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CUENTOS NO EJEMPLARES’

Antonio Baeza Henríquez, “Galgo”, escritor bestia

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PARNASO

Hace ya algunos meses que vienen llegando poetas hombres, mujeres e intersexuales a éstas, las ruinas
del Oráculo de Delfos en el Monte Parnaso. Se trata de poetas que vienen a ejercer aquí la llamada
patria simbólica que les correspondería de acuerdo a lo indicado por la antiquísima tradición. El lugar
es un desastre: Latas de cerveza, botellas quebradas de vino y preservativos usados que cuelgan y
gotean sobre los pilares rotos de los restos del Templo de Apolo o Delfinion (Δελφίνι o ν). Un poco de
fiesta y mucho más de desánimo y nihilismo gobiernan discretamente esta ocupación que algo ha dado
de hablar a la prensa griega e internacional y que ha traído un par de veces acá a una policía blanda y
amable de la cual ya 6 poetas se han desprendido. Se trata de un caos sostenido que a la oficialidad no
le quita el sueño y que, de hecho, mantiene al público en aquella específica zona en la que la
indignación alcanza para la condena al ver la pantalla del teléfono o la televisión pero no como para
tomar acciones directas. Un buen poco de personas apoya desde lejos esta gesta patriótica de la
sensibilidad. Los guardaparques decidieron, en reunión sindical, no calentarse la cabeza ante lo que
consideran un problema ‘sostenible y autosostenible’. Claro, pues tampoco el desorden es eterno.
Tenemos turnos de aseos que funcionan cada día mejor, aunque a veces se nos acumula basura si la
vista hacia el valle nos atrapa en el poemar.

Yo no tengo casa y por eso me vine para acá. Mi libreta, algunas mudas de ropa que caben en una
mochila de campamento, una carpa personal, un colchón inflable, útiles de aseo al por mayor, una olla,
una cocinilla y unos cuantos soquetes de gas son mi equipaje. No traje libros porque me aburrieron
todos. Yo vine aquí a escribir. Igual voy a tener que ir a buscar víveres cada cierto tiempo al pueblo
cercano de Delfi (Δελφών) y para eso necesito dinero. Suelo no tener mucho pero lo que junto es
gracias a que, en esta Grecia que aún persiste en su bello alfabeto, la barrera del idioma no me impide
presentar mi infalible base-para-rutina de mimo en los semáforos a cambio de monedas. Olvidaba
mencionar la pintura de cara para mimo que traigo también en mi inventario de objetos. Me queda
poca, así que tendré que reponerla. Hablo de ‘base-para-rutina’ porque en realidad siempre improviso
sobre una base estable de movimientos y escenas. Me recito un poema internamente y eso me evoca
algunas caras que, de acuerdo a lo que he visto, causan impacto en el público contingente compuesto de
automovilistas y transeúntes. Ha sido bonito porque incluso se han dignado a aplaudir un par de veces.
Pienso escribir mucha poesía y ojalá versificada de modo libre y con estrofas larguísimas que exijan
pausa al rapsoda para respirar o tomar agua. La emergencia de esas pausas puede ser azarosa en un
principio. Luego de varias lecturas, quizás la gente haría una cartografía de tales poemas señalando que
algún verso hoy indeterminado sería bueno para parar un poco. Me aterra que la poesía sea dominada
por el lector. Prefiero que sea terreno agreste que exija exploración. Quiero que mis poemas sean
largos, como dije, y crípticos. He pensado también en poemas cíclicos, como mantras o incluso
neumáticos rayados. Explico un poco esa idea: pintar de blanco o algún color parecido un neumático y
escribir allí versos que empiecen en alguna zona y vayan tejiendo un anillo que de la vuelta al círculo.
La última palabra se toparía con la primera y ello puede ser una conjunción mágica si se procura que
haya continuidad de frase entre las dos. Una frase circular sin inicio ni fin. Los recovecos de los dibujos
del neumático permitiría que además el hilo de texto de cada verso singular e infinito recorra
trayectorias quebradas. Creo en la poesía como creación de nuevos continentes inexplorados y no como
un oficio de sastrería en el que se presenta a quién lee un trozo cómodo y asible, a su medida.

Era casi obvio que las y los poetas aquí presentes iban a idear una manera de reinstaurar el Oráculo de
Delfos. Lo comenzaron a hacer pues se interesaron por el modo mediante el cual las pitonisas de
inspiraban: Algo brota desde una grieta y ello lleva a un trance iluminado que permite acceder al
conocimiento de lo privado a los sensorios sobrios. Cuenta Heródoto y sobre todo Diodoro Sículo que
esa grieta es el origen del Oráculo. Unos pastores la descubrieron al ver que sus cabras se comportaban
de manera muy extraña al acercarse. Uno de ellos ingresó a la grieta y salió en estado psicodélico y
constatando en sí mismo la capacidad de ver hacia el futuro cercano, hacia el pasado y hacia el presente
desconocido. Se corrió la voz y mucha gente entraba a la grieta buscando vivir lo mismo. No pocos

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jamás salieron de ella. Ante eso, se instaló un trípode sobre la grieta que permitiera a quien se siente
allí entrar en el trance sin riesgo de perderse en la grieta. Dada la valoración, en la Antigua Grecia, de
las vírgenes como personajes desprovistas de la contaminación de la vida, se dispuso que ellas fueran
las que extrajeran el mensaje del Oráculo. Se les llamó Pitias. La tradición occidental luego acuñó el
término "pitonisa" a partir de ellas. Luego de una vez en que un inescrupuloso consultante violó a una
de ellas, se dispuso que desde entonces deberían ser mujeres sobre 50 años de edad las que cumplieran
la labor de pitias, usando, eso sí, la indumentaria de las vírgenes originales en honor a ellas. El motor
del Oráculo era el dios Apolo, el sol mismo, facultativo también de la opulencia y, en una contradicción
quizá hasta burlesca, de la poesía. Se pensaba que en invierno no podía hacerse actividad oracular
porque Apolo viajaba en esa fecha a la Hiperbórea -milenios después, tierra prometida del nazismo
esotérico- pero, durante el resto del año, se tomaba una cabra y se le vertía agua helada para constatar si
tiritaba. Si así pasaba, se consideraba que estaban dadas las condiciones para una consulta. Se ofrecía la
cabra en sacrificio. Téngase todo lo anterior presente ahora que retomaré la reedición del Oráculo por
parte de este revoltijo de hedonistas, eruditos, multiartistas, alcohólicos, nihilistas, cuasi suicidas -dos
de hecho lo hicieron tirándose por un peñasco hacia atrás; no me ofrecí para ir a buscarlos pero sí para
cavar sus tumbas y prepararles pequeñas coronas florales el segundo día de mi estadía- y energúmenos
irracionalistas.

Cabras andaban en el cerro. Ello permitió que no hubiera problema en contar con ellas para el revival
del Oráculo. No se echó agua fría sobre ellas menos mal porque me habría opuesto, aunque no sé si
podría haberlo evitado pero si se les faenó y se les puso a cocinar en fuego lento y con una buena
cantidad de humo. Algunos olivos muertos que estaban por allí fueron leña ideal regalada por Apolo a
quienes allí esperábamos el amanecer después de tantos siglos de noche. Algo más de la mitad de los
hombres y mujeres de poesía traían túnicas blancas desde sus lugares de origen. Otro buen poco andaba
desnudo. Yo a veces estaba de mimo y a veces de mochilero, sin mayores pretensiones. Una vez me
pinté los labios, quizá el tercer día. No me gustó porque después cuando fumé cáñamo sentí los
químicos del labial en el papel ardiendo. Las condiciones para el Oráculo estaban dadas. Una mujer
anciana, de jocosa actitud y sombría mirada, fue la primera que se acercó a la grieta. Los demás
miramos entre atónitos y morbosos. Yo me tomo una pilsen y atrás dos hombres se sobajean entre sí.

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Brotan algunos vapores de la grieta. Leí por ahí que la ciencia había descubierto que butano, metano y
otros hidrocarburos estaban presentes en tales emisiones. La magia de mata de inmediato con ese tipo
de datos malintencionados por parte de la ciencia. Igual bonito saber que los designios vienen de algo
similar a jalarse un balón de gas. Así debió haber sido siempre y qué bonito imagino el haberlo vivido
por siglos sin saber el spoiler científico. De hecho, igual agradezco el dato porque me quita un poco el
miedo a ofrecerme de pitoniso. Lo haré luego si es que no hay una fila de valientes e inspirados,
aunque en general la mayoría está ocupado en la juerga. La señora se acercó a la grieta y se sentó en un
banquito blanco de supermercado de aluminio eso sí, no de plástico, menos mal, o si no hay riesgo de
que ceda y la gente caiga y muera allí a esperar el designio. Ella llevaba túnica. Se le cubrió con dos
más de las mismas. Empezamos a emitir colectivamente un sonido muy grave, similar a lo que hacen
los monjes del Himalaya, en una suerte de soporte gregario a la inspiración divina. Comienza a hablar
el oráculo por medio de una poetisa con el sistema nervioso ya bastante alterado y de golpe. Así dijo y
así se dirá que dijo:

Monos que nacen


Monos todos
Monos que no nacen
Mueren
Transfigurados aspiran a nacer
Nuevamente a nacer
Transfigurados como la tierra
Transfigurados como el agua
Transfigurados como figuras
Figuras en muros en la noche
Figuras maltraídas en sombras
Sombras que transfiguran
Cual si el maestro de sombras chinas
Quisiera aterrorizar a la misma luz
Que es lienzo radiante de sus signos

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Signos como figuras en frío
Frenos modestos universales
Cárceles despreciadas pero con jaulas
Parnaso que brilla en cárceles
Luz limitada y canalizada
Terrazas de energía matan hambre
Terrazas de silencio juegan azar
platos servidos a dioses baguales
Cantos levantados a los baguales
Cuadernos vacíos baguales
Cosmos baguales
Bagual

Se durmió inmediatamente luego de la última palabra. Saqué mi lápiz pasta y traté de anotar un verso,
pero no escribió. Tenía tinta pero no bajaba. Aplique sabiduría de eones y froté con mis manos el lápiz
pasta haciendo que gire y se caliente. Logré que rayara. Me dispuse a escribir y se me fue la idea y las
ganas. Fui a ver a unas chicas griegas que no dijeron de dónde venían pero aseguraban ser de cerca del
lugar que conocí al llegar. Busqué su carpa naranja, la única del campamento. Cuando las encontré,
abrí el cierre de la carpa y las hallé haciendo una orgía con un tipo con mucho aspecto de vikingo. Me
invitaron. No acepté porque no me nació mucho con la mirada hostil que el escandinavo me lanzó,
macho alfa temeroso de que sus genes simbólicos fueran amenazados por un satélite como yo. O quizás
incluso quería esparcir por la tierra sus genes materiales. Quizás hasta quiere embarazar a las griegas o
no tenga problema con eso. Quise acercarme a la ladera del Parnaso. Sentí ganas de meditar y así lo
hice mientras miraba a una pequeña lagartija caminar sobre las rocas como quien da un paseo para
fingir escapar de una circunstancia inevitable. Lamento no saber de qué huía el pequeño reptil porque
yo me encuentro probablemente muy cerca de la fuente de su pavor. Me afectó un poco la emisión de
gases de la grieta del Oráculo. Lo noto porque los colores de la lagartija me parecen extremadamente
coincidentes, pintados por un artista con mejor gusto que cualquier humano. El serpentear del reptil
pareciera mover levemente, ante mis retinas viscosas, las manchas de pintura que se ven hasta de

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témpera, cual trabajo de técnicomanual de algún hijo de dioses que presenta cierto talento precoz en la
creación de vida. ¿Quién me habrá pintado dentro del útero de mi madre? ¿Cómo acceden allí los
artistas que ejecutan los diseños de vida? Son los mismos dioses, creo yo. Residen en nuestras células
pues su operar es manifestación de su voluntad. ¿Qué hay de común entre las voluntad de quién me
creó a mí y la del ingenioso que pintó tan bonito a esta lagartija? Me he lanzado a descansar en una
roca que está muy fría. Junto a ella, en el sitio donde cae mi mano, otra roca está muy caliente, es más
rugosa y convive en tierno y frágil matrimonio con una flor que no identifico pues sólo la palpo y no la
veo. La brisa me trae algo de hálito alcohólico de algunas poetisas que beben espumante a algunos
metros de acá. Vuelve la lagartija. Esta caminando sobre mi y sus patitas están también frías y me
hacen cosquillas. Es algo más grande. Creció. Cómo si se hubiera comido un hongo a lo Mario. Sigue
creciendo y se alarga. Siento horror pero un horror calmo y placentero. Me entrego a esto. Está
entrando por mi ojo. La lagartija se está metiendo a mí y mi percepción de tamaño se modifica, pues
estoy igualando dimensiones con el reptil y ahora veo sus colores dentro mío pues, de hecho, ahora
estoy mirando hacia mis entrañas. Parece una caverna de gelatinas colorizada con exactamente la
misma paleta de colores de la lagartija y con una leve variación incidental en las formas pero con un
estilo similar. La lagartija recorre dentro mío haciendo camino con algo de esfuerzo entre mis vísceras.
Ahora es transparente. Parece de vidrio. Salgo hacia afuera en visión. Miro la copa de los árboles en
una resolución nunca antes vista. Vomito junto a un arbusto de frutos morados que brillan mucho. Su
brillo de hecho me hace vomitar de nuevo. Vienen unos matones pelados pegándole patadas a un
desafortunado que viene atrapado en una malla, sufriendo de una manera muy similar q una pelota que
rebota en los puntapiés de un caminante. Lo bajan al suelo y aumentan la intensidad de su violencia. Se
percatan de que estoy allí. Uno de ellos se acerca a mí, toma una piedra y me la lanza en la cabeza con
una crueldad que ni siquiera puedo dimensionar, aunque sí identificar como al menos 10.000 veces el
monto de mi dolor. El matón me arrastra y me lleva hasta donde el otro malogrado ya se ha
acostumbrado al masoquismo involuntario. Nos patean y nos escupen. Nos mean encima. Mi estado
psicodélico ha dejado de tender a lo visual y sólo encuentra ahora formas de hacer más rebuscada la
experiencia de mi dolor. La humillación se mezcla con los pedazos de tierra, polvo, gravilla y pasto que
me estoy comiendo. Increíble la ausencia de fatiga en estos ultraviolentos. Uno de ellos ha empezado a
cavar un hoyo. Siguen pegándonos. Cavan, golpean, cavan, golpean. El agujero tiene dos metros de

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profundidad. Es una tumba. Me arrojaron allí primero sin delicadeza alguna. Ahora arrojaron al otro y
su cabeza chocó con la mía al caer, con récord de dolor dentro de todos los dolores que he sentido en
este episodio tan desafortunado. Me están enterrando. Me siguen enterrando. Han terminado de
enterrarme y me cuesta respirar.

Estaban muy intensas las alucinaciones, pero ya se me pasaron. Un poco de tierra encima mío y un
perro jadeante en busca de agua me acompañan. He despertado y estoy acá justo en una ladera cercana
a un precipicio, ya en el cono mismo del Monte Parnaso. He logrado pararme. Dudo que haya sido real
tal crueldad, aunque me pregunto por qué justo ese contenido mental apareció dentro de muchos otros
que se pudieran haber manifestado. Vuelvo caminando con algo de mareo y desorientación hacia el
campamento. Está bastante limpio, más que la última vez que lo vi. Un beduino lee y me mira con
curiosidad amable. Le levanto la mano de saludo y me convida jachís. Todo el dolor ha pasado. Me dio
también unos pancitos súper sabrosos que me han quitado toda hambre y fatiga. Me siento confortable
y espacial. Se nos ocurrió la idea de ir a la grieta a vivir el éxtasis poético. La hipótesis del buen árabe
respecto al episodio de terror que viví fue la falta de vitaminas a partir de la pésima alimentación que
suelen traer quienes recién llegan al Parnaso. Me dio unas tabletas de vitamina C y me propuso ir a
buscar naranjas como parte del itinerario hacia el núcleo del Oráculo. He decidido mostrarle algo de
mis ideas, aquellas que yacen en cuadernos añejos. Su atención e interés me conmueven: Le llamo
amigo. Le mostré mis escritos y dibujos, apuntes desordenados, principalmente acerca de lo que llamo
oráculo de espadas, una suerte de I Ching pero basado en formas distintas. Me explico. Los sistemas
oraculares son conjuntos completos que abarcan totalidades explicativas y que pueden ser consultados
mediante invocaciones del azar de manera simple como lanzar una moneda o dado o compleja como
los hexagramas del I Ching, libro de las mutaciones chino. No todos los oráculos son sistemas
oraculares; este mismo de Delfos es un ejemplo de los que no lo son. Precisamente por ser sistemas de
totalidad, soportan el azar, pues el resultado que arroje una consulta va a estar siempre dentro del
marco de las respuestas plausibles. En el caso de una moneda, el sistema oracular puede rezar: “La
moneda va a caer en una de estas formas: Cara, sello, canto o forma irregular indefinida”. Los sensorios
racionalistas dirán: “Es una trampa”. Para hacer juicios racionales, quizás. Pero para entregarse al azar,

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es colchón de seguridad. Consultar oráculos no es irresponsabilidad si las respuestas posibles son
consideradas carne a interpretar por parte de quienes acuden a ello. He de ser responsable de cómo
tomo el mensaje. Lugar para embusteros hay en este mundo como en todos los mundos, incluso en
aquellos que arrogan pulcritud metodológica. El árabe se mostró de acuerdo. Le conté que el oráculo
de espadas lo pensé basado en una esfera cuyos tres ejes de arriba a abajo, de izquierda a derecha y de
atrás a adelante, similares a los ejes “x”, “y” y “z” del espacio basado en coordenadas son considerados
espadas clavadas por entes imaginarios que aún no logro definir. Estas espadas dividen en 8 zonas el
oráculo. No termino de explicarle la idea cuando llegamos donde quienes parecen ser las líderes innatas
de esta concentración poética, unas chicas vestidas de bufones -me agradó mucho su tenida, por cierto;
me inspiran para poder planear una nueva base-para-rutina en la que pueda ocupar más clavas y menos
cuchillos ardiendo- que nos hacen señas. Acudimos. Nos abrazan e inmediatamente, sin mediar voz
alguna, comienzan a pasarnos cajas llenas de mercadería. Bolsas de arroz, paquetes de salsa de tomate,
aceite, salsa de soya, paté y maní es lo que alcancé a ver. Al lado veo a una joven muy obesa que bebe
vino con la boca bajo la llave de un tonel muy grande que reza Tselepos en su lomo. Los colores de su
piel son hermosos. Lleva una túnica que muestra en su tela un revoltijo de líneas con la paleta naranja--
gris como guía. Mi amigo se acuesta junto a ella y se acurruca. Se besan con mucha ternura, apenas
asomándose el erotismo tal como el sol muestra un pequeño arco de su circunferencia al salir en el
horizonte. Muchas y muchos poetas que están alrededor empiezan a gritar celebrando el suceso y
tirando preservativos hacia la zona donde los besos comienzan a subir de tono. No quiero molestarles.
Agarré un par de profilácticos en el aire -nunca se sabe si sale algo, sobre todo con una rumana que
vive a tres carpas de mí y que toca melódica cual si alguna deidad respirara por sus alvéolos- y caminé
directamente a la grieta del Oráculo. He llegado allí. Me quiero sacar la ropa. No alcanzo a pensar en
que quiero hacerlo cuando ya lo hice. Me he pintado los testículos rojos -hay témpera cada tres metros
en la senda principal del campamento poético- y me he posado en una postura parecida a la de la flor
del loto sobre el trípode. Comienzo a inhalar el gas, esta vez como protagonista. Mucha gente empieza
a mirar entusiasmada; lamento quitarle audiencia a mi amigo y a la hermosa gorda que mantiene coito
con él. Las caras empiezan a brillar y desfigurarse. Siento electricidad fluyendo por las rutas interiores
de mis nervios y es un árbol lo que el patio trasero de mis ojos ven hacia adentro. Recito:

