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LA TORRE

Como cada verano, Nacho y su prima Lucía pasan las vacaciones en La Torre. Así llaman en el pueblo a la casa de su
abuela Cayetana, un palacio del siglo XIX con un jardín de palmeras y árboles frutales. El nombre de La Torre le viene
por las dos torres circulares que tiene la casa, una a cada lado de la fachada. Esta original estructura y el color
naranja del edificio lo hacen inconfundible en los alrededores de Almería. Hoy es domingo y la tía Marta, que vive
con la abuela, ha llevado a los niños a su playa preferida, Roquetas del Mar, a cuarenta kilómetros de la capital.
Mientras ella toma el sol, sus sobrinos se divierten haciendo un castillo de arena. Quieren construir la casa de la
abuela en la playa de Roquetas. La construcción parece tan interesante que otros niños observan el trabajo de
Nacho y Lucía. Uno de ellos pregunta curioso: − ¿Existe de verdad una casa así, con esas torres? − Sí —responde
Lucía—, es la casa de mi abuela y no está lejos de aquí. − En mi país no he visto nunca una casa así —comenta el
niño. − ¿Cuál es tu país? —dice Nacho. − Marruecos. − ¿Estás de vacaciones en España? —continúa Nacho. − No, vivo
aquí. Mis padres trabajan en los invernaderos de El Ejido. − ¿Cómo te llamas? —pregunta Lucía. − Malik —responde
sonriendo el niño. Los dos primos conocen el lugar. Han visto a menudo los mares de plástico, como ellos llaman a
los invernaderos, donde se producen las toneladas de frutas y verduras que se exportan a toda Europa. Saben
también que el trabajo es muy duro y que por eso solo trabajan allí los inmigrantes. Nacho invita a Malik a terminar
la casa de arena con ellos. Pasan todo el día jugando, bañándose y hablando. El niño marroquí les cuenta que su
padre llegó en una patera a la costa española hace unos años. Tuvo suerte y empezó a trabajar pronto. Cuando pudo
legalizar su situación en España y ahorrar dinero, trajo a su familia a vivir con él. Ahora viven todos, los padres y los
tres hijos, en un piso que comparten con una familia de Senegal. Aunque son once personas en la casa, están
contentos porque pueden ir al colegio y no les falta comida. Además, en España pueden estudiar, aprender un oficio
o viajar a otro país de Europa. Su futuro es sin duda mejor aquí que en Marruecos. Por la tarde los niños tienen que
despedirse. Lucía le pregunta a su tía si Malik los puede visitar y conocer la casa de la abuela. La tía Marta sonríe y les
propone ir a buscar a Malik al día siguiente para pasar el día en La Torre. Los tres niños saltan de alegría.

LA TORRE

Wie jeden Sommer verbringen Nacho und seine Cousine Lucía ihre Ferien in La Torre. So nennt man im Dorf das
Haus seiner Großmutter Cayetana, ein Palast aus dem 19. Jahrhundert mit einem Garten mit Palmen und
Obstbäumen. Der Name La Torre kommt von den beiden runden Türmen, die das Haus auf jeder Seite der Fassade
hat. Diese originelle Struktur und die orange Farbe des Gebäudes machen es in der Umgebung1 von Almería
unverwechselbar. Heute ist Sonntag, und Tante Marta, die bei ihrer Großmutter lebt, ist mit den Kindern zu ihrem
Lieblingsstrand Roquetas del Mar gefahren, der vierzig Kilometer von der Hauptstadt entfernt liegt. Während sie ein
Sonnenbad nimmt, haben ihre Neffen Spaß daran, eine Sandburg zu bauen. Sie wollen das Haus ihrer Großmutter
am Strand von Roquetas bauen. Die Konstruktion scheint so interessant zu sein, dass andere Kinder Nacho und Lucía
bei ihrer Arbeit zusehen. Einer von ihnen fragt neugierig: "Gibt es wirklich so ein Haus mit diesen Türmen? - Ja",
antwortet Lucía, "es ist das Haus meiner Großmutter und es ist nicht weit von hier. - So ein Haus habe ich in meinem
Land noch nie gesehen", sagt der Junge. - Welches ist Ihr Land? -sagt Nacho. - Marokko. - Sind Sie im Urlaub in
Spanien? -Fortsetzung von Nacho. - Nein, ich wohne hier. Meine Eltern arbeiten in den Gewächshäusern2 in El Ejido.
- Wie ist Ihr Name? -Frage Lucía. - Malik", antwortet der Junge und lächelt. Die beiden Cousins kennen den Ort. Sie
haben oft die Plastikmeere gesehen, wie sie die Gewächshäuser nennen, in denen Tonnen von Obst und Gemüse
produziert und nach ganz Europa exportiert werden. Sie wissen auch, dass die Arbeit sehr hart ist und dass deshalb
nur Einwanderer dort arbeiten. Nacho lädt Malik ein, mit ihnen das Sandhaus fertigzustellen. Sie verbringen den
ganzen Tag mit Spielen, Baden und Reden. Der marokkanische Junge erzählt ihnen, dass sein Vater vor einigen
Jahren mit einem Boot an der spanischen Küste angekommen ist. Er hatte Glück und begann bald zu arbeiten. Als es
ihm gelang, seine Situation in Spanien zu legalisieren und Geld zu sparen, zog er mit seiner Familie zu ihm. Jetzt
leben sie alle zusammen, Eltern und drei Kinder, in einer Wohnung, die sie sich mit einer Familie aus dem Senegal
teilen. Obwohl elf Personen im Haus leben, sind sie glücklich, weil sie zur Schule gehen können und es ihnen nicht an
Essen fehlt. Außerdem können sie in Spanien studieren, einen Beruf erlernen oder in ein anderes europäisches Land
reisen. Ihre Zukunft ist hier sicherlich besser als in Marokko. Am Nachmittag müssen sich die Kinder verabschieden.
Lucía fragt ihre Tante, ob Malik sie besuchen und das Haus ihrer Großmutter sehen kann. Tante Marta lächelt und
schlägt vor, Malik am nächsten Tag abzuholen, um den Tag in La Torre zu verbringen. Die drei Kinder springen vor
Freude.
A la mañana siguiente muy temprano, Marta y sus sobrinos viajan hasta El Ejido para recoger a Malik. Cuando entran
en su casa no dicen nada, pero se sienten mal. Por puro azar ellos nacieron en una familia rica y Malik, en una familia
pobre. Sin embargo, el niño marroquí está feliz, por primera vez va a visitar un verdadero palacio. Cuando llegan a La
Torre, Nacho y Lucía corren a buscar a su abuela para presentarle a su amigo. La abuela Cayetana es una mujer muy
acogedora y habla con Malik largo rato. Después, los niños salen al jardín y allí pasan la mañana, inventando juegos
de aventuras entre las palmeras, que ellos imaginan en el desierto del Sáhara. A la hora de comer entran en la casa.
Malik observa curioso los muebles antiguos del comedor. Comen en una gran mesa de caoba . Cuando terminan, se
sientan con la abuela en el sofá del salón. Mientras ella toma café, los tres amigos juegan al ajedrez: Nacho y Lucía se
sorprenden por la rapidez en los movimientos de Malik. Él les cuenta que aprendió a jugar con su maestro en
Marruecos y que practica frecuentemente con sus hermanos. − ¡Eres un verdadero genio del ajedrez! —dice Nacho
con admiración. A media tarde los dos primos le proponen a Malik recorrer la casa de la abuela y descubrir sus
secretos. ¿La casa tiene secretos? Eso suena muy interesante para el niño marroquí. Comienzan su recorrido por la
planta baja, donde, además del comedor y el salón, hay una cocina enorme con un horno de leña para preparar el
pan y asados deliciosos. A Malik le encanta esa cocina antigua y su olor a comida. En la primera planta visitan los
dormitorios. Las habitaciones de Nacho y Lucía son cómodas y modernas, las de la tía Marta y la abuela tienen camas
y armarios muy elegantes de maderas oscuras. Los niños suben hasta el segundo piso. Allí hay un desván con una
puerta pequeña. Lucía le explica a Malik que es el acceso a la torre Norte de la casa. Los tres niños entran en ella y
suben despacio por una escalerita estrecha. Arriba hay un mirador con grandes ventanas desde las que se ve el
hermoso paisaje. De pronto, Malik pregunta: − ¿Podemos visitar la otra torre también? No he visto otra puerta.
Nacho responde con voz seria: − Malik, este es el misterio de la casa: la entrada a la torre Sur es secreta, pero como
eres nuestro amigo te la vamos a mostrar. Los tres bajan de nuevo al desván y Nacho abre la puerta de un armario
viejo colocado en la pared Sur. Corre una de sus tablas interiores y descubre un hueco. Es el acceso a la torre Sur. Los
niños pasan por el armario y suben por una escalerita idéntica a la de la torre Norte. Cuando están arriba, Malik
observa que allí las ventanas son más pequeñas y la sala solo tiene una cama, una mesa y un sillón. Mientras que el
mirador

Früh am nächsten Morgen fahren Marta und ihre Neffen nach El Ejido, um Malik abzuholen. Wenn sie ihr Haus
betreten, sagen sie nichts, aber sie fühlen sich schlecht. Zufällig3 wurden sie in eine reiche Familie und Malik in eine
arme Familie geboren. Doch der marokkanische Junge ist glücklich, denn er wird zum ersten Mal einen echten Palast
besuchen. Als sie in La Torre ankommen, laufen Nacho und Lucía zu ihrer Großmutter, um sie ihrem Freund
vorzustellen. Großmutter Cayetana ist eine sehr einladende Frau4 und spricht lange mit Malik. Danach gehen die
Kinder in den Garten und verbringen dort den Vormittag, indem sie unter den Palmen, die sie sich in der Wüste
Sahara vorstellen, Abenteuerspiele erfinden. Um die Mittagszeit betreten sie das Haus. Malik schaut sich neugierig
die antiken Möbel im Esszimmer an. Sie essen an einem großen Mahagonitisch5 . Als sie fertig sind, setzen sie sich
mit ihrer Großmutter auf das Sofa im Wohnzimmer. Während sie Kaffee trinkt, spielen die drei Freunde Schach:
Nacho und Lucia sind von Maliks schnellen Zügen überrascht. Er erzählt ihnen, dass er das Spielen bei seinem
Meister in Marokko gelernt hat und dass er häufig mit seinen Brüdern übt. - Du bist ein echtes Schachgenie! -sagt
Nacho mit Bewunderung. Mitten am Nachmittag schlagen die beiden Cousins Malik vor, das Haus seiner Großmutter
zu besuchen und seine Geheimnisse zu entdecken. Hat das Haus Geheimnisse? Das klingt für den marokkanischen
Jungen sehr interessant. Sie beginnen ihren Rundgang im Erdgeschoss, wo sich neben dem Esszimmer und dem
Wohnzimmer eine große Küche mit einem Holzofen6 zum Backen von Brot und leckeren Braten befindet. Malik liebt
die alte Küche und den Geruch von Essen. Im ersten Stock besichtigen sie die Schlafzimmer. Die Zimmer von Nacho
und Lucia sind bequem und modern, während die Zimmer von Tante Marta und Oma sehr elegante Betten und
Schränke aus dunklem Holz haben. Die Kinder gehen hinauf in den ersten Stock. Es gibt ein Loft7 mit einer kleinen
Tür. Lucia erklärt Malik, dass dies der Zugang zum Nordturm des Hauses ist. Die drei Kinder betreten es und steigen
langsam eine schmale Treppe hinauf. Oben gibt es einen Aussichtspunkt mit großen Fenstern, von denen man die
schöne Landschaft überblicken kann. Plötzlich fragt Malik: "Können wir auch den anderen Turm besuchen? Ich habe
keine andere Tür gesehen. Nacho antwortet mit ernster Stimme: - Malik, das ist das Geheimnis des Hauses: Der
Eingang zum Südturm ist geheim, aber da du unser Freund bist, werden wir ihn dir zeigen. Die drei gehen zurück auf
den Dachboden und Nacho öffnet die Tür eines alten Schranks an der Südwand. Er schiebt eines der inneren Bretter
auf und entdeckt ein Loch. Es ist der Zugang zum Südturm. Die Kinder gehen durch den Schrank und steigen eine
kleine Treppe hinauf, die mit der im Nordturm identisch ist. Oben angekommen, stellt Malik fest, dass die Fenster
dort kleiner sind und das Zimmer nur ein Bett, einen Tisch und einen Sessel hat. Die Veranda
de la torre Norte es luminoso y cómodo, aquella habitación oscura y aislada parece una cárcel . Lucía mira a Malik y
le dice: − Aunque sé que este lugar no te gusta, tienes que conocer su historia. Creo que después vas a cambiar de
opinión. Vamos a hablar con la abuela. Los amigos bajan al salón, donde Cayetana está leyendo una novela. Sus
nietos le preguntan por la historia de la torre Sur y ella le cuenta el misterio a Malik: − Querido Malik, creo que eres
un niño sensible e inteligente y por eso te voy a contar esta historia. En España hubo una guerra civil hace más de 70
años. Los militares fascistas ganaron esa guerra y después persiguieron , mataron o metieron en la cárcel a los
vencidos, las personas que defendieron la democracia. En esta casa —continúa la abuela— mi familia escondió a un
muchacho que luchó contra los fascistas. Mi padre preparó la habitación oscura con la puerta secreta que has visto.
El chico vivió ahí quince años. Después de ese tiempo salió con documentos falsos, se fue a Francia y no volvió nunca
a España. − Lo importante es que, gracias a esa habitación secreta, salvó la vida, ¿verdad? — comentó Malik. − Sí —
contestó Cayetana—, y mi familia nunca pensó en el riesgo. Malik se pone serio y añade con voz tranquila: −
Entiendo muy bien a su familia, Cayetana. No hay nada más importante que salvar la vida de una persona. Yo
también os voy a contar un secreto: en mi casa hay un hombre de Sudán que vive con nosotros. Está escondido.
Dicen que es ilegal y por eso, si la policía lo descubre, tiene que volver a su país. Yo siempre me pregunto cómo
puede ser ilegal un ser humano. En el ambiente resuenan con fuerza las últimas palabras de Malik: ¿puede ser ilegal
un ser humano? Cayetana, Nacho y Lucía miran al niño asombrados. Nadie habla. Sentados en el salón, la abuela
abraza al pequeño y sus amigos le dan la mano. Los cuatro permanecen en silencio, pensativos, mientras llega la
noche al salón de La Torre

Der Nordturm ist hell und gemütlich, der dunkle und isolierte Raum sieht aus wie ein Gefängnis8 . Lucia sieht Malik
an und sagt: - Obwohl ich weiß, dass Sie diesen Ort nicht mögen, müssen Sie seine Geschichte kennen. Ich denke, Sie
werden Ihre Meinung später ändern. Lass uns mit der Großmutter sprechen. Die Freunde gehen hinunter ins
Wohnzimmer, wo Cayetana einen Roman liest. Ihre Enkelkinder fragen sie nach der Geschichte des Südturms und sie
erzählt Malik das Geheimnis: "Lieber Malik, ich glaube, du bist ein sensibles und intelligentes Kind, und deshalb
werde ich dir diese Geschichte erzählen. In Spanien gab es vor mehr als 70 Jahren einen Bürgerkrieg. Die
faschistischen Militärs gewannen diesen Krieg und verfolgten9 , töteten oder inhaftierten dann die Besiegten10 , die
Menschen, die die Demokratie verteidigten. In diesem Haus - fährt die Großmutter fort - hat meine Familie einen
Jungen versteckt, der gegen die Faschisten gekämpft hat11. Mein Vater hat den dunklen Raum mit der Geheimtür,
die du gesehen hast, vorbereitet. Der Junge lebte dort fünfzehn Jahre lang. Danach verließ er das Land mit falschen
Papieren, ging nach Frankreich und kehrte nie wieder nach Spanien zurück. - Das Wichtigste ist, dass er dank dieses
geheimen Raums sein Leben gerettet hat, oder? - kommentierte Malik. - Ja", antwortete Cayetana, "und meine
Familie hat nie an das Risiko gedacht. Malik wurde ernst und fügte mit ruhiger Stimme hinzu: "Ich verstehe deine
Familie sehr gut, Cayetana. Es gibt nichts Wichtigeres, als das Leben eines Menschen zu retten. Ich werde Ihnen auch
ein Geheimnis verraten: In meinem Haus wohnt ein Mann aus dem Sudan. Er ist untergetaucht. Sie sagen, er sei
illegal, und wenn die Polizei ihn entdeckt, muss er in sein Land zurückkehren. Ich frage mich immer, wie ein
menschliches Wesen illegal sein kann. Maliks letzte Worte hallen laut durch die Luft: Kann ein Mensch illegal sein?
Cayetana, Nacho und Lucía schauen den Jungen erstaunt an12. Keiner spricht. Die Großmutter sitzt im Wohnzimmer
und umarmt den kleinen Jungen, während seine Freunde ihm die Hand schütteln. Die vier bleiben schweigend und
nachdenklich, während die Nacht über dem Wohnzimmer von La Torre hereinbricht.

