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La conducta puede ser una forma de expresión de la voluntad. Es decir, una declaración
de voluntad.
Pero, con todo acierto, Federico de Castro (Derecho civil de España, edición facsimilar,
Civitas, 2008, I, 1, páginas 688 y siguientes), se refirió a la conducta como actitud
adoptada o proceder general de la persona en la relación jurídica. Es dentro de la Parte
V, La eficacia de las normas civiles, capítulo II, Efecto constitutivo de las normas de
Derecho civil, apartado VII, Los hechos jurídicos. De Castro distinguía allí entre
conductas lícitas e ilícitas. Las primeras se manifiestan en un actuar (página 695, nota
5), respecto a un patrimonio, proponiendo como ejemplo el de administrarlo con la
diligencia de un buen padre de familia. No obstante, esa pauta de conducta tiene mucho
mayor alcance, haya o no una relación jurídica previa. Por ejemplo, en el terreno de la
responsabilidad contractual y en el de la extracontractual.
A este propósito, utilizo el Diccionario de la lengua española, 22ª y 23ª ediciones, 2001
y 2014 respectivamente. En siglas, DRAE y DEL. Juzgo también recomendable la
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consulta a Diccionario del español jurídico (DEJ), director Santiago Muñóz Machado,
Madrid, 2016.
Estándar, del inglés standard, adjetivo: “Que sirve como tipo, modelo, norma, patrón o
referencia”.
Padre de familia: “Jefe de una familia aunque no tenga hijos”. También como locución
derivada de padre, el DRAE recoge padre de familias.
No creo que a nadie le parezca que homo sapiens, por ejemplo, sea una expresión
sexista.
Ahora bien, creo que padre de familia es una expresión notoriamente anacrónica. Quizá
fuese preferible “persona razonable”, “persona cuidadosa”, o simplemente “persona
diligente”. Volveré más adelante sobre esta cuestión.
Juicio: “Facultad del alma, por la que el hombre puede distinguir el bien del mal y lo
verdadero de lo falso”.
Diligente: “Cuidadoso”.
Y el término diligencia, sin adjetivos, está presente en los artículos 258, 264, 633, 725,
1.094, 1.104, 1.241, 1.867, 1.889 y 1.903 del Código civil.
Prudente: Significa “que tiene prudencia y actúa con moderación y cautela”. Cautela
equivale a “cuidado”. Representan la misma idea las conductas de prever, prevenir y
precaver. También el verbo advertir, en una de sus acepciones.
A veces, el Código civil utiliza el adjetivo prudente para referirse a una decisión
judicial. Por ejemplo, artículos 181 y 184.
La palabra prudencia se define como “virtud cardinal que consiste en discernir lo que es
bueno o malo, para seguirlo o huir de ello”, “cautela, sensatez, buen juicio”. No en
vano, se llama jurisprudencia a la ciencia del Derecho (prudentia iuris).
Como dice el DRAE al referirse a ese sufijo, “-dad” se aplica a adjetivos verbales en
-ble; entonces se forman derivados terminados en “-bilidad”.
También pueden ser objeto de consideración los actos de otro sujeto (determinado). Es
el caso del artículo 1.891 del Código civil, sobre gestión de negocios ajenos: “…
operaciones arriesgadas que el dueño no tuviere costumbre de hacer”. Se responde
incluso por caso fortuito.
Un venerable y muy citado texto legal introdujo en nuestro Derecho una pauta de
conducta tan singular como ingenua. Se trata del artículo 6 de la Constitución de Cádiz
de 1812, cuando dijo que “el amor de la Patria (sic) es una de las principales
obligaciones de todos los españoles y, asimismo, el ser justos y benéficos”.
Por otra parte, el cabeza de familia es citado en el artículo 917 del Código civil
(definición de “línea recta”), así como en el 1.910 (responsable de los daños causados
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por las cosas que se arrojaren o cayeren de una casa o parte de ella). En DEJ se dice que
cabeza de familia es “padre de familia o persona que actúa de jefe de la unidad
familiar”.
