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Apuntes sobre Anijovich, R. y Cappelletti, G.

, “La evaluación como


oportunidad”:

Las autoras del material promueven la reflexión sobre cómo concebimos la Evaluación
a partir del análisis de dos paradigmas opuestos: La Evaluación Tradicional vs La
Evaluación Formativa

Evaluación tradicional

 Evaluación de resultado, promovedora de miedos y emociones desagradables


en los alumnos (ansiedad, estrés, angustia).
 Se concibe al estudiante como sujeto de aprendizaje.
 Focaliza la mirada en remarcar y condenar el error como un problema, como
algo negativo.
 Objetivo de la evaluación tradicional: aprobar, promover, certificar.

Evaluación Formativa

 Propone un enfoque superador que permita ser desarrollado para y durante el


aprendizaje: “Evaluación para el aprendizaje”, evaluación como otra instancia
de aprendizaje.
 Evaluación para el aprendizaje como proceso continuo.
 Se concibe al estudiante como sujeto de conocimiento.
 La función más importante de la evaluación es la pedagógica, sin desconocer
la necesidad de certificación, pero diferenciando ambas y cambiando el foco.
 Propone potenciar el aprendizaje y promover instancias de meta-cognición con
los alumnos: ofrecer orientaciones/devoluciones sugiriendo recursos o
estrategias de abordaje; promover la retroalimentación de los alumnos para
que identifiquen sus errores, sus logros y den cuenta del proceso realizado.
 Plantea evitar colocar notas numéricas, buscando elaborar valoraciones
complejas que destaquen los logros obtenidos en el proceso.
 Replantea la noción de “avance”, buscando hacer énfasis en manifestar
explícitamente el reconocimiento de los logros individuales y colectivos
respecto de un punto de partida.
 Pone el énfasis en lo situacional: busca posibilitar aprendizajes valiosos
y significativos.
 Plantea una problemática de base: repensar el currículum, la cultura
escolar y las formas de enseñar.
 El paradigma de la Evaluación para el aprendizaje se ve amenazado por la
necesidad de obtener resultados objetivos y valores que cuantifiquen y
certifiquen dentro de un macro sistema.
 Dentro de este paradigma la Evaluación debe estar presente en la
planificación. Establecer en qué momentos se recogerá información, definir qué
aprendizajes debe lograr el estudiante y cómo se vinculan con los propósitos
que el profesor se ha propuesto, seleccionar y elaborar instrumentos de
evaluación, además de anticipar modos de realizar devoluciones a los
estudiantes que contribuyan al logro de los aprendizajes.

Reflexiones, planteos y propuestas:

La encrucijada que manifiesta el texto es claramente identificable ante este


contexto inédito de pandemia mundial. Por tal motivo es necesario revisar y
reorganizar el currículum, sus objetivos, los contenidos, etc., para intentar dar una
respuesta que intente ser efectiva respecto de la nueva modalidad de cursado que se
implementará.

En este sentido, la selección de contenidos debería ser prioritaria, en la


medida que el actual diseño curricular no está pensado para este nuevo contexto.
Entonces, qué se debe enseñar y cómo nos tiene que ocupar en primera instancia
para buscar transmitir conocimientos significativos para nuestros alumnos y alumnas
en esta particular realidad.

Por ende, preguntarnos qué evaluamos y cómo valoramos el trabajo de los


estudiantes, es fundamental, en la medida de que necesariamente debemos repensar
un nuevo criterio para establecer cuándo un alumno se encuentra en condiciones de
aprobar un contenido específico, acreditar un trimestre o una materia, o promover el
año.

Por ejemplo, desde marzo, obligados por las medidas de distanciamiento


social, tuvimos que acordar improvisadamente una forma de evaluar a los alumnos
centrada en el criterio de mantener un contacto continuo y dinámico entre ellos y los
docentes, priorizando, a su vez, valorar el cumplimiento de la tarea, relegando a un
segundo o tercer plano el contenido y desempeño que llevaron a cabo en sus trabajos
y actividades de clases.

Suponemos entonces que esta instancia es apropiada para observar lo logrado


hasta ahora, y poner en cuestión estos aspectos referidos al concepto de evaluación,
entendiendo que durante estos meses ensayamos nuevos métodos y criterios y con
ello, en parte hemos madurado algunas ideas.

