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Características generales

Dentro del cuerpo doctrinal neoliberal se identifican ciertos rasgos comunes:

1. Tiene amplias diferencias con el pensamiento clásico liberal (laissez faire, laissez passer), en
el sentido de que se requiere de un Estado fuerte que intervenga decididamente en ciertas
situaciones en las que es necesario reforzar a los mercados y, claro, con el objeto de rescatar
a grandes empresas privadas en épocas de crisis.
Igualmente, en su discurso dice impulsar la libre competencia, pero en la práctica la desestima
y, en cambio, favorece y defiende el desarrollo de monopolios en todos los sectores de la
economía. La oleada de fusiones y adquisiciones empresariales de las últimas décadas es
muestra de ello.

El control de las políticas públicas es prioritario, para así guiar a las multitudes a creer que las
iniciativas que ellos impulsan son para el bienestar colectivo.

2. Al “mercado” literalmente le otorga poderes metafísicos, equivalente al mito de la piedra


filosofal de los alquimistas, al considerarlo como el procesador de toda la información que
tanto productores como compradores necesitan. Por tanto, siendo un agrupador de datos
relevantes, lo económico, lo social y toda la política debe de girar en torno a él. Sin embargo,
las diferentes corrientes neoliberales no especifican qué se entiende por “mercado”, sólo les
preocupa su desenvolvimiento fluido y contar con la información relevante para la formación
de precios.
3. Los neoliberales descartan la tesis neoclásica de “fallas” o “defectos del mercado”; más bien
difunden la idea de que los mercados son complejos y dinámicos, como si se hablara de un
ser cuya genética del bios hay que descubrirla de manera permanente.
4. El papel del Estado se reduce a ser un garante del funcionamiento del mercado y, por tanto,
está sujeto a ser auditado por instituciones evaluadoras (Moody´s, Fitch, Standard & Poor´s,
etc.) que califican el desempeño de los gobiernos y la salud macroeconómica de los países;
es decir, una especie de faro que evalúa los riesgos para alertar por la navegación segura a
los capitales financieros que se mueven a la velocidad digital.

En sí, entonces, el Estado no es “desregulado”, sino “re-regulado” de acuerdo con la lógica del
pensamiento neoliberal y del ente “mercado”. En ese sentido, la idea de la democracia
extendida choca frontalmente con el rol que “idealmente” debe jugar aquél, pues obstaculiza
su “desenvolvimiento natural”.
5. Los neoliberales declarados se inclinan a tratar la política como un mercado y, a su vez,
promueven su propia idea de democracia. En su forma más avanzada no hay distinción entre
ciudadanos, consumidores o usuarios de los servicios ofrecidos por el Estado. Por ello,
buscan conquistar el poder político para operar dentro del mismo Estado. De esa manera no
hay tal separación entre el mercado y la esfera de la sociedad civil. Todo, entonces, se
convierte en un juego mercantil (comodificación).
6. Michel Foucault decía que en el neoliberalismo “…el homo economicus es un empresario de sí
mismo”, pues correctamente identificaba el concepto de “capital humano” como la salida
neoliberal que se separa del pensamiento político de varios siglos que colocaba al humanismo
en la historia de los derechos naturales. El neoliberalismo deconstruye al trabajo humano
reduciéndolo a un conjunto de inversiones, conocimientos, habilidades, actitudes y alianzas
temporales (familia, sexo, raza, trabajo).
El individuo está sujeto a ser una pieza de un juego digital y forma parte de un conjunto de
proyectos que se desvanecen en el tiempo. Así, el neoliberalismo se constituye como una
teoría del todo en donde la estrategia empresarial persigue ventajas. En el límite, pues, cada
individuo llega a ser su propia empresa en una competencia mercantil.