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No venga la viga a quitar la miga
del pan abyecto que nos abraza
No venga la zorra a comer cotorra
tras los sucesos lentos del amar
Aspiro propileno, heno, azúcar moreno
y barchechos viejos helenos
Ausculto en silencio los platos buenos
del correr maltrecho del fileno
visitando parias granujas del odio
visitando gradas ausentes de espera
corte del ojo, corte de las esferas rotas
oráculos, espadas, gases, golpes, palas
tradiciones que cargo en mi espalda
coros de la tusa mal acaramelada
cantos hastiados de jarra brava
corifeos traslagueños de la Manchuria
periradiales del hacinamiento en seco
cartas al Perseo que cerró su persiana
tres eslavas usan clavas de marineras
corren tras las amargas bebederas
melocotones en mosaico duelen menos
ríen cielos, mueren carpas, hay teteras
derroteros de muerte ciega y rastrera
malvaviscos en do mayor y sin pepa
orografía de la grafía de loca geografía
rododendros de los filodendros, adentro
rododendros de los quejidos marsupiales
arcas de tiempo, unión, ballesta y clero
bueyes meseros rara vez comen eterno

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rayos en la penumbra niegan el sí
vuela equidistante la regente carmesí
hay cocos y palomas, nada se desploma
no hay tarjeta ni vuelo, punto y coma
Coyoma, Coloma, Colomba, la Mamba
Vas del alma a la mansalva del alba
Balas, calas, dramas de ala de la mala
Porciones de calostros en retardo
coreografías siniestras bajo marañas
carruajes sin fineza raspan la pendiente
Murcia de Jaén en el México kawéskar
eleven dagas de gorda vida bajo lente
viro regalos a la meca burda del azahar
diamantes diáfanos del día del diácono
fonotremas y monotremas cuelan lemas
hurtan jacieles en nouvelles maltiritas
urgan la hascrita de la dura hufanista
gordimirar le barrial harapiento jolesta
cortianaste oj trabaj aldriján mastriari
oj trabaj oj trabaj oj mirar oj llorar
ojar birras, cielo, muertes, puentes, besos
besos, más besos, hasta en los huesos
dar es mirar y tragar butano en Morelos
dar mirar Morelos tragar en butano es
Butano Morelos nos da mirar y tragar
Trago el mirar el Morelos y doy butano
Morano el trarar del butelos tramiragas
Pájaros que picotean sobre mi tez gris
Morano el trarelo del moragas incagas

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pordioseros del silencio vendido a cuero
trabajemos y donemos el sueldo entero
paso la gorra y no hay morra que caiga
mejor la traiga en la benaiga del careo
pornoseros bajo cero corretean el miedo
promotivas galucias harcanean balisedo
Tortaj bal sinifarar helsijente polfanato
porfirismo gelifanismo hertebana jaure
tel je oj trabaj oj trabaj barinar bajurida
vipilira halrcredi jalfguering huliestes
brimirar husinatia mauritanistica laire
benaire benaiga bainiciani holiástices
benaiga benaiga pue gancho puriendo
puriendo puriendo coltaito el conejero
conejero meltrabarero justiciano barto
telografinisti hundira habalasteríastides
malaborar telofonía en cuelo cielando
derbenando valifanía en culirísgoni
del foni viene la duri del comer garis
del baro del Apolo gartaente melo fiero
fieros perros doran mate en gartanacia
mascan jaibas y curran aristas violas
mascan humedales y lloran sinalefas
miran hacia el valle y moldean ciencias
derrotan la indiferencia y ofrecen mesa
apuntan hacia tus ojos y tú lloras fresas
comentan en el oído titilante de ladridos
florecen negros humores de los silbidos
escucho recuerdos que rebotan ciegos

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en las paredes llovidas del mal abrazo
y pisarán el campo tachado en brazos
y sembrarán después del día de espinas
y bailarán sobre los brazos caídos e idos
y recitarán cada vez que Apolo duerma
y olvidaremos las doncellas en la berma
restregarán las putas nuestras togas
sobre el techo de la choza de tu dormir

¡Responde, Apolo, ante el clamor sordo


que se derrite ante tu templo recobrado!
¡Responde lo que quieras, Apolo, trino
de corona infinita e insulzo brillo!
¡Mira las caras de quienes aquí vivimos
esperando las cañas de tu sagrado vino!
¡Libéranos del sinsentido, Apolo, trino
sobre tu campo queremos vivir dignos!
¡Intercede ante el Olimpo y ante la nada
por nosotros, granos de insignificancia!
¡Explica el secreto tras la etrusca letra
que apenas se hace cargo del ahogo!
Hazte presente aquí, sobre esta grieta
al centro de nuestro ardiente círculo
donde te cobijamos con cojín de pluma
nuestra pluma, somos aves y eres puma

He terminado de recitar y mi mareo sólo aumenta cada vez más. La verborrea ha absorbido todo
contenido visual posible. La comunidad de poetas está en éxtasis. Un silencioso éxtasis, si me permiten
acotar. Sus ojos están blancos y muchos ríen con la boca muy abierta aunque sin sonido alguno. No

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pocos se han transformado en bestias y han corrido al campo a perderse y a comer hojas de árboles
ásperos. Algunos se han fusionado y convertido así en otras personas, condensándose en seres nuevos
cuyos recuerdos deben ser, imagino, revoltijos muy perturbadores. Una buena cantidad de poetas han
entrado por mis oídos luego de volverse líquidos viscosos. Comienzo a ascender. Mi mareo aumenta
más, al punto de que sentir una plataforma bajo mi trasero es el único indicador de que el sentido de mi
desplazamiento es hacia arriba. Todo da vueltas y decir “en círculos” es simplificar burdamente un
garabato del espacio-tiempo que está siendo rayado groseramente sobre el muro de mi sensibilidad.
Cierro los ojos. Cierro los ojos y trazo una esfera imaginaria en el campo de existencia de mi cuerpo.
Clavo las tres espadas. Pido al oráculo arreglar la sintonía fina de mi experiencia. Observo.

Estoy sobre la mano de Apolo, quien me mira sin que yo pueda contemplar su rostro de vuelta. Tengo
la duda de si pedirle que me coma porque si me quiere matar, que al menos mis restos se
descompongan en su sagrado estómago o si solicitar, a su piedad, que me lance con todas sus fuerzas
hasta el sitio de mi casa, por allá lejos de esta Grecia recuperada por las almas de milenios que
encontraron cuerpo en viajeras y viajeros que se han perdido voluntariamente en contemplar lo que no
se muestra, en saborear lo que no tiene sustancia y en amar aquello que siempre hemos amado y que
jamás hemos abrazado. ¡Actúa, Apolo, sobre mi rostro!

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CAPTURA

Me han atrapado y atado de manos en una pieza horrible. Huele muy mal, como a muerto, a orina.
Imagino este texto, como si fuera mi carta deseada, la que quiero escribir pero que, obviamente, no
puedo concretar. Conchesumadre. Si tan solo hubiera alguien que hiciera llegar estas palabras a la
policía o a alguien que se dignara a venir a rescatarme. Si tan solo el miedo pudiera emitir una señal
GPS para ser localizado. Una política pública, quizás, que financie investigación en poder obtener
dispositivos que hagan eso, que capten los indicadores corporales del miedo, a partir de ello asuman
que alguien vive esa emoción y active un envío de datos y GPS a los servicios de rescate. Algún chip
inserto indoloramente. Pero no, no hay eso. Estoy aquí en esta pieza de mierda cada vez más hedionda,
me cago de miedo y de tristeza y nadie sabe, nadie viene a buscarme, estoy en total desconexión con
cualquier acto piadoso. Imagino esta carta y pido por favor ayuda ayuda AYUDAAAA por favor y
lloro en este instante en que imagino esto y constato que estoy perdido, alguien me ha absorbido dentro
de su implacable nube de odio y no sé si me van a matar o me van a torturar o violar o le van a hacer
algo a mi familia. Pasaje 43 #0877, Villa Delfines, Buinca, Cordinia. Por favor custodia policial a ese
hogar. Si algún tipo de ser logra leer esta carta que imagino -y me desespera no poder escribirla mierda
por la mierda- por favor vea la forma de proteger a esas personas que viven ahí, mi familia, mis seres
queridos, por favor que nadie les haga nada, por favor, por favor, por favor. Por favor, por piedad. Por
piedad también necesito que me explique alguien qué hice, yo no ando metido en nada ilegal, yo puro
trabajo todo el día, trabajo en las importadoras junto al puerto viejo de San Roberto Centro como
reponedor de los grandes muestrarios de esas antiguas tiendas palestinas y tanto mis jefes como mis
colegas son gente muy tranquila y de barrio. Somos la mayoría humildes y no andamos metidos en
cosas ¿Por que yo? ¿Qué me van a hacer? ¿Me van a empalar, me van a clavar un hacha en el cráneo,
me van a electrocutar, me van a dar un tiro, me van a descuartizar? ¿Hay alguna forma en que se vaya a
manifestar la piedad hacia mi en los próximos minutos? ¿Alguien se apiadará de mi? Y diosito, mejor
Diosito, con todo el respeto ¿Me va a salvar alguna providencia? ¿Actuarás ahora de manera misteriosa
y milagrosa y me salvarás de este horror? ¿Me van a tirar al fondo del mar atado a un peso? ¿Me van a
torturar con ratas y perros? ¿Me harán pedir a gritos que me maten? Vi que hay mucha bandas
criminales en San Roberto y todos sabemos que si se trabaja ahí hay un riesgo constante, se trata de

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mucha gente que mata y viola, que exhiben armamento, que torturan y descuartizan. Pero jamás
imaginé estar metido en esto, viviendo el pavor en carne propia. La realidad rompió su tela respecto a
mí y me atrapó en su tragedia. Yo supongo que son esas bandas que digo pero no sé, quizá estoy siendo
iluso y son los mismos policías los que están haciendo esto ¡Pero si yo no les he hecho nada! No tengo
ninguna influencia, no he conocido a persona alguna que la tenga, me muevo sólo en el trabajo, el bus
de acercamiento y mi barrio allá en Buinca, donde igual hay asaltos y todo pero donde los maleantes
son conocidos míos y no andan en este tipo de crímenes sino que son embusteros y furtivos simples y
provistos de una piedad lateral y crepuscular, pero existente.

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LA PORNÓGRAFA

Santiago de Chile, 06 de abril de 2016. A 40 años del brillante acto final del gobierno de Salvador
Allende que, en seis años, catapultó la llegada de Chile a este retrofuturismo eterno que vivimos desde
entonces.

Yo, Joel Vargas Quilapi, agente del Servicio de Inteligencia Popular (SIP), he sido encargado por mi
prefectura para investigar una serie de siete muertes por seppuku seguidas con diferencia exacta de dos
días y tres horas entre cada una de ellas. Sospecho que el placer ha sido autor visceral de estos
asesinatos sin huella digital. En cada uno de los sitios de crimen asociados a este caso se han
encontrado restos de semen de los fallecidos junto a espermas más abundantes de otros hombres que se
repiten y que suman un total de cuatro. Se observa también fluidos provenientes de vaginas que
corresponden a las esposas o parejas de los occisos. Tales gotas se encuentran cerca de los vestigios
correspondientes a tales hombres aún sin identificar. Las mujeres se encuentran bien, recuperándose de
un shock y manteniendo un amargo silencio en nuestros búnkeres, aquellos que otrora nos permitieron
resistir y vencer el ataque militar de los Estados Unidos en 1987. En uno de los sitios de suceso, pieza
con alfombrado, he constatado la presencia de tres huellas equidistantes de textura curva que me hacen
asegurar que allí se instaló un trípode que, muy probablemente, mantenía estable una cámara. Debido a
ello, al llegar a nuestros cuarteles, debido al silencio persistente de las implicadas -descartadas como
sospechosas-, propuse al equipo de investigación, compuesto por 3 hombres y 5 mujeres, comenzar a
ver pornografía en Internet buscando ciertas palabras claves que se desprendieron de mi hipótesis:
Alguien grabó siete escenas similares en las que un hombre observa como otro hombre mantiene
relaciones sexuales con su pareja. Los penes de los cadáveres decapitados -con corte de katana
desaparecida y abertura en el vientre hasta el esternón-, miembros inferiores a los 5 centímetros de
longitud, se encontraban erectos y tiesos al momento de ser encontrados y así siguen hasta el momento
o, al menos, hasta ayer, última vez que los vi.

Marcelo Arrué, leal compañero de labores hace siete años, dice no ver pornografía. Cuenta que no le
agrada pues la considera una exageración enferma de la sexualidad humana. Estoy de acuerdo.

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Marisela Warner, detective experimentada y referente para nosotros, cuenta que ama ver y grabar
pornografía junto a su pareja, aunque rehúsa mostrar su cara en las filmaciones caseras que realizan.
Ella opina que ciertos excesos son como electroshock revitalizante para almas dormidas por la rutina y
la contemplación puritana. Estoy de acuerdo. El resto del equipo guardó silencio, simplemente. Un par
de colegas estaban inusualmente apurados por revisar el material de investigación. Yo me reservé mi
punto de vista, el cual no tengo al respecto. Estoy orientado a saber qué pasó. Pasamos 6 horas
ininterrumpidas viendo porno. Un colega, Ulises Concha, empezó a excitarse y sedujo hábilmente a
Marisela, que fue infiel a su semental en el baño del personal. Pablo Villa, el más joven del equipo,
enjuto y blanquecino postpúber, acercó su oído a la puerta de tal baño que, de hecho, daba directo a la
sala donde trabajábamos. Los gemidos de las actrices de los videos se confundían con los de Marisela,
quien gritó muy fuerte dos veces. Un extraño resplandor brotaba desde Ulises Concha, quien salió más
peinado de lo que entró.

07 de abril

Encontré a mi hija, universitaria de 19 años, teniendo relaciones sexuales con un haitiano en el living
cuando llegué anoche de la hastiada y candente jornada de revisión de material pornográfico en los
cuarteles del glorioso SIP del Pueblo Soberano. Mi sorpresa fue, de todos modos, muy intensa y
punzante, pero fue bastante amortiguada por todos los registros vistos con el equipo esa tarde. Mi hija
parecía nerviosa, cual si aún yo no me enterara de lo más gravitante. Colgué mi montgomery y me
acerqué a la pieza. Abrí la puerta y estaba mi esposa junto a la otrora profesora jefe de mi hijo menor -
en entrenamiento de ballet en ese momento, menos mal- desnudas ambas junto a otro haitiano en la
misma cama en que hicimos el amor la primera vez. Entiendo: Yo no llegaba hacía tres semanas debido
al intenso trabajo en la oficina. Vivimos en un supra-socialismo desde 2003, por lo que puedo estar
permanentemente tranquilo respecto a que no les falte nada. Con mis lentes de realidad aumentada me
di cuenta de que estos haitianos eran técnicos que vinieron a instalar unos dispositivos que tanto mi hija
como mi mujer habían instalado, de manera muy discreta y escondida, en sus respectivos televisores.
Mi hogar estaba pasado a un perfume muy raro. Suelo guardar silencio frente a muchos sucesos en mi

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casa. No fue la excepción anoche. No emití comentario alguno. Esta mañana, les dejé desayuno
preparado a los tres. No sentí llegar a mi hijo, pero lo vi durmiendo con una sonrisa cuando fui a verlo.
Creo que no he hecho tan mal las cosas como padre ni como esposo.

Llegué a la oficina y las compañeras llegaron vestidas con unas ajustadas minifaldas. Destapaban vino
junto a Marisela, que trajo una cámara. Víctor y Pablo se estaban comiendo entre ellos. Me alegró que
salieran del clóset. Sin embargo, esta gente parece venir más dispuesta a recrear Sodoma y Gomorra
viendo porno que a trabajar en la investigación de estos siete sepukku completados en su ejecución por
katanas desaparecidas. Lo bueno de esto es que, mientras ellos ejecuten su orgía, podré concentrarme
en las hebras más finas de mi análisis policial personal. Gracias a la liberación respecto a la Iglesia
Católica que ha vivido la cultura desde 1970, he visto como felizmente las represiones enfermas que
antes nos aquejaban han ido mermando para abrir paso a un retrofuturismo sin culpa de lo candente y
abierto a los sabores sagrados del dominio sexual. Pero para un hombre con la líbido baja como yo,
vivir en esta sociedad hipersexualizada no deja de tener un considerable porcentaje de aburrimiento.
Quizás habría sido algo más caliente en un Chile reprimido.

