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LA NACION | OPINIÓN | ENTREVISTAS

Saskia Sassen. "Hay geografías de poder y


extracción que atraviesan la división Norte-
Sur"
La socióloga dibuja un inquietante mapa de expulsiones económicas, sociales y
medioambientales; "la desigualdad ya no es suficiente para entender esta época", dice
Raquel San Martín

19 de julio de 2015

¿Y si las poblaciones desplazadas por las guerras en África, la contaminación


de tierras y agua en Rusia y los encarcelamientos masivos en Estados Unidos fueran
síntomas de un mismo proceso global? Si en lugar de mirarlos como fenómenos
separados, buscáramos el hilo conductor que los une, ¿encontraríamos al final el ADN
de nuestra época? Quizás preguntas como éstas hayan inspirado a Saskia Sassen en los
inicios de la investigación minuciosa y global que dio por resultado Expulsiones (Katz),
el libro recientemente publicado en el país, en el que la socióloga de las ciudades
globales hace más agudas y radicales sus críticas a la nueva fase del capitalismo que
describe.

Trabajadores y empleados de bajos salarios sin protección social; técnicas de


explotación minera que destruyen el medioambiente; compra masiva de tierras por
parte de países desarrollados en otros continentes; un mercado financiero que arrasa
con las viviendas y los futuros de las personas: el concepto de desigualdad, dice Sassen,
ya no alcanza. Tampoco los de norte y sur, rico y pobre, izquierda y derecha. Para
entender esta época en toda su complejidad, enfatiza con el estilo expansivo que
agradecen sus audiencias en todo el mundo, hay que pensar conceptos nuevos, medir
con otras herramientas y nombrar de otras maneras. En un diálogo con la nacion que, a
tono con la vida itinerante de la entrevistada, se realizó entre Londres, Budapest y
Bangkok, Sassen -autora de Territorio, autoridad y derechos y Una sociología de la
globalización, entre otros- avanza un paso más: hay que moverse por "el filo del
sistema" y "a nivel del suelo", insiste, para encontrar las claves de esta época en la que
"el despliegue de conocimiento y creatividad con demasiada frecuencia trae
brutalidades elementales".
–¿Cómo se compara el concepto de expulsión con el de desigualdad, que es
la idea hoy más difundida para aludir a las patologías del capitalismo
contemporáneo?

—El lenguaje de la desigualdad registra una condición importante, pero no suficiente


para capturar la especificidad de nuestra época. Siempre ha existido la desigualdad,
cualquier diferenciación puede ser pensada como una forma de desigualdad. Más aún, y
esto es muy importante en mi perspectiva, necesitamos nuevos conceptos para capturar
la amplitud y la profundidad de los desplazamientos sociales y medioambientales
actuales: brechas de ingresos escandalosas entre los ricos y las clases medias modestas,
poblaciones desplazadas en todo el mundo, y una escalada global de la destrucción de
los recursos naturales.

–Justamente usted menciona en su último libro que estas distintas formas


de expulsión (económica, social, biosférica) atraviesan territorios y
sistemas políticos, pero ¿no se expresan de forma distinta en el Norte
global que en el Sur global? ¿No tienen impactos diferentes?

Sí, así es. Uno de los argumentos centrales del libro es la necesidad de volver al "nivel
del suelo" como una manera de des-teorizar, o de desestabilizar las categorías centrales
y las explicaciones poderosas, para re-teorizar. Entonces argumento, por ejemplo, que
las destrucciones ambientales masivas que causa la explotación de las minas de oro en
Montana, en Estados Unidos, y la misma destrucción provocada por la producción de
níquel en Norilsk, en Rusia, no deberían verse simplemente como un fenómeno
capitalista y otro comunista, sino ambos como fenómenos que señalan la capacidad
masiva de destrucción del medio ambiente. Al poner en primer plano la cuestión
medioambiental elimino el peso de esas profundas historias políticas de capitalismo o
comunismo, que constituyen todavía hoy el prisma a través del cual la mayoría de la
gente parece mirar el mundo. Yo digo que no: es hora de volver al "nivel del suelo", para
des-teorizar y luego re-teorizar según nuevos vectores. De manera más general, las
explicaciones poderosas muchas veces son invitaciones a no pensar. Eso está bien la
mayor parte del tiempo.