1 los alrededores - die Umgebung 7 el desván – die Dachkammer


2 el invernadero - das Gewächshaus 8 la cárcel – das Gefängnis
3 el azar – der Zufall 9 perseguir – verfolgen
4 acogedor (Adj.) – (hier:) gastfreundlich 10 el vencido – der Besiegte
5 la caoba – das Mahagoniholz 11 esconder – verstecken
6 el horno de leña – der Holzofen 12 asombrado, -a – erstaunt
2 REGALO DE REYES
Cada Navidad Santi y Sofía esperan impacientes los regalos que los Reyes Magos les dejan junto a sus zapatos en la
noche del 5 al 6 de enero. Como todos los niños españoles, la tarde anterior salen con sus padres a dar la bienvenida
a los Reyes en la tradicional cabalgata1 . Sin embargo, este año es diferente en la familia de Santi y Sofía. Los dos
niños van a dormir esta noche en casa de su tía Mónica porque sus padres están en el hospital esperando al nuevo
hermanito que va a llegar en cualquier momento. Por primera vez Santi y Sofía van a pasar la noche de Reyes fuera
de su casa y lejos de sus padres. Normalmente les gusta mucho visitar a su tía Mónica, pero ahora hay algo que les
preocupa2 : ¿Saben los Reyes Magos dónde les tienen que dejar los regalos? Mientras Mónica se prepara para llevar
a sus sobrinos a la Cabalgata, los dos hermanos hablan en voz baja en el salón. Santi, con siete años, es el hermano
mayor e intenta tranquilizar a Sofía, de cinco: − Tranquila, hermanita, te aseguro que vas a recibir los regalos que has
pedido a los Reyes porque yo tengo un plan. Esta noche voy a esperar despierto a los Magos de Oriente para
explicarles que nos tienen que dejar aquí los regalos. − ¡Qué bueno eres, Santi! Eres el mejor hermano del mundo —
le dice Sofía, con ojos todavía llorosos, pero más serena3 después de escuchar las palabras de Santi. La tía Mónica no
sabe nada de las preocupaciones de sus sobrinos. Además, los niños han decidido no contarle su plan porque
piensan que si ella se entera4 de que no quieren dormir, se va a enfadar5 y no lo va a permitir. Cuando Mónica está
lista, entra en el salón y anuncia alborozada6 que los Reyes han llegado a la ciudad. Los niños aplauden contentos y
se ponen los abrigos para salir a recibirlos. En el centro, las calles están llenas de luces, de música y, sobre todo, de
niños entusiasmados esperando a sus Reyes favoritos. Los pequeños han enviado sus cartas a Melchor, Gaspar y
Baltasar para contarles qué regalos desean. También Santi y Sofía lo han hecho, con la ayuda de su madre que sabe
escribir mejor que ellos. Mónica y sus sobrinos se colocan en primera fila7 para ver bien el desfile8 que llega de
Oriente. Suenan villancicos9 por los altavoces y en la calle donde se han situado aparecen las carrozas10 adornadas
con cientos de estrellas luminosas. Los pajes11 de los

Reyes pasan en primer lugar, transportando los miles de paquetes que van a repartir esa misma noche y lanzando
caramelos12 a los niños. A continuación desfilan los carruajes reales donde van sentadas Sus Majestades, que
saludan sonrientes al público. Santi y Sofía contemplan fascinados la Cabalgata. Para ellos, como para los demás
niños, es el principio de una noche mágica. Mónica, menos impresionada por el desfile, se dedica a coger los
caramelos que sobrevuelan sus cabezas. Después de una hora la comitiva13 real se aleja y las familias regresan a sus
hogares. De camino a casa, Mónica compra el típico roscón para celebrar el día de Reyes con sus sobrinos. Los niños
cenan con ganas y, bastante nerviosos, se preparan para ir a la cama. Hablan mucho de los Reyes, de las carrozas y,
sobre todo, de la montaña de paquetes que han visto en la Cabalgata. Piensan que entre todos ellos están sus
regalos, pero tienen miedo de no recibirlos en casa de su tía. También se sienten intranquilos porque han oído que a
los niños traviesos los Reyes les traen carbón. Mónica se ríe de las ideas de sus sobrinos y les explica que ellos son
unos niños maravillosos y que, como los Reyes son Magos, van a saber sin duda dónde les tienen que dejar los
regalos. A pesar de14 las palabras de su tía, Santi y Sofía siguen con su plan secreto. Colocan sus zapatos, se
despiden de Mónica y se van a la cama. Los dos intentan mantenerse despiertos15, pero pronto Sofía se duerme en
su habitación. Santi, sin embargo, espera un rato y cuando su tía se acuesta, él se levanta. Quiere esperar sentado en
el salón la visita real. De repente, la voz del padre despierta a los niños: «¡Vamos, chicos, levantaos! ¡Tenemos que
marcharnos16! » Santi abre los ojos, ya es de día y él no ha visto a los Reyes Magos. Mira a su alrededor17 y
tampoco ve regalos. No se lo puede creer: ¡Los Reyes se han olvidado de ellos! Sofía sale de la habitación y al ver los
zapatos vacíos rompe a llorar. Santi se une a su hermana y los dos lloran desconsoladamente18. Su padre y su tía no
encuentran modo de calmarles. Finalmente, el padre viste a los niños con prisa y les dice que algo importante les
está esperando. En el coche ni el padre ni los niños hablan. Después de un trayecto corto, llegan al hospital. Santi y
Sofía, todavía tristes, suben al cuarto donde se encuentra su madre. Al mismo tiempo que el padre abre la puerta de
la habitación, los niños abren los ojos como platos: en el centro de la estancia está su mamá sentada con un bebé en
los brazos y a su alrededor hay montones de regalos. Los niños se acercan despacio para ver a su hermanito y miran
con curiosidad los paquetes. La madre besa a sus hijos y exclama alegre: − Como veis, este año los Reyes Magos nos
han traído al pequeño Teo, y lo han mandado lleno de regalos para vosotros.
Santi y Sofía abrazan a su hermano jubilosos. Es el momento más feliz de toda su vida

1 la cabalgata -der Umzug


2 preocupar - beschäftigen
3 sereno (Adj.) - ruhig
4 enterarse de - erfahren
5 enfadarse - böse werden
6 alborozado (Adj.) - überglücklich
7 la fila - die Reihe
8 el desfile - der Umzug
9 el villancico – das Weihnachtslied 1
0 la carroza – die Prachtkutsche
11 el paje – der Page
12 el caramelo – das Bonbon
13 la comitiva – die Begleitung
14 a pesar de – trotz
15 mantenerse despierto – wach bleiben
16 marcharse – weggehen
17 el alrededor – unmittelbare Umgebung 1
8 desconsoladamente – untröstlich
3 COMO UNA SOMBRA −
Enhorabuena, Javier! El festival ha sido todo un éxito1 . Sabes que Laura estaría orgullosa2 de ti. − Gracias, Juan, lo
sé. Ella ha inspirado todo mi trabajo estos días. He pensado en ella cada minuto. La echo tanto de menos3 . − Venga,
hombre, disfruta tu éxito. La vida sigue4 . Piensa que ella está a tu lado. Su sombra te acompaña y te protege.
¿Quieres que te lleve a casa? − No, gracias, Juan, prefiero caminar. Me encanta pasear por la ciudad de noche.
Además, en Segovia nada está lejos. − Hasta mañana, Javier. Y enhorabuena otra vez. − Hasta mañana, Juan. Buenas
noches. Un año más lo hemos conseguido y ya son nueve ediciones. Parecía increíble cuando empezamos: crear un
festival de cine europeo en una ciudad de apenas cincuenta mil habitantes y, sin embargo, MUCES5 este año ha
proyectado más de cien películas. Claro, no es un festival tan conocido como el de San Sebastián o la SEMINCI de
Valladolid, pero ocupa un lugar destacado entre los festivales españoles. Desde luego, el éxito se lo debemos en gran
medida6 al público. Es increíble cómo les gusta el cine a los españoles. A pesar de7 la crisis y del precio de las
entradas, la gente sigue yendo al cine. Pero, sobre todo, el éxito le corresponde a Laura. Ella fue el alma del
proyecto. Hace más de diez años soñó con acercar el buen cine a los segovianos. Ella viajó por toda Europa, contactó
con directores, actores, productores, presentó su idea a los políticos locales... y con poco dinero y mucho entusiasmo
consiguió organizar el festival. Después llegaron las siguientes ediciones y también la enfermedad. A Laura este
contratiempo, como ella decía, no la paró. Siguió trabajando a pesar del tratamiento8 . No obstante, cuanto más
crecía el certamen, más se extendía dentro de ella el maldito9 cáncer que hace nueve meses finalmente se la llevó.
Al tiempo que yo perdía a mi compañera, el festival perdió su alma. ¿Qué iba a ser de nosotros, los dos huérfanos10
de Laura? Como dice Juan, la vida sigue. Estaba claro que yo tenía que continuar su proyecto. Esta ha sido la edición
número nueve y, quizá, la mejor de todas. Ahora sé que su cuerpo nos dejó, pero su espíritu no nos abandonó
nunca, ni a mí ni al festival.

Estoy muy satisfecho y esta noche la noto muy cerca. ¡Qué bien me sienta caminar por esta ciudad! Segovia está
llena de historia, de su historia y de nuestra historia. En ella, las piedras hablan de un pasado noble y milenario.
Paseando por sus calles estrechas11 , sinuosas12 y, a estas horas, oscuras y silenciosas, veo la armonía de sus
edificios. En el centro de ese conjunto se eleva13 imponente la catedral del siglo XVI. Desde la Plaza Mayor admiro
sus pináculos y su campanario, enorme torre-vigía que guarda bajo su sombra a los segovianos. Cuentan también las
piedras de Segovia que aquí conocí a Laura, en sus rincones14 nos besamos y por estos callejones paseamos
abrazados en los atardeceres de verano. También fue en esta ciudad donde construimos nuestra casa, un poco más
allá del Acueducto, y donde vivimos nuestros momentos más felices, al igual que los más tristes... ¿Qué ha sido eso?
Creo que he sentido que alguien me tocaba el hombro, aunque no he visto a nadie cerca de mí. Parece que mi
imaginación me ha gastado una broma. Otra vez noto ese golpecito15 en la espalda. No me atrevo a mirar para ver
quién me ha tocado. Estoy solo en un pasaje oscuro y empiezo a ponerme nervioso y a caminar deprisa, pero al girar
la calle, de nuevo, dos golpes leves en la espalda. Me doy la vuelta rápido, pero nada. La callejuela está vacía. ¿Me
estoy volviendo loco? ¡Qué miedo! Voy a acelerar el paso. Solo quiero llegar a un lugar bien iluminado. Una vez más
siento los golpes y echo a correr. En unos minutos llego a la Plaza del Azoguejo. Estoy agotado. Necesito recuperar el
aliento y la serenidad. ¿Qué está pasando? ¿Quién me persigue? ¿Estoy en peligro? Mejor cerrar los ojos y respirar
lenta y profundamente. Tengo que dominar el miedo para pensar. A mi alrededor la plaza está absolutamente vacía.
Delante de mí veo el Acueducto. Es realmente la construcción romana más impresionante de la Península. Miles de
piedras colocadas sin cemento ni argamasa16, levantando esbeltos17 arcos. Parece un milagro que siga en pie
después de más de dos mil años. Admirar el monumento parece que me ha tranquilizado. Empiezo a caminar
despacio. Paso por debajo de sus arcos y, otra vez, el golpecillo en la espalda. Ya solo me quedan unos metros para
llegar a casa. Tengo que controlarme. Siento de nuevo los golpes y oigo un ruido. Sin dejar de mirar a mi alrededor
avanzo rápido hasta mi casa. Cuando llego al edificio, todavía con la cabeza girada hacia atrás, me golpeo con la
puerta. ¿Pero dónde están las llaves? No las encuentro. Aquí están... en el bolso de la americana que llevo en la
mano. Intento abrir y no lo consigo. Me falta luz, miro constantemente a la calle y la mano no encuentra la
cerradura. Por fin abro, entro en la casa y doy un portazo detrás de mí. Enciendo la luz del vestíbulo18 y me miro en
el espejo. Mi aspecto es lamentable19. Ante mí veo un hombre sudoroso20, despeinado21, cansado, asustado, y con
la corbata completamente girada hacia atrás. Me quedo pensativo. Camino unos pasos y siento cómo la corbata
golpea levemente mi espalda. No me lo puedo creer. Así que este ha sido todo el misterio, ¡la corbata golpeando mi
espalda! Me parece tan ridículo que suelto una carcajada22 y me pongo colorado de pura vergüenza23. Mientras me
río, una voz me susurra24 al oído: «Querido, ¿por qué tienes miedo si sabes que yo siempre te acompaño y te
protejo?»
1 el éxito – der Erfolg
2 orgulloso (Adj.) – stolz
3 echar de menos – vermissen
4 seguir – weitergehen
5 MUCES – (Muestra de Cine Europeo Ciudad de Segovia) Segovia Kinofestival
6 en gran medida – weitgehend
7 a pesar de – trotz
8 el tratamiento – die Behandlung
9 maldito (Adj.) – verflucht
10 el huérfano – die Waise, (hier:) schutzlos
11 estrecho (Adj.) – eng
12 sinuoso (Adj.) – geschlängelt
13 elevarse – sich erheben
14 el rincón – die Ecke
15 el golpecito – der Schubser
16 la argamasa – der Kalkmörtel
17 esbelto (Adj.) – schlank
18 el vestíbulo – der Flur
19 lamentable (Adj.) – elend
20 sudoroso (Adj.) – schwitzend
21 despeidado (Adj.) – zerzaust
22 la carcajada – das Gelächter
23 la vergüenza – die Scham
24 susurrar – flüstern
4 OPERACIÓN TORTILLA
Cada año, durante las fiestas de agosto, se celebra en La Alberca, provincia de Salamanca, el concurso1 de tortilla
española más famoso de la comarca2 . Aunque el pueblo es conocido por sus embutidos ibéricos, la fama del
concurso viene de la gran variedad de tortillas que allí se presentan: con patatas y pimientos, con patatas y
calabacín, con patatas y atún... El Día de la Tortilla se reúnen en La Alberca hasta doscientas tortillas con formas y
sabores diversos. Sin embargo, para ser justos, hemos de decir que la fama del concurso también se debe a un hecho
curioso: desde que empezó a concursar hace cinco años, la tortilla de Doña Carmen ha ganado todas las ediciones
del Día de la Tortilla. ¿Cuál es el secreto de Doña Carmen? Nadie lo sabe. Su tortilla siempre es sencilla3 o, al menos,
eso parece. Solo lleva patatas, huevos, cebolla y sal. Pero su olor, su textura y su sabor son cada año los favoritos del
jurado4 . A Doña Carmen le gusta saber que su tortilla es buena, pero para ella el premio no tiene mucha
importancia. Es una persona discreta que solo desea vivir tranquila. Esta mujer de sesenta y tres años llegó a La
Alberca cuando se casó. Allí nacieron sus tres hijos y allí trabaja todavía en la charcutería5 de la familia. Fueron
precisamente sus hijos los que la inscribieron en el concurso. Ellos sabían muy bien que su tortilla era extraordinaria.
De niños esperaban con ganas el domingo porque ese día, después de la misa, comían tortilla de patatas, una
tradición que mantienen todavía. Aunque a Doña Carmen no le interesa la fama, desde que empezó a ganar el
concurso ha crecido6 el número de clientes en su negocio. Ella no lo entiende. En su comercio vende carne, queso y
especias, pero no vende tortilla. Sin embargo, la gente, curiosa, visita la tienda, la felicita por sus premios y algunos
se hacen fotos con ella. Muchos quieren comprar el condimento especial que lleva su tortilla. Doña Carmen sonríe,
pero no dice nada. Está cansada de explicar que no tiene una fórmula secreta. Lo ha repetido muchas veces, pero
nadie lo cree. Y las que menos lo creen son sus propias vecinas. Pilar, Pepa y Manuela, sus vecinas, conocen a Doña
Carmen desde que llegó al pueblo. Viven cerca de su casa y compran en su charcutería a diario. Sin embargo, las tres
mujeres nunca han sido verdaderas amigas de Doña Carmen. Sienten demasiada envidia por el éxito de su tortilla. Su
mayor deseo es descubrir la receta de la charcutera. Doña Carmen sabe que a sus vecinas solo les interesa su tortilla,
pero siempre las trata bien y habla con ellas amablemente. A pesar de usar tácticas diversas, las tres mujeres
envidiosas nunca han conseguido 17 Operación Tortilla 4 su objetivo. Como se acerca de nuevo el concurso han
decidido probar la estrategia definitiva: entrar en la cocina de Doña Carmen, esconderse7 y observarla mientras
prepara la tortilla. El domingo es el día elegido para poner en práctica su plan. Saben que ese día, por tradición, es el
día de la tortilla en casa de Doña Carmen y que ella la prepara a las doce, cuando cierra la tienda y toda su familia
está en la iglesia. El domingo por la mañana Pilar, Pepa y Manuela van juntas a comprar a la charcutería. Mientras
Pilar y Manuela distraen8 a Doña Carmen, Pepa agarra la llave9 de su casa, que está colgada en un clavo10 de la
pared. Después, las tres se despiden y salen de la tienda. A pocos metros está la casa de la charcutera. Pepa abre la
puerta, le da la llave a Pilar y entra. Pilar y Manuela regresan a la tienda, le dicen a Doña Carmen que quieren
comprar algo más y colocan discretamente la llave otra vez en su sitio. Pepa ya solo tiene que encontrar un lugar
para esconderse y observar. En la cocina ve un armario con dos puertas, en un lado están los útiles de limpieza y el
otro lado está lleno de toallas. A Doña Carmen le encantan las toallas. Tiene tantas que las guarda11 en los armarios
y cajones12 de toda la casa. Pepa se coloca encima de la torre de toallas, cierra la puerta del armario y se prepara
para esperar. Son las once. Pilar y Manuela, según el plan, vigilan desde el exterior. Como es pronto, las dos mujeres
pasean por el parque. Cuando miran el reloj ya es la una. Deciden ir a comer con sus familias y esperar noticias de
Pepa. Mientras tanto, en la cocina de Doña Carmen, Pepa, acomodada en el armario, aguarda13 paciente la llegada
de la mujer, pero la espera es tan aburrida y su espacio entre las toallas es tan agradable y caliente que se queda
dormida. De repente, Pepa oye mucho ruido en la casa y abre los ojos. Todo está oscuro. Aturdida14 todavía por el
sueño, intenta moverse. Le duele todo el cuerpo. ¿Cuántas horas lleva en el armario? ¿Quién está en la casa? ¿Qué
ha pasado con la tortilla? Empieza a tener miedo y no sabe qué hacer. Las voces cada vez se oyen más cerca. Alguien
ha encendido la luz de la cocina. Pepa escucha pasos que se acercan al armario y, finalmente, «¡¡ahhhhhhhh!!», un
grito15 suena por toda la casa. Un segundo después se oye un golpe16 seco en el suelo17. Toda la familia de Doña
Carmen corre a la cocina y mira con asombro la escena. Al abrir el armario, Doña Carmen se ha dado un susto y ha
gritado. Pepa, asustada también, se ha caído al suelo. Desde fuera de la casa, Pilar y Manuela, que han ido a buscar a
Pepa, escuchan el grito y el golpe. Con mucha curiosidad llaman a la puerta. El hijo de Doña Carmen abre y las dos
mujeres entran sin decir ni una palabra. Van a la cocina y contemplan lo ocurrido. Lentamente Pepa se levanta del
suelo muy colorada. Pilar y Manuela se acercan a ella y entre las tres cuentan toda la verdad. Se disculpan por espiar
a Doña Carmen y por buscar su receta. Ella las perdona y las invita a sentarse en el salón junto con el resto de la
familia. Cuando todos están más tranquilos, Doña Carmen explica que ese domingo no hizo tortilla porque comieron
en un restaurante. Las vecinas se sienten tan ridículas que solo miran al suelo. Para animarlas, Doña Carmen las
invita a preparar con ella tortilla para cenar. A pesar de la vergüenza 18, las tres mujeres la acompañan a la cocina.
Finalmente, Pepa, Manuela y Pilar comprueban que la tortilla de Doña Carmen no tiene más secreto que el talento
de la cocinera. Bueno, un pequeño secreto sí existe, pero para las vecinas pasa inadvertido: ¡el punto exacto de sal!.
Doña Carmen sabe que ese detalle marca la diferencia, pero ella sonríe y no dice nada.

