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Caso Edmundo Chirinos, Evidencias desde el punto de vista de la criminalística

El l4 de julio de 2008, se incorporó a su turno como vigilante en el Centro de


Adiestramiento de VIASA el ciudadano Cigilfredo Moreno todavía. El cual
alertado por los canes que allí habitaban encontró en un corto barranco que
venía siendo utilizado para botar basura de todo tenor. También lo fue para
lanzar el cuerpo de una mujer.

Encontrando esto Marcó el l7l, teléfono de emergencias. La transcripción de


novedad en el Centro de Investigaciones Penales y Criminalísticas la realizó
Aída Castillo, quien atendió en la sala de transmisiones. La información era
escueta, pero suficiente para movilizar a funcionarios de la División de
Homicidios del organismo policial. La llamada reportó que en la autopista
Petare-Guarenas, a la altura del centro de adiestramiento de VIASA, Parque
Caiza, vía pública, se había encontrado el cuerpo sin vida de una persona en
estado de putrefacción.

El inspector Daniel y los detectives Ovidio y Johnny acudieron al lugar pasado


el mediodía. También acudieron los funcionarios de Medicina Forense. Los ojos
de los policías registraron el cuerpo de Roxana en ese momento no
identificada. El fotógrafo del CICPC inició su trabajo, sin problemas. Había
suficiente luz para eso. El cuerpo yacía en el asfalto, sobresaliendo entre
escombros de cerámica blanca partida (parecían ser los restos de una poceta),
piedras, troncos y bolsas con basura. Se encontraba en posición de cúbito
dorsal —boca arriba— y el lado derecho de su rostro estaba tapado
parcialmente con unas tablas de madera. Sobre su cuerpo también se hallaban
unas bolsas transparentes con escombros y un trozo de tronco que quedó
colocado entre sus piernas. Vestida con una blusa blanca con flores rosadas
subida hasta los senos. Toda la región toráxica quedaba al descubierto y
también parte de su brassier. Con una falda negra levantada hasta la región
abdominal, dejando visible su ropa interior blanca. Estaba sin zapatos, sin
cartera, y por lo tanto sin identificación. Para efectos del registro inicial, los
policías la describieron como mujer de piel blanca, cabello negro ondulado,
largo, l,75 cm, contextura obesa, de unos 30 años.
Los efectivos colectaron dos conchas de balas partidas 9mm, que pensaron
podían ser útiles para la investigación. A Jorge Marín, médico forense, le
correspondió la evaluación externa del cuerpo de Roxana. Marín registró que
Roxana presentaba escoriaciones, raspaduras, en la región abdominal.
También tenía golpeadas las rodillas, en especial la pierna izquierda. Pero la
parte más deteriorada era la superior. La región frontal de la cara estaba muy
hinchada y el ojo izquierdo estaba fuera del lóbulo. Marín describió al cuerpo de
Roxana en estado de putrefacción, con el tórax y abdomen manchados de
verde, y la piel, en general, en la llamada fase enfisematosa, que significa
hinchada por los gases. Para Marín, luego de la evaluación externa del cuerpo,
Roxana había fallecido por un traumatismo en la cabeza. Y a criterio del
médico, y con la información policial de que no se habían conseguido
documentos con la víctima, las dos manos debían ser amputadas para que en
el laboratorio procuraran restaurar los pulpejos dactilares, procedimiento que se
suele hacer para identificar a las víctimas. Cumplido con el proceso forense, el
cuerpo de Roxana Vargas fue cargado hasta la furgoneta del CICPC y
trasladado hasta la morgue de Bello Monte. A partir de ese momento, Roxana
Vargas Quintero pasó a ser un caso, identificado en el acta procesal # 857.177

Una vez identificado el cuerpo como el de la estudiante desaparecida Roxana


Vargas, había que retomar la denuncia realizada por la madre, cuando acudió
al organismo policial para informar la desaparición de su hija, la madre
igualmente realizo la declaración de su sospecha por el psiquiatra Edmundo
Chirinos ya que el día que desapareció su hija fue el psiquiatra la última
persona que la vio con vida según las declaraciones de la misma víctima y
amigos de irse a ver con él a su consultorio alrededor de las 7 de la noche del
12 de julio del 2008. El protocolo de autopsia es referencia fundamental en toda
investigación criminal. Franklin Pérez fue el patólogo responsable de la
autopsia. Apenas fue conocido el informe que realizó, se generaron polémicas
y agrias críticas de colegas y conocedores de criminalística.

