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ORACIONES INICIALES

Acto de contrición
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

¡Dios y Señor mío, en quien creo, en quien espero y a quien amo sobre
todas las cosas! al pensar en lo mucho que has hecho por mí y lo ingrato
que he sido yo a tus favores, mi corazón se confunde y me obliga a
exclamar: Piedad, Señor, ¡para este hijo rebelde! perdónale sus extravíos,
que le pesa haberte ofendido, y desea antes morir que volver a pecar.
Confieso que soy indigno de esta gracia; pero te la pido por los méritos
de tu padre nutricio San José. Y tú, gloriosísimo abogado mío, recíbeme
bajo tu protección, y dame el fervor necesario para emplear bien este
rato en utilidad de mi alma. Amén.

Ofrecimiento

Glorioso Patriarca San José, eficaz consuelo de los afligidos y seguro


refugio de los moribundos; dígnate aceptar el obsequio de este ejercicio
que voy a rezar en memoria de tus siete dolores y gozos. Y así como en
tu feliz muerte, Jesucristo y su Madre María te asistieron y consolaron
tan amorosamente, así también tú, asísteme en aquel trance, para que,
no faltando yo a la fe, a la esperanza y a la caridad, me haga digno, por
los méritos de la sangre de Nuestro Señor Jesucristo y tu patrocinio, de la
consecución de la vida eterna, y por tanto de tu compañía en el cielo.
Amén.

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Meditación
Escrita por: Lizeth Garrido.

Primer dolor: Las dudas ante el embarazo de María.

Primer gozo: Cuando el Arcángel le reveló el sublime misterio de la


encarnación.

Qué angustia debió sentir en su corazón, aquel justo hombre, al


enterarse del embarazo de quien sería su esposa, Aquella blanca flor
que José consideraba la más pura, virtuosa y santa de todas las
mujeres, y no se equivocaba, puesto que todo estaba planeado por Dios
desde el principio de los días. Sin embargo, José, en su humanidad, pudo
haber sentido confusión, pero más probablemente intuía en su alma que
había algo de Dios en aquella noticia. El santo patriarca, como hombre
justo, «no quería exponerla a infamia y pensó repudiarla en secreto» (Mt
1,19), lo cual no implicaba rechazarla ni aborrecerla, sino dejar a María
libre de los compromisos de esposa, porque aquel inesperado
acontecimiento sobrepasaba el entendimiento de José.

Sin embargo, toda posible duda se disipó cuando el Señor le habló en


sueños a José y le reveló que el Hijo que María llevaba en el vientre era
fruto del Espíritu Santo. Qué perfectos son los designios de Dios, puesto
que eligió al único hombre que no sólo no sería capaz de perjudicar a la
Madre de su Hijo, sino que sería, además, partícipe del plan de salvación
al desposarse con María y al criar y amar a Jesús como hijo suyo. En
aquel feliz sueño José no sólo se enteró de la vocación de María, sino
también de la suya, y probablemente no imaginaba el lugar especial que
el Señor le tenía preparado por su justicia y obediencia.

El justo José no dudó en obedecer la orden de Dios y tampoco lo


cuestionó acerca de cómo llevaría a cabo tan grande encomienda, ya
que su confianza provenía del Señor y no de sus propias fuerzas ni de su
propio entendimiento. ¿Y cómo dudar de que Dios se encargaría de todo
después de haberle dicho «no temas»? Con justas razones la Iglesia ha
exaltado la figura de San José, puesto que nos enseña a confiar y a
obedecer en silencio la voz de Dios.

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Meditación

No es coincidencia ni error que en la Biblia no aparezca ninguna palabra


pronunciada por José, puesto que todo su testimonio y toda su santa
vida es expresada a través de su fe, de sus virtudes y de sus acciones
que siempre fueron inspiradas por el Espíritu Santo. Que también
nosotros, a ejemplo de San José, sepamos acoger el plan del Señor y
vivir, en silencio, las virtudes que contemplamos en él.

«Ite ad Ioseph» (¡Id a José!)


Abundantísimo fruto espiritual se sacaría de esta práctica de los siete domingos consagrados a honrar al
excelso Patriarca Señor San José, si los obsequios y jaculatorias de cada domingo se practicaran con cuidado
en todos los días de la semana.

Obsequio: Callaré y sufriré sin replicar cuando me culpen sin motivo.


Jaculatoria: Glorioso Señor San José, sé mi abogado en esta vida
mortal.

¡Oh, Patriarca Señor San José! por este dolor y gozo tuyo, alcánzanos la
gracia de conformarnos siempre y en todas las cosas con la justísima,
altísima y amabilísima voluntad de Dios. Amén.
Para terminar este momento de oración, reza un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.

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