1 el concurso – der Wettbewerb


2 la comarca – der Landkreis
3 sencillo (Adj.) – einfach
4 el jurado – die Jury
5 la charcutería – die Metzgerei
6 crecer – wachsen
7 esconderse – sich verstecken
8 distraer – ablenken
9 la llave – der Schlüssel
10 el clavo – der Nagel
11 guardar – aufbewahren
12 el cajón – die Schublade
13 aguardar – warten, abwarten
14 aturdido (Adj.) – bestürzt
15 el grito – der Schrei
16 el golpe – der Stoß
17 el suelo – der Boden
18 la vergüenza – die Scham
5 NOCHE DE PERROS
Por fin ha llegado el día X. Jonás y Roberto entran juntos en el turno de noche del museo. Las puertas de El Prado
cierran al público a las ocho de la tarde y el servicio de limpieza comienza su trabajo una hora después. Los dos
limpiadores han preparado el golpe1 durante meses. O, mejor dicho, ellos solo han aprendido su cometido2 porque
el cerebro3 de la operación es Martín. Él sí que es un ladrón profesional. Tiene buenos contactos entre los
coleccionistas de arte y no le faltan encargos4 , unos legales, otros no tanto… Esta vez ha sido un millonario chino
quien ha solicitado sus servicios. El asiático tiene un capricho5 extravagante, típico de nuevo rico: unir a su colección
la obra6 Perro semihundido7 de Goya. La primera vez que Martín oyó su deseo, pensó que aquel hombre estaba
loco e intentó convencerle8 de que era una misión imposible. Sin embargo, la palabra imposible no existe para una
persona con tanto éxito en los negocios. Por eso, la segunda vez que el chino visitó a Martín, le mostró una copia
exacta del cuadro de Goya y le explicó que el trabajo no era precisamente un robo, sino un intercambio: la pintura
original para él y la copia para el museo. Después de presentarle el plan, le ofreció diez millones de dólares por sus
servicios. Ante tan buenos argumentos Martín aceptó el encargo y organizó el golpe. Durante semanas visitó el bar
donde toman café a diario los empleados de la empresa de limpieza de El Prado. Así fue como conoció a Jonás y
Roberto, dos compañeros y amigos con muchas dificultades para pagar la hipoteca del piso, y les convenció para
colaborar en el proyecto. Los empleados, como cada noche, entran al museo por una puerta lateral. Jonás y Roberto
están tranquilos por fuera y nerviosos por dentro. La copia del cuadro ya la tienen desde hace unos días dentro de
una caja de detergentes. Intentan actuar con naturalidad y, como siempre, saludan a sus colegas y charlan un rato
hasta que el jefe del grupo reparte el trabajo: Jonás tiene que limpiar la planta primera del edificio principal y
Roberto la parte nueva del museo. ¡Qué mala suerte! Esta vez trabajan separados y lejos de las salas de Goya. Su
única opción es seguir el plan B: limpiar muy despacio, terminar los últimos su trabajo y reunirse a las dos de la
mañana en la sala 34, donde está la pintura. Jonás hace un gesto de ánimo a su cómplice y Roberto le responde con
un guiño9 . Ambos están contentos: confían en Martín, saben que él lo tiene todo controlado, han practicado
muchas veces el cambio de los lienzos10 en su casa y, sobre todo, después de esta noche ya no volverán a tener
problemas económicos. Mientras Roberto se aleja11 hacia el edificio nuevo, Jonás empuja12 el carro de limpieza y
sube con su compañera de turno a la primera planta. Por suerte, esta noche su colega tiene dolor de cabeza y se
siente mal. Jonás le propone irse antes a casa. Él puede terminar la limpieza sin prisa13. Su compañera se marcha
agradecida y Jonás se queda solo. Barre14 despacio la sala 12. Hay poca luz y mucho silencio. Levanta los ojos del
suelo y ve las pinturas que le rodean. Son cuadros de Velázquez. Normalmente, concentrado en su trabajo, no se
fija15 en ellos, pero hoy es diferente. En el centro de la sala están Las Meninas. Es un cuadro muy realista y Jonás
tiene la extraña sesación de que los personajes lo miran, sobre todo, el perro que está a la derecha. Jonás, un poco
asustado, sigue barriendo, pero unos minutos después vuelve a mirar al perro. Ahora tiene la impresión de que está
vivo y sus ojos le amenazan16. Parece que el perro de Velázquez conoce el plan de esta noche y quiere defender a su
compañero, el perro de Goya. De repente, a Jonás le invade el pánico y sale deprisa de la sala. Quiere escapar de
aquella mirada. Empuja rápido los útiles de limpieza, pero en cada sala siente que los ojos de las pinturas le dirigen
miradas de reproche17. Toma el ascensor para bajar al almacén, allí deja su carro, se sienta, respira hondo18 y se
tranquiliza. Un poco antes de las dos saca la copia de la obra de Goya de su escondite y va a la sala 34 para
encontrarse con Roberto. Su compañero ya le está esperando. Jonás le cuenta lo que ha ocurrido y Roberto se
burla19 de la historia y del miedo de Jonás. La risa los relaja y unos minutos después llaman a Martín, que ya ha
entrado en el sistema informático del museo para desactivar las alarmas durante la operación. Ya está todo
preparado. Roberto y Jonás se acercan al Perro semihundido que parece pedirles ayuda: «¡Por favor, me hundo,
quiero salir de aquí!». Animados por este pensamiento, decuelgan el cuadro y empiezan a desmontarlo20. Ya lo
tienen en la mano cuando Jonás descubre que a su lado hay una cabeza con la boca llena de sangre, comiendo un
cuerpo humano. Espantado, 21 da un grito, salta encima de Roberto y los dos pierden el equilibrio. Al caer, Roberto
también ve caras y cuerpos de muertos que se acercan a él desafiantes…22 Ahora son los dos amigos los que
gritan23 a pleno pulmón, abrazados y agachados para protegerse. Las voces retumban24 por todo el museo y los
vigilantes de seguridad corren a la sala 34. Inmediatamente encienden las luces y contemplan la escena: el Perro
semihundido tirado en el suelo junto a la copia y los dos hombres horrorizados, mirando a su alrededor. En las
paredes de la sala están colgadas las Pinturas Negras de Goya: Saturno devorando a un hijo, Dos viejos comiendo
sopa, El Aquelarre, La Romería de San Isidro… Ellas han evitado el robo y han conseguido salvar el Perro… Bueno,
solo han salvado la pintura porque el perro seguirá hundiéndose25 para siempre.
1 el golpe – der Schlag/Stoß, (hier:) der Überfall 2 el cometido – die Aufgabe, die Pflicht 3 el cerebro – das Gehirn,
(hier:) der Kopf 4 el encargo – der Auftrag 5 el capricho – die Laune 6 la obra – das Werk 7 semihundido (Adj.) –
halbversenkt 8 convencer – überzeugen 9 el guiño – das Zwinkern 10 el lienzo – die Malerleinwand 11 alejarse –
weggehen 12 empujar – vorwärtsschieben 13 la prisa – die Eile 14 barrer – kehren 15 fijarse en – auf etwas achten
16 amenazar – drohen 17 el reproche – der Vorwurf 18 respirar hondo – durchatmen, tief einatmen 19 burlarse –
sich lustig machen 20 desmontar – ausbauen 21 espantado (Adj.) – erschrocken 22 desafiante – trotzig 23 gritar –
aufschreien 24 retumbar – widerhallen 25 hundirse – versinken
6 BUSCANDO A DALÍ
Cuando Mary restauró el cuadro de los «relojes blandos»1 de Dalí en el MOMA supo que algún día iba a viajar a
Cataluña para conocer aquel paisaje. Sentía una atracción irresistible2 por los colores y la luz de la Costa Brava y,
sobre todo, quería volver a ver a Jordi. Aquel catalán, experto en la obra de Dalí, fue su maestro, amigo y amante
durante el tiempo que vivió en Nueva York. Pero un día se marchó, regresó a Cadaqués, su tierra natal3 , y, aunque
al principio se escribían, después perdieron el contacto. El avión acaba de aterrizar4 en el aeropuerto del Prat, en
Barcelona. Mary, cansada por el jet lag, pero feliz por poder cumplir su sueño, recoge la maleta y el coche de alquiler
e inicia su viaje hacia el mundo de Dalí. Solo va a pasar una semana en España y en esos días se ha propuesto5 tres
objetivos: visitar el Museo Dalí en Figueras, ver la Costa Brava y buscar a Jordi en Cadaqués. Han pasado casi veinte
años y Mary ya no es la joven bonita que conoció Jordi. Sigue siendo alta y delgada, pero se ha convertido en una
mujer madura, elegante y con aire intelectual. A sus cincuenta y seis años es atractiva tanto por su aspecto físico,
como por la personalidad que expresan sus gestos, su mirada y sus movimientos. Comienza su ruta y, aunque al
principio no es fácil encontrar la carretera en el nudo de autopistas de la ciudad, finalmente, con las señales y las
indicaciones de la gente, llega en pocas horas a Figueras. Es cierto que no sabe catalán, pero para ella hablar español
es algo cotidiano, no solo porque lo aprendió en el Instituto Cervantes de Nueva York, sino porque lo habla todos los
días con sus vecinas mexicanas y puertorriqueñas. Quizá es por esta razón por la que desde que llegó a España se
siente como en casa. Mary pasa los dos primeros días en Figueras y la sensación de estar en un ambiente familiar,
donde se siente a gusto y feliz, es cada vez más fuerte. Por fin cumple el sueño de visitar el Teatro-Museo Dalí y
comprueba6 que el artista era tan genial como excéntrico. Lo que más la impresiona es el amor con que Dalí
representa en sus obras a Gala, su musa y esposa. «Debía de quererla mucho», piensa Mary, a la vez que se
entristece7 porque a ella ningún hombre la ha querido así. El tercer día la americana sigue su viaje hasta Cadaqués.
Por fin ha llegado a la costa. Después de pasear unas horas por la playa, se dirige al pueblo. Cadaqués es una
reluciente mancha8 blanca entre el azul del mar y del cielo. A Mary le encanta ese ambiente. Se sienta en una
terraza, toma un café mientras lee un periódico local. En la página de cultura encuentra un artículo sobre Dalí y Gala
y no puede evitar leerlo. Trata sobre la extraña relación que mantuvo la pareja. Mary se sorprende por la historia del
periódico, pero lo que más le llama la atención es que el texto está firmado por J. Solé, el apellido de su antiguo
amigo. Como la dirección de e-mail está al lado del nombre, Mary conecta su móvil y escribe un breve mensaje,
presentándose y preguntando si es Jordi el autor del artículo. Media hora después recibe una breve y misteriosa
respuesta: «La espero mañana a las doce en el bar del Puerto». Al día siguiente Mary, nerviosa, camina hasta el
puerto y se sienta en una mesa a la puerta del local unos minutos antes de la hora prevista. Cuando la campana de la
Iglesia anuncia el mediodía, Mary sigue siendo la única cliente del bar. Parece que a esas horas los turistas duermen
o están en la playa y la gente del pueblo trabaja. Pasan quince minutos y empieza a pensar que el autor del artículo
no va a aparecer. De pronto, alguien toca su hombro y la llama por su nombre. Mary gira la cabeza y ve una mujer de
unos sesenta años, sonriente, que la saluda calurosamente: − ¡Hola, Mary! Soy Joana Solé, la hermana de Jordi y
autora del artículo. Encantada de conocerte. Jordi me habló de ti cuando volvió de Estados Unidos. Fuiste una
persona muy especial para él, por eso, cuando ayer me enviaste el e-mail, quise conocerte personalmente. Él vive en
Dinamarca desde hace doce años, allí tiene su familia y su trabajo. A veces lo visito, pero él casi nunca viene aquí.
Mary está fascinada por aquella mujer. Nunca antes se habían visto, pero le habla con la confianza9 de una hermana.
Se da cuenta de que el calor de España no viene solo del sol, sino, sobre todo, de su gente. Siente un calor humano
que en Nueva York raramente ha experimentado. Las dos mujeres charlan durante horas como viejas amigas. Joana
le cuenta a Mary que había sido catedrática10 de historia del arte, que está divorciada y que no tiene hijos. Mary le
dice que ella está soltera porque nunca se decidió a casarse. Siempre había pensado que con una familia iba a perder
su libertad. Ahora, sin embargo, se siente un poco sola, pero ya es demasiado tarde. Joana reconoce que también
siente esa soledad. Además, ella, cansada de su trabajo universitario, ha dejado las aulas al cumplir los sesenta y en
la actualidad solo se dedica a escribir. Por eso ha publicado el artículo sobre Dalí y Gala en el periódico. Al hablar del
artista, Mary le cuenta a Joana que le sorprendió la información del artículo. Siempre tuvo la impresión de que la
pareja tenía una relación admirable y que se amaban. Joana se ríe y le explica: − Es cierto que se querían a su
manera, pero no era la convencional. Gala se enamoró de Dalí desde que lo conoció y dejó a su familia por él. Era
una mujer muy fuerte y convirtió a Dalí en un artista de fama internacional. Él la admiraba, era su musa, pero por su
carácter narcisista podemos pensar que la necesitaba como a una madre. De hecho, cada uno tenía su residencia y
su vida privada. No obstante11, como te he dicho, siempre estuvieron juntos y cuando murió Gala, diez años mayor
que Dalí, el artista perdió las ganas de vivir. Casi es de noche cuando se despiden las dos mujeres. En su hotel Mary
no puede dormir, pensando en su nueva amiga y en el amor no convencional de Dalí y Gala. A la mañana siguiente
coge su coche y conduce por la carretera de la costa sin parar durante horas. Quiere estar sola y sentir el sol, el
viento y el mar. Por primera vez en su vida, lejos del cemento y del ruido de la ciudad, se siente viva. Por primera vez
prefiere sentir que pensar. Por primera vez experimenta una nueva sensación: ella tampoco quiere ser convencional.
Aunque hasta entonces Mary era una mujer independiente, con su trabajo, su casa y su deseada libertad, mirando al
mar comprende que ya no le interesa el éxito laboral y que defender su libertad la ha llevado a la soledad. Se da
cuenta de que lo que de verdad la hace feliz son cosas sencillas como admirar ese paisaje, disfrutar del sol, tomar un
buen vino, mantener una conversación interesante… Sus vacaciones están llegando a su fin, su avión hacia Nueva
York sale en veinticuatro horas. Mary toma su teléfono y marca el número de Joana. Su amiga le dice que lleva
esperando su llamada todo el día. Mary no quiere hablar mucho, tan solo le pide que se vean al día siguiente
temprano en el mismo bar del puerto. Cuando se encuentran por la mañana las dos amigas se abrazan12 y
enseguida Mary le cuenta a Joana sus intenciones13: − Este viaje me ha cambiado. Yo vine aquí para buscar a Dalí y a
Jordi, es verdad. Pero en esa búsqueda me he encontrado a mí misma y también te he encontrado a ti. La
comunicación y la confianza que desde el primer momento existe entre nosotras no la conocía antes. En esta tierra
he descubierto lo que me gusta de la vida y cómo quiero vivir en el futuro. Por eso he decidido no volver a Nueva
York. Voy a vender mi piso allí y con el dinero voy a empezar mi vida en este lugar del mundo. Me quedo en
Cadaqués, Joana. − Desde que recibí tu e-mail supe que buscabas algo… ¿Qué puedo decirte? Mi casa es grande. Si
quieres, también puede ser tu casa —responde Joana. Las dos mujeres brindan por el futuro. Tranquilas toman su
café y charlan sin prisa. Tienen toda la vida por delante para compartir14

1 “La persistencia de la memoria”, Salvador Dalí, 1931, MOMA, New York. 2 irresistible (Adj.) – unwiderstehlich 3 la
tierra natal – die Heimat 4 aterrizar – landen 5 proponerse un objetivo – sich ein Ziel setzen 6 comprobar –
feststellen 7 entristecerse – traurig werden 8 la mancha – der Fleck 9 la confianza – die Vertraulichkeit 10 la
catedrática – die Professorin 11 no obstante – dennoch 12 abrazarse – sich umarmen 13 la intención – die Absicht 14
compartir – teilen
7 UN GOLPE DE SUERTE
Cada mañana Andrés y Juan se encontraban en la plaza del pueblo para comenzar su trabajo. Andrés, el albañil de
Boal, llegaba con su camioneta1 a las ocho en punto para recoger a Juan, su aprendiz2 . Allí, en el interior de la
montaña asturiana, no se construían muchas casas nuevas, pero siempre había reparaciones que hacer en las viejas
y a Andrés no le faltaba trabajo. Por eso pudo contratar a Juan cuando el padre del chico se lo pidió. El joven tenía
diecisiete años y ya no iba a la escuela. El maestro del pueblo decía que era inteligente y que podía estudiar, pero su
padre estaba enfermo y la familia necesitaba más ingresos3 . Así, Juan aceptó sin protestas comenzar su formación
de albañil. Además, el trabajo en la construcción le gustaba. Era creativo y entretenido. Todos los días iba contento a
aprender el oficio4 con Andrés. Una mañana de julio, cuando Juan subió a la camioneta, Andrés le dijo muy
emocionado que ese día iban a empezar la reforma de la Casa del Indiano5 . Desde que era niño, Juan veía a diario
esa casona azulada en la parte más alta del pueblo. Había oído que estaba embrujada6 , pero no conocía su historia
real. Andrés se la contó durante el viaje. La casa estaba cerrada desde la muerte de su dueño hacía más de cuarenta
años. Alfonso Brañas, llamado el Indiano, emigró a Cuba en 1910 huyendo de la pobreza que se extendía por la zona.
Tuvo éxito con sus negocios en la isla y para mostrar su buena fortuna a la gente de Boal mandó construir un
palacete. Él visitaba el pueblo cada verano. Siempre llegaba en un automóvil de lujo y acompañado por alguna mujer
de exótica belleza cubana. Tuvo muchas compañeras, pero nunca se casó ni tuvo hijos. En 1959, tras el triunfo de la
Revolución Cubana, Alfonso decidió trasladarse definitivamente a su casona de Boal. Tenía sesenta y nueve años y
prefería la dictadura de Franco al comunismo de Castro. El viejo Indiano vivió sus últimos años solitario y demente.
En ese tiempo se decía en el pueblo que Alfonso guardaba un secreto. Contaban que en su locura el hombre hablaba
a todo el mundo del oro que escondía. Después de su muerte y como no había herederos7 , el ayuntamiento mandó
registrar la casa para buscar riquezas o documentos de valor, pero no se encontró nada. Sin embargo, la gente
empezó a hablar sobre el embrujo8 de la casa: quien entraba en ella, se volvía loco y moría. Durante cuatro décadas
la casona estuvo cerrada. Nadie quiso comprarla ni vivir en ella hasta que el consistorio9 decidió convertirla en
Museo de Indianos. Esa era la tarea de Andrés y Juan: restaurar y adaptar la construcción a las necesidades de un
museo. Aunque la historia del embrujo dejó pensativo a Juan, Andrés le animó, diciendo que solo era una leyenda.
La casa con fachada azul tenía tres alturas y estaba rodeada por un jardín. En el interior, la planta baja tenía una
cocina, un salón y un baño bastante moderno. En el piso siguiente había tres dormitorios, un baño con bañera y una
salita con un mirador acristalado10. En el último piso estaba el desván lleno de ropas y muebles viejos. Tras visitar la
casa, Andrés le explicó a Juan que, según el proyecto, tenían que tirar algunas paredes y hacer puertas más amplias
para los visitantes del museo. Empezaron por el piso superior. Trabajaron durante horas para limpiar aquel espacio y
después comenzaron a golpear puertas y tabiques11. Casi habían terminado con el derribo12, cuando se dieron
cuenta de que en una pared había algo extraño. Era una pared doble con un hueco13 en el centro. Andrés y Juan
la golpearon14 hasta que entre algunos ladrillos descubrieron un saco amarillento. Los dos hombres estaban
inquietos y sorprendidos. Con bastante miedo Juan agarró el saco y lo abrió. Dentro relucían ocho lingotes de oro.
No podían creer lo que veían. Atónitos comenzaron a sacar el contenido del saco incluyendo un documento medio
roto y donde todavía podía leerse “Fragata María Cristina. 1898”. Después de la sorpresa inicial y una vez que
recuperaron la calma, se miraron con una sonrisa picarona15 y, sin palabras, juraron16 no contárselo jamás a nadie y
no volver a hablar del tema. En los meses siguientes continuaron con su labor y con su vida habitual. Un día, Juan le
anunció a Andrés que quería cumplir su sueño: ser ingeniero. Pocas semanas más tarde el muchacho se marchó a
Oviedo y con mucho empeño17 se preparó para entrar en la Universidad. Andrés pensó que también para él había
llegado el momento de actuar. Compró con los ahorros18, como le explicó a María, su mujer, una casa junto al mar
en Lastres, una pequeña población que siempre les había gustado, y la pareja dejó Boal para comenzar allí una vida
más cómoda y más placentera. Desde entonces, cada año, los amigos se reunían en un día de julio para festejar.
Sidra, marisco y fabada acompañaban la celebración. Nunca hablaban de aquel golpe en la pared que cambió sus
vidas, pero siempre brindaban19, con una sonrisa picarona, por los sueños cumplidos. Su felicidad no había sido un
golpe de suerte, sino de decisión.