Sin dejar de penetrar a Marisela -en una orgía que ya no tuvo pudor de desencadenarse en la misma
sala de reuniones-, Ulises Concha me llama pues descubre algo en unas redes privadas a las que tuvo
acceso sólo después de 3 horas de hackeo -quizás se habría demorado sólo una hora si no hubiera
estado manteniendo coito al mismo tiempo- y que parecen ser antros digitales oscuros que albergan las
peores manifestaciones de la condición humana. De hecho, mi compañero habría tenido que
interrumpir sus placenteros quehaceres para vomitar si hubiera revisado en detalle las carpetas a las que
llegó. Yo las vi y, en realidad, mi experiencia ante el horror ya me tiene algo curado de espanto. Entre
decapitaciones, ventas de órganos y mutilaciones, vi un video donde, en el fondo, un papel mural con
flores de lis que vi en uno de los siete sitios del suceso aparece como plataforma de un video
pornográfico común. Al ponerle play, veo a una de las mujeres silentes que descansan en nuestro
búnker viviendo la que quizás era la escena sexual de sus sueños. Sus caras eran ambivalentes.
Lloraban pero reían de placer. Su semental era un alto trigueño de dotación exagerada. Es raro, porque
el video tiene una voz en off que parece ser homodiegética, cual si algún parlante permitiera que fuera

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oída por los participantes de la escena. Es una voz de mujer que va relatando los sucesos sexuales con
un significativo aderezo en las palabras. Ello influye bastante en la experiencia final del espectador. No
se ha mostrado aún en la cámara, pero sospecho que, en algún momento, el foco girará hacia el occiso
de turno, quien probablemente morirá por sepukku ante mis ojos. No me adelantaré. Quiero escuchar el
tejido de perversión presente en las palabras de la voz de esta mujer a la que llamaré “La Pornógrafa”:

“Sí, está gimiendo, está gritando


y jamás tú sentiste su entrepierna
con este nivel de humedad y temblor
porque ni tu cuerpo ni tu boca pueden
porque no eres suficiente ni placentero
Y no importa cuántos objetos compres
para compensar su triste patetismo
Aprende, hombre ruin sin fuego
aprende cómo son los gemidos
de una mujer en plenitud carnal
Sus ojos siempre tornarán blancos
recordando este miembro descomunal
que deja huella en la historia
de esa vagina que apenas rozaste
Ella recordará humedeciendo sus labios
y tocándose compulsivamente
la experiencia de explotar en magma
junto a este semental hermoso y duro
junto a este maestro de lengua y venas
Contempla los orgasmos que no le diste
contempla el jugo de su sexo en éxtasis
Porque ella vio su bajo vientre y salivó
Porque al abrir su bragueta ella gritó

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Porque al catar su sabor tembló
Su garganta se contrajo y te miró
Y este hermoso trigueño te enseña
a leer el deseo brotando de la mujer
a ir más allá de tu egoísmo y patetismo
de tu limitación a tu triste eyaculación
Porque nunca supiste tocar con infierno
Porque jamás erizaste poros con versos
Mírala, óyela: Está gritando nuevamente
Y pronto los abundantes centímetros
bañarán su rostro y hombros
con blanca miel en tibio tacto

Y así ocurrió. Una abundante eyaculación cubrió a la mujer en cuestión. Reconozco que me calenté un
poco. Sólo un poco, porque la verdad me cuesta. Yo de verdad agradezco no haber revisado este
material en conjunto con mis colegas más ardientes porque, precisamente, el tenor del erotismo de este
material se vale de los aspectos más oscuros del placer. Quizás se hubieran puesto a experimentar
matándose o algo así. No sé; quizás los estoy subestimando, pero mantengo mi alivio.

Sigue el video: Ahora ha enfocado a un personaje desnudo que se masturba llorando aunque sin poder
alcanzar el clímax, al parecer. Una silueta que parece ser de mujer se acerca con una katana. Está con
pasamontañas y vestida totalmente de negro, incluyendo lentes negros que cobren incluso el blanco de
sus ojos. La voz de La Pornógrafa le ordena escribir su último poema en un papel previamente goteado
con semen del personaje que estaba teniendo sexo con la que, intuyo -a partir de la característica de los
casos y la flagrante claridad de este video- era su esposa, quien ahora se encuentra aún reponiéndose y
un tanto inmóvil observando una escena no menor: La previa de la muerte de su marido. Algo de pena
parece acongojarla, pero el semental le hace cariño en su pelo y sus piernas. El malogrado cornudo lee
su último poema:

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Sólo te pido disculpas
por haberte creado ganas de matarme
Fui siempre un despreocupado
Lamento no nacer como negro dotado
Lamento también no haberlo intentado
No fuiste un objeto, fuiste maravilla
pero nunca tomé el peso a tu sendo sexo
Y fuiste infeliz conmigo y mis duelos
No tengo ahora otra opción que perecer
y agradezco que sea con honor japonés
Y que bueno que te vi gritar antes de eso
Así podré morir tranquilo
Y que bueno que podré ahora morir
Para no recordar que te vi gritar

Luego de eso, rápidamente y sin contemplaciones, el esposo cornudo toma el tantō y se raja
rápidamente el vientre incluyendo el tramo final hacia arriba llegando al esternón, llegando al punto al
que sólo los más fieros ronin soportaron el dolor. Cayeron sus interiores al suelo y, con una expresión
de miedo y su diminuto pene erectísimo, pereció.
4 segundos después, la voz de La Pornógrafa comienza a decir lo siguiente:

A quienes nos están investigando


y en particular a usted, detective Vargas:
Somos activistas de venganza histórica
Purgamos a hombres insensibles
Que ni nacieron con el demonio
entre sus piernas
ni lo crearon en empatía
con la mujer insatisfecha

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Me gusta ver morir el patetismo
Me gusta ver caer las pretensiones
de tristes existencias que hacia afuera
brillan con luz falsa y fuego leso
No hay maldad ni crueldad en esto:
Les permitimos morir con honor
Quizás con demasiado honor
Porque millones han muerto sin gemir
otras tantas fingieron como pudieron
Y estamos en calle Antofagasta
nùmero 3443, departamento interior B
comuna de Estación Central
y mañana morirán dos subdotados más
Vayan a buscarnos y presencien
Nosotros ya cumplimos nuestra meta
Encarcelarnos no revivirá a estos necios
pobres tristes patéticos que no merecen
indulgencia de la rabia de nuestras vulvas

Una criminal proporcionando su ubicación y sus planes. Peligroso indicio. Me mencionó, además. Eso
no es tan sorprendente, de todos modos, dado que mi nombre aparece en múltiples portales públicos
que informan mi cargo en el Servicio de Inteligencia Popular (SIP). Lamento mucho que se use el
sufrimiento histórico de las mujeres oprimidas por el sistema patriarcal para estos fines tan ruines. Mi
colega y maestra Marisela, activista feminista desde los 13 años, al formarnos como detectives y como
personas, nos enseñó que el feminismo es vida y combate, no muerte ni tortura. Tampoco me
corresponde juzgar si es ello verdad o si debiera serlo. Tengo cierto límite respecto a decir qué cosas
corresponden y qué elementos no corresponden a un buen feminismo. Pero mi compromiso con la
seguridad me obliga a combatir a esta psicópata.

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Me siento un poco culpable y con miedo, al mismo tiempo. Espero que no agarren a mi familia y me
extorsionen. Es lo que puedo pensar si esta persona me da en bandeja una dirección supuesta que bien
puede ser el sitio donde se detonará un explosivo o se hará una cobarde redada. Culpable me siento
pues mi bajo erotismo ha hecho que descuide el placer de mi mujer, quien afortunadamente sí llega a
orgasmos pues he aprendido algunas técnicas para causarlos mediante distintas modalidades. Poco los
siento yo, de todos modos. Para mí es algo medio mecánico y ella se da cuenta. Mi señora, menos mal,
jamás me haría eso de contratar una pornógrafa para matarme luego de verla tener sexo con otro
hombre. No debiera poner las manos al fuego por nadie, pero opto a quemarme por ella. Además, ya la
vi con el haitiano el otro día y la he sorprendido un par de veces más. No creo darle mal sexo; al
contrario, mi bajo interés por el asunto me lleva a enfocarme en satisfacerla a ella. Y si la curiosidad es
demasiado fuerte: Mi anatomía no es ni bendita ni maldita.

08 de abril

Le he pedido a Marisela que vea dos veces el video. En la primera, se masturbó hasta el orgasmo. La
segunda vez quedó impactada y vomitó. Se puso a llorar. Le propuse que fuéramos juntos a indagar al
domicilio proporcionado por la criminal. Ella es la mejor en las tácticas de combate, uso de armas de
fuego y combate persona-a-persona. Yo soy su copiloto, sabueso catador de pruebas e indicios.
Mandaremos un pequeño autito motorizado y controlado remotamente con una cámara y unas pinzas
especializadas para extraer y analizar químicamente muestras de materia. Vigilaremos cada uno desde
los extremos de la cuadra. La cámara del pequeño dispositivo es giratoria y cubre casi todas las
direcciones de la esfera, excepto la del pilar que la sostiene. Así rastrearemos la presencia de
francotiradores o campeadores furtivos que amenacen la zona.

Afortunadamente, mi familia está sana y salva en sus lugares de trabajo y estudio a esta hora. Nunca les
comento sobre los casos ni mucho menos ahora, aunque constantemente les pido que se resguarden.
Hemos llegado a la cuadra de la dirección, viejo barrio plagado de casas-sitio transformados en

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bodegas y distribuidoras poco pulcras. La casa en cuestión es de un rosado pálido y descascarado, con
fierros muy gruesos en sus ventanas que, cerradas con ventanales de madera por dentro, dan directo a la
calle. El día está abochornado, ideal para morir. Preparamos el autito-señuelo de investigación,
instalamos nuestros monitores en nuestra camioneta de servicio y echamos a andar la operación.

Viaja el autito por la cuadra hacia la dirección. Yo me muerdo los dedos.

El dispositivo ha llegado al sitio preciso. Esperamos algunos segundos. Nada pasa. La cámara gira y
nada se observa.

Un segundo. Un haz de luz proviene desde un hoyo diminuto en la parte de abajo del techo de la casa,
cual si su origen fuera un entretecho. Sus colores mixtos sugieren que podría formarse una imagen
interesante. Acercamos el autito hacia su irradiación.

Increíble.

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REGIMIENTO

Tres días demoró en bajarme la fiebre de los 40° luego del balde agua con hielo que tuve que tirar sobre
mi cuerpo desnudo por orden de mi sargento Gamadiel Sampaoli. Estaba muy enojado el hombre luego
de que supiera de mis actividades pseudo-secretas junto a otros 4 conscriptos. Lo que pasa es que
somos escritores y creamos un movimiento llamado “Carne de Cañón”, riéndonos un poco de esa idea
de “vanguardia” que es embellecimiento del suicidio por mandato tanto en el mundo de las letras como
en estos aires castrenses. Viejo conchesumadre. Igual le robé unos cigarros en la noche. Ojalá no me
pille. Si no, su próxima cajetilla será fabricada con mi escroto. Reciclaje. Pasó otras veces algo
parecido; su cantimplora es el estómago de un conscripto que venía de Río Bueno y que comía con la
boca abierta. El hombre, de hecho, aún está vivo, aunque en lugar de estómago tiene ahora un bidón de
bencina.

Mi amigo Raúl Flores Huincamán, oriundo de Iloca, VII Regíón del Maule, miembro del movimiento
literario Carne de Cañón, se mandó el otro día lo siguiente:

La he pasado bien estos siete meses. He cultivado mi cuerpo y mi temple. La disciplina ha ordenado mi
vida y mis pensamientos. He comido todo tipo de pájaros y bichos y la comida normal ahora me da
asco, me hace vomitar. La evolución está en comer aquello que consideramos mierda. Así lo ha
entendido también el sargento, quien nos recita el Amadís de Gaula de memoria -de memoria, porque

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yo también me lo sé, porque él hizo que me lo aprendiera quitándome la comida y el agua durante 3
días, casi al punto de que me empezara a dar hambre- mientras deposita cáscaras de papa y de
zanahoria en nuestros pesebrones donde comemos directo con la boca junto a los caballos. Bien bonitos
los caballos que tienen, medio arabescos, no tan grandes pero sí con un pelaje muy fino. Yo encuentro
que la cáscara de papa también me está dejando el pelo bien lindo, aunque no me lo puedo dejar muy
largo. Una vez, un recluta se quiso dejar bigote como brocha para ver si le quedaba tan brillante como
la tuza de los corceles. El sargento Sampaoli le puso montura y riendas y lo empezó a entrenar como
corralero. Todavía camina medio de lado y también mira del mismo modo. Poco habla, pero come
harto. Se está poniendo enfermo. Está muy malo el corralero. Hay que ayudarlo a que muera para que
no sufra más. El sargento me pidió hoy sacrificarlo. ¿Cómo pretenden que yo? Igual está tan bien
alimentado como nosotros, así que no puedo negar que el asado de soldado estaría bastante sabroso.
Gourmet. Los Buenos Muchachos. Carne a la espada. Se ha comentado la idea, incluso, de que en su
funeral sea su misma carne la que se coma. Con harto vino, mierda. Menos mal que el sargento nos
deja tomar vino, pero barato. El vino caro es para la gente de su clase.

Un día en que, de hecho, mirábamos pastar a nuestro amigo conscripto, me inspiré sumergiéndome en
la imagen grasienta de un asado de jabalí para hacer brotar, de aquella misma sustancia adiposa, el
jabón que sería protagonista de estos versos que, en la noche, hice reposar en libreta:

Domina mis dominios dominados


ardientes, medios sufrientes
no reflejes tanto la gradiente

Porque_puedo_de_verdad_morirme

en tí

Y no quisieras que un cuerpo se descomponga


sobre la tierra fértil de tu vientre de /

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Me falta la palabra final. Iba bien tejiendo el texto en mi memoria inmediata cuando sonó el clarín
violentamente a tres cabezas de mí. Nos formamos inmediatamente. El sargento Sampaoli traía un
novillo a la rastra. Lo tiraba con un hilito. Lo mordió en el cuello y, como el más infame de las bestias,
comenzó a comerse crudo el entrecot del malogrado animal. Viejo de mierda, nos tiene comiendo heno
y se da el lujo de darnos este espectáculo. Chocan como carneros autodestructivos dos instintos en el
descampado deforestado que es mi alma, aquella que ha resultado de los meses que han sido siglos
sirviendo a este país reculiao que me ha dado puras deudas y que le ha chupado cada gota de vida y
energía a mis padres, mis abuelos y mi entero linaje. Esos dos instintos son los siguientes: uno) el
instinto de compasión; el otro) las ganas de comer carne, despedazar a mordiscos.

Jeferson Ancheo, gordo belicoso y romántico en el sentido filosófico del término, proviene del
mismísimo Valle del Elqui. Su abuela guarda un pañuelo con el que alguna vez se secó las lágrimas
Domingo Zárate, el Cristo del Elqui. Se trata de otro de los Carne de Cañón, escritores furtivos. Hace
poco nos mostró el siguiente poema sobre el cual no sé qué pensar:

Radiovisión. Radiovisión Microbial.


A esto acuden las bananas cantinfleras,
senecaleras, arbitrajeras
Apúntome un safari malquiciado
por el contorno de mi cuerpo
Chavo del Ocho,
pásame el delantal del Chavo del Ocho, mierda
Soy maldito bendito poronguito
de manos hechas en tinto, Galindo
Trerucando, maxilucando,
asidero ciego de morir maltrecho, afrecho

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Escobas barriendo viejos y tradiciones muertas
en sexo de alcoba
Las bobas, las tolvas, las cisternas y las floridas,
Ancalao Monotrón
Super-semi-maxitrón, positrón,
Claudio Marrón olió jabón del suelo
Recogió el jabón del suelo
y le gustó lo que entre líneas traía Marcelo
Darruvitando, axiliano hástico
pristinacian albarízticamente todo pari
Ampliación macrosideral
del idioma español desespañolizadatizado
Emoción. Claro de Luna. Claro de fuego.
Amor sobre siniestros.

Justo estoy de cumpleaños el 18 de septiembre y el sargento Sampaoli se enteró porque, en realidad, se


entera de todo porque revisa todos los papeles de las carpetas y sabe hasta cuánto mide mi recto,
porque él mismo mandó a que lo midieran.

La última carta que me envió mi ex-novia, cuando era mi novia todavía, contenía un afectuoso saludo
de cumpleaños -era 18 de septiembre-, un patriótico saludo de Fiestas Patrias -era 18 de septiembre- y
un agónico aviso de finalización de relación amorosa. Era 18 de septiembre. El sargento se comunicó
con ella y la obligó a terminar conmigo. No la forzó, sino que la enamoró. La enamoró. Grabó un video
pornográfico con ella y me lo hizo ver en una sala improvisada de tortura donde me amarró a una silla
y me mantuvo los ojos abiertos con unos fósforos Copihue y unas pinzas, como en La Naranja
Mecánica pero sin nadie que se apiade a decir “¡Corte!”. Enamoró a mi ex y le rompió el corazón. Lo
supe porque la luna me lo dijo llorando una noche en la que trazábamos algunos versos con los Carne
de Cañón. Hoy es 18 de septiembre y bien me vale que una película sobre mi caso se llame “Nacido un

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18 de septiembre”, en claro guiño a la obra maestra de Oliver Stone, protagonizada por el agente
especial Ethan Hunt, quien actúa de Tom Cruise en muchas otras películas. Pero no es mi cuerpo sino
mi alma la que está en silla de ruedas. Hoy es 18 de septiembre y el cordel que iza la bandera raspa mis
manos hasta quemarlas.

Planeo escaparme de este regimiento de mierda y dejarle el manso poema de nota a este déspota que se
nutre de la brutalidad para quebrar nuestras almas. El único detalle es que estamos en Porvenir, Tierra
del Fuego, y que mi abrigo fue quemado en mi día de ingreso.

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CAPITAL-SOCIALISMO

Ramiro Mellafe se ha hecho conocido como el empresario más odiado por la izquierda y por la
derecha. Al mismo tiempo, es el más amado por el pueblo chileno y, recientemente, gran parte de
Sudamérica. El Estado, desvergonzadamente, lo quiere y lo odia al mismo tiempo, dado que Mellafe
hace su trabajo y, simultáneamente, le amenaza. O al menos, le hace sentir amenazado.

Ramiro Mellafe egresó con su título técnico en mecánica automotriz de la Escuela Industrial de
Temuco. Tiene 19 años y, aunque quedó repitiendo en segundo medio por una grave neumonía que lo
tuvo al borde de la muerte y el olvido en los pabellones tristes del Hospital Regional, siempre fue
considerado un “buen estudiante” y un “buen cabro” por los trabajadores de su escuela. Aprendió a
hacer martillos y serruchos con extraordinaria facilidad. Además, le gustaba mucho la historia. Era –y
es aún- simpatizante de la causa mapuche, de la recuperación de tierras e, incluso, del establecimiento
de un nuevo Estado en el Wallmapu. Debido a que su familia sufrió las arbitrariedades y crueldades de
los Werninger cuando trabajaban para ellos en un fundo lechero en las inmediaciones de Boroa, hacia
la costa, desarrolló un rechazo abierto y duro hacia el sector terrateniente de la zona. Varias veces
marchó hacia la Intendencia junto a los que llamaba “hermanos mapuche” y hasta sufrió los mismos
lumazos e insultos que ellos, a pesar de ser un mestizo que suponía de sí mismo una composición
genética con cerca de 25% de material mapuche. Se consideraba, orgullosamente, un mestizo. Y a
partir de ello, amasaba ideas discretas en su mente poco locuaz, pensando en el legítimo derecho de los
mestizos latinoamericanos a disfrutar sin reservas del legado y la riqueza europea, amparando ello en el
carácter de “hijos legítimos de Europa” que, de hecho, les hace herederos naturales de su tierra y su
patrimonio.

