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LOS MEJORES POEMAS
DE A N D R E S ELOY BLANCO
BIBLIOTECA BASICA DE CULTURA VENEZOLANA
Director General: J U A N LIS CANO
Asesor: JOSE RATTO CIARLO
Coordinador: JOSE ANTONIO MALDONADO

PRIMERA SERIE

1.—Rómulo Gallegos: CANTACLARO.


2.—T eresa de la P a rra : MEMORIAS DE M A M A B L A N C A .
3.—A rturo U slar P ie tri: LAS L A N Z A S COLORAD AS.
4.—Alejo C a rp e n tie r: EL -REINO DE ESTE MUNDO.
5.—M ariano P icón Salas: LOS D IA S DE CIPRIANO CASTRO.
6.—Miguel Otero S ilv a : ._CASAS MUERTAS.
7.—LOS MEJORES CUENTOS V ENE ZO LA NO S (tom o I), selección
_ de Carlos D orante. »
8.—LAS MEJORES POESIAS V E N E Z O L A N A S (tomo I), selección
de G uillerm o Sucre.
9.—A rístides R ojas: LE YE ND A S HISTOR ICAS (tom o I).
10.—SATIR ICOS Y COSTUMBRISTAS VENE ZO LA NO S (tom o I).

SEGUNDA SERIE

11.—LAS MEJORES P A G I N A S DE SIMON B O LIV A R , antología de


A rturo U slar-P ietri.
12.—LOS MEJORES POEMAS DE A N D R E S E L O Y BLANCO.
13.—LOS MEJORES CUENTOS DE JOSE R A F A E L POCATERRA.
14.—Antonio A rraiz: PUROS HOMBRES.
15.—Ram ón Díaz Sánchez: CUMBOTO.
16.—E nrique B e rnardo N úñez: CUBAGUA.
17.—M ariano P icón Salas: PEDRO CLAVER.
18.—Rufino B lanco Fom bona: E L HOM BRE DE HIERRO.
19.—A rístides R ojas: L E Y E N D A S H IST O R ICAS (tom o II).
20.—SATIRICOS Y CO STU M B RISTAS V E N E ZO LA N O S (tom o II).
ANDRES ELOY BLANCO

SUS MEJORES
POEMAS

SEGUNDO F E S T IV A L DEL LIB R O VEN EZO LAN O


O R G A N IZA C IO N C O N T IN E N TA L DE LO S F E S T IV A L E S DEL LIBRO
Caracas - Bogotá - L im a - Quito - La Habana - México -
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de los' Festivales del Libro.

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bajo el térm ino “O rcofeli” como “D enom inación Com ercial” .
“TIE R R A S QUE ME OYERON” (1921)

EL POEMA DEL APURE

A Leonte Olivo

y lQ U I, en el río pasmado,
el pelo desmelenado,
preso en el labio un cantar,
desnudas sus gracias blondas,
al amor de ondas y ondas,
mi Musa se va a bañar.
Tarde borracha: el ocaso
llena de vino el gran vaso
del cielo, con su tonel;
el río está purpurino,
y como si el celeste vino
se derram ara por él.
'Cruza una garza los cielos
y empapa los rojos velos
con su copo de algodón,
en tanto hila en su hipnotismo
7
su ensueño de paludismo
la charca en cavilación.
Con entusiasmo argentino
viene del campo vecino
el relincho de un corcel;
en la lejanía en calma
pinta nubes una palma,
como un lejano pincel.
Peina el río una piragua,
y agitada, rompe el agua
su vasta meditación,
m ientras barcas encalladas
añoran, paralizadas,
caimanes en oración.
En un recodo indolente
asume la amplia corriente
curvas de m ujer carnal,
y en sus aguzadas proas
proyectan largas canoas
su alfilerazo sensual.
El ocaso, preso en llamas,
pinta lentos panoramas
en los cambiantes de tul;
lengua de fuego que sube,
lame el vientre de la nube,
y ruboriza el azul.
El crepúsculo se apaga
lentam ente, en una vaga
m ediatinta de carmín;
el río, en un gris desmayo,
con su cola de caballo
se sacude hasta el confín.
Y al fin, el cielo, en un lampo,
que es mar, y es monte, y es campo,
da una verde claridad,
cual si en festines sonoros
una bandada de loros
cruzara la inm ensidad. ..
Bajo cielos am atistas
sueñan caimanes budhistas
su presa de carne en flor,
y entre mutismo y mutismo,
destila sobre el abismo
la copla del pescador.
Al pasar de orilla a orilla
un breve barco acuchilla
la serenidad sin fin,
y al atravesar el barco
es musical como un arco
que pasa sobre un violín.
Cuando el hombre de los llanos
hunde en el río las manos
y acompasa una canción,
el agua, en pródigo hisopo,
rocía el pie del joropo
y el pecho del galerón.
El abuelo! el río viejo,
que copió como un espejo
tántas luchas al pasar;
si sus riberas hablaran,
cuántas cosas me contaran
que no debiera olvidar!
Cuántas veces, río amado,
el cacique derrotado
vino a llorar hasta aquí,
y la india en la ribera,
trenzando su cabellera,
se puso a m irarse en ti!
Al frescor de tu cariño,
surgió del mestizo niño
el varón, y echó a correr,
con la emoción que sintiera
al m irar, por vez prim era,
bañándose una mujer!
Allí, donde se encontraron,
indio y guaricha apretaron
corazóá con corazón,
y en la playa, blando lecho,
se hinchó en cosquillas u n pecho
bajo el ala de un plumón!
Cuántas veces en tu cuna
bebió su nueva fortuna
el viejo conquistador,
y a la sed de la garganta,
tu agua dulce, tu agua santa,
fue am arga para el Señor!
. . .Pero, cuando El vino a verte,
cuando, hostigando a la suerte,
vino a ti el Fatigador,
con qué claras golosinas,
colmaste de aguas divinas
la sed del Libertador!
¿Quién no se siente a tu lado
amoroso hasta el pecado,
o heroico hasta la pasión,
si extendida en la llanura
sacude tu franja oscura
revuelos de pabellón?
Ahora comprendo, ahora,
por qué tu savia sonora
dio a la P atria tanto sol;
ahora entiendo la derrota
que en las pampas alborota
los ojos del español!
Siento a Páez y a Las Queseras,
donde en celestes praderas
fue su potro volador,
y el lazo de tus lanceros
enlazó siete luceros
para el cielo tricolor!
Ahora siento el instante
que el Catire alucinante
eriza de tempestad,
cuando en tus aguas avanza,
buscando a punta de lanza
su pesca de libertad!
Salve al pasar, noble río,
vena azul, nervio bravio,
envidia del manantial,
cinta en paz, foete en la guerra,
y en los llantos de mi tierra
rumoroso lagrimal!
Cristo-Rey de la llanura,
lleva al m ar de la am argura
el Orinoco su cruz,
y tú, centurión y loco,
das de flanco al Orinoco
tu puñalada de luz!
Río gris, trém ula vía,
vaya tu eterna armonía,
de un palm ar a otro palmar,
profunda senda mojada,
como una larga m irada
que el llanto le tiende al m a r!. . .
Esta es mi patria! En mi río
siento lo mío más mío,
porque aquí recuerdo yo
que luchando brazo a brazo,
con la sangre de un flechazo
un indio me bautizó.
Venid, oh lanzas benditas,
llaneros que en M ucuritas
cansásteis al avatar,
que un poeta quiere veros
y al pensar en sus llaneros
le dan ganas de llorar!
San Fernando.

DESPEDIDA. DEL BUEN BURGUES

J-JORA pesada; viva urgencia;


suspiro amplio; paso igual.
Corre el sudor por la opulencia
del vientre ahito y magistral.
Está dormida. El pasa. Al verla,
con claro instinto comercial,
piensa que aquella es una perla
que puede valer un caudal.
Sobre la calma de la siesta
flota una música orquestal: •
su alba garganta es una orquesta
de ronquidos. . .
—Está im perial!..
Y un poeta convaleciente,
la sueña clara y musical,
m ientras solloza la corriente
bajo el gran puente co lo n ial...
EL REGRESO A LA MADRE

QUANDO falte a mis hombros, m adre mía, la fuerza;


cuando cerca del surco donde me siembren llegue;
cuando ya hasta el más leve remolino me tuerza
y hasta el peso del alma me doblegue. . .
tu recuerdo, ese fardo de diamante,
seguirá siempre firm e sobre mis hombros muertos,
porque en todas mis penas Amor es un gigante
y el cariño es un Hércules con los brazos abiertos!
Cada vez que a mi paso los humanos '
dolores arrojaron su venablo ofensivo,
se interpuso veloz, sobre tus manos,
tu corazón, como un escudo vivo.
Que mal me han hecho, madre, otros afectos!
me llenaron los brazos de goces imperfectos;
cada boca de am ante fue lengua ponzoñosa:
una fue mi ladrona y otra fue mi asesina;
yo les di de lo mío mucho más de la rosa,
pero ellas no pasaron más allá de la espina!
Lejos de ti, mil veces
busqué en ajenos labios el m anantial de vida;
el amor que me dieron lo devolví con creces
y por tantas heridas no devolví una herida.
Y fue porque no supe que en ti estaba la blanca
fuente, el cauce divino,
el afluente de amores cuyo origen arranca ■
del hueco de las manos que Dios tiende al Destino.

14
Vuelvo a ti. Ya no quiero
sino el raudal templado del amor verdadero.
No más aquel tum ulto
de pasión transitoria, de falaces querellas,
que ante tu amor perenne tienen baldón de insulto,
como un escopetazo lanzado a las estrellas!
Y encuentro en tu cariño más goce y más regalo;
él es la luz que nunca se refracta en el prism a. . .
Si Cristo fuera malo,
su madre, más humana, fuera siempre la misma.
Todas son una sola, para el dolor desnudas:
es una policéfala encarnación de diosa;
son iguales la m adre de Cristo y la de Judas
porque ambas están hechas de pulpa milagrosa!
Madre: Como la tierra, generoso y eterno,
guarda tu vientre vivas sementeras;
arrecien los dolores en cada nuevo invierno. . .
tú los devolverás en primaveras.
Madre: en este coloquio feliz de m i regreso
dos cielos bendigamos:
la Patria, donde nuestro corazón está preso;
la Madre, que es la P atria que prim ero habitamos.
Y déjam e dorm ir sobre tu traje,
sobre tu vientre, escena de mi prim era aurora,
para soñar que voy por un ram aje
donde se oculta un nido con un pichón que llo ra . . .

1920.

15
“PODA” (1923-1928)

CANTO A ESPAÑA

La Academia de la Lengua Española otorgó


a este poema el Premio de 25.000 pesetas en el
certam en H ispano-Am ericano de Poesía cele­
brado en Santander en 1923 y organizado por
la Asociación de la Prensa.

Yo me hundí hasta los hombros en el m ar de


(Occidente,
yo me hundí hasta los hombros en el m ar de Colón,
frente al Sol las pupilas, contra el viento la frente
y en la arena sin mancha sepultado el talón.
Trajo hasta mí la brisa su cascabel de plata,
me acribilló los nervios la descarga solar,
mis pulmones cobraron un aliento pirata
y corrió por mis venas toda el agua del mar.
Alcé los brazos húmedos a la celeste flama,
y cuando cayó en ellos el tropical fulgor
cada brazo creció, como una rama,
cada mano se abrió como una flor.
16
Súbitamente, el agua gibóse en un profundo
desbordamiento de m aternidad. . .
Me sentí grande, inmenso, sin cabida en el mundo,
infinito y molécula, m ultitud y unidad.
Volví los ojos hacia mí: yo mismo
me oí sonoro, como el caracol,
¡y el ave de mi grito voló sobre el Abismo,
bebiendo espuma y respirando Sol!
Sentí crecer raíces en los pies, y por ellos
una savia ascendente renovaba mi sér;
hubo un afán de brote del torso a los cabellos,
cual si toda la carne me fuera a florecer.
Sembrado allí, bajo la azul rotonda,
integré la m etáfora ancestral:
árbol en cuyo tronco se parte en dos la onda
y en cuya copa se hace trizas el v en d av a l...
¡Noble encina española de los Conquistadores,
que en m itad del Océano perfumas el ciclón,
bajo el m ar las raíces, junto al cielo las flores
y perdida a los cuatro vientos la ramazón!
¡Cuando yo florecía, con los brazos tendidos,
eras tú quien estaba floreciéndome así,
y fui sonoro porque tuve nidos
cuando tus ruiseñores anidaron en mí!
¡Arbol del Romancero, Tronco de la Conquista,
Raza donde Dios puso su parte más artista,
follaje adonde vino la paloma a empollar!
Surja a tu sombra el Canto que incendie la ribera,
17
mientras te cubre con su enredadera
la reverberación crepuscular. ..

II

No son para la Lira manos que odian la calma;


¡para cantarte me he pulsado el alma!
Con un tem blor de novia que se inicia,
con un azoramiento de novicia,
el candor de las páginas, rebaño de gacelas,
aguarda ante mis ojos la llegada del Cántico,
virgen como la espuma del Atlántico
antes del paso de las carabelas..

III

¡La Partida! Cacique, alza la frente


y cuéntame de nuevo lo que has visto;
tres naves que llegaron del Oriente,
como los Reyes Magos al pesebre de Cristo.
Desprendida del Texto, sobre la m ar caía
de Balaam la vieja profecía.
Con un fulgor total de luna llena,
marcando el derrotero,
parecía colgada de una antena
la mirada de Dios en el lucero.
¡Estrella que defines sobre la frágil onda
la ru ta del bajel,
en ti sintetizaron su m irada más honda
18
los ojos de Isabel.
Tú recuerdas al nauta en su camino
que es Dios quien fija el rumbo y da el destino
y el marino es apenas la expresión de un anhelo,
pues para andar sobre el azul marino
hay que m irar hacia el azul del cielo!
Acuchillaban la movible entraña
Melchor, Gaspar y Baltasar de España,
siem pre en el aire inédito el bauprés,
¡y tú, Mar de los Indios, a su paso te abrías
como el Jordán herido por el manto de Elias ,
y el m ar de los milagros al grito de Moisés!
Traen los Reyes el oro de las joyas reales,
la m irra de la luz
y el incienso que luego subirá en espirales
del alma de los indios al árbol de la Cruz.
¡Qué sorpresa oceánica, qué abismal armonía
la de aquellas auroras sin torm enta ni bruma,
m ientras en los costados de la “Santa M aría”
derribaban las olas sus jinetes de espuma!
Qué prodigio de azul! Las carabelas
tienen azul arriba y abajo y adelante!
Sólo un blanco: las velas;
y un verdor de esperanza: el Almirante.
—¡Quiero volver a España!— clamó la algarabía,
porque no presentía en esa hora
que estando atrás España, su barca dirigía
hacia España la prora.
19
Y cuando al fin la Anunciación de Triana
fue de grímpola en grímpola, de mesana en mesana,
y en pleno m ar la Isla irguió su flor,
para los Reyes Magos que buscaban su nido,
aquel mundo, del m ar recién nacido,
fue como el de Belén, el Salvador.

IV

Y el Cacique de carne, desde el vecino cerro,


vio salir de las aguas unos hombres de h ie rro . . .
Mis caciques son ágiles, escalan las m ontañas
y sus pies son pezuñas y sus uñas guadañas.
La sierpe del Origen
cubrió los rudim entos de la casta aborigen;
de ella sacó el abuelo su astucia recogida
y en las Evas indianas multiplicó su vida.
Fue su cuna un nidal; la hoja de parra
no llega hasta el secreto de su sapiencia suma;
ave fue, porque sólo del huevo, luz y brum a
que las carnes desgarra,
se engendra al mismo tiempo el pie de garra
y el arco iris de la sien de pluma.
Marcan la eternidad de sus dolores
en piedra de Epopeya diez Cuzcos, diez Tlaxcalas;
abajo las cenizas de los Emperadores,
y arriba, el cuervo errante, que es el dolor con alas.
No piden a su Dios la buena suerte,
ni vana holganza, ni alegría estrecha;
20
dejan a lo divino lo qtie sigue a la m uerte,
y el resto lo confían al tino de su flecha.
Y es su Pascua, la Pascua M atutina,
más clara que la Pascua jovial de Palestina,
porque si en los católicos rebaños
el Pastor galileo nace todos los años,
cada aurora del Indio florece epifanías
porque el Sol, Dios supremo, nace todos los días. . .
Esa era América. ¡Nadie le dio nada!
De ti lo esperó todo, tú fuiste el Dios y el Hada;
su palm a estaba sola bajo el celeste azul,
su luz no era reflejo, sino lum bre de estrella;
presintiendo tus cruces, ya había visto Ella
cien calvarios sangrando bajo la Cruz del Sur.
Y hubo sangre en mis montes y en mis llanos,
y tú fuiste hacia el Mundo con un mundo en las
América, desnuda, dormía frente al mar, (manos
y la tom aste en brazos y la enseñaste a hablar.
Y toda la excelencia
de tu sagrada estirpe—valor, trabajo, ciencia—
floreció por los siglos en el hombre injertado;
indio, cerebro virgen, español, alma en vuelo. . .
así en el campo nuevo, cuando pasa el arado,
la prim era cosecha no deja ver el cielo. ..
' \ ' '
V
P ara cantar a España, traigan a nuestro coro
unos, su voz de bronce y otros su voz de oro.
21
Poeta, labrador, soldado, todos,
en diversos altares y por distintos modos,
poetas, por el num en vital del optimismo!
Canten sus églogas los labradores,
entone el jardinero su m adrigal de flores
y agite el navegante su poema de abismo!
Y canten por la España de siempre, por la vieja
y por la nueva: por la de Pelayo
y por la que suspira tras la reja,
por la de Uclés y la del Dos de Mayo:
por la del m ar y por la de Pavía
y por la del to re ro ... ¡España mía!
pues siendo personal eres más grande;
¡por la de Goya y por la de Berceo
y por el Pirineo, -
que ansiando más azul subió hasta el Ande!
Por toda España, torreón de piedra
con un Cristo tallado, bajo talar de yedra.
Por la que da una mano del Quijote en Lepanto
y en Calderón descifra, como Daniel, la Vida,
y por la que saluda y tira el manto
cuando la cigarrera va a la corrida. . .
Por Gerona sin Francia, por Numancia sin Roma,
por Galicia emigrante, por Valencia huertana;
por la que se sonroja cuando asoma ■
el estilete de Villamediana;
por un Alfonso Diez, que hace las leyes;
* por un Alfonso Trece, que es la ley de los Reyes;
por la que, m ientras ruge Gonzalo en Ceriñola,
22
toma una espina al huerto de Loyola,
tom a una flor al huerto de Teresa;
por Aragón, que el fuero consagra y multiplica;
por Aragón, donde la Pilarica
dijo que n a quería ser fra n c e sa ...
Por León y Asturias, Aventino de España;
por Guipuzcoa, dormida en la montaña;
por los tres lotos de las Baleares,
y por Andalucía que va a Sierra Morena
y Andalucía de la Macarena
y Andalucía de los olivares.
Por Canarias del Teide, que es un fanal y un grito
—canario de Canarias—¡Oh, dulce don B en ito !...
Por Cataluña, cuerno de abundancia;
por N avarra, que dijo:—¡Mala la hubiste, Francia!
Por las lanzas de Diego velando una Menina;
por la tierra que ríos de m aravilla riegan
y por Castilla, a cuyos pies doblegan
Saúl la espada y Débora la encina. .
Castilla, hem bra de acero de forja toledana,
cuyo encanto en la vía requebró Santillana,
Castilla, que en las armas de Santander gobierna
su nave con las velas hinchadas de galerna;
Castilla del Imperio y de Padilla,
Castilla, que en sus Reinas es la M adre Castilla
para los goces y los desamparos,
desde Isabel, que forma la Escuadrilla,
hasta Victoria de los ojos claros.

