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SEGUNDO ACTO DE REPARACIÓN

REPARA POR TODOS LOS QUE BLASFEMAN CONTRA MI VIRGINIDAD

SANTÍSIMA VIRGEN.
Deja tus habituales ocupaciones y ven al templo del Señor que allí te espero en este
primer sábado de mes para que repares porque muchos blasfeman contra mi virginidad;

Muchos son escépticos a este misterio de amor. Hombres empíricos que solo creen en
lo que puede ser controlado y verificado a través de los sentidos, hombres que sin
ahondar en mi vida se atreven a postular teorías heréticas; teorías que los hacen
anatemas, porque están en desacuerdo con las Sagradas Escrituras y con el Magisterio de
la Iglesia.

Gran dolor inunda mi Inmaculado Corazón, porque muchos de mis hijos pecan por
ignorancia, emitiendo juicios que son espadas que traspasaban mi corazón y entristecen
mi alma.

Fui llevada al templo de Jerusalén aún sin cumplir los cuatro años; templo que en el
mismo instante de mi entrada era embellecido porque el arca de la alianza, el vaso de la
promesa lo adornaba con su celestial presencia; templo que daría cobijo a la niña María,
templo que seria testigo silencioso de mis juegos con los santos ángeles; templo en el que
me dedicaría a bordar, a tejer vestiduras sacerdotales y a limpiar objetos destinados al
culto.

Mi deseo era el de permanecer allí toda mi vida, ocupada en las cosas de Dios, pero la
divina voluntad había trazado un plan distinto al mío, plan que exigía casarme, plan que
no derribaría mi promesa a Dios de permanecer siempre virgen, plan que involucraría a
San José; hombre designado por Dios como mi prometido, hombre que también había
consagrado a Dios su cuerpo, su sexualidad; hombre que había hecho voto de castidad
perpetúa, voto que cumpliríamos hasta nuestre muerte, voto que adorno nuestros
corazones con el lirio mas puro del cielo, voto que ciño en nuestras cabezas una corona de
azucenas blancas como premio a nuestra fidelidad con Dios.

Pocos días después de mi desposorio, una gran luz envolvía un joven resplandeciente:
el Arcángel Gabriel, Arcángel que me anunciaba el misterio de la Encarnación, misterio
que me llevo a decirle: “Hágase en mí según tu palabra”; misterio que penetro de luz
volviéndome luminosa, resplandeciente; misterio que sería aceptado por los que son fieles
y puros de corazón; misterio que sería historia para la humanidad, porque en ese mismo
instante se gestaba en mi vientre virginal el Hijo de Dios, el Redentor, el Salvador; misterio
que hizo de mí una rosa pura y abierta en la plenitud de los tiempos.
Repara en este primer sábado de mes, una espada de dolor traspasa mi Inmaculado
Corazón, porque son muchos los hijos desventurados que ponen en tela de juicio mi
pureza; pureza que cubrió de aroma de santidad todo mi ser; pureza que transformó mi
vientre en un tabernáculo vivo, porque allí crecía el Mesías, el Dios esperado. Pide
misericordia Dios por todos los que blasfeman contra mi virginidad, virginidad que
conserve siempre; antes del parto, en el parto después del parto. Tu oración reparadora
será como oleo bendito que curará mi dolor, medicina del cielo que se llevará mi tristeza.

ALMA REPARADORA
Corazón doloroso e Inmaculado de María, aquí estamos ante tu presencia; presencia
que nos eclipsa, presencia que arroba nuestros sentidos, presencia que une nuestro
corazón al tuyo, presencia que nos atrajo al santo templo de Dios porque pronunciaste
nuestro nombre, nos hablaste dulcemente al oído y por eso, estamos aquí en este primer
sábado de mes para reparar por el dolor que te producen todos los que blasfeman en
contra de tu virginidad.

Sé Madre amada, que siempre conservaste la pureza en tu corazón y en tu cuerpo, creo


firmemente que cumpliste con fidelidad aquel voto de consagrarte por entero a Dios.
Comprendo que te casaste con San José, hombre casto en pensamientos, palabras y
obras, porque esa voluntad divina, lo hiciste para darnos una lección de amor; lección de
que la obediencia a Dios es bendición para el alma y regocijo para el espíritu, es camino
recto de entrada al cielo, cielo con muchas moradas, cielo siempre abierto para todos los
hombres que en vida se despojaron de sí mismos, hombres que supieron vencer su propia
voluntad para agradar enteramente al Todopoderoso.