1 la camioneta – das Lastauto 2 el aprendiz – der Lehrling 3 los ingresos – die Einkünfte 4 el oficio – der Beruf 5 el
indiano – Person, die aus Amerika zurückkommt, nachdem sie reich wurde 6 embrujado (Adj.) – verwunschen 7 el
heredero – der Erbe 8 el embrujo – die Verzauberung 9 el consistorio – das Rathaus 10 el mirador – der verglaste
Balkon 11 el tabique – die Zwischenwand 12 el derribo – der Abbruch 13 el hueco – die Nische 14 golpear –
zuschlagen 15 picarón (Adj.) – spitzbübisch 16 jurar – schwören 17 el empeño – das Streben, die Mühe 18 los
ahorros – die Ersparnisse 19 brindar – anstoßen
8 AL FINAL DEL CAMINO VIDEO!!!!!
Ana y Elena contemplan felices la imponente silueta de la Catedral de Santiago desde el Monte del Gozo. Desde Jaca,
a los pies de los Pirineos, hasta aquí, han caminado ochocientos cincuenta kilómetros en cuatro semanas. Las dos
amigas han cumplido un sueño: hacer el Camino de Santiago antes de empezar los estudios en la Universidad.
Recorrer a pie el norte de España ha sido una experiencia increíble y aún más conocer a tanta gente, especialmente
a Mara y a Óscar, una pareja chilena que ya son sus nuevos amigos. Ellos también empezaron el Camino en Jaca y,
por eso, la mayoría de las noches han dormido en los mismos albergues1 . Son muy simpáticos, pero también
un poco raros. Algunas noches cantan y bailan a la luz de la luna y además, llevan una vieira especial, decorada con
una estrella amarilla. El último día, Ana y Elena se levantan temprano y caminan con sus mochilas los cinco
kilómetros que faltan hasta la Plaza del Obradoiro. Una hora después ya están delante de la fachada de la Catedral.
Las dos amigas se abrazan muy contentas por haber terminado su aventura. Luego pasean por los alrededores y se
encuentran otra vez con Mara y Óscar. Ellos, al igual que las amigas, también quieren asistir a la Misa del Peregrino y
ver el espectáculo del Botafumeiro2 . Los amigos chilenos van vestidos con una túnica blanca y llevan su peculiar3
vieira colgada del cuello. A Ana y a Elena les sorprende esta ropa, pero ya saben que sus amigos son un poco raros.
Sin embargo, cuando las chicas entran en la Catedral se dan cuenta de que entre los miles de peregrinos que asisten
a la misa hay algunos más vestidos de blanco y con el mismo símbolo que Mara y Óscar. Es cierto que son pocos y no
están juntos, pero las jóvenes sospechan que aquello no es una casualidad4 … Después de la celebración la pareja
chilena se despide de Ana y Elena: − Queridas niñas, para nosotros este no es el final, así que seguimos nuestro
camino —dice Óscar, mientras Mara pone su mano sobre las cabezas de las muchachas. Asombradas5 por tanto
misterio las dos amigas se despiden de sus compañeros de viaje. Cuando los chilenos se han marchado, Elena mira a
su amiga: − Vamos, Ana, tenemos que descubrir a dónde van y qué significa el símbolo de la vieira —y las dos corren
en la misma dirección que sus amigos— ¡Nuestro camino tampoco ha terminado! Al bajar la calle ven a la pareja y
caminan detrás de ellos, ocultándose6 entre los peatones7 . Después de media hora las jóvenes se dan cuenta de8
que ya han salido de la ciudad y han tomado una ruta a través de bosques y pequeños pueblos. Las chicas observan
que no están solas en el camino. Muchos otros peregrinos, la mayoría vestidos de blanco, siguen esa ruta. Ellas no
saben a dónde se dirigen9 . Después de 20 kilómetros llegan a Negreira, el pueblo donde los caminantes van a pasar
la noche. Deciden alojarse10 cerca del hostal de los chilenos y comprar ropas blancas. Cenan en un pequeño
restaurante y allí descubren que se encuentran en la ruta de Santiago a Finisterre, el cabo donde terminaba la tierra,
según los celtas y los romanos. Caminan dos días más hasta la costa. En la última jornada11 se dan cuenta de que en
el camino ya sólo hay personas vestidas de blanco y observan que en piedras y árboles aparece el dibujo de la
estrella. El sendero continúa por bosques cada vez más cerrados y oscuros. Las dos amigas saben que están solas y
empiezan a sentir miedo. Pero ya no hay vuelta atrás. Quedan pocos kilómetros para llegar al destino, Finisterre, y
descubrir el misterio de los peregrinos blancos. Al atardecer llegan a la costa. En los alrededores del cabo hay unas
cien personas que cantan y bailan con movimientos lentos. Ellas se unen al grupo imitando su baile mientras el sol se
pone12 en el horizonte. Cuando se hace de noche los bailarines caminan en dos filas hacia el bosque. Ana y Elena
están asustadas13, pero los siguen. Con antorchas14 encendidas la procesión llega al interior del bosque. Se colocan
en un círculo en torno a una piedra cubierta con ramas15 y hierbas. El ritual continúa con música hasta que un
hombre destapa16 la piedra y pronuncia unas palabras: − ¡Apostol Santiago, venimos a adorarte a tu tumba
verdadera! ¡Allí está la barca de piedra con los huesos del Apóstol! Las chicas conocían la leyenda, pero no la creían.
Acaban de descubrir el secreto de la secta blanca. De pronto, un hombre a su lado las mira, se da cuenta de que no
pertenecen al grupo y grita: «¡Aquí hay dos intrusas17! ¡A por ellas!». Ana y Elena corren. Los miembros de la secta
las persiguen. Las chicas salen del bosque, cogen sus mochilas y bajan por las rocas del acantilado. Sus perseguidores
no pueden verlas. Descubren una pequeña cueva18 y allí se cambian de ropa y descansan. Antes del amanecer salen
de su escondite19 y caminan hasta el pueblo más cercano. Cuando llegan, todavía muertas de miedo, esperan el
primer autobús que va a Santiago. Una hora más tarde comienzan el viaje de regreso a la ciudad. Por fin respiran
tranquilas. El Apóstol las ha protegido. Ahora solo quieren dormir y olvidar la aventura, pero antes de cerrar los ojos,
los pasajeros que se sientan delante de ellas giran la cabeza y las miran fijamente. Son Mara y Óscar. Las han
descubierto y ya no pueden escapar20. Ana y Elena, exhaustas21, comprenden que la pesadilla22 no ha terminado…

1 el albergue – die Herberge 2 Botafumeiro – Weihrauchgefäß in der Kathedrale von Santiago de Compostela 3
peculiar (Adj.) – eigenartig 4 la casualidad – der Zufall 5 asombrado (Adj.) – erstaunt 6 ocultarse – sich verstecken 7
el peatón – der Fußgänger 8 darse cuenta de – bemerken 9 dirigirse – laufen zu 10 alojarse – unterkommen 11 la
jornada – die Tagesreise 12 ponerse el sol – untergehen (Sonne) 13 asustado (Adj.) – erschrocken 14 la antorcha –
die Fackel 15 la rama – der Zweig 16 destapar – aufdecken 17 el intruso – der Eindringling 18 la cueva – die Höhle 19
el escondite – das Versteck 20 escapar – entkommen 21 exhausto (Adj.) – erschöpft 22 la pesadilla – der Albtraum
9 LA SEÑORITA DE GÓSOL
El 14 de agosto de 1990 Rosa cumplió cien años. Estaba ingresada1 en el hospital por problemas cardiacos, pero su
familia celebró con ella una bonita fiesta. Ese día la habitación que ocupaba ella sola se llenó de rosas en honor a su
nombre. La visitaron sus hijos y nietos de Lérida y Barcelona y sus vecinos de Gósol, su pueblo. Rosa escuchó primero
el Feliç aniversari y después tuvo que apagar las cien velas de un enorme pastel. Aunque la anciana disfrutó y
agradeció la celebración, sus ojos tenían una expresión melancólica. Su nieta Montse lo notó enseguida. Desde
pequeña tenía una relación especial con su abuela y las dos se querían mucho. La joven le preguntó: − Àvia2 , ¿Cómo
te sientes? ¿Estás contenta? − Montse, querida, estoy bien, pero siento que viví en otra época. Soy una superviviente
de otro tiempo —contestó Rosa con tono misterioso, y añadió en voz baja—. Tienes que hacerme un favor. Vete a mi
casa en Gósol y en mi dormitorio, detrás de la cómoda, vas a encontrar un cuadro envuelto con una tela. Por favor,
tráemelo. Al día siguiente era domingo y Montse viajó a casa de su abuela para coger el cuadro. Lo tomó y, sin quitar
la tela que lo cubría, lo transportó hasta el hospital. Sentía curiosidad por saber qué escondía3 su abuela, pero no
quería destaparlo sin su permiso. Cuando Montse entró con el cuadro en la habitación de Rosa, los ojos de la anciana
se iluminaron y con una una sonrisa pícara4 le dijo a su nieta: − ¿Has visto ya la pintura? − No, àvia —contestó
sincera Montse. − Pues, venga, ¡ábrela!. Creo que te va a sorprender —exclamó la abuela centenaria que ahora
parecía una joven traviesa. Montse, intrigada y también contenta por la actitud de su abuela, retiró5 la tela y miró la
obra. Durante unos minutos la observó sin decir nada. La pintura la dejó sin palabras. Tenía ante sí un cuadro
firmado por Picasso y fechado en 1906. Era un retrato cubista de una mujer desnuda. Inmediatamente tuvo que
pensar en Las señoritas de Avignon, el cuadro que había contemplado el año anterior en el Museo de Arte Moderno
de Nueva York. El estilo era muy similar y también la cronología, ya que Picasso pintó Las señoritas en 1907. Cuando
Montse recuperó el habla solo tenía preguntas para su abuela. La anciana la miraba satisfecha y sonriente desde la
cama. − Pero, àvia, este cuadro ¿es un auténtico Picasso? ¿Por qué lo tienes tú? ¿Por qué estaba escondido? —
preguntó Montse nerviosa y también un poco preocupada. − El artista me lo regaló —contestó la abuela orgullosa, y
continuó—. Te voy a contar la historia más extraordinaria de mi vida: En 1906 yo tenía 15 años cuando Pablo Ruiz
Picasso y su novia de entonces, Fernande Olivier, llegaron a Gósol. En el pueblo todos estábamos muy emocionados
porque nos visitaban artistas de París, o más exactamente, un pintor de la vanguardia parisina y su compañera y
modelo, una chica bastante guapa, pero muy frívola6 . En aquellos años mi padre tenía el único hostal del pueblo,
Cal Tampanada, y allí se alojaron. Durante su tiempo en Gósol, Pablo y Fernande pasearon a diario por los montes, se
interesaron por el arte románico de las iglesias y se divirtieron, relacionándose con la gente del pueblo. Yo los
observaba con gran curiosidad y un poco de envidia. Se notaba que eran personas de mundo, alegres, libres, sin
prejuicios. Yo nunca había salido de Gósol. Aunque me gustaba mi pueblo en medio de los Pirineos, la vida allí era
monótona y tradicional. El cura lo controlaba todo. Había que comportarse como Dios manda7 . Cuando conocí a
Picasso me di cuenta de que yo también quería ser libre y decidir mi futuro. Por eso, un día, cuando estaba solo,
trabajando en una de sus pinturas, me atreví8 a hablar con él. Le dije que me interesaba el arte y que quería
estudiar. El artista me escuchó muy serio y me animó a perseguir mis sueños. A partir de ese momento charlamos
con frecuencia sobre arte y, en una ocasión, él me propuso ser su modelo para un cuadro. Yo le había inspirado una
nueva idea. Tenía que posar9 desnuda para él, pero en la pintura nadie podría identificarme. Después de pensarlo
mucho, acepté la propuesta, pero naturalmente el trabajo tenía que ser secreto: si lo descubrían en el pueblo, sería
un gran escándalo. Así, en las semanas siguientes Pablo y yo buscamos lugares apartados para trabajar. Finalmente,
el pintor terminó su obra. Cuando la vi, casi me caí al suelo del susto. En el cuadro mi cara se reducía a un ojo de
frente y una nariz de perfil y mi cuerpo consistía en formas y volúmenes casi geométricos. Estaba claro que nadie me
iba a reconocer. Por una parte, la pintura me decepcionó porque aquella no era yo, sino cualquier mujer recreada
por la mente del artista, por otra parte, ese estilo atraía mi mirada, me causaba una sensación extraña y enigmática.
La obra era tan novedosa que el propio artista luchaba con sentimientos contradictorios, atracción y repulsión a la
vez. El día de mi cumpleaños en aquel verano, Pablo y Fernande me felicitaron al tiempo que se despidieron10 de
nosotros. Antes de partir11, Picasso me dijo al oído que en su habitación había un regalo para mí. Lo busqué y
encontré el cuadro. Siempre lo guardé en secreto. Tú eres la primera persona a la que se lo muestro. A lo largo de mi
vida lo he contemplado muchas veces y con los años he comprendido que aquel hombre fue tan genial que se
adelantó a su tiempo y revolucionó todo el arte moderno. Y yo fui la primera modelo de esa revolución.

1 ingresado (Adj.) — eingeliefert 2 àvia (Katalanisch) = la abuela (Spanisch) – die Großmutter 3 esconderse — sich
verstecken 4 pícaro (Adj.) —schelmisch 5 retirar— entfernen 6 frívolo (Adj.) – frivol 7 como Dios manda –wie es sich
gehört 8 atreverse – sich wagen 9 posar – posieren 10 despedirse – sich verabschieden 11 partir – abreisen
10 IN VINO VERITAS
El teléfono sonó antes de las siete de la mañana en casa del inspector García. Él todavía dormía profundamente. El
vino que tomó la noche anterior le causó pesadillas1 y no pudo descansar bien. La llamada era de la comisaría. Tenía
que investigar la muerte de un hombre en un restaurante de la ciudad. Su colega le informó de que el individuo cayó
muerto después de tomar una copa de vino tinto. El inspector García pensó que aquel día iba a ser largo y agotador2
por culpa del vino, del vino que no le dejó descansar3 y del vino que mató a aquel hombre. Cuando García llegó al
restaurante sus compañeros policías le dieron más detalles sobre el caso. El fallecido4 , José Jiménez, era cliente y
amigo del dueño del local. Se dedicaba a vender seguros y cenaba todas las noches allí solo o con sus clientes. Le
gustaba tomar siempre el mismo vino: Protos Reserva 2009. Y fue ese vino el que la noche anterior acabó con su
vida. El informe del forense5 lo confirmó: el vino que José Jiménez bebió estaba adulterado6 , es decir, se
modificaron sus características naturales y, en lugar de vino, fue veneno para José. García interrogó al dueño del
restaurante, Amancio Fernández: − ¿Dónde y cuándo compró la botella de vino consumida por el cliente? —
preguntó García. Amancio, muy afectado por la muerte de su amigo, le respondió al inspector: − Compro el vino
Protos directamente en la bodega7 de Peñafiel desde hace muchos años. Somos viejos conocidos y ellos me hacen
un buen precio porque su vino es el más consumido en mi restaurante. − ¿Por qué bebía José Jiménez siempre
exactamente el mismo vino? —siguió preguntando García. − Él pensaba que la cosecha8 de 2009 fue la mejor de
toda la historia de Protos y no quería ni oír hablar de 2010 ó 2011, cosechas que también fueron excelentes, pero
que él consideraba peores. Por eso yo guardé todas las botellas de Reserva 2009 para él. García agradeció la
colaboración de Amancio y decidió visitar las bodegas Protos en Peñafiel. Tenía que descubrir cómo y dónde se
adulteró el vino. Tras media hora de viaje llegó a la cuna9 de unos de los mejores vinos de España y del mundo: la
Ribera del Duero. El pueblo de Peñafiel se distinguía a lo lejos por su castillo elevado10 y con forma de barco. Al pie
del castillo, dentro del pueblo, la construcción más impresionante era la bodega Protos. La diseñó el arquitecto
Rogers, de prestigio internacional, y se inauguró11 en el año 2010. García, fascinado por la obra innovadora y, a la
vez, integrada en el paisaje, pensó que era imprescindible12 para un vino con fama mundial tener un edificio único y
representativo. Al fin y al cabo13, su bodega era su imagen. El inspector entró en el edificio, se identificó y solicitó
una entrevista con algún responsable de la bodega. Al conocer la causa de la visita, el gerente14 de la empresa
recibió a García en su despacho inmediatamente. − ¡Esta historia puede ser un escándalo para nuestro vino! —
exclamó nervioso el directivo—. Hay que aclarar cuanto antes15 lo sucedido. Yo, como responsable de Protos, le
puedo asegurar que el control en la elaboración de cada botella en nuestra bodega es absoluto. La Denominación de
origen16 Ribera del Duero exige17 la máxima calidad tanto en la uva como en el proceso productivo del vino.
Además, la añada18 2009 fue excelente y la Reserva de ese año fue tan buena que hace meses que vendimos todas
las botellas. Seguro que Amancio Fernández tiene en su restaurante las últimas botellas que existen de Protos
Reserva 2009. Después de sus explicaciones, el gerente invitó a García a visitar todo el edificio. Al comprobar las
exigentes19 condiciones de elaboración del vino, el inspector empezó a tener una sospecha20: la causa de la muerte
no estaba en la bodega, sino en la botella concreta que bebió José esa noche. Y la modificación del vino se produjo,
sin duda, en el restaurante. García agradeció la atención del gerente y salió de la bodega con una botella Protos
Reserva 2010 en la mano. Condujo de nuevo hasta el restaurante. Durante el viaje García recibió en su móvil el
informe21 toxicológico del vino y solicitó la presencia de un coche de policía en el restaurante. El local había abierto
sus puertas por la tarde y los clientes llenaban poco a poco las mesas. Amancio tenía mucho trabajo, pero cuando vio
al inspector le saludó amablemente. García quería hablar con él en un lugar discreto. Entraron en la cocina y García
expuso al dueño sus conclusiones sobre el caso: − Señor Amancio Fernández, le comunico que vengo a detenerle22
acusado de homicidio involuntario a José Jiménez. Mis investigaciones han revelado que usted adulteró el vino que
consumió el fallecido. Mezcló una parte del vino original con un vino barato y añadió el aditivo E510, estabilizante
químico y potenciador de sabor23 —explicó el inspector—. El consumo continuado de este producto causó
hemorragias internas a José Jiménez y, finalmente, un colapso del organismo que derivó en la muerte del cliente.
Señor Fernández, aunque yo ya tengo una hipótesis, dígame usted por qué lo hizo. Creo que su confesión puede
ayudar en su defensa. Amancio Fernández miró al inspector con los ojos llenos de lágrimas24 y con voz temblorosa
explicó: − José Jiménez era mi mejor cliente —comenzó—. Cuando me enteré25 de que su vino favorito iba a
desaparecer, compré las últimas botellas y decidí prolongar su existencia. Por eso mezclé los vinos y el conservante.
Nunca imaginé el peligro, solo pensé en ganar un poco más de dinero. El hombre lloraba como un niño cuando los
dos agentes de la policía lo llevaron al coche patrulla detenido y esposado. El inspector García dio por terminada su
jornada. Como predijo por la mañana, el día había sido largo, pero estaba satisfecho con su trabajo. Llegó a su casa,
se acomodó en el sofá y abrió la botella de Protos Reserva 2010. Estaba seguro de que con ese vino iba a pasar una
noche tranquila.