El individuo es fragmentado: su jornada es de X horas de trabajo; su fuerza de trabajo se


mercantiliza; promociona su propia imagen; gestiona su propio historial laboral; el mensaje
que recibe es “innova, reinvéntate, descubre tu potencial, el mercado está repleto de oportunidades
que debes descubrir, eres responsable de tu propio éxito o fracaso”. Así, se le deja solo para
sobrevivir; se subcontrata, es alienado, se le inculca que hay un solo camino, corre el riesgo
de ser desechado, marginado y minimizado, dejado a su suerte.
El sujeto está constantemente buscando modelarse a sí mismo (Facebook, Linkedin, etc.),
acumular títulos y méritos (currículum), mejorar su apariencia (ropa de marca, liposucciones,
botox, implantes, gimnasios), como permanente lucha por vender su producto: uno mismo, a
modo de una estrella de cine o de un ícono deportivo o empresarial. El mensaje se repite en
los discursos y en la vastísima oferta de libros de autoayuda: “tú puedes ser lo que quieras ser,
simplemente haz tu mejor esfuerzo, ¡enfócate!, ¡tú puedes!”.
La brecha social, cada vez más amplia, se oculta para enfatizar el mensaje del “tú mismo”. En
Inglaterra, los Torys llegaron a exclamar que el concepto de clases sociales era de origen
comunista. A ese coro se uniría la Primera Ministro Thatcher cuando invocaba que usar la
escala de clases sociales servía sólo para enfrentarlas, afirmaciones que por cierto se siguen
escuchando con frecuencia entre los círculos más conservadores. Por ende, si alguien cae en
la pobreza es “por su culpa”, porque la pretensión es negar los extremos. En consecuencia, la
pobreza se personaliza y se llega incluso a criminalizar cuando surgen las protestas masivas.
A la par, las pensiones se individualizan y se privatizan hasta llegar al término de la vida
laboral, por lo que el saldo final se acompaña con la afirmación lapidaria: “mira, esto es lo que
ahorraste, es tu completa responsabilidad”.
El concepto de “riesgo” no se adopta en su dimensión actuarial de probabilidades sino como
una actitud y ambición innata del individuo, como empresario de sí mismo, por lo que aquellos
que invocan un regreso al estado del bienestar se les critica como personas conformistas,
parásitas de los beneficios sociales, “losers” extraviados en los estados vegetativos.
De ahí que, cuando las crisis ocurren, se argumenta que quienes salieron afectados es porque
decidieron tomar riesgos erróneos ante una complejidad del mercado que no acertaron a
distinguir y a evaluar correctamente.

7. La idea de libertad, donde la libertad económica juega el papel estelar, hace que la
educación se convierta en un bien de consumo y no en una experiencia de transformación de
vida. Bajo ese contexto, el sistema educativo se enfoca hacia el desarrollo del capital humano
instrumental que será útil para la empresa privada. La técnica se eleva hacia la cúspide del
proceso de aprendizaje en perjuicio del estudio de las humanidades que quedan relegadas a
un segundo plano o, definitivamente, no son tomadas en cuenta.

8. La libertad de movimiento para los capitales, más no así para los trabajadores, se convierte
en una doctrina, con el apoyo adicional de los tipos de cambio flexibles y el desmantelamiento
de toda clase de regulaciones al capital. El uso de agencias internacionales (Fondo Monetario
Internacional, Banco Mundial y Organización Mundial del Comercio), como promotoras del
dogma libertario, restringen toda opción de política económica de los gobiernos nacionales.
Hay una estrecha relación entre el Consenso de Washington y el desplazamiento de la
hegemonía neoliberal.

En consecuencia, para el neoliberalismo, es de importancia vital el surgimiento histórico del


régimen financiero globalizado, que encadena a los países con mecanismos como la deuda y
la explosión del “outsourcing” internacional. De ahí que las naciones emergentes jueguen el
rol de eslabones en las cadenas de producción industrial de empresas trasnacionales. Es así
como los países se ven forzados a sostener una carrera hacia “el sótano” en lo referente a
salarios, impuestos y regulaciones ambientales, con el fin de competir para recibir las
inversiones externas. Obviamente, el excedente económico se queda en poder de las
corporaciones foráneas y a la mano de obra sólo se le da un salario de subsistencia.
9. Las desigualdades en la distribución de la riqueza, en el control de los recursos y en los
derechos políticos, es visto como algo “natural” y como motores hacia el “progreso”. Así, al
capitalista rico se le venera como un ser benéfico para la humanidad, como un ejemplo a
seguir. De ese modo, cualquier intento de control sobre el mercado lo señalan como causante
de las crisis, evadiendo así cualquier análisis de tipo de Economía Política. Entonces, se
acusa a los individuos de haber sido quienes provocaron los colapsos, quienes tomaron las
decisiones equivocadas y quienes no acertaron a descifrar la información del mercado
centralizador con toda sabiduría.
10. Los neoliberales se disculpan alegando que la monopolización de la economía, en sus
diferentes sectores, es sólo un resultado colateral que, nuevamente, es causado por la
errónea actividad del Estado y por la influencia de grupos de interés poderosos, y no por el
funcionamiento del mercado. Sin embargo, ya es sabido que en el fondo favorecen ese
proceso de centralización y concentración de capitales.

