroso a
su sacrosanto Diario EL Mercurio. La catedral tomada. Los fundos expropiados. La
59
píldora anticonceptiva repartida por un gobierno “cristiano”. Y eso sin olvidar a los
llamados curas obreros proclamando que Jesús fue de izquierda. 31
Incluso factores “como un aire de época”, llamaron al escándalo a los sectores de
la derecha silenciosa y cultural: minifaldas, bikinis, cabello largo, barbas y mucha ropa de
colores. Todo lo anterior unido a los radicales cambios en las formas de pareja y las
relaciones de poder entre padres e hijos. Sin olvidar el impacto de la segunda ola de
feminismo, que en esos años, en profesionales de capas medias, mujeres obreras y
pobladoras se expande señalando sus demandas en pro de cambios, igualdad y
liberación. Todo este “tutto revoluto”, fue un tiempo de alegrías y esperanzas para las
corrientes de izquierda. Y a la par una época de simple caos, inmoralidad, desorden y
falta de autoridad para las derechas a la defensiva. La falta de respeto al orden y la
propiedad, cuando no su cuestionamiento radical, fue el sumun de los miedos para las
elites que veían en esos años que su mundo se acaba. Y en este marco de “ apocalipsis”,
los sectores de derecha comenzaron a organizar la defensa y “salvación de su patria”. El
Chile “profundo”, católico, tradicionalista y conservador. Educado en colegios privados y
celoso guardián de su centenario status social, supo que debía reaccionar y defender sus
intereses. El escenario estaba listo para el conflicto que desató el gobierno de la Unidad
Popular.32
31
Un resumen, literalmente de antología, del carácter de esos años de esperanza y cambios, que
despertaron los miedos y la reacción, que terminó en la violencia y terrorismo de Estado, es el
siguiente: “¿Qué no hicimos en los 60 y 70? Amén de descastarnos, fumarnos nuestros
primeros pitos, dejarnos crecer las barbas y patillas, colgar al «Che» en nuestros dormitorios,
descifrar mensajes ocultos en los discos de los Beatles, ponernos botines a lo Beatles, chombas a
lo Beatles, peinados a lo Beatles, leer el librito rojo de Mao, recitar el Manual del Poder Joven de
Van Doren, aprender todo lo que había que saber del marxismo, más del puño que de la letra de
Marta Harnecker, desenmascarar al Pato Donald como un cuento imperialista, y bajarnos los
pantalones bastante a menudo... pues, en verdad, hicimos tanto más: le expropiamos el fundo al
abuelo, ensayamos la puntería en escuelas de guerrilla, cortamos caña en Cuba, nos despachamos
al Comandante en Jefe del Ejército, y gritamos, gritamos, gritamos a todo dar: ¡ATRÁS ATRÁS,
GOBIERNO INCAPAZ!; ¡MOMIO, ESCUCHA, EL PUEBLO ESTÁ EN LA LUCHA! (...)¡ALLENDE,
ESCUCHA, ANDATE A LA CHUCHA!; ¡EL PUEBLO UNIDO, JAMÁS SERÁ VENCIDO!
Fuimos coléricos y alocados, psicodélicos y rayados, confianzudos y fervientes, poéticos y calientes.
Se nos ocurrió de todo: practicar meditación trascendental en la India, experimentar con
alucinógenos, comenzar nuestras primeras terapias, levantarle la mujer al mejor amigo y el marido
a la mejor amiga, cuando no acostarnos todos juntos, o escapamos con la suegra, la polola qué
más da: all you need is love, love is all you d. Se nos echo a perder el gusto, pero no hubo moda y
vertigo que no ensayáramos. Los muebles de palo quemado nos parecían bomba, soñábamos con
tener una pollera de Mary Quant y que nos confundieran en lo posible con Twiggy. Quemábamos
los sostenes, quemábamos incienso, quemábamos neumáticos, quemábamos banderas yanquis,
prende una mechita.... rayábamos las murallas, nos reíamos de los pacos, les tirábamos maíz a los
milicos, les sacábamos la lengua a los generales, le regalábamos el huevo de oro a cuanto huevón
se lo mereciera, en fin, hicimos de la iconoclasia nuestro credo, hicimos de un cuanto hay. It's
been a hard day's night... Ocupa- mos la Universidad, asustamos a uno que otro profesor nazi por
ahí, lanzábamos arsénico a nuestros compañeros, respirábamos gases lacrimógenos como si nada,
estudiábamos filosofía, historia y sociología, por último partimos a Paris. Nos íbamos a vivir a las
poblaciones, nos daba igual la opinión del Papa sobre la píldora, abandonábamos los colegios de los
ricos para enseñarles a los pobres, colgábamos la sotana para acostarnos con monjas,
literalmente... nos tomamos la Catedral....Let it be, let it be....