Ramiro Mellafe, consciente de que su mente es el único baúl absolutamente seguro donde puede
esconder o guardar algo, es un tipo discreto pero afable, que elige las palabras precisas y justas para
decir, siempre, un poco menos de lo necesario. A medio tiempo, a partir de la compra de chatarra,
trabajó fabricando martillos, vendiéndoselos a distintos maestros y gasfíteres. El resto del tiempo
tomaba vino, fumaba cáñamo –que cultivaba en su propio indoor instalado en su humilde y bella casa

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de soltero en el sector Villa Los Ríos-, veía a sus amigos y a amigas –algunas “con ventaja”- y, sobre
todo, leía mucho. Tenía libros viejos de historia junto a algunas fotocopias que compraba regularmente
a fin de mes en la Universidad de la Frontera, en los quioscos donde los estudiantes de pedagogía
imprimían su material de lectura y estudio. Pasaba también a recoger apuntes sobre negocios, economía
y todo lo que le sirviera para hacer crecer su pequeño “emprendimiento” –matriz de lo que hoy es más
que un imperio- de fabricación de herramientas.

Ramiro Mellafe estaba consciente de que competía con las grandes distribuidoras de herramientas
importadas, pero afrontó ello con agudeza: En su fragua rústica a carbón –encontró a un viejito que lo
traía de Lota para vender a la gente del campo-, fabricaba martillos ásperos que masajeaban las manos,
causando una extraña adicción en sus usuarios. Lo mismo ocurría con los mangos de los serruchos. Las
herramientas, además, eran más pesadas y grandes que otras, lo cual fue ventaja en un espacio de
mercado donde la mayoría de sus compradores eran tipos brutos que rompían fácilmente los utensilios
importados. Le empezó a ir bien y, luego, muy bien en el negocio. Sirvieron los apuntes de Economía I
y Economía II.

Ramiro Mellafe, un tiempo después, contrató a 4 personas. Les pagó bien, preocupándose de
mantenerlos activos y cómodos en la faena. Siguió viviendo en Villa Los Ríos, aunque ahora pudo
comprar un par de libros nuevos, sacar más fotocopias que antes y, por cierto, probar y comer
regularmente sushi. Trabajaban 30 horas cada uno, con contrato. En rigor, 20 horas eran de trabajo y
unas pocas se ocupaban para tomar desayuno, fumar y conversar. De hecho, durante el primer día de
labores en la nueva y flamante Fabricaciones Cóndor, el humo verdoso del cáñamo fue componente
material clave del inigualable clima de trabajo que allí se gestó. Por cierto, 5 horas del contrato se
ocupaban para que el propio Mellafe impartiera cursos de formación a sus 4 trabajadores. Además de
aprender a fabricar de manera óptima las herramientas, el cuerpo laboral de Fabricaciones Cóndor
aprendió mucho de Historia, de cultivo de cannabis sativa y de leyes laborales.

Ramiro Mellafe contrató, algunos períodos después, a técnicos en electrónica recién egresados de las
escuelas industriales de la zona, pues se apuntó a fabricar maquinaria más elaborada, automatizada y

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personalizada. Además, inició servicios de reparación de tecnología antigua en la producción cervecera
y alimentaria, máquinas que, en su mayoría, luego fueron reemplazadas por equipos marca Cóndor, de
uso mucho más fácil, garantía indefinida y soporte técnico de excelencia. No costaba tanto llegar a tales
logros de calidad, pues Mellafe continuó impartiendo sus cursos dentro de la jornada laboral pagada y,
además, abrió espacios para que otras personas, guiadas por él, contribuyeran a la formación continua
de cada uno de los trabajadores. Y, como siempre, esto no se limitó en lo absoluto a la mejora de la
tarea productiva, sino que llegó a talleres literarios, seminarios de filosofía, programas de
acondicionamiento físico e, incluso, espacios para aprender horticultura casera. Como él continuó
viviendo en Villa Los Ríos –se aburrió del sushi y lo sustituyó por tacos, que eran un tanto más baratos
en un supermercado cercano-, pudo seguir manteniendo sueldos mucho más altos que el promedio del
mercado y, además, estableció un sistema de gratificaciones muy generosas, repartiendo las utilidades
entre sus trabajadores, quienes ya eran más de 30. Cuando armaron un sindicato, se asustaron. Sin
embargo, Mellafe se alegró con la noticia y, además, determinó que se fundara, para la empresa, un
directorio de 6 miembros, con 3 representantes directos del Sindicato N° 1 de Fabricaciones Cóndor.

Ramiro Mellafe siguió imperturbable el majestuoso ascenso de Fabricaciones Cóndor. Se instalaron


sucursales en Concepción, Valdivia, Villarrica, Angol, una pequeña en Osorno y, por cierto, una en
Santiago de Chile. Se llegó, en cierto punto, a sobrepasar la barrera de los 150 trabajadores. Los cursos
de formación mostraban un desarrollo impresionante y las utilidades rebosaban las arcas de este
mestizo. Siguió viviendo en Villa Los Ríos, aunque pasaba viajando. Adquirió un automóvil con
transmisión automática para viajar fumando cáñamo por las carreteras llovidas del sur de Chile. Fue,
justamente, en aquellas travesías cuando planeó uno de sus pasos decisivos: Para los fondos de
pensiones de sus trabajadores, propuso un sistema de reparto interno en el cual él incluyó abonar parte
de las utilidades en la cuenta previsional de cada trabajador. Además, contrató médicos, enfermeras,
psicólogos y obstetras que recorrían las sucursales. Fabricaciones Cóndor crecía imparablemente,
apareciendo sus herramientas de modo importante en las ferreterías y grandes tiendas del rubro en el
país y, por cierto, ofreciendo servicios de reparación y gasfitería a precios convenientes y con garantía
muy bien certificada de entrega de trabajo de calidad. Se le reconoció, en aquellos años, como un
emergente agente de reciclaje en el país por su sistema de recolección de chatarra, su materia prima.

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Ramiro Mellafe era conocido por sus trabajadores como un hombre afable, humilde y oscuro, que
hablaba poco con ellos pero que con sus miradas, gestos y, ante todo, con su gestión de la empresa, les
rendía profundo respeto. Era callado y reservado. Siguió leyendo mucho y comiendo cosas bastante
sencillas, mudándose a la comuna de Lo Prado en Santiago, comprando una casa de 4 dormitorios que
estaba cayéndose a pedazos y que él reparó por sí mismo. Algunos medios de negocios comenzaron a
hablar de él, de su exitosa estrategia y de su “extraña” afición por la vida sencilla, pese a figurar ya
como un multimillonario. Los trabajadores de Fabricaciones Cóndor recibían considerables
gratificaciones y gozaban de beneficios jamás igualados en otras empresas y fábricas del país. El rubro
se amplió ambiciosamente luego de que Mellafe decidiera contratar científicos y académicos con el fin
de iniciar un perfeccionamiento de los cursos de formación que él impartía. Esto llevó a que, dentro de
otras cosas, se fundara la Editorial Cóndor y, ante todo, a la decisión que cambiaría para siempre la
economía del país: Iniciarse en el negocio de fabricación de circuitos electrónicos, cables y otros
insumos para crear aparatos tecnológicos. Dicho de otro modo: Fabricaciones Cóndor comenzó a
procesar y manufacturar el cobre y el litio dentro de Chile. Los trabajadores dentro del país ya sumaban
2500 y, asimismo, se fundaron fábricas en Perú –Lima, Cusco, Trujillo-, Bolivia –Sucre- y Argentina –
Buenos Aires, Córdoba y Salta.

Ramiro Mellafe comenzó a aparecer en los noticieros, en la opinión pública y en las discusiones
empresariales, aunque rara vez él estuvo presente. No daba entrevistas, no asistía a congresos ni,
mucho menos, a reuniones con agentes de agrupaciones y partidos políticos. Fue criticado ferozmente,
desde un inicio, por la derecha: El crecimiento de su empresa era irresponsable, según ellos, respecto al
futuro de la economía nacional, pues estaba marcando un “referente de gasto excesivo” en el bienestar
de la población económicamente activa, así como protagonizaba una “flagrante violación a la libre
competencia” por no respetar código alguno de fijación de precios. Quebraron, de hecho, un par de
negocios importadores, pues los inversionistas retiraron sus fondos para desplazarlos a otro lado. El
dueño de Fabricaciones Cóndor consideró que ni siquiera era honorable responderles. Además, Mellafe
fue criticado por la izquierda de un modo, incluso, más feroz: Molestaba mucho que su discurso fuera a
favor de los trabajadores, del mapuche, del sindicalismo y de los derechos humanos, pues ello resultaba

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en “inconsecuencia” con ser un empresario exitoso y “mantener relaciones capitalistas con el
proletariado que él decía defender”. Recordado es el incidente en que Mellafe enrostró al líder de la
Izquierda Universitaria que su padre era “un verdadero patrón insensible” y que él “podía darse el lujo
de demorarse 10 años en titularse y protagonizar teatros pseudo-revolucionarios gracias a los beneficios
de esa misma explotación perpetrada por sus familiares”. Por otro lado, contaba con el férreo apoyo de
parte importante del sindicalismo chileno, de la dirigencia de la CUT –un equipo sin militancia
partidista que sacó al Partido Comunista de allí después de años- y, sobre todo, de un sector inmenso de
la población chilena. Poco tiempo antes, Mellafe fundó, financiando ello con fondos provenientes de
utilidades de Fabricaciones Cóndor, la Oficina Popular de Abogados, bufete que inicia con más de 500
abogados con oficinas iniciales en Santiago de Chile, Antofagasta, Concepción, Temuco y Puerto
Montt y que ofrece servicios jurídicos a bajísimo costo a la población general. Ello se suma al equipo
jurídico interno de Fabricaciones Cóndor, que es totalmente financiado por la empresa y no implica
gasto alguno para sus trabajadores, cuyo número ya alcanza los 9000 en Chile y 7000 en otras naciones
de Sudamérica, incluyendo la reciente fábrica instalada en Sao Paulo.

Ramiro Mellafe se encerró tres meses en su casa de Villa Los Ríos mientras Fabricaciones Cóndor
siguió operando de manera plana y sin sobresaltos, creciendo sostenidamente. Cuando volvió, reveló
que había estado leyendo sobre inversiones y, en eso, decidió invertir el sobrante de las utilidades que
seguían creciendo. Compró acciones en empresas lecheras y agrícolas con un propósito especial:
Hundir a los terratenientes de la zona del Wallmapu. Sin duda alguna, lo logró en menos de 4 meses,
jugando de modo muy audaz y arriesgando poco –porque el inmenso monto que invirtió no equivalía
apenas al 5% de su patrimonio- con la especulación y haciendo que el fascismo en la mal llamada
“Araucanía” tragara el veneno que ella misma decía adorar y que, paradójicamente, jamás supo usar.
Asimismo, dentro de las actividades de Fabricaciones Cóndor, decidió apostar por la generación de
energía eléctrica a partir de fuentes geotérmicas y, además, a construir algunos de sus principales
productos estrella: El computador Cóndor-A –con sistema operativo CSO, basado en UNIX, también de
Fabricaciones Cóndor y de código abierto-, de aspecto rústico y audaz que hizo competencia dura a
Apple en Chile, que partió distribuyéndose de modo mayorista a empresas y que, después, obtuvo la
popularidad que hoy tienen sus 5 versiones de uso personal; los autos Cóndor Fábula y Cóndor

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Labrador, vehículos familiares de calidad similar a la fabricación italiana, lisos, redondos y, por cierto,
eléctricos; las camionetas pick-up Cóndor Barroso y los jeep con tres hileras de asientos Cóndor
Legionario; la línea de maquinaria agrícola Cóndor Organum, que incluía tractores con sistema de
equilibrio optimizado y retroexcavadoras, entre otros; y, lo que fue más impactante y conflictivo, la
fabricación de camiones eléctricos Cóndor Weichafe, en lo que fue considerado un abierto gesto de
provocación hacia los empresarios camioneros y del diésel. Los camiones fueron, inicialmente, usados
en su propio servicio de abastecimiento por todo el país, así como en su exitoso negocio de arriendo de
maquinarias. Maquinarias, claramente, marca Cóndor, fabricadas en Chile con materia prima chilena.
Hubo paros y grandes movilizaciones del sector derechista camionero, incluyendo cortes de carretera
que fueron infructuosos, debido a que Fabricaciones Cóndor tenía más de 300 sucursales repartidas en
distintas ciudades y pueblos del país, con origen de productos y camiones desde todos lados. La fuerza
laboral de la empresa, luego de esta explosiva expansión, ya suma más de 75000 trabajadores en Chile,
188000 en otros países de Sudamérica y 1400 en Europa.

Ramiro Mellafe decidió, un tiempo después, viajar al Reino Unido, a Francia y a Alemania para
promocionar sus productos que, a esta altura, ofrecían uno de los estándares más altos de calidad a
nivel mundial. El Cóndor-A empezó a aparecer en las oficinas y los hogares europeos, mientras el
Cóndor-B, laptop con una tecnología de imagen superior al de los productos de Apple, era anunciado
para presentarse en los próximos meses. Si bien el Cóndor Labrador no tuvo muy buena recepción en
el Viejo Continente, el Cóndor Fábula figura como el tercer auto más vendido allí durante el año. La
revista Forbes dedicó un artículo a uno de los “multimillonarios emergentes de mayor impacto en el
último año” y, al igual que varios otros medios masivos, mostró asombro por un estilo de vida cada vez
más austero en Mellafe, quien abandonó Lo Prado –lo donó a una okupa- y se instaló en una cabaña de
4 x 4 metros, prefabricada, en las cercanías de San Clemente, en la Región del Maule, aún en Chile.
Desde allí, con el primer computador Cöndor-B fabricado, seguía dirigiendo los destinos de
Fabricaciones Cóndor, cada vez más alejado de otras personas y ganándose, progresivamente, la fama
de “ermitaño”.

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Ramiro Mellafe fue denunciado por la Sociedad de Fomento Fabril (SOFOFA), quien se querelló ante
el Tribunal de Defensa de la Libre Competencia con el apoyo de la derecha política, los herederos de la
antigua Concertación y, por cierto, el Frente Amplio de izquierda. Esto ocurrió luego de que
Fabricaciones Cóndor comprara la mayoría de las acciones de dos de las cuatro grandes empresas de
telecomunicaciones que operan en el país, tomando su control en la gestión y mejorando las
instalaciones con el fin de disminuir el costo de redes a la población general, quienes pudieron acceder,
pronto, a Internet ilimitado mensual por el precio de un kilo de pan. De todos modos, la acusación fue
enfrentada sin problemas ni sobresaltos por el equipo jurídico de Fabricaciones Cóndor que, a esas
alturas, ya era el más numeroso y desarrollado del país. Asimismo, los dirigentes universitarios de la
izquierda llamaron a movilizaciones contra el “crecimiento desmedido” de un “monstruo capitalista”.
Sin embargo, los grupos sindicalistas, distanciados de la izquierda académica a partir del llamado
“efecto Cóndor”, respondieron con grandes mítines y movilizaciones multitudinarias a favor de Mellafe
que les igualaron y hasta superaron en número.

Ramiro Mellafe impulsó, mientras Fabricaciones Cóndor comenzaba a liderar los mercados europeos y
la industria china y estadounidense empezaba a vociferar contra ello, el Plan de Seguridad
Socioeconómica dentro de la empresa. Para poder sostener ello, decidió realizar una de sus inversiones
más controvertidas y radicales: Irrumpió en el mercado inmobiliario. Su poder de compra era tan
inmenso que, en un golpe noticioso que fue, literalmente, de la noche a la mañana, adquirió el 35% del
total del patrimonio inmobiliario nacional y el 8% en el resto de Sudamérica, con especial énfasis en
los edificios de departamento en las grandes ciudades de Chile, Brasil, Argentina, Perú y Colombia y,
por cierto, en el dominio de las constructoras. La sociedad estaba atónita. Así, se impulsó la
construcción de barrios enteros con viviendas de alta calidad cuyas llaves fueron entregadas sin costo
ni cláusulas de reembolso a los trabajadores que lo solicitaran y que cumplieran con más de 3 años de
labores en Fabricaciones Cóndor. Además, el ritmo de construcción de nuevas viviendas se aceleró lo
suficiente como para influir en una baja moderada en los precios. Mellafe indicó que se crearan casas y
departamentos amplios, con terminaciones impecables e instalaciones óptimas, declarando que “en
Chile hemos desarrollado suficientes avances tecnológicos como para esperar que se construyan las
mejores viviendas masivas del mundo”. Y se trataba, de verdad, de casas, departamentos y lofts

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increíbles y accesibles. Se culpó a Ramiro Mellafe por una “profunda crisis del sector inmobiliario”, la
cual, no obstante, no afectó significativamente a la población chilena, pues el tradicional gremio del
sector perdió gran parte de su negra influencia. El sistema de pensiones chileno, por su parte, fue
presionado a moverse hacia el Reparto Solidario luego de que el ya célebre sistema interno de la
empresa de Mellafe se expandiera hasta adueñarse del 70% de las AFP chilenas, lo cual, sumado a
poderosas inyecciones de capital, significó en un aumento promedio del 600% en el monto promedio
de las pensiones. Además, pudieron construirse centros de salud masivos de carácter gratuito para la
población, equipados con la nueva línea de maquinarias y utensilios médicos Cóndor Galénica y con
un amplio equipo médico que viene creciendo desde el ya tradicional sistema de salud interno de la
empresa. Se construyeron 76 consultorios a lo largo del país y 7 hospitales grandes en las ciudades más
pobladas de Chile.

Ramiro Mellafe volvió a encerrarse por ocho meses; esta vez, en su humilde cabaña cerca de San
Clemente. Compró muchas latas de conserva. Fabricaciones Cóndor crecía imparablemente, así como
la construcción de nuevas casas y edificios, la demolición de los antiguos “blocks” –símbolos de la
miseria que debieron vivir, obligadamente, muchas familias, a partir de las políticas de vivienda y los
arreglos con las inmobiliarias en el Chile pre-Cóndor- en las principales ciudades del país y su
reemplazo por amplias viviendas de 5 dormitorios; la expansión mundial de los nuevos automóviles
Cóndor Isoterma, Cóndor Radrigán y los nuevos camiones Cóndor Lautaro; la majestuosa entrada al
mercado del primer computador holográfico masivo en la historia de la Humanidad, el Cóndor-C, el
ascenso de Editorial Cóndor -que editaba en 14 idiomas tanto a los más renombrados escritores
principalmente latinoamericanos, africanos y europeos como a millones de genios emergentes- al grupo
de las diez firmas literarias mayores en el orbe y, fundamentalmente, la conquista que las maquinarias
de Fabricaciones Cóndor protagonizan en el 85% de los procesos industriales de Latinoamérica, Europa
y África –donde se ha contribuido enormemente al desarrollo tecnológico, económico, científico e
intelectual, así como a un inicio del fin de la dependencia- ascendiendo, también en este caso, a la lista
del top ten de las multinacionales más grandes del planeta.