Considero que tiene interés la lectura del artículo 1 de la Ley francesa en cuestión, como
justificación o explicación de todo ese cuerpo legal.
Una sentencia de la Sala Primera introdujo en su día la expresión lex artis ad hoc (es
decir, del caso concreto, en un pleito de responsabilidad civil de un médico). Tal
fórmula se ha repetido en muchas sentencias, pero me parece poco afortunada. Toda lex
artis tiene que ser ad hoc; también debe aplicarse, por ejemplo, a los servicios de un
fontanero o al productor de “chuches” de consumo infantil.
3. Hemos recibido del Derecho anglosajón expresiones que intentan ser representación
actual de lo que tradicionalmente se conoce como lex artis.
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Por ejemplo, estado del arte o estado de la ciencia, en sus versiones en español.
Podría considerarse que el protocolo es, a estos efectos, una especie de lex artis
codificada.
En todo caso, debe admitirse que el criterio de protocolo se extiende hoy a otras
actividades distintas de la Medicina.
Son evidentes las ventajas de que una actividad cualquiera esté protocolizada, pero
existe el inconveniente de que la aplicación del protocolo no exime del análisis de todas
las circunstancias del caso concreto. Es decir, el protocolo no siempre permite una
aplicación, por así decirlo, automática o mecánica. Por eso mismo, considero que el
criterio de la lex artis propia de una determinada actividad prevalece sobre el protocolo
que eventualmente pueda existir para uno o unos concretos supuestos que constituyen su
objeto.
5. Conviene tener en cuenta que, tanto para la aplicación del criterio de la lex artis,
como del estado de la ciencia, es menester el recurso a la prueba pericial practicada en
el procedimiento judicial correspondiente.
Podría ser digna de consideración la adopción en España de una figura similar a la del
amicus curiae del Derecho norteamericano.
En Estados Unidos ha tenido cierto éxito la política conocida como prudent avoidance
(”evitación prudente”). La prudent avoidance significa la adopción de medidas que sean
“sencillas”, “fácilmente realizables” y “de bajo costo” para reducir los peligros de una
determinada actividad, aun en ausencia de un riesgo demostrable. Por ejemplo, esta
evitación prudente sería aplicable a las nuevas conducciones eléctricas, en las que
pequeñas modificaciones de diseño podrían reducir los niveles de exposición a campos
electromagnéticos (los derivados de las antenas de telefonía móvil o de las
conducciones eléctricas de alta tensión); pero no justificaría la modificación de las
conducciones ya existentes, medida que resultaría muy cara.
En los tiempos que corren se ha afincado entre nosotros la figura, que seguimos
denominando en inglés, llamada compliance.
Desde luego, creo que nos encontramos, desde el punto de vista jurídico, en el terreno
de las informaciones, recomendaciones o consejos, en el que sobresale el problema de la
responsabilidad de quien los da, extremo sobre el que en su día escribí.
Pero lo que ahora importa es poner de relieve que, en definitiva, podemos hallarnos ante
una situación de pauta de actuación (más que canon de conducta) que recae sobre el
receptor de las advertencias sobre cumplimiento normativo, por si no fuera suficiente el
mandato del artículo 6.1 del Código civil, en su párrafo primero.
La Ley concursal, al regular la figura del administrador concursal, artículo 36.1, declara:
“Los administradores concursales y sus auxiliares delegados responderán frente al
deudor y frente a los acreedores de los daños y perjuicios causados a la masa por los
actos y omisiones contrarios a la ley o realizados sin la debida diligencia”. Por lo tanto,
se adopta el criterio del artículo 1.902 del Código civil, según la interpretación
dominante.
El artículo 5 titulado “Deberes laborales” declara en su letra a) como “deber básico” del
trabajador el de “cumplir con las obligaciones concretas de su puesto, de conformidad
con las reglas de la buena fe y diligencia”.
