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CRITERIOS O PAUTAS, ESTÁNDARES DE CONDUCTA: BUEN PADRE DE


FAMILIA/PERSONA RAZONABLE/LEX ARTIS

Ricardo de Ángel Yágüez

I. OBSERVACIÓN PREVIA. EL GRAN PROBLEMA: DE LA


ABSTRACCIÓN DE LOS CONCEPTOS A SU APLICACIÓN EN
CONCRETO.

La noción de culpa como paradigma.

Por antonimia: diligencia como “deber de cuidado”.

No es antonimia, sino paradoja del lenguaje, que la palabra responsable signifique


“obligado a responder”, pero también “que pone cuidado y atención en lo que hace o
decide”.

II. EL SIGNIFICADO DE LA CONDUCTA (O LAS CONDUCTAS) EN EL


DERECHO.

La conducta puede ser una forma de expresión de la voluntad. Es decir, una declaración
de voluntad.

Pero, con todo acierto, Federico de Castro (Derecho civil de España, edición facsimilar,
Civitas, 2008, I, 1, páginas 688 y siguientes), se refirió a la conducta como actitud
adoptada o proceder general de la persona en la relación jurídica. Es dentro de la Parte
V, La eficacia de las normas civiles, capítulo II, Efecto constitutivo de las normas de
Derecho civil, apartado VII, Los hechos jurídicos. De Castro distinguía allí entre
conductas lícitas e ilícitas. Las primeras se manifiestan en un actuar (página 695, nota
5), respecto a un patrimonio, proponiendo como ejemplo el de administrarlo con la
diligencia de un buen padre de familia. No obstante, esa pauta de conducta tiene mucho
mayor alcance, haya o no una relación jurídica previa. Por ejemplo, en el terreno de la
responsabilidad contractual y en el de la extracontractual.

III. EXPRESIONES QUE NOS PUEDEN SERVIR.

A este propósito, utilizo el Diccionario de la lengua española, 22ª y 23ª ediciones, 2001
y 2014 respectivamente. En siglas, DRAE y DEL. Juzgo también recomendable la
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consulta a Diccionario del español jurídico (DEJ), director Santiago Muñóz Machado,
Madrid, 2016.

Estándar, del inglés standard, adjetivo: “Que sirve como tipo, modelo, norma, patrón o
referencia”.

Como sustantivo: “Tipo, modelo, patrón, nivel”.

Modelo: “Arquetipo o punto de referencia para imitarlo”. En las acciones morales,


“ejemplar que por su perfección se debe imitar”.

Patrón: “Modelo que sirve de muestra”.

Tipo: “Modelo característico de una especie, de un género, etc.”. Como acepción de


Derecho, el DRAE dice: “En la legislación penal o sancionatoria, definición por la ley
de una conducta a efectos de la imposición de la pena o sanción correspondiente”.

Referencia: “Base o apoyo de una comparación, de una medición o de una relación de


otro tipo”.

Canon: “Modelo de características perfectas”.

Más adelante me referiré, por ejemplo, al canon de razonabilidad en el Marco Común


de Referencia.

Padre de familia: “Jefe de una familia aunque no tenga hijos”. También como locución
derivada de padre, el DRAE recoge padre de familias.

Nótese que, asimismo, el DRAE formula la locución madre de familia (o de familias)


como derivada de madre. Se dice que es “mujer casada o viuda, cabeza de su casa”. Es
llamativa la mención de “mujer casada”, desde un punto de vista sociológico. ¿Acaso se
piensa en el marido ausente o incapaz?

El DRAE de 2001 no recoge la expresión cabeza de familia, como derivada de cabeza.


No obstante, dentro de ese vocablo, la acepción 20 dice: “Persona de mayor
responsabilidad en una familia que vive reunida”.

A la locución buen padre de familia se atribuye un significado sexista o discriminatorio,


aunque debe hacerse notar que, en su primera acepción, la palabra hombre significa “ser
animado racional, varón o mujer”.

No creo que a nadie le parezca que homo sapiens, por ejemplo, sea una expresión
sexista.

Ahora bien, creo que padre de familia es una expresión notoriamente anacrónica. Quizá
fuese preferible “persona razonable”, “persona cuidadosa”, o simplemente “persona
diligente”. Volveré más adelante sobre esta cuestión.

Criterio: “Norma para conocer la verdad”, “juicio o discernimiento”.


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Juicio: “Facultad del alma, por la que el hombre puede distinguir el bien del mal y lo
verdadero de lo falso”.

Diligente: “Cuidadoso”.

Cuidadoso: “Solícito y diligente en ejecutar con exactitud algo”.

La palabra diligencia se encuentra en numerosos textos legales.

En DEJ, se dice de diligencia: “1. Gral. Cuidado, prontitud, agilidad, competencia en la


acción”.

En el mismo diccionario, se entiende por diligencia debida lo siguiente: “Gral.


Conjunto de precauciones que la ley o el buen sentido aconsejan adoptar en el desarrollo
de una actividad para evitar daños previsibles”.

También en el DJE se halla la expresión diligencia profesional, de la que se dice: “Gral.


Nivel de competencia y cuidado especiales que cabe razonablemente esperar del
empresario o profesional en el desarrollo de su actividad y, en particular, en sus
relaciones con los consumidores, acorde con las prácticas honradas del mercado o con el
principio general de buena fe”. Con cita de la Directiva 2005/29, artículo 2.

La diligencia de vida se encuentra, por ejemplo, en los artículos 2 y 63 de la Ley


22/2015, de auditoría de cuentas.

Y el término diligencia, sin adjetivos, está presente en los artículos 258, 264, 633, 725,
1.094, 1.104, 1.241, 1.867, 1.889 y 1.903 del Código civil.

Igualmente, en los artículos 27 y 248 del Código de comercio. Naturalmente, también


en muchas otras disposiciones legales.

Sensato: “Prudente, cuerdo, de buen juicio”.

Prudente: Significa “que tiene prudencia y actúa con moderación y cautela”. Cautela
equivale a “cuidado”. Representan la misma idea las conductas de prever, prevenir y
precaver. También el verbo advertir, en una de sus acepciones.

