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CONFIANZA MÁS ALLÁ DE LA MUERTE

Génesis 23

Extranjero y forastero soy entre vosotros; dadme propiedad para sepultura entre vosotros, y
sepultaré mi muerta de delante de mí. Génesis 23:4

Hay temas que muchas veces se eluden en las conversaciones cotidianas, este es uno de ellos,
podemos hablar de lo que a otros les acontece pero habrá un día en que la muerte estará muy cerca
nuestro, incluso la experimentaremos, ¿Cómo hemos de enfrentarla? Solo hay dos maneras de
hacerlo, CONFIANDO EN DIOS Y EN SUS PROMESAS o negándolo, lo que solo nos lleva a dos destinos
muy diferentes. Es por esto que este pasaje es tan importante, porque ABRAHAM creyó a DIOS y
adquirió un terreno como garantía para el pueblo de DIOS, una tumba sería la garantía, pero este
sepulcro no estaría junto a los de los hititas, como no hay comunión entre los hijos de DIOS y los
hijos de DIABLO, entre la LUZ y la OSCURIDAD, entre las OVEJAS DEL SEÑOR y las que no lo son. Este
tema ha de ser enseñado a nuestros hijos aún si son jóvenes pues nuestra vida no culmina en un
sepulcro, nosotros caminamos como Extranjeros y Peregrinos, pero lo hacemos con confianza en
CRISTO, por lo que heredaremos cielos nuevos y tierra nueva por la resurrección de nuestro SEÑOR.

CUANDO LA MUERTE TOCA EL HOGAR (Génesis 23:1-2): Fue la vida de Sara ciento veintisiete años;
tantos fueron los años de la vida de Sara. 2 Y murió Sara en Quiriat-arba, que es Hebrón, en la tierra
de Canaán; y vino Abraham a hacer duelo por Sara, y a llorarla.

Pocas situaciones son más difíciles de enfrentar que la pérdida de una persona, más aún cuando es
en extremo cercana a nosotros. La muerte es un intruso y por ello es que siempre sacude lo más
íntimo de nuestro ser, de hecho, el ser humano ha buscado siempre la cura a las enfermedades, los
medios para prolongar la vida, pero lo real es que la muerte no puede ser eludida. Esconder este
tema o ignorarlo, no es la manera correcta de tratar con esa situación, ya que el dolor que evoca la
muerte ha de ser tratado a través del consuelo que solo CRISTO nos puede dar.

Sara es la única mujer a la que se le registra la edad de su muerte en las Escrituras, ella puede ser
reconocida a través de las Escrituras como una mujer de una gran belleza, quien fue impaciente,
incluso manipuladora porque buscó las cosas para su conveniencia. Se pueden ver muchas
deficiencias en su carácter al punto de mostrar despreció por Agar e Ismael. Su matrimonio con
Abraham había pasado por diversas luchas y contrariedades, incluso tuvo que padecer la esterilidad
y el maltrato por ello. Con todo lo mal que ocurrió en su vida matrimonial debido a haberse apartado
por querer tomar el control y hacer lo que mejor les parecía según el sistema de valores de la época,
su matrimonio se sostuvo, ella perseveró en medio de las buenas y malas situaciones, al punto de
florecer para la gloria de DIOS.

A pesar de todo esto, ella es reconocida como la María del Antiguo Testamento, ella era para
Abraham su princesa, como el significado de su nombre. Por eso en este pasaje podemos ver el
dolor de Abraham por la pérdida de la compañera de su vida con quien estuvo casado por más de
cincuenta y dos años. Desprenderse de alguien a quien se ama tanto y con quien se ha compartido
la mayor parte de nuestras vidas no es para nada sencillo, los recuerdos, las emociones, los sueños,
las risas y los llantos, las noches en vela y los días en que el romance florecía, eso hace que la partida
sea muy dolorosa, incluso para nosotros los creyentes quienes gozamos de la esperanza de
volvernos a ver si estamos en CRISTO.
Abraham expresó con lágrimas la muerte de su esposa, hizo duelo por su partida. Esto no es una
señal de debilidad sino la expresión de nuestro dolor, real y profundo. Si bien como cristianos
partimos a la presencia de nuestro Salvador la separación en la familia de la fe aunque temporal, no
deja de afectarnos, por lo que somos sacudidos con tristeza y llanto, recordándonos que algún día
lo amargo de la muerte ya no estará más. Es en medio de esta aflicción donde la Esperanza dada
por el Evangelio ha de brillar: Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que
duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. 1 tesalonicenses
4:13.

