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Sociología General y Jurídica

Guía de estudio
Bloque IV
Módulo 2

Licenciatura en Derecho
Índice

Organizador gráfico ..................................................................................................................................... 2


Introducción ................................................................................................................................................... 3
4.1 Diferencia entre sociología de la población y demografía ...................................................... 4
4.2 El fenómeno poblacional. Definición de los conceptos, Pueblo, Nación Nacionalismo,
Estado o País .............................................................................................................................................. 13
4.3 Relaciones entre población, estructura social y crecimiento poblacional ...................... 24
4.4 Urbanismo y sociedad rural............................................................................................................ 29
4.5 Diversas políticas sobre la población mexicana ...................................................................... 52
Recapitulación ............................................................................................................................................ 87
Conclusión ................................................................................................................................................... 88
Fuentes de consulta ................................................................................................................................. 89

1
Organizador gráfico

Diferencias entre sociología


de la población y demografía

El fenómeno poblacional como


concepto, pueblo, nación,
nacionalismo, estado o país

Relaciones entre población y


Los social y sus estructura social, crecimiento
poblacional
factores

Urbanismo y sociedad rural

Diversas políticas sobre la población


mexicana

2
Introducción

A lo largo del presente bloque y penúltimo del curso el alumno analizara

conceptos básicos para entender en la actividad social y en el estudio de la

sociología para posteriormente aterrizar dichos conceptos en el estudio de

la sociología jurídica propiamente dicha.

En ese sentido se revisarán temas del ámbito demográfico como son:

diferencia entre sociología poblacional y demografía, pueblo, nación y

estado; urbanismo y sociedad rural; estructura social; pirámide y

crecimiento poblacional, para terminar con el tema de políticas

poblacionales en México.

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4.1 Diferencia entre sociología de la
población y demografía

Según el significado que brinda el diccionario de la Real Academia Española,

la palabra Población se refiere a un conjunto de personas que habitan la

Tierra o cualquier división geográfica en ella, y la palabra Demografía es el

estudio estadístico de una colectividad humana, referido a un determinado

momento o a su evolución.

En este sentido, la sociología se auxilia de la demografía utilizando los

censos y estadísticas para entender el origen y las repercusiones del

crecimiento, distribución y desplazamiento de la población. No obstante,

ambas ciencias presentan consensos y disensos,

Teorías poblacionales

Sydney H. Koontz en Teorías de la población y su interpretación económica

(1960) (citado por Nava et. al. 2008) clasifica las teorías poblacionales en

biológicas, culturales y económicas.

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Teoría Biológica:

El Malthusianismo, fue propuesta por el economista británico Thomas

Malthus, quien expuso en su libro Ensayo sobre el principio de la población

(1798): que la población crece con progresión geométrica (por ejemplo, 3, 9,

27, 81…y así sucesivamente con una razón igual a 3), mientras que los

recursos crecen con progresión aritmética (por ejemplo, 3,5,7,9,11,…….de

constante 2), conduciendo a la población a una persistente pobreza,

marginalidad, exclusión social y a una reducción cada vez mayor de los

recursos. Para impedir este ritmo de crecimiento poblacional, se podía

encontrar un equilibrio mediante la muerte masiva, en sus diferentes

manifestaciones: guerras, epidemias, desastres naturales, hambre, entre

otros.

Josué de Castro: En su libro “Geopolítica del hambre” hace una relación entre

el crecimiento poblacional y la desnutrición, haciendo conciencia sobre el

hambre y los problemas del subdesarrollo.

Las Teorías Culturales: Se refieren al impacto del desarrollo cultural y

educativo en la limitación de la natalidad, entre ellas están:

El Neomalthusianismo que está de acuerdo con la teoría de Malthus, pero

discrepa en la radical forma de controlar el excesivo crecimiento población.

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Más bien, propone hacer conciencia en las personas para separar la

sexualidad de la fecundación, haciendo uso de métodos de planificación

familiar y prácticas del aborto.

La transición demográfica la cual pretende explicar por qué la población

mundial ha tenido un crecimiento acelerado en los últimos dos séculos,

llegando en la actualidad a 7.000 millones de habitantes, y describir el paso

de un régimen demográfico preindustrial, presidido por altas tasas de

mortalidad y natalidad a otro industrial con un fuerte incremento de la

población y decrecimos de la mortalidad, y posteriormente postindustrial,

con tasas muy bajas de mortalidad y natalidad.

La segunda transición demográfica

Se caracteriza por un cambio en la constitución y reproducción familiar (

promedio de dos hijos por mujer, postergación del primer hijo, aumento de

la soltería, mayor número de divorcios, mayor número de parejas de hecho

estable, entre otros), descenso de la mortalidad, descenso de la fecundidad

y aparición del fenómeno de la migración.

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La revolución reproductiva

Estudia el concepto de eficiencia reproductiva, la longevidad y el relevo

generacional.

Teoría económica: Manifiesta que el crecimiento de la población se da como

resultado de la demanda por el trabajo. No obstante, esta teoría ha quedado

obsoleta debido al desarrollo tecnológico industrial, que utiliza cada vez

menos mano de obra.

En conclusión, las teorías culturales son últimamente las más utilizadas por

los investigadores para interpretar el crecimiento poblacional humano.

Análisis de las dinámicas poblacionales e Indicadores

La dinámica de una población se refiere a su tamaño, crecimiento,

distribución y movilidad territorial en un determinado tiempo y espacio.

Estas dinámicas reflejan el efecto de procesos económicos, sociales,

culturales, ambientales y políticos que se han manifestado en los diferentes

países y regiones del mundo a través de su historia.

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Las dinámicas poblacionales pueden ser analizadas a través de estudios

transversales (pirámide poblacional) y estudios longitudinales (transición

demográfica, segunda transición demográfica y revolución reproductiva).

Pirámide Poblacional

Conociendo la edad y el sexo de la población de una región geográfica

determinada podemos construir gráficamente su pirámide poblacional, la

cual de acuerdo a su forma nos puede indicar en qué fase de crecimiento se

encuentra, la juventud o el envejecimiento poblacional, el equilibrio o

desequilibrio por sexos, incluso el efecto demográfico de desastres

naturales y guerras (EMVI, 2004). Por lo tanto, es un importante instrumento

que ayuda en la toma de decisiones de las necesidades actuales y futuras de

sus habitantes.

La pirámide poblacional está formada de segmentos de generaciones o

cohortes de cinco años, en forma de barras horizontales, a la izquierda los

hombres y a la derecha las mujeres.

Para facilitar su análisis se pueden clasificar en tres etapas etarias, de 0 a 15

años, de 15 a 65 años y de 65 a más años, pudiéndose utilizar diferentes

colores o tonalidades. Según Acevedo (2009), “ésta es una clasificación

económica, en donde los “menores de 15 años” son consumidores

8
totalmente dependientes del ingreso de sus padres, no trabajan, no generan

ingresos, únicamente consumen”.

En los países latinoamericanos, las personas de 15 a 65 años son las que

tienen edad de trabajar y de generar ingresos, sostienen a los más pequeños

y a los adultos mayores. No obstante, el Instituto Nacional de Información

de Desarrollo (INIDE), clasifica las personas en edad de trabajar a partir de

los 10 años.

Las personas de 65 años a más, pasan a jubilación y a vivir de su pensión.

Cuando las poblaciones son jóvenes las bases de la pirámide son más anchas

y a medida que van envejeciendo las cohortes son menores conforme se van

subiendo los peldaños de la pirámide.

Si comparamos los países en vías de desarrollo vs. países desarrollados

podemos observar una gran diferencia en la forma de la pirámide poblacional

y sus indicadores poblacionales. Por ejemplo, en países en vías de desarrollo,

como en el caso de Nicaragua, la pirámide tiene forma triangular, de base

ancha y cima estrecha.

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Mientras a Francia le ha demorado 115 años pasar del 7% al 14% a su

población mayor de 60 años; a Nicaragua solo le demorará 25 años ese

mismo proceso, por lo tanto envejecerá tres veces más rápido (Cruz,

E.,2011).

Por otra parte, hay países como España, cuyas pirámides son de bases

estrechas, pero el centro y la cima son relativamente más anchos. En estos

países predomina la población adulta y la anciana.

Los países con las más altas tasas de crecimiento poblacional del mundo

son: Qatar, Emiratos Árabes Unidos y Bahréin con 15.2%, 12.3% y 11.1%

respectivamente (Naciones Unidas, 2011).

El caso de Qatar es muy interesante (ver gráfico No. 5), según Tapia (2011)

“en 1950 Qatar tenía apenas 25 mil habitantes, mientras que el año pasado

(2010) alcanzó la increíble cifra de 1,7 millón, un aumento de casi 7.000%

respecto de 1950, de acuerdo con Naciones Unidas.

El explosivo aumento de la población qatarí tiene que ver con la prosperidad

de la nación. Qatar es uno de los países con la mayor renta per cápita anual

del mundo (US$ 88 mil), debido a que es rico en petróleo y es el tercer país

con las mayores reservas de gas del mundo que triplican el tamaño de su

territorio. Sólo en 2010 su crecimiento económico fue de 16%, de acuerdo

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con cifras del Fondo Monetario Internacional. Qatar sólo compite con los

Emiratos Árabes Unidos en crecimiento poblacional y económico.

Esta explosión demográfica tiene relación con la inmigración. La población

qatarí representa el 20% de los habitantes del emirato, mientras que el resto

son trabajadores con estatus de residencia temporal, la mayoría proveniente

del sudeste asiático y de países como India, Irán, Jordania y Egipto. La

necesidad de mano de obra ha convertido a Qatar en un paraíso para quienes

buscan mejores oportunidades económicas”.

Posiblemente, debido a lo antes mencionado la mayoría de los inmigrantes

son hombres, habiendo un desequilibrio en la población por géneros.

El bono demográfico

Cuando en un país los indicadores poblacionales comienzan a reducirse

aceleradamente, como la tasa de crecimiento poblacional, la tasa de

fecundidad en las mujeres, la mortalidad infantil, entre otros, y al mismo

tiempo la población en edad de trabajar incrementa, estamos frente a una

oportunidad histórica que no ocurre todos los días, llamado Bono

demográfico.

11
¿Qué es el bono demográfico? Es la fase de transición demográfica en la que

un país tiene gran crecimiento de su fuerza de trabajo y menor número de

personas dependientes económicamente.