11. “El mercado siempre proveerá soluciones a los problemas causados por el mismo mercado”. Este
es el postulado de destino último de la orientación constructivista dentro del pensamiento
neoliberal. Como ejemplos, la contaminación se puede abatir por el intercambio mercantil de
permisos de emisiones de CO2; la educación pública inadecuada se rectifica con la entrada
de instituciones privadas; a los pobres enfermos que carecen de servicio social médico, se les
incentiva para ser “conejillos de indias” hacia el ensayo de pruebas clínicas privadas; la
pobreza en países emergentes se puede mitigar por medio de “micro créditos”; el mercado
puede sustituir a los gobiernos en la administración de aeropuertos, carreteras, parques,
distribución de agua potable, generación de energía, etcétera. Esto es, como el mercado
procesa toda la información, la mejor manera de aprovecharla es mediante el conocimiento,
siempre y cuando se le asigne un precio.
12. Para Herbert Marcuse, tanto los medios de comunicación como las industrias culturales
socializan los valores del sistema dominante y ahogan el pensamiento crítico, creando un
escenario unidimensional que propicia una ideología única y condiciona la conducta del
individuo en la sociedad bajo la apariencia de una conciencia feliz.

13. Los neoliberales sermonean sobre las virtudes del orden espontáneo, mientras que,
paralelamente, se organizan para tomar control del Estado y regirlo a su conveniencia.
Impulsan las libertades, pero practican la jerarquía más regimentada en su organización
política. Catequizan la postración del individuo ante el poder impresionante del conocimiento
del mercado, pero se otorgan a sí mismos excepciones. Por tanto, en su versión de
gobernabilidad, elevan al mercado como un sitio de verdad para todos, salvo para ellos.

14. Activa y permanentemente, los neoliberales practican el doble discurso: uno va dirigido a
las poblaciones para hacerlas creer que hay todas las posibilidades para que alcancen sus
metas más preciadas, pero el otro se lo reservan en sus pequeños grupos de poder, en donde
diseñan las estrategias públicas a seguir. Así, disfrazan al neoliberalismo como una filosofía
populista.

Una de las mayores ambiciones del pensamiento colectivo neoliberal es sembrar dudas e
ignorancia entre la población. Basta con identificar los discursos que niegan el cambio
climático y trasladan las preocupaciones hacia el campo económico en búsqueda del
crecimiento y la estabilidad de precios.