A veces, el Código civil utiliza el adjetivo prudente para referirse a una decisión
judicial. Por ejemplo, artículos 181 y 184.

La palabra prudencia se define como “virtud cardinal que consiste en discernir lo que es
bueno o malo, para seguirlo o huir de ello”, “cautela, sensatez, buen juicio”. No en
vano, se llama jurisprudencia a la ciencia del Derecho (prudentia iuris).

Razonable: Significa, entre otras cosas, “arreglado, justo conforme a la razón”.

No es necesario que el diccionario recoja el sustantivo razonabilidad, en cuanto se


construye con la palabra “razonable”, seguida del sufijo –dad, que denota “cualidad”.
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Como dice el DRAE al referirse a ese sufijo, “-dad” se aplica a adjetivos verbales en
-ble; entonces se forman derivados terminados en “-bilidad”.

De otro lado, racionalmente tiene el significado de “perteneciente o relativo a la razón.


2. Conforme a ella”. El último párrafo del artículo 182 del Código civil acude al
adverbio racionalmente dentro de la reglamentación de la ausencia.

Todo ello, derivado de razón, cuyas primeras acepciones revelan la característica


elegancia del DRAE: “Facultad de discurrir. 2. Acto de discurrir el entendimiento. 3.
Palabras o frases con que se expresa el discurso. 4. Argumento o demostración que se
aduce en apoyo de algo”.

Sindéresis: “Capacidad natural para juzgar rectamente”. Con frecuencia, se trata de


sentido común, aunque no figure entre las pruebas de acceso a la judicatura.

Tiene también cabida en este apartado, en su acepción jurídica, la locución “actos


propios”.

También pueden ser objeto de consideración los actos de otro sujeto (determinado). Es
el caso del artículo 1.891 del Código civil, sobre gestión de negocios ajenos: “…
operaciones arriesgadas que el dueño no tuviere costumbre de hacer”. Se responde
incluso por caso fortuito.

IV. CONCEPTOS HISTÓRICOS.

Los varones buenos, equivalentes a jueces arbitradores o, también, árbitros. Leyes de


Partidas. Antecedente del leal saber y entender, expresión tradicional del llamado
“arbitraje de equidad”.

Un venerable y muy citado texto legal introdujo en nuestro Derecho una pauta de
conducta tan singular como ingenua. Se trata del artículo 6 de la Constitución de Cádiz
de 1812, cuando dijo que “el amor de la Patria (sic) es una de las principales
obligaciones de todos los españoles y, asimismo, el ser justos y benéficos”.

V. LA DILIGENCIA (U OTROS CARACTERES) DEL BUEN PADRE DE


FAMILIA EN EL CÓDIGO CIVIL.

Artículos 270 (tutela), 497 (usufructo), 1.094 (obligación de conservar la cosa en la


obligación de dar), 1.104 (en el cumplimiento de la obligación), 1.555 (arrendamiento
de cosas), 1.719 (mandato), 1.788 (depósito), 1.801 (reducción judicial de la obligación
en los contratos de juego o apuesta), 1.867 (obligación del acreedor pignoraticio), 1.889
(gestión de negocios ajenos), 1.903, último párrafo (responsabilidad extracontractual).

Por otra parte, el cabeza de familia es citado en el artículo 917 del Código civil
(definición de “línea recta”), así como en el 1.910 (responsable de los daños causados
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por las cosas que se arrojaren o cayeren de una casa o parte de ella). En DEJ se dice que
cabeza de familia es “padre de familia o persona que actúa de jefe de la unidad
familiar”.

Como es sabido, la Ley francesa de 4 de agosto de 2014, para la igualdad efectiva de


mujeres y hombres (ley 2014-873), eliminó la alusión al buen padre de familia en el
Código civil y otras leyes. Se trataba de eliminar la referencia a un sistema patriarcal y
de acabar con un lenguaje que se tildaba de no comprendido por los ciudadanos (y,
desde luego, tampoco por “las ciudadanas”). La profesora Gema Tomás Martínez
publicó pronto un documentado e incisivo artículo sobre la cuestión: “La sustitución del
‘buen padre de familia’ por el estándar de la ‘persona razonable’: Reforma en Francia y
valoración de su alcance”, en Revista de Derecho Civil, enero-marzo, 2015, páginas 57-
103. La autora formuló algunas reservas, que comparto, aunque tampoco veo muy claro
cómo superarlas. Este trabajo de Tomás Martínez aportó una bibliografía muy
abundante y de muy variada procedencia.

En la Ley francesa se optó por utilizar la palabra raisonnable en sustitución de la


expresión bon père de famille, así como, en su caso, el adverbio raisonnablement.

Considero que tiene interés la lectura del artículo 1 de la Ley francesa en cuestión, como
justificación o explicación de todo ese cuerpo legal.

VI. EL CRITERIO DE LA LEX ARTIS.

1. En el desarrollo doctrinal del Derecho romano, la lex artis expresa el canon de


conducta o actuación del arrendador en la locatio conductio operis. Se compromete un
opus consumatum et perfectum.

2. En el desarrollo doctrinal y jurisprudencial del Derecho codificado (a partir del


Código civil francés), está ya absolutamente arraigada la expresión lex artis para dar
nombre al criterio rector del cumplimiento de la obligación en el arrendamiento de obra
y en el arrendamiento de servicios. Es constante la utilización del concepto de lex artis
en casos de servicios médicos, de abogados, de auditores, etc., y en relación con las
actividades de construcción y fabricación.

En un apartado posterior de este esquema citaré algunas resoluciones al respecto.

Una sentencia de la Sala Primera introdujo en su día la expresión lex artis ad hoc (es
decir, del caso concreto, en un pleito de responsabilidad civil de un médico). Tal
fórmula se ha repetido en muchas sentencias, pero me parece poco afortunada. Toda lex
artis tiene que ser ad hoc; también debe aplicarse, por ejemplo, a los servicios de un
fontanero o al productor de “chuches” de consumo infantil.

3. Hemos recibido del Derecho anglosajón expresiones que intentan ser representación
actual de lo que tradicionalmente se conoce como lex artis.
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Por ejemplo, estado del arte o estado de la ciencia, en sus versiones en español.