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Ramiro Mellafe, el tercer hombre más rico del mundo –aunque reinvierte el 99,9976% de sus utilidades
en crecimiento de la empresa, seguridad socioeconómica y el desarrollo artístico y cultural de los
trabajadores y la población-, sale del encierro en su humilde cabaña de madera con las siguientes ideas
fijas: 1) Construir una red de trenes eléctricos desde Visviri a Puerto Montt, con densos ramales; 2)
fundar una red masiva de transporte marítimo de alta velocidad, también eléctrico, desde Puerto Montt
a Puerto Williams; 3) fundar la Aerolínea Los Cóndores -porque la marca “Cóndor” ya existía en el
rubro- con aviones construidos por Fabricaciones Cóndor y cuyo modelo se llame –por requerimiento
personal- Cóndor entre Cóndores; 4) Por mera seguridad personal, comprar la mayor cantidad de
acciones posibles en empresas petroleras, desde las cuales ya había recibido cerca de 14 amenazas de
muerte, y destinar su uso a la disminución progresiva de la fabricación de plástico, reduciendo la
explotación y los efectos negativos en el medioambiente, aumentando, de paso, la cantidad de centrales
geotérmicas con tecnología de Fabricaciones Cóndor en Sudamérica; y 5) la medida que implicaría su
definitivo quiebre con el empresariado mundial: La fundación del Banco Cóndor y la absorción del
32% de la banca de todo el planeta. Un tipo que sigue viviendo de estanques colectores de agua lluvia,
tallarines con salsa y cultivo de la tierra. Es de conocimiento público el efecto que las “extra-
concesiones” –préstamos a países con exigencia de sólo el 1% de devolución- y la política bancaria
general impulsada por Mellafe, con tasas de interés cero y medidas para el fomento del ahorro, tuvo en
la creación del próspero e inmenso estado soberano de la Confederación Africana de Naciones.
Además de este banco, todo lo mencionado anteriormente se concretó tal como lo imaginó el mecánico
industrial temuquense.

¿Qué hará la izquierda ante esto? ¿Seguir llorando y citando a Lenin? El problema de quienes se han
apropiado –teórica, política y moralmente- de la resistencia a la explotación es que no consideraron
jamás aquel detalle: Los hombres extraordinarios sí existen.

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MARIELA

Sea la poesía la entrada a un país prohibido


Donde no se ofrezca monta por mi quijada
Paulatinamente sumergiéndose

Flavia durmió mal la noche anterior, pues soñó mucho. Hacía un mes que había iniciado el año escolar
y sus primeras notas bordeaban el 5, lo ‘regular’, aunque fue reprendida por Heidi Robles, profesora de
lenguaje y flamante nueva encargada de su departamento. La docente le dijo, frente a todos sus
compañeros, que “esperaba más” y que le parecía “injusto su desgano sistemático”. Flavia no la mira,
rellenando los cuadritos de la hoja del cuaderno como quien hace defecar su mente de modo refinado
mediante el derrame en mosaico de la tinta de su lápiz BIC mordido. Poco y nada la escuchaba, aunque
no podía esconder su mueca de desagrado, una leve risa nerviosa interpretada como desafío por el ego
de la destacada maltratadora de adolescentes que es admirada por sus colegas -la mayoría- y, en
particular, por las mujeres. La profesora Heidi es considerada agraciada por varias personas,
principalmente mujeres, mientras que los hombres hetero-cis dentro del conglomerado docente se
debaten entre quienes se derriten por su cuerpo y quienes no terminan de convencerse de la belleza
¿alternativa? de su rostro. Profesores muy feos, dígase, como Manuel Pinto, nerd de ciencias -los hay-,
que le regala a Heidi brownies todos los días luego de que ella dice “tengo hambre” mientras se ríe
disimuladamente -ni tanto- con sus compañeras de puestos aledaños, educadoras que sueñan con ser
algún día tan violentas como ella.

Flavia piensa en que extraña a Gastón Gómez, su profesor de lenguaje del año pasado, que centraba sus
clases en apreciación literaria, le entretenía y le confrontaba con un respeto protocolar que le hacía
sentir que estaba en Salamanca u Oxford -quizás hasta en Hogwarts-, en algún salón antiguo en el que
la clase era solemne ritual de síntesis. Ahora, este año, le han hecho leer libros de autoayuda como

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¿Quién se ha llevado mi queso?, pues la profesora Heidi ha indicado que, a partir de su “desastrosa”
prueba de diagnóstico, “al curso no le da para más”. A Flavia eso le irrita, aunque el desinterés la
blinda; es bálsamo para su desesperanza respecto a la cárcel escolar. El año pasado estaban leyendo La
Odisea con el profesor Gastón y quedaron truncados en el avance -llegaron hasta el cíclope Polifemo,
que se los comió- porque el docente se fue con licencia psiquiátrica a su hogar luego de padecer acoso
laboral sistemático de parte de su entonces par -adivinen- Heidi Robles y del director del colegio,
Mario Gonzalo Céspedes, a partir de la realización de un Taller de Poesía en el que algunos estudiantes
hicieron duras críticas al colegio y a algunos docentes. En específico, lo principal fue que en un poema
se filtró una grave denuncia:

Profe asesina Heidi


Mariela podría hoy estar aquí
con nosotras comiendo maní
pero usted le metió mierda
en su frágil y brillante mente
cárcel para usted, demente

Gastón, hoy dedicado a otros asuntos, había dado libertad editorial en el blog en el que se publicaron
los poemas, jamás imaginando lo que iba a aparecer allí. El poema anónimo hacía clara referencia al
suicidio de Mariela Calquín, estudiante que hacía 2 años, a una edad de 15, mencionó en su nota final a
la profesora aludida. La comunidad nunca supo, porque la policía fue en la noche al loft de Heidi en el
centro histórico de la ciudad y la descartó como sospechosa allí inmediatamente. Pero las amigas de
Mariela no se perdían con versiones alternativas; la verdad hiriente era que la docente presionó sin
piedad y con alevosía a su estudiante estrella que, además, era su aprendiz en Estudios de Género,
llevándola incluso a la universidad donde ella cursaba un posgrado del tema con, entre otras personas,
la destacada académica y autora Adela Waters, una de las principales personalidades del país hoy por
hoy. El gran crimen de Mariela fue enamorarse de Willy y bajar su promedio. Hija única, dejó en este
plano a su madre, doña Judith, quien desde el fatídico hecho se refugia de la realidad en una clínica
psiquiátrica fuera de la ciudad.

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Flavia había soñado con Mariela unos días atrás. La conoció tangencialmente, pues era de su mismo
nivel pero de otra letra. La vio con su rostro derritiéndose a partir de una expresión inicial de pena. Su
cara se alargaba hasta licuarse y sus ojeras volvían blanco y negro todo el entorno. Flavia le tendió la
mano mientras el llanto la tomó del pecho. Ella sabía, en ese momento, que estaba soñando. Trataba de
despertar tirándose hacia atrás, pero su cuerpo apenas le respondía. Al instante, pasó una estampida de
toros de izquierda a derecha. Ella se fijaba en lo marcado de los músculos de sus lomos. Ello borró a
Mariela y volvió rojo todo el tono de la escena. No recuerda más de ese sueño, aunque sí el haber
despertado casi sin poder respirar. Le había contado de su manejo de sueños lúcidos -aquellos donde
hay conciencia de que se está soñando- a Meredith Espinoza, su profesora jefe, docente de Inglés,
mujer parca aunque sensible y cercana de un modo único a sus estudiantes, quien algo se interesó en el
tema, aunque desistió de practicarlo por sí misma. Le contó también a Gastón Gómez, quien se inspìró
para escribir el cuento “Balas al anochecer” y le aconsejó consultar con un especialista en salud mental
pues había oído del riesgo de esa práctica. Y le contó, antes, a un antiguo profesor de matemática, Tulio
Mamani, oriundo del desierto, quien sí se decidió en aquella época -dos años antes, más o menos, del
tiempo de la muerte por mano propia de Mariela Calquín- a intentar, con relativo éxito, inducirse
sueños lúcidos.

A todo esto, Tulio Mamani fue quizás el profesor más polémico de la historia de ese colegio. En
tiempos en que Céspedes exigía planificación clase a clase al cuerpo docente, él entregaba documentos
anuales. Tomó el micrófono en medio de un acto cívico, irrumpiendo sin avisar a nadie, llamando a la
inmediata constitución del Sindicato. Prefería enseñar matemáticas con ejemplos de economía,
dedicándose a denunciar diariamente los abusos de la banca y el sector financiero. Llenó de perros el
colegio luego de rescatarlos de la calle y armó un plan de crianza interna, enseñando matemática
aprovechando la presión de calcular la comida y los artículos de cuidado que había que conseguir o
comprar. O bien, juntar dinero para comprar. Se oponía a cubrir cursos cuando faltaba otro docente,
salvo el caso de que fuera una compañera o compañero que se lo pidiera de modo horizontal. Criticaba
durísima y abiertamente las decisiones del equipo directivo tanto en consejos de profesores, en
reuniones de apoderados, en licenciaturas -interrumpía los actos luego del clamor de más de la mitad de

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las y los estudiantes que se graduaban, por lo general-, kermesses, bingos, funerales de apoderados
fallecidos -como el de una señora, abuelita de Martín Rapimán, en 5to A en ese momento, a la que
tristemente se le cayó un poste de luz en la cabeza-, muestras científicas, visitas de supervisores
ministeriales -sus favoritas, porque mataba dos pájaros de un tiro denunciando al colegio y criticando al
gobierno-, recreos comunes y, por cierto, en cada gala final de la Semana del Colegio. Lanzó su ácido
libro de ensayo político Escritos sobre la Escuela en un acto no autorizado en el patio del colegio,
donde incluso se armó seria pelea a golpes entre Nanito Huenún, chupafusiles traidor y guardia
preferido de Céspedes, y algunos apoderados que asistieron al evento. No lo despedían porque aguantó
6 infinitos años sin apenas hablar más de lo debido y al séptimo periodo, cuando ya era caro de
finiquitar por los años de servicio acumulados, cambió radicalmente su postura y actitud. En clases,
siempre fue enemigo del autoritarismo, promoviendo una idea de autoridad protectora bajo un corolario
que sus estudiantes jamás olvidan: “Suave con el débil, duro con el fuerte”. Ello lo traducía en sus actos
diarios, pues la dureza hacia las jefaturas tenía su contrapeso en sus clases que bien podrían ser de
terciopelo o de miel. Pero en tiempos del fatídico fin de Mariela Calquín, ya hacía algunos años que el
legado de Mamani sólo era un recuerdo prohibido dentro de la memoria del establecimiento.

Veinte minutos antes de su muerte, en una tarde primaveral de colegio vacío, Mariela Calquín se
miraba las uñas mordidas y vivía el agitamiento en su cuerpo respecto a un ensayo sobre Marguerite
Duras que no había finalizado, tal como Heidi Robles le había obligado a prometer que lo haría a la
fecha y hora que acababa de consumarse. Knabu Diogo, auxiliar guineano de aseo, que poco manejaba
el idioma -había llegado al país hacía 4 meses-, la notó nerviosa y quiso darle palabras de bondad, pero
no las conocía en español. Le tomó el hombro y la niña le dijo “No estoy bien”, pero Knabu apenas
entendió. Atinó a ir a buscar a Julián Marconi, psicólogo del colegio, sobrino de la antigua directora
Rosalba Cienfuegos -que sigue labores allí; hoy es bibliotecaria honoris causa y va una vez al mes al
trabajo- y bonachón hippie antivacuna; el guineano lo vio por la ventana y le hizo señas, pero Marconi
sólo lo tomó como saludo. Diogo, preocupado, miró nuevamente hacia donde estaba Mariela pero ya
no la encontró. Al instante, el director Céspedes le gritó furibundo que fuera de inmediato a limpiar el
piso pues había botado un café. Acudió rápidamente a ello y al entrar a la oficina se encuentra con la
mirada levemente despectiva de Heidi, que pasa hacia afuera haciendo gala de su inconfundible polera

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de Víctor Jara -cantautor chileno asesinado luego del Golpe de Estado de 1973 en ese país-, modelo
que usan varias y varios docentes más, siguiéndole el estilo a su ídola. Dura y calmada, pregunta a
Felipe Correa, de cuarto medio, vestido de basquetbolista, si ha visto a Mariela Calquín. El joven
responde que hacía unos minutos la divisó cerca del baño. Sin dar las gracias ni despedirse, la profesora
se dirige hacia el sector indicado con su computador portátil. Grita repentinamente: “¡Mariela! ¡Ven
acá inmediatamente!”. Escondida, Mariela llora en uno de los cubículos del sucio baño de hombres,
único lugar donde la profesora no la buscaría directamente. Mentira. Allí llegó finalmente. Con la
misma dura calma, Heidi le dijo “En la oficina, 5 minutos, y significa 3”. No apareció en 10 minutos.
Más enojada, la profesora Robles indicó que esta vez fuera el director quien ‘pusiera en su lugar’ -así lo
dijo- a la ‘insolencia’ de Mariela, misión que Mario Gonzalo Céspedes aceptó de inmediato y con
emoción, pues era su pasión imponer miedo. Entró hablando con voz fuerte e impostada -había sido
cantor de conjuntos folclóricos de derecha- al mismo baño de hombres y abrió todas las casetas
sanitarias, pero no halló a la estudiante. Recorrió luego el gimnasio, buscando hasta en los camarines.
No aparecía. Consultó a Nanito Huenún, quien cuidaba la puerta de salida desde el colegio hacia la
calle en ese momento. Nada. Decidieron esperar un rato, con falsa calma. Pasó una hora y no hubo
rastro alguno de Mariela. Llamaron a su madre, doña Judith, para saber si de algún modo la joven se
hubiera escapado saltando los muros -difícil, pues son muros altísimos-, pero ella, encendiendo sus
alertas, negó tal hipótesis. El protocolo de acción frente a casos como este señalaba que, dada la
situación, correspondía avisar a la policía. Para evitarse trámites incómodos, en cambio, Céspedes
decidió irse a su casa y permitió lo mismo a Robles, ordenando que los auxiliares que quedaban
abandonaran la búsqueda pero siguieran trabajando una hora más -ya empezaba a anochecer y era
primavera-, con órdenes explícitas a Huenun de informar cualquier salida anterior a lo que él había
indicado. Doña Judith llegó preocupadísima al colegio a preguntar qué pasaba, encontrándose justo con
los jeep del año de Céspedes y de Heidi Robles, quienes no pudieron zafarse de encontrar en su ventana
a la señora pidiendo explicaciones con desesperación y miedo aprendido a ambas autoridades escolares.
Ninguno de los dos bajó el vidrio ni miró a la apoderada. Cuando el tráfico de la calle al fin dio
espacio, se fueron raudamente.

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La señora Judith apenas podía sacar la rabia a relucir en su cuerpo. No estaba acostumbrada, por
ningún motivo, a darse ese regalo. Sólo dejaba vislumbrar en su rostro una pena de expresión caída que
bien resultaba muestra de aguda preocupación y algo de desesperanza aprendida respecto a que alguien
más se interese por sus problemas, en particular si se trata de alguien con poder que pudiera ayudarle.
Sin mucha fe pero con el deseo ardiendo en su corazón respecto a encontrar a su hija, acudió a la
estación de policía más cercana. No conocía a ningún funcionario policial, así que estuvo cerca de tres
horas esperando atención mientras varios uniformados miraban un video en Internet riéndose a
carcajadas y sin mostrar mayor intención de agilizar la gestión de público. De mala gana, un policía
burlesco finalmente la llama al cubículo. Ella reporta que su hija ha desaparecido y que el colegio no
está haciendo lo suficiente para buscarla. El policía le dijo que ‘quizás anda con el pololo o tomando
por ahí, como son los jóvenes’ y su madre insiste en que el modo es raro y que desde hacía un par de
semanas le preocupaba la situación emocional de su hija. El funcionario policial le reclama que ‘podría
haberse preocupado antes’, no perdiendo tiempo esperando a decirle que tenían que pasar varias horas
más para que ella pudiera reportar ‘presunta desgracia’. ‘Pero cómo’ esbozó débilmente doña Judith,
ante lo que el policía se enoja advirtiéndole que ‘no tiene por qué discutirle al personal policial’,
amenazándola de inmediato con detenerla. La madre desesperada guardó silencio. Fue despachada
rápidamente.

Flavia vio los hechos ocurridos esa misma tarde en el colegio desde la ventana de su pieza compartida
con Marioly, su hermana, y la Chicuela, su gata, compañera que encontró en un sueño y que logró traer
a la vigilia. Vio tales hechos porque, de hecho, su ventana de tercer piso de block habitacional da hacia
el patio del colegio. Mientras escuchaba música electrónica ambiental -le encanta-, divisó a Knabu
Diogo asistiendo como pudo a Mariela Calquín y luego yendo a avisar a la ventana del psicólogo
Marconi. Vio a Mariela, asimismo, corriendo a esconderse al baño de hombres y, un par de minutos
después, a Heidi Robles gritando en el patio. Cuando la profesora se fue a exigir medidas disciplinarias
al director, no vio más a Mariela sino que hasta 10 minutos después, también corriendo pero esta vez
más desarmada en sus movimientos, dirigiéndose hacia el pabellón donde se encuentra su sala de
clases. Le pareció raro. Avisó como pudo mediante chat al grupo del curso que algo raro estaba
pasando con Mariela, a quien ya habían notado extraña esos días, con un ánimo muy bajo y

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notoriamente perseguida, paranoica de modo casi constante. Demoraron varios en responder pues
estaba transmitiendo en vivo la rapera urbana Fixita -a Flavia no le gusta ni le disgusta-, líder de
contenidos en Internet. En esa espera vio de lejos llegar al estacionamiento a la señora Judith. Su pecho
se apretó en ese mismo instante. Más allá de su habilidad con los sueños lúcidos, no se sentía
particularmente perceptiva en cuanto a la intuición, pero ahora los hechos objetivos que vio no le
permitían pensar algo distinto. Un mal presentimiento hizo ocupación violenta de sus pulmones. En ese
mismo instante, Flavia se dirigió donde su abuelita, doña Emperatriz, que estaba en el livin-comedor
llenando fuentes de plumavit con tapa con pollo al jugo, arroz y verduras, algo bien apetitoso la verdad.
Tiene buena mano la señora, pero de genio es terrible. Flavia le dijo lo que estaba pasando y que creía
tener información importante dada su privilegiada vista, pero doña Emperatriz le dijo que ‘no había que
meterse’. La adolescente le insiste, ante lo que su abuela reacciona con un enojo intenso e inmediato,
exigiendo el fin inmediato de la conversación. Flavia se vuelve a la pieza y se prepara para salir.
Vuelve al livin-comedor y le dice ‘voy’ a su abuela, quien salta a detenerla pero sin poder alcanzarla
dada la diferencia en rapidez producto de la edad. Desde la puerta le grita improperios a su nieta que,
sin escucharla mucho, corre para tratar de alcanzar a doña Judith, quien tomó rápidamente un colectivo
para ir al cuartel policial más cercano justo cuando a Flavia le quedaban sólo 30 metros de corrida. Ella
no tenía información certera de dónde iría la señora Judith; paso por su cabeza la idea de que hubiera
ido a la policía pero no estuvo segura, además de dudar respecto a cuál de los cuarteles o edificios sería
el adecuado para este caso. Prefirió indagar lo que pudiera en el espacio del colegio, sobre todo por el
lado de la calle del muro altísimo que da a los pabellones a los que Mariela se dirigía. Nanito Huenun
la miraba desde la puerta, atento, aunque no le dijo nada, pues vio que Óscar, alias Motoneta, tío turbio
de Flavia, iba raudo a buscarla para disciplinarla por orden de doña Emperatriz. La agarró desprevenida
y la obligó, con insultos, a volver a la casa. Le ofreció golpes, frente a lo que Flavia sólo se resistió con
todas las fuerzas de su cuerpo, pero sin hablar. Sabía que no tenía caso discutir con el soldado de narco
que poco y nada de dinero aportaba al hogar pero ofrecía a la dictadura cotidiana de su abuela su fuerza
bruta y su afán violento. Llorando, la adolescente entró al departamento ante la sonrisa de triunfo de su
abuela que, de paso, la mandó a confinamiento a su pieza, donde la esperaba Marioly sin saber mucho
de lo que pasaba y terminando de ver, por cierto, la transmisión de Fixita, ídola que cubre de posters su

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pieza compartida y a la que Flavia no le significa mucho más que un laboratorio para poder practicar,
cada vez con más destreza, el sueño lúcido y su anhelo, el sueño compartido.