¿Qué ventajas presenta?

Según Acevedo, (2009) si esa fuerza de trabajo encuentra empleos de alta

productividad se puede producir un disparo en el crecimiento económico,

como lo sucedido en países del sudeste asiático, como Corea del Sur, que en

los años 50-60 era un país pobrísimo, más pobre que los países de América

Latina y ahora es un país desarrollado. Y lo logró en un plazo de tiempo

relativamente corto. En unas cuantas décadas se convirtió en un país

desarrollado y eliminó casi completamente la pobreza.

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4.2 El fenómeno poblacional.
Definición de los conceptos, Pueblo,
Nación Nacionalismo, Estado o País

Los conceptos de Pueblo y Nación.

La visión del mundo de los estados quedaría, sin embargo, incompleta, si no

procediésemos a un tratamiento de las dos formas fundamentales de

agrupación humana, de sociedad, de las que emana el Estado y sobre las que

éste opera, al menos en una consideración histórica moderna, es decir, sin

una referencia explícita y detallada de los pueblos y las naciones. Desde luego,

no es nuestra pretensión cerrar aquí y ahora un largo debate, que desde

diversas ciencias y supuestos ideológicos se vienen manteniendo desde hace

más de siglo y medio, y que tal vez resulta enriquecedor que siga vivo. Nuestro

afán es el de dar una visión general del problema de conceptualización de

ambas realidades sociales y señalar algunas ideas que

puedan servir para una mejor comprensión de las características propias de

cada una de ellas.

Ante todo es importante señalar que la utilización de los términos de pueblo

o nación no debe ser considerada como una mera cuestión semántica

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desconectada de la realidad sociológica que pretendemos describir y referir

con cada una de estas expresiones. Esta parece ser la posición adoptada por

RUILOBA cuando afirma que:

Desde nuestro punto de vista, la misma inconcreción de que adolecen los conceptos

de nación y pueblo impide, en efecto, que se pueda establecer una diferencia

esencial entre ellos. Son únicamente matices y connotaciones diversas los que

acompañan distintamente a uno y otro término.

Pero la problemática sustantiva que plantea la definición de ambos es la misma.

En efecto, tanto el pueblo como la nación son términos que responden a

realidades sociales distintas, con diverso grado de consolidación interna y, por

consiguiente, con desigual capacidad de actuación en el ámbito internacional,

aunque en el transcurso de la historia contemporánea ambos conceptos

hayan estado tan estrechamente asociados en los documentos políticos y en

las obras científicas que su diferenciación haya podido y pueda parecer, a los

ojos de muchos autores, carente de fundamento e irrelevante.

En términos generales podemos establecer, siguiendo a AMENGUAL, tres

grandes períodos o etapas en la evolución experimentada por el concepto de

pueblo durante los dos últimos siglos.

14
Primera etapa: El pueblo como entidad jurídico-política

En esta primera fase, que se desarrolla teórica y prácticamente durante la

Revolución Francesa, se expresan, bajo el término de pueblo, dos ideas

sustantivas complementarias. Ante todo, el pueblo contiene una idea

niveladora e igualitaria, en virtud de la cual bajo este término se afirma la idea

de igualdad y libertad entre todos l o s ciudadanos que integran una

colectividad con unos límites histórico-geográficos comunes (nación) y una

organización política propia (Estado). En este sentido, cada individuo adquiere

significación jurídica (Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano

de 26 de agosto de 1789) y política (soberanía popular), en tanto que parte d e

un mismo pueblo.

Segunda etapa. El pueblo como unidad cultural

La segunda fase destacada por AMENGUAL se desarrolla durante la primera

mitad del siglo XIX al amparo de ese movimiento cultural característico

denominado romanticismo.

Lo más significativo de esta etapa es el énfasis que se pone en destacar la

15
dimensión cultural propia del pueblo, en tanto que principal vínculo de

unificación e integración entre todos los individuos libres e iguales que

constituían un pueblo.

El pueblo aparece, de esta manera, como una realidad social diferenciada y

viva, con un alma o espíritu propios y distinto de los de sus miembros, a la

vez que, en clara tensión con la estructuración formalista y despersonalizada

del Estado, cada vez más centralista y burocratizado.

Esta visión del pueblo, muy frecuentemente confundida con la de la nación,

surge de la constatación de una comunidad cultural, entre todos los

individuos de un mismo pueblo, que desarrolla su dinámica propia a partir de

la conjugación de ciertos elementos objetivos (comunidad étnica, lingüística,

religiosa, etc.) o subjetivos («espíritu del pueblo»).

Tercera etapa. El pueblo como masas populares

La propia evolución económica-política de las sociedades europeas durante

el siglo XIX hizo que la clase social marginada de la visión burguesa del

pueblo y del Estado irrumpiese en la escena política, social y económica de

forma conflictiva y que tratase de afirmarse, como tal clase social, en gran

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medida por su oposición a la burguesía. La teoría marxista clásica, al situar a

las clases sociales, y al conflicto interclasista, en el corazón mismo de la

sociedad, permitirá el desarrollo de una nueva concepción del término

pueblo.

La relación entre el Pueblo, la Nación y el Estado.

Del análisis realizado en torno a los conceptos de pueblo, nación y Estado,

se desprende claramente que si bien tales conceptos no pueden ser objeto

de una

asimilación o identificación automática, tampoco cabe considerarlos como

realidades sociales absolutamente inconexas y dispares.

El Estado constituye una forma de organización, históricamente más

evolucionada, de las relaciones político-económicas de una comunidad

territorialmente definida mediante la conjugación del poder y de la

solidaridad. Por ello, el Estado contribuye a la satisfacción de un importante

número de las necesidades (materiales y psíquicas) básicas tanto de los

individuos, tomados aisladamente, como de los grupos sociales. Nada tiene

17
de extraño, por tanto, que el Estado sea la forma de organización a la que

aspiran los pueblos para consolidar plenamente su propia existencia y la

identidad política común que une a sus miembros. Todo pueblo aspira, en

definitiva, a dotarse de una estructura estatal independiente o a participar

en un Estado ya constituido en condiciones de garantía de sus intereses y

objetivos políticos propios. Pero de lo anterior no cabe deducir que la

existencia de un pueblo, en tanto que particular forma de agregación

sociopolítica, desaparezca tras la constitución del Estado subsumida o

absorbida por la estructura de éste último.

Si bien la nueva estructura orgánica estatal, como expresión de unas

determinadas relaciones político-económicas, puede llegar a asumir una

parte importante de los vínculos que se desarrollan entre los miembros de

una colectividad popular, nunca puede llegar a borrarlos definitivamente, en

todo caso puede llegar a transformarlos, precisamente porque, como ya

hemos señalado, la existencia y actividad del Estado se desarrolla

dialécticamente, ya sea mediante la dominación y la cooperación, ya sea en

el interior o hacia el exterior, lo que impide una plena identificación entre el

pueblo, con los diversos grupos que lo conforman, y el Estado.

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Precisamente porque el Estado no puede llegar a borrar las diferencias

político- económicas y las desigualdades que subyacen en el seno de todo

pueblo, acentuándolas con frecuencia, resulta erróneo llegar a la idea de que

tras la constitución del Estado el pueblo desaparece como actor

internacional relevante. Tal conclusión olvida que todo pueblo mantiene viva

su capacidad de retomar su protagonismo político al margen, por encima o

en contra de la organización estatal, porque como afirma ENGELS en su

inconclusa obra El papel de la violencia en la historia:

«En política no existen más de dos fuerzas decisivas: la fuerza organizada del

Estado, el ejército, y la fuerza no organizada, la fuerza elemental de las masas

populares».

En efecto, aunque es patrimonio habitual del Estado organizar, movilizar y

representar al pueblo interna e internacionalmente, ésta no es una facultad

exclusiva de la institución estatal. El pueblo es, con frecuencia, organizado,

movilizado y representado por otros grupos paraestatales, entre los que

destacan los partidos políticos y los movimientos de liberación, y en ocasiones

incluso por ciertos dirigentes o personalidades que gozan de un liderazgo

populista o «caudillaje».

19
El protagonismo internacional de los pueblos, que sometidos a largos

períodos de colonización lucharon por lograr su independencia estatal,

terminó finalmente, por ser reconocido jurídicamente en la memorable

Resolución 1.514/XV de la Asamblea General de las Naciones Unidas,

aprobada el 14 de diciembre de 1960, bajo el título de Declaración sobre la

independencia de los pueblos coloniales, y en cuyo punto 2 se afirma: «Todos

los pueblos tienen el derecho de libre determinación; en virtud de este derecho,

determinan libremente su estatuto político y persiguen libremente su desarrollo

económico, social y cultural».

La titularidad jurídico-internacional de los pueblos ha ido progresivamente

afirmándose en conjunción, y a veces en competencia, con la reconocida

titularidad jurídica de los estados como prueba irrefutable de la diversidad

de realidades socio- políticas que ambos representan. En efecto, como una

consecuencia del derecho de los pueblos a la libre determinación surgirán

otros derechos fundamentales referibles a los pueblos, tales como el derecho

de los pueblos a la soberanía permanente sobre los recursos naturales,

reconocido por la Resolución 1.803/XVII de la Asamblea General de las

Naciones Unidas y recogido en el artículo 1, 2. del Pacto Internacional de

Derechos Civiles y políticos y también del Pacto Internacional de Derechos

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Económicos, Sociales y Culturales, ambos en vigor y de los que España es

parte. Finalmente en esta línea cabría mencionar la Declaración Universal de

los Derechos de los Pueblos, aprobada en Argel el 4 de julio de 1976, y en la

que aparecen recapitulados en 30 artículos los principales derechos de los

pueblos (derecho a la existencia, derecho a la autodeterminación política,

derechos económicos de los pueblos, derecho a la cultura, derecho al medio

ambiente y a los recursos comunes, derechos de la minorías, y garantías y

sanciones) en clara similitud con la Declaración Universal de Derechos

Humanos de 1948.

Si no cabe aceptar una desagregación de las colectividades populares por el

hecho de que éstas alcancen el objetivo de la constitución o inserción en una

estructura estatal independiente conviene pues comprender que la

actividad popular es fruto de la iniciativa organizadora, movilizadora y

representativa, que en determinadas condiciones pueden llegar a alcanzar

los denominados movimientos de liberación antes mencionados.

