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Nuestro lugar de residencia era en la ciudad de Bogotá, Barrio Nueva Castilla

Diagonal 83 – 02 Torres de Castilla donde convivíamos con nuestros hijos


Juan Miguel Romero Ruiz y Maria Fernanda Romero Ruiz.

Desde muy pequeña mis padres me mostraron la importancia del intervenir


en actividades políticas, con el fin de transformar la dura situación que vivía
nuestro país, así fue comencé con el activismo político. Mi esposo fue una
pieza fundamental puesto que siempre me apoyó y acompañó en todas mis
actividades.

Todo ese camino recorrido como activista social y político, hizo que fuera una
persona conocida en mi localidad, porque siempre buscaba la forma de
realizar actividades que mejoraran el lugar donde vivíamos. Al principio
realizábamos almuerzos comunitarios, repartíamos alimentos a población
vulnerable, ropa, entre otras cosas, las cuales conseguíamos con mucho
esfuerzo, dedicación y la ayuda de personas y entidades de buen corazón.

Poco a poco fuimos creciendo, y comenzamos a trabajar con jóvenes


vulnerables, la gran mayoría involucrados en el consumo y venta de drogas,
fue un proceso lento y bastante complejo ya que encontrábamos trabas por
parte de las bandas delincuenciales que los usaban como expendedores, ya
que los jóvenes no eran tan seguidos por la policía, muchas veces vivimos
intimidaciones verbales y físicas, pero nos acostumbramos porque solo se
quedaban en amenazas, y tristemente, era el diario vivir cuando se
realizaban estas actividades con comunidades vulnerables.

Con la presencia del tren de Aragua y la llegada de diversas bandas criminales


de otros países, las cosas comenzaron a escalar rápidamente y comenzó una
persecución en nuestra contra para que dejáramos de realizar las labores en
la zona y dejáramos de trabajar con los jóvenes, a lo que al principio nos
negamos porque pensábamos que eran las típicas amenazas, pero con el
pasar del tiempo nos dimos cuenta de que no era así.

La primera amenaza fue el día 13 de agosto de 2022, cuando enviaron a


nuestra casa en una nota, donde nos advertían del peligro que correríamos si
seguíamos trabajando con los jóvenes a lo que hicimos caso omiso y
seguimos con nuestra labor. El 28 de septiembre de 2022 ingresaron a
nuestro hogar, pero dentro del mismo no había nadie, al llegar nos
encontramos con todas nuestras pertenencias tiradas por el suelo. Sentí que
todo empezó a tornarse peligroso cuando me dirigía hacia mi trabajo, el día
15 de octubre del 2022, fui interceptada por sujetos armados quienes me
retuvieron por más de una hora, donde me golpearon con palos y con sus
armas de fuego para posteriormente recordarme que debía alejarme de los
jóvenes, por las convicciones que fueron sembradas en mi desde pequeña
decidí no amedrentarme y seguí haciendo mi labor para salvar a más jóvenes.

Todo esto cambió el 4 de noviembre de 2022, cuando mi esposo salía de su


trabajo en la KR 82 A Nº 38 A 24 piso 1, fue interceptado en el parqueadero
cuando se disponía a subir en su vehículo y subido a una camioneta, donde lo
golpearon brutalmente y dejaron en él secuelas físicas y psicológicas

Después de este horrible suceso decidimos alejarnos de todas nuestras


actividades, pero no fue posible porque los jóvenes seguían contactándonos,
además, no querían retomar las actividades delictivas, porque los integrantes
del tren de Aragua eran quienes tenían ahora el control de la zona y se decía
que eran demasiado violentos. Esta negativa de los jóvenes nos trajo
problemas, a pesar de haber cortado el contacto con ellos, porque el 13 de
diciembre intentaron ingresar en nuestro hogar, por eso decidimos
mudarnos para que no conocieran nuestra ubicación.

Fue así como por la violencia, la persecución sistemática de un grupo criminal


y la inoperancia del estado, nos vimos obligados a cambiar nuestra residencia
en busca de paz y tranquilidad debido a que psicológicamente mi esposo y yo
estábamos al borde del colapso. cabe mencionar que intentamos colocar las
respectivas denuncias, pero nunca fueron tomadas en cuenta porque según
las autoridades no había pruebas suficientes para iniciar una investigación.
Tuvimos una relativa calma hasta que el 2 de marzo de 2023, cuando en
nuestro nuevo hogar, el cual se suponía era desconocido, recibimos una carta
diciendo que no había lugar para esconderse hasta que no convenciéramos a
los jóvenes de volver y que si no tendrían que convencer a nuestros hijos.

Fue en ese momento llenos de preocupación y miedo por nuestra vida y


ahora las de nuestros hijos, los cuales nunca habían involucrado, decidimos
dejar todo y salir del país para no convertirnos en una cifra más de activistas
asesinados por el simple hecho de querer un mejor futuro para nuestros
jóvenes y nuestro país.

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