4. Cada día tiene más presencia, en el terreno doctrinal, y a veces en el normativo, el


concepto de protocolo. Dice el DRAE que es un “plan escrito y detallado de un
experimento científico, un ensayo clínico o una actuación médica”.

Podría considerarse que el protocolo es, a estos efectos, una especie de lex artis
codificada.

En todo caso, debe admitirse que el criterio de protocolo se extiende hoy a otras
actividades distintas de la Medicina.

Son evidentes las ventajas de que una actividad cualquiera esté protocolizada, pero
existe el inconveniente de que la aplicación del protocolo no exime del análisis de todas
las circunstancias del caso concreto. Es decir, el protocolo no siempre permite una
aplicación, por así decirlo, automática o mecánica. Por eso mismo, considero que el
criterio de la lex artis propia de una determinada actividad prevalece sobre el protocolo
que eventualmente pueda existir para uno o unos concretos supuestos que constituyen su
objeto.

5. Conviene tener en cuenta que, tanto para la aplicación del criterio de la lex artis,
como del estado de la ciencia, es menester el recurso a la prueba pericial practicada en
el procedimiento judicial correspondiente.

El riesgo está en que el juzgador, que se entiende profano en saberes no jurídicos, no


interprete rectamente la o las pruebas periciales practicadas.

Ejemplos: el caso de la causa de un paro cardíaco o el de la causa de una hipoxia


cerebral (casos de la jurisprudencia). Se trataba de intervenciones quirúrgicas de las
consideradas “de poca importancia” (una fístula en el ano y corrección de una
desviación del tabique nasal).

La importancia de la sindéresis del juez.

Podría ser digna de consideración la adopción en España de una figura similar a la del
amicus curiae del Derecho norteamericano.

VII. UN CRITERIO DE ACTUACIÓN QUE VIENE IMPUESTO O


REGLAMENTADO (POLICY).

A veces, sobre todo en el terreno del Derecho administrativo, en el inglés jurídico se


encuentra una palabra que expresa criterios o pautas de actuación que deben adoptarse
por Administraciones o autoridades. Es el término policy, cuya primera acepción
española es la de “política”. Pero parece que la idea que se quiere representar en inglés
es más bien la de “pauta”, “estrategia”, “práctica”, “sistema”, etc. En español, en
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ocasiones, se habla por ejemplo de “políticas medioambientales”, “políticas sanitarias”,


etc.

Podría incluirse dentro de ese concepto de policy el “principio de precaución”, que


constituye una de las medidas “políticas” que pueden adoptarse en la valoración de los
riesgos propios de una determinada actividad. En su día escribí que el “principio de
precaución”, cuando se trata de productos o actividades reglados (esto es, para los que
existen límites legalmente establecidos), el principio de precaución no es sino una
inevitable concesión a la idea de que los conocimientos científicos deben entenderse en
un sentido “relativo”, esto es, sujetos a una constante revisión.

En Estados Unidos ha tenido cierto éxito la política conocida como prudent avoidance
(”evitación prudente”). La prudent avoidance significa la adopción de medidas que sean
“sencillas”, “fácilmente realizables” y “de bajo costo” para reducir los peligros de una
determinada actividad, aun en ausencia de un riesgo demostrable. Por ejemplo, esta
evitación prudente sería aplicable a las nuevas conducciones eléctricas, en las que
pequeñas modificaciones de diseño podrían reducir los niveles de exposición a campos
electromagnéticos (los derivados de las antenas de telefonía móvil o de las
conducciones eléctricas de alta tensión); pero no justificaría la modificación de las
conducciones ya existentes, medida que resultaría muy cara.

Otro criterio de “política cautelar”, también en Estados Unidos, es el que se conoce


como ALARA (acrónimo de las palabras inglesas As Low As Reasonably Achievable).
Con esta expresión se identifica una estrategia útil para situaciones en las que no se
sabe si existe un riesgo “cero” (sigo con el ejemplo de los campos electromagnéticos),
incluso con valores de exposición muy bajos.

VIII. OTRA POSIBLE PAUTA DE CONDUCTA, MUY DE NUESTROS DÍAS:


LA FIGURA DE LA LLAMADA COMPLIANCE.

En los tiempos que corren se ha afincado entre nosotros la figura, que seguimos
denominando en inglés, llamada compliance.

Diversas circunstancias, entre otras la introducción en nuestro ordenamiento de la


responsabilidad penal de la persona jurídica, han dado lugar a que nos familiaricemos
con ese vocablo inglés, cuya traducción al español, entre otras, puede ser la de
“conformidad” o “cumplimiento”. Con frecuencia, hablamos de cumplimiento
normativo para dar nombre a la función de la o las personas que se cuidan -de ordinario
dentro de una empresa o de otro tipo de organización- de que por la entidad se cumplan
las normas jurídicas que gobiernan la actividad del ente. Lamentablemente, a mi juicio,
se ha importado también la expresión compliance officer para denominar a la persona
que desempeña esa función.
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Desde luego, creo que nos encontramos, desde el punto de vista jurídico, en el terreno
de las informaciones, recomendaciones o consejos, en el que sobresale el problema de la
responsabilidad de quien los da, extremo sobre el que en su día escribí.

Pero lo que ahora importa es poner de relieve que, en definitiva, podemos hallarnos ante
una situación de pauta de actuación (más que canon de conducta) que recae sobre el
receptor de las advertencias sobre cumplimiento normativo, por si no fuera suficiente el
mandato del artículo 6.1 del Código civil, en su párrafo primero.

IX. PAUTAS DE CONDUCTA EN EL DERECHO MERCANTIL.

En la Ley de sociedades anónimas de 1951, la responsabilidad de los administradores se


sometía al criterio de la culpa lata. En concreto, “malicia, abuso de facultades o
negligencia grave”.

En el texto refundido de dicha Ley, de 22 de diciembre de 1989, artículo 127, se decía:


“… desempeñarán su cargo con la diligencia de un ordenado empresario y de un
representante leal”.

En la Ley de sociedades de capital, de 2 de julio de 2010, el artículo 225 dispone: “1.