1 la pesadilla – der Albtraum 2 agotador (Adj.) – mühsam 3 descansar – ruhen 4 el fallecido – der Verstorbene 5 el
forense – der Leichenbeschauer 6 adulterado (Adj.) – gefälscht 7 la bodega – das Weingut 8 la cosecha – die Ernte 9
la cuna – die Wiege 10 elevado (Adj.) – hoch 11 inaugurar – einweihen 12 imprescindible (Adj.) – unerlässlich 13 al
fin y al cabo – letztendlich 14 el gerente – der Geschäftsführer 15 cuanto antes – baldmöglichst 16 la denominación
de origen – die Herkunftsbezeichnung 17 exigir – fordern 18 la añada – der Jahrgang (Wein) 19 exigente –
anspruchvoll 20 la sospecha – der Verdacht 21 el informe – das Gutachten 22 detener – festnehmen 23 el
potenciador de sabor – der Geschmacksverstärker 24 la lágrima – die Träne 25 enterarse – erfahren
11 SECRETOS DE ATAPUERCA
Durante los cinco años de sus estudios de Arqueología, Mateo había pasado todos los veranos trabajando en las
excavaciones de la Sierra de Atapuerca. Estudiaba en la Universidad del País Vasco, pero de julio a septiembre vivía
en aquel rincón de la provincia de Burgos donde se ha conservado la Prehistoria del hombre. A él le encantaba
trabajar en ese archivo natural buscando con la rasqueta1 y el pincel2 los documentos arqueológicos que relatan el
origen del ser humano. El trabajo era apasionante, pero, además, había otra razón que llevaba a Mateo cada verano
hasta allí: se llamaba Nuria y cuando la conoció, cinco años atrás, se enamoró locamente de ella. Y era realmente un
amor platónico y loco porque todo les separaba: ella era antropóloga y él, estudiante. Ella vivía en Barcelona y él, en
Vitoria. Ella tenía treinta y cinco años y él, veinticuatro. Ella no sabía ni su nombre y él conocía hasta su última
publicación científica. Todo les separaba y, sin embargo, Mateo estaba decidido a conquistar el corazón de Nuria.
Aquel verano era especialmente seco y caluroso y las horas de excavación se hacían largas. Mateo y sus compañeros
del yacimiento3 Galería bromeaban e inventaban historias con los restos que iban encontrando. Nuria se acercaba a
veces al grupo para supervisar su trabajo. Se interesaba por cada hallazgo4 y respondía a todas las preguntas de los
estudiantes. Mateo aprovechaba esas ocasiones para acercarse a Nuria. Siempre encontraba temas para charlar y
ella, sentada a su lado, hablaba con entusiasmo de sus investigaciones. Fue en una de estas conversaciones cuando
Nuria le preguntó su nombre: − Me llamo Mateo, soy de Vitoria y acabo de terminar los estudios de Arqueología —
respondió un poco nervioso porque era la primera vez que Nuria mostraba cierto interés por él. − Se nota que eres
un chico inteligente, Mateo —dijo Nuria—. Tus preguntas siempre me hacen pensar. De aquellas palabras Mateo
sacó una conclusión tan optimista como precipitada5 : si Nuria pensaba en sus preguntas y le consideraba
inteligente, eso significaba que él ya estaba a las puertas de su corazón. Lo único que le faltaba era encontrar el
camino para atravesarlas6 . Nuria y Mateo se veían todos los días, hablaban mucho y, algunas veces, cuando
terminaba el trabajo, daban paseos por aquellos parajes7 . Una tarde, caminando cerca del yacimiento Gran Dolina,
Mateo resbaló8 y cayó en un agujero del terreno. Nuria bajó a ayudarle y cuando lo quería levantar del suelo, Mateo
le dijo: − Espera, Nuria, este agujero parece un pasadizo9 . Vamos a ver a dónde nos lleva. En el suelo kárstico10 de
Atapuerca era normal encontrar galerías subterráneas causadas por la erosión. Mateo fue hasta el final del túnel y
Nuria lo siguió. Estaban debajo de Gran Dolina. Allí todavía no habían llegado las excavaciones. Según los cálculos11
de Nuria ese nivel podría llegar a los novecientos mil años de antigüedad. Los dos investigadores tomaron muestras
de material y, ya en el exterior, Nuria identificó rápidamente pequeños trozos12 de hueso. Volvieron a bajar y
recogieron más materiales. Fuera de la galería comprobaron que eran pedazos de huesos humanos y todos ellos
tenían marcas extrañas. Nuria y Mateo informaron de sus descubrimientos a los directores y un día después
comenzó la excavación en ese lugar. En los días siguientes se encontraron cientos de trozos de huesos y útiles de
piedra. Los científicos estudiaban cada fragmento y eran muy reservados13 en sus interpretaciones. Las marcas que
aparecían en los huesos humanos eran un misterio. Parecían hechas con algún objeto cortante que solo podía haber
manejado un humano... Sin embargo, en el yacimiento nadie comentaba abiertamente esta hipótesis. Pasado un
tiempo, Mateo se cansó de tanto secreto y un día le expuso a Nuria sus ideas: − Para mí está claro que los huesos
que hemos encontrado nos muestran que en aquella época los hombres se comían unos a otros. Nuria miró a Mateo
impresionada por la conclusión del joven arqueólogo. Se notaba que era impulsivo y arriesgado, pero llevaba razón.
Ella también quería contarle algo: − Mateo, fíjate, si se confirma la datación14, estamos ante los restos humanos más
antiguos descubiertos en Europa hasta el momento: un homínido de novecientos mil años. Sería el primer hombre
en Europa, el pionero. Y estoy de acuerdo contigo: ¡era un homínido caníbal! Tras aquella conversación y durante
ese tiempo de intenso trabajo Mateo y Nuria se hicieron inseparables. Una noche en la que estaban solos Mateo se
armó de valor15 y tomó la mano de Nuria. Ella no hizo ni dijo nada. Se miraron y él la abrazó. Pero cuando Mateo
intentó besarla, Nuria le dijo con sarcasmo: «¡No seas caníbal, Mateo! Yo soy un «hueso duro de roer16». Y riéndose
se alejó del muchacho. Mateo se quedó solo y un poco sorprendido por la reacción de Nuria. Sin embargo, de
acuerdo con su carácter decidido, no se rindió17. Seguía convencido de que iba a conquistar a aquella mujer. Ya
había conseguido entrar en su corazón, pero todavía quedaba camino por recorrer. No importaba. Cada día se
acercaría un poco más a su meta18. Tenía tiempo. Los descubrimientos de Atapuerca tan solo acababan de
comenzar

1 la rasqueta – der Abstreicher 2 el pincel – der Pinsel 3 el yacimiento – die archäologische Fundstätte 4 el hallazgo –
der Fund 5 precipitado (Adj.) – überhastet 6 atravesar – durchqueren 7 el paraje – die Landschaft 8 resbalar –
rutschen 9 el pasadizo – der enge Gang 10 el suelo kárstico – der Karstboden 11 el cálculo – die Rechnung, (hier:) der
Überschlag, die Einschätzung 12 el trozo – das Stück 13 reservado (Adj.) – zurückhaltend 14 la datación – die
Datierung 15 armarse de valor – mutig werden 16 hueso duro de roer – ein harter Brocken 17 rendirse – aufgeben
18 la meta – das Ziel
12 EL JARDÍN DE MARÍA VIDEO!!!!!

Casi son las dos. Todavía no ha empezado su jornada1 y María ya está cansada. Desde que Vicente ha vuelto de
Holanda no duerme bien. Está preocupada porque intuye2 que su amigo de toda la vida tiene serios problemas.
Sentada en una silla del bar, inmersa en sus preocupaciones, está terminando su segundo café del día cuando de
pronto entra en el restaurante una pareja de clientes despistados —él extranjero y ella española— y preguntan por
el espectáculo de flamenco. María les explica que la función3 es por la noche y les propone volver por la tarde para
cenar y luego ver la actuación. Además, María les dice que esa noche es ella quien baila y que ha preparado una
coreografía con música de Paco de Lucía. Los turistas reservan una mesa y se marchan contentos por poder asistir a
un tablao flamenco tan especial en Granada. María termina su café y sale también del restaurante. Caminar a esas
horas por el Albaicín es agotador4 . Los rayos de sol calientan las calles estrechas del barrio árabe. María llega
acalorada a la plaza de San Nicolás, el lugar favorito de los turistas para ver el panorama de la ciudad. La
extraordinaria vista de La Alhambra le devuelve las fuerzas a María. Se sienta a descansar un momento en el muro
de la plaza, casi vacía de visitantes a esa hora. Desde que tiene recuerdos, esa imagen de La Alhambra está en su
memoria. Ha nacido y crecido con ella. «Es la estampa5 más bella que existe», piensa María. Aunque no ha viajado
mucho, su instinto le dice que no se equivoca6 . Además, solo hay que ver a Vicente. Se fue para conquistar el
mundo con su baile y ya ha regresado. Al principio la suerte le acompañó. Actuó en locales de Amsterdam, en el
Instituto Cervantes de Utrecht e, incluso, empezó a dar clases de flamenco. Pero tenía graves problemas con la
lengua: él no domina el inglés y el holandés, ni de lejos. Y lo peor es que allí llueve y llueve sin parar. Al final se cansó
de tanto cielo gris y aquí está de nuevo, contento de haber vuelto a su Graná calurosa, luminosa, preciosa. Lo malo
es que Vicente ha vuelto raro. Algo ha cambiado en él. Ya no es el mismo. Quizá su aventura ha sido un desengaño7 .
Sin embargo, no ha fracasado en su objetivo de hacerse rico porque ahora tiene dinero. Ya casi no trabaja, solo baila
algunas noches en el restaurante. De repente, alguien toca el hombro de María. Ella, asustada, gira la cabeza y ve a
su hermano José riéndose. Detrás viene Manolo con su guitarra, el más joven de los tres. María, José y Manolo sí
pueden estar orgullosos del dinero que ganan con su trabajo. Aunque proceden de una familia gitana pobre, con su
música y su baile se han hecho propietarios del restaurante El jardín de María, con mucha fama entre los granaínos
por su excelente cocina y muy popular entre los turistas por sus espectáculos de flamenco. Los tres hermanos
vuelven al restaurante. En unas horas tienen que estar preparados para la función. Han quedado con Vicente a las
cinco para el ensayo8 , pero María no sabe si su compañero va a llegar a tiempo. Antes era su mejor amigo y entre
ellos no había secretos. Ahora ya no existe esa confianza, Vicente es solo su pareja de baile y ella ya no sabe nada de
su vida. María comparte9 con José y Manolo su preocupación por Vicente y ellos reconocen que también lo ven
caótico y descentrado. A media tarde, cuando todavía no tienen noticias del bailaor, aparece la pareja de turistas
que había reservado mesa al mediodía. Aunque es pronto para la cocina, María los invita a sentarse en la terraza y
les sirve un aperitivo. Parecen cansados. Los turistas toman su refresco y pasean por el jardín, alabando la variedad y
la belleza de las plantas, aunque se miran sorprendidos cuando ven unas extrañas macetas tapadas con una tela10
donde está escrito “propiedad de Vicente”. Al tiempo que la cocina del restaurante comienza a preparar la cena para
la pareja, aparece Vicente, disculpándose11 por el retraso. Inmediatamente empiezan el ensayo. La guitarra y la voz
de los hermanos suenan poderosas pero los pasos de Vicente son inseguros y torpes12. Por fin, después de casi una
hora, el baile y la música están a punto para el espectáculo. El salón del tablao ya se ha llenado y la pareja de turistas
que llegó temprano también está allí, ocupando una mesa en la primera fila. Las luces se apagan y comienza la
función. Con los primeros acordes de la guitarra la voz de José rompe el silencio de la sala y unos minutos más tarde
se escuchan las palmas de Vicente que dan paso a María, vestida con blusa blanca y falda morada de volantes. La
mujer frágil y algo cansada que unas horas antes estaba sentada en la barra del bar se ha transformado en una
bailaora de cuerpo vigoroso13 y mirada felina14. El ritmo y la música de la guitarra, el enérgico taconeo y los
movimientos rápidos del baile invaden la sala durante casi dos horas. El público aplaude estrepitosamente15 cuando
María y Vicente terminan abrazados el último zapateado16 de la noche. Finalizados los aplausos, los cuatro artistas
bajan del tablao17. En ese momento la pareja de turistas de la primera fila se levanta y se acerca a Vicente.
Discretamente le muestran las placas de la Interpol y le piden acompañarles a la comisaría. María observa atónita18
la escena. Los policías de incógnito, agradecidos aún por las atenciones de la anfitriona, deciden explicarle lo
sucedido. Han detenido a Vicente por su conexión con el tráfico ilegal de drogas y como prueba tienen que llevarse
las macetas tapadas con la tela en el jardín de María.

1 la jornada – der Arbeitstag 2 intuir – ahnen 3 la función – (hier:) die Vorstellung 4 agotador (Adj.) – anstrengend 5
la estampa – das Bild 6 equivocarse – sich irren 7 el desengaño – die Enttäuschung 8 el ensayo – die Probe 9
compartir – teilen 10 la tela – der Stoff 11 disculparse – sich entschuldigen 12 torpe (Adj.) – ungeschickt 13 vigoroso
(Adj.) – kraftvoll 14 felina (Adj.) – katzenartig 15 estrepitosamente – (hier:) tosend 16 el zapateado – Eigenname
einen spanischen Tanzes im ¾-Takt 17 el tablao – das Flamencolokal 18 atónito (Adj.) – verblüfft
13 UN MONASTERIO EN LA LUNA
Lucía no encontraba ninguna explicación. En el inventario nacional de monumentos de 1920 aparecía un
monasterio1 que en el catálogo regional de 2001 no estaba. ¿Qué había pasado con ese monasterio? ¿Ya no existía?
¿Lo olvidaron? El trabajo de Lucía consistía en actualizar los datos de los monumentos románicos de Castilla y León.
La lista era inmensa: San Martín de Frómista, Santo Domingo de Silos, Colegiata de Covarrubias, Catedral de
Zamora... No obstante2 , Lucía lo tenía todo bajo control. Solo la desaparición de aquel monasterio de la provincia de
Segovia sorprendía a la investigadora3 . Como no encontraba informaciones en ningún archivo, decidió viajar
personalmente a Sacramenia para aclarar el asunto. Sacramenia era el pueblo donde teóricamente se encontraba el
monasterio románico de Santa María La Real. El viaje desde Salamanca, la ciudad de Lucía, hasta ese municipio de
Segovia duró poco más de una hora. Durante el camino Lucía contempló los campos castellanos, secos y amarillentos
en ese día de verano, y, como siempre, tan llanos4 y extensos que chocaban5 con el horizonte. A ella le gustaba ese
paisaje, era su paisaje. Quizá para los turistas resultaba monótono, pero para ella tenía una belleza especial. El
campo de Castilla era como el carácter de los castellanos: abierto, llano y seco. Así era ella también y no podía
imaginarse vivir fuera de su tierra. Distraída6 con estos pensamientos, el viaje pasó rápido. Cuando llegó a
Sacramenia eran las dos de la tarde. No había gente por las calles. El calor era agobiante7 . En la plaza vio un bar y
entró. Había muchos hombres mayores jugando a las cartas y algunas familias esperando una mesa para comer. El
bar tenía un pequeño restaurante con un horno de leña. En él se preparaban los famosos lechazos8 de Sacramenia
que eran los mejores de la región. Lucía tenía hambre y el olor de aquel manjar9 la invitaba a descansar y a comer.
Pero Lucía no podía perder tiempo. Tenía que encontrar el monasterio medieval. Se acercó a los hombres que
jugaban a las cartas y les preguntó por el monumento. Al escuchar el nombre del monasterio todos se callaron10 y la
miraron con desconfianza. Nadie reaccionó. − Nosotros no sabemos nada —dijo uno y continuó con el juego. Lucía se
dirigió entonces a un anciano solitario que tomaba un vaso de vino. El hombre fue más amable: − Mira, niña, ese
monasterio ya no está aquí y si quieres conocer su historia debes hablar con Pilar Salgado. − ¿Dónde puedo
encontrar a esa mujer? —preguntó Lucía inquieta por tanto misterio. − En su casa, naturalmente. Vive en el Coto de
San Bernardo. A la salida del pueblo hay una señal que indica11 el camino hasta allí. Lucía agradeció la información y
salió deprisa. Subió al coche y a dos kilómetros del pueblo encontró una casa señorial y una iglesia. Se bajó del coche
y paseó por el lugar. El ambiente era agradable, aunque también aislado y silencioso. Llegó hasta la casona y llamó al
timbre12. Una mujer mayor, con pelo blanco y ropa oscura abrió la puerta. Lucía se presentó, explicó el motivo de su
visita y preguntó por Pilar Salgado. La mujer respondió: «Soy yo», y la invitó a pasar. Le ofreció un café y las dos se
sentaron en una salita decorada con muebles antiguos. Pilar le contó a Lucía lo que sabía sobre el monasterio: − Hija
mía, como has visto, aquí, en El Coto, solo tenemos la iglesia del Monasterio, lo demás ya no está aquí —dijo la
anciana con tristeza. − ¿Quiere decir usted que ya no existe? —preguntó Lucía intrigada. − No, no. Sí existe, pero se
lo llevaron. Mi tío se lo vendió en 1925 a un americano y él se llevó el monasterio a su país. Normalmente no
hablamos de este tema porque es una vergüenza para el pueblo y para mi familia, pero en aquella época no había
sensibilidad por el arte ni dinero para conservarlo13. − ¿Se lo llevó a América? ¿Quiere decir que el monasterio está
en América? —repitió Lucía incrédula14. Aquella historia era lo último que podía imaginarse. − Así es, Lucía. Mira,
aquí tengo un folleto del Monasterio Español en Miami —dijo Pilar mostrándole el prospecto a Lucía. Ella vio las
imágenes y anotó en su libreta la dirección y el teléfono del lugar. Muy agradecida, Lucía se despidió de la mujer.
Cuando llegó a su despacho en el Departamento de Arte de la Universidad, Lucía marcó el número de Miami. Sonó el
teléfono y al otro lado del Atlántico alguien respondió «Spanish Monastery, Miami, my name is Rodrigues, how can I
help you?». Lucía se presentó en inglés, pero un instante después escuchó: «Hola, encantado, Lucía, me llamo
Fernando y soy cubano». A partir de ese momento los dos charlaron en español durante un buen rato. Fernando
habló mucho sobre las características del monasterio, pero como notó que a Lucía no le gustaba nada aquella venta
del patrimonio artístico15 español, le hizo una propuesta: —Lucía, comprendo tus dudas, pero te aseguro que para
vuestro monasterio ha sido una suerte llegar hasta aquí. Para convencerte te invito a visitarlo cuando quieras. Al
principio, Lucía no tomó en serio la idea, pero al final de la conversación le prometió a Fernando comprar un billete
de avión lo antes posible. Dos semanas más tarde Lucía llegó a Miami. En el aeropuerto la esperaba Fernando que la
saludó afectuosamente y la trasladó directamente al monasterio. Ella estaba muy cansada por el viaje y por el calor
húmedo de Florida, pero cuando vio el monumento se espabiló16 de inmediato, impactada por la belleza del lugar:
en un jardín tropical, con palmeras y flores multicolores, se levantaba majestuoso17 el monasterio segoviano del
siglo XII. Fernando observó el efecto que el edificio causó en Lucía y comentó: − Tal y como te dije por teléfono, la
suerte acompañó a este monasterio hasta aquí. Cuando en 1925 lo compró el millonario Hearst, el edificio
desmontado18 llegó en barco al puerto de Nueva York. Allí permanecieron las piedras en once mil cajas hasta 1952,
año en que lo adquirieron19 otros magnates, Moss y Edgemon. Finalmente se reconstruyó aquí el monasterio y
desde 1964 se alza20 espléndido en este rincón21 de la ciudad de Miami. Lucía estaba fascinada por la increíble
historia del monumento y por la naturaleza que le rodeaba. Miró a Fernando y le dijo: − Realmente este lugar es un
paraíso. Allí en Castilla el monasterio probablemente estaría abandonado —comentó Lucía, recordando la finca
solitaria donde visitó a Pilar— o bien, sus piedras se habrían utilizado para construir casas en los pueblos cercanos.
Sin embargo, aquí ha sobrevivido con todo su esplendor22. Yo siempre pensé que las personas y los objetos
pertenecen23 a un lugar y solo allí pueden estar bien, pero no es verdad. A siete mil kilómetros de su tierra, este
monasterio es todavía más impresionante y exótico. Y lo más fascinante de todo es que los hombres que lo
construyeron en el siglo XII ni siquiera24 conocían la existencia de este continente. Para ellos saber que su
monasterio un día estaría en un lugar llamado América habría sido pura fantasía, tan difícil de creer como
imaginar25 que su monasterio un día estaría en la luna. Al menos la luna la veían todas las noches antes de irse a
dormir.