23
VI

Y canten por la España ultram arina,


la que dirá a los siglos con su voz colombina
que el Imperio español no tiene fin,
¡porque aquí, Madre mía, son barro de tu barro,
lobeznos de Bolívar, cachorros de Pizarro,
nietos de Moctezuma, hijos de San Martín!
.. .Y una voz que refleje la exaltación suprema,
por el prodigio vasco sintetice el Poema;
¡por el prodigio vasco! Tierra de Rentería,
donde el prim er Bolívar, mirando al m ar un día
piído decir: —¡También Vizcaya es ancha!
¡Por ti, cántabra piedra, que me diste la gloria
de Aquél que va gritando por la Historia,
caballero al galope de un rocín de la Mancha!

VII

¡Madre! Europa está toda florecida de espinos...


V e n ... Aquí verás musgo en los senderos,
porque para tus lanzas no tenemos molinos
y para tus escudos no tenemos cabreros.
—¡Madre mía!—te digo, y se diría
que mi voz va creciendo si dice “ ¡Madre Mía!” . ..
Ven, que para ti somos mercado y jubileo;
ven con la Cruz y con el caduceo,
con tu enseña de sangre, donde flota una espiga;
24
¡sé tú, Ximena y Carmen, laurel entre claveles;
¡se la España que tiene los ojos de Cibeles
y la España que lleva la navaja en la lija !..
De ese huerto en que fundes barros americanos,
América florida se te dará en olor;
así Dios, aquel día, tomó el barro en sus manos,
y el barro tuvo lágrimas y floreció de am o r. . .
¡Hazte a la mar, España! Eres su dueño,
porque tus carabelas le arrancaron al Sueño,
y desde que, angustiado de trinos españoles,
el turpial de “Goyescas” se abatió en las arenas,
hay más gemidos en los caracoles
y son más armoniosas las sirenas.
¡Hazte a la mar, Quijote! Nave de la Esperanza,
una adarga la vela y el bauprés una lanza:
cierra contra el rebaño que en las olas blanquea,
cobra al F uturo el secular reposo,
que hay en estas riberas del Toboso
lecho de palmas para Dulcinea.
¡Todo el m ar de Occidente rebose de murmullos!;
¡el Arbol de la Lengua se arrebuje en capullos!;
haya en España mimos y en América arrullos;
¡el mismo vuelo tiendan al Porvenir las dos,
y el Mundo, estupefacto, verá las maravillas
de una Raza que tiene por pedestal tres quillas
y crece como un árbol, hacia el Cielo, hacia Dios!. . .

Marzo de 1923.

25
LOS OJOS DE LA VIRREINA

jQIME, René Palma: ¿Desaparecieron


ya las plazoletas y los callejones
de Lima, que fueron
quebranto de dueñas y de rodrigones?
¿No ha m uerto el anciano
solar, el recodo, la cuesta insegura,
donde don Ricardo nos daba la mano
dura de sapiencia, mansa de ternura?
¿Quedan las iglesias de la aristocracia,
con aquel perfum e de divinas cosas
que Toribio, ardido de anatem a y gracia,
regalaba a Rosa, florida de rosas?
¿Quedan íos jardines,
el candil, la tapia, la sombra discreta,
donde la malicia de los parlanchines
seguía los pasos del V irrey Poeta?
¿Quedan todavía las plazas aquellas
en donde la gente se agolpaba un día
por que había nuevas de España y con ellas
venían los fallos de algunas querellas
que dilucidaba la Chancillería?
¿No existe el escombro donde la tapada
miró con angustia, desnuda, una espada?
¿Y aquel Cristo humano que hizo tan divino
Miguel de Santiago, pintor y asesino?
¿Quedan todavía
las naves de piedra de la Catedral
donde entró a caballo cierto conde un día
por más que al Arcángel le supo muy mal?
.

¿Murió aquella Lima, picante y señora,


de avenidas blancas y Misa Mayor,
donde la limeña, que quiere y devora,
m ientras se pasea la Libertadora,
dibuja sonrisas al Libertador?

¿Murió aquella Lima jovial que iba a misa?


¿Murió aquella Lima, vestida de novia?
¿Murió aquella Lima, que era una sonrisa'
pensada en Toledo y abierta en Segovia?

Las ciudades viejas no mueren, amiga!


siempre hay algo en ellas que no tiene fin.
Todo el jardín muere, y una flor que siga
viviendo, ella sola resum e el jardín.

¡Qué ojos tan hermosos tienes, René Palma!


No m orirá nunca tu vieja ciudad;
tal vez en tus ojos se quedó su alma,
como una emboscada de la E te rn id a d ..

1924.

27
EL RIO DE LAS SIETE ESTRELLAS

(CANTO A L ORINOCO)

INVOCACION AL DIOS DE LAS AGUAS

DI0S submarino, Dios lacustre, Dios fluvial,


uno en el tritón y en la garza
y en la dulce corbeta y el áspero crucero,
Dios del agua, Señor de la Casa de Cristal,
Dios Marinero.
Expresión de agua de tus mil expresiones,
río tendido de Volturno a Cristo,
vuelo del Ibis que cruza
del mascarón de Argos
al mastelero de la Santa María,
Dios argonauta,
que tiendes a las manos de la Armonía
el río de tu música, largo, como una flauta. .
Dios infuso en el lago blanco de la nube
alinderada de azul,
Dios de espuma en el crespo del corderillo,
Dios tormentoso en la melena del león,
Dios zahori, estancado en la pupila del tigre,
Dios del río de estrellas que de Oriente a Occidente
cruza de noche el cielo,
Dios del agua combatiente
en el crinado Niágara y el sospechoso Dardanelo:
Tiende la diestra, donde nace el Río **
28
■- v " ... , •. .
. ' ■ ■ ' f - ■’ '• ' S is

y la zurda, donde desemboca


—en un cristalino arco de Brahm a—
tiende el ánfora de las manos,
Señor del Agua, Viejo Comandante,
hacia los m anantiales sonoros,
hacia el tibio remanso
del Orinoco de agua beligerante
brotado de tus sienes, sudado de tus poros
en el sábado de tu prim er descanso!

LA ORBITA DEL AGUA

y AMOS a embarcar, amigos,


para el viaje de la gota de agua.
Es una gota, apenas, como el ojo de un pájaro.
P ara nosotros no es sino un punto,
una semilla de luz,
una semilla de agua,
la m itad de lágrim a de una sonrisa,
pero le cabe el cielo
y sería el naufragio de una hormiga.
Vamos a seguir, amigos,
la órbita de la gota de agua:
De la cresta de una ola
salta, con el vapor de la mañana;
sube a la costa de una nube
insular en el cielo, blanca, como una playa;
viaja hacia el Occidente,
29
llueve en el pico de una montaña,
abrillanta las hojas,
esmalta los retoños
rueda en una quebrada,
se sazona en el jugo de las frutas caídas,
brinca en las cataratas,
desemboca en el Río, va corriendo hacia el Este,
corta en dos la sabana,
hace piruetas en los remolinos
y en los anchos remansos se dilata
como la pupila de un gato,
sigue hacia el Este en la m area baja,
llega al mar, a la cresta de su ola
y hemos llegado, am igos... Volveremos mañana.

LA PARIM A Y LAS FUENTES

J A Parim a es el sueño faraónico


y la piedra de Moisés,
el pañal negro de la Hermana,
que el Hermano Francisco no vino a conocer.
Catedral del Misterio, Sierra del Sur, ignota,
lengua escondida de la voz del agua,
párpado mal cerrado de Dios, que deja ver
la hebra azul de una mirada.
Yo soñé para tu Gloria,
río de la Patria,
escribir una palabra esencial
en la hoja de la sabana,
mojando en tus fuentes oscuras
el aguijón celeste de una plum a de garza.
Pero, sólo encontré mi sangre,
con su rojo atenuado por la mezcla de lágrimas.
Sin embargo, te ofrecí venir
y en tu camino estoy!
Tú saldrás de tus fuentes: el Dios de la Parim a,
el Dios Indio, te abrirá la puerta
de su gran casa oscura; el Viejo Dios
te dejará venir como todos los días
y en tu camino estaré y o . . .
Tú sales de las manos de tu montaña,
como sale un milagro de la mano de Dios,
como todas las noches, de la jaula del cielo
se escapa y va a los campos el pájaro del Sol.

CASIQUIARE

^TUDADANO venezolano,
Casiquiare es la mano abierta del Orinoco
y Orinoco es el alma de Venezuela,
que le da al que no pide el agua que le sobra
y al que venga a pedirle, el agua que le queda.
Casiquiare es el símbolo
de ese hombre de mi pueblo
que lo fue dando todo, y al quedarse sin nada
desembocó en la m uerte, grande, como el Océano.
31

I
%
BESTIARIO
EL CAIMAN
£ S el Capitán del Río;
viejo zorro dormilón, viejo Neptuno,
con ese dolor de eternidad
de los que se salvaron del Diluvio.
En la playa candorosa
alza su boca abierta el Capitán del Río,
como si fuera echando hacia los cielos
las almas de los que se ha comido.
Viejo zorro, compadre del filósofo,
sospechoso, como el lomo de un libro!. . .

LA RAYA
Alacrán de orilla,
comadre orillera,
oculta, como una mala intención,
enconosa, como una m ala lengua.
Quizá no entra al Río
porque no la dejan
y se embosca en la orilla, como el mango de marzo,
que al quitarse la cáscara, nos la pone en la puerta.

EL TEMBLADOR

Bólido entre dos aguas, gota de tempestad,


gato de agua —el alma de algún gato hundido—
32
o más bien un rayo que cayó una noche
y cuando iba hacia el fondo, se pasmó con el frío.

EL CARIBE
La diezmillonésima parte
de un tiburón
m ultiplicada diez millones de veces.
El Caribe es la distancia más corta
que hay del Río a la Muerte.

EL BOA

La cola en el árbol, la boca en el río,


es todo un cauce:
entra al Orinoco la cascada viva,
el tributario de carne.

EL MONO

Desde el árbol más alto, donde se toca el cielo,


colgado de la cola al pico de una estrella,
con las manos tendidas, nos saluda el Abuelo.

LAS GARZAS

¿Es una nube? ¿Es un punto vacío


en el a z u l? ... No, amigo mío,
es un bando de garzas.. . Son las novias del R ío. ..
33
LOS TRIBUTARIOS

OJIETE caballos, como trailla,


sin rienda ni silla,
por siete caminos vienen en tropel;
como una trailla de grandes mastines,
espesos de espumas, de nervios, de crines,
los siete caballos llegan hasta él.
El les vé llegar:
El Prim er caballo le ofrece sus ancas
para cabalgar,
el segundo dale sus espumas blancas,
como las del mar,
el otro, en la floja nariz que palpita
le da un humo blanco con calor de hogar,
el cuarto se encabrita
y el quinto relincha, de azogue el ijar
y el sexto m urm ura y el séptimo grita
y Orinoco es todo lo que llega al mar.
Los cuatro primeros
son la guardia de las Fuentes,
los Sacerdotes de la Palabra Secreta,
la trinchera del indio, cuatro potros inmóviles
en las cuatro esquinas de su tum ba abierta.
Guardajoyas del misterio:
el Caura y el Guaviare y el Vichada y el Meta,
antem urales de la Tradición,
caballos de San Marcos de los ríos de América.
34
El quinto es la piedra que va monte abajo,
potro desbocado, cola y crines negras,
piedra de diamante,
luminosa piedra.
Camino arduo de los Conquistadores,
zarzal de la limpia rosa misionera,
breñal por donde se m ete
el Cristo buscando ovejas,
milagro de la Conquista,
Caroní despeñado, Bucéfalo de América.
El sexto es un caballo alegre,
con el anca nevada de una garza llanera;
vio el engaño del Yagual
y la astucia de Las Queseras,
buen amigo de Ulises, el A rauca de plata
fue el Caballo de Tropa de los ríos de América.
Y el séptimo fue el río que bajó de los Andes
y cruzó el llano, espoleado por la Leyenda,
en el lomo le floreció un Centauro
injerto de tritón, que tomó Las Flecheras,
caballo del Prodigio, cimarrón de la Hazaña,
Apure es el Pegaso de los ríos de A m érica. ..
Y a ti vinieron los siete caballos
y entraron los siete por tus siete estrellas
y tus siete heridas se te iluminaron
cuando detuviste tu carrera,
porque un hombre triste se aferró a tu lomo,
y sentiste sus manos fuertes como dos riendas .
y m archaste con el hombre triste
35
que te pesaba como un m undo. . . y tan pequeño
(como era!
y así fue que en tu espalda marchó Alonso Bolívar
y fuiste el Rocinante de los ríos de A m érica.. .

EL RIO DE LAS SIETE ESTRELLAS

J J n a Pumé, la H ija de un Cacique Yaruro,


fue conmigo una noche, por las tierras
verdes, que hacen un río de verdura
entre el azul del Arauca y el azul del Mefe.
Entre los gamelotes
nos echamos al suelo, coronados de yerbas
y allí, en mis brazos, casi se me m urió de amores
cuando le dije la Parábola
del volcán y las siete estrellas.
Quiero recordar un poco
aquella hora inm ortal entre mis horas buenas:
Sobre las sabanas los cocuyos •
eran más que en el cielo las estrellas,
no había luna, pero estaba claro todo
no sé si era mi alma que alum braba a la noche
o la noche que la alum braba a ella;
estábamos ceñidos y hablábamos y el beso
y la palabra estaban empapados de promesas
y un soplo de m astranto ponía en las narices
ese amor prim itivo del caballo y la yegua.
36
Ella me contaba historias
de su nación, leyendas
que se pierden entre los siglos
como raíces en la tierra,
pero de pronto me cayó en los brazos
y estaba urgente y mía, coronada de yerbas,
cuando le dije la Parábola
del volcán y las siete estrellas.
Fue en el momento en que evocamos
al Orinoco de las Fuentes, al Orinoco de las Selvas
al Orinoco de los saltos,
al de la erizada cabellera
que en la Fuente se alisa sus cabellos
y en M aipures se despeina;
y luego hablamos del Orinoco ancho,
el de Caicara que abanica la tierra,
y el del Torno y el Infierno
que el agua dulce ju n ta un mal humor de piedras,
y ella quedó colgada de mis labios,
como P alabra de carne que hiciera vivo el Poema,
porque le dije, amigos, mi Parábola,
la Parábola del Orinoco, ■
la Parábola del Volcán y las Siete Estrellas.
Y fue así: La Parim a era un volcán,
pero era al mismo tiempo un refugio de estrellas.
Por las mañanas, los luceros del cielo
se m etían por su cráter,
y dormían todo el día en el centro de la tierra.
Por las tardes, al llegar la noche,
el volcán vomitaba su brasero de estrellas

37
y quedaban prendidos en el cielo los astros
para llover de nuevo cuando el alba viniera.
Y un día llegó el prim er llanto del Indio:
en la mañana del descubrimiento,
saltado de la proa de la carabela,
y del cielo de la raza en derrota
cayó al volcán la prim era estrella;
otro día llegó la piedad en el Evangelio
y del costado de Jesucristo, evaporada de tristeza,
cristalina de m artirio e impetuosa de Conquista,
cayó la segunda estrella;
Después, recién nacida la Libertad,
en su prim era hora de cam inar por América,
desde los ojos de la República
cayó al volcán la lágrim a de la tercera estrella.
Más tarde, en el Ocaso del prim er balbuceo,
en el día rojo de la Puerta,
nevado del hielo mismo de la M uerte
cayó el diamante de la cuarta estrella;
Y en la m añana de la Ley,
cuando la antorcha de Angostura chisporroteó sobre
(la guerra,
despabilada de las luces mortales,
sobre el volcán cayó la quinta estrella.
Y en la noche del Delirio,
desprendida de Casacoima, Profetisa de la Tiniebla,
salida de la voluntad inm anente de Vivir,
estrella de los Magos, cayó la sexta estrella.
38
Y un día, en el día de los días, en Carabobo,
bajo el Sol de los soles, voló de la propia cabeza
del Hombre de cabeza estrellada como los cielos
y en el volcán de la Parim a cayó la últim a estrella.

Pero ese mismo día


sobre la boca del volcán puso su mano la Tiniebla
y el cráter enmudeció para siempre
y las estrellas se quedaron en las entrañas de la
(tierra.
Y allí fue una pugna de luz,
una lucha de mundos, un universo en guerra,
y en los costados de su tumba,
horadaban poco a poco su cauce las siete estrellas;
que si no iban hacia el cielo
se desbastaban con sus picos la trayectoria de las
(piedras.
Hasta que llegó una noche
en que rotos los músculos del gran pecho de tierra,
saltó de sus abismos, cayó en una cascada,
se abrió paso en la erizada floresta,
siguió el surco de las bajantes vírgenes,
torció hacia el Norte, solemnizado de selvas,
bramó en la convulsión de los saltos,
y se explayó por fin, de aguas serenas,
con la nariz tentada de una sed de llanuras,
hacia el Oriente de los sueños
el Orinoco de las Siete Estrellas.