En definitiva, nos fuimos de madre, sembramos discordia, se nos pasó la mano, nos cagamos en el
piano, y aterramos a medio mundo en el entretanto. Help me if you can I'm feeling down/ And I do
appreciate you being round/Help me get my feet back on the ground... ¿Cómo no entender,
entonces, que los Raúl Hasbunes entre nosotros, ya aliviados, opinaran después del golpe: «Para
mí (el 11 de septiembre) el gallo cantó, en Chile amaneció y las pesadillas de la noche se
esfumaron»? En efecto, la fiesta duró lo que duró. Entre que se quería y no se quería, la gozamos y
nos agotó. Por consiguiente, había que ponerle freno al asunto. When I find myself in times of
trouble/Mother Mary comes to me / Speaking words of wisdom/Let it be, let it be....
En resumidas cuentas, el 11 de septiembre fue nuestra solución final". En: EL CHILE PERPLEJO.
DEL AVANZAR SIN TRANSAR…, pp. 156 y 157. El texto transcrito tal cual, sólo con algunos
garabatos y vulgaridades menos, creo que en modo análisis “estilo curanto” resume de forma
magistral la suma de factores de esos años de Lenin, Lennon, el Che y Dylan.
32
La sola posibilidad del triunfo de la Izquierda de forma democrática simplemente sacó de su traje
democrático a la derecha. En 1964 los sectores conservadores estuvieron dispuestos a votar por la
“Revolución en Libertad”, con tal de salvarse del triunfo del “masón y marxista de Allende. En las
elecciones de 1970 movieron cielo tierra, con ayuda de la CIA, dinero a montones y maquinaciones
que incluyeron el rapto y asesinato del Comandante en Jefe del Ejercito René Schneider (25 de
octubre de 1970) para impedir que la UP pudiera acceder asumir el gobierno. En este clima de
tensión Salvador Allende asumió la presidencia de la República el 4 de noviembre de 1970.
60
Ahora bien ¿Cuáles fueron las claves del gobierno de la Unidad Popular que
desataron tantos miedos, odios y finalmente el terrorismo de Estado?
61
bordeo el 600%. En la esfera más directa de la economía, el desabastecimiento de
productos básicos, fue hábilmente explotado por una red de especulación y mercado
negro, que hizo necesario el racionamiento y con ello se desató todos los miedos en los
sectores medios y altos.
A todo este agitado contexto político económico se debe sumar las claves huelgas
de camioneros, las movilizaciones de los colegios profesionales. Incluso la fatal huelga
de los mineros del Teniente. Sin olvidar, la activa oposición que generó el plan de
terminar con los privilegios de educación, creando un sistema único de educación. La
mítica y rechazada ENU (Escuela Nacional Unificada). Utopía para los partidarios de la fe
en el futuro socialista y encarnación del “cáncer marxista”, para los opositores al
gobierno de Allende. Y en definitiva una verdadera “aberración”, para todo el mundo
cultural y social que significa la educación de elites privada. El fin del gobierno de la
Unidad Popular se sentía para fines de junio de 19173, así la izquierda, en marzo de
1973, obtuvo más del 40% de los votos, en las últimas elecciones parlamentarias de la
ya casi en bancarrota democracia.