Los administradores desempeñarán su cargo con la diligencia de un ordenado
empresario”.

Y el artículo 226 establece: “Los administradores desempeñarán su cargo como un


representante leal en defensa del interés social”.

La Ley concursal, al regular la figura del administrador concursal, artículo 36.1, declara:
“Los administradores concursales y sus auxiliares delegados responderán frente al
deudor y frente a los acreedores de los daños y perjuicios causados a la masa por los
actos y omisiones contrarios a la ley o realizados sin la debida diligencia”. Por lo tanto,
se adopta el criterio del artículo 1.902 del Código civil, según la interpretación
dominante.

X. BUENA FE EN LA LEY DE ENJUICIAMIENTO CIVIL.

En el artículo 247, se trata de la buena fe procesal. En cambio, en el artículo 587 la


buena fe se refiere a “un tercero”, esto es, en el significado sustantivo de la expresión.

XI. CÁNONES DE ACTUACIÓN EN EL DERECHO ADMINISTRATIVO.

1. La Ley de régimen jurídico del sector público, de 1 de octubre de 2015, dispone en su


artículo 3, apartado 1, letra e):
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“Las Administraciones Públicas deberán respetar en su actuación y relaciones los


siguientes principios: … buena fe, confianza legítima y lealtad institucional”.

2. La misma Ley, al regular la responsabilidad patrimonial de las Administraciones


Públicas, establece como criterio de exclusión de dicha responsabilidad el caso en el que
el administrado tenga el “deber jurídico de soportar” (el daño).

3. Y la misma norma excluye también la responsabilidad en función del “estado de los


conocimientos de la ciencia o de la técnica existentes en el momento de producción de
los daños sufridos por el particular”. Es evidente la presencia del criterio anglosajón
conocido como estado de la ciencia. Alguna sentencia de la Sala Tercera del Tribunal
Supremo ha formulado interesantes consideraciones sobre la distinción entre ciencia y
técnica.

XII. PAUTAS DE CONDUCTA DE LOS TRABAJADORES, A VECES


FUNCIONARIOS.

1. En el Estatuto de los trabajadores, Real Decreto Legislativo 2/2015, se hallan los


siguientes preceptos:

El artículo 5 titulado “Deberes laborales” declara en su letra a) como “deber básico” del
trabajador el de “cumplir con las obligaciones concretas de su puesto, de conformidad
con las reglas de la buena fe y diligencia”.

El artículo 20, que se refiere a cómo ha de dirigirse y controlarse la actividad laboral,


recuerda que el trabajador debe diligencia y colaboración al empresario y que tanto uno
como otro “se someterán en sus prestaciones recíprocas a las exigencias de la buena
fe”.

Hay varios preceptos que, para casos en que se adoptan medidas que afectan de manera
colectiva a los trabajadores de la empresa, prevén la apertura de negociaciones entre los
representantes de unos y otra (lo que se denomina período de consultas) y en todos se
reitera la expresión “durante el período de consultas las partes deberán negociar de
buena fe con vistas a la consecución de un acuerdo”. Aparece en el artículo 40.2 (en
casos de movilidad geográfica de los trabajadores), en el artículo 41.4 (supuestos de
modificaciones sustanciales en las condiciones de trabajo), en el artículo 47 (dedicado a
suspensiones del contrato o reducciones de jornada por razones económicas, técnicas,
organizativas o de la producción) y en el artículo 51 (despidos colectivos). Igual
mención contiene el artículo 44.9 para los casos en que, con motivo de una sucesión de
empresa, cedente o cesionario prevén adoptar algún tipo de medida que afecta a los
trabajadores.

En cuanto a las causas del despido disciplinario, el artículo 54.1.d) recoge como
incumplimiento grave que lo justifica “la transgresión de la buena fe contractual, así
como el abuso de confianza en el desempeño del trabajo”. El apartado se utiliza en la
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práctica forense como cajón de sastre en el que cabe cualquier incumplimiento grave
que no encuentre acomodo en los otros apartados (tratos con la competencia, uso
indebido de los medios informáticos, realizar actividades compatibles con la
enfermedad por la que se está de baja laboral, etc.).

Y en materia de negociación de convenios, el artículo 89 impone a las partes la


obligación de negociar “bajo el principio de la buena fe”.

2. También en el ámbito de los empleados públicos se encuentran cánones de conducta.


Se trata de un terreno en el que mi desconocimiento era total, hasta que recibí la
impagable ayuda de mi compañero, excelente abogado y profesor, Roberto Barrondo
Lacarra. Merced a su ilustración, puedo citar la ley del Estatuto Básico del Empleado
Público, Real Decreto Legislativo 5/2015, de 30 de octubre.

Se utiliza el término “empleado público” para englobar a todos aquellos que prestan
servicios en Administraciones Públicas bien lo hagan como funcionarios o como
laborales.

El Capítulo VI se titula “Deberes de los empleados públicos. Código de Conducta” y


recoge un fabuloso compendio de virtudes.

Artículo 52. Deberes de los empleados públicos. Código de conducta.

Los empleados públicos deberán desempeñar con diligencia las tareas que tengan
asignadas y velar por los intereses generales con sujeción y observancia de la
Constitución y del resto del ordenamiento jurídico, y deberán actuar con arreglo a los
siguientes principios: objetividad, integridad, neutralidad, responsabilidad,
imparcialidad, confidencialidad, dedicación al servicio público, transparencia,
ejemplaridad, austeridad, accesibilidad, eficacia, honradez, promoción del entorno
cultural y medioambiental, y respeto a la igualdad entre mujeres y hombres, que
inspiran el Código de Conducta de los empleados públicos configurado por los
principios éticos y de conducta regulados en los artículos siguientes.

Los principios y reglas establecidos en este capítulo informarán la interpretación y


aplicación del régimen disciplinario de los empleados públicos.

Artículo 53. Principios éticos.

1. Los empleados públicos respetarán la Constitución y el resto de normas que integran


el ordenamiento jurídico.