1 el monasterio – das Kloster 2 no obstante – dennoch 3 el investigador – der Forscher 4 llano (Adj.) – flach, platt 5
chocar – zusammenstoßen 6 distraído (Adj.) – geistesabwesend 7 agobiante (Adj.) – drückend 8 el lechazo – das
Milchlamm 9 el manjar – Die Delikatesse 10 callarse – schweigen 11 indicar – anzeigen 12 llamar al timbre – klingeln
13 conservar – (hier:) erhalten 14 incrédulo (Adj.) – ungläubig 15 el patrimonio artístico – die Kunstschätze eines
Landes 16 espabilarse – wach werden 17 majestuoso (Adj.) – hoheitsvoll 18 desmontado (Adj.) – abgebaut,
auseinander 19 adquirir – erwerben 20 alzarse – sich erheben 21 el rincón – die Ecke 22 el esplendor – die Pracht 23
pertenecer a – zugehören zu 24 ni siquiera – nicht mal 25 imaginar – vorstellen
14 CONEXIÓN ALTAMIRA
Paula y su madre se levantaron muy temprano para viajar hasta Santillana del Mar. Querían visitar las cuevas de
Altamira, donde se encuentran las pinturas rupestres más importantes de España. Paula estaba nerviosa e hizo
preguntas sobre las cuevas durante todo el trayecto1 . Era una niña de solo 8 años, pero muy curiosa e inteligente.
La madre, ya acostumbrada a la curiosidad insaciable2 de su hija, le respondía pacientemente. Además, ella era
profesora de arte y disfrutaba hablando de esos temas. Paula, que por primera vez iba a acercarse a pinturas
milenarias3 , preguntó por qué los hombres habían hecho esos dibujos4 en aquellos tiempos. La madre le explicó a
Paula que, aunque no había una respuesta segura, las representaciones podían tener una finalidad religiosa o ritual o
simplemente decorativa. También le advirtió5 a la niña que, en realidad, ellas solo iban a ver el Museo con la
reproducción de la cueva a tamaño original. Entrar en la cueva original era casi imposible ya que años atrás las
numerosas visitas dañaron6 las pinturas y por eso el acceso a la verdadera cueva ahora era muy limitado. Paula se
puso un poco triste, tanto por las pinturas dañadas como por no poder ver las originales, pero comprendió que era
importante cuidarlas. Entretenidas con esta conversación, el camino de Santander a Santillana pasó volando. Cuando
estaban esperando para entrar en el Museo oyeron por el altavoz los números de doce entradas. Era viernes, el
único día de la semana en que se sorteaban7 entre los primeros visitantes doce plazas para ver las verdaderas
cuevas de Altamira. Paula y su madre no podían creer la suerte que tenían: ¡Ellas estaban seleccionadas para ver la
cueva original! Iban a contemplar8 las pinturas de más de catorce mil años. Inquietas y emocionadas atravesaron la
entrada de la cueva, junto al guía y el resto de visitantes afortunados. La puerta se cerró y quedaron rodeados de
oscuridad, silencio y humedad. Paula agarró9 con fuerza la mano de su madre. Todos se pusieron un poco nerviosos.
Se oía la respiración10 acelerada de las trece personas. No podían ver, pero la nariz sentía el olor a humedad y a
clausura. Era una experiencia extraña respirar el aire de aquel lugar habitado miles de años atrás. Cuando los ojos se
acostumbraron, los visitantes pudieron distinguir las siluetas de rocas y personas. Poco a poco se tranquilizaron.
Protegidos por el guía y su linterna11 , comenzaron a caminar despacio. Después de recorrer unos quince metros
hacia el interior, se dieron cuenta de que el hueco12 estrecho se ampliaba hasta convertirse en una estancia amplia,
con techo13 elevado y de forma semicircular. En ese momento el guía dirigió la luz de su linterna hacia el techo y las
paredes14 de la cueva. Estaban en la famosa Sala de Polícromos. ¡Quién no conocía las fotos de bisontes, caballos y
símbolos que decoraban la sala! Eran momentos de intensa emoción y gran sorpresa. Las dimensiones reales de los
animales, los dibujos adaptados a la forma de la roca para aprovechar su relieve y, sobre todo, el brillo y la
intensidad de los colores fascinaron a todo el grupo. Ninguna fotografía podía reproducir aquel espectáculo creado
en la Prehistoria. Paula se encontraba ante las pinturas y experimentaba una sensación especial. Tenía que pensar en
la sala con el viejo piano donde ella practicaba ballet desde que tenía tres años. Y ahora, rodeada por animales y
símbolos de colores luminosos, percibía15 con gran nitidez los sonidos del lugar. De repente, empezó a escuchar en
aquel salón de baile prehistórico sonidos rítmicos, voces de niños y mayores que hablaban con gruñidos16
incomprensibles para ella, herramientas metálicas que golpeaban cantos17, cuchillos de piedra que raspaban18 y
cortaban carnes. No solo podía oír todo esto, también lo veía. Hacía mucho frío y ella, con su camiseta y sus
vaqueros, se encontraba, de pronto, en medio de un grupo de humanos vestidos con pieles. Nadie la miraba. Pensó
que era invisible para esa gente hasta que un niño, también cubierto de pieles, se acercó a ella sonriente y curioso.
Paula, que temblaba por la temperatura y el miedo, se tranquilizó y le devolvió la sonrisa. El niño se acercó un poco
más y despacio tocó su ropa y su pelo liso. Finalmente le indicó a Paula que lo acompañara y le ofreció su mano. Ella
aceptó y juntos caminaron hacia una pared de la sala donde un hombre convertía19 una roca en un bisonte,
pintando con pastas vegetales de color rojo y ocre. Algunos hombres y mujeres rodeaban al artista y parecía que
comentaban su trabajo, riéndose y haciendo gestos extraños. A Paula le gustaba ese ambiente relajado. Cuando
volvió a mirar al niño, observó que este había impregnado sus manos en el líquido colorado que estaba utilizando el
pintor y la invitaba a hacer lo mismo. Paula metió sus manos en aquella masa y las sacó teñidas20 de rojo.
Inmediatamente el niño estampó sus manitas en la pared y Paula lo imitó. Al ver las huellas21 impresas en la roca,
los dos rieron alegres. Lo repitieron varias veces y cada vez que conseguían mejores estampas, más fuerte reían.
Cuando la mano de la madre tiró22 de la mano de Paula, la niña oyó su voz que le preguntaba si le gustaban las
pinturas de Altamira. Paula giró la cabeza y miró a su madre. Con una gran sonrisa le respondió: «¿Sabes, mami?,
creo que ya sé por qué los hombres prehistóricos hicieron estas pinturas. ¡Es que pintar era muy divertido! Cuando
pintaban, todos lo pasaban muy bien. Por eso pintaron». La madre rio a carcajadas23 por la idea de su hija y le
prometió que a partir de ese momento incluiría24 en sus clases aquella nueva teoría sobre el significado del arte
rupestre. Las dos salieron emocionadas de la cueva, pero ya en el exterior, a la luz del día, algo llamó la atención de
la madre: Paula tenía un extraño color rojo en las manos…
1 el trayecto – die Strecke, Fahrstrecke 2 insaciable (Adj.) – unersättlich 3 milenario (Adj.) – Tausend Jahre alt 4 el
dibujo – die Zeichnung 5 advertir – (hier:) auf etwas hinweisen, vermerken 6 dañar – beschädigen 7 sortear –
verlosen 8 contemplar – (hier:) bewundern 9 agarrar – festhalten 10 la respiración – die Atmung, Atem 11 la linterna
– die Taschenlampe 12 el hueco – die Aushöhlung 13 el techo – die Decke 14 la pared – die Wand 15 percibir –
wahrnehmen 16 el gruñido – das Grunzen 17 el canto – der Stein 18 raspar – abkratzen 19 convertir – umwandeln 20
teñir – färben 21 la huella – die Spur 22 tirar – ziehen 23 reír a carcajadas – lauthals loslachen 24 incluir –
einschließen
15 EL TESORO DEL OLIVO
En 1955 Cristina Figueroa se casó con Ramón Osuna y se mudó a su cortijo1 en Andújar. En aquel pueblo a Cristina le
gustaba, sobre todo, el paisaje verde y marrón de los olivares. La inmensa finca2 de los Osuna tenía tres mil
hectáreas de tierra con más de trescientos cincuenta mil olivos. Cientos de jornaleros3 trabajaban en ella,
especialmente entre noviembre y febrero, durante la recogida4 de la aceituna. En el cortijo la vida era cómoda,
incluso lujosa, pero Cristina se aburría. Por este motivo un día decidió ir al pueblo y conocer a su gente. Casualmente
llegó al mediodía, justo cuando los niños salían de la escuela. Era la primera vez que Cristina veía a los hijos de los
jornaleros. Estaban muy delgados y su piel5 tenía un color amarillento. Llevaban ropas viejas y la mayoría no tenía
zapatos. A la puerta de la escuela estaba la maestra Julia, una mujer de aspecto alegre. Cristina la saludó y
comenzaron a hablar. Las dos conectaron de inmediato por su carácter y por su edad y Julia invitó a comer a Cristina.
Lo pasaron tan bien que, a partir de ese día, las nuevas amigas comían juntas con frecuencia. Un domingo, Cristina
invitó a Julia al cortijo para presentarle a Ramón. La maestra se quedó impresionada al ver aquella finca. Durante la
comida, Ramón le contó a Julia la historia de los Duques de Osuna, sus antepasados. Cuando terminaron, las dos
mujeres salieron a pasear entre los olivos. Cristina vio que su amiga estaba muy pensativa y quiso saber qué le
pasaba. Julia fue sincera. No se sentía bien en aquel lugar. Ella conocía a las familias del pueblo y todas eran muy
pobres. Vivían del escaso6 jornal que Don Ramón les pagaba. En sus casas casi no había muebles y los niños pasaban
hambre. Julia no veía justo la fortuna de los nobles7 en comparación con la miseria8 en la que vivían sus
trabajadores. Cristina miró a Julia asustada. ¡Su amiga era comunista! La maestra intentó explicarle que no hablaba
de política, sino de justicia social, pero para Cristina no era fácil entenderlo. En los siguientes meses las dos amigas
no volvieron a hablar del tema porque había otra cuestión que las ocupaba: Cristina estaba embarazada. Su hijo,
Manuel, nació sano y fuerte. Sin embargo, cuando cumplió tres meses empezó a tener problemas. El pequeño
lloraba9 día y noche, no comía y tenía la piel irritada10. Los médicos no podían ayudarle. El bebé mostraba síntomas
de alergias, pero no sabían qué se las causaba. Cristina y Ramón estaban desesperados. Como última opción, Julia les
habló de la curandera11 del pueblo, Doña Concha. Su medicina natural nunca había hecho mal a nadie y muchos
mejoraron con sus cuidados. Los padres, acompañados por Julia, visitaron a Doña Concha. Ella examinó a Manuel y,
sin decir nada, extendió un óleo sobre la piel del bebé, le puso unas gotas en la boca y les dio cita para el día
siguiente. Durante cuatro semanas los Osuna llevaron a su hijo a casa de la curandera. El niño dejó de llorar, empezó
a comer y la irritación desapareció. El bebé tenía buen humor, jugaba y emitía12 sus primeros sonidos. Un día Doña
Concha anunció que Manuel ya estaba curado. Cuando Ramón le quiso pagar, ella rechazó el dinero, pero le dijo que
si quería mostrar su agradecimiento por la curación de su hijo, debía volver a la mañana siguiente con Cristina, Julia y
algunos jornaleros. Ramón llegó muy temprano a casa de Doña Concha, acompañado por Cristina, que llevaba a
Manuel en brazos, Julia y diez de sus trabajadores. La curandera explicó su idea a todos los presentes. A partir de
aquel momento Ramón Osuna tendría que ayudar a cuidar la salud de todos los niños del pueblo mejorando la
situación económica de sus padres. Para ello, en cada cosecha13 daría el diez por ciento de la aceituna a sus
jornaleros. Ellos, en cooperativa, tenían que producir y vender su propio aceite. Los beneficios se repartirían14 entre
todos. A Ramón le sorprendió la propuesta de Doña Concha, pero, después de su experiencia, aceptó. Cristina miró a
Julia y sonrió. Acababa de entender lo que su amiga llamaba justicia social. Cuando todos se marcharon, Julia se
quedó con Doña Concha. Desde hacía tiempo quería preguntarle cómo consiguió curar a Manuel. La curandera
respondió sonriente: «Con puro aceite de oliva». Doña Concha conocía muy bien sus propiedades como alimento,
como tónico para regenerar el intestino y como bálsamo para cuidar la piel. Y lo mejor de todo era que a partir de
ese momento el pueblo entero tendría el valioso aceite para proteger su salud y, sobre todo, para mejorar su vida.