Unas palabras sobre el actor que terminó siendo el decisivo: las FFAA. Las ramas
armadas de las instituciones de la República, habían mantenido, pese a todo, la
subordinación al orden legal. Incluso a solicitud del presidente Allende, habían ingresado
al gobierno a fines de 1972 en distintos ministerios, para garantizar el funcionamiento del
país y en especial el orden público. Ahora bien, su subordinación resultaba cada vez más
difícil de mantener, en el entendido que los debates de la sociedad civil y sus bandos
cruzaban a los propios miembros de las FFAA. Es poco subrayado, pero había militares y
aviadores e incluso marinos que simpatizaban con el proyecto de la Unidad Popular. Un
gobierno que, se suele olvidar, relevaba el factor de la soberanía y la independencia
nacional, como una de sus ideas fuerza, más atesoradas. Está claro que estos militares
constitucionalistas y patriotas no eran la mayoría. A la par, que no podían hacer mucho
contra las variables geopolíticas anticomunistas y la larga mano del Pentágono y la CIA.
Mega poderes que fueron, poco a poco, tejieron la red de apoyo para la conjura golpista.
Y así llegamos al final, el golpe de Estado fue la respuesta, con mano de acero
militar, de las elites sociales privilegiadas que desde mediados de los años sesenta se
sentían amenazadas y efectivamente tocadas en sus intereses y poder. Para lograr su
objetivo los sectores golpistas contaron con recursos ilimitados, una hábil campaña de
sabotaje económico y una decidida insurrección callejera. Papel clave jugó, en la
estrategia de la derecha, la activa movilización de los grupos medios. Sectores sociales
que, real o imaginariamente, se sintieron amenazados por la política de la Unidad
Popular. Si uno aplica la simplificación brutal al conflicto de esos años, las elites de
siempre, más las capas medias, unidos al factor decisivo, Las Fuerzas Armadas, eran una
maquina avasalladora. Salvo que el movimiento popular se hubiese preparado para la
guerra en toda la línea y con todos sus costos. Pero esta variable de desatar la lucha
armada no fue la apuesta de Allende; así como tampoco la de importantes y organizados
sectores de la Unidad Popular, para empezar el disciplinado Partido Comunista, cuya
consigan clara era en 1973: “No a la Guerra Civil”.
Desde ese fatídico día el país quedo mortalmente dividido en dos bandos. Los
compatriotas ahora podían ser enemigos. La bandera chilena simbólicamente fue presa
de las llamas, entre la bombardeada Moneda. La democracia desde ese momento era
sólo recuerdos. El estado de derecho se derrumbó, los Derechos Humanos, desde ese
día, fueron avasallados decenas de miles de veces. En los hechos toda una Nación dejo
de ser soberana, pues el poder político ya no fue expresión de la voluntad ciudadana. Se
inició, para unos pocos, los más valientes y comprometidos, un tiempo terrible. En
realidad siniestro. Se debe recordar el heroísmo y el ejemplo, de los que arma en mano
62
se enfrentaron al terrorismo de Estado, pero esa es sólo una parte de la historia. La otra
es de cárceles secretas, torturas y desparecidos. Demasiado brutal para entrar en
descripciones y sin embargo fue real. Imposible de negar u olvidar.
No sé cuantos lean estos textos, ajenos y propios. . ¿Qué sentido tendrá para los
jóvenes, para los cuales la Unidad Popular y la revolución suenan a nostalgia y “mundo
de ayer”? Sólo nos queda por escribir y remarcar que los seres humanos, siempre son
humanos. Siempre merecen respeto. Ahora también queremos subrayar, que cuando la
violencia y el terror se vuelven la norma, la resistencia se vuelve un deber. Estas
conclusiones, de creación propia, están dedicadas a los que con el miedo mordiendo los
huesos, el día 11 de septiembre de 1973, cuando sonaron los primeros tiros, se lanzaron
a la calle a ver que como se podía resistir a los enemigos de la República, la Constitución
y las Leyes. Esos hombres y mujeres que fueron capaces de hacer actos las palabras de
lucha y sacrificio deben ser los únicos recordados. Los traidores no merecen memoria de
sus nombres. Los valientes, los dignos, los que disparaban sus últimos tiros desde el
edificio del siglo XVIII, esa fría y triste mañana, deben ser a futuro los nombres de calles,
escuelas y plazas. Son ellos los que salvaron la ternura de la patria. Y así la derrota
estaba escrita, en ese día de oscuridad de hace medio siglo. La historia, y si hay
humanidad la historia continua. Ella nunca escribe su última línea.
Alfredo Sepúlveda: LA UNIDAD POPULAR. Los mil días de Salvador Allende y la vía chilena
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