2. Su actuación perseguirá la satisfacción de los intereses generales de los ciudadanos


y se fundamentará en consideraciones objetivas orientadas hacia la imparcialidad y el
interés común, al margen de cualquier otro factor que exprese posiciones personales,
familiares, corporativas, clientelares o cualesquiera otras que puedan colisionar con
este principio.
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3. Ajustarán su actuación a los principios de lealtad y buena fe con la Administración


en la que presten sus servicios, y con sus superiores, compañeros, subordinados y con
los ciudadanos.

4. Su conducta se basará en el respeto de los derechos fundamentales y libertades


públicas, evitando toda actuación que pueda producir discriminación alguna por razón
de nacimiento, origen racial o étnico, género, sexo, orientación sexual, religión o
convicciones, opinión, discapacidad, edad o cualquier otra condición o circunstancia
personal o social.

5. Se abstendrán en aquellos asuntos en los que tengan un interés personal, así como de
toda actividad privada o interés que pueda suponer un riesgo de plantear conflictos de
intereses con su puesto público.

6. No contraerán obligaciones económicas ni intervendrán en operaciones financieras,


obligaciones patrimoniales o negocios jurídicos con personas o entidades cuando
pueda suponer un conflicto de intereses con las obligaciones de su puesto público.

7. No aceptarán ningún trato de favor o situación que implique privilegio o ventaja


injustificada, por parte de personas físicas o entidades privadas.

8. Actuarán de acuerdo con los principios de eficacia, economía y eficiencia, y


vigilarán la consecución del interés general y el cumplimiento de los objetivos de la
organización.

9. No influirán en la agilización o resolución de trámite o procedimiento administrativo


sin justa causa y, en ningún caso, cuando ello comporte un privilegio en beneficio de
los titulares de los cargos públicos o su entorno familiar y social inmediato o cuando
suponga un menoscabo de los intereses de terceros.

10. Cumplirán con diligencia las tareas que les correspondan o se les encomienden y,
en su caso, resolverán dentro de plazo los procedimientos o expedientes de su
competencia.

11. Ejercerán sus atribuciones según el principio de dedicación al servicio público


absteniéndose no solo de conductas contrarias al mismo, sino también de cualesquiera
otras que comprometan la neutralidad en el ejercicio de los servicios públicos.

12. Guardarán secreto de las materias clasificadas u otras cuya difusión esté prohibida
legalmente, y mantendrán la debida discreción sobre aquellos asuntos que conozcan
por razón de su cargo, sin que puedan hacer uso de la información obtenida para
beneficio propio o de terceros, o en perjuicio del interés público.

Artículo 54. Principios de conducta.

1. Tratarán con atención y respeto a los ciudadanos, a sus superiores y a los restantes
empleados públicos.
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2. El desempeño de las tareas correspondientes a su puesto de trabajo se realizará de


forma diligente y cumpliendo la jornada y el horario establecidos.

3. Obedecerán las instrucciones y órdenes profesionales de los superiores, salvo que


constituyan una infracción manifiesta del ordenamiento jurídico, en cuyo caso las
podrán inmediatamente en conocimiento de los órganos de inspección procedentes.

4. Informarán a los ciudadanos sobre aquellas materias o asuntos que tengan derecho
a conocer, y facilitarán el ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de sus
obligaciones.

5. Administrarán los recursos y bienes públicos con austeridad, y no utilizarán los


mismos en provecho propio o de personas allegadas. Tendrán, asimismo, el deber de
velar por su conservación.

6. Se rechazará cualquier regalo, favor o servicio en condiciones ventajosas que vaya


más allá de los usos habituales, sociales y de cortesía, sin perjuicio de lo establecido en
el Código penal.

7. Garantizarán la constancia y permanencia de los documentos para su transmisión y


entrega a sus posteriores responsables.

8. Mantendrán actualizada su formación y cualificación.

9. Observarán las normas sobre seguridad y salud laboral.

10. Pondrán en conocimiento de sus superiores o de los órganos competentes las


propuestas que consideren adecuadas para mejorar el desarrollo de las funciones de la
unidad en la que estén destinados. A estos efectos se podrá prever la creación de la
instancia adecuada competente para centralizar la recepción de las propuestas de los
empleados públicos o administrados que sirvan para mejorar la eficacia en el servicio.

11. Garantizarán la atención al ciudadano en la lengua que lo solicite que sea oficial
en el territorio.

XIII. UN CLÁSICO CANON DE CONDUCTA DEL DERECHO INGLÉS.

En el Law on torts, es tradicional la referencia al prudent and reasonable man. En el


lenguaje jurídico inglés, la palabra man se entiende habitualmente como “persona”.

XIV. EL CANON DE RAZONABILIDAD EN EL MARCO COMÚN DE


REFERENCIA.

En el Marco Común de Referencia (en siglas inglesas, DCFR), son abundantes las
ocasiones en las que, por mucho que el texto quiera contemplar hipótesis muy
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concretas, se acude a “términos abiertos” o conceptos jurídicos necesitados de


adaptación a cada caso (en buena medida, conceptos jurídicos indeterminados).

Por mencionar sólo algunos de los artículos que versan sobre deberes precontractuales,
encontramos, por ejemplo, expresiones como las siguientes:

Lo que la otra persona “pudo esperar razonablemente”, estándares de calidad y


cumplimiento “que serían normales según las circunstancias”, una “buena práctica
comercial”. Esto se encuentra en el artículo II.3: 101.

En el II.3: 102: lo que un “consumidor medio” podría esperar que se debiese, teniendo
en cuenta “todas las circunstancias y las limitaciones del medio de comunicación
empleado” la “información relevante necesaria” para tomar una decisión, “requisitos
de diligencia profesional”.

En el artículo II.3: 103: consumidor en “especial desventaja”, un deber “adecuado a


las circunstancias”, una “información clara”, un “plazo razonable”, “según las
circunstancias”.

En el artículo II.3: 106: como “sea adecuado en cada caso” (o, dicho de otro modo,
como “corresponda en cada caso”), “medio duradero” (información o comunicación).

En el artículo III.3: 302: “tanto por su naturaleza como por las circunstancias”, lo que
una parte “sabe o se puede razonablemente esperar que sepa”, la parte que
“razonablemente prevé”.