39
ANGOSTURA

j^N Angostura, el río


se hace delgado y profundo como un secreto,
tiene la intensidad de una idea
que le pone la arruga de la piedra del Medio.
En Angostura, el agua
tiene la hondura de un concepto
y acaso aquí es él río la sombra de Bolívar,
metáfora del alma que no cabe en el cuerpo.
Ved cómo viene, río abajo,
pensad algo en el río sin vallas y sin puertos,
ancho hasta el horizonte,
caluroso como el Desierto.
La barca es un instante en la vida del agua,
una hoja en un árbol, una nota en un trueno,
y en la barca venía la esperanza de América,
un sorbo de hombre apenas, una plum a en un vuelo,
la gota prim eriza donde nace
el Orinoco del Ensueño.
Y llegó aquí, a Angostura, en una playa prim itiva
atracó la canoa; vedle hundir en el suelo
el tacón fino, con el pinchazo
de la avispa que quiere conocer su avispero;
seguidle, subiendo la cuesta
hacia la ciudad; un revuelo
de campanas anuncia su llegada, las casas
se endomingan de banderas y de letreros,
de Soledad arriban canoas con m ujeres
como cestas con mangos y mereyes del tiempo,
40
Angostura gallea su jarifa prestancia
para gustarle al Héroe guapo que tenía los ojos
■ (negros.
Y cuando subió la escalera,
hacia la cum bre del Congreso,
y cuando volvió hacia la playa
con la República en el pecho,
¿que fue, Orinoco, aquella luz
que te encrespó los músculos y te erizó los nervios
y sacudió tus hondas fibras
desde la planta de Maipures hasta el puño de
(Macareo?
¿No era la P atria acaso? ¿No era la P atria misma?
la patria secular que te nació en tu seno
y vivirá en los siglos, eterna como el Mundo,
porque si un día se nos m uere te devolverás del
(Océano.

CORO DE LAS PROVINCIAS

^ IO L E N T O de armonía, en el tono de la resaca,


llega el coro de las siete provincias,
siete rostros adolescentes
en las siete ventanas
de las estrellas de la Autonomía.
Cantan. Canta con ellas la niñez de la Patria,
que la prim era leche de los labios destila,
baja de las estrellas el prim er hilo rubio
que cose en los maizales el botón de la espiga;
en el aula republicana
41
danza el coro de las provincias.
Pero danzan sobre la yerba
azul de fantasía,
sobre el cielo de Miranda
horadado de mástiles m ientras navega la escuadrilla.
La palabra Guayanesa
no está en el coro de las siete ninfas,
y ellas invierten el camino del cielo
y hacia el Oriente navegan como las siete cabrillas;
y allí ven el milagro de la tierra,
de un lado, el oro virgen da una franja am arilla,
hacia el Norte, del otro lado,
las pampas del Oriente, rojas de Reconquista,
y en la m itad un río azul,
y allí se ven copiadas y en su centro se anidan,
y así fue como el río dio su franja de cielo
que preside la danza de las siete provincias.

EVOCACION INDIGENA

^UBIENDO hacia San Félix, donde el río enseña


. (los dientes,
donde el río enseña, bien cerrados,
los dos puños de P iar exprimiendo la Hazaña,
subiendo hacia San Félix vimos el arco-iris
que hacía el arco indio sobre su cuerda de aguas.
Y entonces recordé, amigos,
aquella lección de Historia que leimos en la infancia,
la prim era lección de Historia,
42
en que nuestra leyenda nos inaugura el alma:
Recordad la prim era lección:
nos dice que Colón nos descubrió en su tercer viaje
y habla de las corrientes aquellas que detuvieron a
(Colón.
Simple clase de Historia, clara como una mañana,
sencilla como el día de la prim era novia,
sueño de las prim eras madrugadas,
simple clase de Historia, como un día domingo,
con misa de ocho y ropa almidonada,
clase de Historia que nos cuenta el día
en que venían las carabelas de España, .
mientras, ajeno a todo lo que del m ar viniera,
para su novia, por los montes, buscaba flores
(Sorocaima.
Por el estrecho tempestuoso
las tres carabelas avanzan,
otra vela se iza en las espumas
que abanican las piedras de la costa de Paria,
las tres carabelas vienen
pero del lado de los indios las veinte bocas las
, (aguardan.
Y al enfilar hacia el Océano libre,
una sombra se levanta;
abiertas las piernas sobre el Delta,
aferrado al suelo que sus tesoros guarda,
el Orinoco de muslos mojados,
que tiene oro en los pies y el Sol en las espaldas
y la cabeza entre los cielos,
en una mano tiene un arco y con veinte flechas
(dispara,
43
y luchan las tres naves por avanzar y en vano
porque en el D elta le rechaza
el viejo indio autónomo
que nació en la Parim a y creció en la Guayana,
y tiende el arco indígena, si tiende el arco-iris
y lanza veinte flechas si vuelan veinte garzas..

LA BARCA FUTURA

R 10 de las Siete Estrellas,


camino del Libertador,
sangre del Corazón de América,
aorta que no sale del corazón!
Río delgado de las fuentes,
río colérico de los saltos,
río de las siete estrellas,
que en la Fuente no llenas el hueco de las manos
y luego eres el sueño de un m ar sin continencia!
Río brujo, que te pintas de todos los cielos,
Río de La Urbana, planicie pampera,
Río de San Félix, solución de gloria,
Río de Angostura, cauce de la guerra,
Río de Barrancas, Río de pensar
como puede haber tanta agua en la tierra,
Río de nuestra Esperanza,
cuando la Esperanza sea!
Río de nosotros, nuestro espejo mismo,
espejo de esta alma nuestra,

44

\
por la cual, incansables como tú de horizontes,
trasudam os en vueltas y revueltas!
No he de poner mis manos sobre tu lomo,
no he de pintar tus riberas,
que si en la izquierda tienes el corazón de las
(ciudades,
en la derecha levantas el brazo de las selvas;
no he de tocar tus aguas, tus millones de gotas,
que son el diezmo de las cumbres para el culto dé las
(praderas;
no he de caminar por tus ondas,
que ya vendrá el Maestro caminando por ellas.
Sólo quiero ensanchar los ojos /.
hacia el desfile futuro que por tus aguas navega
y hacia el desfile del pasado,
hacia la realidad y la promesa,
hacia la barca de Antonio Díaz
y hacia el hondo sueño en que sueñas
con la proa del acorazado,
como los niños campesinos con su vapor de cuerdas,
con el barco de acero ,
que avance hacia tus fuentes aureolado de velas
y parada en el tope la paloma del Iris,
abierto el pecho por tus Siete Estrellas. ..

LA BARCA DEL PASADO

Y ahora, vuelvo los ojos


hacia la síntesis del Canto,
hacia la barca del Pretérito,
45
de parda vela y el bauprés sangrado,
tu propia barca, donde tú venías,
piloto de tí mismo, timonel de tu barco, .
donde venía la P atria reciennacida,
como Moisés entre sus mimbres, por donde Dios
(quiso llevarlo.
Caracas fue la cuna
y Angostura la eternidad.
Por los montes andaba la P atria sin bautismo,
cuando llegó a los llanos, curva de caminar,
y entre tus aguas se fundió contigo
y fue contigo un solo llanto y un solo rugido tenaz.
Y bajaste con ella. Te cabalgó. Su trenza
era la espiga del escudo y tú eras el caballo sin paz.
Surcaste las tierras crucificadas
y en Angostura le diste tu agua lustral
y seguiste con ella: allá va la República!
y en las bocas se hace veinte patrias más
y se asoma a tus veinte labios
cuando se va acercando al m ar
y el m ar alza en hostias su m ejor espuma
y en las veinte bocas te pone la sal.
Padre del Agua, Orinoco de las Siete Estrellas:
cayó en tus aguas mi parábola
como un llanto en el fondo de una mano abierta.
Si el m ar te bautiza con la sal del mundo,
Río de la P atria de las Siete Estrellas,
mi Parábola desnuda,
mi llanto manado de una herida nueva,
46
te caiga en el fondo y a la m ar se vaya
y en el m ar se espume y suba en la niebla
y en la nube viaje
y en la m ontaña llueva
y salte en la fuente y a tus aguas torne
y arda en el brasero de tus Siete E strellas:
Aguas del Orinoco, Noviembre de 1927.

EL DULCE MAL

A Mercedes Madriz Sucre.

■y/UELVO los ojos a mi propia historia.


Sueños, más sueños y más su eñ o s... gloria,
más gloria. . . odio. . . un ruiseñor huyendo.. .
y asómbrame no ver en toda ella
ni un rasgo ni un esbozo, ni una huella
del dulce; m al con que me estoy muriendo.
Torno a m irar hacia el camino andado.
Mi m archa fue una m archa de soldado,
con paso vencedor, a todo estruendo;
mi alegría una bárbara aleg ría. . .
y en nada está la sombra todavía,
del dulce mal con que me estoy muriendo.
Surgió una cumbre frente a mí; quisieron
otros mil coronarla y no pudieron;
sólo yo quedé arriba, sonriendo,
y allí, suelta la voz, tendido el brazo,

47
nunca sentí ni el leve picotazo
del dulce mal con que me estoy muriendo.
Volví la frente hacia el más bello o caso .. .
Mil bravos se rindieron al fracaso
mas, yo fui vencedor del mal tremendo;
fui gloria em purpurada y vespertina,
sin presentir la m archa clandestina
del dulce mal con que me estoy muriendo.
Fuerzas y potestades me sitiaron
y, prueba sobre prueba, acorralaron
mi fe, que ni la cambio ni la vendo,
y yo les vi m archar con su despecho,
feliz, sin presentir nada en mi pecho
del dulce mal con que me estoy muriendo,

M u jeres... por mi gloria y por mis luchas


en muchas partes se me dieron muchas
y en todas partes me dormí queriendo
y en la mañana hacia otro amor seguía,
pero en ninguno el dardo presentía
del dulce mal con que me estoy muriendo.

Y un día fue la torpe circunstancia


de quedarnos a solas en la estancia,
leyendo juntos, sin estar leyendo,
m irarnos en los ojos, sin malicia,
y quedarnos después con la delicia
del dulce mal con que me estoy muriendo.

48
“BARCO DE PIED RA” (1928-1932)

EL AGUILA Y EL BAGRE

(Se incluye este poem a por la significación


popular que tuvo en los prim eros días del
m em orable año de 192S).

Dijo el Aguila al Bagre: —Compañero,


yo vengo del azul y en mi sendero
he entrevisto la luz del más allá.
Yo he visto a Dios colgado de un lucero!
Y dijo el Bagre: —Ajá.
Dijo el Aguila al Bagre: —Camarada:
yo he visto al m ar de espuma desflecada,
el hondo m ar de donde vienes tú.
Yo he visto a Dios en la ola erizada!
Y dijo el Bagre: —Ujú.
Dijo el Aguila al Bagre: — Valecito,
yo he cruzado el Atlántico infinito
y el Dios del viento ha resonado en mí.
Yo he visto a Dios y aquí traigo su grito!
Y dijo el Bagre: —Ijí.
49
Y el Aguila voló. Cuando volaba,
desde su altura oyó que el Bagre hablaba
y detuvo su vuelo triunfador.
Y sólo oyó que el Bagre m urm uraba:
—Eso es valor!
Bagre: eso eres tú,
allí,
aquí,
allá:
Ujú.
Ijí-
Ajá.

Inmoraleja:

Aunque sepas que el Bagre se desmaya,


no se lo digas al Doctor Arcaya.
No digas que está enfermo o que está viejo
y fuma Tocorón. No seas pendejo.
Enero de 1928.-—Caracas. A la llegada de Lindbergh.

EL GATO NEGRO

gO Y el m ejor amigo de este gato,


un cachorro alegre y negro como un tordo,
compañero de buen humor,
espíritu fam iliar del calabozo.
Cuando me paseo, devanando el huso,

50
este amigo me sigue o me espera;
se embosca detrás de una columna
y me cae en los pies como si lo tiraran;
cuando se sienta frente a mí,
sin pensar, le busco la fecha en el pecho,
como a un gato de calendario.
Es un gato noble;
odia los tejados y la bazofia,
desdeña al gato realengo
y le im porta un comino lo que pueda existir
del otro lado de las tapias.
Es un buen preso, el gato voluntario,
que se olvidó del mundo como de una pelota
de la que se cansaron los gatos.
Cuando me saquen de aquí
será el m ejor amigo de otro preso
y m orirá de fastidio
cuando caiga el gobierno.
Esta m añana apareció un ratón;
iba y venía, feliz, por el patio friolento;
estaba alegre de vivir al aire,
lejos de la cueva, junto al caño abierto;
andaba haciendo esguinces,
como si acabara de escapárseles a los ratones del
(Gobierno.
De pronto, mi amigo el gato
saltó por la ventana,
tomó el ratoncillo con los dientes
y restableció su orden de cosas:
en el calabozo negro de su barriga
51
quedó el ratoncito preso
y allá viene mi amigo, arrastrando la cola
como un llavero. ..
Febrero, 19-1929.

EL CONEJO BLANCO
J^S el despertador.
A la hora de diana
se mete en las cobijas y despierta a los presos.
Anda de mano en mano,
torea al gato negro
y se deja torear por el gallo zambo.
Blanco, blanco, blanco;
y los ojos rojos, rojos, rojos,
noche de nevada,
ventanas al fondo.
Le acaricio la espalda;
él cierra los ojos—
van a dormir en la casa—
las manos entre la nieve
se me quedan desamparadas.
Es la mansedumbre blanca
este preso en blanco.
Se echa sobre un cuadradito de sol
como un pisapapeles sobre una cuartilla,
hasta que Dios lo levanta
y se lleva la hoja para escribirla.
Febrero, 20-1929.
52
EL GALLO ZAMBO

Gallo español, combatiente;


jerezano;
vino como los andaluces
a pelear donde quiera que cante un gallo.
Frondoso poblador de blanca espuela,
clarín armado.
G allardete con voz,
charanga roja, el gallo zambo,
alza al techo de zinc de esta prisión española
el vino de Jerez de un canto de esperanza.
Corneta de admonición,
bando del Juez, el gallo zambo,
canta al carcelero que pasa:
—Pedro, Pedro, ¿por qué has negado?
Hoy, oh Dios de los gallos buenos,
murió el gallo! ,
sin lucha, en el patio frío,
murió el gallo.
Es un fleco de bandera en derrota
en el medio del patio.
Pero un rayo de sol
ha entrado
y ha caído en el pico
del gallo zambo;
él tiene el pico entreabierto
con su rayo de sol por donde se va el canto
que va saliendo de su pico:
—Pedro, Pedro, ¿Por qué has n eg ad o ?.. .
La Rotunda: marzo de 1929.

COMETA

Por un boquete de cielo


ha asomado una cometa.
Algún niño del mundo
elevó su cometa con la racha;
algún niño de la ciudad
que no sabrá a estas horas cómo le han bendecido
los hombres del más acá.
Los ojos de todos los presos
han prendido los cordeles de sus miradas
a la cometa de colorines
que se ha asomado al techo como m ujer curiosa.
Todos zigzaguean con ella,
todos quedan inmóviles con ella, cuando duerme
sobre el cojín azul del ventanillo;
todos tienen el corazón remontado;
subimos a la cometa
y bajamos a la mano y al corazón del niño.
La cuerda se rompió de repente
y la cometa vaciló,
pero ha quedado inmóvil, sostenida
por los cordeles de nuestras miradas.
54
Lo malo es que de pronto, los presos han llorado
y han cerrado los o jo s ...
y claro! la cometa se ha ido viento a b a jo ...
Marzo, 1929.

CUMPLEAÑOS DEL AHIJADO MANOLO

/^H IJA D O: ya tienes tres años de vida;


ya eres un viejo en horas,
un anciano en minutos,
casi un m uerto en segundos.
Y ya has tenido un reumatismo,
que ya quisieran muchos
para sentirse hombres.
Ignoras el abecedario,
pero vas echando músculos. ■
Muy bien; un uppercut le aceita las bisagras
al postigo del mundo.
Me dicen que hablas bien, pero en malas palabras,
o que eres “mal hablado”, en buen hablar;
el hociquito de pocas pulgas
lo tienes lleno de guijarros.
Usas un lenguaje radical ,
y eres un granuja, ahijado.
El azúcar de mis caramelos,
¿no te endulzó la lengua, lindo descamisado?
Aquí estoy, en la Cárcel;
somos varios.
55
Aquí estamos, más mal que bien,
pero es mucho decir: mal que bien, aquí “estam os”.
A punta esto: estamos aquí
para evitarte trabajo,
para que tú, mañana, no tengas que venir.
Qué feliz serás! _
Qué feliz serás, ahijado,
con tus caramelos de libertad,
tan ricos! —según dicen, por que yo
nunca los he chupado.—
Sé bueno y vigoroso
y honrado.
No sé hablarte de otro modo:
no le quites a nadie su caramelo
y no le tengas miedo al Coco.
Ya sé que has preguntado
si soy poeta
y al decirte que sí, contestaste: —Qué lástima!
En P etare los queman!
Estás en un error; para quem ar poetas
falta un poco.
“Cohetes”, no “poetas” quem an los de Petare;
los poetas no suben tan alto
ni suenan tanto cuando les pegan un fósforo.
Un poeta, cuando es un poeta, es un hombre,
un hombre que no roba y que se vuelve loco.
No quiero que seas poeta,
pero muy cuerdo o muy ladrón, tampoco.

56
En la palabra hombre, muy bien puedes estar:
ni para el Seminario, ni para el Manicomio.
Crece pensando en Venezuela.
(Venezuela es el espejo
en que tu m adre se vé cuando se peina.
Si eres malo con Venezuela, es lo mismo
que si al espejo de tu m adre lo quebraras con una
[piedra).
Siendo malo con Venezuela,
es posible que tengas m ucha .plata én el Banco,
pero, por lo demás, serás u n sinvergüenza,
o como tu dices: un ajo.
Si eres bueno con Venezuela,
serás feliz y cuando te mires
al espejo en que tu m adre se peina,
te encontrarás tan guapo,
que le estarás agradecido al cristal del espejo
hasta el cristal de tu llanto.
Aprende a decir nobles palabras
pero tus buenos ajos, no los dejes del todo.
Echa músculos, quiere a tu madre,
que nunca esté el espejo ni roto ni empañado,
y con respecto al Coco, óyelo bien: el Coco
le tiene miedo a los muchachos.