–¿Cómo funcionan actualmente?


–Cuando las condiciones se vuelven inestables -digamos, en la actual dominación del
neoliberalismo después de las décadas keynesianas de la posguerra marcadas por la
industrialización masiva y la construcción masiva de viviendas para las clases medias-,
entonces hay que cuestionar esas explicaciones poderosas. Hoy veo significados
inestables que nos obligan a acomodarnos colectivamente a estas condiciones
emergentes. Sobre esto último, por ejemplo, el capítulo "Tierra muerta, agua muerta"
del libro argumenta que necesitamos reconocer, dar testimonio, del hecho de que
colectivamente hemos destruido vastas áreas de tierra y reservas de agua. Necesitamos
hacer presentes esas tierras y aguas muertas.

–Usted detecta en el libro un cambio en la lógica económica que subyace a


las distintas formas de expulsión que describe. ¿En qué se diferencia esa
lógica de la del capitalismo como lo conocimos hasta 1980?

–Brevemente, el llamado período keynesiano se caracterizó por la producción en masa,


el consumo masivo y la construcción masiva de vivienda y, en algunos países, de barrios
en los suburbios y autopistas. Se centró en el hecho de que cada consumidor y
comprador importaba. Ésa fue la lógica dominante y permitió el crecimiento de clases
medias modestas y clases obreras prósperas. Hoy ya no es la lógica principal. Todavía
está allí, pero el sector consumidor no es el que da forma a las lógicas económicas clave
en las economías avanzadas. Desde los últimos años de la década del 80, se instaló un
conjunto de nuevas lógicas dominantes, que se manifiesta de muchas maneras
diferentes. Un aspecto clave de los años posteriores a los 80 es la construcción de
geografías distintivas de poder, privilegio y extracción que atraviesan las divisiones
tradicionales del sistema interestatal moderno (Norte y Sur, Este y Oeste). Estas
geografías transversales de privilegio y poder pueden coexistir confortablemente con
muchas de las divisiones tradicionales que continúan operando, como la falta de
servicios de salud y acceso a alimentos y agua en el Sur global y la existencia continuada
de estructuras fuertes de gobierno comunista en partes del Este. Las elites de Nigeria se
sienten más cómodas y cercanas a las elites de Londres y Mumbai que a los pobres y
explotados en su propio país. En este sentido, también, estas nuevas geografías tienen el
efecto de desmembrar sociedades y culturas, tanto como sus territorios y Estados
nacionales. Estas geografías incorporan sectores particulares (ciudades de vanguardia,
elites corporativas, la rama ejecutiva de los Estados, incluyendo sus bancos centrales, las
corporaciones de propiedad estatal más importantes, y otras) y expulsan al resto. Así,
un país con vastos territorios empobrecidos que carecen de todo lo básico puede, sin
embargo, destinar sus recursos limitados a desarrollar su ciudad más importante para
convertirla en un nodo de una de estas geografías globales de centralidad. Hay muchos
ejemplos, algunos conocidos, como Abuja en Nigeria, y otros que recién están
emergiendo, como Luanda en Angola, que fue invadida por empresas extranjeras que la
están reconstruyendo para convertirla en una buena plataforma para acceder a las ricas
minas de ese país. Es decir, tenemos elites predatorias, como en Nigeria, Congo y tantos
otros países, que se enriquecen, y un empobrecimiento creciente del resto de los países.
Los llamados países ricos hicieron más o menos lo mismo en los años 80, finalmente
recortando los servicios sociales y el mejoramiento de la infraestructura en todo su
territorio, mientras promovían una transformación glamorosa de sus ciudades
principales.

–¿En qué medida los expulsados son también invisibilizados?