Pero no es sólo eso, sino que en el artículo I.1: 103, que define el capital concepto de
good faith and fair dealing, se habla de actuar de forma inconsecuente y de haber
confiado razonablemente, una parte, en las declaraciones o conducta de la otra.

Los propios autores del DCFR son conscientes de esta circunstancia, cuando advierten
de que una cuestión previa es la de si la seguridad contractual está más protegida por
“reglas rígidas” o por reglas que, utilizando “términos abiertos”, como razonable, dejan
lugar a la flexibilidad.

En el DCFR, en suma, se ha optado por una determinada fórmula de técnica normativa,


desde luego muy próxima a la que es característica de la legislación de la Unión
Europea. Es una decisión defendible, ciertamente, mas creo que tiene cabida la pregunta
de si la técnica de abundantes “reglas rígidas”, pero con también frecuente necesidad de
acudir a “términos abiertos” (en otras palabras, a la discrecionalidad judicial), habría o
no justificado la fórmula contraria: esto es, la de someter los deberes precontractuales a
unos “grandes principios” (buena fe, lealtad, información, confidencialidad), sin entrar
en pormenores.

La técnica de los “términos abiertos” es más propia de un sistema inspirado en las


decisiones judiciales que de otro gobernado por el principio de reglas legales.
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Por otro lado, al final del DCFR se formulan unas definitions que siempre resultan de
interés. A estos efectos, cito:

Conduct. “Conduct” means voluntary behaviour of any kind, verbal or non-verbal: it


includes a single act or a number of acts, behaviour of a negative or passive nature
(such as accepting something without protest or not doing something) and behaviour of
a continuing or intermittent nature (such as exercising control over something).

Discrimination. “Discrimination” means any conduct whereby, or situation where, on


grounds such as sex or ethnic or racial origin, (a) one person is treated less favourably
than another person is, has been or would be treated in a comparable situation; or 8b)
an apparently neutral provision, criterion or practice would place one group or persons
at a particular disadvantage when compared to a different group of persons. (II.-2:102
(1)).

Good faith. “Good faith” is a subjective mental attitude characterized by honesty and
an absence of knowledge that an apparent situation is not the true situation.

Good faith and fair dealing. “Good faith and fair dealing” is a standard of conduct
characterized by honesty, openness and consideration for the interests of the other party
to the transaction or relationship in question. (I.-1:103).

Negligence. There is “negligence” if a person does not meet the standard of care which
could reasonably be expected in the circumstances.

Withdraw. A right to “withdraw” from a contract or other juridical act is a right,


exercisable only within a limited period, to terminate the legal relationship arising from
the contract or other juridical act, without having to give any reason for so doing and
without incurring any liability for non-performance of the obligations arising from that
contract or juridical act. (II.-5:101 to II.-5:105).

XV. JURISPRUDENCIA CIVIL SOBRE EL CANON (O PAUTA) DE


RAZONABILIDAD.

Hace años que en la jurisprudencia civil se ha abierto paso la expresión canon de


razonabilidad, o similares; sobre todo, pero no sólo, en pleitos sobre responsabilidad
civil de profesionales.

A modo de ejemplos, cito las siguientes resoluciones, entre las que incluyo alguna
constitutiva de “definición” jurisprudencial de la lex artis.

Sentencia de 25 de abril de 1994, recurso 1876/1991, sobre responsabilidad médica, un


caso de vasectomía:

“… la actuación del médico se rige por la denominada lex artis ad hoc, es decir, en
consideración al caso concreto en que se produce la actuación e intervención médica y
15

las circunstancias en que la misma se desarrolle, así como las incidencias inseparables
en el normal actuar profesional, teniendo en cuenta las especiales características del
autor del acto médico, de la profesión, de la complejidad y trascendencia vital del
paciente y, en su caso, la influencia de otros factores endógenos -estado e intervención
del enfermo, de sus familiares, o de la misma organización sanitaria- para calificar
dicho acto como conforme o no a la técnica normal requerida, pero, en cualquier caso,
debiendo de hacerse patente que, dada la vital trascendencia que, en muchas de las
ocasiones, reviste para el enfermo la intervención médica, debe ser exigida, al menos en
estos supuestos, la diligencia que el derecho sajón califica como propia de las
obligaciones del mayor esfuerzo.”

Sentencia de 18 de diciembre de 2006, recurso 59/2000. Lesión permanente, como


consecuencia de la falta de riego sanguíneo en un brazo escayolado:

“El artículo 1902 del CC configura un criterio de imputación de responsabilidad a partir


de un daño causalmente vinculado a una acción u omisión negligente o culposa, que en
el médico no se asocia al resultado sino al hecho de no haber puesto a disposición del
paciente los medios adecuados al caso concreto, lo que se conoce como ‘lex artis ad
hoc’, o criterio valorativo para calibrar la diligencia exigible en todo acto o tratamiento
médico, en cuanto comporta no sólo el cumplimiento formal y protocolar de las técnicas
previstas con arreglo a la ciencia médica adecuadas a una buena praxis, sino la
aplicación de tales técnicas con el cuidado y precisión exigible de acuerdo con las
circunstancias y los riesgos inherentes a cada intervención según su naturaleza y
circunstancias (STS 23 mayo 2006)).”

Auto de 16 de enero de 2007, recurso 214/2003:

“Por último, respecto del motivo segundo del recurso de casación relativo al cómputo de
intereses ex artículo 20 de la LCS desde la fecha de la sentencia de primera instancia, el
auto de aclaración de la sentencia impugnada de fecha 18 de noviembre de 2002 no
admite, como pretende el recurrente con una nueva visión partidista del litigio, la
concurrencia de la causa de justificación del impago del apartado octavo del artículo 20
de la LCS, sino que reconociendo que antes de fijarse judicialmente la cantidad
adeudada es ‘discutible la responsabilidad de la entidad demandada’, opta por establecer
el inicio del cómputo desde dicha fecha de la sentencia de primera instancia en atención
a que ‘aunque aquella fuera desestimadora de las pretensiones de la parte actora, la
estimación parcial del recurso pone de manifiesto que aquellas debían haber prosperado
en tales términos en la primera instancia’, es decir acoge el denominado criterio del
‘canon de razonabilidad’ (contemplar la razonabilidad de la discusión del deudor: si
ésta no es razonable, como para la Audiencia ocurre en el presente supuesto, ello
implicará la imposición de intereses moratorios).”