15. Como corolario de lo hasta aquí apuntado se dice que el modelo económico neoliberal
tiene la capacidad de superar cualquier crisis, no tanto estableciendo políticas regulatorias
sino aplicando soluciones inherentes al propio mercado. Es así como los ideólogos y
apologetas de las ideas ortodoxas abogan por adoptar las virtudes de la “resiliencia”, término
secuestrado de la ecología, introducido por primera vez por el ecólogo Crawford Stanley
Holling y posteriormente adoptado en la psicología, para reforzar la idea de que cualquier
adversidad es superable, aunque nunca llegan a reconocer que mientras no se modifiquen las
condiciones que han generado las crisis y la desigualdad creciente, jamás se lograrán superar
tales condiciones adversas.
La crisis financiera de 2008
La “sabiduría del mercado” fue violentada dramáticamente en la gran recesión del 2008, cuando
el gobierno de Estados Unidos decidió qué bancos y qué compañías de seguros deberían
subsistir y cuáles tendrían que perecer. Igualmente, en Europa impusieron medidas
draconianas a países del sur como Grecia, Portugal e Italia. Así, el verdadero poder se centra
en quién decide “suspender” al mercado para poder “salvar” al mercado.
“El síndrome de la negación” ha infectado de forma prolífica a la economía ortodoxa al ocultar
que los bancos rescatados de la quiebra en esa profunda crisis, fue porque los directivos del
Sistema Federal de Reserva de aquel país tenían estrechas relaciones con las instituciones
favorecidas. Sí, en cambio, se insistió públicamente que la crisis fue responsabilidad de los
que manejaban las corporaciones financieras. Entonces uno se pregunta ¿qué papel jugó la
Reserva Federal para supervisar el correcto funcionamiento del mercado y para evitar que
ocurriera la gran recesión?
Con mucha frecuencia, se omite aclarar que el Banco de la Reserva Federal de los Estados
Unidos no es una institución pública (lo único que tiene de Federal es el nombre), ya que la
agrupación de Bancos Regionales de Reserva, que forman el sistema Federal, son bancos
privados, cuyos accionistas reciben dividendos. De ahí se desprende que las decisiones de la
FED van primordialmente dirigidas a beneficiar a la comunidad financiera y que por ningún
motivo aceptaría estar gobernada como una institución democrática. Cuando se vende la idea
de que el Sistema Federal vela por el bienestar de la economía, equivale a escuchar a “un
lobo con piel de codero”.
El pensamiento único colectivo provoca que los economistas del club selecto se comporten
como las muñecas rusas (matrioshkas): aparecen en puestos prominentes del gobierno, en
los consejos directivos de las principales instituciones financieras e, incluso, en la academia;
es decir, es un proceso continuo que funciona como una puerta giratoria muy bien engrasada.
Si se hicieran de dominio público todas las conexiones, maniobras y estrechos lazos con los
grandes grupos financieros e industriales de estos economistas célebres, sus conferencias
estarían condenadas a ser recluidas y escuchadas en las aulas de las universidades donde
dan clases, para perjuicio de los cerebros de los estudiantes cautivos.
¿Qué sigue?
En la actualidad, el mundo se debate en una crisis que tiene siete dimensiones:

1. La economía y su arquitectura financiera. Generan desigualdades extremas entre naciones


y al interior de los países.

2. La política y la cohesión social. Se manifiestan en forma de precarización, digitalización y


mercantilización, lo que conduce al desarrollo desigual a lo largo de todas las regiones
geográficas. Los países emergentes se han convertido en receptores de instalaciones
industriales de empresas trasnacionales, las cuales han transferido eslabones de su
producción para aprovechar las ventajas de bajos salarios, liviandad de legislaciones
ambientales y otro tipo de exenciones, sin verse obligadas a desarrollar proveedores locales o
a transferir tecnología.

En los casos más graves se producen migraciones masivas que huyen de condiciones
extremas de pobreza e inseguridad.

3. Las relaciones de género y su reproducción social. La feminización de los mercados


laborales, que se generó bajo las condiciones neoliberales de bajos salarios, así como la
pobreza de las personas de edad avanzada, junto con las políticas de austeridad, han
afectado negativamente al núcleo familiar, con el agravante de actividades no remuneradas,
tales como la atención del hogar y el cuidado a los ancianos.

4. La democracia. Las políticas neoliberales han erosionado el sistema de partidos después


de la Segunda Guerra Mundial, transformándolos en múltiples sistemas de representación y
permitiendo el ascenso de la extrema derecha (proto y neofascismo). A tal grado que ésta
tiene la capacidad de llegar al poder y ganar apoyo mayoritario (Brexit, Trump, Bolsonaro,
Modi, Orbán, Kaczyński, Le Pen, Salvini, Austria, etc).

5. Orden mundial. Se traduce a través de la declinante hegemonía de los Estados Unidos,


más el ascenso de China, la rivalidad tecnológica en la cual están inmersos y el
fortalecimiento del poder militar ruso.

6. Sustentabilidad ecológica. Al ensancharse la grieta metabólica entre la humanidad y la


naturaleza, se pone en peligro la existencia misma de la civilización por la devastación
ambiental y la amenaza del inminente cambio climático.