MARIA LUISA NASS


'jpRAJERON el retrato de M aría Luisa Nass;
por una grieta se metió al calabozo
este rayo de sol.
Todos fuimos en grupo a m irarla: el retrato,
en las manos del padre era una rendija
por donde todo preso quería ver el campo.
La niña está mirándonos en su retrato oscuro
y cuando la dejamos descansar con su padre
es para contemplarla desde cerca
con un aire buenazo de tíos satisfechos.
—En esta parentela que no rom perá nadie
es el hijo del preso sobrino de los presos—.
Hoy vino esta sobrina rubia
y toda la familia se olvidó de la casa,
la oscuridad tuvo un resuello de postigo
y los grillos sudaron un óxido de gracia.
Cuando ya todo está quieto
cuando dejaron el retrato
en un aparador hecho con cajas viejas,-
yo permanezco aquí junto a la niña rubia,
como un insomnio junto a un farolillo.
Es cierto que da mucha pena
verla en este sitio sucio, oscuro;
da dolor verla a ella, tan linda,
sobre ese aparador de cajas viejas
que dicen todavía en horribles mayúsculas:
“Bernotti & Cía., Sucesores,
Puerto Cabello”;
da rabia este negro rincón
que la rodea aquí, como charco al lucero;
es verdad que da pena verla en el calabozo,
junto a estos hierros fríos su m aravilla rubia
con ese desamparo de canario en el Polo.
58
Pero, por otra parte, me está regocijando
el feo aparador con ella sola
como luz de hornacina
que me rejuvenece la frente prisionera
cuando pienso en el viejo mercado de Caracas,
con su alegre retablillo
a la plomiza hora de queda,
donde el candil del Corazón de Jesús
le rebaja la edad al gran reloj de piedra.
Esta linda muchacha se parece a su padre:
el mismo pelo rubio —aunque en ella se afina
la terquedad del cabezota tudesco,
en ella Dios afiligrana el oro
de ese diablo alemán surgido en Barquisimeto—
Su sonrisa está llena de humor,
del que gasta H erm ann para hablar mal del gobierno.
Pero hay algo en M aría Luisa Nass
donde el padre se pierde tras una lum bre nueva:
en H erm ann Nass, el testarudo,
hay algo poderoso y frío,
como su pensamiento; ■
es un vanguardista del siglo veintinueve,
pero en sus ojos vaga un poco ensombrecida
la lividez friolenta de un asalto al machete.
En ella no; sus ojos
tienen una bondad de infinita belleza;
esa bondad de los ángeles
de Pedro Christus, de Filippo Lippi,
esos ojos padrinos, de clemencia infranganti,
59
esa bondad que nos disuelve el odio
es una roncha en la frente del alma.
Esa luz no le viene del minero;
esa es luz de la mina
esa es luz de la madre.
Esos son los ojos
con que las madres nos mirarán,
con ellos detendrán las espadas en a lto ,.
con ellos salvarán la obra del delito,
con ellos m andarán el “Cese el fuego!”,
con ellos ordenarán el perdón,
en ellos flotará la tierra de mañana,
la tierra de las tierras unidas en un ritmo,
como el polvo del aire en un sol de ventana.
Las madres son la salsa de esta hora,
la m ejor para darle un hijo al mundo,
y ellas, al darlo, encierran—pongamos por milagro—
toda la sal del m ar en un salero de Benvenuto.
Así es María Luisa Nass,
hija de revolucionario,
infinita bondad e infinita belleza;
junto al padre, fatal como un propósito,
ella tiene lo intacto de una Idea.
Nosotros cerraremos los ojos
en la hora de sangre,
nosotros cerraremos las manos
en el momento ineludible del choque,
nosotros cerraremos el corazón

60
en el agrio día de golpear,
pero después, firmes,
nuevos,
en el momento de justicia
con la Revolución asentada en los hombros,
tenso el músculo revolucionario,
entornado el párpado de la audacia,
la veremos de nuevo,
lím pidam ente bella,
como la idea revolucionaria.
M aría Luisa Nass,
do veces hija de rebelde,
una vez en la vida,
y otra en el claro anticipo de humanidad;
estás iluminando el rincón de los presos
y mañana,
en la hora de las horas,
será sol sin castigo de los malos hermanos
tu m irada de valiente misericordia.
13—Marzo—1930.
Castillo de Puerto Cabello.

CANTO DE LOS HIJOS EN MARCHA

]y|ADRE, si me matan,
que no venga el hombre de las sillas negras;
que no vengan todos a pasar la noche
rum iando pesares, m ientras tú me lloras;
que no esté la sala con los cuatro cirios
y yo en un urna, mirando hacia arriba;
que no estén las mesas llenas de remedios,
que no esté el pañuelo cubriéndome el rostro,
que no venga el mozo con la tarjetera,
ni cuelguen las flores de los candelabros
ni estén mis hermanas llorando en la sala,
ni estés tú sentada, con tu ropa nueva.
Madre, si me matan,
que no venga el hombre de las sillas negras.
Lléname la casa de hombres y m ujeres
que cuenten el último amor de su vida;
que ardan en la sala flores impetuosas,
que en dos grandes copas quemen melaleuca,
que toquen violines el sueño de Schumann;
los frascos rebosen de vino y perfumes;
que me m iren todos, que se digan todos
que tengo una cara de soldado muerto.
Lléname la casa
de flores regadas, como en una selva.
Déjame en tu cuarto, cerca de tu cama;
con mis cuatro hermanas, hagamos consejo;
tenme de la mano, tenme de los labios,
como aquella noche de mi padre muerto,
y al cabo, dormidos iremos quedando,
uno con su m uerte y otros con su sueño.
Madre, si me matan,
que no venga el coche para los entierros,
con sus dos caballos gordos y pesados,
como de levita, como del Gobierno.
62
Que si traen caballos, traigan dos potrillos
finos de cabeza, delgados de remos,
que vayan saltando con claros relinchos,
como si apostaran cuál llega primero.
Que parezca, madre,
que voy a salirme de la caja negra
y a saltar al lomo del m ejor caballo
y a volver al fuego.
Madre, si me matan,
que no venga el coche para los entierros.
Madre, si me matan,
y muero en los bosques o en m itad del llano,
pide a los soldados que te den tu muerto;
que los labradores y las labradoras
y tú y mis hermanas, derram ando flores,
hasta un pueblo manso se lleven mi cuerpo;
que con unos juncos hagan angarillas,
que pongan m astranto y hojas y cayenas
y que así me lleven hasta un cementerio
con cerca de alambres y enredaderas.
Y cuando pasen los años,
tráem e a mi pedazo, junto al padre muerto
y allí, que me pongan donde a ti te pongan,
en tu misma fosa y a tu lado izquierdo.
Madre, si me matan,
pide a los soldados que te den tu muerto.
Madre, si me matan, no me entierres todo,
de la herida abierta sácame una gota,
de la honda melena sácame una trenza;
cuando tengas frío, quémate en mi brasa,
cuando no respires, suelta mi torm enta.
Madre, si me matan, no me entierres todo.
Madre, si me matan,
ábreme la herida, ciérrame los ojos
y tráem e un pobre hombre de algún pobre pueblo
y esa pobre mano por la que me matan,
pónmela en la herida por la que me muero.
Llora en un pañuelo que no tenga encajes;
pónme tu pañuelo
bajo la cabeza, triste todavía
por la despedida del último sueño,
bajo la cabeza como casa sola,
densa de un perfum e de inquilino muerto.
Si vienen mujeres, díles, sin sollozos:
—Si hablara, qué lindas cosas te diría!
Abreme la herida, ciérrame los o jo s ...
Y una palabra: JUSTICIA
escriban sobre la tumba.
Y un domingo, con sol afuera,
vengan la Madre y las Hermanas
y sonrían a la hermosa tum ba
con nardos, violetas y helechos de agua
y hombres y m ujeres del pueblo cercano
que digan mi nombre como de su casa
y alcen a los cielos canto de victoria,
Madre, si me matan.
Mayo de 1929.
64
“B A E D E K E R 2,000” (1930)

JUAN BIMBA

JU A N Bimba
es el hombre del pueblo de Venezuela.
Se llam a Pedro Ruiz,
Juan Alvarez,
Natividad Rojas,
pero se llam a Juan Bimba.
Es buena persona;
puede m atar pero no roba nunca.
Su malicia no es mala,
nace del mal que le han hecho
y por eso Juan Bimba lo dice todo a medias,
les echa media m irada a las cosas,
se masca su tabaco y su verdad y traga.
Su bellaquería
le asoma a esa m irada que es todo él,
esa m irada candorosa,
con su punto de burla,
y su punto de susto
y su punto de bobería
65
y su punto de desolación
y su punto de amenaza.
Su alegría está reglamentada
como el tráfico ^ '
y cuando ríe de un todo
es con permiso del gobierno.
Tenía veinte caballos;
la Revolución le llevó diez;
para perseguirla, s
el Gobierno se llevó los otros diez;
y cuando no tuvo nada .
se lo llevaron a él.
Pelea por un hombre a quien no ha visto
tiene fiebre, (nunca;
hambre,
cansancio,
y no sabe llorar.
Cuando llega a Comisario
se quita el nombre de Ju an Bimba
y va tomando grados
hasta la honradez de General.
Va por las calles y los campos
en una tierra enferma de heroísmo,
viendo estatuas,
saludando con su media sonrisa
a los generales de bronce,
a los coroneles de mármol.
66
Tiene una vaga idea
de Independencia y Federación;
ama a Páez, sin saber por qué
—acaso subconciencia de afinidad—;
ama a Bolívar
con vago temor de no reconocerlo;
ama al extranjero;
no es fanático, —tanto le llega
de Dios como de la Federación—;
tiege m adera para pueblo grande,
sufre, en color de pueblo el cloasma del jefe.
Y en su honrada mano
la bandería es un vitÍligo.
Sin embargo, no odia más que al Jefe Civil.
Le hemos dicho que él es el dueño de esta tierra
y dice que no le hablen de política.
Se va acercando al libro y le acaricia el lomo,
como si tem iera espantar un caballo. „
Un día lo em bridará; ese día
lo saludarán las estatuas.
2,000: Juan Bimba y su primo Ju an Shonfeld
van al campo.
Ríen alto; en el fondo de su risa
van a buscar los hombres la llave de las tierras.
Vienen del gran rodeo; bajo sus largas sogas
ha caído el rebaño de caballos de bronce.

67
LA NOVIA DE JUAN BIMBA
\T O es válido que la quiera
como la quiere,
gracia, como la quería
cuando estaba como un trapo
y en la espina.
Cuando le andaba al costado
le daba a uno en el pecho
la impresión
de que la estaba esperando
para m eterla en el hueco.
Ahora no tiene gracia
que la quiera,
si está la novia en un punto
para gotear de la mata.
Se echa al cuerpo las cayenas
y los m astrantos del llano
y. el frailejón de la sierra
y las lefarias de Coro
y el drago de las Guayanas
y el m alabar de la costa.
Es rubia de pasto jecho
y morena de cacao
y lleva al cuadril el m ar
en la tinaja del golfo.
En la cabeza,
sobre el rodillo de nubes
lleva su cántaro azul.
No se vale que la quiera
hoy que le rinde las noches
con un parto rebosado
que se derram a del lecho.
Tiene en cada flor de poro
un alumbramiento.
Compañeros de la tierra,
donde haya sed en el mundo,
vengan hombres con sed,
que la novia de Ju an Bimba
tiene un río entre las manos.
Compañeros de la tierra,
donde haya ham bre en el mundo,
vengan los hombres con hambre,
que la novia de Ju an Bimba
tiene las manos de pan.
Compañeros de la tierra,
al que se le apague el fuego
tome el camino del sol.
Compañeros,
andando se va a la casa
de la novia de los pueblos.

CINE OBRERO
A rg u m en to s

J^A trituradora de piedras •


es la única estación de radio
que sólo habla en vascuence.
La trituradora de piedras
va asimilando peñascos;
los masca,
los digiere
y suelta por la boca
un lenguaje de aristas
viejo, como la tierra.
En lo alto del rascacielos
un obrero en sábado
pincha una nube
y la hace llover.
Ríe estrepitosamente.
Cada gota que cae
trae un pez de risa.
La línea férrea, en la noche,
se ha puesto de pie.
en los faros de la máquina
están Sirio y Aldebarán.
Todos saludan desde el tren
a la infinita aldea que llega, iluminada.
El cai’pintero
hace virutas para su m ujer,
que está para ocho meses
y en uno más dará una chica rubia.
El carpintero no sabe qué hará
con la tabla que queda después de la virutas.
Telares.
Se compran cielos con nubes
para hacer trajes de escuela.
Linotipo.
Un fonógrafo mudo
que se expresa por señas.
El linotipista ha soltado
sobre el gesto de las galeras
su largo viaje cotidiano.
Todo cae en la bobina
—carretera blanca—
y todo va al revés:
—el viaje se está quieto
y la carretera anda—
Al final,
el camino se parte en mil calles de pueblo.
Al minero de gruta
lo siem bran por la m añana
y lo cosechan por la tarde.
Lo exprim en
para sacarle el olor íntimo de la tierra
y dárselo a los niños que siem bran en los
Cuando el minero sale a flote, (campe
se echa a los ojos
un buen trago de sol rojo.
—¿Por qué serán los mineros
los más revolucionarios?
—Porque la tierra es una tum ba que anda
71
y ellos se hunden en ella
y suben con la íntim a justicia
que la tenían enterrada—
millones de guerreros enterrando la Revolución,
millones de mineros desenterrándola.
Los mineros se meten, van horadando siglos
sacan un m uerto viejo y el muerto viejo anda.
El minero se siembra
como una semilla,
se riega él mismo de sudor y sale
la Revolución florecida.
La chimenea de la gran fábrica
ha puesto esta tarde
la prim era piedra
para una nube monumental.
El sábado, la nube
se m eterá por la chimenea
y pasará el domingo ricam ente en la fábrica.
. El lunes
la harán salir los obreros, espantada.
Huelga.
En los grupos,
los obreros, fumando,
se gastan todo el humo de las chimeneas.
Herrería.
Un niño
se m etería en la boca
esos pedazos de hierro al rojo.
Son tan frescos!
Por un balcón de la Unión Obrera
se ha caído una voz de orador.
Rebota en el asfalto;
un niño
la recoge, .
la amansa,
la acaricia,
se la pone en la lengua
y la salva al oído de una m ujer que pasa.

CINE AGRARIO
A rg u m en to s

Y A los hijos del boyero


les cantan a los tractores
aquellos cantos de bueyes.
Ya los hijos del boyero
les ponen nombre a -las máquinas
y les gritan: — “Sim patía”,
jála, j á l a . . .
Maizales rubios,
trigos amarillos.
De noche la luz del día
la guardan en los maizales.
De día, al cielo estrellado
lo embotellan en los trigos.
Tabaco del Guácharo,
V uelta Abajo.
Van juntas
las dos nubecillas de tabaco
—blanco y azul—
por la acera del cielo,
escurridas,
miedosas de mojarse
cuando pasan al lado de las nubes de agua.
V uelta Abajo,
Guácharo:
niña blanca, niña azul,
niñas de tabaco,
que la nube de agua
viene vuelta arriba,
viene vuelta abajo,
que el azul se moja,
que se moja el blanco,
que les llueve y no les llueve,
que se mojan por arriba,
que se mojan por debajo.
V uelta abajo; Guácharo;
los fumadores se duermen
lo azul se llevó lo blanco.
El agua se fue mojada de tabaco.
Cafetal sobre la cumbre;
mesa puesta, la sabana.
74
Desayuno:
Tazón de café con nube.
Cañaveral.
Orquesta de flautas;
lo dulce de los corridos
se ha congelado en las flautas.
La estrella de la m añana
tiene los picos mellados
de espolear caballos de agua.
Campos arados.
Los surcos paralelos
saben que van a juntarse
en el m antel del almuerzo.
Siega.
Sobre las olas de pajas
la espuma de las canciones.
Escardillas. Juegos de agua.
Y en el m ar de los trigales
m arineros de esperanza.
M archan los carros de heno,
caudalosos, como ovejas;
encima,
el mozo tom a a la moza.
Todo el campo es almohada;
toda la tarde es el mozo
que toma a la segadora.
El mozo toma a la tarde
y el campo toma a la moza.
Todos los gritos del gozo
los colgaron de la alondra.
Racha.
También el golpe de viento
cogió cosecha esta tarde.
Se llevó las manos llenas
de pájaros de los árboles.
Transfusión. La viñadora
y su novio, se han pasado
la uva de boca a boca.
Nadie sabe de la avispa,
pero el viñador chupaba
del ayayay de las viñas.
Noche.
—Cuatro, maracas—
Los campesinos esperan
la hora de sem brar niños.
Nada se sabe del campo.
Pero,
cayó una estrella allá lejos
y m añana
el trigal tendrá otra espiga.
Se oye a las cosas quererse.
Se piensa
en que el surco y la semilla,
las aves, los campesinos,
las larvas, las combustiones,
todo se va a quejar pronto
en el gozo de los campos,
hasta que toda la tierra,
crujiendo, como una cama,
acabe, poniendo en blanco
los ojos de la mañana.

CINE PECUARIO
A rg u m en to s

J^A vaca va a pasos largos


cuando va buscando el agua.
Se bebe toda una nube
y le queda un consommé
de nube blanca en la ubre.
A la hora del ordeño,
las grandes ubres colmadas
llegan con el tiempo puesto.
Viejas vacas criollas,
flacas,
todas fueron disolviéndose
en la gran vaca holandesa.
No qüedan más que los ojos
de aquellas vacas en éstas.
De dos becerros, el macho
va delante de la vaca.
Todos van a pasos largos
cuando van buscando el agua.
Las yeguas criollas,
cuando sintieron encima
al semental inglés,
gozaron, como la mecanógrafa
que se casó con el banquero.
Al toro le llegó un soplo
de tigre.
Hay cabildeo.
De todo el llano convergen
los ganados.
Al centro ponen las hem bras
y los becerros.
Todo se mueve hacia el olor de tigre,
va el padrote adelante.
Los pararrayos de las astas
persiguen el relámpago de un jaguar.
En el mugido solidario
estalla un panoram a de justicia social.
Después,
un silencio de cosa juzgada
y la hum anidad del rebaño
rum ia el hondo sentido de su marcha.
No hay quien no haya visto pasar
a “Cola Blanca”
—Desde hace 200 años
el caballo fam iliar de las leyendas llaneras- i

Cruza los bancos por la noche.


Nadie lo enlazó nunca.
Despoja a los padrotes de sus yeguadas;
entra a un corral,
rompe las tranqueras
y se lleva los rebaños mansos.
“Cola Blanca”
es la Revolución en nombre de la llanura.
Hay quien lo ha visto
mascando la avena de las neblinas
o desgranando el maíz de la mañana.
Lo que puede jurarse
es que no irá a las norias
ni a los hipódromos.
Pero juró la niña de la casa
que “Cola Blanca” comía en su mano
—una mano en que cabe un grano de cebada-
Por la hebra de cabello
de la canción de la moza
va la sabana al ordeño.
Están los ganados gordos.
En el agua de las yerbas
ha encallado un viejo toro.
79
Llega un caballo al estanque.
Agua, nube, palma, estrella
van a pasear a caballo.
Ya está bien cerca la noche,
ya el cocuyo está allá arriba
encendiendo las estrellas.
La m añanita lechera
se fue hoy a los tejados
a ordeñar las chimeneas.
El llanero
sacude el haz de la soga
y lo retoña de pronto
sobre el seto de las astas.
El Toro
siente cerrársele el lazo
del horizonte.
Sobre la soga en tensión
todo el llano ganadero
hace equilibrios y canta.
El toro riega a la tierra
que goza, como una vaca.