Sentencia de 30 de abril de 2007, recurso 1018/2000. Responsabilidad médica, ceguera


por infección en un ojo sufrido por un niño operado de cataratas congénitas bilaterales:
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“Por lo demás, no cabe desconocer que estamos en el campo de la medicina curativa, y


ante una situación de especial necesidad quirúrgica, respecto de la que no cabe exigir
una información acerca de todos y cada uno de los riesgos eventuales y potenciales que
puedan producirse, máxime si se tiene en cuenta que, en el orden natural de las cosas,
presidido por la regla de la razonabilidad, cabe presumir, dadas las circunstancias
expuestas, que los padres demandantes, en bien de su hijo, no se habrían opuesto a la
técnica empleada de haber sido consultados.”

Sentencia de 29 de junio de 2007. Responsabilidad civil del médico. Embarazo de una


paciente después de ser sometida a una ligadura de trompas:

“En el caso, la ligadura de trompas, además de ser considerado un método de


planificación familiar permanente, evita riesgos graves para la salud de la embarazada,
como en este caso, después de tres embarazos, el segundo y el tercero culminados con
parto mediante cesárea. Este riesgo permite deducir, conforme a lo que la sentencia de
30 de abril de 2007 califica de ‘orden natural de las cosas, presidido por la regla de la
razonabilidad’, que la actora habría elegido el mismo método de esterilización, incluso
después de haberla advertido del riesgo de un nuevo embarazo. Los hechos que sirven
para la formación de este juicio deductivo son evidentes, según la sentencia: a) La
información facilitada fue en el sentido de que el método de esterilización mencionado
era el más seguro para impedir embarazos. b) Quien no desea tener más hijos puede no
querer ser sometido a una intervención quirúrgica y preferir otros métodos menos
seguros pero no necesitados de dicha actuación. Pero la demandante no había de ser
sometida a una intervención expresamente destinada a la práctica de la esterilización.
Por el contrario, la solicitó para el caso de que su tercer parto hubiese de ser también
mediante cesárea, en cuyo curso podía practicarse la intervención, sin necesidad, por
tanto, de un sufrimiento adicional. c) Un nuevo embarazo normal habría sido ya
arriesgado y habría precisado, probablemente, una nueva cesárea. Con la esterilización
tubárica, había un pequeño riesgo de embarazo, menos que con otros sistemas, de
embarazo problemático y con seguridad precisado de intervención quirúrgica. Pero es
que, de producirse un embarazo normal, por empleo y fracaso de otro método
contraceptivo, también existiría un riesgo claro y, con mucha probabilidad, necesitado
de intervención quirúrgica.”

Sentencia de 19 de noviembre de 2007, recurso 431/2000. Embarazo de la esposa tras la


vasectomía a la que se sometió el marido:

“… la doctrina de esta Sala es clara en cuanto a la especial intensidad del deber de


información para las intervenciones no estrictamente curativas o necesarias
precisamente por el mayor margen de libertad de decisión que tiene el paciente a la hora
de afrontar los riesgos de la intervención y sus consecuencias (SSTS 25-4-94, 11-5-01 y
23-5-07, esta última con cita con muchas otras), especificando la de 23-5-07 que el
cumplimiento de la obligación de información debe considerarse con independencia del
cumplimiento del deber de que la intervención en sí misma se desarrolle con sujeción a
la lex artis; que sin embargo el consentimiento informado es presupuesto y elemento
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esencial de la lex artis y como tal forma parte de toda actuación asistencial y constituye
una exigencia ética y legalmente exigible a los miembros de la profesión médica; y en
fin, que ante el fracaso de una operación de vasectomía la cuestión se concreta en
determinar si se cumplió el deber de información que al tiempo de los hechos establecía
el art. 10.5 de la Ley General de Sanidad de 1986 en el sentido de explicar el posible
fracaso de la operación.”

Sentencia de 15 de abril de 2008, recurso 424/2001:

“Como fundamento del motivo se alega la infracción de preceptos heterogéneos, los


artículos 1249 y 1253 CC, circunstancia, que, según reiterada jurisprudencia, determina
su inadmisibilidad y, en el trance de dictar sentencia, su desestimación. La cita conjunta
de ambos preceptos y su amalgama en la fundamentación del motivo comporta englobar
cuestiones de hecho (fijación de los hechos base de la presunción) con cuestiones de
Derecho (aplicación del canon de racionalidad a la inferencia realizada partiendo de
aquellos) (SSTS 24 de noviembre de 2000, 28 de octubre de 2004, 25 de abril de 2005 y
19 de octubre de 2007, rec. 3844/2000) y, con ello, vulnerar el principio de especialidad
por el que se rige el recurso de casación, con arreglo al cual no cabe impugnar la
sentencia de apelación sin vertebrar de forma rigurosamente lógica las infracciones
legales que se le imputan, pues admitir lo contrario sería tanto como convertir el recurso
de casación en una instancia apta para la revisión la cuestión litigiosa con plenitud de
conocimiento.”

Sentencia de 10 de junio de 2008, recurso 2897/2002. Paciente adicto a las drogas que
falleció a las pocas horas del alta médica:

“Las conclusiones obtenidas por la Audiencia Provincial superan el canon de la


razonabilidad y no-arbitrariedad aplicable respecto de la valoración de la prueba en el
recurso de casación, pues se fundan básicamente en las conclusiones que se derivan del
informe médico-forense, en el que se afirma que los médicos intervinientes actuaron
conforme a la lex artis, y en la principal hipótesis que se considera en el informe de
autopsia sobre la causa de la muerte. La argumentación de la parte recurrente es
insuficiente para demostrar la falta de razón de esta valoración probatoria, pues se funda
en apreciaciones concretas de los peritos sobre la necesidad de pruebas del grado de
intoxicación, sobre la idoneidad de unos u otros medicamentos y sobre posibles defectos
en la asistencia médica suministrada, los cuales son sometidos a contraste explícita o
implícitamente por la Sala, aceptando las argumentaciones del Juzgado, para llegar a la
conclusión de que carecen de trascendencia, consideradas todas las circunstancias y las
conclusiones de los peritos médicos, en relación con el resultado de muerte padecido
por un paciente en situación de riesgo por la ingestión habitual de sustancias tóxicas,
que recibió una asistencia adecuada.”