7. Invasión del crimen organizado. Se manifiesta su presencia en toda la esfera social de las
naciones.

Ante ese contexto, y en época de pandemia, el mundo se enfrenta a una post realidad, que se
identifica como una transición y cuyo futuro se bifurca en diversos caminos posibles.
Por un lado, podemos asegurar que las élites gobernantes -que detentan el poder económico,
mediático, militar y tecnológico – forzarán a que la normativa que dicta el pensamiento único
colectivo siga su curso; obviamente, adaptándose a las circunstancias y continuando con la
práctica del doble discurso, pero con un costo monumental para la mayor parte de la
población mundial y con efectos devastadores para la salud ambiental del planeta. Para ello,
su gran aliado será la tecnología, y más específicamente la aplicación masiva de la
inteligencia artificial en todas las facetas de la vida, incluyendo, claro, la militar.

Lo anterior traerá la desaparición de múltiples empleos, pero también un mayor control sobre
los individuos. Recordemos lo dicho por Michel Foucault, quien hablaba acerca de la ecuación
poder-control social, y que lo ejemplificaba en los centros escolares, hospitales, y prisiones
con las subsecuentes sanciones “normalizadoras”. A todo ello, hay que agregar las
posibilidades de control que ofrece la tecnología: educación virtual, trabajo en casa, entrega
de productos a domicilio, distanciamiento social, vigilancia remota, perfil de las personas y sus
hábitos, desaparición del dinero en efectivo, etcétera.
Las naciones son prisioneras de las grandes instituciones financieras mediante el mecanismo
de la deuda, debido a que sus decisiones soberanas sobre las áreas fiscales, monetarias y
comerciales están herméticamente monitoreadas por instituciones internacionales y esos
candados son difíciles de romper, sobre todo de manera aislada. Son naciones presas por el
post colonialismo, que no es otra cosa que la distopía generalizada.

Como respuesta al fracaso de la globalización, están surgiendo con fuerza gobiernos y


movimientos de inspiración nacionalista, liderados por partidos políticos de ultraderecha, que
vienen siendo una alternativa extrema a conservar el estatus quo neoliberal.
El otro camino posible, que llamaremos el camino democrático, progresista, antineoliberal y
ecológicamente sustentable, tendrá que ser impulsado por movimientos sociales que ahora
actúan en diversas latitudes, aunque lo hacen de manera independiente y no unificada. Son
las nuevas generaciones las que participan en estas iniciativas (ambientalistas, antirracistas,
feministas, campesinos sin tierra, Ocupa Wall Street, sindicalistas, Black Lives Matter,
etcétera.), pero falta que estos conglomerados de luchadores sociales identifiquen que tienen
un adversario común y que otros caminos para la organización política, económica y social
son posibles y viables.

Hoy en día, la civilización necesita forjar la cooperación entre las naciones y dejar atrás la
inoperante idea de la competencia comercial y la rivalidad entre bloques y países. La biosfera
es una sola y es compartida por todos. Se requiere cerrar la brecha metabólica entre la
humanidad y la naturaleza. La idea del crecimiento ilimitado es insostenible y es fundamental
reflexionar en una organización de las sociedades que busque la calidad de vida, por encima
del impulso materialista de la cantidad y la persecución del lucro por sobre todas las cosas.

La encrucijada que vive la humanidad obliga a buscar nuevos caminos que lleven a mejorar el
bienestar de la gente. La economía debe trabajar en favor de las personas y no hacer que las
personas lo hagan en favor de la economía controlada por poderosas élites.

Recordemos que ya el reloj marca sólo 90 segundos para la medianoche.

Se refiere al “Doomsday Clock” o Reloj del Apocalipsis que es un reloj simbólico, mantenido
desde 1947 por la junta directiva del Bulletin of the Atomic Scientists (Boletín de Científicos
Atómicos) de la Universidad de Chicago, Estados Unidos, que usa la analogía de la especie
humana estando siempre «a minutos de la medianoche», donde la medianoche representa la
«destrucción total y catastrófica» de la Humanidad.

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