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PARA HONRAR
CADA DÍA DEL MES DE MARZO
AL
GLORIOSO PATRIARCA SAN JOSÉ
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EL MES DE SAN JOSÉ
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EL MES DE SAN JOSÉ
BREVE EJERCICIO
A LA SANTÍSIMA VIRGEN
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enemigos que la rodean, los pecados que la detienen tal vez en desgracia de
Dios. ¿A quién podemos acudir más confiadamente que a Vos, en cuyas manos
ha puesto el Eterno sus más ricos tesoros, al confiarle el mayor de todos, su
Unigénito Hijo? Haced, pues, Santo glorioso, brillar en nosotros la eficacia de
vuestro valimiento y la bondad de vuestro Misericordiosísimo corazón. Oíd
nuestras súplicas y alcanzadnos por ellas, de este Niño Dios que traéis en
brazos, cuanto necesitamos y muy en particular la gracia a cuya consecución
dirigimos especialmente estos devotos ejercicios. Amén.
ALEGRIAS Y TRISTEZAS
6°Los recelos que tuvo al regresar de Egipto; los consuelos que le dio el ángel.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
OFRECIMIENTO
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Dijo al Sumo sacerdote que él elegido debía ser aquel que no había
presentado su vara. Así fue encontrado el hijo de David. Y cuando José retiró de
su escondite la vara seca, se la vio reverdecer y florecer entre sus manos. Una
blanca paloma bajó en seguida del cielo y descansó en la cabeza de José, después
sobre la flor divinamente abierta.
Corría el año de 1294 cuando una noche, en Italia, unos pastores que
velaban cuidando sus rebaños, notaron, como en otra ocasión los pastores de
Belén, un vívido resplandor que iluminaba el bosque a través de los árboles.
Aproximáronse temerosos, y ¡cuál no fue su admiración al ver una casa vieja, de
mezquina apariencia, situada en un paraje donde nunca habían visto el más
mínimo edificio! Estas buenas gentes se arrodillaron en el umbral, después
penetraron en el recinto y dirigieron preces a la Santísima Virgen, al Niño Jesús
y a San José, como si hubieran tenido en la sencillez de su alma vaga intuición
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de la verdad, verdad que fue muy pronto conocida. La casa de José y de María
había sido trasportada tres años antes por los ángeles desde Galilea a una colina
de Dalmacia. El 1° de diciembre de 1294, la Santa Casa abandonaba este nuevo
país y venía a colocar sus paredes en la Marca de Ancona, en medio del bosque
de laureles que pertenecía a una rica y piadosa señora llamada Loreta. Este
nombre, que es conocido con el de Loreto, iba a hacerse inmortal uniéndose al
santuario.
Desde hace seis siglos el Loreto ha venido a ser una de las más famosas
peregrinaciones de la Cristiandad (Catolicidad).
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Se cuenta que san José se apareció un día a dos santos religiosos que le
eran devotos y que se preocupaban de demostrarle su reconocimiento: «Si
queréis hacer algo que me sea agradable, les dijo, no dejad pasar ningún día sin
rezar devotamente algunas oraciones en memoria de los siete dolores con que
fue afligida mi alma y de los siete gozos con que mi corazón fue soberanamente
consolado durante los días que pasé sobre la tierra en compañía de Jesús y de
María.»
Pío VII ha concedido numerosas indulgencias por cada día, cada
miércoles, cada mes, etc., que se recen las oraciones propias a esta devoción.
La vida católica es una alternativa de dolores y de alegrías, de reveses y
de triunfos. Si el dolor santifica, puede también desanimar y perder un alma; la
alegría consuela a menudo y recompensa; pero ¡cuántas veces también envanece,
ilusiona, embriaga la imaginación del hombre y lo extravía! Los dolores y gozos
de San José, meditados con frecuencia, nos harán apreciar los verdaderos
dolores y los verdaderos gozos del católico.
Las almas más santas son por lo general las que más sufren. No hay
nada que forme un corazón católico y que lo madure tanto más para el cielo
como el crisol de las penas, de las agonías, de los sufrimientos.
¡Qué dolorosa sorpresa, que cruel inquietud debió sentir San José,
cuando, completamente seguro de la virtud de su casta esposa, algunas señales
ciertas, cuyo misterio no se explicaba, vinieron a sorprender sus miradas! María,
por humildad, no había descubierto a José la insigne merced de que era objeto.
¡Oh justo y fiel servidor de Dios, derramad las lágrimas de vuestra alma en el
seno de este Dios! De ahí recibiréis luz, consejo e inspiración. Y efectivamente,
la luz iluminó su espíritu, el ángel vino a revelarle el misterio de Jesús, la acción
del Espíritu divino, la cooperación de María, y el papel protector que él, José
desempeñaría; y a José tocaba entonces bendecir la augusta Bondad y la
misericordiosa Providencia y adorar y glorificar a Dios.
¡Cuántas almas hay en el cielo por haber sufrido en la tierra! ¡Cuántas almas
perdidas por haberles faltado el sufrimiento en este mundo!
Práctica.- Las almas que aceptan y comunican más fácilmente la verdad, son las
almas sencillas y rectas. Aceptemos a Jesús y hagámosle participe en torno
nuestro por medio del apostolado de la oración, del ejemplo y de la palabra; que
nuestra devoción a San José nos haga apóstoles de Jesús.
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de mira una ley más terrible para Él en sus consecuencias, cuál era la de
constituirse con respecto a su Padre y a su justicia, pecador público, único,
universal y victima expiatoria del género humano. En tanto que el pontífice le
marca con la incisión legal, Jesús abre su corazón a la acción del sacerdote
eterno y le suplica que grabe en Él la ley terrible pero consoladora del rescate
del género humano.