Como Iglesia del Señor somos llamados a mostrar compasión con el que sufre y ser solidarios en
medio del dolor, llevando consuelo y esperanza pues esto mismo recibimos de DIOS quien por su
infinito amor nos sostiene aun cuando atravesamos el valle de sombra de muerte: Bendito sea el
Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, 4 el cual
nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los
que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados
por Dios. 2 Corintios 1:3-4.

CONFIANZA MÁS ALLÁ DE LA MUERTE (Génesis 23:3-18): La muerte nos recuerda lo transitorio de
nuestra vida, que somos peregrinos y extranjeros en esta tierra, lo mismo que estaba
experimentando en su corazón Abraham con la muerte de su amada, mientras vivía en la tierra de
Canaán pero en medio de los Hititas, recordándole que había esperanza más allá de la muerte, una
ciudadanía celestial: Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena,
morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba la
ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. Hebreos 11:9-10.

Abraham creía en la promesa, confiaba en ella aunque aún no poseía nada de la tierra que le había
sido prometida a él y a su descendencia: Y apareció Jehová a Abram, y le dijo: A tu descendencia
daré esta tierra. Y edificó allí un altar a Jehová, quien le había aparecido. Génesis 12:7. Así como su
fe fue probada con la simiente, además con el llamado de entregar a Isaac, ahora él veía partir a su
esposa sin que hubiese sido dueña del territorio, pero esto no debilitaría su fe sino que confiaría en
lo dicho por el Señor.

Abraham les diría a los hititas que aunque él era extranjero y peregrino, deseaba adquirir una
propiedad en Canaán, la cueva de Macpela, lo cual era una manera de expresar su fe en la promesa
de DIOS, pues aunque esa tierra aún no era suya, si lo sería luego. Abraham miraba en este
acontecimiento tan difícil la promesa de DIOS y era sostenido por ella, soportando así el dolor y la
tristeza mientras contemplaba por fe la eternidad mientras él seguía de camino hacia su posesión
eterna: Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones,
por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti. 8 Y te daré a ti, y a tu
descendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y
seré el Dios de ellos. Génesis 17:7-8.

Abraham permanecía unido en fe a Sara, por lo que no quiso que su sepulcro fuese en el desierto
estéril ni tampoco en el sepulcro que le pertenecía a los hititas, sino en la tierra de la promesa, en
frente del lugar donde había puesto su campamento en frente del Encinar de Mamre, Macpela en
Hebrón. A pesar de que los hititas honraron a Abraham y le reconocieron como un príncipe de DIOS,
ellos no se habían rendido al DIOS verdadero y por tanto Abraham declinó a su oferta.
Esto es muy importante para nosotros, Abraham, Sara, su simiente santa, fueron apartadas,
santificadas por el Señor por lo cual ni en la muerte tendrían parte con los impíos aunque también
la padecieran así como sus consecuencias, pues el Salvador nos lleva a mirar con esperanza más allá
de la muerte, recordándonos que tendremos parte con él por su resurrección. Porque si creemos
que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. 1
Tesalonicenses 4:14.

Abraham hablaría con Efrón hijo de Zohar quien se la ofrecería gratis como era la costumbre en
aquella época, con todo el respeto Abraham declinó y le dijo que se la vendiera, por lo que Zohar se
la vendió a un alto precio según otros registros de las Escrituras: cuatrocientos siclos de plata, de
buena ley entre mercaderes. Este precio no era nada en comparación al significado del alcance de la
promesa a través de esta tumba. Además, Abraham había pagado con el dinero que el Señor le había
dado a través de su vida, pues suyos son el oro y la plata, así como la tierra y todo cuanto hay. Esta
tierra y la cueva de Macpela eran una garantía de que algún día Abraham, Sara y su simiente
heredarían aquella tierra.

A esto mismo somos llamados nosotros, aun cuando experimentemos de cerca la muerte de los
seres que amamos e incluso la nuestra, por lo que hemos de recordar que la herencia de esta tierra
es por tener la mayor de las bendiciones, la simiente de Abraham, es decir a CRISTO, como nuestro
Señor y Salvador, por lo que tenemos gozo incluso cuando experimentamos el dolor de la pérdida,
pues nuestra esperanza jamás nos avergüenza.