CINE MARITIMO Y FLUVIAL


A rgu m en tos

O sabe el río lo bueno,


lo bueno del agua dulce.
El río que se camina
no se conoce hasta el mar.
P ara el hombre sin mirada
que está mirando en la proa,
la proa
es un barranco que anda.
El submarino baja.
El cielo
echa paladas de ola
sobre su tum ba
y escribe arriba
un largo nombre de espuma.
Va a subir el submarino.
Por el alto periscopio
se abre una vía de cielo.
Y la nave de los fondos
va naufragando hacia arriba.
Un naufragio.
Los náufragos calzaron sus salvavidas
armados de acumuladores
y emprendieron, cantando, el patinaje.
La náufraga rom ántica no puede con la pena
de haber pisado al pez de escamas color de
(aire.
El pico de la gaviota
surte de peces de lujo
el aquarium de la nube.
81
Y con sus nuevos hidroaviones
han inventado las nubes
gaviotas para tiburones.
La tristeza de este río
es lo sabio que se pone
de caminarse a sí mismo.
El m arinero de río
tiene el ojo más poblado.
El m arinero de m ar
no tiene costa en los ojos.
La inmensa motonave
trasplanta hombres para injertos de tierra
M ientras llega,
ensaya en ella especies oceánicas.
Uno del m ar glacial y una dé m ar caribe
suman ya el altam ar de las miradas.
Cada vez que se m ira les asoma
un hijo azul que casi desembarca.
La canción del m ar es honda.
En las canciones fluviales
hay vados.
Llegan cien submarinos.
Los delfines
se piden santo y seña para reconocerse.
Llegan chalupas de viento
a dos millas de la costa.
Cargan ladridos de perros.
Vara de turco, la quilla,
va vendiendo varas de agua.
En los zancos de los mástiles,
por entre piedras azules
va el cartel de las estrellas.
Hay un rencor de partidos;
que. trajo la confusión
de vanguardia y retaguardia
en ese modo de ir atrás la hélice
y adelante, el ancla.
El ferry boat cruza el río
con su tren al hombro.
Los engranajes del ferrocarril
castañetean de miedo.
A todo el tren le dan ganas
de alargar un vagón
y agarrarse a un muelle.
El ferry boat cruza el río
con su tren al hombro
y su conciencia de bañero.
El barco de cabotaje
tiene una sombra de mar
en el río de su viaje.
Hay hombres de viaje largo.
Se les conoce en el modo
de no ver, al dar la mano.
El m ar del año 2,000
aun tiene, barcos de vela
y redes y pescadores
y un pez que nunca se pesca.

CARACAS 2,000

AJARACAS: ciudad venezolana;


un millón de cabezas
veteadas de cruzamientos.
M ultitud irisada en cuatro resultantes
del récipe inmigratorio
sobre el criollo ajustado al punto de canela.
Turbas de atletas adolescentes.
Lentas barbas de vaho
bajo las bocas licenciadas de los prim eros sementales.
Prietas, blancas y ágiles m ujeres;
m áquina de amor internacional
con fuselaje criollo.
Largo pueblo, aromado de jabón y de escuela.
Una voz de frutero que acerca las montañas.
Casas llenándose de gritos de la calle,
como goletas con vías de agua.
Postigos m al cerrados, vaciándose de cantos.
El transeúnte cata la m istela de vientre
que le da una m ujer asomada a un perfume.
84
En la Plaza Bolívar
—sin barandas, sin mosaicos,
sin hombres a media ración—
árbol, estanque, velas de balandros,
juguetería,
y lobos, nurses, bancos,
niños
y
Bolívar.
En la Plaza, cercada de mármoles,
la Catedral, la Escuela,
la Casa de Comunicaciones,
la Casa de la Ley,
el Palacio del Pueblo, con sus altoparlantes
que dan la pulsación de la Casa Gremial.
En la plaza se cruzan las avenidas caudalosas,
con sus taludes de frontis sacudidos de ofertas.
Calles con columnatas
entre casas de pocos pisos,
calles sin rieles
con almacenes puestos sobre las manos
en la intriga del escaparate,
como el anteojo de las m ujeres miopes.
El gallardete de una M ensajería
anuncia la zarpada de los barcos del pueblo
que van a Oriente, al Zulia, al Orinoco, al Mundo,
sobre la m ar de todos,
ahora que la m ar es de la tierra.
La radio de los rotativos
suelta voces de los cuatro puntos del Universo.
—Llegan voces de Africa
y voces del Polo,
como grifos que dan agua fría o caliente—.
Del perím etro vienen los alaridos nuevos
que hacia los barrios de Antímano
y hacia los declives de Chacao
da la ciudad de veinte pisos.
Al Sur, el barrio obrero
tira al aire su gorra de jardines.
Los ómnibus sirven m ujeres cosechadas
en las nobles arboledas del Paraíso.
Al cruzarse dos aviones,
una alondra se salva en un hilo de vuelo.
Una pausa inaudita interviene en los rumbos
cuando pasa una anciana que da la mano a un viejo.
Sobre el cerro del Calvario,
el Botánico y el Zoológico;
los niños rodean al Panteón, bien lleno de pasado,
bien exonerado de actuación,
bien saludado de Porvenir.
Sobre el Observatorio, una tertulia de planetas
conversa en esperanto sideral.
El sacacorchos del tren eléctrico,
destapando al Avila por el túnel
brinda al valle el cham paña seco del Mar Caribe.
86
A la puerta de la Universidad
los niños juegan fre n te al monumento de febrero,
que es un grupo de mozos y mozas con boinas.
Frente a la Casa de los Gremios
se otorga a las m ujeres
el premio de Maternidad.
Ya es hora de paseo
y hemos de ir al Parque de los Mártires.

Este es el Parque amado de los niños.


De un lado, el auditorium,
del otro lado, el Museo de la Infancia.
Son dos circos gemelos
hechos sobre los circos de las viejas Rotundas.
Lo que fue Cárcel política
es aula de conferencia;
lo que fue ergástula
es laboratorio experim ental de venezolanos.
En el viejo patio de la Cárcel,
está el Parque de los M ártires;
el monumento
con su baranda hecha con grillos y cadenas
y con su estela de mármol
que tiene escritos los nombres de los patriotas
(muertos.
Un niño
se ha dormido sobre una de las cuatro pirámides
—hechas tam bién con hierros de to rtu ra—-
87
una golondrina
ha rozado el m etal mohoso de las barras
y el frío ha subrayado los síncopes del mármol.
Mil niños llenan el parque;
al cruzarse dos jóvenes,
dos pudores se salvan en mi hilo de miedo
y una pausa inaudita interviene en los rumbos
cuando llega una anciana que da la mano a un viejo.

Le rodean los niños.


Es un viejo que ya se va
y que tuvo veinte años para el año 18.
Dijo a todos los niños del P arque de los M ártires:
—Esta es mi novia;
nos casábamos el 28.
Ya estaba a punto de sem brarla y le ofrecí una carga
(de hijos,
era cogida en la sabana y cada vez que nos
(mirábamos
nuestros ojos se retardaban en un cálculo de cosecha.

Aquí me trajeron de noche,


aquí me cargaron de fierros
y m e colgaron de una viga hasta sacarme las
(palabras,
y al quedar en el suelo, m iré que arriba estaba
el terrón con que Dios hizo mi mundo,
mi pedazo de varón ahorcado.
88
La santa fibra del testículo
goteaba en mi cabeza de buey
que arrastra la labranza estéril de mi cuerpo.
No sé ni cuantos hijos me m ataron entonces.
La novia quedó así, cerrada como piedra.
Era tierra que daba diez hijos con buen riego.

Pero al que más lloramos fue al mayor de los


(hijos,
el que casi le tuve a flor de vientre.
Se hubiera llamado Ju an y habría sido carpintero.—
Fue un asombro universal
cuando avanzó un buen mozo de boina,
subió las gradas del Monumento
y en la estela que tiene la lista de los M ártires
escribió: —El Compañero Juan, Carpintero.
“G 1 R A L U N A ” (1954)

LIRAS TRENZADAS

L IB R O de amor le haría
que fuera alcoba de soñar con ella,
alcoba de hostería
con fama de querella,
colchón de nube y tragaluz de estrella.
Cuentos de “aquel” y “aquella”
contaría la voz del hostelero,
del mozo y la doncella
que allí, en noche de enero,
ella jugó de altar y él de altarero.

Romance de viajero
que trae capa, m ujer, amor en fuga
y alibajo el sombrero,
todo lo que conjuga
con el querer, cuando el querer madruga.
90
El cuento que subyuga
contara yo, m ientras su colcha fría
la ansiosa frente enjuga;
en liras hablaría
y ella lira con lira trenzaría.
Así el libro sería
G iraluna en alcoba de posada
y a la ventana iría,
toda giralunada
de amor y “ven” la voz de su mirada.

II

Libro de amor le hiciera


que fuera nave de viajarle el sueño
con lira marinera,
de la sonrisa al ceño,
del hondo gozo al llanto ribereño.
P atrón m argariteño,
cuidara yo del rumbo y del garete
para que, siempre isleño,
nunca hallara ni flete
ni luz ni puerto el corazón grumete.
Viajar, viajar, banquete
con vino de altam ar y pan de nube,
del casco al gallardete
silbo de amor que sube
llamando a la cigüeña y al querube.
Viaje como el que tuve
que hacer de m ar a mar, de claro en claro,
hasta que en ella estuve
como en lento disparo:
luna y girando, giraluz del faro.

Camino sin reparo


del mar, jerusalén con barcarola,
vivir al desamparo;
y al morir, enarbola
dos cruces el calvario de la ola.

III

Libro de amor soñaba


que fuera globo de llevarla en vuelo
donde el volar acaba,
m uere el hum ano celo
y empieza el ultraam or y el sobrecielo.

Celeste riachuelo
para izar en la orilla transparente
la flor de su pañuelo
y hacer de su corriente .
lo azul más puro del amor ausente.

Raudal de luz, afluente


del infinito m ar donde pasea
su góndola el creciente, ' .
donde Venus campea
y el cargado galeón del Sol fondea.
Sobrenadada aldea,
Venecia cenital, Lido de bruma, _
celestial azotea
donde el sueño es de espuma,
la voz azul y el caminar de pluma.

Amor que así resuma


la atracción sideral: flam a con flama,
el cuerpo que se suma
al cuerpo" que lo llama
y en torno al Sol el girasol que ama.

IV

Libro de viaje corto


que en un sorbo se am ara y se leyera,
pero entre ocaso y orto
sus hojas repitiera
como un regreso de la primavera.
Libro de amor que fuera
tordillo, de anca y silla hospitalario,
carro de dos, litera,
tranquilo dromedario,
lento viajar de hacienda a campanario.
Amor de gusto agrario,
fervor del verde y devoción .del trino,
más lejos el canario
que el turpial campesino,
más nuestra la vereda que el camino.

Muía de viaje andino,


tendido frailejón de suave mano,
llanada con molino
y en caballo aldeano
dos y dos, pasitrote y pasollano.

Amor de ciudadano
con ciudadana, como Dios lo quiere,
de Código y cristiano,
con El que la prospere
y Ella que cante que el amor no muere.

Libro de amor le hice


que no se quiso levantar del suelo,
que los hijos bendice
' y encuentra su modelo
más en lo que volé que en lo que vuelo.

Mitad a contrapelo,
m itad al buenam or de la corriente,
molino donde muelo
grano viejo y reciente,
y agua y m ujer que se miró en la fuente.
Libro en que está presente
la casa; el hijo y el dolor ajeno.
Libro, para el doliente,
de vino y agua lleno;
lo que el maestro Antonio llamó bueno.
Libro de bien, terreno
como un hombre de bien, de firm a honrada,
de platicar sereno,
pero bien tremolada
la fe en el sueño en la bandera izada.
Libro de amor: posada
para todo lo ham briento y sitibundo
y un letrero a la entrada
le dice al vagabundo:
—Aquí se fía en la bondad del mundo.

PARA CANTAR

j_JAY un punto en el camino


donde se empieza a querer;
el que no lo vio no supo
cuándo, cómo, dónde fue.
Hubo quien lo vio y cayó
y aun después de caer
hizo otra vez el camino
para caer otra vez.
05
No hay m anera de dejarlo
ni de salirlo a buscar;
es un punto en el camino
que tiene su caminar.
Nadie sabe las razones
de este empezarte a querer,
de este seguirte queriendo,
de este quererte después.
Que se devuelven los ojos,
que se devuelven los pies,
que se devuelven los sueños
adonde quiera que estés.

Yo tengo los pies enfermos


de un modo de caminar,
que se me devuelven solos
adonde quiera que estás.

Toda la noche fue poca


para los viajes que hacía
de tus ojos a tu boca.

Suspiro cuando te miro,


pero te me pongo al lado
y el fuego de tu costado
me va quemando el suspiro.

Siempre que te tengo lejos


me paso el día buscando
lo tuyo de los espejos.
GIRALUNA LEJANA

lo digas, no lo digas.
Ya sé que te estás muriendo
de esperarm e con los brazos
y abrazarm e con el viento.

Desde tu ausencia a la mía


ya tendió tu pensamiento
el hilo de coser ojos
y el río de viajar besos.
Amor pagado en amor,
pena pagada en silencio;
para esperarte de día
me pondré azul contra el sueño,
para esperarte de noche
soñaré que te amanezco,
para esperarte en la m uerte
m oriré de ojos abiertos,
para esperarte en el mundo
que hay detrás de los silencios
respiraré en el vacío
el aire de tu recuerdo.
Espérame en tu esperanza,
a un costado de tus sueños,
entre el filo de tus ojos
y la orilla de tus besos.
¡Ay, tú no sabes, no sabes
con qué m uerte te recuerdo!
el adiós que me gritaste
me sale, como los muertos.

SILENCIO

RUANDO tú te quedes muda,


cuando yo me quede ciego,
nos quedarán las manos
y el silencio.

Cuando tú te pongas vieja,


cuando yo me ponga viejo,
nos quedarán los labios
y el silencio.

Cuando tú te quedes m uerta,


cuando yo me quede muerto,
tendrán que enterrarnos juntos
y en silencio;
y cuando tú resucites,
cuando yo viva de nuevo,
nos volveremos a amar
en silencio.
Y cuando todo se acabe
por siempre en el universo,
será un silencio de amor
el silencio.
M AR CARIBE

QOM O para decirlo de rodillas: •


¡Qué bien está que en nuestro m ar me quieras!
¡qué bueno fue nacer en sus riberas!
¡qué bien sabrá m orir en sus orillas!
¡Qué llano azul para sem brarle quillas,
qiié historia de vigilias costaneras,
qué m ar de ayer, para inventar banderas
coloradas, azules y amarillas!
¡Qué bien está decir que el m ar es tuyo,
que el m ar es mío y que en el m ar te arrullo
con arrullo del m ar de nuestra infancia!
\,

si hasta llorar con él tiene su encanto;


la barca es suya, de su sal el llanto,
suyo el adiós y suya la distancia.

LA DULCE OLA

A Y efrén , canario y berebere , que


nos enseñó el vocablo adúcar.

J^A niña de mi pueblo marinero,


que esconde en caracolas sus canciones,
trata a las olas como a los limones
y al m ar que se las da, como al frutero.
Se entiende con el mar, pero prim ero
prueba las olas, cata los pezones
de espuma y dice: —tengo mis razones
para esperar la dulce; y yo la espero.
Digo a la niña de las caracolas
que lo amargo, en lo lindo de las olas,
está como el gusano en el adúcar.
Pero a la niña no le im porta nada,
porque tiene la lengua tan llorada
que confunde la sal con el azúcar.

ATLANTICO

'JpU voz, sobre esta m ar historiadora


mezcla el ensueño, el viaje y la novela
y al trocar el vapor en carabela
descubre, puebla, coloniza y llora.
Ni tú ni yo sabríamos ahora
si vamos al Amor o a la Isabela
ni si este sueño nos izó la vela
en Palos de Moguer o en la Aurora.
Sólo sabemos que al ju n tar los brazos
perdemos en el m ar de los sargazos
astrolabio, compás, rumbo y sentido.
y al fin, gaviero de la travesía,
el empinado sol del mediodía
le grita —¡tierra!— al corazón perdido.
PACIFICO

'J 'E acuerdas del tamaño de tu río?


Lo llam aban “el río”; y sin embargo
a su ancho, a su hondo y a su largo
tu barca de papel era un navio.

Esto es el sueño y lo demás, letargo,


esto es el agua y lo demás, rocío,
esto es ausencia, adiós, distancia y frío,
a lo ancho, a lo hondo y a lo amargo.

Pero vas al J a p ó n ... De la piragua


tu barca de papel echas al agua
y haces soplar la brisa de tu aliento
y al bogar por lo inmenso lo beatífico,
tu barca de papel para el Pacífico
no es más que tu suspiro para el viento.

MEDITERRANEO

J^TAFOLES, Capri, el golfo sorrentino,


la noche, nuestro amor y alguien que llora:
te digo que es sirena engañadora,
me respondes que es novia de marino.

Ya dirá la sirena de la Aurora:


—Chipre es de Grecia y este mar, latino,
101
por este azul se llega al Vellocino
y este es el m ar de amar, antes y ahora.

No falta una sirena al conticinio,


las de Argos, las de Ulises, las de Plinio,
las de Platón, las del Renacimiento;
y está la voz de la sirena boba,
la que hace tiempo que suspira y troya
por los que no tornaron a Sorrento.

ADRIATICO

ypSTE es el m ar que llama, entra y se entrega.


el m ar de nuestra noche veneciana,
el que te trae al pie de tu ventana
su agua latina con su espuma griega.