Precisamente porque tales movimientos de liberación catalizan la voluntad de

independencia política de los pueblos colonizados y/o explotados, el

reconocimiento de la identidad política propia de esos pueblos va asociado,

21
generalmente, al reconocimiento internacional de los movimientos de

liberación, ya sea por parte de los estados o por parte de organismos

internacionales. El caso más significativo, aunque no es ciertamente el

único, lo constituye la concesión del estatuto de observador a la

Organización para la Liberación de Palestina, aprobado por la Asamblea

General de las Naciones Unidas el 22 de noviembre de 1974.

Con anterioridad, en 1972, el SWAPO (South West African People

Organization) había sido invitado como observador ante el Consejo de las

Naciones Unidas para Namibia, así como en el Comité de Descolonización.

En otros foros internacionales el reconocimiento de los movimientos de

liberación ha sido también una constante desde los comienzos de la década

de los 70. Así, por ejemplo, la Organización para la Unidad Africana (OUA)

había reconocido ya en 1973 un total de 12 movimientos de liberación.

El reconocimiento internacional de los movimientos de liberación aun siendo,

efectivamente, un instrumento político-diplomático muy importante para el

afianzamiento de un pueblo en su lucha por la independencia, constituye

también un instrumento de legitimación del liderazgo interno de tales

movimientos ante sus respectivos pueblos, factor a considerar a la hora de

22
comprender las características y conflictos que dominarán la vida política

una vez los pueblos hayan culminado su independencia con la formación del

nuevo Estado.

23
4.3 Relaciones entre población,
estructura social y crecimiento
poblacional

La estructura social

Se refiere a la forma que adopta el sistema de las relaciones entre individuos

de una sociedad o grupo. El concepto fue introducido en la ciencia por Georg

Simmel, a finales del siglo XIX y por Ferdinand Tönnies con 'comunidad

íntima' y 'asociación impersonal', para explicar las relaciones sistemáticas

que vinculan a miembros de una determinada comunidad aunque no se

encuentren en ningún momento en contacto directo, ha resultado uno de los

conceptos más problemáticos de la disciplina y el comportamiento humano.

La falta de un consenso acerca de en qué medida las estructuras tienen una

existencia real, más allá de las acciones de los individuos el llamado problema

de la relación agencia-estructura y la posición de algunas corrientes,

especialmente de origen empirista, que niegan la posibilidad de concebir

adecuadamente la estructura social en su conjunto, han sido causa de

numerosos debates.

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La estructura social es un concepto omnipresente pero alguna vez es

empleado con diferentes significados, pues es definido como equivalente a

sistema social u organización social guiada por normas y valores. Las

diferentes perspectivas en sociología: de la dialéctica, del funcionalismo y del

Interaccionismo simbólico, aportan descripciones con distintos puntos de

vista de estructura y lo mismo sucede con las ciencias sociales más próximas

a la sociología: la ecología humana, la psicología social y la antropología

cultural, lo cual en sí mismo es útil, porque también en esto la diversidad

enriquece.

En los dos planos porque la macrosociología como superestructura y

microsociología como hábitat o espacio personal, puede mejor definirse los

conceptos con el siguiente paso, (tomado de la ecología en relación con el

ecosistema); completando las parejas con el medio ambiente y la tecnología.

El crecimiento poblacional o crecimiento demográfico

Es el cambio en la población en un cierto plazo, y puede ser cuantificado

como el cambio en el número de individuos en una población por unidad de

tiempo para su medición. El término crecimiento demográfico puede

referirse técnicamente a cualquier especie, pero se refiere casi siempre a

25
seres humanos, y es de uso frecuentemente informal para el término

demográfico más específico tarifa del crecimiento poblacional, y es de uso

frecuente referirse específicamente al crecimiento de la población humana

mundial.

Los modelos simples del crecimiento demográfico incluyen el modelo del

crecimiento de Thomas Malthus y el modelo logístico. Las teorías que

explican los cambios demográficos modernos son la teoría de la revolución

reproductiva —apoyada en estudios longitudinales—, la teoría de la

transición demográfica y la teoría de la segunda transición demográfica -

apoyadas estas últimas en estudios transversales.

Las teorías malthusianas

Estas cifras reflejan el progreso de la humanidad y deberían ser motivo de

satisfacción. Sin embargo, ya a finales del siglo XVIII, Thomas Robert

Malthus, en su famoso libro "Ensayo sobre el principio de población",

aparecido en 1798, dio la primera nota pesimista ante el crecimiento

demográfico, pretendiendo que a causa del desequilibrio entre el aumento

de la población, creciendo en progresión geométrica, y el de los medios de

subsistencia, que, según él, crecerían sólo en progresión aritmética, el

control de la natalidad que por cierto, él, que era clérigo, basaba sobre todo

26
en la continencia- era indispensable para la supervivencia de la Humanidad.

Esta teoría fatalista, que, desde luego, Malthus no logró probar, a pesar de

la manipulación a que sometió las estadísticas, no tuvo demasiado impacto

en el ámbito social de su tiempo y, él mismo, en la última edición de su obra,

publicada en 1826, acabó diciendo que "los males derivados del principio de

población más bien han disminuido que aumentado".

Sin embargo, en el siglo XX, los neomalthusianos volvieron a la carga,

argumentando que, si no tomamos medidas precautorias, la sobrepoblación

acabará por devastar los recursos naturales mundiales. Principal exponente

de esta visión ha sido el biólogo norteamericano Paul Ehrlich con su libro

"The Population Bomb", publicado a mediados de los años sesenta.

En él se vaticinaba que a finales del siglo XX el mundo presentaría escasez

generalizada de comida y materias primas. Este libro tuvo un fuerte impacto,

y muchos gobiernos -principalmente de países en desarrollo- adoptaron

programas de control de la natalidad con el apoyo de organizaciones

multinacionales como las Naciones Unidas. Pero ninguna de estas

catastróficas predicciones ha tenido lugar. Si hiciéramos una lista de los diez

libros con los argumentos más erróneos del siglo XX, el trabajo de Ehrlich

27
estaría liderando el grupo. Lamentablemente, también estaría en la lista de

los que han hecho más daño.

28
4.4 Urbanismo y sociedad rural

En los países desarrollados, caracterizados ya por el modo de producción in-

formacional del que, no obstante, sabemos todavía muy poco- la

categorización de los espacios rurales y los espacios urbanos depende

exclusivamente de delimitaciones arbitrarias, basadas en el tamaño de los

municipios, o a lo sumo en el peso de la población activa agraria.

Lo rural y lo urbano tan sólo tienen peso específico cuando se ponen en juego

las elevadas plusvalías que, en el planeamiento urbanístico, se derivan del

trazado o retrazado de las líneas de delimitación del suelo urbano o apto

para urbanizar. Uno de los motores del nuevo modo de producción

informacional es justamente la propia producción y reproducción de la

ciudad, y de ahí los grandes conflictos que se desarrollan en torno a la

frontera física entre lo rural y lo urbano. Pero han desaparecido diferencias

que hicieron surgir, primero en Simmel y luego en Wirth, la preocupación por

un modo de vida urbano que, con el tiempo, y sólo como negativo

fotográfico, perfiló el concepto de lo rural.

El espíritu del capitalismo y la sociedad informacional han penetrado hasta


29
tal punto en esos supuestos espacios rurales que no es fácil percibir hoy

diferencias en hábitos, actitudes y valores, y menos aún en lo que se refiere

a las estructuras y relaciones de producción. Vivimos en una urbe global, en

la que los vacíos cumplen exclusivamente la misma función que, en términos

de microurbanismo, cumplieron los parques y las zonas verdes en la ciudad

industrial. Y la Sociología Rural es, en lo que a las sociedades avanzadas se

refiere, una ideología, en el mejor de los casos una utopía.

Las bases de este proceso están en la transformación tecnológica y

ecológica (es decir, también funcional) de estos espacios. Por ello, si queda

algún ámbito para el ejercicio de la Sociología Rural ésta sólo puede darse en

términos de Sociología de la Urbanización, y en este sentido puede cumplir

un importante papel, si no en las sociedades avanzadas, sí en los países

menos desarrolla- dos. Su objeto sería el análisis de los procesos de cambio

el cambio es un concepto casi inexistente en la Sociología Rural que propician

la integración de estos espacios en la urbe global; así como la interpretación

de las funciones que, en ese mismo marco, corresponden a los vacíos más

alejados de las redes informacionales de esa urbe.

30
Los conceptos tradicionales de Sociología Rural, Sociología del Desarrollo,

Sociología Urbana y Ecología Humana, debe darse una revolución

epistemológica en esta parcela de la Sociología, bajo riesgo de quedar

subsumida -como de hecho ya está ocurriendo- en la Antropología Cultural

o Ecológica. De hecho, los propios órganos de la Administración que en su

día dieron lugar, primero en los Estados Unidos y luego en Europa, a la

institucionalización de la Sociología Rural, desaparecen por anacrónicos.

La cuestión estriba en determinar si la Sociología, del mismo modo que en

su día supo hacer ver a los políticos y técnicos responsables de la ordenación

y el desarrollo rural la conveniencia del conocimiento sociológico como

herramienta imprescindible, sabrá hacer ver a los nuevos tecnócratas la

utilidad de los sociólogos en la ordenación del territorio.

LO RURAL Y LO URBANO

Desde que la sociedad industrial se definió como un proceso civilizatorio, uno

de cuyos elementos fundamentales fue la urbanización, lo rural nunca se ha

definido, quedando como residuo de lo que aún no es-urbano. Del mismo

modo que, desde que hace algo más de un siglo se inició la reflexión

sociológica sobre las consecuencias de la Revolución Industrial, con su

acumulación de masas de población en las ciudades (lo que vulgarmente se

31
asimila al proceso de urbanización), la dicotomía se viene planteando en

términos de polarización y luego de oposición.