Hay varios preceptos que, para casos en que se adoptan medidas que afectan de manera
colectiva a los trabajadores de la empresa, prevén la apertura de negociaciones entre los
representantes de unos y otra (lo que se denomina período de consultas) y en todos se
reitera la expresión “durante el período de consultas las partes deberán negociar de
buena fe con vistas a la consecución de un acuerdo”. Aparece en el artículo 40.2 (en
casos de movilidad geográfica de los trabajadores), en el artículo 41.4 (supuestos de
modificaciones sustanciales en las condiciones de trabajo), en el artículo 47 (dedicado a
suspensiones del contrato o reducciones de jornada por razones económicas, técnicas,
organizativas o de la producción) y en el artículo 51 (despidos colectivos). Igual
mención contiene el artículo 44.9 para los casos en que, con motivo de una sucesión de
empresa, cedente o cesionario prevén adoptar algún tipo de medida que afecta a los
trabajadores.
En cuanto a las causas del despido disciplinario, el artículo 54.1.d) recoge como
incumplimiento grave que lo justifica “la transgresión de la buena fe contractual, así
como el abuso de confianza en el desempeño del trabajo”. El apartado se utiliza en la
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práctica forense como cajón de sastre en el que cabe cualquier incumplimiento grave
que no encuentre acomodo en los otros apartados (tratos con la competencia, uso
indebido de los medios informáticos, realizar actividades compatibles con la
enfermedad por la que se está de baja laboral, etc.).
Se utiliza el término “empleado público” para englobar a todos aquellos que prestan
servicios en Administraciones Públicas bien lo hagan como funcionarios o como
laborales.
Los empleados públicos deberán desempeñar con diligencia las tareas que tengan
asignadas y velar por los intereses generales con sujeción y observancia de la
Constitución y del resto del ordenamiento jurídico, y deberán actuar con arreglo a los
siguientes principios: objetividad, integridad, neutralidad, responsabilidad,
imparcialidad, confidencialidad, dedicación al servicio público, transparencia,
ejemplaridad, austeridad, accesibilidad, eficacia, honradez, promoción del entorno
cultural y medioambiental, y respeto a la igualdad entre mujeres y hombres, que
inspiran el Código de Conducta de los empleados públicos configurado por los
principios éticos y de conducta regulados en los artículos siguientes.
5. Se abstendrán en aquellos asuntos en los que tengan un interés personal, así como de
toda actividad privada o interés que pueda suponer un riesgo de plantear conflictos de
intereses con su puesto público.
10. Cumplirán con diligencia las tareas que les correspondan o se les encomienden y,
en su caso, resolverán dentro de plazo los procedimientos o expedientes de su
competencia.
12. Guardarán secreto de las materias clasificadas u otras cuya difusión esté prohibida
legalmente, y mantendrán la debida discreción sobre aquellos asuntos que conozcan
por razón de su cargo, sin que puedan hacer uso de la información obtenida para
beneficio propio o de terceros, o en perjuicio del interés público.
1. Tratarán con atención y respeto a los ciudadanos, a sus superiores y a los restantes
empleados públicos.
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4. Informarán a los ciudadanos sobre aquellas materias o asuntos que tengan derecho
a conocer, y facilitarán el ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de sus
obligaciones.
11. Garantizarán la atención al ciudadano en la lengua que lo solicite que sea oficial
en el territorio.
En el Marco Común de Referencia (en siglas inglesas, DCFR), son abundantes las
ocasiones en las que, por mucho que el texto quiera contemplar hipótesis muy
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Por mencionar sólo algunos de los artículos que versan sobre deberes precontractuales,
encontramos, por ejemplo, expresiones como las siguientes:
En el II.3: 102: lo que un “consumidor medio” podría esperar que se debiese, teniendo
en cuenta “todas las circunstancias y las limitaciones del medio de comunicación
empleado” la “información relevante necesaria” para tomar una decisión, “requisitos
de diligencia profesional”.
En el artículo II.3: 106: como “sea adecuado en cada caso” (o, dicho de otro modo,
como “corresponda en cada caso”), “medio duradero” (información o comunicación).
En el artículo III.3: 302: “tanto por su naturaleza como por las circunstancias”, lo que
una parte “sabe o se puede razonablemente esperar que sepa”, la parte que
“razonablemente prevé”.