Si no vas a este mar, el m ar te llega


con miel de Atenas en la sal troyana;
tu m ar del Lido y del amor. M añana
verás que te conquista y te navega.
Ya casi no va el m ar a la laguna;
paloma, puente, gondolero y luna
son m uertes en el piélago obediente;
Ya el Dogo no se casa con el lago
ni pasa Byron, ni m urm ura Yago,
ni ruge Otelo, ni suspira el puente.
MAR MUERTO

J^ONDE falte botón o zurcidura,


lana de amor o algodón de olvido,
si a la malla del sueño un punto ido,
si a la almilla del alma una rotura.
Mi costurera de la azul costura,
mi tejedora del azul tejido,
la del remiendo al véspero aterido,
la del rebozo a la m añana oscura

vendrá. Ya acude al estupor marino,


en su aguja el dolor de donde vino
y en su dedal la angustia adonde viene,
con pena de este m ar hecho de penas
y resuelta a tejer en sus arenas
el encaje de m ar que el m ar no tiene.

GOLFO DE MEXICO

^O BRE el Golfo de México, Testigo,


del Viento Norte, el áspero oleaje:
te repartiste tu pasión del viaje:
dos noches con el miedo y dos conmigo.
Junto al Golfo de México, el paisaje
de Veracruz por el azul postigo,
nuestro querer de altura y cabotaje,
agua de espejo en donde encuentra amigo.
Lo'mismo aquí que en el azul sin playas,
como en la bajam ar, te me desmayas
como en la pleamar, te me rebosas
y sube a tus ojeras el zafiro
de este m ar del ciclón y del suspiro
que hicieron Dios y Juventino Rosas.

MAPA DE NUESTRO MAR

DEL silencio de ayer quedó entreabierta


la salida hacia el m ar que te he guardado,
donde duerm e en el golfo no encontrado
la península nunca descubierta.
Un m ar al pie de su am argura m uerta,
de faro, luna y sol desalumbrado;
agua de fuego en el acantilado,
sumergida pasión junto a tu puerta.
Viaje de ardida nave y playas solas,
singlatura de sed que así me pierdes,
racha de ti que así me desarbolas,
m ar de los m ares que mi casco m uerdes. ..
Un m ar para tu amor, un m ar sin olas,
un m ar que hicimos de silencios v erd es.. .
REGRESO AL MAR

^IE M PR E es el m ar donde m ejor se quiere,


fue siempre el m ar donde m ejor te quise;
al amor, como al mar, no hay quien lo alise
ni al mar, como al amor, quien lo modere.

No hay quien como la m ar familiarice


ni quien como la ola persevere,
ni el que más diga en lo que vive y muere
nos dice más de lo que el m ar nos dice.

Vamos de nuevo al m ar; quiero encontrarte


la hora más azul para besarte
y el lugar más allá para quererte,
donde el agua es al par agua y abismo,
en la alta rhar, en donde el aire mismo
se da un aire al amor y otro a la muerte.

SONETO A ROMULO GALLEGOS

J^OMULO: ya la P atria está muy lejos;


la escucho ya en canciones y relatos,
la busco ya en sus cartas y retratos,
la encuentro ya como al amor los viejos.

No digo aquella de los cien reflejos


en el machete de sus arrebatos,
105
si no la sin m aldad y sin zapatos,
de pie y de agua, como los espejos.
Ya nos queda nomás la que escribiste:
en tus libros su olor y su cadencia,
su azul remoto en tu camino triste,
su rumbo y su paisaje en tu conciencia. ..
lo demás es tu pálida Teotiste,
la m itad gloria y la m itad.ausencia.

CANTO A LOS HIJOS

Pórtico

'JpENGO dos hijos, tierra, tengo dos hijos, cielo;


el andar que buscaba para el último paso,
las alas que pedía para el último vuelo;
tengo mis dos pastores, igual que Garcilaso,
para im itar sus quejas cuando le entregue al viento
mis últimos carneros: las nubes del ocaso.

Seis años cuenta ahora mi charro turbulento,


ocho mi niño tácito, mi sabio taciturno;
aquél hice de chispa y éste de pensamiento.
De éste los pies reclam an descansado coturno,
de aquél la fantasía pide para su mano
a Berenice un bucle y un anillo a Saturno.
106
Son de parto cesáreo —no es parto cesariano;
cesáreo es de cortar y en la m atriz el corte—
con la etimología que da Plinio el Anciano.

Del Este al Mediodía y al Poniente y al Norte .


los dos son la girándula de amor que regalara
al Girasol orondo G iraluna consorte.

Nuestro amor m ira y mira, como si preguntara:


—Y antes de que ellos fueran ¿qué era lo que era
y qué, además de lágrimas, los ojos de mi cara?

¿con qué voz caminaba la obligación casera,


con qué pies se bajaba la escalera del sueño,
de qué mano venía la canción costurera?

¡Cómo logró el cariño su doble desempeño,


que al elogiar proclama: —¡Ya me alcanza de alto!
y al defender alega: —¡Pero si es tan pequeño!

M ientras mil hombres quieren disgregar el cobalto,


m atar con el uranio, deshacer con el torio,
yo entrego mis dos hijos al mundo en sobresalto

y digo que es infame y es vil y es proditorio


que en el jacal invente vidas el aldeano
y el sabio asesinatos en el laboratorio;

y digo al estadista miope y presbiteriano


que el que con sangre y m uerte llenó su presbiterio -
no merece ni un hijo que le bese la mano:
107
digo al Adicto rojo del nuevo Falansterio
que con la luz del día la libertad dialoga
y el bien está en ser libres del odio y del misterio;
y digo al pretoriano que se robó la toga
que a él y al apóstol que se robó la cena
les crece el mismo cuello para la misma soga;
y digo que mis hijos son un grito que ordena
en el nombre del Padre, de la Madre y del Hijo
respeto al alma propia sobre la carne ajena,
respeto al bien de todos en el pan y el cobijo,
respeto a la plegaria y al credo que la reza
y a la palabra atea y al labio que la dijo.
Mis hijos son el llanto de la Naturaleza,
mis hijos son el modo de protestar la aurora
por el sol traicionado de la vida que empieza.
Son los niños del mundo, todo el que ríe y llora
el derecho a la vida, la dignidad del sueño,
la bondad que anticipa su voz gobernadora;
mis hijos, paz del triste, grandeza del pequeño,
la fe que pide sitio, la voz que pide cancha,
la hum anidad que cuelga de sus manos sin m ancha
el alma innum erable de la lira sin dueño.

D e sperta r

Es el alba. Los niños despertarán. ¿Qué hicimos


los hombres con la noche, tan bella como el sueño?
108
Ayer nomás, el mundo
nos puso entre las manos la suerte de su sombra.
Nos entregó a los hombres
una noche tan dócil como un esclavo niño
y en la sombra sumisa
¿con qué luz alumbramos, con qué sueño escribimos?
Nos dio, para sembrarla,
la sombra de sus pobres, la noche de sus tristes,
su mano sin terrones, su boca sin cartillas,
nos dio su sombra hermosa, como una niña negra,
nos dio su noche bru ta como una tierra niña.
P ara enseñarle cantos,
para cantarle lumbres,
para alum brarle letras,
el mundo de los niños y los simples
nos dio la sombra en paz de sus cabezas.
Y nosotros, los dueños de la luz y del grito,
del lucero en la noche y el camino en la tierra
¿qué hicimos con el alma del ser oscurecido?
¿qué luz y qué palabra,
qué pan, qué tierra dimos
a la noche inocente del niño sin estrellas?

En los seres oscuros como aldeas de noche


y en el agua sin luces de sus postigos,
en la cabeza oscura de los tristes,
¿qué paz, qué amor, qué lam para encendimos?
¿qué casa con qué voz que abra la puerta
dejamos en la mano que nos tendió el camino?

109
En el pueblo, en el monte, calles negras,
rendijas y rendijas
por donde en vez de voces salen quejas,
por donde en vez de luz sale un ay amarillo
que va temblando, como luz de vela.

Es el alba. Los niños despertarán; ¡qué pena,


si nos vieran adentro nuestros hijos!
Sumisión, miedo y hambre,
estafa de la voz y estupro del suspiro.
Es el alba. Los niños despertarán, amigos:
¿quién besará sin manchas la frente de la aurora?
¿quién m irará de frente los ojos de los niños?

- R egreso al despertar

Buenos días, amigos,


mis pequeños amigos, mis m ejores amigos,
mi amistad con las fuerzas de lo puro,,
cantemos al postigo que nos tiende
la voz de la luz con que nos habla el mundo,
cantad lo m aternal que la m añana
pone en la leche de los desayunos,
saludad al que está en la cruz clavado
y al sol, al santo sol que nos libra del susto.

Bendigamos el agua del baño que os espera


y el pan que sazonamos con sal de mis sudores
y el libro de la Escuela.
Esta tarde, al regreso de la Escuela, hablaremos
110
de cómo puede el aire con la tierra,
de cómo puede el ham bre con los días,
de cómo puede el frío con la piedra,
de cuánto pesa una m ontaña de oro
y de cómo el dolor puede con ella,
de cuán pesada es la pobreza hum ana
y de cómo el amor la lleva a cuestas,
de cómo tiene el pescador del río
un pie en el río y otro pie en la estrella. .

Y daremos la clase que no se da en la Escuela.


Diremos, como amigos: —¡Conócete a ti mismo!—
a todos los que iremos encontrando.
La respuesta de todos nos la dará la vaca
que bebe en el espejo del pantano
y le pregunta al agua por qué razón del agua
esa vaca del agua se la queda mirando.
Esta tarde hablaremos de la patria
que echa a sus hijos niños y los conoce ancianos.

Clase

Aquí estamos el hombre, la m ujer y los niños


para dar una clase de distancia y presencia,
con un recuerdo que haga llegar el horizonte
hasta las manos, por un m ar de alberca,
con mía voz de pálido regreso
que se traiga la playa entre las velas,
con un amor de golfo madrugado
111
que en el playero caracol se tuerza
con un dar y tom ar de niño y patria
sobre una ola azul que vaya y vuelva
y un sureste que traiga entre las manos
el nelumbo de adiós de mis riberas
y una nube de allá como una hamaca
de relevada carga en que se mezan
el canto de mis hijos, cuando vaya,
y el olor de la patria, cuando vuelva.

Ayer la geografía era presente y viva,


ayer sólo la historia era pretérita.
Hoy, ya, para nosotros, geografía es historia,
un recuerdo de un niño que escribía en la arena,
algo de cuna y río, de golfo y cementerio,
una gota de agua sobre una hoja seca,
una balandra que soñó un^gran viaje
y envejeció lavándose las velas.

Los cuatro que aquí estamos


nacimos en la misma tierra,
la del pueblo elegido
para llenar de tum bas y de patrias a América,
la de adelante en viajes a Ju d á o a la Cólquida,
de una vez argonauta y cananea.

Canaán, y sus hijos Israel, escogidos


para andar repartiendo libertad a las tierras:
con las uñas cavaron, con la sangre regaron
los huesos de su siem bra
y al fin, de patria a patria
112
se pasaban la fru ta que le faltaba a ella.
Los cuatro que aquí estamos
nacimos en la pura tierra de Venezuela,
la del signo del Exodo, la m adre de Bolívar
y de Sucre y de Bello y de U rdaneta '
y de Gual y de Vargas y del millón de grandes,
más poblada en la gloria que en la tierra,
la que algo tiene y nadie sabe dónde,
si en la leche, en la sangre o la placenta,
que el hijo vil se le eterniza adentro
y el hijo grande se le m uere afuera.
Se van a libertar, por tierra y agua,
a pelear con las armas y las letras
y alguna vez embarcan las g irad as
hacia el rincón del m ar donde está Ella,
más difícil que un pozo en el desierto,
más bella que un amor en primavera.
Y todo comenzó en Coquivacoa,
el signo de sus hijos y el de Ella:
le encontraron las casas metidas entre el agua
y de allí le quedaron los viajes en las venas.

Pero aquí estamos cerca de los hijos,


para darles la P atria como es buena,
para darles la P atria sin dolor de palabra,
como se dan las patrias, sin m ojar sus ojeras,
como se dan los ojos, sin cortarles el día,
como se da la noche, sin cortarle la estrella,
como se da la tierra, sin cortarle los árboles,
como se dan los árboles, sin cortarles la tierra
Y hablar así, a los hijos, de la P atria lejana,
en una clase clara, con la ventana abierta:
Los cuatro que aquí estamos
nacimos en la pura tierra de Venezuela;
amamos a Bolívar como a la vida misma
y al Pueblo de Bolívar más que a la vida entera
y a Venezuela, inalcanzable y pura,
sabemos-ir por el “bendita seas”.

Juego de Caballería

Vengan el primogénito y el segundón, varones


que ayer corrido hubieran con tan distinta suerte
al grande, el mayorazgo con sus vinculaciones,
al pequeño, la Iglesia, el mar, la muerte.
Vengan hoy de mis manos
a recibir la herencia y la divisa
que han de hacerlos iguales, más que hermanos,
que han de gozar en forma perpetua e indivisa.

Al bien que les deseo


se reducen los bienes todos de la heredad:
lo que apenas"tenía, lo que ya no poseo:
Salud y Libertad.
Menguado, en apariencia,
tal deseo de bien por toda herencia;
pero dejo en sus manos mi divisa
que es la m itad de esto con la m itad de aquello:
114
P ara vivir sin pausa, para m orir sin prisa,
vivir es desvivirse por lo justo y lo bello.

Cuento de Salud y L ibertad

Salud y Libertad, bienes hermanos


pero de im par dimanación y goce;
la salud es de Dios y buen gobierno,
la libertad, más fuerte que los hombres;
la salud, a la larga, se hace corta
y a lo libre no hay filo que lo corte.
Escuchad este cuento que os inventé hace años,
el del Castillo de los Ruiseñores;
oidlo con el metro de los Himnos,
cantadlo con la voz de las canciones:
Este era un Rey; tenía
un Castillo con torres y torres
y una hija más bella que el campo
cuando encienden la luz de las flores.
Y poblaban estancias y patios
y claustros y torres,
ruiseñores en jaulas de oro,
ruiseñores en jaulas de bronce,
y por eso al Castillo llamaban
el Castillo ‘de los ruiseñores.
Pero un día murió la doncella
y el señor, del Castillo encerróse
para siempre en el frío aposento
de la más invernal de las torres.
Y por ser más igual con la M uerte
y poner el silencio a sus órdenes,
ordenó que en sus jaulas doradas
cortaran las lenguas de los ruiseñores.
Y así fue que al llegar al Castillo
sacudía de espanto a los hombres
la visión de los pájaros mudos
sobre el ancho rum or de los bosques.
Y los días pasaban; los días,
mudos, como noches,
¡cuando, un día, estalló con el alba,
la sorpresa de un canto en las torres!
En tropel recorrieron las jaulas
los callados guardianes del orden
para ver quién rompía el silencio
y arrancar con la lengua las- voces.
Pero en vano buscaron prenderle,
porque huía de todos los hombres,
porque aquel era el pájaro libre,
conspirador del cielo,
agitador de sus alas veloces,
un fugaz ruiseñor de los campos
con canto de flecha mojada en los bosques
y a su grito, la voz de los libres
entró en el Castillo de los Ruiseñores.

Confesión

Más vale que os confiese de la m ejor m anera


_ lo que, quién sabe cómo, va a contaros cualquiera;
116
sabed jque soy poeta, hijos míos, un hombre
que nom bra y que camina, sin camino y sin nombre.
Yo soy lo que ha dejado el pirata en la playa,
nada en el horizonte, un punto en una raya:
yo soy lo que ha quedado del saqueo en la vida: ■
la puerta de la casa de la llave perdida.
Soy la hoja quemada que el incendio nos deja
y en la prim era brisa danza un poco y se aleja;
soy la am argura anónima de las almas sin dueño
que vivieron de un canto, de un dolor y de un sueño.
Soy el amo del humo que se queda en la casa
diciendo adiós al fuego del batallón que pasa.
Soy el poeta, hijos, casi nada en la vida,
lo que abrasa en la sed, lo que duele en la herida,
lo que quiere elevarse después de la matanza,
lo que m uere en la guerra y expira en los despojos
y un poco de esa gota que tiem bla en vuestros ojos.

Los hijos infinitos

Cuando se tiene un hijo,


se tiene al hijo de la casa y al de la calle entera,
se tiene al que cabalga en el cuadril de la mendiga
y al del coche que em puja la institutriz inglesa
y al niño gringo que carga la criolla
y al niño blanco que carga la negra
y al niño indio que carga la india
y al niño negro que carga la tierra.
117
Cuando se tiene un hijo, se tienen tantos niños
que la calle se llena
y la plaza y el puente
y el mercado y la iglesia
y es nuestro cualquier niño cuando cruza la calle
y el coche lo atropella
y cuando se asoma al balcón
y cuando se arrim a a la alberca;
y cuando un niño grita, no sabemos
si lo nuestro es el grito o es el niño,
y si le sangran y se queja,
por el momento no sabríamos
si el ay es suyo o si la sangre es nuestra.

Cuando se tiene un hijo, es nuestro el niño


que acompaña a la ciega
y las Meninas y la misma enana
y el Príncipe de Francia y su Princesa
y el que tiene San Antonio en los brazos
y el que tiene la Coromoto en las piernas.
Cuando se tiene un hijo, toda risa nos cala,
todo llanto nos crispa, venga de donde venga.
Cuando se tiene un hijo, se tiene el mundo adentro
y el corazón afuera.

Y cuando se tienen dos hijos


se tienen todos los hijos de la tierra,
los millones de hijos con que las tierras lloran,
con que las m adres ríen, con que los mundos sueñan,
los que Paul Fort quería con las manos unidas

118
para que el mundo fuera la canción de una rueda,
los que el Hombre de Estado, que tiene un lindo niño,
quiere con Dios adentro y las tripas, afuera, 1
los que escaparon de Herodes para caer en Hiroshima
entreabiertos los ojos, como los niños de la guerra,
porque basta para que salga toda la luz de un niño
una rendija china o una m irada japonesa.
Cuando se tienen dos hijos
se tiene todo el miedo del planeta
todo el miedo a los hombres luminosos
que quieren asesinar la luz y arriar las velas
y ensangrentar las pelotas de goma
y zam bullir en llanto los ferrocarriles de cuerda.
Cuando se tienen dos hijos
se tiene la alegría y el ay del mundo en dos cabezas,
toda la angustia y toda la esperanza,
la luz y el llanto, a ver cuál es el que nos llega,
si el modo de llorar del universo
o el modo de alum brar de las estrellas.

