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La diversidad biocultural: elementos teóricos básicos y oportunidades para su

abordaje en Costa Rica

Ensayo

Randall A. Montoya Solano

randall.namu@gmail.com

Diplomado: Etnobiología: aspectos epistémicos, teóricos y metodológico

Centro de Investigaciones Multidisciplinarias sobre Chiapas y la Frontera Sur

Universidad Nacional Autónoma de México

Introducción.

La diversidad biocultural es un área de estudio reciente que se caracteriza por la


integración en dos dimensiones. En primer lugar, porque su enfoque realiza el estudio de la
diversidad biológica y cultural de manera conjunta y, por otra parte, porque recurre a la
interdisciplinariedad y aspira a la transdisciplinariedad en su abordaje. Existen patrones a
nivel global sobre las relaciones entre la riqueza biológica y la riqueza cultural que incluyen
aspectos espaciales y ambientales, así como riesgos compartidos que ha provocado el
interés de estudiar estos vínculos. Esto ha dado como resultado la identificación de
oportunidades para trabajar la conservación de esta riqueza con un enfoque que tiene
fortalezas en contraste a las estrategias de conservación enfocados solo en un componente,
ya sea en la biodiversidad o la cultura.

A nivel global, la diversidad biocultural ha desarrollado un cuerpo teórico que aun


continúa en desarrollo. Esto ha permitido que algunos países o regiones específicas tengan

[1]
avances en la exploración de su riqueza biocultural y continúen aportando información. En
el caso de Costa Rica, si bien no hay un antecedente robusto en esta área, algunas
iniciativas aisladas, su amplio y continuo registro de la biodiversidad, así como su
diversidad cultural estudiada desde la antropología y la lingüística, crean un ambiente de
oportunidad para el desarrollo del estudio biocultural. Por lo tanto, este ensayo tiene como
propósito repasar los elementos teóricos básicos sobre esta temática, así como detallar los
aspectos locales en Costa Rica que pueden ser insumo para el impulso de este enfoque.

Diversidad biocultural.

El término diversidad biocultural sugiere rápidamente a la combinación de dos


componentes, la diversidad biológica y la diversidad cultural. Sobre diversidad biológica
esta se define como la variación de la vida. Esta es más amplia que la riqueza de especies
ya que abarca escalas que van desde genes y proteínas a nivel microscópico, hasta
ecosistemas y paisajes a nivel macroscópico. (CBD, 1992; Loh y Harmon, 2014), por lo
que la biodiversidad es variada y compleja a diferentes escalas.

De igual manea la diversidad cultural posee una complejidad de componentes. El


concepto de cultura es multidimensional, incluye diversos aspectos como estilos de vida y
prácticas religiosas, además, ha trascendido su asociación tradicional con la antropología,
expandiéndose hacia disciplinas y conceptos como la diversidad biocultural (Pretty et al.,
2009). No es el objetivo de esta exposición entrar a la discusión profunda sobre que es
cultura, ya existe una amplia variedad de fuentes donde podemos ampliar al respecto
(Jahoda, 2013; Luna, 2013; Echeverría, 2019). Pero podemos orientar a que una cultura
consiste o se compone de las distintas formas de vida humana, tradiciones, ideas,
costumbres, creencias, valores, sistemas de símbolos idiomas, normas, productos,
artefactos, comportamiento social e instituciones compartidos por miembros de una nación,
sociedad, pueblo en un período en particular que utilizan para afrontar su mundo (Pretty et
al., 2009; Loh y Harmon, 2014). La diversidad cultural está relacionada con la
multiplicidad de grupos étnicos, religiosos y lingüísticos que coexisten y se interrelacionan

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en una sociedad o en un entorno globalizado. Así, esta se refiere a la diversidad de las
culturas humanas que incluyen todas las variedades de manifestaciones de estos elementos
anteriores.

El concepto integrado, diversidad biocultural, puede entenderse como la suma total


de las diferencias del mundo. Incluye la diversidad biológica en todos sus niveles, desde
genes hasta poblaciones, especies y ecosistemas; la diversidad cultural en todas sus
manifestaciones (incluida la diversidad lingüística), que abarca desde ideas individuales
hasta culturas enteras; y, de manera importante, las interacciones entre todas estas formas
de diversidad (Loh y Harmon, 2005). También se puede entender como la diversidad de
vida en todas sus manifestaciones biológicas, culturales y lingüísticas que están
interrelacionadas dentro de un complejo sistema adaptativo socioecológico y se han
desarrollado a lo largo del tiempo a través de la adaptación mutua entre los humanos y el
medio ambiente a nivel local, posiblemente de naturaleza coevolutiva (Maffi, 2005; Maffi,
2007). En síntesis, estas definiciones tienen algún sustancial, la visión integral de las
diversidades debido a sus interrelaciones.