Pero sobre todo, y en el marco general del positivismo que desde su origen

caracterizó al pensamiento sociológico, se ha venido tratando el tema en

términos de sucesión histórica de etapas, y en consecuencia de

jerarquización: si la revolución industrial traía el progreso económico a las

sociedades, la urbanización conllevaba el progreso social. Esta valorización

no ha sido siempre explícita, pero ha estado desde luego latente la gran

teoría (al menos en Spencer, Durkheim, Simmel, Töennies o Redfield...). Así

se hablase de solidaridad mecánica o solidaridad orgánica, de comunidad o

asociación, de lo folk y lo urban, etc., aun cuando se manifestara cierta

preocupación por el tipo de desórdenes sociales provocados por la

urbanización, se estaba poniendo en lo alto de la escala a lo urbano, y en lo

más bajo a lo rural.

Desde el origen mismo de las ciudades, éstas supusieron un avance objetivo

hacia formas de organización social más democráticas, y basadas en el

imperio de la ley. Se ha atribuido repetidamente a Marx una frase que Weber

rescató de la puerta principal de una vieja ciudad alemana: "El aire de la

32
ciudad nos hace libres"(WEBER, 1987:40). La ciudad ha posibilitado una

acumulación de capital y una concentración demográfica que ha hecho

factible un incremento de la creatividad social.

En los términos que estamos viendo, la definición e identificación de lo rural

y lo urbano ha sido relativamente simple; tan simple que, durante siglos, ha

llevado a la construcción de toda una mitología que de forma recurrente

reverdece, en torno a la Arcadia pastoril y campesina. Pero en la actualidad

las cosas no son tan sencillas.

El proceso de urbanización dejó de ser hace mucho tiempo un mero proceso

cuantitativo, de mera acumulación demográfica en torno a una acumulación

de recursos, para pasar a ser un proceso de carácter cualitativo. Si los

sociólogos han hablado de la urbanización como modo de vida (como hizo

Wirth), es porque ya no puede verse en términos de acumulación

exclusivamente, sino en cuanto extensión de estilos culturales, de modos de

vida y de interacción social. Es decir, lo urbano ya no está únicamente en las

ciudades. Cuando se ha hablado de la urbanización del mundo campesino

(LEFEBVRE, 1969, GAVIRIA, 1975, BAIGORRI, 1980b y BAIGORRI, 1983), se

ha querido expresar ese proceso que entonces se veía como de colonización

33
cultural, y que no es en realidad sino la extensión del núcleo civilizatorio

capitalista e industrial durante los siglos XIX y XX a la totalidad del territorio

social. Pues la urbanización es un proceso indisociable de la revolución

industrial y el capitalismo: de forma que únicamente allí donde las formas de

intercambio y de relación no sean de tipo capitalista podríamos hablar tal vez

de cultura rural, es decir preindustrial, y en este sentido precapitalista.

Pero "allí donde triunfan el intercambio de mercancías, el dinero, la economía

monetaria y el individualismo la comunidad se disuelve, es reemplazada por

la exterioridad recíproca de los individuos y el 'libre' contrato de trabajo"

(LEFEBVRE, 1971:27. La primera versión de este artículo es de 1949). Donde

algunos veían únicamente -o nada menos que- la desaparición física del

campesinado como grupo social (BARÓN, 1971), debía entenderse la

desaparición de una cultura, no de un colectivo social y productivo.

Estamos, con esta tesis de Lefebvre, en Simmel y Toënnies. Pero en realidad

no es, ni más ni menos, que la apreciación de Marx en el Manifiesto

Comunista de que el capitalismo "ha sometido el campo a la ciudad" (MARX,

1971;336). Y no sólo por el mero efecto de la concentración demográfica,

sino también por la ruptura de las relaciones sociales y de producción

34
tradicionales. Y a siglo y medio del Manifiesto, ¿qué puede significar hoy esa

polaridad rural-urbano, en un planeta donde se ha hablado ya de metrópolis,

luego de megalópolis, y últimamente de ciudades-mundo? Cuando se

plantea la existencia de cuatro o cinco ciudades-mundo que constituyen el

auténtico centro económico e intelectual del planeta (JONES, 1992;29-33),

e incluso apunta el surgimiento -más hipotético que real- de las tecnópolis,

como quintaesencia de las ciudades- mundo (CASTELLS-HALL, 1994), ¿qué

sentido tiene hablar de lo rural y lo urbano como categorías con vida propia?

Podemos echar mano de definiciones, pero ninguna sirve, salvo como frágil

muleta para mantener ficciones epistemológicas, supuestos campos

científicos que no son sino refugio de nominalismos: sociología rural,

sociología urbana, geografía rural, geografía urbana, ordenación rural,

ordenación urbana y ahora hasta turismo rural. El Instituto de Estadística,

para censar y cuantificar a la población, habla de zonas rurales, zonas

intermedias y zonas urbanas, sin otro criterio, como en casi todos los países,

que el tamaño demográfico.

Sin embargo, en las áreas metropolitanas existen municipios clasificados

como rurales que son dormitorios de la metrópoli. Y en el centro mismo de

35
la metrópoli hemos tenido ocasión de hacer sociología rural, y hasta

proponer un Programa de Desarrollo Agrario (BAIGORRI & GAVIRIA, 1984b).

En el entorno de todas las ciudades hallamos este tipo de situaciones en las

que la definición podría llevar a discusiones inacabables; del mismo modo

que podríamos plantearnos hasta qué punto son urbanas, si tenemos en

mente las tipologías de Hall, muchas de nuestras pequeñas ciudades,

incluso capitales provinciales. Y la cuestión no es baladí, por cuanto la

arbitraria clasificación del INE dificulta seriamente, en la actualidad, la

realización de análisis más afinados de la realidad social. En el fondo ocurre

que la dicotomía no nos sirve, por lo que tendríamos que hablar,

efectivamente, de gradaciones, de un continuum que iría desde lo más rural

-o menos urbanizado- a lo más urbano o menos rural.

Sin embargo, resulta difícil fijar las variables que nos permitan establecer esa

gradación, y situar empíricamente un objeto de investigación dado en una

supuesta escala. De Redfield a hoy la atribución de un mayor o menor grado

de ruralidad/urbanidad se hace, básicamente, de un modo más intuitivo que

científico. Y ello es así a causa de uno de los déficits que ha esterilizado tanto

la Sociología Rural como la Urbana: la desatención de la forma. Una y otra se

han ocupando de estructuras, o lo sumo de funciones; desaprovechando así

36
tanto el rico manantial, precipitadamente atrofiado, de la Ecología Humana,

como las aportaciones de ciencias hermanas como la Geografía. Sólo el

análisis de las formas de agrupación e interrelación social en el espacio

puede ayudarnos a matizar esa gradación, siéndonos más fácil a partir de

ahí el localizar vectores más estrictamente sociológicos. Así, el concepto

francés, más espacial, de urbanización (BAUER y ROUX, 1976) es previo, y

mucho más rico, que el anglosajón, más estructural e incluso más

sociológico (NEW- BY, 1980), y desde luego resulta imprescindible para

explicar los cambios estructurales que han caracterizado a los procesos que

determinan la urbanización global del territorio.

En realidad, este proceso ha sido visto -o previsto, cuando la finalidad no era

analítica sino transformadora- bajo denominaciones, interpretaciones y

valoraciones- diversas, por lo que conviene que siquiera prestemos atención

siquiera a algunas de las más interesantes.

A las primeras observaciones marxistas sobre la dialéctica campo-ciudad,

Kropotkin respondería a finales del XIX con su propuesta de equilibrio

ecológico: "Tened las fábricas y los talleres cerca de las huertas y tierras de

labor, y trabajad en unas y otras alternativamente" (KROPOTKIN, 1972:148).

37
Propuesta que sería asumida por los ordenadores rurales, primero en

Norteamérica, a partir de la segunda década del siglo XX, y que hoy se ve

materializada con la agricultura a tiempo parcial. Y en el mismo año en que

Kropotkin publicaba su alegato eco-libertario, Kaustky advertía de la

necesidad de una "facilidad de relaciones entre el campo y la ciudad", como

base para la "difusión de la civilización en el campo y para borrar el

antagonismo cultural que separa a éste de la ciudad"(KAUTSKY, 1974:225);

siendo la industria el instrumento que permitiría - como así ha ocurrido- la

modernización del campo. Más aún, y ello nos avanza aspectos a los que

luego prestaremos atención -el aislamiento informacional-, cree que "en las

zonas que continúan siendo puramente agrícolas y que, a causa de lo

inaccesible de su territorio o de la tozudez de sus habitantes, permanecen

cerradas a la penetración de la industria, la población decae desde el punto

de vista del número, de la fuerza, de la inteligencia, del nivel de vida, y con

ello se empobrece el suelo, y decae la explotación agrícola"(KAUTSKY,

1974:323).

El nacimiento de la propia Sociología Rural viene determinado justamente

por este tipo de preocupaciones, a través de la Comisión para la Vida Rural

creada por el presidente Theodor Roosevelt. La ordenación rural de la

38
Sección de Población Agrícola y Vida Rural del Ministerio de Agricultura de

los Estados Unidos perseguía justamente, desde 1919, la plena

incorporación sin traumas de los espacios rurales que, no lo olvidemos, se

rigieron desde siempre en los Estados Unidos por criterios capitalistas- a la

sociedad industrial. No se trataba por tanto de una colonización por el

capitalismo, sino por la civilización urbana.

Naturalmente este tipo de preocupaciones, crecientemente extendidas,

pronto dieron lugar a la primera andanada de lamentos por la pérdida de una

Arcadia que indefectiblemente no sufren quienes la lloran. Las llamadas de

los ideólogos de la tierra contra el desarraigo del progreso se sucedieron,

particularmente en la Alemania pre-nazi. Pero también en otros ámbitos se

pretendía guardar, como hacía el geógrafo G.Roupnel en 1932, "la armonía

universal de toda esta sonriente campiña" (ROUPNEL, 1932:202). Vale la

pena el contraste con Joaquín Costa, a quien se acusa de enfermedades

similares, y que sin embargo clamaba desde finales del siglo XIX contra "los

pueblos que se duermen en medio del día, como las vírgenes fatuas, llegan

tarde y con las lámparas apagadas a las puertas ya cerradas del peregrino,

sin alcanzar a donde se celebran los desposorios del mundo antiguo con esta

espléndida civilización moderna" (COSTA, s/f:191).