Coloquio bajo la Acacia

Y cuando se tienen todos los hijos de la tierra


se tiene un hijo, un solo hijo, la plenitud del hijo,
se tiene un hijo en dos o en mil o en uno
y se dice “hijos míos” o “hijo mío”,
Hijo, en función de toda la soledad del mundo,
Niño a la vez y humanidad del Niño;
mi niño en dos, mi niño solitario
119
como la m uchedumbre de los hijos,
la hum anidad de hoy, en una cesta
y en la m itad del Nilo.
Hijo mío, que eres
mis dos hijos, a un tiempo con el hijo infinito,
igual qué en el encaje del Misterio
el Hijo es uno con el Santo Espíritu
y en Ellos y en El están enteros
los irredentos y los redimidos.
En tus dos corazones, como si fueran uno,
de este modo te amo, hijo mío, hijos míos,
inseparables e innumerables,
uno en los dos y en ellos el Universo niño.
Y amo a la tierra y quiero una tierra inocente
para que la vivan mis hijos;
quiero un mundo en los brazos de una siesta de paz,
para que lo arrullen mis hijos,
un m ar estremecido de amantes travesías,
para que lo surquen mis hijos,
un bosque acribillado de veredas de amor,
para que se internen mis hijos,
una m ontaña alta, como una idea pura,
para que piensen mis hijos,
el aire puro y pura la palabra del agua,
para que canten mis hijos,
la hum anidad y la naturaleza
puras, como mis hijos.
Hijo mío, te quiero
como quisiera al mundo en que he sufrido:
120
bajo el sol de la paz y la justicia x
el hombre del amor y del principio;
un planeta que cuelgue como fruta del cielo .
y se lleve como el Niño Jesús lo lleva, tan tranquilo,
porque sabe que en ese que él sostiene en su mano,
el blanco quiere al negro y ama al chino.
Sobre un planeta justo, un hombre justiciero,
sobre un seno, un pezón de leche y de cariño,,
todo un planeta y más, casi una estrella,
y un hombre, todo un hombre, casi un niño.
Así te amo, en esa forma os amo,
hijo mío, hijos míos,
pero no sé si estará bien que venga
poniendo condiciones al destino;
yo os quiero como sois; quizás más tarde os quiera
como queráis vosotros mismos;
por hoy, es suficiente con teneros al lado,
porque si no os tuviera al lado mío,
ya no sería más que una voz en la calle,
pregón de adiós de un vendedor de olvidos.

\ ' :. - ;
Coloquio bajo la Palm a

Lo que hay que ser es mejor


y no decir que es bueno
ni que es malo,
lo que hay que hacer es amar
lo libre en el ser humano,
lo que hay que hacer es saber,
121
alum brarse ojos y manos
y corazón y cabeza
y después, ir alumbrando.
Lo que hay que hacer es dar más
sin decir lo que se ha dado,
lo que hay que dar es un modo
de no tener demasiado .
y un modo de que otros tengan
su modo de tener algo,
trabajo es lo que hay que dar
y su valor al trabajo
y al que trabaja en la fábrica
y al que trabaja en el campo,
y al que trab aja en la mina
y al que trabaja en el barco,
lo que hay que darles es todo,
luz y sangre, voz y manos,
y la paz y la alegría
que han de tener aquí abajo,
que para las de allá arriba,
no hay por qué apurarse tanto,
si ha de ser disposición
de Dios para el hombre honrado
darle tierra al darlo a luz,
darle luz al enterrarlo.

Por eso quiero, hijo mío,


que te des a tus hermanos,
que para su bien pelees
y nunca te estés aislando;
bruto y amado del mundo
te prefiero a solo y sabio.
A Dios que me dé tormentos,
a Dios que me dé quebrantos,
pero que no me dé un hijo
de corazón solitario.

Invitación

Te quiero viajero largo,


de profundo navegar,
viajero de todo el campo,
viajero de todo el mar,
que no te alcancen las olas
para tu sed de viajar.

Coloquio bajo el Laurel

Quiero que me cultives, hijo mío


en tu modo de estar con el Recuerdo,
no para recordar lo que yo hice,
sino para ir haciendo.
Que las cosas que hagas lleven todas
tu estampa, tu m anera y tu momento.
Y cultiva mi amor con tu conducta
y riega mi laurel con tus ejemplos.
Viviendo estás los años más sucios de la Historia,
pero si sobrevives, será tu tiempo el tiempo
123
de la bondad triunfante, de la justicia erguida,
donde la voz alcance la libertad del sueño;
para entonces, quisiera que fueras bueno y grande,
que tu conciencia fuera, no de un hombre, de un
(pueblo,
pero que tu grandeza fuera la cosa tuya
y tu bondad la cosa tuya y de mi recuerdo.
Tú er^s el hombre, hijo, de la hora esperada,
pero, si has de creerme, la bondad es lo cierto,
y para poseerla, precisa ser valiente;
la bondad es lo dulce del valor y el respeto.
Si alguien te pide tu sabiduría,
dásela, aunque se niegue a creer en tu credo;
si alguien te pide un pedazo de pan,
dáselo y no preguntes bajo qué tienda va a comerlo;
si alguien te pide tu amistad,
dásela, aunque no piense como tu pensamiento:
si alguien te pide agua,
dásela y no preguntes si va a regar su huerto,
si va a calmar su sed, si va a lavar sus manos,
si va a ponerla en tierra para hacer un espejo.
P ara el bueno, la idea tiene el ancho del mundo
y un pan es del tamaño del ham bre del hambriento.
Como si fueras de cristal,
realízate por dentro.
como si ún mundo de m iradas te estuviera mirando,
como si el pueblo tuyo te tuviera de espejo
para que se peinaran sus hijos
la conciencia m irándote el corazón entero.
¡Ay, la P atria y sus niños! m ientras hablo, hijo mío,
124
quiero besar a un niño de mi pueblo,
con el sol de m i tierra entre sus ojos
y el amor de mi m adre entre mi beso.

La Verdad, sólo Ella en tu conducta,


tan sólo la Verdad en tu cerebro,
pero que al corazón le quede algo
de.las dulces m entiras que te enseño:
que en el profundo bosque son verdades
las fábulas del tigre y el conejo;
que el mundo tiene un pájaro que habla,
un agua de oro, el canto de un madero
y un corazón que marcha, sin m irar hacia atrás,
hasta llegar a ellos;
que ha de volver, sobre el caballo flaco,
con Sancho al lado, el hondo caballero;
que el día es del trabajo y del amor la noche,
que no hay casa sin pan, que el hombre es bueno,
que el pez navega por lo azul del agua
y el ave vuela por amor al viento.

Coloquio bajo el Olivo

Por mí, la flor en las bardas


y la rosa de Martí,
por m í el combate en la altura
y en la palabra civil;
para mí no hay negro esclavo,
para mí no hay indio vil,
por mí no hay perro judío
125
ni hay español gachupín,
el bravo ataca el sistema
el Cid abre herida nueva,
no pega en la cicatriz
y es pura la niña mora
como las hijas del Cid.
Por mí, ni un odio, hijo mío,
ni un solo rencor por mí,
no derram ar ni la sangre
que cabe en un colibrí,
ni andar cobrándole al hijo
la cuenta del padre ruin
y no olvidar que las hijas
del que me hiciera sufrir
para ti han de ser sagradas
como las hijas del Cid.

Coloquio bajo el Ciprés

Y ahora, en el crepúsculo, es la hora


de m irarnos las caras
con poco hablar y con decirlo todo,
seis ojos y^tres ánimas, .
la confluencia de todo en el silencio,
mi ser que se convoca, como el agua en el agua,
en un solo m irar mi turno entero,
mi vida entre mis tardes y tus albas,
porque es bueno pensar que cualquier día,
quizá m uy pronto, sea para el ciprés mi alma
126
y en una tarde de las tardes mías
-o en un am anecer de tus mañanas,
te apartes una gota de otra gota
para que entre en tus ojos mi últim a mirada.
Por eso, en este ocaso, ya es la hora
de entregarte mi lámpara,
ya nos llegó el momento
de que tu mano encienda la luz que se me apaga.
Mi luz, mi pobre luz a ti confío,
farol en tu pasillo, veladora en tu cama;
no digas que es linterna para encontrar a un Hombre
sino luz de sereno que ayude a los que pasan.
En las noches sin luna, cuélgala en el camino,
en la tem pestad ponía en la playa,
haz de mi luz un hecho que ilumine tu mano
y de tu mano un hecho de tierra iluminada.
Y así como te doy el cuido de mi luz
y así como te pido cultivarla,
como te doy mi luz, te doy mi sombra,
sólo para tu- amor y tu esperanza;
tam bién la sombra puede cultivarse
si se le da la vecindad del alma;
como se siem bra un árbol en la tierra
puede sem brarse un sueño en la almohada.
Si hasta mi misma luz llega a faltarte,
mi sombra estará siempre detrás de tus pisadas.
Más que mi luz, tuya
mi sombra acostada,
no hay quien te la quite,
127
sombra no se apaga,
tuya para siempre;
hijo de mi alma,
la sombra es lo único
que no arrastra el agua.

Se va n el Canto y el Sueño

Canté a los dos como si fueran uno.


Ya están durmiendo; en el ciprés mitigo
la lum bre del lucero inoportuno;
ya el Canto ni lo canto ni lo digo,
y apenas flota sobre los durmientes,
la flor con ellos, lá raíz conmigo;
ya el Canto es globo en las dormidas frentes
se vuelve azul, de celestial beleño,
chupándose los sueños transparentes;
ya se va el Canto y con el Canto el Sueño, -
ya sube a la región m aravillosa
del mago de la alfombra y Clavileño;
m añana es el entierro de la rosa,
pero esta noche llorarán por ella
en el velorio de la mariposa.

Ya se fue el Canto; ya es mi voz aquella


punta de luz que se me desvanece,
como si se fugara de la estrella.
128
La m adre canta; en la canción se mece
la ram a seca de lo que agoniza
con el retoño de lo que amanece;
ellos y yo, su brasa en mi ceniza,
canción de m adre que ennoblece el Canto,
sueño de niño, que lo canoniza.
Y así los cuatro en el coloquio santo
con la esperanza sobre la almohada,
detrás del sueño y más allá del llanto,
y allá, por fin, la hum anidad lograda
detrás del bosque de sus crucifijos,
recibiendo en el ham bre y la mirada
la luz y el pan que le darán mis hijos.

Cuernavaca, México, octubre de 1954.

A UN AÑO DE TU LUZ

un año de tu luz, e iluminado


hasta el final de su latir, por ella,
desanda el viaje el corazón cansado.
De tu voz, de tu mano y de tu huella
retorna a la niñez, donde palpita
sangres de luz tu corazón de estrella.
Vamos los dos a la esperada cita
y parece saltar de mi costado,
santa y clara, tu voz de agua bendita.
Y así al solar de la niñez llegado,
mi corazón, devuelto de tu m uerte,
a un año de tu luz, e iluminado.

Luna de Cumaná, para encenderte


la lám para de arrullo que me duerma
y el postigo de voz que me despierte.

Luna en el pan de la colina yerma,


en el río, en el golfo, en "la sabana,
pavón lunar de mariposa enferma;

y luna en el cocal, junto a Chiclaya,


donde el recuerdo azul de tus amores
se echa a dormir, como una caravana;

luna para los mapas de colores


que teje la nocturna confidencia
rumbo a la calle de Flor de las Flores

y luna que en tus uvas se aquerencia


para la miel de aquellas de tu parra
y el limón de las doce de tu ausencia.

Ancha la casa que el poema narra:


blancas mujeres, de azabache el pelo,
hechas al par de hormiga y de cigarra;

buenas para el bautizo y para el duelo,


parejas en el ham bre o en la medra, ’
del sueño canto y del dolor pañuelo.
Galaica flor en castellana piedra:
vaciada al acueducto segoviano
la ría de candor de Pontevedra.

Así te halló el Esposo y Hortelano,


Doctor para saber cómo se tienta
el pulso al corazón desde la mano.

Así el hogar, Señora y Cenicienta,


nodriza y enferm era en el manejo
y en el combate al sol, lugartenienta.

Así la lucha y la prisión, espejo


de aquella tierra de recluta y canto,
panal del niño y retam al del viejo.

Y tu niño en la flor del camposanto


y el Esposo en el sol de los caminos
y el exilio y el m ar: cosas del llanto.

La isla de los lobos peregrinos,


de níspero el sabor, de perla el flanco,
de sal, de sol, de piedra los marinos.

Copia de espuma y ola en el barranco,


de noche y playa, Médico y Cochero,
el coche negro y el caballo blanco.

Y la Virgen del Valle y del vallero,


perla para los buzos hacia arriba,
m adre del m ar y de su marinero.
La Isla, como tú, del m ar cautiva,
con eso de la sed y de la vela,
siempre llegando y siem pre fugitiva.

D orm ir allí, bajo tu cantinela,


soñar domingos de color de playa
en la semana de color de escuela.

D orm ir allí, pescando en la atarraya


de tu labor de estam bre y mecedora,
m i sueño, entre las dunas de tu saya.

¡Ay, las herm anas de durazno y mora!


¡Ay, mi hermano de amor y de centella!
¡Ay, mi Padre de luz y tú de aurora!

Ay, el claro querer sin la querella!


Tu pan, tu sol, tus ojos, para el día;
para la noche, kerosén y estrella.

P ara la noche de ponerte fría,


cuando oíste subir de tus hinojos
el llanto de mi verso que nacía.

Yo en tus rodillas, en la calle abrojos,


en la acera los dos, y una saeta
mi prim er verso fue para tus ojos.

Me alzaste en brazos; trém ula y coqueta,


fuiste y volviste de la risa al lloro
y empezaste a gritar: —¡Tengo un poeta!

132
Tú quisiste decir: —Tengo un tesoro,
tengo un ovillo de torzal de plata
y una cocina de fogón de oro. . .

Así la Isla: calles de piñata,


amor de la m uñeca y la gaviota,
cartas de sol con luna de postdata.

H asta el día en que el mar, gota por gota,


cayó desde las nubes de tu llanto
hasta los pies de tu muñeca rota;

y otro pedazo tuyo al camposanto:


niña del mar, que te prestó la tierra; ■
tanto te daba y te quitaba tánto.

Y al m ar de nuevo, la balandra en guerra,


y el cabo al tajam ar y el salto al valle
del pequeño calvario y la alta sierra.

La ciudad linda, de guirnalda al talle,


el bronce amado y el verdugo triste
y el silencio del hombre de la calle.

De allí acá, lo que amaste y lo que diste,


pobreza alegre, dignidad del trino,
lo que rinde el canario en el alpiste.

La vida cara y el caudal mezquino,


pero eran molinero y molinera
conformes al moler de su molino.

133
P an blanco, traje limpio y clase entera,
nosotros, el jardín, y al riego diario,
mi P adre el agua y tú la jardinera.

El sudor de mi p ad re. . . y del armario


sacabas y tem plabas en tu seno
sus ropas de dormir, de escapulario.

Ignoraste el rencor y el veneno,


tu pañuelo jamás midió el camino
que había entre tu amor y el llanto ajeno.

Eras cuidar el vaso y dar el vino,


como el remanso, cuando da el lucero,
pero se queda con lo cristalino.
j '

De ti la plenitud al mundo entero,


al mundo gris, que te pasaba al lado,
fiel cobrador y amargo cobradero.

Y así hasta el fin. El hijo que ha marchado


llevando de tu voz, en el oído
algo que no ha dormido y ha llorado.

La vuelta del am ante malherido


y el trance de tu angustia a su regreso,
buscándole el regreso del olvido.

¡Y esa noche sin Dios que trajo eso!


mi P adre m uerto, yo a su cabecera
y tú a sus pies, am ortajándo el beso.
Siguió tu oficio de sepulturera:
m uerto el hermoso hijo en mala m uerte
y sembrando algodón tu cabellera.

Presos los hombres de la casa; fuerte


se te hizo el corazón, y asombrada
se asomaba tu angustia para verte.

Una tarde te vi, por la enrejada


ventana del penal, de nieve el pelo,
sin un tem blor la cruz de la mirada.

SI páramo, un lugar vecino al cielo


y una alcabala allí, donde el espía
desmoronó tu pan de bizcochuelo.

Y tus manos de b ruja artesanía


. en el punto cabal de la chaqueta
y en escarpines de juguetería.

(Por eso, tejedora en el Poeta,


en la dantesca red de los tercetos
engarzo a ti lazada y cadeneta).

Y el regreso a los hijos y los nietos,


feliz de tus estancias favoritas
y enredada la lengua de alfabetos;

y la puntualidad de tus visitas


a misa de San Juan, por la mañana,
o a la capilla de las hermanitas.
Morir, m o rir. . . La insustituible herm ana
al reino de la nube y de la flecha,
luna descalza, huyó por la ventana.

No fue más que otra deuda satisfecha


en el trueque de savias y de flores
que había entre la tum ba y tu cosecha.

Tu casa de San Luis de los Dolores


alzó al lacrim atorio de los pinos
la conciencia de ángel de las flores.

Y tú a sus pies; el odio en los caminos


y tú, ofreciendo en el cruzar del fuego
aire de amor a todos los molinos.

Era m olerte el alma; el mundo ciego


luchando, y tú, en el centro de la guerra,
sin queja, sin rencor y sin sosiego.

Y al último dolor, tu vida cierra


balance de los hombres de tu entraña:
bajo la tierra, dos, y uno sin tierra,

Al m ar de nuevo, a darm e en tierra extraña


la valiente m irada que quería
luchar contra la gota en la pestaña.

Después, aquellos hombres de alma fría;


el inhóspito hospitalario;
tu mano tejedora que tejía,

136
como estaciones de su itinerario,
sobre la tela del cercano cielo,
el encaje final de tu rosario.

Y el regreso al hogar, el negro vuelo:


con las dos alas el avión cortaba
varas de noche para nuestro duelo.

Aldebarán, que nos acompañaba,


las Pléyades y el m ar que las refleja
m iraron una urna que volaba.

Al final del estam bre en tu madeja


se cuajó en tu m irada nebulosa
la últim a uva de la noche vieja.
| •
Así fue. Y al morir la Dolorosa,
un ave negra le llevó al lucero
en el pico ladrón la mariposa.

Fue en un día tres veces agorero;


ese día de un mes, nos ha quedado
como el m ejor para decir “Me m uero”.

Así fue, madre, el fin de tu bordado.


De tus hijas y nietas el gemido
puso a tem blar el pino abandonado.

■ En hombros te llevaba el pueblo herido,


la m últiple cabeza descubierta,
y al pasar por San Luis, tu viejo nido,
el mundo de tu amor salió a la puerta
y el silencio de un hijo que lloraba
metió el pinar en tu cajón de muerta.

Aquí, conmigo estás; yo, que soñaba


viajar contigo, tengo en tu retrato
esa sonrisa que te iluminaba.