1 el cortijo – das Landgut (das Haus), in Andalusien und Extremadura 2 la finca – das Landgut (das Grundstück) 3 el
jornalero – der Lohnarbeiter 4 la recogida – die Olivenernte 5 la piel – die Haut 6 escaso (Adj.) – knapp 7 el noble –
der Adlige 8 la miseria – die Armut, das Elend 9 llorar – weinen 10 irritado (Adj.) – entzündet 11 la curandera – die
Heilerin 12 emitir sonidos – Geräusche machen 13 la cosecha – die Ernte 14 repartir – austeilen
16 PROMESA CUMPLIDA
En junio comenzaron las vacaciones escolares y Verónica tenía casi tres meses libres para disfrutar1 del verano, un
verano que en Lanzarote se parecía2 mucho al invierno y al otoño y a la primavera: siempre la misma temperatura
media, veinticinco grados, y la misma lluvia, o mejor dicho, la misma falta de lluvia. Para Verónica, a sus siete años, el
mundo era su isla. Nunca había salido de allí. Cuando veía en las películas o en los dibujos animados3 casas con
jardines verdes pensaba que solo existían en América. Su jardín era negro, con suelo de ceniza4 volcánica, y en él
solo crecían cactus, palmeras y algunos árboles que daban tantos mangos, papayas y aguacates que su madre los
regalaba a vecinos y amigos. A Verónica le gustaba jugar en el jardín con las pelotas de colores que le regaló su
abuelo. Como no tenía hermanos, siempre invitaba a sus amigas para jugar juntas, pero ese verano estaba sola. Las
otras niñas pasaban las vacaciones cerca del mar y, aunque Verónica también quería ir a la playa, su pueblo, Haría,
estaba en el interior y sus padres solo podían llevarla a la costa los fines de semana. Durante las primeras semanas
de vacaciones la fantasía de la niña inventó muchos juegos con muñecas, juguetes y disfraces5 . Pero pronto
Verónica empezó a aburrirse. Cansada de su jardín y de sus juegos solitarios, decidió salir de allí. A unos veinte
metros estaba la casa de su vecino, al que sus padres saludaban siempre alegremente, pero con el que ella nunca
había hablado. Decían de él que era un artista famoso. Desde lejos, a Verónica la casa le parecía muy interesante
porque era diferente a la suya. Quería entrar en ese lugar y ver cómo era por dentro. Un día, sin pensarlo dos veces,
la niña salió del jardín y se acercó al murete6 blanco que rodeaba la villa. Enseguida vio que la pared7 tenía una
puerta abierta y entró en la propiedad. El jardín de esa casa también era negro y con cactus y palmeras, pero estaba
rodeado de rocas. Verónica caminó con cuidado hasta las piedras8 y allí descubrió una piscina un poco más grande
que una bañera. Entre algunas rocas caía el agua formando una pequeña cascada. Verónica siguió caminando y se
dio cuenta de que en una roca había una entrada a la casa. Como no vio a nadie ni fuera ni dentro de la vivienda,
pasó al interior. El ambiente de ese lugar era único: toda la casa estaba adaptada a las formas naturales de la piedra
volcánica. Las paredes irregulares estaban pintadas de blanco. Grandes ventanales rodeaban la construcción. Todo
era un gran espacio sin separaciones. En un rincón había un sofá y una librería enorme construida en la pared, en
otro, una cama, en otro, un taller9 , en otro, una cocina antigua y al fondo una gran terraza con vistas al jardín.
Verónica miraba fascinada lo que la rodeaba cuando oyó detrás de ella una voz grave10 que decía: − ¡Hola! Y tú,
¿quién eres? − La niña saltó del susto11. Giró la cabeza y vio al dueño de la casa. Con lágrimas en los ojos y un hilo
de voz respondió: − Soy Verónica, la hija de los vecinos. − Es verdad, no te había reconocido —contestó el señor
sonriente—, no quería asustarte, mi niña, solo me sorprendió verte aquí. Yo me llamo César Manrique —añadió. − Lo
siento, soy demasiado curiosa, ya me marcho. − Tranquila, Verónica, si quieres, siéntate en la terraza y tomamos
juntos un zumo de mango. La niña aceptó y, aunque al principio no hablaba mucho, en cuanto12 tuvo confianza con
su anfitrión, empezó a hacerle preguntas: − ¿Por qué has construido tu casa entre las rocas? Parece incómodo... − ¡Al
contrario, Verónica! Yo miré la naturaleza y descubrí el lugar maravilloso que me ofrecía. Solo he adaptado el
espacio a mis necesidades. Es un privilegio vivir de forma natural. − ¿Vives aquí solo? Debe ser aburrido... − ¡Qué va!
13 —contestó Manrique riéndose— Vivo tranquilo, pero no estoy solo: tengo mi arte, mis libros, el paisaje... Nunca
me aburro. − ¿Has construido más cosas?— preguntó interesada Verónica. —Por supuesto, en Lanzarote he hecho
algunas obras, siempre buscando la armonía entre el hombre y la naturaleza. Si quieres, pedimos permiso a tus
padres y un día te llevo a visitarlas. − ¡Sííííí!, respondió la niña emocionada. Unos días más tarde hicieron su primera
excursión por la isla. Visitaron los Jameos del Agua. En aquel tubo de origen volcánico Manrique había construido
una piscina, un restaurante y un auditorio. Era muy agradable estar allí. Verónica, feliz, se bañó y comió con ganas. A
ella la armonía con la naturaleza le abría el apetito14. A la semana siguiente visitaron el Mirador del Río, un gran
ventanal integrado en el paisaje de roca con impresionantes vistas sobre la isla La Graciosa. Otro día fueron a la
Casa-Museo del Campesino, construida por Manrique según la arquitectura tradicional de Lanzarote y en homenaje
al campesino lanzaroteño. Así pasaron las vacaciones de Verónica. Fue un verano de descubrimientos sobre plantas,
volcanes, arte, medio ambiente... Pero, sobre todo, fue un tiempo de aventuras con su nuevo amigo que casi tenía la
edad de su abuelo. El artista le contó a la niña toda su vida y Verónica le hizo muchas preguntas sobre su tiempo en
Nueva York, sobre lo que sentía siendo famoso, sobre sus obras de arte. El hombre siempre respondía encantado.
Una vez Verónica se puso muy seria y le dijo: − César, cuando yo sea mayor, ¿me harás una casa como la tuya? −
Prometido, Verónica, diseñaré una casa solo para ti—respondió solemne Manrique. A mediados de septiembre se
acabaron las vacaciones y Verónica comenzó el colegio. Ya no podía visitar a su amigo con tanta frecuencia, pero
muchas veces lo veía desde el jardín y lo saludaba alegre. Una tarde, cuando la niña regresó de la escuela, su madre
la recibió muy seria y con ojos llorosos15. − Verónica, cariño, hoy ha habido un accidente de tráfico cerca de aquí.
César Manrique iba en uno de los coches y... ha muerto —logró16 decir su madre con esfuerzo. − ¡No! —gritó
Verónica. No podía ni quería creerlo. La madre intentó abrazarla, pero ella salió corriendo hacia la casa del artista.
Entró, como siempre, por la puerta del jardín. El lugar estaba vacío y oscuro. Verónica llamaba a César, pero la única
respuesta era el silencio. Desesperada17 se tiró en el sofá y empezó a llorar con todas sus fuerzas. Cuando se calmó
un poco, levantó los ojos y vio encima de la mesa unos papeles grandes con dibujos. Se acercó para mirarlos. En ellos
estaba pintada una casa típica de la isla. En la parte superior se podía leer el título: La casa de Verónica. Su amigo
cumplió su promesa. Fue el último proyecto del artista.

1 disfrutar – genießen 2 parecerse – ähneln 3 los dibujos animados – der Zeichentrickfilm 4 la ceniza – die Asche 5 el
disfraz – das Kostüm 6 el murete – die niedrige Mauer 7 la pared – die Wand 8 la piedra – der Stein 9 el taller – das
Atelier 10 grave (Adj.) – tief 11 el susto – der Schreck 12 en cuanto – sobald 13 ¡qué va! – ach was! 14 abrir el apetito
– Hunger bekommen 15 lloroso (Adj.) – weinend 16 lograr – schaffen 17 desesperado (Adj.) – verzweifelt
17 LA ÚLTIMA FIESTA DE CARDEÑA
En aquellos días un asunto le robaba el sueño al Padre Nicolás: parecía que el cielo y los grupos ecologistas se habían
aliado para impedir1 la celebración de la tradicional romería2 de San Isidro en Cardeña. Desde las alturas hacía ya
dos semanas que el Señor enviaba lluvia sin parar. Los caminos y los campos, inundados por el agua, no se podían
transitar3 . Esa agua tan necesaria y por la que tantas veces el sacerdote pedía en sus oraciones ahora se convertía
en un peligro para el pueblo… ¿Quería Dios comunicar algo a los vecinos con aquel diluvio4 ? ¿Estaba enfadado con
sus fieles? Paralelamente, aquí en la tierra, eran los ecologistas quienes llamaban al teléfono y a la puerta de la
parroquia5 varias veces al día. Su voz era clara y firme: exigían la suspensión de la romería de San Isidro. Cada año, el
15 de mayo, los habitantes de Cardeña llevaban a su Patrón en procesión hasta una ermita próxima a la Aldea del
Cerezo. El ambiente era alegre, con música, canciones y bailes dedicados al Santo. Lo más original del evento eran las
carrozas6 en las que viajaban muchos participantes. Estaban adornadas con flores multicolores y la más bonita
recibía el premio del concurso que organizaba el municipio7 . ¿Por qué se oponían, pues, los ecologistas a una fiesta
tan popular? Ni la romería ni el santo ni las carrozas eran el problema, decían los defensores de la naturaleza. La
dificultad estaba en el camino por donde pasaba la procesión: el Parque Natural de la Sierra de Cardeña y Montoro.
Aquel paraje8 estaba estrictamente protegido por la variedad de sus paisajes y, especialmente, por la diversidad de
su fauna. Aves tan raras como el águila imperial ibérica, el águila real o la cigüeña negra habitaban en esos montes.
Pero, por encima de todo, lo más valioso para los naturalistas era la presencia del lince ibérico en algunos puntos de
la Sierra cercanos a Cardeña. Este animal hermoso y enigmático, autóctono9 de la Península, era el felino10 con
mayor peligro de extinción11 del planeta, con una población total de unos trescientos ejemplares vivos. Bien conocía
estas circunstancias el padre Nicolás y él, que, además de buen cristiano, era un buen hombre, no podía ignorar los
argumentos de los ecologistas que golpeaban a su puerta y a su conciencia12. En la cabeza del cura las dudas se
alternaban con las preguntas: ¿Era voluntad divina proteger a los animales? ¿Estaba relacionada la incesante lluvia
con la petición13 de suspender la romería? Y si cancelaba la procesión de San Isidro, patrón de los agricultores, ¿qué
pasaría con las cosechas14?, ¿perderían la protección del santo? Incapaz de llegar a una conclusión razonable, el
párroco decidió consultar a la comunidad. En la misa del domingo preguntó a los fieles si, a pesar de las lluvias y las
protestas, todavía querían celebrar la romería. La respuesta fue rotundamente afirmativa, con lo que las dudas de
Don Nicolás se desplazaron al silencioso rincón de su conciencia personal, y sin pensárselo más, organizó la fiesta
para el día previsto. El 15 de mayo de aquel año amaneció sin lluvia, pero con un cielo tan gris como el acero15.
Hacia las diez de la mañana ya estaban reunidos a la puerta de la iglesia los peregrinos, los músicos y más de treinta
espléndidas carrozas. Todos los participantes lucían sus mejores trajes y su mejor humor. La fiesta podía empezar.
Tan sólo el Padre Nicolás permanecía serio y en sus ojos había un destello16 de tristeza que no podía disimular. A él
no le parecía justo divertirse, poniendo en peligro la vida de los animales del parque. Cuando estuvo organizado el
desfile, la música empezó a sonar y los hombres más fuertes del pueblo sacaron al Santo en andas17, vestido con un
manto de terciopelo azul y un sombrero de paja, como mandaba la tradición. Los peregrinos comenzaron la marcha
cantando y bailando alegremente. Tenían por delante trece kilómetros hasta la ermita del santo. La primera hora de
la romería transcurrió rápido, en un ambiente relajado y bullicioso18. Sin embargo, en la segunda hora llegó la lluvia
y con ella, el desastre. Los nubarrones grises reventaron19 cuando la procesión pasaba por un descampado próximo
a la Aldea del Cerezo. El agua empezó a caer a cántaros20. La lluvia torrencial impulsada por el viento que soplaba en
todas las direcciones convirtió el sendero en un barrizal21. En pocos minutos las carrozas inundadas rodaron por las
cunetas22, los peregrinos se resbalaron por el agua y el barro, rebozándose23 en el fango como croquetas, y la
escultura de San Isidro salió volando, arrastrada por una ráfaga de viento, cuando sus porteadores perdieron el
equilibrio y se estamparon24 contra el suelo. Unos instantes después, la imagen del santo aterrizó violentamente
contra unas rocas, rompiéndose en mil pedazos25. Solo Don Nicolás, empapado y perplejo, permanecía de pie en
medio de tanta catástrofe. A la vista del caos, el cura tomó el control de la situación y guió a los accidentados
peregrinos hasta una plaza en la Aldea del Cerezo. Cuando todos se calmaron el sacerdote empezó a hablar: −
Queridos hermanos y hermanas, hoy el cielo nos ha enviado una señal muy clara: estos parajes naturales son la casa
de muchos animales que están a punto de desaparecer y por eso tenemos que cuidarlos y respetarlos
especialmente. Así, no volveremos a celebrar en Cardeña la romería de San Isidro. Después de las palabras del
religioso se oyeron muchos murmullos, varias protestas y algunos llantos. Los peregrinos estaban decepcionados y
disgustados. Querían rebelarse26 contra la decisión del cura. Sin embargo, en el momento en que los fieles
empezaron a criticar la idea de Don Nicolás, un espectáculo extraordinario los dejó sin palabras: había dejado de
llover, en el horizonte se veían los primeros rayos de sol y por encima de sus cabezas volaba un águila real
transportando entre sus garras el manto del malogrado27 San Isidro. El ave miró al grupo de humanos que la
observaban boquiabiertos, sobrevoló un par de veces el lugar, mostró orgullosa su botín28 y finalmente se alejó en
dirección a la montaña. El cielo había vuelto a hablar y, esta vez, todos habían entendido la señal. Cansados y en
silencio los peregrinos iniciaron su camino de regreso. Aquella había sido la última fiesta de Cardeña. A lo lejos,
desde su refugio, un lince observaba la escena. Más tranquilo al ver marcharse a los humanos, se dio la vuelta y
caminó elegante y sigiloso29 hasta desaparecer entre la vegetación del monte.

1 impedir – verhindern 2 la romería – die Wallfahrt 3 transitar – befahren, durchfahren 4 el diluvio – die Sintflut,
(hier:) große Überschwemmung 5 la parroquia – die Pfarrgemeinde 6 la carroza – der Prachtwagen 7 el municipio –
die Gemeinde 8 el paraje – die Gegend 9 autóctono (Adj.) – lokal, endemisch 10 el felino – die Raubkatze 11 la
extinción – das Aussterben 12 la conciencia – das Gewissen 13 la petición – die Forderung 14 la cosecha – die Ernte
15 el acero – der Stahl 16 el destello – das Glitzern 17 en andas – auf Schultern 18 bullicioso (Adj.) – lärmend 19
reventar – aufbrechen 20 caer a cántaros – wie aus Eimern schütten 21 el barrizal – der Schlamm, der Morast 22 la
cuneta – der Straßengraben 23 rebozarse – vollschmieren, verdrecken 24 estamparse – hinfallen 25 en pedazos –
stückweise 26 rebelarse – aufbegehren 27 malogrado (Adj.) – unglücklich 28 el botín – die Beute 29 sigiloso (Adj.) –
leise
18 DE CLARA JUSTICIA
Por fin llegó el permiso que Beatriz había solicitado a la Orden de las Clarisas seis meses atrás. La periodista ya podía
realizar el reportaje sobre las monjas de clausura en el Monasterio de Santa Clara de Tordesillas. Beatriz sabía que
ese trabajo iba a ser decisivo1 para su carrera. Era la primera vez en la historia que las cámaras de televisión
entraban en el convento y ella debía aprovechar2 la oportunidad para saltar a la fama. Inmediatamente llamó a la
madre superiora3 y acordaron comenzar la grabación4 al día siguiente. Beatriz y su compañero Pedro, el cámara que
desde hacía dos años trabajaba a su lado, llegaron temprano al Monasterio. Hacía mucho frío. Allí, al pie del río
Duero, la humedad y la niebla congelaban5 el aire durante el invierno. Los periodistas imaginaron la dureza de la
vida en el convento con esas temperaturas. Abrió la puerta una mujer de unos cuarenta años, la hermana Isabel,
vestida con el hábito marrón de la orden, quien los recibió con una gran sonrisa y les informó de que ella iba a
acompañarles. Pasaron a la sala de visitas y allí les dio las primeras informaciones. En la clausura del convento vivían
doce hermanas, de las cuales ella era la más joven. No obstante, aunque las otras monjas tenían más de sesenta
años, gozaban6 de buena salud y trabajaban con ganas. Isabel hablaba con voz serena7 . La vida de la comunidad
consistía en rezar, cuidar el monasterio y la huerta8 y, sobre todo, elaborar exquisitos dulces que vendían a los
visitantes. Mientras Beatriz hacía preguntas a la religiosa, Pedro filmaba por todo el monasterio. A pesar del9 frío,
aquel lugar era de extraordinaria belleza y estaba lleno de historia. Originalmente fue un palacio mudéjar10 que en
el siglo XIV el rey mandó transformar en convento. De aquella época se conservaban algunas habitaciones y baños
de estilo árabe. Pero lo más espectacular del conjunto11 era la iglesia, con un techo dorado que iluminaba todo el
templo. Después de recorrer con su cámara las dependencias históricas, Pedro volvió a la zona del convento donde
vivían las monjas. Sus celdas eran pequeñas y austeras, amuebladas con una cama y una mesa. El refectorio también
era humilde12, con mesas y sillas de madera donde cada día comían en silencio las doce mujeres. En contraste con la
tranquilidad que reinaba en el monasterio, cerca del refectorio había una habitación de la que salían voces y música.
La hermana Isabel llevó a Beatriz y a Pedro hasta ese lugar. Era la cocina. Allí cinco monjas cantaban y bromeaban13
mientras elaboraban pastas14. Al ver a los periodistas se callaron, pero la hermana Isabel les explicó el motivo de su
visita y las hermanas enseguida conversaron con ellos abiertamente. Les contaron que el secreto de las pastas eran
sus ingredientes naturales y sus recetas centenarias. Los reporteros las probaron y comprobaron que eran
riquísimas. Ellas siguieron explicando que, en realidad, aunque sus dulces siempre habían sido buenos, el verdadero
éxito15 llegó cuando la hermana Isabel entró en el convento hacía tres años. En aquel momento, el convento tenía
graves problemas económicos porque el negocio era muy precario. Ella modernizó la presentación de los envases16
e hizo una campaña de marketing en la prensa y en internet, consiguiendo ampliar la fama de los dulces de las Claras
y multiplicar las ventas. Los periodistas felicitaron17 a la hermana Isabel por su excelente instinto comercial, pero
ella solo se sonrojó y no dijo nada. Después de pasar todo el día con las religiosas, Beatriz y Pedro dieron por
terminada la grabación. Estaban muy satisfechos con su trabajo. Se despidieron de las hermanas, agradeciéndoles su
colaboración, y se marcharon directos al estudio para editar el programa. La emisión18 de un reportaje sobre la vida
de clausura en un monasterio con tanta historia iba a causar sensación. En efecto, unos días más tarde, tras la
emisión del programa, Beatriz recibió una llamada inesperada que le causó una gran sensación: la madre superiora
del convento le informó de que la policía había detenido19 a la hermana Isabel. Al parecer, fue directora comercial
de una empresa multinacional y su nombre de pila era Rosana. Llegó al convento, cansada de vivir estresada, y allí
comenzó una vida feliz en clausura. Algún tiempo después se descubrió un caso de fraude20 en su empresa y
muchos la culparon21 a ella porque se había marchado y no sabían dónde estaba. Al ver el programa de televisión,
un antiguo compañero la reconoció y la denunció22 a la policía. La detuvieron ese mismo día. La madre superiora
conocía la vida de Rosana-Isabel porque ella misma se la había contado. Estaba segura de que la hermana Isabel
siempre había sido sincera y no había guardado secretos a la comunidad. Después de enterarse23 de toda la historia,
Beatriz se sintió fatal. En lugar de conseguir su salto a la fama, el reportaje había significado la entrada en la cárcel24
de una persona que quizá era inocente. Preocupada por la religiosa, Beatriz pasó la noche pensando cómo ayudarla.
A la mañana siguiente ya tenía una idea. Llamó a Pedro y los dos viajaron de nuevo a Tordesillas. Allí se reunieron
con las once monjas del convento y Beatriz les explicó su plan. Por una parte, las hermanas se alegraron mucho de
poder apoyar a Isabel, pero, por otra parte, ellas eran pocas y muy débiles frente a los abogados de la multinacional.
Estaba claro que había que multiplicar las fuerzas. Fue entonces cuando una de las monjas propuso actuar tal y como
Isabel lo haría: tenían que buscar solidaridad a través de la prensa y de internet. Sin pérdida de tiempo, los
periodistas y la comunidad religiosa publicaron el caso en los periódicos, convocaron en la iglesia del Monasterio
reuniones para los tordesillanos, recogieron firmas por la red y hasta vendieron pastas con el lema Justicia a las
Claras para pagar la defensa de la hermana Isabel. Cuando llegó el día del juicio25, la comunidad al completo recibió
un permiso especial para poder asistir. Cuando la jueza26 entró en la sala del juzgado no podía creer lo que veían sus
ojos: ante ella se encontraban once monjas clarisas, la mayoría ancianas27, levantando con energía una pancarta28
donde estaba escrito Todas somos Isabel. A su lado había una caja con miles de firmas recogidas por internet en
apoyo a la religiosa y detrás estaban los cientos de personas que las habían acompañado desde su pueblo. La
estrategia de defensa que Beatriz había imaginado consistía, primero, en argumentar que la acusada siempre se
declaró inocente y no había pruebas definitivas contra ella y, segundo, que si se condenaba a la hermana Isabel
también había que condenar a las demás religiosas porque ellas conocían su historia y se habían convertido en sus
cómplices, protegiéndola en su convento. Con estos argumentos y a la vista del coraje de las religiosas, los abogados
de la empresa realizaron algunas llamadas, hablaron con la jueza y, finalmente, retiraron la demanda29 contra la ex-
directiva. La hermana Isabel, años atrás, salvó30 de la bancarrota a la comunidad y ahora la comunidad la salvaba a
ella. Era un acto de clara justicia.

