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Esta es la primera de dos semanas sobre el tema del canon de la Biblia. El contenido de
esta unidad, “El canon del Antiguo Testamento” del doctor Roberto Simons, junto con su
presentación en PowerPoint sobre cómo se debe entender el concepto de canonicidad, explican
cómo la comunidad de fe en Israel reconoció la inspiración de los distintos libros del Antiguo
Testamento que llegaron a ser considerados canónicos.
Hay un punto en el contenido que escribió el doctor Simons que considero necesario
matizar; sobre todo para ayudar al estudiante a ser consciente de ciertos debates que verán más
adelante en sus cursos sobre diferentes partes de la Biblia. En la sección 4.4, el doctor Simons
habla de “la teoría del canon fundamentada en la redacción”. Hace un contraste fuerte entre dos
acercamientos distintos a la canonicidad. Por un lado, presenta la perspectiva evangélica común
(que él llama “la teoría profética del canon”). Según esta perspectiva, cada libro del Antiguo
Testamento fue escrito por un autor en su forma final (estos son los “autógrafos” o manuscritos
originales) y no sufrieron cambios por editores (o redactores) posteriores, aparte de algunos
libros que son colecciones de unidades más cortas (como Salmos y Proverbios), donde se podía
agregar un nuevo salmo o proverbio sin cambiar lo que ya estaba allí. Entonces, según esta
teoría, el canon del Antiguo Testamento iba creciendo poco a poco desde Moisés hasta
Malaquías.
Por otro lado, menciona la perspectiva crítica que ve muchos de los libros de la Biblia
como producto de un largo proceso de trasmisión de tradiciones orales y de la actividad de
editores o redactores que escribieron lo que hoy en día tenemos como los libros bíblicos. Por
ejemplo, muchos eruditos más liberales dicen que la mayoría del Pentateuco como lo conocemos
(Génesis-Deuteronomio) no llegó a existir hasta la época postexílica (casi mil años después de
Moisés). También los eruditos liberales dicen que Daniel fue escrito en el siglo II a.C., que Isaías
realmente es un libro compuesto de tradiciones de tres profetas en diferentes momentos de la
historia, etc. El doctor Simons nota: “Esta perspectiva teológica acepta la presuposición que no
existe profecía predictiva ni milagros ni ninguna intervención sobrenatural de parte de Dios en su
creación”.
Me inclino más del lado del doctor Simons en este debate que del lado de la postura
liberal que él describe, pero es importante reconocer que no son las únicas dos posturas y la
verdad podría encontrarse más bien en un punto intermedio. Un buen número de eruditos
evangélicos están abiertos a cierto nivel de redacción posterior de los textos bíblicos sin que
acepten las conclusiones teológicas liberales que el doctor Simons mencionó. Si Moisés escribió
Génesis, por ejemplo, pareciera que la actividad de un editor es obvia en Génesis 14:14, donde se
menciona la ciudad de Dan, que no fue fundada sino hasta Jueces 18:29. La conclusión natural es
que un editor retocó este detalle para hacer el detalle geográfico más comprensible para las
personas de su época y eso llegó a ser parte de la forma canónica de Génesis. Se debate si hubo
cambios más grandes que estos. Por ejemplo, Josué 1:8 menciona el “libro de la ley” de Dios,
que muchos identifican como el libro de Deuteronomio o todo el Pentateuco. Otros, sin embargo,
reconocen que había un libro que contenía el núcleo de la legislación de Deuteronomio (tal vez
los capítulos 4 al 26 o 4 al 30 de Deuteronomio), pero no necesariamente ven el “libro de la ley”
como la forma actual de Deuteronomio como tal. A nivel práctico, tenía las mismas normas, pero
se debate si tenía la misma forma literaria. Este no es el lugar para resolver este debate, pero es
importante reconocer que hay diferentes perspectivas conservadoras.
Uno de los argumentos bíblicos mencionados por el doctor Simons que me parece
especialmente problemático se da cuando él afirma que la teoría del canon fundamentada en la
redacción “es contraria a la advertencia de introducir cambios en la Palabra de Dios
(Deuteronomio 4:2; Proverbios 30:6; Apocalipsis 22:18-19)”. El problema es que estos textos
que cita no hablan en forma general sobre no cambiar nada en toda la Biblia. Deuteronomio 4:2
advierte contra introducir cambios en los mandamientos de Dios. Es razonable usar este
versículo para rechazar las maneras más liberales de entender la redacción, donde se afirma que
las diferentes leyes del Pentateuco fueron inventadas siglos después y nada tienen que ver con
Moisés. Pero, si somos honestos, Deuteronomio 4:2 no va en contra de la posibilidad de que un
redactor diera cierta forma distinta a una narrativa o de que se hubieran actualizado detalles
geográficos o de lenguaje. Otro pasaje que cita es Proverbios 30:6: “No añadas a sus palabras,
para que no te reprenda, Y seas hallado mentiroso”. Debido a que el canon no estaba en su forma
final cuando se escribió Proverbios 30:6, es obvio que no había problema en añadir a las palabras
ya inspiradas de Dios si Dios mismo era quien inspiraba algo nuevo. No significa que podamos
agregar algo nuevo al canon hoy en día, pero es claro que el texto no descarta la posibilidad de
que el canon creciera o que redactores retocaran ciertos libros canónicos antes del tiempo de
Cristo. Por último, Apocalipsis 22:18-19 tiene la advertencia famosa contra añadir o quitar “de
las palabras del libro de esta profecía”. En su contexto, este pasaje claramente habla del libro de
Apocalipsis (“el libro de esta profecía”), no de toda la Biblia. Es anacrónico leer estos versículos
como si hablaran de todos los 66 libros de nuestras biblias.