Y allá estarás, en el taller beato,


para vestir de blancos faldellines
a mi angelito negro y al mulato,

para llenar de azules escarpines,


tejidos con celajes y destellos,
la canastilla de los serafines. .

Estamos con los hijos y hasta ellos


vemos caer la luz de tu mirada, '
peinando con tu nombre sus cabellos.

Tenemos tu sonrisa iluminada;


la voz de tu trisagio y de tu misa
le grita a mi dolor: — ¡No ha m uerto náda!

Con bosque y mar, con huracán y brisa,


con esa misma m uerte que te encierra,
de la gracia inm ortal de tu sonrisa
llenos están los cielos y la tierra.

México, octubre de 1950.

138
INDICE

Pág.
“T ierras que m e oyeron ” (1921)
El P o em a del A p u re ...................................................... 7
D esp ed ida del b u en b u rg u és .................................... 13
El reg reso a la m a d re ................................................. 14

“P oda” (1923-1928)
C anto a E sp añ a ................................................................ 16
Los ojos de la V irre in a ................................................. 26
E l río de las siete estre lla s ................................ \___ 28

“Barco de P ied ra ” (1928-1932)


El ág u ila y el b a g re ..................................................... 49
E l gato n eg ro ............................................... ..................... 50
E l conejo blanco .............................................................. 52
E l gallo zam bo .................................................................. 53
C om eta ................................................................................. 24
C um pleaños del ahijad o M anolo .............................. 55
M aría L u isa N ass ............................................................ 57
C anto de los hijos en m a rc h a .................................. 61

“B a ed ek er 2,000” (1930)
J u a n B im b a ....................................................................... 60
L a n o v ia de J u a n B im b a ........................................... 68

139
Pág.
C ine obrero ......................................................................... 69
C ine ag ra rio ....................................................................... 73
C ine p ecuario .................................................................... 77
C ine m arítim o y flu v ia l ............................................... 80
C aracas 2,000 .................................................................... 84

“ G iraluna” (1954)
L iras tren z ad a s ................................................................ 90
G iralu n a le ja n a ................................................................ 97
Silencio ................................................................................. 98
M ar C arib e ......................................................................... 99
L a dulce ola ....................................................................... 99
A tlán tico ............................................................................. 100
Pacífico ............................................................................... 101
M ed iterrán eo .................................................................... 101
A d riático ............................................................................. 102
M ar M u erto ...................................................................... 103
Golfo de M éxico ............................................................ 103
M apa de n u estro m a r ................................................... 104
R egreso al m a r ................................................................ 105
S oneto a Róm ulo G allegos ........................................... 105
C anto a los hijos .............................................................. 106

“A un año de tu luz’’ (1954) ............................................. 129

140
Organización Continental de
los Festivales del Libro
Lima - Quito - Bogotá - Caracas - Río de Janeiro -
México - La Habana

MANUEL MUJICA GALLO MANUEL SCORZA


P R E S ID E N T E D IR EC TO R G E N E R A L

P e rú : Miguel SCORZA C o lo m b ia : A lberto ZALAMEA


Ecuador : Jorge XCAZA V e n ezu ela : Juan LISCANO
Cuba : Alejo CARPENTIER

D ire c to r T écn ico : F R A N C IS C O C A M PO D O N IC O

La B ib lio te ca B ásica de C u ltu ra L a tin o a m e ric a n a que,


a tra v és de m u ltitu din arios F estiv ale s del L ibro, se está
form ando en centen ares de m iles de hogares latinoam eri­
canos, responde a una im periosa n ecesidad : difun dir los
libros fu n dam en tales de la cultura latinoam ericana.
Tal o b je tiv o sólo podía lograrse sacando el libro de los
anaqueles y las bibliotecas y , ofreciéndolo en plena calle,
en la p la za pública, reducien do al m ism o tiem po su precio
hasta ponerlo, verd a d era m en te, al alcance de todos.
E sto es lo que han logrado los F estiv ale s d el L ibro,
que vien en publicando, sem estralm en te, las series que fo r­
m an la B iblioteca B ásica de C u ltu ra L atin o am e rica n a. En
ella figuran las obras m ás im p o rta n tes de la literatura, del
ensayo y de la historia de A m érica, incorporadas a tra vés
de la m ás rigurosa selección, especialm ente cuidada en el
caso de aquellos libros que, debido a prejuicios, a desco­
n ocim iento o falta de circulación, no habían alcanzado la
difusión que m erecen.
La B iblioteca B ásica de C u ltu ra L atin o am e rica n a es el
m edio m ás adecuado para alcanzar un conocim iento in te ­
gral de la. rica y variada cu ltu ra latinoam ericana, tan fa l­
seada p o r fáciles sum arios.
Biblioteca Básica de Cultura Latinoamericana
D irigida por M anuel Scorza

PRIMER FESTIVAL DEL LIBRO PERUANO


1» y 2* E d ic io n e s : 150,000 eje m plares

1) L U IS E. V A L C A R C E L N A R R A C IO N E S Y L E Y E N D A S INCAS.
2) G A R C IL A S O IN C A D E L A V E G A , H IS T O R IA DE LA FL O RIDA .
' 3) R IC A R D O P A L M A , T R A D IC IO N E S P E R U A N A S ( p r i m e r a s e r ie ) .
4) LOS M E J O R E S C U E N T O S P E R U A N O S (t om o I).
5) LOS M E J O R E S C U E N T O S PE R U A N O S (t o m o II).
6) M A N U E L G O N Z A L E Z P R A D A , E N S A Y O S ES CO GIDOS.
7) J O S E S A N T O S CH OC A N O , PO E M A S ESCO GIDOS.
8) JO S E D E L A R IV A A G Ü ER O , P A I S A J E S P E R U A N p S .
9) C ESA R V A L L E JO , P O E M A S ES CO GIDOS.
10) J O S E C A R L O S M A R IA T E G U I, E N S A Y O S ESCO GIDOS.

SEGUNDO FESTIVAL DEL LIBRO PERUANO


1* E d ic ió n : 150,000 ejem plares

11) A N O N IM O , O L L A N T A Y , L E Y E N D A S Y P O E S IA S Q U EC H U A S.
12) G A R C IL A S O IN C A D E L A V E G A , R EC U ER D O S DE IN F A N C IA
Y JUVENTUD.
13) R IC A R D O P A L M A , T R A D IC IO N E S P E R U A N A S ( s e g u n d a serie ).
14) C IR O A L E G R IA , LOS P E R R O S H A M B R IE N T O S.
15) J O S E M A R IA E G U R E N , P O E SIA S E S C O G ID A S.
16) M A N U E L M U JIC A G A L L O , PR E C U R S O R E S DE LA E M A N C I­
P ACION.
17) E N R IQ U E L O P E Z A L B U JA R , LOS M EJO R E S C U EN TO S.
18) P O E S IA A M O R O S A M OD E RN A D EL PERU .
19) C U E N T I S T A S M OD ERN O S Y C O N T E M P O R A N E O S .
20) S A T IR IC O S Y C O S T U M B R IS T A S P E RU A N O S.

TERCER FESTIVAL DEL LIBRO PERUANO


1* E d ic ió n : 500,000 eje m plares

21 y 22) C IR O A L E G R I A , EL MUNDO ES A N CH O Y A JE N O .
23) M A R IA N O A Z U E L A , LO S DE A B A JO .
24) E N R IQ U E L O P E Z A L B U JA R , M ATA LA CH E.
25) JO S E H E R N A N D E Z , M AR TIN FIERRO.
26) H O R A C IO Q U IR O G A , C U E N T O S DE AMOR, DE LO CU RA Y DE
MUERTE.
27) JO R G E IC A Z A , H U A S IP U N G O .
28) LOS M E J O R E S C U E N T O S A M E R IC A N O S .
29 y 30) R O M U LO G A L L E G O S , DOÑA B A RB A R A.

CUARTO FESTIVAL DEL LIBRO PERUANO


2^ E d ic ió n : 250,000 ejem plares

31) R IC A R D O PA L M A , T R A D IC IO N E S P E R U A N A S ( te rc e ra s e rie ).
32) J O S E D IE Z C A N SEC O , E S T A M P A S MULATA S.
33) C A R L O S C A M IN O C A LD ER O N , EL DAÑO.
34) P R IM E R P A N O R A M A DEL ENSAY O PE RU ANO.
35) P A B L O N ER U D A , V EIN T E PO E M A S DE AMOR.
36) R IC A R D O G Ü IR A L D E S , DON SE G U N D O SOMBRA .
37) R O M U LO G A L L E G O S, C A N T A C L A R O .
38) A L E JO C A R P E N T IE R , EL REINO DE ESTE MUNDO.
39 y 40) JO S E E U S T A SIO R IV E R A , LA V O RA G INE .

PRIMER FESTIVAL DEL LIBRO VENEZOLANO

D irector: JUAN LISCANO

1* E d ic ió n : 300,000 ejem plares

41) R O M U LO G A L L E G O S , C A N T A C L A R O .
42) T E R E S A D E L A P A R R A , M EM OR IA S DE MAMA B LANCA.
43) A R T U R O U S L A R P IE T R I, LAS L A N Z A S CO LO R A D A S .
44) A L E JO C A R P E N T IE R , EL REINO DE ESTE MUNDO.
45) M A R IA N O P IC O N SA L A S , LOS D IAS DE C IP R IA N O C A ST R O .
46) M IG U E L O TERO SIL V A , C A S A S MUERTAS.
47) LOS M E J O R E S C U E N T O S V EN E Z O L A N O S .
48) LA S M E J O R E S P O E S IA S V E N E Z O L A N A S .
49) A R IS T ID E S R O JA S , LEY EN D A S H IS T O R IC A S DE V E N E Z U E L A
(to m o I).
50) S A T IR IC O S Y C O S T U M B R IS T A S V EN E ZO LA N O S.

SEGUNDO FESTiVAL DEL LIBRO VENEZOLANO

1» E d ic ió n : 250,000 ejem plares

51) LAS M E J O R E S P A G I N A S DE SIMON B OLIVAR, a n to lo g ía de


A R T U R O U SL A R P IE T R I.
52) LOS M E J O R E S P O E M A S D E A N D R E S EL O Y B LA N C O .
53) LOS M E J O R E S C U E N T O S D E J O S E R A F A E L P O C A T E R R A .
54) A N T O N IO A R R A IZ , PU R O S H O MBRES .
55) R A M O N D IA Z S A N C H E Z , CU M BO TO .
56) E N R IQ U E B E R N A R D O N U Ñ E Z , CU B AG ÜA.
57) P IC O N SA L A S : PE D RO C LA V ER .
58) LOS M E J O R E S EN S A Y I S T A S V EN E Z O L A N O S .
59) A R IS T ID E S R O JA S , L E Y E N D A S H IS T O R I C A S DE V E N E Z U E L A
(tom o II).
60) S A T IR IC O S Y C O S T U M B R IS T A S V E N E Z O L A N O S (t o m o II).

TERCER FESTIVAL DEL LIBRO VENEZOLANO

H om enaje a Hómulo Gallegos


1* E d ic ió n : 250,000 e je m p lares

61) R EIN A L DO SOL AR .


62) LA T R E P A D O R A . '
63) DOÑA B A RB A R A .
64) CANTACLARO.
65) CAN Al M A. )
66) PO B R E NEGRO.
67) EL FO R A STE R O .
68) SO B R E LA MISMA T I E R R A .
69) LA B R IZ N A DE P A J A EN EL V IE NT O.
70) LOS M E J O R E S C U EN TO S DE RO MU LO G A L L E G O S .

PRIMER FESTIVAL DEL LIBRO COLOMBIANO

D irector : ALBERTO ZALAMEA

1* E d ic ió n : 250,000 eje m plares

71) J O S E M A R IA C O R D O V EZ M O U R E, R E M IN IS C E N C IA S DE SA N -
T A F E Y BOGOTA.
72) TO M A S C A R R A SQ U IL L A , SUS M E J O R E S CU EN TO S.
73) ED U A R D O Z A L A M E A , C U AT R O AÑOS A BORDO DE MI MISMO.
74) ED U A R D O C A B A L L E R O C A LD ER O N , EL CRIST O DE E S PA L D A S.
75) H E R N A N D O T E L L E Z , SUS M E J O R E S PR O SA S.
76) LOS M E J O R E S C U E N T O S C O LO M B IA N O S.
77) LA S M E J O R E S PO E S IA S C O L O M B IA N A S.
78) JO R G E Z A L A M E A , EL GRAN BU RU N D U N B U RU N D A HA
MUERTO.
79) G A R C IA M A R Q U E Z , LA H O JA R A S C A .
80) G E R M A N A R C IN IE G A S , EL C A B A L L E R O DE EL DORA DO.
PRIMER FESTIVAL DEL LIBRO ECUATORIANO
D irecto r: JORGE ICAZA
1* E d ic ió n : 100,000 ejem plares

81) J U A N M O N T A LV O , CA TIL IN A RIAS.


82) J U A N L E O N M ER A , CU MAN DA.
83) M A R T IN E Z , A LA COSTA.
84) LAS M EJO R E S PO E S IA S E C U A T O R IA N A S (t om o I).
85) LOS M E J O R E S C U E N T O S E C U A T O R IA N O S (t o m o I).
86) LOS M E J O R E S C U E N T O S E C U A T O R IA N O S (to m o II).
87) L E O P O L D O B E N IT E Z . LOS A R G O N A U T A S DE LA SE LV A.
88) P A R E J A D I E Z C A N SEC O , M IG U EL DE SA N TIA G O .
89) E N R IQ U E T E R A N , C L C O JO N A V A R R ET E.
90) J O R G E IC A ZA , EL C H U L LA RO M E RO Y PL ORE S.

PRIMER FESTIVAL DEL LIBRO CUBANO


D irecto r: ALEJO CARPENTIER
1* E d ic ió n : 300,000 ejem plares
91) C IR IL O V IL L A V E R D E , C E C IL IA VALDES.
92) J O S E M A R T I, SUS M EJO R E S P A G I N A S (to m o I). A n to lo g ía de
JO S E A N T O N IO PO R T U O N D O .
93) J O S E M A R T I, SUS M EJO R E S P A G I N A S (tom o II).
94) M IG U E L D E C A R R IO N , LA S IM PU R A S.
95) LOS M E J O R E S PO E M A S D E N IC O L A S G U IL L E N .
96) A L E J O C A R P E N T I E R , EL S IG L O DE LAS LUCES.
97) LOS M E J O R E S C U EN TO S C U BA N O S.
98) LA S M E J O R E S PO E S IA S C U B A N A S.
99) LOS M E J O R E S E N S A Y IST A S CU BA N O S.
100) L E Y E N D A S N EG R A S DE p U B A Y EL C A RIBE .
¡PRONTO!

BOLSILIBROS*
DE LA ORGANIZACION CONTINENTAL DE LOS
FESTIVALES DEL LIBRO
B A J O L A D IR E C C IO N D E A L E J O C A R P E N T IE R

• 500 T IT U L O S
• LAS U L T IM A S N O V E D A D E S E U R O ­
P E A S Y M U N D IA L E S .
• N O V E L A , C IE N C IA , H IS T O R IA .
9 EN SA Y O , B IO G R A F IA , P O E S IA .
• P R E C IO S P O P U L A R E S .
• P o r p rim e ra vez, el “P O C K E T - B O O K ”.
EN V ENTA EN TODA A M E R IC A L A T IN A

In fo rm e s para L ib re ro s:
EDITORA LATINOAMERICANA S. A.
ZAFIROS 2á5, BALCONCILLO, LIM A-PERU

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IM P R E S O E N L O S
T A L L E R E S G R A F IC O S T O R R E S A G U IR R E S . A .,
P A R A E D IT O R A L A T IN O A M E R IC A N A S. A ., P O R
C O N V E N IO E S P E C IA L C O N L A O R G A N IZ A C IO N
C O N T IN E N T A L DE LOS F E S T IV A L E S DEL
L IB R O , R E P R E S E N T A D O S E N V E N E Z U E L A P O R
E D IC IO N E S P O P U L A R E S V E N E Z O L A N A S C . A .
LOS MEJORES POEMAS DE
ANDRES ELOY BLANCO

N o p o d ía n f a l t a r e n e s ta B ib lio te c a B á ­
s ic a d e C u ltu r a V e n e z o la n a lo s v e r s o s d e l
m á s g r a n d e p o e ta d e V e n e z u e la . L a s e le c ­
c ió n q u e p u b lic a m o s e s, s in d u d a , a p r e ­
ta d a ; p e r o p r e s e n t a u n a im a g e n c a b a l d e l
g r a n lír ic o , p o r q u e s e h a e s f o rz a d o e n
r e c o g e r s u s p á g in a s m á s r e p r e s e n t a t i v a s .
A n d r é s E lo y B la n c o n o n e c e s ita p r e ­
s e n ta c ió n e n e l p a ís q u e a m ó t a n p r o f u n ­
d a m e n te y d o n d e es a m a d o y v e n e r a d o
p o r to d o u n p u e b lo . E s e c a r iñ o y r e s p e to
d e l p u e b lo v e n e z o la n o p o r e l p o e ta , f u e
R ó m u lo G a lle g o s q u ie n lo e x p r e s ó , m e j o r
y c o n m á s a u t o r i d a d q u e n a d ie . ,
H a b la n d o d e l m e m o r a b le C an to a los
h ijo s ( in c lu id o e n e s te v o lu m e n ) , d e c ía el
m a e s tr o G a lle g o s : “ c i e r t o e s q u e la o b r a
p o é tic a d e A n d r é s E lo y B la n c o , q u e e n
e s te lib r o y e s p e c ia lm e n t e e n e s e m e n ­
c io n a d o p o e m a c u lm in a , le t ie n e a s e g u ­
r a d a y a la i n m o r t a l i d a d d e l n o m b r e , la
p e r e n n i d a d d e l a c o n t e c im ie n to h u m a n o
q u e a s í s e lla m a . N o s ó lo e s ta m p a d o e n
p á g in a s h e r m o s a s , s in o g r a b a d o ta m b ié n
d e m o d o in d e le b le e n e l c o r a z ó n d e l p u e ­
b lo v e n e z o la n o , a c u y a h u m ild a d y d e s ­
v e n t u r a n o le s n e g ó c a n t o e l P o e ta e x ­
q u is ito , n i le s a le jó m a n o p r o c u r a d o r a d e
m e j o r s u e r t e e i h o m b r e d e la s r e s p o n s a ­
b ilid a d e s g e n e r o s a s b ie n a s u m id a s . E l
h o m b r e c a b a l e n la h o r a e x i g e n t e ’'.

O RG A N IZ A C IO N CO N T IN E N T A L
DE LOS F E S T IV A L E S D E L LIB RO

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