1 decisivo (Adj.) – entscheidend 2 aprovechar – ausnutzen 3 la madre superiora – die Mutter Oberin 4 la grabación –
die Aufnahme 5 congelar – einfrieren 6 gozar – genießen 7 sereno (Adj.) – ruhig 8 la huerta – das Gartenland 9 a
pesar de – trotz 10 mudéjar (Adj.) – christlich-arabisch (Kunst) 11 el conjunto – das Gesamtbild 12 humilde –
bescheiden 13 bromear – scherzen 14 las pastas – das Gebäck 15 el éxito – der Erfolg 16 el envase – die Verpackung
17 felicitar – gratulieren 18 la emisión – das Senden 19 detener – festnehmen 20 el fraude – der Betrug 21 culpar –
beschuldigen 22 denunciar – anzeigen 23 enterarse – erfahren 24 la cárcel – das Gefängnis 25 el juicio – der Prozess
26 la jueza – die Richterin 27 la anciana – die Greisin 28 la pancarta – das Schild 29 retirar la demanda – die Anzeige
zurückziehen 30 salvar – retten
19 PASIÓN
Aquel día Pablo caminaba despacio por las calles de Valladolid con la niebla pegada al rostro1 y al alma2 . No tenía
un rumbo3 fijo. Estaba tan triste que solo quería moverse para sentir que su cuerpo seguía vivo. Andaba porque sus
piernas daban un paso y luego otro y luego otro, con un movimiento automático ajeno4 a su voluntad. Era la primera
vez que estaba tan mal en sus veintiocho años de existencia. No tenía los síntomas de una enfermedad, sino que
sentía como un puñal clavado en el estómago. Era un dolor agudo que no le dejaba respirar. La puñalada se la había
dado Lola, su ahora ex novia, y, herido, paseaba por la ciudad. Sonaban las campanadas de las ocho cuando Pablo
pasó por delante de la iglesia de Nuestra Señora de las Angustias. Sin pensarlo dos veces entró y se sentó en un
banco. En esos días de Semana Santa era normal encontrar los templos abiertos para los fieles5 que querían rezar y
recordar la Pasión de Jesús. El interior solo estaba iluminado con velas6 , pero se veía entre sombras el altar mayor y,
en una nave lateral, la Virgen de las Angustias. Era uno de los pasos más hermosos de la Semana Santa de Valladolid.
La talla7 del siglo XVI representaba a la madre de Jesús con siete cuchillos clavados en el corazón, simbolizando el
dolor por la muerte de su hijo. Pablo no era creyente y, sin embargo, esa tarde podía comprender muy bien aquel
sufrimiento. La punzada8 que él sentía en el estómago multiplicada por siete era el dolor de aquella madre. Llevaba
casi una hora sentado en la iglesia, rodeado de silencio y oscuridad, cuando escuchó los pasos de una persona.
Alguien se dirigía sigilosamente9 a la Virgen. Pablo estaba en los últimos bancos del templo y lo único que podía ver
con claridad era la cabeza calva10 de un hombre que relucía al acercarse a las velas. El hombre miró a su alrededor y
no vio a nadie en la iglesia. La oscuridad protegía a Pablo. El individuo tomó una silla del altar y subió encima del
paso procesional. Cuando estaba a la altura de la escultura, agarró un cuchillo del pecho de la Virgen y
tranquilamente se bajó de la silla con él en la mano. Dejó la silla de nuevo en el altar y desapareció por la puerta
trasera. Pablo, al darse cuenta del robo11, se levantó y siguió al hombre. Vio que, por el hábito azul y el cordón rojo,
era un cofrade12 de aquella misma parroquia, la Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias. Fue corriendo hasta la
puerta trasera, pero estaba cerrada. ¿Qué podía hacer entonces? Deprisa salió de la iglesia por la fachada principal y
allí se encontró en medio de unas trescientas personas vestidas con la túnica y el capirote de la Cofradía que se
movían nerviosas, organizando la procesión que iba a comenzar en unos minutos. Era imposible descubrir al ladrón
entre tantos cofrades encapuchados. Lo mejor era acompañar a la cofradía en su recorrido por la ciudad y luego, una
vez de vuelta a la iglesia, identificar al ladrón de la calva brillante. Pensando que la aventura podía ser peligrosa,
Pablo llamó a su amigo Leo. Después de explicarle lo ocurrido decidieron encontrarse en un punto de la procesión y
continuar juntos las pesquisas13. Quince minutos después, los dos chicos caminaban entre la gente detrás de la
Cofradía. La luz de las farolas14 iluminaba pobremente15 el itinerario de la procesión. No había música porque en
las procesiones nocturnas los pasos se transportaban en silencio. Era impresionante observar que en pleno centro de
la ciudad podía pasar una procesión con una carroza16 de más de tres toneladas y algunos cientos de personas
caminando a su lado sin escucharse otro ruido que las túnicas de los cofrades arrastrándose por el suelo. Tras media
hora de camino la comitiva de la Virgen de las Angustias llegó a la Plaza de la Universidad para encontrarse con la
imagen Jesús camino del Calvario, trasladada por su propia hermandad17. La escena era emocionante. La madre,
María, se encontraba con el hijo, Jesús, para despedirse. Un coro interpretó algunos cantos. Pablo y Leo estaban
conmovidos y vieron con cuánta religiosidad vivía ese momento la gente. Además, parecía que por la emoción o por
la falta de luz nadie se daba cuenta de que en el pecho de la Virgen solamente había seis cuchillos, en lugar de los
siete tradicionales. Después de los cantos y las oraciones cada cofradía levantó su paso e inició el camino de vuelta.
La procesión había terminado. La gente se dispersó. Los cofrades acompañaron en filas el traslado de la Virgen hasta
la Iglesia. Como el ambiente era informal, muchos se quitaron los capirotes de la cabeza. Entre los trescientos
cofrades había hombres, mujeres y niños. Pablo y Leo se movían rápido, mirando a los capuchones destapados.
Llegaron al principio del desfile y no encontraron al hombre sin pelo. Pablo perdió la esperanza, pero Leo, más
optimista, le animó a revisar de nuevo las filas. De repente, Pablo lo vio. Allí estaba aquel hombre con la cabeza
redonda y pelada18 como una bola de billar. − ¡Leo, mira, es él! —dijo Pablo señalando al cofrade calvo. − ¿Y qué
hacemos ahora, Pablo? —preguntó Leo alarmado. − Creo que tenemos que decírselo a la policía. Ellos lo pueden
detener y buscar el cuchillo robado —respondió Pablo. Ya estaban llegando a la iglesia de las Angustias y los chicos
pensaron que el ladrón podía desaparecer con su botín19 en pocos minutos. Corrieron hacia el final de la procesión y
vieron un coche de policía que acompañaba discretamente el evento. Pablo les contó a los dos guardias todo lo que
había visto aquella tarde y les describió cómo era el ladrón. Los policías aparcaron el coche y fueron andando con los
muchachos hasta la iglesia. Una vez allí, comprobaron que, en efecto, faltaba el cuchillo y entraron en la sala donde
los cofrades doblaban sus túnicas y se preparaban para marcharse. Siguiendo las indicaciones de Pablo, se acercaron
al hombre calvo y le preguntaron si podían revisar su bolsa. Él se puso muy nervioso y sin decir nada les entregó la
mochila. Los policías sacaron con cuidado la ropa del sospechoso20. En un bolso lateral encontraron una
fiambrera21 con restos de comida y, envuelto en una servilleta, el cuchillo de la Virgen. Todos los cofrades que
estaban en la sala se quedaron asombrados al verlo. Pablo se sintió tan orgulloso como el héroe22 de una película. El
ladrón, ruborizado23 hasta la calva, explicó: − Yo no quería robar el cuchillo. Lo iba a colocar en la escultura antes de
irme a casa. Tan solo lo tomé prestado por una urgencia: antes de salir en la procesión estaba muerto de hambre y
en mi fiambrera tenía un pan y una longaniza24 de chorizo, pero olvidé traer algo para cortar. Cuando la iglesia
estaba vacía, cogí el cuchillo de la Virgen y preparé el bocadillo. Y ahora pensaba dejarlo de nuevo en su lugar. Lo
siento muchísimo. No tenía que haberlo cogido, pero estaba hambriento y no podía pensar de forma lógica. Después
de escuchar el relato, los compañeros de la Cofradía le miraron con compasión y los policías tuvieron que
disimular25 la sonrisa. Estaba claro que el hombre era sincero y la historia era ridícula e inocente. Pablo se
avergonzó26 un poco por su reacción exagerada y Leo se rio con ganas por la idea insensata27 del hombre y por su
aventura con Pablo aquella noche. Finalmente, todos decidieron olvidar el incidente y el cuchillo volvió al pecho de
la Virgen. Cuando caminaban hacia casa Pablo le contó a su amigo lo de Lola. Leo intentó consolarle28, pero Pablo le
dijo animado: − No te preocupes, Leo, después de este día he aprendido que es mejor entender la vida como una
comedia que como una tragedia. La noche era fría y la niebla, espesa29, pero Pablo ya no sentía la punzada en el
estómago. Recordando la historia del cuchillo sagrado y el bocadillo de chorizo, los dos amigos se rieron a
carcajadas. Pablo estaba relajado y contento. A la mañana siguiente iba a empezar el primer día de su nueva vida.

1 el rostro – die Miene 2 el alma – die Seele 3 el rumbo – der Kurs 4 ajeno (Adj.) – fremd 5 el fiel – der Gläubige 6 la
vela – die Kerze 7 la talla – das Schnitzen 8 la punzada – der Stich 9 sigilosamente – schleichend 10 la calva – die
Glatze 11 el robo – der Raub 12 el cofrade – Mitglied einer Bruderschaft 13 la pesquisa – die Nachforschung 14 la
farola – die Straßenlampe 15 pobremente – ärmlich 16 la carroza – die Karosse 17 la hermandad – die Bruderschaft
18 pelado (Adj.) – glatt 19 el botín – die Beute 20 el sospechoso – der Verdächtige 21 la fiambrera – die Blechbüchse
22 el héroe – der Held 23 ruborizado (Adj.) – errötet 24 la longaniza – die Paprikawurst 25 disimular – verstecken 26
avergonzado (Adj.) – verschämt 27 insensato (Adj.) – unvernünftig 28 consolar – trösten 29 espesa (Adj.) – dick
20 MADRID, ÚLTIMO DESTINO VIDEO!!!!!
La espera en la Terminal 2 del aeropuerto Madrid-Barajas no molestaba1 a Pilar. Lo que realmente no podía
soportar2 era no esperar a un hombre, sino a un nombre, Sebastian Fischer. Conocía su cara por la foto de su cuenta
de e-mail. Además, en el último correo electrónico Sebastian le había enviado una imagen en la que él estaba vestido
con un traje bávaro. Pilar, mientras esperaba, se imaginó que el alemán iba a salir por la puerta de llegadas con la
camisa a cuadros, los pantalones de cuero3 y el sombrero típico y sonrió discretamente. La idea era ridícula, pero
con aquellas ropas lo podría identificar sin problema. Ahora estaba más tranquila. Estos pensamientos locos la
habían relajado y el tiempo pasaba deprisa. El avión de Lufthansa ya estaba en tierra. La hora de la verdad se
acercaba… ¿Quién sería en realidad aquel nombre? Desde hacía cinco meses intercambiaban e-mails dentro del
programa Rosetta que la Universidad Técnica de Múnich y la Complutense de Madrid coordinaban para facilitar el
aprendizaje de lenguas entre sus doctorandos. En total se habían escrito unos diez correos, ella en alemán y él en
español. Así sabía Pilar que Sebastian era ingeniero de medio ambiente, experto en energías renovables4 y que
estaba escribiendo una Tesis Doctoral sobre placas solares. Precisamente este era el motivo de su viaje: el congreso
sobre energía solar que se celebraba en Almería. Sabía también que Sebastian tenía 28 años, era de Múnich y jugaba
al fútbol en su tiempo libre. Ella le había contado que daba clases en la facultad de Filosofía y que estaba escribiendo
una Tesis sobre Gadamer. No le había dicho que odiaba5 el fútbol y que no sabía nada sobre la Liga española. ¿De
qué hablarían si no tenían intereses comunes? De nuevo se sintió nerviosa y preocupada, pero cuando levantó la
cabeza y vio a un hombre alto, de pelo oscuro y ojos claros que la miraban, se dio cuenta de que el nombre
Sebastian era la persona que estaba ante ella. − ¡Hola!, ¡Hallo!, soy Pilar, ¿cómo estás, Sebastian?. − Hola Pilar, me
alegro de conocerte. ¿Has esperado mucho tiempo? El avión tenía un poco de retraso. − No, ¡qué va!, el tiempo ha
pasado volando. Venga, vamos al coche. Te llevo a conocer Madrid. Son las once y media. Tenemos casi seis horas
para recorrer la ciudad. Tu autobús a Almería sale a las cinco y cuarto. Sebastian estaba un poco cansado, pero tenía
muchas ganas de visitar Madrid, la ciudad del Real y del Atlético. Además, Pilar le parecía muy simpática. Seguro que
lo iban a pasar bien juntos y, lo más importante, él podría practicar la lengua antes de llegar al congreso, donde tenía
que hacer su ponencia6 en español. Pilar conducía el coche hacia el centro de la ciudad, hablando sin parar sobre la
historia de Madrid: «Fue Felipe II el rey que decidió poner la capital de España en el punto central de la península y
allí, por casualidad, estaba Madrid». Pronto llegaron al casco histórico y Pilar aparcó en una calle estrecha.
Caminaron hasta la Plaza Mayor. Habían llegado al Madrid de los Austrias. El día soleado y el ambiente bullicioso
hicieron sentir bien a Sebastian. En esa parte de la ciudad convivían el pasado—palacios, iglesias, plazas, jardines— y
el presente —tráfico, comercios, bares, terrazas. Pero lo que más le gustaba a Sebastian era la gente. Había mucha
gente en la calle: gente que caminaba deprisa o paseaba despacio, gente que charlaba7 parada en medio de la acera,
gente que miraba escaparates8 , gente que tomaba algo a la puerta de un bar o sentada en las terrazas, gente
ruidosa, comunicativa, viva. Mientras observaba esta atmósfera, Sebastian escuchaba atento las explicaciones que
Pilar le ofrecía. De repente, ella miró el reloj. Era la una. La hora del vermut. Según la costumbre, antes de la comida
los españoles toman un aperitivo para abrir el apetito. Sebastian, que estaba muerto de hambre porque en Múnich
comía a las doce, aceptó tomar el vermut sin dudarlo. Entraron en un bar, pidieron unas cañas, un pincho de tortilla
y unas gambas. A Sebastian le parecía genial la tradición española de las tapas, las raciones y los pinchitos. Desde
luego, a esas horas y con el hambre que tenía los sabores de aquellos alimentos eran especialmente deliciosos. Diez
minutos después, recuperadas las fuerzas, Pilar y Sebastian siguieron paseando por aquella zona de la ciudad. Al
bajar una calle lateral se abrió ante ellos una plaza amplia con una inmensa construcción al fondo, el Palacio de
Oriente. − Este edificio del siglo XVIII es el palacio de recepciones de los reyes de España. También es su residencia
oficial, pero no viven aquí —comentó Pilar. − El edificio es impresionante, pero, sobre todo, me gustan los jardines
del palacio, por donde todos podemos pasear —dijo Sebastian, poco amigo del lujo y con ideas más republicanas
que monárquicas. − Estoy de acuerdo contigo, y, además, este parque es muy popular porque aquí se celebran
conciertos al aire libre en las noches de verano —añadió Pilar—. Por cierto, ya son más de las dos y mi estómago me
dice que tenemos que comer. Se sentaron en la terraza de un restaurante situado en la plaza. Comieron cocido
madrileño y merluza con almejas. De postre tomaron flan y para terminar, un café. Casi una hora disfrutaron de la
comida, de la tranquilidad de la plaza y de la vista al palacio, charlando y riendo sin parar. Se dieron cuenta de que se
entendían muy bien. Tenían el mismo sentido del humor y similares gustos. Pilar fue la que terminó la sobremesa9
cuando vio que ya eran las tres de la tarde: − Sebastian, sé que eres un apasionado del fútbol y, aunque a mí no me
interesa, he pensado que podemos dar una vuelta con el coche por algunos lugares emblemáticos. Sebastian,
emocionado, aceptó la oferta. Caminaron hasta el vehículo y Pilar condujo hacia la Castellana. Pasaron por las
fuentes de Cibeles y Neptuno, donde los hinchas10 del Real y del Atlético celebran respectivamente sus victorias.
Llegaron hasta el estadio Santiago Bernabéu. Pararon y dieron una vuelta por los alrededores. Continuaron por la M-
30 para llegar al Vicente Calderón y allí repitieron el paseo. Después de ver los estadios, tenían el tiempo justo para
coger el autobús. Por suerte, Pilar conocía bien el camino y condujo ágilmente hasta la estación Méndez Álvaro.
Siete minutos antes de la salida se despidieron delante del autobús. Los dos estaban felices por las horas que habían
pasado juntos y especialmente Sebastian se sentía conmovido11 por la calurosa acogida12 de su nueva amiga. − No
sé cómo puedo agradecerte este día que me has dedicado13. Me ha encantado Madrid, la forma de vida española y,
sobre todo, tu atención y tu generosidad14. Pilar se sonrojó15 por las palabras de Sebastian y solo pudo decirle
«¡Vuelve!» cuando lo abrazó y le dio un cariñoso beso de despedida. Él le prometió llamarla desde Almería y pasar
unos días en Madrid después del congreso. Aquella noche Pilar no pudo dormir. Las imágenes y las emociones del
día pasaban por su cabeza. Estaba segura de haber encontrado un alma gemela16, una persona que iba a dejar
huella en su vida. Hacía ya diez años que el nombre Sebastian Fischer estaba escrito al lado del de Pilar en la puerta
de su piso madrileño. Sebastian nunca volvió a Múnich. Después del congreso, regresó a Madrid y supo que tenía
que quedarse con aquella española inteligente y jovial en la ciudad del Real y del Atlético. Ahora él acompañaba a
sus hijos a los estadios y, cada domingo, tomaba el vermut con Pilar, paseando sin prisa por el Madrid de los
Austrias. Desde hacía diez años la pareja sabía que ningún avión o autobús podría separarlos.

1 molestar – stören 2 soportar – ertragen 3 el cuero – das Leder 4 las energías renovables – die erneuerbaren
Energien 5 odiar – hassen 6 la ponencia – der Vortrag 7 charlar – sich unterhalten 8 el escaparate – das Schaufenster
9 la sobremesa – Zeit am Esstisch nach dem eigentlichen Essen 10 el hincha – der Anhänger eines Vereins, der Fan
11 conmovido (Adj.) – gerührt 12 la acogida – der Empfang 13 dedicar – (hier:) jemandem Zeit widmen 14 la
generosidad – die Großzügigkeit 15 sonrojarse – schamrot werden 16 el alma gemela – der Seelenverwandte

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