Desde algunas disciplinas como la etnobiología se comenzó de destacar el vínculo


entre estas diversidades, el abordaje gradual de la organización sistemática de los
conocimientos detallados que las comunidades indígenas poseen acerca de la gestión y
utilización de la biodiversidad en sus territorios respectivos ha revelado la intrincada red
creada por la creatividad humana, de la cual emergen las primeras conclusiones sobre la
conexión entre los seres humanos y la naturaleza (Luque et al. 2018). La Declaración de
Belem emitida en 1988 por la Sociedad Internacional de Etnobiología, comienza a
posicionar esta relación, donde promovía a manera de afirmación, la existencia de un
vínculo complejo entre la diversidad cultural y biológico. Para 1992, Nietschmann expone
el axioma biocultural, donde propone que toda cultura está asociada a un territorio y a una
cierta naturaleza y entre estos hay relaciones recíprocas y hasta conexiones coevolutivas
(Toledo, 2018).

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En cuanto lo anterior, algunos estudios han abordado estas relaciones y conexiones,
uno de los patrones más interesantes que se han encontrado a nivel global, tomando la
lengua como un indicador de la diversidad cultural, es la correlación espacial entre los
sitios de alta biodiversidad con los sitios de alta diversidad lingüística, (Harmon 1996;
Maffi, 2005; Maffi, 2007, Pretty et al., 2009; Loh y Harmon, 2014). Estos análisis han
demostrado una notable superposición entre la diversidad lingüística y biológica en todo el
mundo, con la mayor concentración de países biológica y culturalmente megadiversos en
América Central y del Sur, África central, Asia meridional y sudoriental y el Pacífico. La
correlación que se encontró en la diversidad biológica y la diversidad lingüística refleja la
interconexión profunda entre la naturaleza y la cultura. Las áreas con alta biodiversidad
suelen albergar también una gran diversidad de lenguas, es decir, estas diversidades son
recíprocas y geográficamente coterráneas ya que los ecosistemas ricos y diversos suelen
estar habitados por comunidades humanas igualmente diversas (Luque et al. 2018).

Los mapas globales pioneros de las distribuciones de la biodiversidad y la


diversidad lingüística revelaron importantes superposiciones geográficas entre las dos
diversidades, especialmente en los trópicos, y una fuerte coincidencia entre países biológica
y lingüísticamente megadiversos (Harmon, 1996, Maffi ;2007). La investigación de primera
generación sobre la diversidad biocultural ha sostenido que las relaciones entre humanos,
especies no humanas y los paisajes que habitan no son paralelas, sino interconectadas y, en
ocasiones, se constituyen mutuamente (Loh y Harmon, 2005).

Sobre las posibles causas de esta correlación, Maffi (2007) sistematiza algunas de
las propuestas que han surgido desde diferentes investigaciones. En general, se propone que
factores geográficos y climáticos como la baja latitud, altas precipitaciones, temperaturas
altas, costas y montañas se correlacionan positivamente con alta diversidad lingüística y
biológica. Se ha encontrado también que las latitudes más altas, llanuras y climas más secos
tienden a mostrar menor diversidad en ambos ámbitos. También, expone que las diferencias
en modos de subsistencia, influenciados por geografía y clima, ayudan a explicar estos
patrones. Esto es que, un mayor acceso a recursos favorece fronteras y sociedades más
pequeñas, lo que aumenta la diversidad lingüística. En áreas con recursos limitados,

[4]
sociedades más ampliamente distribuidas se desarrollan, estas sociedades complejas y
economías de gran escala se correlacionan con una disminución de la diversidad lingüística
y biológica.

En ese contexto se desarrolla un nuevo campo de investigación y trabajo aplicado


que ha sido denominado “diversidad biocultural” (Maffi, 2007). En su proceso emergente
continuó con diversos focos (Maffi, 2005): entre ellos la continuación de investigación de
los paralelismos y correlaciones entre la biodiversidad y la diversidad lingüística, las
relaciones entre la lengua, los conocimientos tradicionales y el medio ambiente. También,
estudios y evaluaciones de las amenazas comunes a la biodiversidad, la diversidad cultural,
las consecuencias socioculturales y ambientales de la pérdida de estas diversidades
interrelacionadas, enfoques para el mantenimiento conjunto y revitalización de las
diversidades y desarrollo de los aspectos conexos a los derechos humanos.