Conforme a la fe murieron todos estos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y
creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. 14 Porque
los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; 15 pues si hubiesen estado
pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. 16 Pero anhelaban
una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les
ha preparado una ciudad. Hebreos 11: 13-16.

MURIENDO EN FE (Génesis 23:19-20): Abraham era el legítimo dueño de esa tierra en medio de los
hititas, una razón de suma importancia para los judíos en la conquista de Canaán, pues sabían que
en esa tierra había una propiedad de su antepasado que le pertenecía a ellos. Para Abraham este
sitio era también muy especial, allí enterró a su esposa como anticipó de haber heredado aquella
tierra donde unidos por la fe permanecerían para siempre con su Señor y algún día estarán
nuevamente en ella junto con todos los hijos de DIOS que seremos como las estrellas del cielo o la
arena del mar.

Sara murió en fe, lo mismo acontecería luego con Abraham, confiando en las promesas de su Señor,
ellos pelearon la buena batalla de la fe, echaron mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuimos
nosotros también llamados. Tenemos confianza que así como Cristo fue levantado de entre los
muertos, Abraham, Sara y nosotros, seremos también resucitados en gloria, diciendo como Pablo:
Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron
en él. 1 Tesalonicenses 4:14.

En Cristo tenemos esperanza que trasciende la muerte: Porque este Dios es Dios nuestro
eternamente y para siempre; Él nos guiará aún más allá de la muerte. Salmo 48:14. Por esto,
nosotros su pueblo, podemos ser consolados cuando experimentamos la partida de aquellos que
amamos que murieron en CRISTO, el mismo los sostendrá con su diestra victoriosa, el mismo venció
la muerte y por tanto viviremos con ÉL. Si bien en un momento dejaremos atrás esta tierra de los
vivientes, regresaremos bajo cielos nuevos y tierra nueva, eternamente.

La tumba en Macpela clama en voz alta como un testimonio que ni la muerte tiene el poder para
destruir las promesas de DIOS, nada ni nadie puede deshacer el Pacto del Señor. En esa tumba
fueron también enterrados Abraham, Isaac, Rebeca, Jacob y Lea. Esa tumba sería el pago inicial de
DIOS, su señal de seguridad para Abraham y los hijos de la promesa de que la PALABRA DE DIOS NO
PUEDE SER QUEBRADA. La tumba no vería la victoria final. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?
¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado,
la ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.
1 Corintios 15:55-57.

CONCLUSIONES: El dolor y sufrimientos es común a todos nosotros y la manera más trágica en que
se manifiestan es en la muerte de aquellos que amamos, sin embargo, nosotros no sufrimos la
muerte como los que no conocen a DIOS sino como los que tenemos esperanza porque somos
conocidos por ÉL, de tal manera que podemos estar seguros aunque atravesemos ese gran dolor
por un momento: Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú
estarás conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Salmo 23:4.

Abraham lloró la muerte de su esposa y fue consolado por las promesas del Señor, de la misma
manera nosotros hemos de llorar en esta vida y también seremos consolados mientras esperamos
con fe el día de nuestra plena redención, donde no habrá más noche oscura en nuestras vidas: Vi un
cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no
existía más. 2 Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta
como una esposa ataviada para su marido. 3 Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el
tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo
estará con ellos como su Dios. 4 Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá
muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. Apocalipsis
21:1-4.

Así que sigamos la advertencia que el Señor nos hace: Acuérdate de tu Creador en los días de tu
juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos
contentamiento; 2 antes que se oscurezca el sol, y la luz, y la luna y las estrellas, y vuelvan las nubes
tras la lluvia; 3 cuando temblarán los guardas de la casa, y se encorvarán los hombres fuertes, y
cesarán las muelas porque han disminuido, y se oscurecerán los que miran por las ventanas; 4 y las
puertas de afuera se cerrarán, por lo bajo del ruido de la muela; cuando se levantará a la voz del
ave, y todas las hijas del canto serán abatidas; 5 cuando también temerán de lo que es alto, y habrá
terrores en el camino; y florecerá el almendro, y la langosta será una carga, y se perderá el apetito;
porque el hombre va a su morada eterna, y los endechadores andarán alrededor por las calles; 6
antes que la cadena de plata se quiebre, y se rompa el cuenco de oro, y el cántaro se quiebre junto
a la fuente, y la rueda sea rota sobre el pozo; 7 y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu
vuelva a Dios que lo dio. 8 Vanidad de vanidades, dijo el Predicador, todo es vanidad. Eclesiástes
12:1-7

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