La arquitectura emocional es un movimiento que surgió en México
a mediados del siglo XX, el cual buscaba una transición entre la
arquitectura puramente funcional y la recuperación de la identidad y tradición de la arquitectura mexicana. Dado que para esta corriente la arquitectura es una obra de arte, las obras de esta etapa tienen la necesidad de provocar emociones y sensaciones en el espectador por medio del espacio. Mathias Goeritz, el principal impulsor de esta corriente en México, publicó el “Manifiesto de Arquitectura Emocional”, en el cual afirma que existe una manera en que percibimos y habitamos dentro de los espacios, más allá de su funcionalidad. Así, para poder apreciar un espacio de manera emocional se toman en cuenta factores como el color, la iluminación y el agua, características que ponen a trabajar todos los sentidos en el ser humano y, al apreciarlos de manera conjunta, propician sensaciones y emociones únicas en cada persona. Así, una de las obras más famosas de Goeritz, el Museo Experimental El Eco en la Ciudad de México, es considerado una obra importante dentro de esta corriente, en la que este utilizó el color, la forma y textura para provocar emociones. También, Luis Barragán es considerado uno de los impulsores de la arquitectura emocional, ya que en sus obras utiliza agua, muros, vegetación, patios, luz y color para crear sensaciones.
De igual manera, Ricardo Legorreta solía incluir muros, patios, agua,
luz, color y misterio en sus obras, por lo que se considera uno de los arquitectos de este movimiento, como lo hizo también el arquitecto Attolini Lack. Asimismo, la Casa Estudio de Luis Barragán en la Ciudad de México es un ícono de la arquitectura emocional. Al entrar, un fuerte amarillo contrasta la realidad externa de la Ciudad de México.
Su interior provoca fantasía y juega con los colores, techos y
ventanas para provocar sentimientos de claustrofobia y al mismo tiempo, hacerte sentir en un espacio seguro. También, pequeños pasillos revelan grandes ventanales para transformar el sentimiento de opresión en uno de completa libertad.
Otra manifestación de la arquitectura emocional son las **Torres de
Satélite de 1957 por Luis Barragán y Mathias Goeritz,** un conjunto escultórico de cinco prismas triangulares de distintos colores y tamaños en una explanada ubicada en Ciudad Satélite, un emblema de la producción artística grupal y parte del paisaje urbano de la ciudad.