Con el tiempo una amplia variedad de subdisciplinas surgió para abordar las
interconexiones entre la diversidad biológica y cultural (Pretty et al. 2009). Actualmente,
este campo de estudio ha permitido la construcción de una teoría biocultural que no
solamente se enfoca en la diversidad, si no también en otros campos como los derechos
humanos, la política entre otros. Carroll et al. (2017) expresan que la teoría biocultural
busca comprender las interacciones entre adaptaciones biológicas y construcciones
culturales. Además, expresan que su objetivo es integrar la investigación evolutiva y
cultural para una comprensión más completa del comportamiento humano. Indican que, en
las últimas dos décadas, ha surgido como un marco integral para la investigación
biocultural con contribuciones significativas de diversos campos. Por ejemplo, se abarcan
desde análisis de culturas específicas hasta la evolución humana, incluyendo coevolución
gen-cultura, historia de la vida humana, psicología social evolutiva, entre otros.

En ese contexto de construcción de la diversidad biocultural como campo de


estudio, se hace evidente otras de las características propias de esta área, la
interdisciplinariedad. Conceptualmente, la diversidad biocultural une la brecha entre
disciplinas en las ciencias sociales que se centran en la creatividad y el comportamiento

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humanos y aquellas en las ciencias naturales que se centran en la riqueza evolutiva del
mundo no humano (Loh y Harmon, 2005). El resultado es una visión más integrada de los
patrones que caracterizan la vida en la Tierra. Los conceptos necesarios para comprender la
historia biocultural surgen de múltiples disciplinas, esto debido a la variedad de
información necesaria para construir un paradigma biocultural maduro (Carroll et al. 2017).
En esa coyuntura, la teoría biocultural, como área de investigación, está aún en
construcción, en medio de un debate conceptual significativo, principalmente debido a las
tradiciones disciplinarias diversas y a las posturas ideológicas y políticas de los sectores
sociales en los que está emergiendo, pero a su vez la tesis de la diversidad biocultural se
está consolidando en el medio académico (Luque et al. 2018).

Adicionalmente, aunque el estudio de la diversidad cultural se inició a través la


diversidad lingüística y se enfocó a conocer está diversidad desde las comunidades
indígenas, pero actualmente su concepción es más amplia. Las áreas urbanas o zonas
aledañas a estas, comunidades costeras de pescadores, entre otros han sido parte de la
exploración biocultural. Espacios donde convergen el interés del estudio de la diversidad
biocultural van desde restos de ecosistemas considerados prístinos, como bosques y
humedales, parches de antiguos paisajes agrarios, espacios verdes urbanos diseñados que
van desde parques hasta complejos de jardines y áreas recreativas, así como los ecosistemas
urbanos (Elands et al. 2019).

Conservación de la diversidad biocultural.

Aunque existen elementos de la biodiversidad, como los ecosistemas o los genes, y


otros aspectos de la cultura, como las religiones, las artes o las estrategias de sustento y
subsistencia, son mucho más difíciles de definir y medir, por lo que las especies y lenguas
se consideran indicadores fundamentales para evaluar el estado conservación de la
naturaleza y la cultura. Las especies son las unidades básicas de la biodiversidad; por su
parte, los idiomas son un sustituto útil para representar las diversas culturas del mundo
(Loh y Harmon, 2014).

[6]
Alarcón-Cháires (2018) expone que el lenguaje ha permitido que el conocimiento
fuera transmitido y adaptado al ambiente socioecológico particular, así mismo, la naturaleza
se expresó́ a través del lenguaje. Esta interacción entre las dos entidades independientes
pero interrelacionadas favoreció́ la existencia de sociedades con bases de lo que ahora
llamamos sustentabilidad y con manejo adaptativo. Cuando alguno de las dos entidades no
reconoce el “lenguaje” de la otra, se vienen las calamidades socioambientales que ahora
vivimos. Cuando se dan pérdidas en uno de los componentes de la diversidad biocultural
(por ejemplo, conocimientos y prácticas locales) podría resultar en una pérdida
concomitante del otro (por ejemplo, la integridad ecológica) y, aunque se producirá un
reemplazo, es poco probable que sea tan complejo o refinado (Pretty et al. 2009).