¡Cuánto debió oprimirse el corazón de José al ver los primeros
sufrimientos de este querido Niño cuyo divino origen conocía!; no obstante,
sometido a la voluntad de Dios, no vacila; se le pide su hijo y lo entrega con
admirable y valerosa resignación.
Jesús os da las primicias de su sangre; dadle las primicias de vuestro
corazón. Jesús quiere de vosotros un corazón limpio, un corazón inmolado, un
corazón pronto para todos los sacrificios. Imitemos a José y demos a Jesús el
corazón que pide.
Práctica.-Digamos todas las mañanas, todas las tardes, con frecuencia durante
el día y sobre todo en la hora del peligro o en la tentación: «Jesús, María y José,
os consagro mi corazón, mi cuerpo, mi alma, mi espíritu y mi vida.»
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Apenas hacia algunos días que la santa familia había llegado a Belén
cuando un príncipe envidioso ordenaba que degollasen a todos los niños de la
comarca que no hubiesen llegado a los dos años. José se despierta sobresaltado
al decirle el ángel de Dios: «la flor de la vara de Jesé está en peligro el
estruendo de la tempestad se aproxima y amenaza; José hijo de David toma a la
madre y al niño huye a Egipto y permanece allí hasta que el Señor te llame.» No
bien había Dios hablado cuando José se puso en camino a fin de sustraer a su
divina flor de los furores de la tempestad.
¡Cuán largo y penoso viaje! El hijo de Dios reposaba sobre el seno de
María; la Virgen sentada en su cabalgadura confiaba al cuidado de la
providencia la guarda de su hijo; José con el bastón en la mano guiaba la marcha
de los augustos fugitivos.
¡Que numerosos son hoy los Herodes que odian a los amigos de Cristo
y altos niños cristianos (católicos)! Tenemos el pecado, las malas influencias, las
compañías perniciosas, los libros prohibidos, las impiedades bajo las formas más
capciosas… las escuelas sin Dios. Tenemos también otro Herodes más malo aun
para nosotros, un tirano que reina en lo interior de nuestro corazón: la pasión
favorita dominante, el defecto que fomenta nuestra cobardía que se desarrolla
en nosotros y que aumenta día en día.
Práctica.- supliquemos a San José que nos ayude contra los ataques de los
enemigos de nuestra alma y pongamos al abrigo de sus persecuciones por medio
de las prácticas de la vida cristiana (católica), nuestro corazón y el corazón de
los que Dios nos ha confiado.
Egipto; siete años del más íntimo y del más agradable trato familiar; siete años
de buenos ejemplos en el exterior y de apostolado; siete años de trabajo material
y espiritual: debía no solo ganar en él el pan que alimenta el cuerpo, sino
también ganar almas.
El supremo gozo de José fue vivir con Jesús, pues Jesús era todo para
José; le bastaba ampliamente. Vivir con Jesús, era para estar unido a los
pensamientos, a los sentimientos, a las palabras y a los actos de Jesús. Vivir con
Jesús, era convertirse en otro Jesús, haciendo como Él conocer y amar a Dios.
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Práctica.- San José es el protector de todas las almas, de todas las familias y de
todos los pueblos afligidos. Recurramos a él. Diariamente, con una invocación,
recordémosle sus títulos, y recordemos nosotros al mismo tiempo nuestras
obligaciones.
Benditos sean los numerosos pontífices, apóstoles de San José: Sixto IV,
fundador de la fiesta del 19 de Marzo; Inocencio VIII, que la elevó al rito doble;
Urbano VIII que la hizo de precepto; Clemente XI, autor de himnos y de un
oficio propio en su honor; Benedicto XIII, que insertó el nombre de San José en
las letanías de los Santos y en la recomendación del alma; y en fin Pío IX, Papa
de la inmaculada María y del casto José que fijó una fiesta de su patronato;
después, el 8 de diciembre de 1870, proclamó solemnemente a San José «Patrón
de la Iglesia Universal», y exaltó su fiesta al rito doble de primera clase.
¡Honor al papado que ha comprendido los auxilios que necesitaban
nuestros corazones! La Iglesia nos ha dado a José: ¡Que José proteja a la Iglesia
y a sus amantes devotos!
Práctica.- Nobleza obliga: San José es nuestro patrón, nosotros somos sus
fieles. Vayamos, pues, a José. Ofrezcámosle anualmente una novena
preparatoria el día de su fiesta, y terminémosla el 19 de marzo comulgando
fervorosamente.
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Práctica.- Digamos el Acordaos de San José todos los días y recemos de tiempo
en tiempo el Rosario de San José. Las prácticas cortas e insignificantes a los
ojos del mundo suelen ser las más preciosas a los ojos de Dios.
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Práctica.- Preparémonos para la muerte, y digamos todas las noches: ¡Oh San
José! Patrón de la buena muerte, somos vuestros hijos; asistidnos en esta hora
suprema, y preservadnos de muerte súbita e imprevista.
cuerpo, mis designios, mis obras y mi vida, a fin de que también os pertenezcan
y que os dignéis presentarles todo lo que soy y seré eternamente. Os suplico de
todo corazón, por los méritos de ambos, que os sirváis aun de ponerme bajo
vuestra guardia particular, conservarme en vuestra santa amistad, y socorrerme
en todo cuanto necesite mi cuerpo y mi alma, ahora y en la hora de mi muerte.
Así sea.
Práctica.- En recuerdo de este mes y para obtener de San José que sea nuestro
apoyo en la tierra y nuestro sostén en la hora de nuestra muerte, tomemos la
resolución de rezar diariamente una oración en su honor y hacer de todos los
miércoles una obra de caridad, que atraerá sobre nosotros la protección del
padre adoptivo de Jesús.
Amén.
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