–El punto crucial es que cuando una condición se vuelve extrema no logramos
capturarla con nuestras estadísticas y conceptos, y en ese sentido puede volverse
invisible. En el libro, hablo del "filo del sistema", una región conceptual, por decirlo así,
que no tiene nada que ver con fronteras geográficas. La dinámica clave en ese margen es
la expulsión de diversos sistemas: económico, social, biosférico. En este sentido, ese
margen también se vuelve invisible para los modos corrientes de mirar y construir
significado de los Estados y de los expertos, y por eso se vuelve conceptual y
analíticamente invisible, imperceptible. Estamos viendo una proliferación de estos
márgenes del sistema originados en parte en la economía política occidental en
decadencia del siglo XX, la escalada de la destrucción medioambiental y el crecimiento
de formas complejas de conocimiento que con demasiada frecuencia producen
brutalidades elementales. Es en estos espacios de los expulsados donde encontramos la
versión más aguda de lo que podría estar pasando dentro del sistema de maneras más
suaves y por eso muchas veces desapercibidas como señales de una decadencia
sistémica. En este sentido, creo que este "filo del sistema" señala la existencia
conceptual de tendencias subterráneas porque no podemos hacerlas fácilmente visibles
a través de nuestras categorías de significado actuales.

–¿Puede entenderse la compra masiva de tierras y la explotación de


recursos naturales de unos países en otros como una nueva forma de
colonialismo? ¿O tiene otros elementos nuevos?

–Sí y no. Sí, en el sentido de que ciertos países tienen, o construyen, la opción de
adquirir vastas tierras en el territorio soberano de una serie de otras naciones. No, en el
sentido de que, en el viejo imperialismo, Gran Bretaña quería toda África, por así
decirlo; España, toda América Latina. Hoy veo una modalidad muy distinta. A ninguno
de estos países compradores de tierras extranjeras les interesa conquistar todo el país.
Al contrario, practican un minimalismo agudo: quieren sólo la tierra que les interesa
usar, y cuando esa tierra se agota, se muere por el maltrato que implica ese mismo uso,
se van a buscar otras. En síntesis, ésta es una modalidad colonial exclusivamente
centrada en la extracción. Recordemos que los ingleses querían reeducar a las clases
profesionales en la India, los españoles querían implantar la arquitectura de estilo
español, Francia tenía su propia "misión civilizadora".

–El capitalismo parece ser el régimen global triunfante más allá de los
sistemas políticos, porque hoy existen democracias, autocracias y
regímenes totalitarios, todos igualmente capitalistas. ¿Cree que la política
ha terminado subordinándose a la economía, hablando globalmente?

–Es un poco así: los poderes ejecutivos, sean presidenciales o parlamentarios, de


derecha o de izquierda, empiezan a mirar con los ojos de las grandes corporaciones. Hay
una lógica económica muy particular que se implanta también en el sistema político.
–Las expulsiones que usted describe, las consecuencias de la lógica del
poder financiero en las vidas de las personas o de la explotación salvaje de
recursos naturales implican un grado de desprecio por la vida de las
personas. ¿Cómo se combina el capitalismo y la ética?

Hay ciertas ironías en esta evolución: por un lado, hay más y más reconocimiento y
sensibilidad hacia las diversidades. Vemos toda una serie de movimientos étnicos, de
género, sexuales, incluyendo los derechos de los animales. Todo esto me parece
excelente. Pero también vemos la expansión de violencias de todo tipo: trafico de
personas, explotación y esclavitud de cada vez más trabajadores pobres a través del
mundo, la voluntad de matar o engañar para obtener órganos que se demandan cada
vez más, abuso agudo del medioambiente con efectos tóxicos que envenenan lentamente
a gran número de niños. En resumen, toda una serie de extracciones extremas que van
en aumento, no en disminución como se esperaba hace veinte años. Esto va mucho más
allá del capitalismo como lo hemos entendido, o como se desarrolló bajo el
keynesianismo en Occidente. Se trata más bien una lógica de extracción predatoria para
la cual el capitalismo puede ser un puente, pero va mucho más allá de lo que hemos
entendido que son las explotaciones capitalistas. Es más extremo, y por ende quiero
darle un nombre, un nombre simple, directo, no un "ismo". De ahí "expulsiones". Lo que
veo, en síntesis, es un dualismo extremo.

Biografía
Es profesora en la Universidad de Columbia.

En La ciudad global desplegó una categoría novedosa para pensar la intersección de lo


local y lo planetario.

¿Por qué la entrevistamos?


Por: Raquel San Martín

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