Los riesgos de perder son altos, los lingüistas están llamando la atención sobre la
veloz y dramática extinción de las lenguas en el mundo, ya que se estima que, para finales
del siglo XXI, de las lenguas actuales habrán desaparecido entre un 50 y 90% (Luque et al.
2018). En ese escenario es importante evaluar el estado actual la diversidad biocultural
global. Loh y Harmon (2014), hacen una amplia revisión y análisis de las principales
amenazas que tiene la riqueza biocultural. Reportan que tanto la biodiversidad como la
diversidad lingüística están amenazadas a nivel mundial y están disminuyendo a diferentes
ritmos en diferentes regiones del mundo. Destacan que las pérdidas más rápidas de
diversidad lingüística se han producido en las Américas, donde el 60% de las lenguas están
amenazadas o se han extinguido desde 1970.

Sobre la pérdida de biodiversidad, indican que suele ser el resultado de cinco


amenazas principales: pérdida y destrucción de hábitat, sobreexplotación directa de
especies procedentes de la caza y la pesca, competencia o depredación por especies
exóticas invasoras, cambio climático y contaminación. La pérdida de hábitat y la
sobreexplotación de especies siguen siendo las mayores amenazas para la mayor parte de la
biodiversidad del mundo, y en los últimos 40 años la presión más fuerte se ha sentido en los
trópicos, especialmente en Asia.

[7]
Acerca de la pérdida de diversidad lingüística, comparten que los lingüistas
identifican alrededor de 7.000 idiomas hablados en todo el mundo. Por otra parte,
comunican que hay una distribución enormemente sesgada de hablantes entre las lenguas
del mundo. Aproximadamente la mitad de las lenguas del mundo tienen menos de 10.000
hablantes. Luego, el cuarenta por ciento de nosotros ocupamos el pequeño grupo de lenguas
que poseen más de 100 millones de hablantes. Poco más del uno por ciento de la población
mundial es responsable de mantener más de 5.000 lenguas, la mayoría con menos de
100.000 hablantes cada una. Sorprendentemente, sólo alrededor del 0,1% de la población
mundial o alrededor de 8 millones de personas, son responsables de mantener vivas la
mitad (alrededor de 3.500) de las lenguas del mundo.

Expresan que se ha registrado una disminución de la diversidad lingüística, la cual


es el resultado del proceso de cambio lingüístico desde pequeñas lenguas indígenas hacia
lenguas más grandes, nacionales o regionales. El cambio de idioma está impulsado por una
serie de factores sociales, políticos y económicos que incluyen la migración, la
urbanización, la unificación nacional, la colonización y la globalización del comercio y las
comunicaciones. Por ejemplo, las comunidades de inmigrantes a menudo pasan por un
proceso de cambio de idioma, ya sea de un país a otro o de una zona rural a una urbana
dentro del mismo país.

La diversidad lingüística como la biodiversidad están disminuyendo como resultado


del crecimiento de la población humana, el aumento del consumo y la globalización que
erosiona las diferencias entre una parte del mundo y otra (Loh y Harmon, 2014). En general
estas diversidades son vulnerables a los efectos de procesos y políticas políticos,
económicos y sociales adversos (Maffi, 2005). La comunidad científica sabe desde hace
décadas que la diversidad cultural y biológica enfrenta numerosos desafíos urgentes e
interrelacionados, pero todavía se carece de herramientas suficientes para abordar los
factores que impulsan la pérdida de diversidad y la homogeneización global (Gavin et al.
2015).

[8]
Los riesgos que existen alrededor de la diversidad biocultural han generado que este
concepto considere orientaciones en diferentes dimensiones, originalmente un discurso
ambiental, ya que, por un lado, emerge de la problematización de la relación sociedad-
naturaleza en el ámbito científico multi e interdisciplinario, mientras que en otra arista, se
expresa como una voz en un contexto donde hay problemas éticos globales que están
relacionados a la movilización social relativo a la pérdida de derechos culturales y
ambientales (Luque et al. 2018). Hay un difícil panorama actual donde las regiones de
mayor valor biocultural se ven amenazadas por una globalización y su sistema económico,
en donde urge la promoción de derechos colectivos, así como resguardar y hacer valer los
marcos internacionales y normas nacionales existentes donde reconozca el axioma
biocultural (Toledo, 2018). En este sentido, el campo de la diversidad biocultural no ha
adoptado la “neutralidad” académica convencional, desde sus inicios, ha adoptado un fuerte
componente de ética y derechos humanos y ha promovido una visión en la que la
protección de los derechos (tanto individuales como colectivos) este íntimamente conectada
con la afirmación de las responsabilidades humanas y la administración de la herencia
natural y cultural de la humanidad (Maffi, 2007).