39
Tras la segunda guerra mundial el proceso civilizatorio se aceleró de nuevo.

Desde el campo del urbanismo se habla de la necesidad de que "lo mejor de

la civilización urbana llegue 'a la tierra'", y se propone el término de

ruralística, complementario de la urbanística, como concepto provisional

hasta que se desarrolle uno urbano-rural (BARDET, 1963:114 y 18). En

realidad, es lo que de hecho ya estaba ocurriendo, y la Ecología Humana se

interesaba por tales procesos, aunque no llegó a profundizar lo suficiente

antes de extenuarse a base de mediciones. Como lo percibían los geógrafos,

particularmente Gottmann, que promueve el concepto de megalópolis con

la publicación en 1961 de su obra de igual título, para un tipo de ciudad que

es casi un país, ya que incluye el propio campo dentro de sí misma. Más aún,

tempranamente advertía sobre un proceso que más tarde retomaría Toffler:

los signos de decadencia de la industria justamente al desparramarse en el

territorio. Para Gottmann "la tendencia tiene sus raíces en una consecuencia

simple de la evolución social y científica de nuestra era. Lo ocurrido con la

agricultura está pasando con la producción fabril, con el aumento de la

mecanización, con la racionalización y otras mejoras

tecnológicas"(GOTTMANN, 1973; 63). Pero los sociólogos no se apercibían

de estos cambios, pues "han pasado del estudio de los primitivos al estudio

40
de los medios urbanos e industriales" (LEFEBVRE, 1975:62, en un artículo

de 1953).

En Europa estos procesos se dieron más lentamente. Entre los años '30 y

'70 se producen diversas reformas agrarias de variado signo -estructurales,

tecnológicas, educativas...-, que convierten en sujetos del máximo interés

sociológico a los campesinos. Aunque en realidad lo que todas las reformas

agrarias buscaban era la urbanización del campo, entendida la urbanización

como proceso civilizatorio, de incorporación de los espacios sociales rurales

a la modernidad ciudadana, se produjo, entre los sociólogos encargados de

colaborar con los técnicos que diseñaban las reformas agrarias, un

contrasentido; pues al tomar al campesinado como un sujeto histórico, se

les consideraba como un objeto de valor, y como tal a conservar. Las razones

eran diversas.

La influencia del marxismo particularmente, a partir de los años '60, hizo que

muchos considerasen al campesinado poco menos que como sujeto

revolucionario, que debería oponerse a la penetración del capitalismo en el

ecosistema de la Arcadia. Gracias a la revolución de las comunicaciones y al

fuerte crecimiento de la riqueza en Occidente la antropología estaba de

41
moda; los sociólogos dejaban de hacer sociología y se aplicaban a la

etnología, y desde la ciudad descubrían ricos filones en esas casas rurales en

las que les invitaban a buen jamón y mejor vino.

Hay una fuerte influencia del modelo de Eric Wolf, para quien los campesinos

seguían estando "entre la tribu primitiva y la sociedad industrial (...), ni son

primitivos ni modernos" (WOLF, 1975;5), a pesar de que la evidencia

mostraba que los agricultores de los países desarrollados incluida España-

se manejaban perfectamente con la modernidad de los complicados

tractores y cosechadoras, de las endemoniadas letras de cambio, los

seguros, los colegios de sus hijos, las calculadoras, las sembradoras

hidroneumáticas, las semillas selectas.

La sociología se lamentaba de que el capitalismo se lanzase a "insertar al

campesinado cada vez más dentro de los mecanismos del sistema

económico global y a modelar sus explotaciones de acuerdo con sus

intereses" (SEVILLA-GUZMÁN, 1979:240). Estábamos, en el último cuarto

del siglo XX, planteándonos el mismo tipo de problemas que ocuparon a

Marx, Durkheim, Weber, Toënnies o Simmel en el último cuarto del siglo XIX.

En suma se construía una sociología rural apropiada para paliar los efectos

de la desamortización decimonónica, pero se hacía con un siglo de retraso,

42
cuando los campesinos deseaban incorporarse rápidamente a la

modernidad.

Una modernidad que no podemos asimilar con la industrialización que

empieza a decaer desde los años 60, ni siquiera con el capitalismo que

convertido en welfare state gracias a la socialdemocracia europea y el

liberalismo político norteamericano, no era ya ni la caricatura de sí mismo.

Una modernidad que, en mi opinión, habría que asimilar precisamente al

concepto de urbanización.

Es este un concepto que no puede asimilarse al meramente cuantitativo que

a partir de Kingsley Davis se entiende como proporción de población urbana

(DAVIS, 1979:13), sino más bien en el sentido de modo de vida con que Wirth

lo entendió en 1938, pues "las influencias que las ciudades ejercen sobre la

vida social del hombre son mayores de lo que indicaría el porcentaje de

población urbana" (citado en GIDDENS, 1991;591). Pero hasta Lefebvre no

habrá una clara identificación del concepto de sociedad urbana con la

sociedad post- industrial, y ello haciendo referencia, "más que a una realidad

palpable, a una tendencia, una orientación, una virtualidad"(LEFEBVRE,

1972:8). Es consciente de que este proceso en absoluto deja fuera a los

supuestos rurales: "¿El campo?: ya no es más nada más que 'los alrededores'

43
de la ciudad, su horizonte, su límite. ¿Y las gentes de la aldea?. Desde su

punto de vista ya no trabajan para los señores terratenientes. Ahora

producen para la ciudad, para el mercado urbano. Y si bien saben que los

negociantes de trigo o madera los explotan, no obstante, encuentran en el

mercado el camino de la libertad"(LEFEBVRE, 1972:18).

Con anterioridad había afinado también este proceso: "La industrialización

produce la urbanización, en una primera fase, negativamente (estallido de la

ciudad tradicional, de su morfología, de su realidad práctico-sensible).

Después de esto, aparece la verdadera tarea. La sociedad urbana comienza

sobre las ruinas de la ciudad antigua y su contorno agrario. A lo largo de

estos cambios, la relación entre industrialización y urbanización se

transforma.

La ciudad deja de ser un recipiente, receptáculo pasivo de productos y de la

producción. Lo que subsiste y se refuerza de la realidad urbana es su

dislocación, el centro de decisión formará parte en adelante de los medios

de producción y dispositivos de explotación del trabajo social por los que

detectan la información, la cultura, los mismos poderes de

decisión"(LEFEBVRE, 1969:166). Información, cultura, poder de decisión,

44
son en suma los elementos claves en el proceso de urbanización, que vemos

aquí, más allá de la crítica política de Lefebvre, como un estadio evolutivo en

el proceso general de civilización.

Este proceso evolutivo de carácter casi positivista, que Patrick Geddes había

desarrollado con elegancia en su famosa conferencia sobre La sección del

valle, podemos encontrarlo incluso en la biografía intelectual de los propios

sociólogos. Además de en el propio Geddes, de Weber a Lefebvre son

muchos los que hallamos preocupados inicialmente por temas rurales, y

ocupados en su periodo de mayor fertilidad de temas urbanos. En realidad,

en los grandes sociólogos a la preocupación por lo rural le sigue, tarde o

temprano, la preocupación por lo urbano; porque hacer una diferenciación

radical es, ciertamente, absurdo.

¿Queremos decir con todo esto que lo rural no existe? Faltan datos empíricos

para una afirmación semejante, aunque sí creo factible defender la inutilidad

de la separación epistemológica entre lo rural y lo urbano. Si las tesis que

venimos desarrollando son acertadas, lo rural serían apenas algunos

intersticios, fuera de la marcha de la civilización, que quedarían en el interior

de lo que denominamos la urbe global.

45
Posiblemente una clave para entender estos procesos esté en las

comunicaciones, como corresponde a la sociedad de la información que ha

sustituído a la sociedad industrial. MacLuhan apuntó la conformación del

planeta en una especie de aldea global, sobre la base tecnológica del "poder

descentralizador que el ordenador tiene para eliminar ciudades y todas las

demás concentraciones de población" (McLUHAN,1985:55). Y,

efectivamente, hemos podido observar en Europa, y particularmente en

España, de qué forma una infraestructura de comunicaciones, la autopista,

provocaba profundos cambios socioeconómicos en muchas áreas rurales,

del mismo que antes los produjo el ferrocarril. Las redes telemáticas están

haciendo el resto, pues "en una sociedad basada en la información, la ventaja

competitiva reside ahora en una organización mucho más flexible y

descentralizada de la producción y del trabajo, con el fin de reducir los costes

fijos, hacer mejor uso de las capacidades existentes, acercarse más al cliente

y evitar las limitaciones sobre la movilidad"(JOHNSTON, 1994:79).

El proceso no ha llevado a una aldea global, en el sentido casi tribal de

McLuhan, sino más bien desde una perspectiva civilizatoria y positivista a

una ciudad global, a lo que yo llamaría la urbe global: un contínuum

inacabable en el que se suceden espacios con formas y funciones diversas,

46
con mayores y menores densidades habitacionales, cohesionados por

diversos nodos o centralidades, pero que en su totalidad participan de una u

otra forma y a todos los efectos de la civilización y la cultura urbanas. Sólo

en la medida en que un espacio se halle incomunicado podrá hablarse de

cierta carga de intensidad variable de ruralidad, seguramente coincidente

con la depresión económica. Precisamente un reciente trabajo sobre

municipios y comarcas deprimidas utiliza diversas variables construidas a

partir del censo de edificios y viviendas (es decir, variables de urbanización)

como índices de depresión. En realidad, la población resultante era, sobre el

censo de 1981, de poco más de dos millones de personas, en 1.699

municipios cuyo tamaño medio era de 1.249 habitantes (MELLA,1990).

Posiblemente esos dos millones de personas constituyen, en la actualidad,

el espacio social rural en España, aunque tal vez habría que añadirles

algunos millones más de rurales que, aunque insertos es- parcialmente en

la urbe global, como inmigrantes marginados, no han sido asimilados

todavía por la cultura urbana.

Naturalmente, este proceso natural de urbanización hemos visto que no

siempre ha sido, ni lo es todavía, bien aceptado desde buena parte de la

sociología, particularmente desde la sociología rural, aún cuando por ello se

47
esté pagando el precio de perder su especificidad sociológica y pasar a

convertirse en antropología o etnografía. Y es curioso, este pavor

generalizado a la urbanización del mundo campesino tiene graves efectos

sobre el propio urbanismo. Como Jacobs puso de manifiesto, "los principios

rectores del urbanismo actual y de las reformas que se refieren a la vivienda

tienen como base una resistencia puramente afectiva a admitir que la

concentración humana es deseable: esta negativa apasionada ha

contribuido a “matar” intelectualmente el urbanismo" (citado en CHOAY,

1970:463).