La señora Judith no alcanzó a alejarse más de 20 metros de la puerta del cuartel policial cuando llegó
allí Jennifer Cuadra, joven y desempleada vecina observadora que, desde las precarias casas que se
ubican cruzando la calle desde la puerta del colegio, se dio cuenta de lo que pasaba y, en su afán de
reporteo para el correo de las brujas, sí logró intuir que la madre de Mariela se dirigiría hacia la policía,
conociendo claramente cuál era la oficina más cercana. Llegó allí acompañada de varias vecinas y
vecinos más, pues Jennifer ocupa su afán de información y chisme para el bien, aunque no se da cuenta
que sin querer termina causando el mal algunas veces. No es alguien a quien se le pueda confiar un
secreto, pero sí es cierto que muchos buenos confidentes se lavan las manos y miran para el lado en
casos en que Jennifer Cuadra se cuadra con su gente sin temor y con alto compañerismo. Al momento
en que la señora Judith cuenta cómo le fue con la policía, la animosidad del grupo se enardece
levemente, lo suficiente como para movilizar rápidamente ocho efectivos policiales a reducir y a
detener a ‘subversivos’ a quienes atribuyeron ‘actitud sospechosa de posible ataque a funcionarios de la
policía’, de acuerdo a la información que el mayor Munizaga, suboficial a cargo, dio en las
explicaciones a la radio luego de que algunos videos de los hechos tuvieran notoriedad moderada
durante unas horas en las redes de Internet. Entre quienes fueron detenidos figura doña Judith, apuntada
por el funcionario que la había atendido a regañadientes hacía un rato. Una funcionaria policial sin su
nombre en la insignia le dejó moretones en sus brazos. Sin fuerza ni siquiera para llorar, la madre de
Mariela Calquín durmió -por cansancio, un par de horas- en la cárcel sin información de su hija ni
acceso a algún oído con un mínimo de criterio. Mariela ya había fallecido hacía un largo rato.

A las 7:55 AM del día siguiente, un grito quebrado de Jonathan Fuentealba, estudiante de tercer año de
secundaria, alertó a la comunidad del colegio respecto a la presencia del cuerpo sin vida de Mariela
Calquín y en un mano un frasco vacío de fármacos sin rotular. La policía tomó declaraciones a un
nervioso director Mario Gonzalo Céspedes, quien señala que la profesora Heidi Robles le comunicó
sobre un problema de conducta de la niña pero que después había sido “algo así como una falsa
alarma”. Denunciaron que la apoderada se acercó al colegio sólo a la hora que ellos iban dejando el

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lugar, dejando entrever un juicio de negligencia luego de declarar no haber recibido más llamadas de la
madre, quien aún se encuentra, en ese instante, despertando muy hastiada y preocupada en el calabozo
de la comisaría. Recién a las 10:25 la sueltan y le pasan su teléfono ya descargado de corriente. Corre
hacia la casa mientras sus vecinas la miran con especial amargura. Ella nota eso y comienza a llorar
inmediatamente, pues esto se suma a los presentimientos atroces que le carcomían la carne por dentro
durante la asquerosa noche bajo la injusta prisión de la policía. Nadie la espera en su casa. Sabe que
ahora sí que está sola en este ingrato mundo. Llorando amargamente al punto de caer con su cuerpo
sobre la pared, apenas tiene mente para enchufar el cargador de su teléfono móvil y encender
rápidamente el celular para constatar que tenía muchas llamadas perdidas, un mensaje confirmando
tajantemente la fatídica noticia y un montón de condolencias en las páginas de sus redes sociales.
Corrió sin más hacia el colegio, relinchando de dolor. Dejó la puerta abierta de su casa. Jennifer y otras
vecinas que estaban rondando el lugar para ver si aparecía -las obligaron a alejarse de la comisaría-
fueron a acogerla para acompañarla en el más amargo de los viacrucis posibles.

Dos años habían pasado, como se dijo, desde aquella horrible estación en la vida. No había semana en
que Flavia no soñara dos o tres veces con Mariela. Pero en realidad Flavia soñaba mucho y, como
también ya se ha indicado, manejaba el arte del sueño lúcido y estaba indagando en el sueño
compartido. Comenzó a hacer eso cuando tenía 11 años, luego de leer una página de Wikipedia que
quedó abierta en un computador de la biblioteca del Colegio, el mismo donde ha estado desde sus
primeros años. Sin ser demasiado curiosa intelectualmente, se sintió inusualmente hipnotizada por lo
que leyó. Empezó a buscar otras fuentes en Internet y llegó a la instrucción clave: Dormir 1 hora y
algo, despertar y mantenerse en vigilia durante 45 minutos y luego volver a dormir para experimentar
el sueño lúcido. Lo hizo esa misma noche luego de ser reprendida por doña Emperatriz por no haber
construido una maqueta de la iglesia de su barrio. Se encerró, a modo de autocastigo, y se acostó a
dormir. Le costó conciliar el sueño a las 8 de la noche. Se quedó durante horas pensando, no sin algo de
miedo, en qué le esperaba en lo que ella ya lograba avistar como un nuevo mundo ancho y abierto.
Finalmente, antes de constatar que se dormiría en segundos, ya con la noche bastante avanzada, cerca
de las 01:00, fija la alarma para las 2:20. Duerme. Despierta y, con dificultad, leyendo una historieta
que antes no le había causado interés, se mantiene despierta por tres cuartos de hora. Al cumplirse, tira

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al suelo la revista y se duerme inmediatamente. Se encuentra en un estadio de fútbol que se encuentra
en su Colegio -inexistente en la vigilia- y está vestida de atleta. Sus compañeras están de porristas y le
están dando ánimo. Loreto, una de ellas, se acerca y le da a beber un jugo rojo que, sin embargo, sabe a
piña. A Flavia le gusta. Loreto le dice "eso es para que hagas la misión que te dieron nuestros
profesores y que nadie te quite la antorcha". Los compañeros hombres, por su parte, construían las
gradas sin terminar del estadio que, ahora, se encontraba junto a una playa nublada. Alguien sin
identificar le pasó un reloj análogo para "tomarse el tiempo". Era grande, como si fuera de muro. Flavia
lo mira y constata que está rotulado con los números 44, 45, 46, 47 y siguiendo. Bingo. Se dio cuenta
de que estaba soñando. En la alegría, comenzó a contarle a todos en el sueño lo que había logrado, pero
en eso la gente empezó a correr. Flavia se extrañó, miró hacia atrás/ despertó.

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SAMURAI CACHAÑA

Usualmente el samurai cachaña camina por los senderos de tractores dentro de los campos mientras
algunas moscas horribles -porque las hay que no lo son tanto- beben en festín la sangre que aún
permanece en la hoja afilada de la katana con mango de pellín que hace poco a algún cristiano arrebató
el hilo que amarra el cuerpo al alma. Dicen en Comala los finaos que ese hilo de sangre amarra el alma
al corazón pero, desde mi estadía en Mata Cuadrada, República del Ñuble, me inclino a creer más bien
que se trata de puntos descosidos que el ángel de la muerte, pésimo cirujano, quitó sin pulcritud de la
sutura entre lo anímico y el hígado. Si el asesinado es borracho, en buenahora se puede colar el hígado
desvinculado del alma para ver cuántos mililitros de alcohol se alcanza a rescatar. Lleva una
cantimplora de músculo, de hecho, el samurai cachaña. Que no se diga que mata porque sí, porque en
realidad mata porque no. Ante el ‘talvez’, sigue su camino. Ante el vino, saca una caña de vidrio y, una
que otra vez, llora. Si lo ves llorar y lo consuelas, te pide vino. Si tienes vino, te pide. Si no, te mata. Si
no le das luego de que te pidió, te mata. Si lo ves llorar y no lo consuelas, te mata. El samurai cachaña
dejó la piedad en un río el otro día y se la robaron. La misericordia se la sacaron de la bodega y cuando
pilló al ladrón lo insultó tanto que a puras chuchás lo asesinó. Pero un retorcido honor conserva en su
doctrina: Al matar a alguien, escribe un poema sobre su piel, no usando sangre como tinta sino que
tinta como sangre que se le sale de las venas en versos que lloran cómo la anaranjada y amarilla tarde
quema la triste escena que los titiriteros de la voluntad imprimen para regocijarse con la crueldad, gore
de los dioses, o como se llamen.

Cierta vez el samurai cachaña iba rápido corriendo hacia el pueblo con el puño de la mano izquierda
constantemente apuntando hacia arriba para que pudiera verlo cualquier camioneta, carreta de bueyes o
caballo. Con o sin jinete. Si el jinete se resiste, muere. Si no, puede volverse un muy buen amigo. Así
pasó esa tarde amarilla y anaranjada de ardiente reflejo de sol en los pastos secos. Catrihuanca justo
venía en un carreta tirada por tres caballos, montado en uno y arreando otros dos que iban supervisados
por unos lazos. Venía raja durmiendo tanto vino y una cajetilla de cigarros Fox le acompañaba en el
asiento, con dos cilindros saliéndose. Traía además un ganso en un saco, con el cuello hacia afuera, en
silencio mirando cual si se hubiera inyectado un libro de Camus, posando en esta pintura de Rugendas

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junto a una chuica llena de algo que parece vino pero que, si nos acercamos, se hace notar como lo que
es: Cebollas en escabeche. Y eso se fue comiendo el samurai cachaña junto a su amigo, con quien iba
dialogando mientras se puso cuatro cigarros prendidos en la jeta acompañados obviamente de una
cañita de vino, una de plástico con flores, facilitada por su esposa María Garrido que la compró en el
mall chino de El Carmen, centro urbano más cercano.

Samurai cachaña en texto normal. Catrihuanca en cursivas.

Oiga qué está bueno el vino amigo ¿de donde lo sacó, es de casa o es de fábrica?

Noooo ese es de la finca e Manolo que sacó hace poco cosechó hace poco hartos barriles y
los vendieron de hecho que andaba una gente con colosos grandes con los camiones y asi
“que bueno” ijo manolo “que me fue bien con esta tirá que dejó harta chamba y lléese
todo el vino que quiera Catrihuanca que hay pa bañar yeguas y un par de elefantes
incluso” (risas) aaah que siempre anda con talla Manolo y nooo está muy bonita la casa
que tiene oiga, harto patio, tiene unos perritos bien bonitos nuevecitos qwue ahi juegan
con los nietos o los sobrinos que son parece que vienen a descansar acá no sé si de Chillán
o no sé, pero que bonita la casa del hombre.

Huuuu! es que el vino de esta zona es más dulcecito que cualquier otro opino, dulcecito y
curaor también por supuesto, pero todos curan, este cura mejor el paladar ¿me entiende?

Claaro el paladar que le hace muy weno ¿no?

Señor, tengo que decirle algo. Maté a alguien (silencio, ocho segundos). Disculpe que se lo
diga pero tenía que decirle la firme y le digo: Maté a una persona hace un rato, allá en el
bajo, vengo de esa pega. O más que pega, era un trámite muy necesario.

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(silencio de 4 segundos) No gancho si con que no me mate a mí yo no tengo problema (risa
nerviosa), mate a quien quiera, oiga ¿y usté mata pa’ comer? ¿Se come a los finaos
después o qué hace?

(risas; se relajan ambos) Nooo, yo no me los como, cómo se le ocurre, igual no le hago asco
en caso de hambre, pero en este caso no es que me los coma sino que tenían simplemente
que morir y a mí me toca matarlos. Mire, los cadáveres luego yo los someto a un ritual bien
bonito: Les escribo un poema sobre su piel, les amaso con un aceite especial que los deja
con un buen aroma y vuelve mucho más lenta la pudrición, lo envuelvo en unos paños que
hago de sacos de harina, que los tiño, y los entrego a la policía discretamente. Me ven pero
nadie me dice nada porque, yo pienso, no se atreven. Una vez tuve que pitearme a uno de
ellos lamentablemente, no voy a comentar por qué pero le digo, usted quizá me entiende
amigo, amigo ¿cómo se llama?

José Evangelio Catrihuanca pa servirle

Don Catrihuanca yo le digo: Hay gente que merece morir. Que tiene que morir. Que su hora
ha llegado y que el modo indicado ha sido la ejecución, la más honorable de las ejecuciones
oiga.

No si de que se tienen que morir unos cuantos culiaos es verdá (risas)

Don Catrihuinca ¿Usted quién piensa que tiene que morir? Así por ejemplo.

(piensa 9 segundos y toma un trago largo de vino) Nooo yo creo que el manco Lucho y que
me perdone diosito porque le falta una mano y todo pero el manco Lucho conchesumare
tendría que morirse y puta que dan ganar de matarlo al culiao porque es un delincuente
culiao no de esos que roba pa comer sino que roba para hacer daño oiga, reculiao grande
no má ese aparte que además le pegaba a la señora a la suegra los hijos y hasta los perros

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los agarraba a patás y andaba gritándole weas a la gente que pasa nooo si el
conchesumadre ese ojalá un dia se lo piteen pero no soy de corazón de decirle a usté que
lo haga porque tampoco no me meto ná, usté sabe a quien mata a quien no mata pero de
que es reconchesumadre ese viejo reculiao puta que lo es.

Por lo que me cuenta, claro que sería posible que alguien quisiera matarlo, igual
recomendable que se siga el conducto regular como le dicen y lo denuncien a los pacos y se
cumpla ley, yo sinceramente soy partidario de eso don Catrihual, no me gusta eso de que la
gente se ande creyendo dueña de hacer justicia y anden cobrando ajustes de cuenta o andar
matando gente a sueldo, yo creo en las instituciones aunque no lo crea, amigo. No mato
gente porque sean unos conchesumadres necesariamente, a veces resultan serlo y otras
veces una lágrima se me cae y se parte en el filo de mi katana oiga. Menos ando haciendo
asesinatos a sueldo, yo no soy sicario, amigo, yo he matado a varios sicarios si, pero no
necesariamente porque sean sicarios ¿me entiende?

Lo entiendo gancho oiga perfectamente y mándele vino mierda (le sirve una caña hasta
arriba, rebosante, botando líquido sobre una manta que anda trayendo) y le cuento sabe
gancho yo sinceramente le digo que yo también he tenido que matar pero fue en defensa
propia oiga, yo una vez casi me voy pa’l patio de los callaos y eso que ni siquiera era por
unos animales míos por último sino que eran de mi patrón de ese tiempo, yo era cauro, yo
trabajaba en las cerezas pa’ Pemuco y también cuidando en las noches los campos ahí del
mesmo dueño pa que no se roben los animales y ahí llegaron unos cuatreros, hartos
cuatreros, yo estaba solo en una ranchita cuidando en la noche los novillos las vaquillas
un par de bueyes que tenía el hombrón y se los querían filetear ahí mismo, en vez de
llevarse las weás por ultimo las carnes pa’ faenar en la casa pero la hacen ahí mismo los
reculiaos y me cacharon que yo estaba ahí con una vela encendía escuchando “El
lecherito mexicano” en la radio y no pasé piola, qué iba a pasar piola ahí si yo estaba
cuidando y siempre las noches eran tranquilas, más aburrías que otra cosa la wea pero ese
día justo andaban esos weones y empezaron a dispararme a mí, rebotaban las balas en la

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lata de la rancha, tremenda tronaúra que tenían los culiaos, y yo tenía una escopeta
grande y con esa me fui pa’ un altito que había ahí, que justo estaba escuro y les apunté a
los culiaos y le di a dos, a uno en la pierna y se fue cojeando, los otros culiaos se fueron
arrancando y a uno de los culiaos le dí medio a medio en el pecho y me lo pitié, lo maté al
culiao y yo no sabía que chucha hago ahora, salí rajando a la rechucha a esconderme, me
puse a llorar, lloraaaba, chirreando como caurito chico, de verdad le cuento que me puse
a llorar del miedo de no saber qué weá había hecho y esa fue la verdad la primera y
última, no salgo ni a cazar, aunque una vez si tuve que salir a empuñar un rifle porque
andaban hace poco no sé si se acuerda otros weones robando y ahora si que hartos
culiaos, pero ahora tiré un balazo pa’ arriba y salieron cagando todos los culiaos
parecían loros los culiaos rajando (risas).

Oiga Catrihue no me diga ná, me dejó pa’ la cagá con lo que me acaba de contar, qué
quiere que le diga, y déjeme que le diga, a usted le pasó eso y me entiende bien entonces lo
que le quiero decir. Esa persona que usté mató tenía que morir, en este caso no se sabe por
qué, pero usted no lo mató porque pensara que tenía que morir sino que para defenderse, o
quizá sin pensar no más, pero no andaba usted dando muerte a nadie creyéndose justiciero.

Noooo yo qué voy a andar en esa wea yo no ando ná con esas cagás yo trabajo en el
campo nomá no le hago ná daño a naiden, puro wear nomá con los viejos culiaos ahi meta
tomar vino contar chistes escuchar rancheras o bajar con la vieja a pueulo y llevarla a
comer alguna cosita oiga, yo soy hombre de bien pue oiga, yo no soi ná asesino como
usted, con respeto si, con mucho respeto, a mí me tocó matar esa vez pero usté gancho lo
hace como trabajo lo veo aunque ya me dijo que no lo hace ná por encargo pero sí porque
tiene que hacerlo por deber y yo no soy quien no soy ni cristo ni diaulo pa decirle algo,
aparte que me cae bienazo, buena gente oiga, salucita salú tomando mierda (chocan vasos)
¿cómo es que se llama usté?

