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Reproducción Sexual en Angiospermas

La reproducción sexual en Angiospermas requiere de diferentes pasos o etapas para que tenga éxito.
En primer lugar, se requiere de la producción de gametas: en la flor, los órganos reproductivos masculinos llamados
estambres producen polen, que contiene los gametos masculinos (células espermáticas); mientras que el órgano
reproductor femenino, el pistilo, contiene el ovario que alberga los óvulos, que son los gametos femeninos.
Luego de formadas las gametas éstas deben poderse encontrar para que ocurra la
fecundación. Para que esto suceda es necesaria la polinización, en la cual el polen
es transferido desde el estambre a la parte receptiva del pistilo, llamada estigma.
Esto puede ocurrir a través del viento, el agua o la ayuda de polinizadores, como
insectos, aves o murciélagos. La polinización es crucial para asegurar la fertilización
cruzada y la variabilidad genética.
Una vez que el polen llega al estigma, crece un tubo polínico que se extiende hacia
el óvulo a través del estilo. Dentro de este tubo, las células espermáticas se
desplazan hacia el óvulo. Una vez allí, ocurre la doble fertilización: una célula espermática se fusiona con el núcleo del
óvulo para formar el embrión y otra célula espermática se fusiona con otros núcleos en el saco embrionario para formar
el endosperma, un tejido nutritivo.
Tras haber ocurrido la fecundación, tiene lugar el desarrollo de la semilla, que contiene el embrión y el endosperma. La
semilla madura es protegida por la pared del ovario, que se desarrolla en el fruto.
El ovario fertilizado se convierte en el fruto, que protege a la semilla y puede ayudar en su dispersión. Los frutos pueden
variar en forma, tamaño y función, desde frutos carnosos (como las bayas) hasta frutos secos (como las nueces).

Reproducción Sexual en Angiospermas

La reproducción sexual en Angiospermas requiere de diferentes pasos o etapas para que tenga éxito.
En primer lugar, se requiere de la producción de gametas: en la flor, los órganos reproductivos masculinos llamados
estambres producen polen, que contiene los gametos masculinos (células espermáticas); mientras que el órgano
reproductor femenino, el pistilo, contiene el ovario que alberga los óvulos, que son los gametos femeninos.
Luego de formadas las gametas éstas deben poderse encontrar para que ocurra
la fecundación. Para que esto suceda es necesaria la polinización, en la cual el
polen es transferido desde el estambre a la parte receptiva del pistilo, llamada
estigma. Esto puede ocurrir a través del viento, el agua o la ayuda de
polinizadores, como insectos, aves o murciélagos. La polinización es crucial para
asegurar la fertilización cruzada y la variabilidad genética.
Una vez que el polen llega al estigma, crece un tubo polínico que se extiende
hacia el óvulo a través del estilo. Dentro de este tubo, las células espermáticas se
desplazan hacia el óvulo. Una vez allí, ocurre la doble fertilización: una célula
espermática se fusiona con el núcleo del óvulo para formar el embrión y otra célula espermática se fusiona con otros
núcleos en el saco embrionario para formar el endosperma, un tejido nutritivo.
Tras haber ocurrido la fecundación, tiene lugar el desarrollo de la semilla, que contiene el embrión y el endosperma. La
semilla madura es protegida por la pared del ovario, que se desarrolla en el fruto.
El ovario fertilizado se convierte en el fruto, que protege a la semilla y puede ayudar en su dispersión. Los frutos pueden
variar en forma, tamaño y función, desde frutos carnosos (como las bayas) hasta frutos secos (como las nueces).

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