El informe del forense Franklin Pérez fue la continuidad de lo que había


adelantado su colega Jorge Marín. El documento del patólogo indica que a
Roxana se le encontró un hematoma en el cuero cabelludo; la masa encefálica
estaba licuada y empapada en sangre y el médico no observó trazos de
fractura de cráneo ni de la cara. No vio lesiones en el cuello. El tórax y el
abdomen le parecieron muy congestionados. Ni en la pelvis ni en las
extremidades consiguió lesiones. La causa de la muerte sería entonces
hemorragia subdural, traumatismo cráneoencefálico severo. Un dato era muy
importante en las investigaciones. Cuando un cuerpo de mujer es encontrado
en las condiciones del de Roxana, la primera sospecha es de un crimen
pasional, por lo tanto, lo primero que los investigadores deben buscar en el
cuerpo y la ropa de la víctima es semen, pelos o saliva, que podrían revelar a
través de la evaluación del ADN la identidad del victimario. En el caso de
Roxana hubo ausencia de espermatozoides, y no se encontró evidencia de
actividad sexual en sus últimas horas de vida.

En lo que fue el informe de autopsia y las acciones realizadas a la hora del


levantamiento del cuerpo y la recolección de indicios para poder identificar al
autor se realizaron diversos comentarios de colegas ya retirados sobre el caso
como que:

 Olvidaron que cuando un cadáver es encontrado en un sitio de


liberación, en seguida deben encenderse todas las alarmas porque
significa la posibilidad de que alguien planificó el delito, y que se trata de
un caso que debe ser manejado con mayor rigurosidad
 El otro aspecto que me preocupa es la evidencia. Por lo que veo, los
únicos elementos que fueron colectados fueron unas conchas de balas y
unas bolsas plásticas con escombros. ¿Y todo lo demás?
 Hay unas lesiones en el cuerpo que no me explican si fueron pre
mortem, cuando ella estaba viva, o después de haber fallecido
 El informe tampoco me ubica en qué parte del cráneo fue la lesión,
frontal, parietal, occipital, ¿dónde está? No hablan de heridas, sino de
lesiones, y al parecer no hay fracturas. Entonces, ¿por dónde sangró?
 Seguro la morgue estaba colapsada, y los mozos terminaron haciendo el
trabajo a la carrera
 Este informe, además de incompleto tiene contradicciones

Amalia Pagliaro una patóloga muy reconocida se concentró en las fotos de


Roxana y comento. «Esta víctima estaba putrefacta», dijo. Esa observación
coincidía con el protocolo de autopsia. Por eso la descripción del cuerpo refiere
de una especie de mancha verde que es la señal, el síntoma, de la primera
etapa de la putrefacción, llamada fase cromática. En el caso de Roxana, con el
calor —fue encontrada en la vía hacia Guarenas— y al encontrarse al aire libre,
la putrefacción se aceleró, porque lo usual es que se inicie a las 36 horas. «La
víctima ya había comenzado a pasar a la fase gaseosa o enfisematosa de
putrefacción», agregó la patóloga. En esa etapa ya el cadáver huele muy mal.

Las etapas posteriores a la fase gaseosa son la de licuefacción y la


esqueletización. En la primera, empiezan a aparecer moscas, larvas y gusanos,
el cadáver pierde las partes blandas y queda expuesta la parte ósea, la piel se
pierde, se derrite. En la segunda ya quedan sólo los huesos. Roxana no llegó a
estas fases. Me llama la atención que el médico dice que no hay herida en la
cabeza. Al menos el protocolo no lo expresa. Lo otro que me parece extraño es
que el patólogo dice que tiene una hemorragia subdural y también escribe que
la masa encefálica está licuada. Eso es imposible. Así es muy difícil determinar
qué tipo de hemorragia es. Si fuera la hemorragia subdural, toda la sangre va a
estar sobre la masa encefálica, pero si tengo la masa líquida, no te puedo decir
dónde está.