Pero no es sólo eso, sino que en el artículo I.1: 103, que define el capital concepto de
good faith and fair dealing, se habla de actuar de forma inconsecuente y de haber
confiado razonablemente, una parte, en las declaraciones o conducta de la otra.
Los propios autores del DCFR son conscientes de esta circunstancia, cuando advierten
de que una cuestión previa es la de si la seguridad contractual está más protegida por
“reglas rígidas” o por reglas que, utilizando “términos abiertos”, como razonable, dejan
lugar a la flexibilidad.
Por otro lado, al final del DCFR se formulan unas definitions que siempre resultan de
interés. A estos efectos, cito:
Good faith. “Good faith” is a subjective mental attitude characterized by honesty and
an absence of knowledge that an apparent situation is not the true situation.
Good faith and fair dealing. “Good faith and fair dealing” is a standard of conduct
characterized by honesty, openness and consideration for the interests of the other party
to the transaction or relationship in question. (I.-1:103).
Negligence. There is “negligence” if a person does not meet the standard of care which
could reasonably be expected in the circumstances.
A modo de ejemplos, cito las siguientes resoluciones, entre las que incluyo alguna
constitutiva de “definición” jurisprudencial de la lex artis.
“… la actuación del médico se rige por la denominada lex artis ad hoc, es decir, en
consideración al caso concreto en que se produce la actuación e intervención médica y
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las circunstancias en que la misma se desarrolle, así como las incidencias inseparables
en el normal actuar profesional, teniendo en cuenta las especiales características del
autor del acto médico, de la profesión, de la complejidad y trascendencia vital del
paciente y, en su caso, la influencia de otros factores endógenos -estado e intervención
del enfermo, de sus familiares, o de la misma organización sanitaria- para calificar
dicho acto como conforme o no a la técnica normal requerida, pero, en cualquier caso,
debiendo de hacerse patente que, dada la vital trascendencia que, en muchas de las
ocasiones, reviste para el enfermo la intervención médica, debe ser exigida, al menos en
estos supuestos, la diligencia que el derecho sajón califica como propia de las
obligaciones del mayor esfuerzo.”
“Por último, respecto del motivo segundo del recurso de casación relativo al cómputo de
intereses ex artículo 20 de la LCS desde la fecha de la sentencia de primera instancia, el
auto de aclaración de la sentencia impugnada de fecha 18 de noviembre de 2002 no
admite, como pretende el recurrente con una nueva visión partidista del litigio, la
concurrencia de la causa de justificación del impago del apartado octavo del artículo 20
de la LCS, sino que reconociendo que antes de fijarse judicialmente la cantidad
adeudada es ‘discutible la responsabilidad de la entidad demandada’, opta por establecer
el inicio del cómputo desde dicha fecha de la sentencia de primera instancia en atención
a que ‘aunque aquella fuera desestimadora de las pretensiones de la parte actora, la
estimación parcial del recurso pone de manifiesto que aquellas debían haber prosperado
en tales términos en la primera instancia’, es decir acoge el denominado criterio del
‘canon de razonabilidad’ (contemplar la razonabilidad de la discusión del deudor: si
ésta no es razonable, como para la Audiencia ocurre en el presente supuesto, ello
implicará la imposición de intereses moratorios).”
esencial de la lex artis y como tal forma parte de toda actuación asistencial y constituye
una exigencia ética y legalmente exigible a los miembros de la profesión médica; y en
fin, que ante el fracaso de una operación de vasectomía la cuestión se concreta en
determinar si se cumplió el deber de información que al tiempo de los hechos establecía
el art. 10.5 de la Ley General de Sanidad de 1986 en el sentido de explicar el posible
fracaso de la operación.”