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No tengo nombre, don Catrihuinca. A todo esto, le he dicho cualquier otra weá, ahora ya no
se me olvida más su apellido, don (risas). La verdad, como le digo, no tengo nombre. La
primera vez que maté a alguien con esta misma katana, que fue de hecho la primera vez en
todo sentido, renuncié a mi nombre. Saqué un tarrito de pintura esa vez y en la espalda del
hombre escribí el que era mi nombre, al que di sepultura junto al cuerpo esa vez, esa última
vez en que me referí a mí mismo con esas palabras que ya ahora, no le miento, se me
olvidaron, o a veces tiro a recordar pero ya con duda ¿me entiende?

No me diga, gancho

La pura verdá nomá.

(silencio, 6 segundos) Y entonces pa’ cuando hay que llamarlo ¿cómo hay que decirle
entonces? (risas) “Oiga.. amigo… oiga… el hombre de la espada larga”, cómo chucha lo
hace cuando la gente tiene que ubicarlo por alguna cosa, no sé, eso si se que no se haía
visto por acá oiga, mire que va a andar sin nombre, le creo en todo caso gancho porque yo
me doy cuenta y de verdad le digo que me doy cuenta que usté es hombre honesto, weno de
aéntro, de corazón bueno (comienza a llorar), de mente bien clara también, que reconoce
además lo que hace, lo que hizo antes, incluso reconoce que va a seguir matando gente y
dele nomá pa’elante y yo rezo por usté pa que diosito entienda el asunto que no es ná tan
fácil de entender, le digo con respeto siempre pue amigo, no es ná tan fácil de entender de
wenas a primeras pero diosito es grande es justo y quizá también él ha tenido que matar
pue, si no le digo que en la santa biblia dice que una vez dios tuvo que matar a todos los
animales y todas las personas del mundo menos los que salvaron en el barco de no me
acuerdo quien chucha pero ahí murieron todos, dios se piteó a todos los culiaos no má y
después hizo el trato de nuevo y les dijo “ya, si dejan la cagá de nuevo ya saen lo que
puedo hacer”, mostrando todo su poder diosito así que yo no digo ná cosas en vano ni
weas porque quién sabe se enoja el hombre me manda un rayo me parte el tungo la raja la

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espalda me quema entero quedo pura ceniza nomá ¿quiere otro cigarrito gancho? gancho
no más le digo porque no tiene nombre pue (risas).

Justo en ese momento, se ve en la vera del camino un hombre de mediana edad con boina y manta que
orina junto a un cerco mientras su caballo pasta y bebe agua de una acequia muy limpia de plantas
rojizas que tiñen su reflejo y le hacen parecer el flujo de acopio de la sangre de los asesinados del
mundo, de la historia. Al acercarse, sin embargo, el agua se denota cristalinísima, capaz de tener
cualquier color que se le antoje al pintor. Hablando de pintor: El que orina es justamente un pintor. Un
poco más hacia adentro, en un pequeño espacio entre árboles justo a una antigua gruta sin virgen,
descansa su cuadro y sus utensilios. No se ve el cuadro, pues mira en dirección opuesta a la de quien
contempla desde el camino. El samurai cachaña le pidió detenerse por un minuto a Catrihuanca: el
deber le llamaba a matar a este hombre que, por cierto, aún no finalizaba su mear. No alcanzó el
borracho conductor de la carreta a detener totalmente el vehículo cuando, ágilmente, el samurai
cachaña saltó desde su asiento hacia la acequia y, con dos cigarros en la boca, hizo una maniobra con la
katana que decapitó inmediatamente al malogrado artista cuyo cuerpo cayó al suelo con el cuello
chorreando abundante sangre en todas direcciones y con las manos aún en el pene que, manchado de
pintura al óleo negra, roja y amarilla, goteaba aún sus últimas ureas. Luego de ese fugaz momento, el
samurai cachaña se limpia de la sangre que le salpicó en la acequia ya mencionada -que se volvió un
tantito más roja que antes-, medita unos segundos y luego saca de su morral unas sábanas para envolver
el cuerpo, aunque antes escribió sobre el pecho del cadáver el siguiente poema con un plumón, uno que
adquirió en una librería de El Carmen:

Tarde necia de hosco noviembre, remito ante tí


mi pena parida y el riel sin rueda de mi tren sin paz
cortos y largos suspiros maltean la juerga en la melga
melga en que las frutillas acicalan un grito a mi llanto
no bien la murra reciba el gusano amarrado de mi culpa
y que se saque pulpa y pernil silente del juicio en veda
humaredas abiertas, esculturas cerradas, nuevos aires secos

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lobos haciendo eco de ladridos mal paridos de perros de lejos
chancho, pasada de salida de cuenta atroz del halo magro y clavel
derrotada hoy está la sutura del bien no hechicero
¿son las tinieblas de cartón O acaso simulacros de aceite de niebla?
poco respiro a estas alturas en que el polvo de ojos raspa y pincha
se hincha el pecho del fluvial rastrero de pelos recios y cuadra ciega
pudridero, sazón de vida, generaciones podridas en el jardín de los cielos

La “O” mayúscula del verso que se pregunta por la naturaleza de las tinieblas coincide con el ombligo
del cuerpo descabezado del pintor. El aceitado ritual del cadáver es llevado a cabo por el samurai
cachaña mientras, con la carreta detenida, Catrihuanca no mira sino que simplemente fuma mirando
hacia adelante. No está feliz ni triste. Menos asustado. Nunca enojado se le ve. Calmado espera. El
rabillo de su ojo alcanza a notar el cuadro que está de espaldas al camino. Quedó inconcluso. Se le cae
ceniza del cigarro y le quema el pantalón. Le duele un poco pero se sacude rápidamente. No emite
sonido alguno. Se cuida de hacerlo para no sobresaltar lo que ocurre tras su carreta.

Luego de 10 minutos -quizá un poco menos-, el samurai cachaña termina su faena y se sube
nuevamente a la carreta, tomando asiento junto a Catrihuanca y sacándole un cigarro de la cajetilla, que
ya se va vaciando. En El Carmen compran otra, dice el samurai cachaña. Implícitamente, el portador de
la katana -esta vez lavada- espera que el silente carretonero haga partir nuevamente a los caballos, pero
ello no ocurre. Luego de 8 segundos, Catrihuanca habla:

Oiga no vio que pa’llá hay como una pintura una wea así que parece que el hombre estaba
pintano antes de venir a mear, a pegarse su última meá (risa nerviosa).

Oiga, tiene toda la razón.

Silencio. Hacen salud y toman más vino. Como que se tira a curar el samurai cachaña pero no pierde el
foco. Catrihuanca va hecho bolsa.

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Silencio.

Se bajan ambos al mismo tiempo de la carreta y van a mirar el cuadro. Se pone algo más rojo el
atardecer que avanza lenta pero inexorablemente. Llegan al atril y miran el cuadro.

No lo pueden creer.

En el cuadro la pintura ya estaba casi lista, prácticamente lista. Una pintura con algo de impresionista,
de trazos gruesos, aunque se puede observar con detalle la escena: Un cielo rojo del mismo color que el
que les cubre en ese momento, una carreta idéntica a la de Catrihuanca, incluyendo hasta el ganso y la
chuica de cebolla en escabeche. Hasta se dio el trabajo de dibujar una cebolla mascada en el costado
del asiento que va vacío. Los caballos, también idénticos a los reales, posicionados exactamente de la
misma forma. El corcel del finado, por su parte, no aparece. Miran hacia el sitio del suceso Catrihuanca
y el samurai cachaña y comprueban que, efectivamente, el animal se ha escapado quizás hacia dónde.
El pintor, de hecho, se dibujó a sí mismo decapitado, con las misma boina, la misma indumentaria. La
acequia roja a veces y multicolor en otras, exactamente como se repartían esas tonalidades desde el
punto de vista del ojo que se sitúa tras el atril en esa misma situación. Están anonadados. No tienen
miedo. Curiosidad, difícil saberlo. Estupefacción, sin duda. Se trajeron un cigarro cada uno, por cierto,
y lo prendieron en ese momento. El viento lanzó el humo hacia adelante, hacia la escena. Y la
distorsión de la imagen que vieron, torcida entre blancos visillos volátiles, también estaba pintada.

Estuvieron mirando la pintura unos 5 minutos. No dijeron palabra alguna, aunque sí lanzaron varios
escupos. Sólo se volvieron a subir y miraron hacia adelante, sin partir de inmediato. Cada uno con su
vaso a medio llenar y con la cajetilla ya vacía. Absortos, pesan como el óleo sus cuerpos y su
circunstancia. Así, vistos desde adelante, con sus rostros plenos hacia el ojo, se les inmortalizó en otra
pintura impresionista: El nieto perdido de Rugendas quiso inmortalizarlos y se presentó con su obra en
un festival municipal de arte en Coelemu, pero el jurado lo desestimó. A la profesora de artes no le
gustó, porque ella en realidad hace telar y en eso se especializa. Como no se interesa por la pintura,

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sólo se fija en lo que le interesa y, la verdad, ni se molestó en ponerse los lentes para ver más allá de la
borrosa imagen que escrutó. Así, hoy ese cuadro duerme bajo el polvo en los bodegones municipales de
tal pueblo, meado por gatos, escondido tras unos muebles podridos, muy antiguos; eran archivos,
probablemente, aunque hoy sólo guardan cucarachas.

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ALEGÓRICA

Se extiende una línea desde el centro de un círculo hacia un descampado blanco situado hacia el norte,
un norte claramente arbitrario que debe permanecer así debido a la imposibilidad práctica de predecir la
orientación espacial de una hoja de papel física o imaginaria que intente hacer boceto de lo aquí
expresado.

Comienza esto nuevamente.

Puentes sobre el mar de aceite

Se extiende una línea desde el centro de un círculo hacia un descampado blanco situado hacia un
arbitrario norte. Mediante dos pasos niveles, dos carreteras de sentido cruzan por debajo de la línea
antes nombrada desde el oeste respecto a tal norte arbitrario. Su curva hacia la izquierda -hacia la
derecha, desde la perspectiva de su propio avance, cual si fuera tren con maquinista- la redirige hacia
mis ojos. Mi pupila es la entrada a este túnel infinito que recorre mis entrañas y que, si bien tiene
salidas, pocas señalizaciones ostenta en su estado actual de desarrollo. Las carreteras, alejándose de mis
ojos, van girándose hacia allá en torno a su eje longitudinal, aquel que parte a cada una en dos caminos
más delgados de igual distancia recorrida. Si hago zoom, veo que tales carreteras luego se enredan en
una densa maraña que va formando una ciudad con forma irregular, muy similar a un rollo de película
fuera de su carrete o a un papel higiénico asaltado por un gato. Bajo las líneas iniciales y estas
carreteras, un mar de azul aceitoso, opaco y gelatinoso, deja ver esferas color rosa flotando como boyas
sobre él. Estas boyas delimitan, quizás, dos o más dominios que, al necesitar límite, implican el
encapsulamiento de un conflicto que, de desatarse, destriparía a cuánto ser consciente no recorra sin
precaución ni prudencia los laberintos formados por los hilos de estas boyas.

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La colina del quiebre del espacio

Hacia la derecha de mi visión -de hecho, debo girar mi cuello para configurar esta escena- brilla con
ácida luz blanca el abrupto fin del mar en una recta que da paso a una colina plana de blanco
inmaculado que es una nada con pendiente, una inexistencia en la cual podemos resbalarnos, un
tobogán que, a primera vista, nos lleva a un refrescante -y viscoso- piquero en las aguas lentas. Veo un
viajero tirándose. Mis ojos se equivocaron. Poco antes de llegar al agua, el arrojado sujeto se ha
desintegrado. Vi su sangre teñir el agua y la colina blanca. Ambas facciones físicas de la distorsión
fueron pintadas por un rojo incluso más intenso que el de la sangre común. Me atrevería a decir que se
trata del verdadero y oficial color rojo, la frecuencia más baja del espectro visible para nuestros
limitados y soberbios ojos. Algo del tiempo-espacio-realidad-existencia se quiebra inevitablemente y
sin duda en aquel límite donde yacen los granos del finado. No encuentran mis ojos forma alguna de
enfocar esa zona sin que alguna de sus partes se vea borrosa. Se ve como una geometría imposible de
captar y procesar íntegramente con el estado actual de la visión binocular humana. Tendré que inventar
una forma de ir a recorrer por allá sin morir, ojalá.

El jardín de timbres que nace de la sangre

De la sangre no brota desazón sino que flores multicolores. Es impresionante lo fácil que resulta
escribir "flores" y enseguida "multicolores", dada la rima que sugiere encadenamiento de sentidos. Veo
que voy tejiendo un mapa; no es más que cartografía esto de la escritura descriptiva. Hace años que
abandoné las ideas constructivistas; con todo lo que he hablado y escrito, varios universos ya deberían
estar disponibles para los desposeídos y suficiente cáñamo habría para disfrutar, sin escasez.
Precisamente, este jardín de flores nacidas de la sangre de una violenta muerte -¿violenta?- no es
creado por mí sino que aparece ya existente ante mi débil experiencia, aquella que está arrojada en un
prado esperando el tiempo preciso para volver a ponerse de pie. Mi rostro quiere oler tales flores y,
para eso, extiendo de a poco mi cuello y me enredo bajo la línea inicial que nació del círculo matriz.
Doy caprichosas vueltas a las carreteras que se dirigen hacia la maraña. Giro a la derecha y mi rostro

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llega a la escena. El cuerpo de este esquiador -ahora, de cerca, veo que es esquiador- está dividido en
pedazos de tamaño similar. Parece un jarrón quebrado, inmediatamente congelado en esta nieve que, a
propósito, no es nieve sino nada. Mi cara, de hecho, se escarcha en la nada a partir de que en esa nada
tampoco hay calor. Ni frio ¿O el frío es la ausencia de calor simplemente y por tanto no existe a pesar
de ser nombrado? ¿Puede acaso no existir lo nombrado? Hay frío en esta nada, aunque quizás el frío
viene del origen de este cuerpo muerto. Huelo las flores, que presentan formas tan variadas en sus
pétalos como triángulos, óvalos, formas tradicionales de pétalos, ramas fractalizadas y diamantes de
naipe. Presentan una fragancia común que es mezcla de las particulares y cuyo crisol es visible en el
aire: Timbres brotan de los pétalos y de las hojas altas de los tallos. Esos timbres chocan entre ellos y
se deshacen dando lugar a alambres muy delgados e incoloros que caen al blanco de la nada a
desaparecer. La pared de esta nada, lienzo de la sangre y base terrosa de las flores, parece existir sólo
para mis oídos y mis ojos, pues toco y toco y sólo vacío siento. Mi cara está encima de las flores y los
timbres secretados por ellas me besan. Colisionan con mi cara y la tiñen de sensaciones que podría
resumir como "dulces" y "quemantes". En un ánimo juguetón, he soplado los timbres. Repentina y
violentamente, dos planos se disgregan en donde yo estoy. Uno de ellos se lleva mi cabeza a una
velocidad cercana de la luz. Tanta fue la rapidez que el grito de mi miedo aún se quedó en esa escena
que ahora está tan lejos de mis narices.

El andamio

Mi cabeza ha amanecido en una jungla muy húmeda que muestra longaniza colgando de distintas vigas
dispuestas formando equis y repitiéndose en distintos niveles hacia arriba en un andamio construido
quizás para dibujar la obra que es posible mirar desde mi posición y que se encuentra aún en proceso en
un techo de hoja de bloc y colores materializados en acuarela. Huelo las longanizas y busco algún
sartén en esta escena, pues quisiera freír esos embutidos en el aceite verdoso que veo brotar de hojas
pequeñas dispuestas como cerco de ligustrina formando un corral hexagonal que me encierra a mí, a
dos ciervos rayados con spray y a un policía polaco sin brazos ni piernas que llora mientras aspira con
su nariz los restos de barras de tiza que yacen junto a un inmenso pizarrón de escuela de campo que

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cuelga de una de las aristas del andamio y que, por cierto, también da cobijo en su travesaño superior a
algunas longanizas. Cuando me tomo la cara, percibo que su consistencia se ha vuelto similar a la de la
plasticina. Me he sacado un pedazo de mejilla y he moldeado un cigarro que he prendido con el fuego
salido de la pistola que ha asesinado al policía polaco y que flota cual si algún ser invisible hubiera
acudido a la solicitud de piedad del personaje amargado. Le he pedido a los dos ciervos que se ubiquen
cada uno a mi lado. Tomé el cuerpo del difunto policía sin extremidades y lo llevé junto a mí al centro
geométrico de la base de los andamios. Un escudo de una nación inexistente, ya derrotada por los
crueles imperios del lado infernal de la imaginación, se constituye por la imagen de mi cuerpo de
plasticina que cuenta con 37 brazos moldeados con los que abrazo hasta engullir, cual fagocitosis, el ya
relajado y siempre digno cadáver de este otrora guardián de la ley que probablemente llegó a este lugar
investigando la muerte del esquiador. Los ciervos se han posado fotogénicamente. La pistola se ha
evaporado; de las pocas gotas que se condensan y caen ha brotado una flor de cala de cuyos pistilos
salen cuellos y cabezas de gansos que comienzan a entonar canciones que van agregando miel como
revestimiento de los palos del gran andamio.

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EL TEMPLO DEL PARQUE

Proyéctese construir un templo en la magna Villarrica que resultará -sobreponiéndose a la crueldad de


los procesos de degradación histórica- de la inminente urbanización que convertirá predios en villas,
cabañas en torres y bosques en parques.

El templo ha de tener un techo cuadrado en pirámide, construido de tejas, sostenido sobre cuatro pilares
gruesos de madera que han de estar empalados formando un cuadrado perfecto de 250 metros en la
medida de su lado. Su base es un jardín de flores bajas; se ha de procurar que la altura mayor no supere
los 10 centímetros respecto al nivel de la tierra. El pasto es su superficie predeterminada; dibujados
entre pasillos de prado florecerán los bajos y variados colores de sus jardines.

Los pasillos de pasto recorren las aristas exteriores del cuadrado y las dos diagonales. En el centro, un
pasillo con forma de anillo encierra el jardín central, pérgola cuyo núcleo es una maqueta a escala del
mismo templo que contiene, bajo su pequeño techo, un prisma piramidal que indica y simboliza la
replicación de otros templos a escala hacia lo ínfimo. A mitad de camino por cada diagonal hacia el
jardín central, un círculo de pasto recibirá a meditabundos y cansados. 4 caminos diagonales hacia el
centro; 4 círculos de pasto.

Allí, guareciéndose del sol y de la lluvia, la contemplación contará con una sede en el profano paraíso.
Erigir este templo será bueno si ocurre ello en la colina que baja desde el sector Los Volcanes hacia la
carretera que va a Pucón bordeando el lago Villarrica o Mayolafkén; necesario será, además, que tal
colina sea área verde enriquecida y llamada Parque del Templo, al mismo tiempo en que el templo
tendrá el nombre de Templo del Parque.

Disponer de dieciséis artistas marciales que cuiden el templo, con grupos de cuatro que se posicionen
ocupando las esquinas, con turnos de seis horas cada cuadrilla. Que se les pague bien y se les salude

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con amable reverencia siempre, sin excepción.

