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CASO CLÍNICO 5

Me llamo V. y tengo 25 años. Soy hija única y vivo con mis padres y mi gato. En este momento, estoy
estudiando un máster en Antropología después de haber pasado un año sin estudiar tras finalizar mi
grado en la misma disciplina. No tengo una pareja estable, pero mantengo una relación afectivo-
sexual abierta con un chico llamado D., con quien me siento bastante cómoda.

El motivo por el que decidí acudir a terapia es porque siento un gran malestar frente a situaciones
académicas. Tiendo a posponer cualquier tarea relacionada con mi máster porque me pongo muy
nerviosa. No logro concentrarme y constantemente pienso en lo inútil que es lo que tengo que
estudiar, ya que no lo veo aplicable a nivel social. Como resultado, termino buscando cualquier otra
actividad para distraerme en lugar de enfrentar mis responsabilidades académicas.

Además, también experimento una gran incomodidad al tener que ir a lugares públicos en Madrid.
Si no tengo una obligación, prefiero no salir en absoluto. Y si necesito salir, planifico
meticulosamente mis salidas, asegurándome de conocer exactamente qué calles voy a tomar o
cuánto tiempo pasaré en cada tienda.

Nunca he recibido tratamientos psicológicos antes y durante años he estado tomando medicación
para el hipotiroidismo (Eutirox). Recientemente, mi médico me recetó un suplemento de vitamina
B12 después de unos análisis, a pesar de que soy vegana desde bachillerato y hasta ese momento
no había sentido la necesidad de tomarlo.

Decidí acudir a consulta después de hablar con varias amigas. Aunque me llevó unos meses tomar
la decisión, estoy bastante motivada para empezar este proceso de terapia.

Además de mi malestar frente a situaciones académicas y mi incomodidad en lugares públicos, debo


admitir que he estado lidiando con otros problemas que me resulta difícil compartir, incluso con mis
padres. En momentos de extrema ansiedad y frustración, he recurrido a comportamientos
autolesivos como golpearme, pellizcarme e incluso hacerme cortes en la palma de los pies y en la
espalda.

Estos actos los realizo en secreto, lejos de la vista de mis padres, ya que me resulta vergonzoso y no
quiero preocuparlos. Aunque sé que no es una forma saludable de lidiar con mis emociones, en esos
momentos de desesperación parece ser la única manera en la que puedo encontrar algo de alivio
temporal.

Hay otro aspecto de mi vida que me causa un gran estrés: las expectativas de mis padres y la presión
de ser hija única. Desde que era pequeña, mis padres han depositado muchas esperanzas y sueños
en mí, esperando que siga un camino que consideran el más adecuado para mi futuro.

Siempre han sido muy exigentes en términos académicos, y aunque sé que lo hacen con la mejor de
las intenciones, a veces me siento abrumada por la presión de cumplir con sus expectativas. Ser hija
única parece haber intensificado esta presión, ya que siento que toda la responsabilidad de satisfacer
sus deseos recae sobre mis hombros.
Mis padres tienen un proyecto de vida para mí que incluye alcanzar el éxito académico y profesional,
y aunque quiero hacerlos felices, a veces siento que luchar por cumplir sus expectativas me está
consumiendo. Me preocupa decepcionarlos si no logro alcanzar sus estándares de éxito, y esto solo
agrega más peso a mi carga emocional.

Por tanto, me encuentro en un constante conflicto interno entre seguir mis propios deseos y
aspiraciones y cumplir con lo que se espera de mí. Esta lucha interna solo aumenta mi ansiedad y
contribuye a mi malestar general. Espero poder abordar estas preocupaciones y encontrar un
equilibrio saludable entre mis propias metas y las expectativas de mis padres durante el proceso de
terapia.

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