Sentencia de 10 de junio de 2008, recurso 2897/2002. Paciente adicto a las drogas que
falleció a las pocas horas del alta médica:
“La más moderna jurisprudencia es expresiva del rigor con que se aplica la regla,
apreciando limitadamente la existencia de causa justificada en función de las
circunstancias de cada caso con el objeto de lograr el cumplimiento de la finalidad de la
norma -propiciar el oportuno cumplimiento de la obligación por parte de las compañías
de seguro y lograr el pronto y adecuado resarcimiento del perjudicado-, siempre atenta a
las consecuencias económicas y de toda índole que se derivan de la aplicación rigurosa
del precepto. Se trata de limitar la justificación del retraso en el cumplimiento de la
obligación de pago -o consignación- de la indemnización a los casos en que la conducta
de la aseguradora muestre visos de razonabilidad, lo que supone realizar una valoración
“ex post” de su conducta con arreglo a un canon de razonabilidad en función de las
circunstancias de cada supuesto, sin erigir en ningún caso la existencia del proceso en sí
misma como causa de justificación.”
“En nuestro sistema procesal civil, como regla general, no es admisible la revisión de la
prueba practicada en la instancia por la vía del recurso extraordinario por infracción
procesal, como se desprende de la propia enumeración de motivos de recurso contenida
en el artículo 469 de la Ley de Enjuiciamiento Civil. Sin perjuicio de lo cual, es posible
un cierto control sobre las conclusiones de hecho que sirven de base a la sentencia
recurrida -la de apelación- de forma excepcional, al amparo del ordinal 4º. del artículo
469.1 LEC, siempre que, conforme a la doctrina constitucional, no superen el test de la
razonabilidad exigible para respetar el derecho a la tutela judicial efectiva consagrado
en el art. 24 CE -en este sentido, SSTS 101/2011, de 4 de marzo, y 263/2012, de 25 de
abril-).”
“Decisión de la Sala sobre el motivo segundo. Esta Sala, a partir del Acuerdo de 20 de
diciembre de 2005, consolida una nueva orientación, que se plasma en sentencias, entre
otras, de 4 de junio de 2006, 9 de febrero, 14 de junio, 2 de julio de 2007, 12 de mayo
de 2015, que, prescindiendo del alcance dado a la regla in illiquidis non fit mor, atiende
al canon de la razonabilidad en la oposición para decidir la procedencia para condenar
o no al pago de intereses y concreción del diez a quo del devengo. Este moderno
criterio, que da mejor respuesta a la naturaleza de la obligación y al justo equilibrio de
los interese en juego, y en definitiva de la tutela judicial, toma como pautas de la
razonabilidad el fundamento de la reclamación, las razones de la oposición, la conducta
de la parte demandada en orden a la liquidación y pago de lo adeudado, y demás
circunstancias concurrentes, por lo que la solución exige una especial contemplación del
caso enjuiciado.”
He dicho antes, a pesar de todo, que la expresión buen padre de familia me parece
anacrónica. Podría decirse también arcaica, aunque el significado de los adjetivos no
siempre sea coincidente.
Dicho de otro modo, no me mostraría tan celoso guardador de los conceptos clásicos
como para rechazar de plano la supresión y sustitución de padre de familia.
Lo que ocurre es que, como también he dicho más arriba, mis dudas nacen y se
incrementan al intentar encontrar una expresión sustitutiva.
Y aquí empiezan mis zozobras, porque caben muchas sugerencias, aunque algunas,
quizá, lastradas por el peso de lo extranjero.
Por otra parte, la presencia inevitable de la palabra diligencia excluye, por pureza
gramatical, el recurso a la palabra diligente.
Por otro lado, habría locuciones de elegante español en las que se utilizase la palabra
prudente, pero no se me escapa que, en su acepción jurídica, ese término no forma parte
del castellano común, aunque sea culto.
Acaso buen padre de familia pudiera sustituirse por persona prudente y diligente,
aunque nos topamos con la concurrencia de “diligente” y “diligencia”. Por eso, me
gusta la expresión persona prudente y cuidadosa, aunque debe reconocerse que este
último adjetivo no forma parte de los conceptos jurídicos que habitualmente utilizamos.
¿Podría ser prudente y sensata? ¿Acaso prudente y razonable, aunque el último adjetivo
sea, en este sentido, “importado”?
Lo que parece claro es que el eventual intento de reforma tendría que ir precedido de un
cuidadoso análisis del lenguaje.