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La experiencia de Dios es fundamentalmente una experiencia de descubrimiento que

permite al hombre, caminar hacia su libertad que es la persona de Cristo. Dicho camino se
marca que se marca por “la verdad”, implica un constante movimiento y creación de una
identidad personal (Vida 3,16) y comunitaria (Moradas 6,7).
Todo seguimiento de Cristo es necesariamente comunitario. El hombre no alcanza su
sentido, ni justifica su existencia sin amar y sin abrirse al amor. Desde la condición de
criatura toda persona debe salir de si para amar y saberse habitado por la gracia. Se busca
una configuración total con el Ser que nos trasciende y dicha configuración es posible, si
existe una determinación y esfuerzo por conseguirla. Nos unimos al amor verdadero cuando
abandonamos y atamos nuestra voluntad con la que fuere la voluntad de Dios. Sin embargo,
¿Cuál es la voluntad de Dios?
Un verdadero cristiano ha de tener marcado dicha interrogante en su ser e intentara darle
una respuesta. Santa Teresa de Jesús una apasionada por Dios que supo hacer suya la
voluntad de quien amaba, como maestra de oración, nos enseñara el camino:

La cuestión sobre la voluntad divina siempre será una realidad excedente a nuestra
condición de criaturas. ¿Cómo vivir dicha realidad? La interioridad teresiana que recalca la
importancia de la oración como elemento esencial en todo carmelita,

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