EL ÁMBITO DE LA SOCIOLOGÍA DE LA URBANIZACIÓN

Es obvio que, sobre estas bases, no puede tener sentido una Sociología Rural

y como hoy la entendemos, como resulta también carente de sentido una

Sociología Urbana, diferenciada de la anterior. Precisándose por ello bien sea

una Sociología de la Urbanización (entendida ésta como proceso civilizatorio

en marcha), bien como una Sociología de los Asentamientos Humanos, lo

que menos importa es el nombre, que permita una lectura global del

territorio. En cuanto a la cuestión agraria, ésta entiendo que debe ser tratada

en los mismos términos que cualquier otro sector socioeconómico, tal y

48
como existe una sociología industrial, una sociología del conocimiento, o una

sociología del ocio. Pero su ámbito de estudio no puede ser ya la sociedad

rural, porque como tal no existe, sino el colectivo de trabajadores y

empleadores que conforman el sector agrario, y que no es sino uno más en

cualquiera de los territorios metropolitanos, urbanos o rurales que tomemos

como unidad de análisis.

Es decir, todo este replanteamiento no implica un cambio de objetivo, sino

de enfoque. La mejora en las condiciones de vida de la población apartada

de las centralidades de la urbe global, así como la conservación del medio

rural, seguirán siendo objetivos ineludibles. Pero del mismo modo que no

podemos concebir esa población como concebíamos al campesinado,

tampoco podemos identificar el medio rural con el medio natural, como el

ecosistema propio del campesinado, sino como un artificio más, una parte

de la urbe global, con formas y funciones muy distintas de las consideradas

tradicionalmente por la Sociología Rural.

Funciones que no vienen determinadas, dictadas por la ciudad triunfante

como opuesta al campo, sino que responden a las nuevas necesidades de la

49
sociedad globalmente urbanizada.

En otros trabajos hemos definido un tipo de territorios, a caballo entre los

conceptos tradicionales de lo rural y lo urbano, en los que "la tierra, cultivable

o no cultivable, ha dejado de tener esa única función de producir alimentos,

o en general materias primas.

Nuevos factores económicos han entrado en juego, de forma que el

agricultor no es sino un agente más en competencia por el uso y control de

ese suelo, aunque siga siendo el que más superficie domina y administra (y

esta sería quizás una de las principales diferencias entre estos territorios con

los puramente urbanos y metropolitanos) (...) El problema estriba en cómo

compaginar todas estas funciones con las vocacionales del territorio, esto

es la agricultura y la ganadería, e incluso el mantenimiento de espacios

'vírgenes'" (BAIGORRI, 1983,151).

En este tipo de espacios sólo tangencialmente tienen interés y peso los

tradicionales problemas campesinos. Las cuestiones que preocupan son ya

cultural- mente urbanas: la geofagia (que hemos definido como "el apetito

insaciable por devorar tierra fértil"), la banalización del paisaje, la pérdida de

peso político de los agricultores, y los excedentes, son los temas

característicos de las zonas agrícolas de los países ricos (BAIGORRI, 1992b).

50
Pero lo importante es que esta clase de territorios son los que contienen en

la actualidad a la mayor parte de la población considerada estadísticamente

como rural, así como la mayor parte de la producción agropecuaria. Y si

dejamos de considerarlos rurales, y nos empeñamos en mantener los

presupuestos epistemológicos tradicionales de la Sociología Rural, entonces

el objeto social que quedaría para esta rama de la sociología debería

circunscribirse a algunos desiertos demográficos alejados, como decíamos,

de las redes informacionales de la urbe global. Por ello insisto, ya para

terminar, en la necesidad de replantear sus mismos fundamentos como

rama específica de la Sociología.

51
4.5 Diversas políticas sobre la
población mexicana

La transición demográfica en México, o sea el paso de una mortalidad y

fecundidad elevadas a una mortalidad y fecundidad reducidas, es una

transición tardía y sumamente veloz. En menos de un siglo (1930-2010), la

población mexicana recorre un camino que tardó al menos dos siglos en

Europa (Chesnais, 1986). Se observan altas tasas de crecimiento

demográfico, entre 1940 y 1990, superiores al 2% anual (cuadro 4),

culminando durante veinte años (1955- 1975) en más de 3%, tiempo de un

desfase entre el inicio del descenso de la mortalidad y la disminución

posterior de la fecundidad (Zavala de Cosío, 1992 a). La población crece de

16 millones en 1930, a 34 millones en 1960, 81 millones en 1990 y 112

millones en 2010 (INEGI, 2012). O sea que, entre 1930 y 1990, la población

se duplica en menos de treinta años. Las esperanzas de vida aumentan de

25 años en 1900, a 34 años en 1930, 58 años en 1960 y 71 años en 2010.

La fecundidad disminuye de 7 a 2 hijos por mujer en apenas cuatro décadas

(1970-2010).

52
El inicio de la transición demográfica en América latina

Desde finales del siglo XIX, la mortalidad se reduce en la mayoría de los

países latinoamericanos y caribeños. Las transiciones de la mortalidad son,

en regla general, tanto más aceleradas que empiezan más tarde. Las

situaciones demográficas están positivamente relacionadas con las

condiciones socioeconómicas. En México, la baja de la mortalidad, a partir de

1930, es el primer momento de la transición demográfica.

Después de siglos de un ritmo demográfico lento, con mortalidad y natalidad

elevadas, se empieza a acelerar el crecimiento poblacional debido a la

disminución de la mortalidad. En esa primera etapa, la fecundidad se

mantiene elevada y hasta aumenta con las mejoras en la salud materna e

infantil. En un segundo momento, se reduce la fecundidad en la mayoría de

los países latinoamericanos y caribeños. En el cuadro 1, al combinar los

ritmos diferentes de la mortalidad y de la fecundidad, se observan varios

modelos de transiciones demográficas en la región (Cosío-Zavala, 2011) y

México se encuentra en una posición intermedia (cuadro 1).

53
54
El cuadro 2 presenta las esperanzas de vida al nacer en 2005-2010, donde

México se sitúa en un nivel mediano de mortalidad, después del grupo de los

países más avanzados en las esperanzas de vida (Argentina, Cuba, Uruguay),

y antes del grupo de los países de mortalidad más alta de América central

(Guatemala, Honduras), de América del Sur (Bolivia, Paraguay) y del Caribe

(Haití). Varios países tienen una evolución semejante a la mexicana, como

Brasil, Colombia, Ecuador, El Salvador, Nicaragua, Panamá, Perú, República

Dominicana y Venezuela (cuadro 2). En ese grupo, en 2005-2010, la

esperanza de vida femenina rebasa los 75 años, y en México alcanza los 79

años, con una tasa de mortalidad infantil de 17 por mil, o sea niveles bajos

de mortalidad.

55
Después de siete décadas de disminución de la mortalidad, las diferencias

demográficas se cristalizan en función de los diferentes ritmos de reducción

de la fecundidad. En México, la fecundidad empieza a disminuir rápidamente

desde los años 1980, con la adopción de métodos modernos de limitación

56
de los nacimientos por amplios sectores de la sociedad. La baja comienza

entre las mujeres urbanas, las más escolarizadas, de los sectores sociales

más privilegiados, para luego extenderse al conjunto de la población.

El cuadro 3 muestra la evolución de las tasas globales de fecundidad de los

países latinoamericanos y caribeños entre 1960 y 2010. En 1960, todos los

países superan los 6 hijos por mujer excepto cuatro países (Argentina [3.09],

Chile [5.44], Cuba [4.68] y Uruguay [2.9]). México tiene una fecundidad alta

en 1960-65 (6.75 hijos por mujer), que disminuye de 46% entre 1960 y 1985

y se reduce, en 2010, a 2.4 hijos por mujer (cuadro 3).

57
58
Los componentes de la transición demográfica en México

Los primeros signos de la transición demográfica mexicana se aprecian en la

aceleración del crecimiento de la población. El cuadro 4 y la gráfica 1

muestran las evoluciones de las tasas de crecimiento natural entre 1895 y

2010, a partir de datos censales. Después de los años de crisis demográfica

de principios del siglo XX, entre 1895 y 1921, con la revolución mexicana de

1910, la epidemia de gripe española de 1918 y la inestabilidad pos-

revolucionaria, las tasas de /crecimiento se empiezan a acelerar a partir de

1930, culminando en 1950-1970 en más de 3 por ciento anuales, para luego

bajar poco a poco (cuadro 4, gráfica 1).

Cuadro 4. México. Tasas anuales de crecimiento demográfico 1895-2010

59
Fuentes: 1895-1990 Cosío-Zavala (1988, tomo 1), Celade 2012

*INEGI (2012) señala una tasa del 1% en 2000-2005 y de 1.8% en 2005-

2010, a partir de los resultados del censo del 2010. Estos datos siguen aún

en examen, en un ejercicio de conciliación censal, que no ha terminado en

mayo del 2012.

60
La meta de una tasa de crecimiento del 1% en el año 2000, establecida en

1976 por el Programa Nacional de Población, fue rebasada en un 30 por

ciento (1.3%). Esto se explica por la inercia demográfica, fenómeno que

depende de las estructuras por edades jóvenes que no permiten una

reducción más rápida de las tasas de crecimiento demográfico (Aguirre,

1986).

En México, como en los otros países latinoamericanos, la transición

demográfica empieza con una reducción de la mortalidad, en el primer tercio

del siglo XX. Arriaga (1968) estima la esperanza de vida al nacimiento de

1895 en 24 años, 25.3 años en 1900 y 27.6 años en 1910, según los tres

primeros censos (cuadro 5).

A partir de 1930, la reducción de la mortalidad se acelera de tal manera que,

en tres décadas, se registran progresos en los niveles de las esperanzas de

vida comparables a los que necesitaron 200 años en Europa (Chesnais,

1986). Las esperanzas de vida al nacimiento alcanzan 33.9 años en 1930,

38.8 años en 1940, 47.6 años en 1950 y 58.0 años en 1960

(Cuadro 5).