Aunque se ha reconocido que las soluciones a los problemas biológicos residen en


los mecanismos de los sistemas sociales, culturales y económicos, han existido iniciativas
sin enfoque integral, como por ejemplo, asignar un valor monetario a las especies y
ecosistemas para calcular el costo de usar y conservar la biodiversidad sin tomar en cuenta
las diversas formas en que diferentes grupos humanos hacen uso de la biodiversidad y que
diferentes culturas y pueblos perciben y aprecian la biodiversidad de diferentes maneras.
(Cocks, 2010). Por otra parte, los enfoques bioculturales para la conservación son
planteamientos de conservación realizados al servicio del mantenimiento de los
componentes biofísicos y socioculturales de sistemas socioecológicos dinámicos,
interactuantes e interdependientes y pueden lograr resultados de conservación efectivos y
justos al tiempo que abordan la erosión de la diversidad cultural y biológica (Gavin et al.
2015).

[9]
La integración de disciplinas que propone la diversidad biocultural es un aspecto
que puede fortalecer los procesos de conservación. Con el trabajo conjunto no sólo se
conservarían juntas la diversidad biológica y cultural en el entorno en el que ambas
evolucionaron, protegiendo así toda la gama de diversidad biocultural viva, sino también
los sistemas tradicionales de gestión de recursos, un componente fundamental de las
identidades culturales que ahora están en retirada podría aplicarse a la conservación del
paisaje, las especies que lo componen y sus lenguajes (Loh y Harmon, 2014). La diversidad
biocultural podría ir un paso más allá, al generar un intento a un acercamiento
transdisciplinario que integre no solo diferentes disciplinas si no que también diferentes
epistemologías e incorporar distintas fuentes de conocimiento.

El enfoque biocultural también destaca el papel del lenguaje como vehículo para
comunicar y transmitir valores culturales, conocimientos y prácticas tradicionales y, por
tanto, para mediar en las interacciones y las adaptaciones mutuas entre humanos y el medio
ambiente(Maffi, 2007). El mantenimiento de la diversidad cultural en el futuro, y el
conocimiento, las innovaciones y las perspectivas que contiene, aumenta la capacidad de
los sistemas humanos para adaptarse al cambio (Pretty et al. 2009).

Oportunidades para abordar el enfoque en Costa Rica

Las correlaciones en la distribución de la diversidad biológica y cultural muestran


patrones claros a nivel global, pero a escalas más pequeñas incluso en regiones de alta
diversidad biocultural como es el caso de América Central pueden existir variaciones
específicas (Maffi, 2007). La ciencia de la diversidad biocultural está en su infancia y se
necesita más investigación para examinar y comprender los procesos y mecanismos que
sustentan y unen la evolución y la ecología biológica y cultural (Loh y Harmon, 2014). En
esa perspectiva, luego de un recorrido por los elementos base para entender la diversidad
biocultural, haremos un contexto general de las oportunidades en este campo para un país
en particular y de tamaño pequeño como es Costa Rica.

[10]
En primer lugar, exploraremos el contexto social a través de sus instituciones
normativas, luego el estado actual de la herencia biológica y cultural. Después veremos en
términos muy generales la riqueza biocultural que se dibuja en el territorio, así como las
aproximaciones que se han desarrollado desde el concepto de diversidad biocultural.

En el marco jurídico de Costa Rica esta se define en el artículo primero de su


Constitución Política como multiétnica y pluricultural mientras que en su artículo 50 se
específica que “[…] Toda persona tiene derecho a un ambiente sano y ecológicamente
equilibrado[…]”. Por otra parte, el artículo 89 manifiesta “Entre los fines culturales de la
República están: proteger las bellezas naturales, conservar y desarrollar el patrimonio
histórico y artístico de la Nación, y apoyar la iniciativa privada para el progreso científico
y artístico” Esto ha habilitado en material ambiental un cuerpo normativo como la Ley de
Conservación de la Vida Silvestre (Ley 7317 de 1992), la Ley Forestal( Ley 7575 de 1996),
la Ley de Biodiversidad (Ley 7788 de 1998) y sus respectivos reglamentos que regulan y
resguardan su diversidad natural a través de mecanismo e instituciones.