El Ministerio Público y la División de Inspecciones Oculares y Homicidios del


CICPC realizaron visitas domiciliarias a tres propiedades del psiquiatra. Los
funcionarios fueron al consultorio ubicado en la calle Raúl Ramos Calles,
prolongación Los Manolos, cerca de la avenida Andrés Bello. Este lugar era
clave para la investigación. Los policías buscarían evidencias para determinar
si en ese consultorio se había cometido el crimen. El otro allanamiento sería en
su residencia ubicada en la primera transversal de Sebucán, adonde los
funcionarios presumían, por datos suministrados por familiares y amigos de
Roxana, que ella no había ido, pero donde buscarían evidencia que aportara
elementos de la relación entre la víctima y el psiquiatra. El tercer allanamiento
sería en otro apartamento en la avenida Rómulo Gallegos, Torre Los Samanes,
que aparecía también como propiedad de Chirinos, aunque allí no vivía.

El l8 de julio, los efectivos policiales, entre ellos el detective Perozo, efectuaron


el allanamiento en el consultorio del psiquiatra. El local es una casa bastante
vieja, ubicada en una calle angosta frente a la clínica El Cedral. La entrada del
lugar tiene una reja de acceso a un área que funciona como sala de espera de
la clínica. Su iluminación es artificial de regular intensidad. El piso de esa área
es de terracota. A la sala de espera se le junta la recepción desde donde se
accede en sentido noreste, a una puerta de madera marrón, batiente. Al
traspasar ese umbral, se llega a un ambiente de piso de cemento con una
alfombra azul y gris, con paredes blancas y cerámica azul. Allí hay un área que
parece de consulta, dos áreas de tratamiento médico y un baño. Los
funcionarios se sorprendieron porque encontraron el consultorio bastante
descuidado. La pintura de las paredes estaba deteriorada, algunas mostraban
filtración, y la alfombra parecía que nunca la hubieran limpiado. En el baño, los
funcionarios hallaron algunos medicamentos (registraron con suspicacia una
muestra del lubricante íntimo Lubrinx, en uno de los estantes). El mobiliario era
normal para un consultorio, gabinetes, mesas y sillas. Pegada a ese pequeño
consultorio está otra área, donde el psiquiatra aplica tratamientos médicos. Esa
sala está protegida con una puerta de madera blanca, con diverso mobiliario
desde equipos de video hasta una camilla, una mesa y varios estantes. Un
zarcillo plateado de diseño triangular fue ubicado en el piso. Un zarcillo muy
pequeño, que para efectos de la prueba policial resultó inmenso. Los policías
sabían qué iban a buscar. Necesitaban evidencia de que Roxana Vargas había
estado allí. Hasta el momento habían recabado la relación de llamadas
entrantes y salientes entre los celulares de Chirinos y de la estudiante, con
resultados positivos, que los orientaban a pensar que el consultorio había sido
el último lugar donde Roxana había estado con vida.

Los efectivos comenzaron con el levantamiento planimétrico. Una minuciosa


inspección en la que utilizaron una aspiradora con el respectivo retenedor y
papel filtro les permitió efectuar un barrido, tanto en el consultorio como en el
área de tratamiento, de donde tomaron muestras de material heterogéneo y
apéndices pilosos, que fueron guardados en dos sobres de papel para su
evaluación en el laboratorio. Luego vino la prueba de luminol, una técnica que
se aplica en la oscuridad sobre cualquier superficie madera, cemento, tela,
cartón, vidrio que permite ubicar trazas de sangre.