61
Cuadro 5

Esperanzas de vida en años censales, México, 1895-2010

Los mayores incrementos en las esperanzas de vida, más de 2 %

anualmente, se observan entre 1940 y 1960 y son muy superiores a los

62
europeos (gráfica 2). La mortalidad mexicana disminuye entonces

aceleradamente al reconstruirse el Estado, la seguridad pública y las

instituciones sanitarias, después de los trastornos revolucionarios. En los

años posteriores a 1940, se llevan a cabo campañas de vacunaciones y de

erradicación del paludismo y de la tuberculosis; se construyen redes de agua

potable y de alcantarillado, centros de salud, clínicas, dispensarios y

hospitales (Rabell y Mier y Terán, 1986; Zavala de Cosío, 1992 b).

Gráfica 2. Tasas anuales de incremento de las esperanzas de vida al nacer

1895-2010 (%)

63
Como consecuencia inmediata de la baja de la mortalidad, las estructuras

por edades se modifican. El aumento en la proporción de nacimientos

sobrevivientes, consecutivo a la disminución de la mortalidad infantil,

provoca hasta 1975 una reducción en la proporción de mujeres en edades

fértiles, de 15-49 años de edad, que pasan de 47 % a 43 % de la población.

Este cambio tiene un efecto reductor en los nacimientos y en las tasas

brutas de natalidad, cuya baja no corresponde al alza de las tasas globales

de fecundidad entre 1930 y 1970 (Cosío-Zavala, 1972 b).

Cuadro 6. Proporción de mujeres de 15-49 años de la población femenina

total (%) 1950-2010

64
Debido a los efectos de las estructuras de edades sobre la natalidad y el

crecimiento, y dados los cambios de calendario (rejuvenecimiento,

envejecimiento) que sesgan las tasas globales de fecundidad, los mejores

indicadores para medir las evoluciones de la fecundidad son los indicadores

longitudinales, es decir las descendencias finales de las generaciones

femeninas, clasificando a las mujeres según sus años de nacimiento (Henry,

1953). En los párrafos siguientes, si es posible con los datos disponibles,

presentaremos indicadores longitudinales y descendencias finales de las

generaciones. Aunque no son los más comunes, ya empieza a haber datos

longitudinales en México.

En la gráfica 3 se representan las tasas globales de fecundidad desde 1895

a 2010, con datos de los censos generales de población para los años 1895-

1950 (Cosio-Zavala, 1988), seguidos por la serie de tasas globales de

fecundidad proporcionada por la revisión de 2010 del World Population

Prospects de la División de Población de las Naciones Unidas, los más

consistentes que encontramos (ONU, 2011). De hecho, los datos del

Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI) y los del Consejo

Nacional de Población (CONAPO) señalan variaciones extrañas en los

indicadores, ya que los resultados del Censo del 2010 resultaron superiores

65
a los montos proyectados por el CONAPO y que se trataron de ajustar.

Gráfica 3. Tasas globales de fecundidad y descendencias de las generaciones

1895-2010

Se está verificando un ejercicio de conciliación censal entre INEGI, CONAPO

e instituciones académicas que no ha terminado en mayo del 2012

Fuentes: Cosio-Zavala, 1988, Zavala de Cosío, 1992; ONU 2011

66
Para la gráfica 3, estimamos las descendencias finales de las generaciones

desde 1861 a 1971, que se colocan en el año correspondiente a la edad

media a la maternidad, alrededor de los 30 años en todas las generaciones.

Los efectos del rejuvenecimiento del calendario de la fecundidad son muy

visibles en todos los periodos, ya que las curvas transversales superan a las

curvas longitudinales. En un primer periodo, de 1930 a 1960, la fuerte

reducción de la mortalidad y los adelantos significativos en la salud materna,

junto con el rejuvenecimiento de la nupcialidad, contribuyen a un primer

baby boom. Un segundo periodo de disminución acelerada de las tasas

específicas de fecundidad, después de 1970, rejuvenece significativamente

el calendario de la fecundidad y la tasa global de fecundidad se encuentra

sobrestimada a pesar de que, en esos momentos, ya se reducen

aceleradamente las descendencias de las generaciones (gráfica 3).

La gráfica 4 muestra el calendario de la fecundidad (en porcentaje) y el

rejuvenecimiento de la distribución de la fecundidad según la edad. Ésta

pasa de una cúspide tardía en 1976-77 a una cúspide temprana después de

1989, cada vez más concentrada en tres grupos de edades: 15-19 años, 20-

24 años (valor modal) y 25-29 años de edad. A partir de 1989, las tres

cuartas

67
partes de todos los nacimientos se producen antes de los 30 años de edad.

Esto explica la dificultad que tiene la tasa global de fecundidad para bajar

tanto como las descendencias finales de las generaciones (gráfica 3).

Mientras perdure el rejuvenecimiento del calendario de la fecundidad, el

valor de la tasa global de fecundidad estará por encima de las descendencias

finales de las generaciones, o sea del nivel real de la fecundidad de las

parejas. Además, en los niveles bajos de fecundidad, alrededor de los 2 hijos

por mujer, las variaciones de las tasas globales de fecundidad dependen

estrechamente de los calendarios de la fecundidad y ya no tanto de los

cambios de intensidad medidos por las descendencias finales de las

generaciones.

Gráfica 4. Distribución de la fecundidad según la edad (%), 1976-2006

68
El esquema general en México es de un rejuvenecimiento de la fecundidad,

con una reducción generalizada después de los 25 años de edad,

compensada por una disminución moderada de la fecundidad temprana,

entro los 15 y los 24 años (ver gráfica 5). O Es exactamente lo opuesto al

retraso de calendario de la fecundidad observado en los países de baja

fecundidad, por ejemplo, en Europa, donde, en las últimas décadas, se

produce una reducción generalizada de la fecundidad en las edades jóvenes,

antes de los 30 años de edad, compensada por una elevación de la

fecundidad tardía, después de los 30 años (Adveev et al., 2011).

Podemos también comparar con las tendencias recientes de la fecundidad

en África del Norte (Argelia, Libia, Marruecos, Túnez), que tienen los mismos

niveles de fecundidad que México, ya que la fecundidad disminuye también

de 7 a 2 hijos por mujer entre 1970 y 2000. Pero en esos países del Magreb,

el factor explicativo es radicalmente opuesto, ya que la baja se debe a una

elevación de la edad media al matrimonio (de 22 a 30 años de edad) y por

ende, a un envejecimiento del calendario de la maternidad. La sociedad

magrebina prohíbe las relaciones sexuales de las mujeres antes del

matrimonio, y como éste es cada vez más tardío, sobre todo por razones

económicas y por la prolongación de la escolaridad femenina, se reduce

69
automáticamente la fecundidad (Ouadeh-Bedidi et al., 2012).

En las siguientes secciones, analizamos en detalle las tendencias de la

fecundidad en México, así como las variables intermedias que las explican,

principalmente la nupcialidad y el uso de métodos anticonceptivos.

El rol fundamental de la nupcialidad

En las diferentes fases del modelo clásico de la transición demográfica,

después de una primera etapa de reducción de la mortalidad, el segundo

momento consiste en el retraso de la edad a las primeras uniones y el alza

del celibato definitivo con el fin de controlar los nacimientos. Esto, que se

propone como una regla universal de la transición demográfica a partir del

ejemplo europeo (Chesnais, 1986), no se verifica ni en América latina en

general, ni México en lo particular. Al contrario, se observa un alza de la

nupcialidad durante el siglo

XX. A partir de los años 1950, se produce un verdadero marriage boom, con

una nupcialidad que empieza a edades cada vez más precoces y una

reducción de las proporciones de mujeres y hombres soltero(a)s

70
definitivo(a)s (Camisa, 1971). Hay que subrayar que ese marriage boom se

produce en la misma época que en Europa y en América del norte.

En México, las mujeres de las 25 generaciones nacidas en 1927-1951

mantuvieron una nupcialidad elevada y precoz (Zavala de Cosío, 1992 b). Con

un enfoque longitudinal, las Encuestas Demográficas Retrospectivas (EDER,

1998 y 2011) muestran que las edades medianas a la primera unión de las

mujeres alcanzan apenas los 21 años de edad, o sea que el calendario de la

nupcialidad sigue siendo temprano en promedio (cuadro 7).

Cuadro 7. Edad mediana a la primera unión de las generaciones femeninas

(1936-1980)

Fuente: Encuestas demográficas retrospectivas EDER-1998 y EDER 2011

71
En México, la nupcialidad no es un freno para limitar los nacimientos. La

reducción de la fecundidad, desde su inicio, es dependiente del uso de los

métodos modernos de anticoncepción.

Una fecundidad natural hasta finales de los años 1960

En trabajos anteriores, observamos claramente que las mujeres nacidas

antes de 1936 no experimentan cambios de la fecundidad marital, que se

mantiene a un nivel de 8.4 hijos por mujer unida en ausencia de mortalidad

(Zavala de Cosío, 1992 b). Las mujeres con una primera unión antes de los

20 años de edad tienen los mismos niveles de fecundidad marital que las

mujeres no maltusianas del antiguo régimen en Europa y Quebec (Henry,

1953).

Los elementos que permiten afirmar este resultado, en las generaciones

1920-1936, son características típicas de las poblaciones con una

fecundidad natural según la definición de Louis Henry : una tendencia lineal

de la descendencia final en función de la edad a la primera unión,

probabilidades de crecimiento superiores a 90 por 100 hasta el sexto

nacimiento, curvas convexas hacia abajo de las tasas específicas de

72
fecundidad que son independientes de la edad a la primera unión y de las

variables socio-económicas como la escolaridad y el tamaño de la localidad

de residencia (Zavala de Cosío, 1992 b).

A partir de las generaciones nacidas en 1937, cambian los patrones de

fecundidad. Empiezan a ampliarse las diferencias entre la fecundidad rural,

urbana y metropolitana. Las mujeres más escolarizadas tienen menos hijos

que las poco escolarizadas en todas las edades y las curvas de fecundidad

empiezan a ser cóncavas hacia arriba, claramente relacionadas con la edad

a la primera unión. En estas generaciones transicionales, las mujeres unidas

a partir de los 20 años de edad presentan tasas de fecundidad inferiores a

las mujeres unidas a los 15-19 años de edad (Zavala de Cosío, 1992 b).