En materia cultural hay normas legales como la Ley sobre Patrimonio Nacional
Arqueológico (Ley 6703 de 1981), así mismo el país está suscrito a convenciones
internacionales como la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural
Inmaterial (2003) y la Convención sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de las
Expresiones Culturales (2005) que se destaca como un instrumento que reafirma el deber
de los Estados en lo concerniente a la protección la diversidad de expresiones culturales.
Respecto a los derechos relativos a culturas indígenas, el país está suscrito al Convenio 189
del OIT y la Ley Indígena (6172 de 1977) que buscan el resguardo de los derechos
culturales y territoriales.

A pesar de todo lo anterior, el Informe Estado de la Nación (2023) indica que Costa
Rica documenta un crecimiento acumulado de especies amenazadas del 123,4%, del 2011
al 2022 según los datos de la UICN. El informe también indica un aumento de incendios
forestales y quemas que afectan ecosistemas y generan emisiones de contaminantes como el
dióxido de carbono. Lo anterior, se suma a un alto de uso de agroquímicos, reportando la

[11]
importación en el año 2022 de 16.8 millones de kilogramos de ingrediente activo, un 2.5%
más que el año precedente, además se registró que el 54.2% de este se queda en el territorio
nacional, colocando a Costa Rica, según la FAO, en el primer lugar de 100 países
analizados en el promedio de uso de plaguicidas por hectárea. Esto sin duda es un reflejo de
la presencia de altos riesgos a la diversidad biológica.

Por otra parte, los derechos culturales de las comunidades indígenas estos han sido
vulnerados y violentados. Especialmente ha habido una desposesión histórica de las tierras
indígenas, a pesar la normativa existente al respecto (Gutiérrez y Moya, 2018).
Adicionalmente, se ha registrado la pérdida de idiomas como el huetar y el chorotega,
culturas indígenas contemporáneas cuya lengua se extinguió entre los siglos XVIII-XIV
(Sánchez, 2020). Esto manifiesta un alto riesgo a una continua erosión de la diversidad
cultural.

Sin embargo, hay una serie de fortalezas y oportunidades para la diversidad


biocultural de Costa Rica, debido a que poseen un sistema de conservación de la
biodiversidad que se estableció y fortaleció en la segunda mitad del siglo XX y que se
mantiene actualmente. También se destaca por una alta riqueza en relación con expansión
territorial. Por ejemplo, a pesar de su pequeño tamaño Costa Rica alberga entre un 4.9% a
6% de la biodiversidad mundial (Bermúdez y Obando, 2021). Adicionalmente, en cuanto a
la diversidad lingüística, en el país existen 8 pueblos indígenas distribuidos en 24 territorios
y aunque a pesar de que dos de estas culturas han perdido su idioma, Sánchez (2020)
recopila en la plataforma Dipalicori (Diversidad y patrimonio lingüístico de Costa Rica) de
la Universidad de Costa Rica, los idiomas hablados en el territorio costarricense que
comparten espacio junto con el español. Estas lenguas son los idiomas bribri, buglere,
novere (llamado también ngöbe o ngäbe), brunca (también llamado brúnkajk o boruca),
cabécar, malecu (o maleku), y el naso de Brorán (también llamado térraba, naso
costarricense o idioma Brorán). A esto se le debe agregar el inglés criollo limonense
denominado también como mekatelyu, Limon tak o limón kryol; el lenguaje de señas
costarricense (LESCO) y considerar que las recientes migraciones han traído grupos de

[12]
culturas indígenas desde Nicaragua como los misquitos, sumos y ramas, aunque se
desconoce el estado de sus lenguas en Costa Rica.

En este contexto, los estudios con una aproximación a la diversidad biocultural son
escasos, algunos ejemplos se han desarrollado en la región sur del país con el pueblo
ngöbe/Ngäbe (Campregher, 2011; Montoya-Greenheck, 2018) en el valle central cerca de la
capital del país (Padilla-Mejía y Ramírez-Calvo, 2019) y en comunidades costeras y
pesqueras del golfo de Nicoya (Montoya-Solano et al. 2023). Aunque existe una diversidad
importante diversidad biológica y cultural en el país que se desconoce en su mayor parte
desde la mirada biocultural.

En síntesis, aunque Costa Rica se define como un país con capacidades para
reconocer y resguardar su diversidad biológica y cultural, posee grandes retos para evitar la
pérdida esta riqueza. Por otra parte, al ser un país con una gran biodiversidad y una
variedad de culturas y lenguas, tiene un alto potencial para desarrollar el concepto de la
diversidad cultural tanto como área de estudio como estrategia de conservación integral que
busque soluciones o enfoques a al cuidado de la naturaleza, los saberes, idiomas y derechos
culturales en general.

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