Sentencia de 10 de diciembre de 2008, recurso 1371/2004. Sobre la responsabilidad de


un centro oftalmológico, lesiones sufridas por la demandante en una intervención de
cirugía:
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“La más moderna jurisprudencia es expresiva del rigor con que se aplica la regla,
apreciando limitadamente la existencia de causa justificada en función de las
circunstancias de cada caso con el objeto de lograr el cumplimiento de la finalidad de la
norma -propiciar el oportuno cumplimiento de la obligación por parte de las compañías
de seguro y lograr el pronto y adecuado resarcimiento del perjudicado-, siempre atenta a
las consecuencias económicas y de toda índole que se derivan de la aplicación rigurosa
del precepto. Se trata de limitar la justificación del retraso en el cumplimiento de la
obligación de pago -o consignación- de la indemnización a los casos en que la conducta
de la aseguradora muestre visos de razonabilidad, lo que supone realizar una valoración
“ex post” de su conducta con arreglo a un canon de razonabilidad en función de las
circunstancias de cada supuesto, sin erigir en ningún caso la existencia del proceso en sí
misma como causa de justificación.”

Sentencia de 24 de noviembre de 2016, recurso 455/2014:

“En nuestro sistema procesal civil, como regla general, no es admisible la revisión de la
prueba practicada en la instancia por la vía del recurso extraordinario por infracción
procesal, como se desprende de la propia enumeración de motivos de recurso contenida
en el artículo 469 de la Ley de Enjuiciamiento Civil. Sin perjuicio de lo cual, es posible
un cierto control sobre las conclusiones de hecho que sirven de base a la sentencia
recurrida -la de apelación- de forma excepcional, al amparo del ordinal 4º. del artículo
469.1 LEC, siempre que, conforme a la doctrina constitucional, no superen el test de la
razonabilidad exigible para respetar el derecho a la tutela judicial efectiva consagrado
en el art. 24 CE -en este sentido, SSTS 101/2011, de 4 de marzo, y 263/2012, de 25 de
abril-).”

Sentencia de 5 de febrero de 2018, recurso 2280/2016. Contrato de mediación


deportiva:

“Decisión de la Sala sobre el motivo segundo. Esta Sala, a partir del Acuerdo de 20 de
diciembre de 2005, consolida una nueva orientación, que se plasma en sentencias, entre
otras, de 4 de junio de 2006, 9 de febrero, 14 de junio, 2 de julio de 2007, 12 de mayo
de 2015, que, prescindiendo del alcance dado a la regla in illiquidis non fit mor, atiende
al canon de la razonabilidad en la oposición para decidir la procedencia para condenar
o no al pago de intereses y concreción del diez a quo del devengo. Este moderno
criterio, que da mejor respuesta a la naturaleza de la obligación y al justo equilibrio de
los interese en juego, y en definitiva de la tutela judicial, toma como pautas de la
razonabilidad el fundamento de la reclamación, las razones de la oposición, la conducta
de la parte demandada en orden a la liquidación y pago de lo adeudado, y demás
circunstancias concurrentes, por lo que la solución exige una especial contemplación del
caso enjuiciado.”

XVI. ¿PODRÍA SUPRIMIRSE LA EXPRESIÓN BUEN PADRE DE FAMILIA


EN NUESTRO CÓDIGO CIVIL?
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No se me oculta que hoy corren vientos de no discriminación y de rechazo del sexismo


que alientan modificaciones legales encaminadas a eliminar, precisamente, cualesquiera
expresiones normativas que puedan entenderse como sexistas. Por otro lado, y
exagerando un tanto, tampoco cabe descartar la idea de que un determinado
entendimiento de la democracia pudiera proponer la derogación de la ley de la
gravedad. Tenemos en el recuerdo el caso de aquel diputado que sugirió el cambio de
denominación del impuesto sobre los derechos reales, porque sugería ideas
monárquicas. Lo que ocurre es que la misma denominación tiene una parte de nuestro
Derecho civil doctrinal.

He dicho antes, a pesar de todo, que la expresión buen padre de familia me parece
anacrónica. Podría decirse también arcaica, aunque el significado de los adjetivos no
siempre sea coincidente.

Dicho de otro modo, no me mostraría tan celoso guardador de los conceptos clásicos
como para rechazar de plano la supresión y sustitución de padre de familia.

Lo que ocurre es que, como también he dicho más arriba, mis dudas nacen y se
incrementan al intentar encontrar una expresión sustitutiva.

Es evidente la tentación de acudir al razonable, y derivados, sobre todo viendo


propuestas doctrinales que han tenido acogida legal en Francia y en nuestra propia
jurisprudencia, incluso constitucional.

Y aquí empiezan mis zozobras, porque caben muchas sugerencias, aunque algunas,
quizá, lastradas por el peso de lo extranjero.

Por otra parte, la presencia inevitable de la palabra diligencia excluye, por pureza
gramatical, el recurso a la palabra diligente.

Por otro lado, habría locuciones de elegante español en las que se utilizase la palabra
prudente, pero no se me escapa que, en su acepción jurídica, ese término no forma parte
del castellano común, aunque sea culto.

Acaso buen padre de familia pudiera sustituirse por persona prudente y diligente,
aunque nos topamos con la concurrencia de “diligente” y “diligencia”. Por eso, me
gusta la expresión persona prudente y cuidadosa, aunque debe reconocerse que este
último adjetivo no forma parte de los conceptos jurídicos que habitualmente utilizamos.

¿Podría ser prudente y sensata? ¿Acaso prudente y razonable, aunque el último adjetivo
sea, en este sentido, “importado”?

Lo que parece claro es que el eventual intento de reforma tendría que ir precedido de un
cuidadoso análisis del lenguaje.

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