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CONFESIONES INCOHERENTES

“Es cuando dejas platos en tomas


de señoritas en admisión digestiva…”

En volá, el perro es claro en ya

Puede que nada especie de ser la culata del perro con balizas en la cara, no, porque el marxismo huele a
sal y la sopa es no. No, no, no seas así, que el mundo no se va a acabar, sino que las olas mueren según
el negro ardor de tus crepúsculos sangrientos en poblaciones de gatos violados sin consideraciones
sociales ni informáticas. Loro. Nariz para tú es celular para tu abuela china, tu tío en ratón no pasa nada
porque el óxido es rey de la caca. Los rulos de tu cera asumen que la vida es pony sin matas de cedro
natural y la impresora según tu es producto de la contracción tecleada de tu vida tintineante y tu auto
feo. Sí, eres así y nadie freirá arañas en huevos azules porque me duele tú.

Mata, mata, y la vida es una rata. La muerte acoge a tus vidas sanguinarias y a tus corredores del
ascensor de tortugas poetas y monos proxenetas. García se fuma un gato. Shakespeare no habla por
techo hasta que el cuerno de la tele se vea envuelto en espermios de azufre. Lee de esto y mátate con
hidróxido de caballo, muele una micro y dame razones para poner mano en raja y ver la vida desde un
alfiler de rana. El desdén de las carrocerías del cerco de tu perro es pulento, no, no, si, es pulentamente
rojo, levántame un letrero en mi rana y róbame en cargo de segundos de bus.

En volá, el perro es claro en ya. Y tú no. Tú, gata.

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Es claro. Tú no das taza a tu gente

Por qué, por qué, la rana murió cuando tú eras celular según No. No, no, no, no, negativamente eras
sanguijuela de indias, la luz se tarda en comer teclado de cerumen envidiable, escucha mi sobaco. ¡No
vueles tan frío que la vela de tu vida tiene rinocerontes escritores y nada que ver con el pan de moco ni
seas tan penca, no! La chasquilla de tu volada es tremendamente caliente pues el molino de tu dolor es
paciente y con los medios ojos de campana. Pásate la mano por el silencio de las vidas sufrientes de los
espejos sexuales de los índices nacionales. Es claro, tú no das taza a tu gente.

La interrogación de tu número auxiliar es siguiente: Naaaaa, la pulenta ciudad de oro es irreal sin perro
en no. Triángulos viven en mutuo acuerdo sin tus violines y tus errores de la inconsciencia de la rueda
en fuego durmiente y cuchillo atómico. La gripe es etiquetada sin reciclaje en bolas de vaca, es cuanto
Pelé me agarre del lomo y te muestre la mantequilla de tu infancia, nada será más raro que tu cara
envuelta en viajes de baños encerrados ni posiciones fetales de vóleibol. Es claro. Tú no das taza a tu
gente.

La crisis es estadísticamente logorreica en cuanto la moto no me cause negras asociaciones con tu vida
en viga. Sapo. La podredumbre de tus axones es posible que no raja de más razones del alma. Michael
Jackson prefiere azúcar de los bajos y fecales estandartes de tu aprendizaje coherente. Es claro. Tú no
das taza a tu gente.

De cuando me freíste arañas en nada y tú sí

La vida no me puede realizar un computador según el viejo de la nieve cara, los jotes sociales me
pueden poner atrás una relación sin pinos ni poderes de horqueta en pepino, chino. Las ruedas del perro
me poseen en tal discreción fortuita de tus cloradas manos de negro y el plástico me dice rayas. En
volá. En pasas de pulentos me duele no. Desde que las nutrias me colocaron soda cáustica en mi perro
inferior, que te odio. Y con café.

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Compañeros, traigan espacio que el perro ha dicho: “Poned mis realezas en cuanto yo, que los cables
celestes de tus ojeras tradicionales son sí”. Pendiente es tu gato, potente es mi bus catatónico,
rumbeante es mi bigote de las canciones de arroz imputado. Díganle al mono que prepare
computadores con frutilla nihilista, nada me puede salir mal, nada puede darme plátanos, nada quisiera
esperarme que mi año de la coca deponga un reggae maldito por las hordas del buey. En todo caso, tú
eres feo.

La biblioteca de tu saliva presenta reacciones acústicas a la sonora de la alfombra motriz. Tú no sabes


de qué habla el perro egoísta de tus gatunas situaciones musicales. Nada, nada de tus conversaciones
pretende fumarse una navaja de óleos especiales para inyectar lagartija en raja. Cuidado con la caja. La
caja de dioses embotados en chocolate ácido y peces caca.

Gorila. Estupefacto me sopeo en claras de matriz. El trabajo del ganso posee actitudes matriarcales de
perfectas casas de la colonia de patos realistas, patos socialistas y en cuanto arregle mis pantuflas te
acuso con Dios.

Es cuando me miras que yo vomito en perro. La chancha se murió cuando tú oíste la caña de tu vida. Y
préstame tu cuerno de cara que la xenofobia es plato de los días de tu especie de la pelota. La niña de la
parranda retocada es de avenas españolas y tú pasas gratis. Es claro, tu vida es de señores volantes y
metros radiantes de la influencia de tu zapato. Depongan el aterrizaje de la gallina, y escuchen al
estuche de tu infancia procesada en tambores de jilgueros y maderos de conceptualizaciones rana. De
cuando la idealización de tus aprendizajes me considere las cucharas, en ese momento seré feliz, pero
con pájaro.

Sin embargo, sí, eres pato de jeringa pulenta y dos veces. Oye, dame celular, tengo harta decepción
respecto a los pavos de gominola.

Arma la carreta y déjame aceitunas en la muralla, es cuando podemos pensar que el diablo propone

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estrategias no muy abrigadas de potente evolucionismo. Departamento. Salta desde la barranca del
arroyo oficinista, tu poesía es sabor de comas, y de rebeldes sopas de indio sobreseído. Rojos pollos
estudian en la porcinosa ventana de nalgas espaciales. Me fumé un ovni y eso me dio rabia.

Tírame un mochilazo y ve el paisaje, pues la tríada de tus espaldas decomisa en porotos alemanes tu
queso psicosocial. Goma, en perro 2. Comunistas en 45534446 de cuando tú eras muy fome para comer
mesa. El estudio del armario andino es interesado en errores de la maldición del espectáculo de los
negros potentes ¿Eres perro rojo? ¿O ganso florista? De todos modos, cuantas veces me pegues amor
por la venérea posesión de tu derecho a rodar, todas esas vidas serán poetizadas por cuanto tú quieras
ojo. Ya lo decía en el año de la cebada la estupenda rana diputada: “Mirad las calles, oíd sus
estupefacientes sillas, que no, claro que tu perro es oriundo de la pasa social, en no y trae fuego que la
jarra de fue de juerga”. Es posible que cuando seas 45, mueras.

Depone mi relación rusa. Sí, cuántas veces no les pediste a tus vacas que te asesoraran en las francesas
porras, y ellas te negaron todo derecho a retoque de pollos de billar. De donde sea la segundera
relativización de sapo, más común será el sonido de tu firma.

No. Bueno, sí. Hay pan.

Producción de perros rojos

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Su modelo es inca, y eso es creencia de la computadora reelecta en seres de públicos tratos de taza. De
cuando me hablaste en cocodrilo, que existe ponencia en sí de no perros para la desolación del
ministerio mortuorio y el campo es OK. De todos modos, sí. Me duele la mitocondria, por campos
llenos de fantasías pasarelas de teclados pornográficos y vísceras eclesiásticas, por campos tratados con
análisis de aceituna, y un campo botado en mi alacena de indias.

No hay jerarquía en tu gato. Los cigarros gritan y yo declamo por más avena de vencedores en el
pescado. Decía el perro 45: “Dime cómo puedo vender ventanas parafílicas si tu realidad es inconexa
con el bruto de tus manzanas gatunas, en sí cuando no según la lepra de tus sórdidos ojos de buey
cerrado en masa”. Francamente, hámster.

Es raro que el tango posea gatos sin fondo, es raro que tú estés vivo dentro de las coherentes lagunas
sociales de estímulos causales de reclamada inquietud presocrática en cuánto perro se te cruce por tu
alborada de presencia de gotas. En trato. Dobleguemos la modalidad de la muerte anónima y del
anunciamiento de la fanfarria de tus pavos que caminan en celo. No veas tele porque el gato no tiene
dos caras.

Tres peleas de tigre me proponen relaciones exhaustivas con tu rama de troncos peladeros. El timbre de
tu queso me llama y el perro vuelve a hablar, pero con plato: “Haz de la potencia tu esclavitud de
manzanas y pone la viga de tu escudo en cuanto mi hacinamiento te intrigue la casa de sapos”. Nooooo,
nooo, no me propongas que saque palabras de tu acento mochilero y de tus colores no parlanchines de
zacatecas. Ven a servir sopa que la vida es verde y tú pareces gato chino.

Dobla la pulenta mujer del vidrio dirigido hacia el inglés refutado en ausencia del baño por bibliotecas
de enfermos y crudos de calzones polarizados.

Dando razones para que la escuela produzca acerbos de posición vergonzosa, he aquí tu perro.

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La raza del bostezo alemán con porros no

No me digas que la rana estimula los estatutos de tu frente agria de estudios y situaciones transversales,
pues cuando yo me comí el tránsito de tus amargas y recelosas legumbres, tu vida es otra. En puerto de
hacinamiento. Sí, es probable que demos perro a tus rulos infructuosos de policía senil, aunque el
acondicionamiento de tus espermios no contribuya a tomar mate con puerta.

De cuando tus gordas moradas me tiran aire por la culata del perro cámbrico, el rey vaca nos cuenta:
“La borra de tus espacios sinuosos me tratan de prevalecer la naranja de tus lanzamientos prosódicos y
tus preservativos de perro”. No hay cosa más bovina que tu infancia.

La familia de tus retrógrados votos me llevó a realizar una boya amarilla llena de colaciones en
procesador. No hay café. El prelado de tus prerrogativas me confiere un pueblo en botella y préstame
un país para limpiar el diente de mi estufa. Los nudistas ya me trajeron manzanas y tú sigues en la
etapa de la piedra sin cola y parte una sandía que el mundo se va a acabar dentro de 3 kilos. Derramen
ratas en mi espalda ¿No ven que soy candidato? Depongan el cuadro de mis esperanzas fúnebres y
consideren que mi kiwi es la herramienta esencial para el precursor de mi espada según si cuando no.
No piensen. Mejor, hagan palta.

Ayer estudié leche. El sonido de tus estornudantes presentaciones de urbanidad me trazaron unos
parásitos dentro de mis escuálidas pretensiones de poder procarionte. La lengua del dios pegamento no
fue fácil de tribular, en cuanto te sientas en mi correa de embalsamamiento y tus perros me dicen cosas
de marcadores pretéritos. Estás enfermo de pantalla. El huevo ya lo anunció en el día sangriento de la
estufa a plástico: “Vengan todos a su maraña de religiones proteicas, pues la víctima de sus goles recae
en la censura de su pan con video y cierra el político”.

No veas cuando yo posiciono repollos en formato delfín y tú serás la rana más latina del certamen.
Dados los olivos, yo me revolveré un pan con araucaria para quemarte la vida y no serás amorfo hasta
que yo prenda la luz.

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He impreso varias gallinas para que nos divorciemos. En volá, puedes pasarme cuantas lavadoras
quieras, yo de todos modos tomaré rotaciones de créditos envolventes de patinajes evolutivos por
cuando tengas latas. Los toros no confabulan hornos de baño maquillado y nariz escolar de plazas
nacionales y dos tremendas oscilaciones de cueca alveolar. Deponga la pasta y traiga el terreno del pato
senador, no pretenda primar la posición de sus hermanos gran daneses.

Si te animas a volar, dame pebre. Observa la sesión de granadas profilácticas y deporte un músculo de
pizza. La masa de tus galletas y los cojines del vino en corredor no ayudarán a volver hacia la estola de
su hoyo verde y sus claras estaciones de okupas.

Los escudos de su prisión cebolla me sugieren que amase un gato y lo mate. Prepárate para mi dolor de
zapato, pues tu cara de destapador entiende que las duchas y los cambios de ciudad prevalecen cuando
la distancia entre un pollo asado y un auto lleno sobrepasa los otorrinos y los ríos del recreo azul. No se
haga mucho problema, escoge una flor y ponte a llorar.

¿De cuándo que comes perro en caja? Avisa cuando ya no queden cucharas, pues la tormenta de ácidos
nobel me gusta poco y espacio de coseno es potente cuando la marea del camión es no según porque
cabe que puede que sin embargo la masa sea canina y tú seas feo.

No estimules al puma, el moverá el cuello y tú estás hablando bajo el aire acondicionado de tu


holograma de plátano y escucha la ley de tu mascota la cazuela.

Ahí está tu pan. Ahora, muere. No, mejor, lava el gato.

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Potreros de plata muerta. Regálame una alfombra de gato

Tu silueta va caminando y no porque el gato de la pelota oxidada me retrae a circunspecciones rellenas


de tenis. Espero que así lo decida cada uno de los CDs que me embargan vendimias de destrucción
espátula y la mamá de la rana da pan. El general me concibe sombras presentes de llaves azulejadas o
no vengas vestido de perro ya que según potreros de plata muerta me retroceden a pesadillas
fumigantes de misiones fúnebres en cuanto la vida presenta constelaciones de tu boca ardua.

La posición de los cánticos guturales del dragón gregario de nitrógenos caninos presenta fuertes
parlantes asilados en poleras de barro y de paja brava. Los lápices protestan. Las sábanas constituyen
podadoras de caja de gato. Y yo estoy solo dentro de toda la rana de tus entrañas socialistas. Perrea que
el fascismo vale hongo de gallo, y novelas soperas de Cuba rayan cuajo de polarizaciones agrias de
módems posibles.

Hazme sopa, loco de mármol, y zapatea en la vida del agricultor desterrado a la naranja amedrentada
por servilletas republicanas. Janis Joplin y Fernandito lavan prácticas nihilismos pretorianos de
formateo de lavazas proteicas en cuanto que la ciencia del jabón escupa patadas de género y no porque
la gata del espacio vale tres.

Altar de nada es 786. Y no lo niegues. Esperemos que la tecla del aullido de la luz me traiga hacia
aquella España que todos sermoneaban pero que nadie atrevía a ladrar en cuanto el uslero me dio
gracias por el super8. Y no.

Reputación es presencia de tu muerte automáticamente planeada en sentidos trascendentes de sopa


famosa, peruano de arroz me dio polea en barro de cara. El sarro es social, la meta de las nubes es un
chancho ardiendo. Propósito de apio es maleza es un insulto de la barba de los gatos esperando mal, y
no me des huevo tan temprano porque tu hermana es china.

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Dormitando en recesiones zodiacales, he dispuesto que no me mires las monedas rojas de lavaza, por lo
menos hasta que tus tortugas me lloren en cubos de oro. Dame tecno con salsa, estudia el nombre de la
rosa y el perro mortadela. Domíname un traidor en cuanto los golpes de tu escoria me traigan pan.
Ámame, pero con estadio. Dominemos la vida del fantasma del jugo de locos, hagamos gringos al palo
y pregonemos la papa de tus entrañas bisexuales.

Humea en narices espatuladas, y dame chanchos rojos en cuanto me confirmes tu asistencia al hígado
socialista. Chile es salchicha. Dame besos rockeros y no defeques en relaciones inoculadas en formato
presocrático. Mejor enséñame a preparar teclados y regálame una alfombra de gato.

No.

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ROL DEL ESTADO EN LA SÍNTESIS DE C2H6(NO3)2 PARA LA SEMIÓTICA EN Y = AB +
A(B - C2)

La filosofía del arte ha sido flagrante en la discusión científica de fines del siglo XX, ya sea desde el
paradigma del subsidio al carbono o desde la responsabilidad empresarial de los fotones. Sea carbono-
14, o bien, un significante, lo cierto que no ha existido Estado excretor; esto implica, con cierta
claridad, que no existan mayores argumentos para la descomposición de ondas y, mucho menos, si en
el eje de las abscisas ya no se configura sujeto activo.

La síntesis de metil-3-hexano-launol -C2H6(NO3)2- ha implicado un serio cambio en la matriz


conceptual de nuestra era pre-post-moderna, a tal punto en que Lacan (1998) llegó a plantear una “falo-
sindicalización” gracias a la apertura en un canal iónico en la emergente clase media del Brasil
indonesio. De hecho, en la ya célebre cuasi-hipérbola y = ab + a(b - c 2), planteada por Gauss (1996) y
Gaudi (1977), el Brasil indonesio aparece como agente central del transporte activo de sustancias –
entendiendo, claro está, lo empirista del argumento- hacia el Politburó de la célula en cuestión. Así, la
secreción de C2H8(NO3)2 por parte de la esfera cubista más inclinada al escorbuto no ha sido asumida
por el Estado, en ninguna monarquía ni, mucho menos, una mutación.

Si el Fondo Monetario de las Américas no ha entregado suficientes anillos de benceno a la “sociedad


del significante opuesto” descrita por Levi-Strauss (2007) en su famoso experimento de ratas
angloparlantes, ha sido, probablemente, porque el hábitat de los átomos comunistas es extremadamente
frío, con humedad cercana al 24,3% y con un pH de 10,7.

En cuanto a lo sustancial de b = √xy, no hay motivos suficientes para


asegurar que se trate del ello, de un electrón anómico o, simplemente, de
un gato. Investigaciones como la de Schödringer (2015) y Marx (1973)
afirman que el peso molecular del capitalismo es similar al del metil-3-

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hexano-launol, teniendo esto correlación estrecha con los axiomas de la
xilema. El capitalismo, sin embargo, ha manifestado poca presencia de
cromatina en el eje de las ordenadas; sea A un punto en la república, B un
punto en el lomo de un conejo de pascua y AB el segmento que los une,
considérese una línea qiue le cruce y se dirija al Estado de Bienestar, en
una presión de 6,2 bar.

El esquema precedente constituye el modelo básico del metil-3-hexano-launol (C2H6(NO3)2) en fase


acuosa, tal como se definiera en el Código Civil del Brasil indonesio. No obstante, la sustancia
mencionada ha de descomponerse de la siguiente forma:

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Si se considera que √NO3 puede corresponder a una heteronormatividad propia de un neutrino
católico, ha de entenderse que la aparición de estalactitas en las células α de un buey no es sino
consecuencia de la aparición de un alcano de nombre Zamorano (C 2H4π). Al mismo tiempo, la

presencia de hidrógeno molecular en el ambiente advierte una próxima crisis política, en cuando

los perros no saturados piensen avanzar en la sensibilización del √NO 3 respecto a Dios. De todos
modos, la esencia de chimpancé contenida en un vaso graduado puede servir, en futuras ocasiones, para
poner en debate la configuración electrónica de una rana. Sea AB el segmento central del siguiente
esquema que se sale de los márgenes del documento:

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