Madre admirable, si muchos de tus hijos blasfeman contra ti, aquí estamos con nuestro
corazón abierto para recibirte, aquí estamos gozosos de poder apreciar la rosa mas
purísima del cielo; rosa que deleita nuestro corazón con su suave perfume, rosa revestida
de blancura, rosa delicada y fina del Padre Eterno que recrea mis ojos, ya que tu
hermosura nos impulsa a amarte.

Muchos de tus hijos te censuran dudando del gran misterio de la Encarnación; misterio
que hizo de tu vientre un hermoso jardín, misterio que puso allí un lirio blanco de luz que
iluminara a tu generación y a todas las generaciones futuras; misterio que te adorno de
una belleza incomparable, porque te hizo mujer esbelta, te hizo reina virginal que
engalanaría al cielo, al purgatorio y a la tierra. Virgen purísima en este primer sábado de
mes reparamos por cada palabra injuriosa, por cada blasfemia en contra de tu virginidad.
Los hombres que denigran de ti es porque aún no te conocen, los hombres que te hieren
con sus teorías inventadas por ellos mismos son procaces en sus pensamientos, divagan
de un lado a otro sin hallar la paz, creen ser portadores de la verdad cuando naufragan en
la mentira, en el error.

Virgen purísima en este primer sábado de mes pedimos a tu amadísimo Hijo Jesús que
renueve el corazón de los hombres contumaces, hombres saturados de ciencia, pero
vacíos de vida interior; hombres que te menosprecian, hombres que se entrometen con
un misterio divino: tu pureza infinita, Madre Inmaculada.

Virgen purísima en este primer sábado de mes reparamos por los hombres de duro
corazón, imbuidos del bicho de la soberbia, hombres que se jactan de si mismos, que te
vituperan, que pican con su aguijón ponzoñoso otros corazones; corazones tambaleantes,
que aun no han cimentado su fe en la roca firme que es Cristo, corazones que aceptan
mentiras camufladas de verdad.

Virgen purísima modelo de virtud y de santidad, tu que eres obra fina tallada por las
manos de Dios, tu que eres la elegida, la única en la que hayo méritos el Padre Eterno,
aquí estamos en este primer sábado de mes anhelante en llevarme conmigo tu dolor,
deseoso en jugar tus lagrimas con mi reparación; reparación que hacemos desde lo más
profundo de nuestro ser, reparación que ha de hacerte sonreír, porque uno de tus hijos
pide perdón al justo por los pecados de los hombres, hombres que maltrataba la rosa más
delicada del cielo, hombres que descubrieran la bajezas de sus actos el día que se ha
llamado a dejar esta tierra, hombres que lamentan por toda una eternidad la vileza de sus
palabras, la ruindad de sus acciones.

Virgen casta y pura, camino como peregrino del absoluto queriéndonos encontrar
contigo en la patria celestial, pero como aun no ha llegado el momento de nuestra
partida, seguiremos amándote continuaremos reparando los cinco primeros sábados de
cada mes para lidiar tu dolor y mitigar tu sufrimiento.

CONSAGRACIÓN AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA


Inmaculado Corazón de María, te consagramos todos nuestro ser, cuerpo, alma y
espíritu para reparar por el dolor que te causan algunos de tus hijos; hijos que blasfeman
contra tu Inmaculada Concepción, hijos que te menosprecian dudando de tu virginidad,
hijos que te hieren cuando te atacan en tu maternidad divina, hijos que te maltratan
cuando infunden en los niños desprecio hacia Ti, hijos que te ultrajan en tus sagradas
imágenes.

Inmaculado Corazón de María te consagramos mis sentidos: ojos para recrear ante tu
singular belleza, oídos para escuchar tus lecciones de amor, olfato para oler tu exquisito
perfume, perfume de pureza y santidad; gusto para saborear tus sabios consejos, consejos
que son puerta de oro de entrada al cielo; tacto para sentir tu presencia en mi vida, vida
transformada, renovada.

Inmaculado Corazón de María te consagramos mi memoria, entendimiento y voluntad,


porque a Ti sólo queremos pertenecer. Tómanos como tus esclavos de amor y átanos con
tu Santo Rosario a tu maternal Corazón, de tal modo que sea ofrenda de amor a tu amor
santo. Amén.

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