Además de lo ya planteado, podemos decir que en este contexto de virtualidad,


se han flexibilizado mucho los tiempos en cuanto a enseñanza, aprendizaje y
evaluación. Los chicos no tienen un tiempo determinado para leer lo que se manda por
parte de los profesores; no hay 40 minutos u ochenta como ocurre dentro del aula, en
una o dos horas cátedras. Y en cuanto a la evaluación de los contenidos, durante este
tiempo no hay evaluaciones escritas como antes, sino actividades y trabajos prácticos,
donde damos, a veces, más tiempo para cumplir con estos, entendiendo el momento
difícil que estamos atravesando como sociedad; brindando además, a los alumnos,
todo tipo de ayuda para que comprendan y puedan lograr cumplir con las tareas
encomendadas.
Tomo prestada una frase de Flavia Terigi citando el trabajo de investigadores
norteamericanos (Cuban, Tobin y Tyack) para resumir lo que vivenciamos los
docentes a partir de la cuarentena y el cese de las clases presenciales, la sensación
de que “la gramática de la escolaridad” se derrumbó temporalmente. Todos los
patrones aprendidos sobre la escuela los tuvimos que desaprender: Reorganizar
contenidos, abandonar planificaciones anuales que ya en marzo no reflejaban el
presente ciclo lectivo. Aprender sobre recursos tecnológicos que nos permitieran
retomar el contacto con nuestros alumnos, para luego pensar en nuevas estrategias
para desarrollar los contenidos. En este nuevo contexto, la evaluación, creo yo, quedó
un poco relegada y en manos de la creatividad y voluntad personal de cada docente.
Es valorable esta oportunidad de poder detenernos y repensar cómo podemos
hacer de la instancia de Evaluación, algo provechoso tanto para los alumnos como
para nosotros. Considerando que evaluar no es sólo calificar sino dar valor a las
producciones de nuestros alumnos y a los procesos individuales que cada uno transita
durante el proceso de aprendizaje.

Teniendo en cuenta estas reflexiones y los aportes de los autores, proponemos


algunas ideas fundamentales para poner en cuestión, debatirlas y reajustarlas a
nuestro contexto, entre toda la comunidad educativa.

Por un lado, es imperante pensar en modificar nuestros métodos de evaluación,


para lo cual, es necesario superar el método tradicional (paradigma cuya concepción
focaliza el objetivo en calificar y certificar a nuestros alumnos porque el reglamento lo
establece). Como propuesta superadora, retomamos la idea de Anijovich, cuando
plantea una forma de evaluación “formativa” o “para el aprendizaje”, es decir, una
evaluación continua, no como cierre de tema, sino, transversal a todo el proceso de
enseñanza-aprendizaje.

Proponemos, además, focalizar las correcciones no en el error, sino en lo


logrado por el alumno, posibilitando a través de devoluciones y sugerencias con
“certeza y tacto” una retroalimentación del proceso realizado, es decir, que el alumno
comprenda su recorrido, entienda sus falencias y reafirme lo logrado.

Todo esto, creemos que debe estar sujeto también a entender cómo impacta
psicológicamente en los alumnos la forma de calificar y valorar sus producciones en
este contexto. En este sentido, proponemos evitar colocar notas numéricas o
conceptos, y buscar realizar devoluciones específicas y personalizadas, que tiendan a
acompañar y despejar dudas, generando frases incentivadoras. De esta manera
suponemos que, ante la inevitable ausencia de la presencialidad, es necesario
expresar afecto y acompañamiento utilizando todas las herramientas con las que
disponemos.

Por todo lo anterior, concluimos que, ante el presente contexto, es necesario


replantearnos como prioridades algunas preguntas sustanciales: respecto de los
contenidos, ¿qué temáticas, contenidos y o saberes significativos, tendríamos que
seleccionar como prioritarios en esta contingencia? ¿qué estrategias pedagógicas y
didácticas deberíamos de aplicar, teniendo en cuenta los limitantes de la no
presencialidad, pero atendiendo a las posibles potencialidades de la virtualidad?; y de
la misma manera con la evaluación, ¿qué evaluar?, ¿cómo hacerlo, y con qué
objetivos?

Somos conscientes que no en todas las materias se puede evaluar de la misma


manera, y que no todos/as los docentes tenemos la posibilidad real de implementar en
su totalidad estos criterios, pero debemos saber que la evaluación es unos de los
temas menos permeables a los cambios, lo cual nos genera un gran desafío. Creemos
que es necesario asistir a la oportunidad de abrirnos a nuevos métodos, incorporando
también nuevos recursos y herramientas, lo cual Anijovich lo deja bien en claro cuando
supone que éste contexto actual es el momento indicado para aplicar lo debatido hasta
ahora sobre estas teorías críticas.

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