Lo que el luminol busca realmente es el hierro que contiene la sangre. La


mezcla de luminol reacciona con los denominados metales de transición como
cloro, cobre y potasio, que pueden dar falsos positivos, es decir resultados que
parecen indicar la presencia de sangre. Por eso la muestra colectada siempre
es llevada al laboratorio. Los investigadores también tienen en cuenta que
algunos elementos naturales pueden alterar la eficiencia del luminol, como la
lechosa o el mango, por ejemplo. Toda esta información es de fácil acceso por
Internet. En las dos maletas de los carros de Chirinos se detectaron, además
de un fuerte olor nauseabundo, restos de frutas, en apariencia de mango, que
habían sido restregadas en toda la superficie. Por eso después, en el juicio, se
manejó el argumento de alteración con falso positivo. El psiquiatra había
escuchado una conversación sobre el efecto de las frutas y había mostrado
interés por el tema

La luz iba desde la camilla hasta la salida principal del consultorio, con
interrupción en algunas áreas. Con precisión, los funcionarios colectaron una
muestra a nivel de la pared, donde se encuentra el diván que según Chirinos
utiliza para las terapias, unos 3 centímetros por encima del borde superior del
espaldar de dicho mueble. También tomaron una muestra de la esquina
anterior del asiento del diván. Cortaron en el piso del área de terapias un
segmento de alfombra de 32 por 22,5 centímetros, donde parecía haber un
pozo de sangre. Otro segmento de alfombra de l7 por l9,5 centímetros fue
colectado frente a la puerta de acceso principal. Allí parecía también haber otro
pozo. Un rastro de sangre como de un zapato arrastrado, muy definido, los
llevó hasta la salida del consultorio.

El operativo de allanamientos continuó en la residencia de Chirinos. Cercanos


al psiquiatra confiesan que tuvo tiempo de sacar algunas cosas; tal vez nunca
se sabrá cuáles. Podrían ser documentos íntimos que no tengan que ver con
Roxana Vargas, expedientes médicos que, de ser difundidos, generarían
escándalo en la sociedad venezolana. Los funcionarios lo que procuraban era
nuevos elementos que probaran la relación entre el psiquiatra y la estudiante.

Los investigadores notaron que la caja de seguridad estaba vacía y


procedieron a decomisar algunas cosas de interés, como un revólver
Smith&Wesson .38, bastante viejo y hasta oxidado, muchas municiones para
armas de distinto calibre y un cargador. El detective Perozo se dirigió a la parte
baja de una escalera que comunicaba la habitación del psiquiatra con el
segundo piso del pent-house, y localizó un archivo colocado como al descuido,
debajo de un mueble, en el piso. Al abrirlo se sintió frente a un tesoro: más de
mil fotografías, de distintas épocas, realizadas en lugares similares a su
consultorio y su casa. Las gráficas mostraban cuerpos de mujeres desnudas o
casi, posando unas y otras completamente dormidas. Algunas de éstas
impresionaron a los funcionarios porque parecían las imágenes de mujeres
muertas con la camisa y el brassiere mal subidos, así como quitados a medias
los pantalones, faldas y ropa interior. Pero faltaba más. Las fotos podían
mostrar evidencia de abuso sexual del psiquiatra con sus pacientes, pero el
médico no estaba siendo acusado por ese delito. Necesitaban recabar
elementos de prueba que pudiesen relacionarlo con el homicidio.

Para el momento de la declaración avanzaban los análisis de las evidencias


recabadas en el consultorio. A ellas se había sumado la inspección efectuada a
dos vehículos. Un Mercedes Benz modelo C230KSC, azul, y un BMW modelo
325IS, azul también. De la maleta de los dos vehículos se desprendía un olor
nauseabundo y se recolectaron elementos pilosos. Se determinó que las
alfombras de los vehículos parecían haber sido impregnadas con una sustancia
que interfiere la activación del luminol, como mango o lechosa. Los resultados
de los primeros análisis de laboratorio comenzaron a llegar a finales de julio. El
estudio toxicológico realizado a Roxana después de muerta, fue negativo para
alcohol etílico, alcaloides (cocaína, heroína) y escopolamina. Se encontró ll5
miligramos de Setralina por litro de sangre, cantidad considerada dentro de los
límites normales de una paciente que ha estado en tratamiento. La muestra de
ADN enviada para experticia a Lisbeth Borjas Fuentes, MSC en genética
humana, determinó que la sangre colectada en el consultorio de Chirinos
pertenecía a Roxana Vargas.

Las dudas respecto al protocolo de autopsia, tal como lo había advenido la


forense Pagliaro, llevaron a realizar la exhumación al cuerpo de Roxana
Vargas, el 29 de agosto. Dos días antes, se había cumplido el levantamiento
planimétrico para la reconstrucción de los hechos en el consultorio del
psiquiatra. En la exhumación, estuvieron presentes los funcionarios del
Ministerio Público designados para la evaluación del cuerpo, que había sido
enterrado en el Cementerio General del Sur en Caracas. También estaban los
familiares más cercanos de Roxana, encabezados por su mamá, Ana Teresa.
La defensa de Chirinos estuvo presente, igual que los medios de comunicación.
La exhumación es un recurso de las partes, al cual se apela cuando existe
confusión sobre la causa de muerte de la víctima. El cadáver se saca de donde
está enterrado y allí se analiza. Con Roxana, la duda era la herida. Era
necesario determinar de dónde había salido la sangre encontrada en el
consultorio del médico. En principio se iba a realizar con funcionarios de
Caracas, pero después la Fiscalía cambió de opinión y designaron a
profesionales de Los Teques. La comisión la integraron: odontólogo,
antropólogo, patólogo, fotógrafo, ayudante de autopsia y todos sus técnicos. El
cuerpo es examinado en el cementerio. Se trata de resolver ahí, para volver a
meter el cadáver en la urna. Los abogados defensores asistieron, luego de
asentar su protesta porque no se les había entregado el protocolo de autopsia.
El proceso se inició con la ubicación de la fosa. Se colocan los linderos donde
está ubicada, se toman fotografías del lugar en el que fue enterrada, y luego los
sepultureros sacan la urna y se coloca en un sitio cercano donde se pueda
trabajar. A los presentes les llamó la atención que el cadáver estaba desnudo.
El pelo de Roxana destacó entre el triste espectáculo de su cuerpo deteriorado,
que después de la autopsia no había sido suturado porque con tal estado de
descomposición la piel no resistía la tensión del pabilo. Sin embargo, sus
piernas se conservaban bastante bien, como si fueran de otro cuerpo. La
cabeza era el centro de atención. Separaron el cuero cabelludo, y se tomaron
muestras de la piel sobre las lesiones que en efecto tenía. Abrieron el cráneo y
allí apareció una fractura, muy visible. Sobre la misma, la polémica se
estableció de inmediato. Para la defensa, podía haberla producido el forense,
que ante las difíciles condiciones en las que trabaja había palanqueando el
hueso para su análisis, con un martillo y un cincel. De ser cierto este
argumento, la fractura del hueso no tendría impregnación hemática porque
habría ocurrido después de que Roxana muriera. De lo contrario, de
encontrarse sangre en el hueso, la fractura habría sido con Roxana viva, y
posiblemente sería la causa de su fallecimiento. Para establecer eso, estaba la
exhumación. Los representantes del Ministerio Público estaban seguros de que
la evaluación de los expertos determinaría los golpes que habían causado la
muerte de Roxana y las áreas donde se había generado su sangramiento. Los
técnicos convinieron en llevarse la cabeza. Con unos cuchillos especiales
cortaron entre vértebra y vértebra. Ya en el laboratorio la cabeza se procesa,
con más y mejores recursos; se pone a hervir en cloro y cal, y queda limpia y
blanca. Así se puede determinar la presencia de impregnaciones hemáticas y
las fracturas. Las muestras de la piel las mandaron al Hospital Oncológico para
su análisis. Luego de la exhumación, el equipo de profesionales determinó que
Roxana había sido objeto de severos y repetidos golpes en su cabeza, que
habían generado por lo menos siete lesiones con impregnaciones hemáticas
que confirmaban que tales maltratos los recibió con vida. Hasta su maxilar
derecho lo tenía lesionado. Uno de los expertos llegó a expresar que la cabeza
de la joven había sido aplastada. La evaluación probaba además que Roxana
sangró en el lugar donde fue asesinada.

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