Podemos aplicar a la sociedad mexicana la definición de Norman Ryder de

dos modelos de transición demográfica, que en este caso coexisten: “uno

aplicable a las sociedades que inventaron la modernización, otro aplicable a

las (sociedades) en las cuales la modernización se impuso en cierto grado”

(Ryder, 1983). Hay 15 años de diferencia entre los inicios de la transición de

la fecundidad entre las mujeres de las grandes ciudades y más

escolarizadas, que encabezan el cambio (las pioneras) a partir de la segunda

73
mitad de los años 1960, y la gran mayoría de las mujeres mexicanas, que

empiezan a controlar sus nacimientos después del pleno desarrollo del

programa oficial de planificación familiar en los años 1980 (Juárez et al.,

1996).

Esta dualidad se explica por las diferencias en el rol social de las mujeres,

cuya transformación empieza en las zonas urbanas más importantes, con la

escolaridad, la entrada al mercado del trabajo, cambios en el valor social de

los hijos (de mayor calidad y menos cantidad) y evoluciones en las normas y

representaciones de género. El segundo modelo se observa en las zonas

menos desarrolladas del país, entre las mujeres menos educadas, donde no

cambian tanto los modelos familiares tradicionales y las desigualdades

sociales y de género.

El Programa Nacional de Planificación Familiar se implementa a partir de

1977 y difunde los métodos modernos de anticoncepción entre los grupos

sociales que no hubieran cambiado tan masivamente sus comportamientos

reproductivos si no hubiera existido el programa, con lo cual se extiende la

reducción de la fecundidad en México a nivel nacional (Zavala de Cosío, 1992

b).

74
El envejecimiento de la población y el bono demográfico

Las evoluciones de la mortalidad y de la fecundidad observadas en los

párrafos anteriores tienen consecuencias significativas en las estructuras y

en los efectivos de la población, en el pasado, el presente y el futuro. Uno de

los resultados más importantes de la reducción de la fecundidad es el

envejecimiento previsible de la población.

Cuadro 12. América latina y Caribe, México. Población mayor de 65 años

1950-2050. Proyección media.

75
Las transiciones demográficas en América latina en general, y en México en

lo particular, significan cambios importantes en las estructuras por grupos

de edades. En un primer momento, la reducción de la mortalidad hace

aumentar el grupo de menores de 15 años, rejuveneciendo las poblaciones.

En un segundo momento, la reducción de la fecundidad hace disminuir

rápidamente la proporción de niños de 0 a 14 años de edad. El porcentaje de

personas mayores de 65 años, inferior al 10%, todavía no es muy importante

y se prevé que alcance ese porcentaje después del año 2025 en México

(ONU, 2011).

El grupo de población que aumenta más, durante la transición demográfica,

son los adultos entre 15 y 59 años. A estas transformaciones de las

estructuras de edades se le denomina “el bono demográfico”, y es el periodo

de duración limitada durante el cual las poblaciones dependientes

disminuyen con relación a las edades activas, o sea que se reducen las

relaciones de dependencia.

El cuadro 12 muestra que los efectivos de latinoamericanos y caribeños de

65 años y más rebasan los 40 millones de personas en 2010, efectivos que

se duplicaron en 20 años (21 millones en 1990) y que se duplicarán una vez

76
más en 20 años, en el 2030 (con 85 millones

proyectados). En 2050, se estima en 142 millones a la población mayor de

64 años de edad en América latina y el Caribe, casi la quinta parte de la

población (cuadro 12). Para México, las evoluciones son muy semejantes: 3.6

millones en 1990, 7.2 millones en 2010 (se duplica) y

15.8 en 2030, duplicándose una vez más poco antes de esa fecha. En 2050,

se estima que habrá 28.7 millones de personas de 65 años y más de edad,

la quinta parte de la población total del país (ONU, 2011).

Gráfica 10 Evolución de las relaciones de dependencia en 1950-2050 en

México, América central y del Sur

77
Estas cifras hacen resaltar el enorme impacto de las transiciones

demográficas sobre el crecimiento de la población y las estructuras por

edades.

Además de ser un fenómeno universal e ineluctable, también tiene

consecuencias mayores desde el punto de vista económico y social. La

relación de dependencia3 aumenta mucho durante la fase de reducción de

la mortalidad (rejuvenecimiento de la población), con una cúspide entre 1965

y 1975, para luego disminuir significativamente durante la fase de reducción

de la fecundidad (gráfica 9) y el periodo de bono demográfico. A partir de

2030, la relación de dependencia empieza a aumentar nuevamente, como


78
consecuencia del envejecimiento de la población, la fase final de la transición

demográfica.

Es la relación entre el efectivo de la población « dependiente » (menores de

15 años y mayores de 60 años) entre la población de edad activa (adultos de

15-59 años de edad)

Cuadro 13. América latina. Años de inicio y final de la reducción de las

relaciones de dependencia*

79
* Relación entre los niños menores de 14 años y las personas de 60 años y

más Fuente: CELADE, proyecciones 2012.

El cuadro 13 señala el tiempo necesario para que la relación de dependencia

pase de su máximo a su mínimo, diferente según las características de la

transición demográfica en cada país. En México, empieza el cambio en 1966

y termina en 2022 según las proyecciones de las Naciones Unidas, o sea que

se realiza en poco más de medio siglo (56 años). Con respecto a otros países,

se observan grandes variaciones en la duración de ese periodo, 76 años en

Paraguay comparado a 17 años en Cuba (cuadro 13). Algunos países ya

terminaron (Cuba desde 1991) otros lo terminarán dentro de varias décadas

(como Guatemala en 2050).

La Comisión Económica para América latina (CEPAL) menciona que el bono

demográfico es uno de los motores del combate contra la pobreza en

América latina y el Caribe, junto con el crecimiento económico y las

transferencias sociales. Contribuye a la reducción de la pobreza en el periodo

1990-2002 junto con el ingreso per cápita, procedente de los ingresos

laborales, que aumenta de manera regular al reducirse las relaciones de

dependencia, el tamaño medio de los hogares y la fecundidad. Este efecto

80
se va a borrar poco a poco a medida del envejecimiento de la población, sobre

todo entre 2010 y 2050 (CEPAL, 2009).

Tres explicaciones de la transición demográfica en México

¿Cómo se explican las modalidades de la transición demográfica en México,

entre 1930 y 2010, y las características de la fecundidad cercana al nivel de

reemplazo? ¿son éstas originales o se insertan en un conjunto de países con

evoluciones semejantes?

Proponemos tres tipos de explicación, que no son excluyentes una de la otra,

en base a las observaciones de la transición hacia fecundidades bajas que

han tenido lugar en otras épocas y en otras regiones.

Una primera explicación es que las políticas de población y los programas de

planificación familiar han facilitado el acceso a los métodos modernos de

anticoncepción, para todos los grupos sociales, aunque algunos queden aún

al margen (Aparicio, 2007), pero sin afectar el nivel general. Sin embargo,

como lo muestra Irène Théry, los cambios legislativos acompañan los

cambios en los comportamientos “sin que los unos sean las consecuencias

81
de los otros” (Théry, 2000).

Es así como, en México, las mujeres “pioneras” empiezan a limitar sus

descendencias varias décadas antes de la nueva Ley de Población de 1973

(Zavala de Cosío, 1992 b). La idea de una fecundidad controlada se generaliza

en México por varios conductos que no son únicamente legislativos e

institucionales, tanto en los grupos urbanos y escolarizados, donde las

normas maltusianas se relacionan con el progreso social, como en los

grupos vulnerables, donde prevalece el maltusianismo de pobreza (Zavala

de Cosío, 1992 b).

Esto quiere decir que los cambios económicos, sociales y culturales tienen

mucho peso, independientemente de las políticas. Se observa que, en Brasil,

donde no se ha llevado a cabo una política de población sistemática, las

evoluciones de la fecundidad son muy similares a las mexicanas. Como

escribe Jacques Vallin, “es más importante tomar las medidas necesarias

para adaptar nuestras sociedades y nuestras economías a los cambios

demográficos que tratar de impedir éstos”4 (Vallin, 2011, p. 345).

Un segundo tipo de explicación se basa en los cambios de roles de género.

82
Las mujeres son fundamentales en las transformaciones demográficas y

sociales, ya que la limitación de los nacimientos se basa en los métodos

femeninos de anticoncepción (píldora, DIU, esterilización femenina). La

participación femenina en la actividad económica aumenta

significativamente.

También los niños y niñas asisten cada vez más a la escuela. Pero los roles

de madre y esposa y las formas familiares no se transforman en profundidad

en México, ya que para la mayoría de las mujeres mexicanas, la primera

etapa de entrada a la vida adulta es la primera unión (Coubès et al., 2005),

siendo central la familia para las mujeres. Esto explica en gran parte porqué

persiste una fecundidad temprana con edades jóvenes de entrada en unión.

El modelo de la familia mexicana no propicia, por el momento, el

individualismo y la autonomía personal, como por ejemplo en Francia a partir

de los años 1960 (Bonvalet, 2011). Sin embargo, la vida reproductiva se

acaba pronto, ya que la operación femenina se banaliza en las uniones “como

primer método, aún entre las jóvenes con pocos hijos” (Brugeilles, 2005,

p.141). Esos comportamientos contribuyen a la construcción de un modelo

joven de formación familiar en México, con una nupcialidad precoz en

83
promedio, pocos hijos y una fecundidad que se termina tempranamente.

Nos podemos preguntar sí esta situación va a perdurar o si los roles de

género van a cambiar en profundidad. No hay todavía señales de que esto

vaya a ocurrir muy pronto.

Finalmente, un tercer tipo de explicación es él de los modelos de transición

de la fecundidad. Festy propone la idea de que hay dos tiempos en la

reducción de la fecundidad hacia los niveles más bajos, en base a un análisis

sobre las evoluciones de los países europeos y de los Estados Unidos (Festy,

1979).

En un primer tiempo, la baja de la fecundidad acaba con las « Il est peut être

plus important de prendre les mesures susceptibles d’adapter nos sociétés

et nos économies aux changements démographiques que de chercher à

contrecarrer ces derniers » familias numerosas y se concentra la fecundidad

en las edades jóvenes. Después sigue una segunda fase de las etapas finales

de la disminución de la fecundidad, donde un retraso en los nacimientos

provoca el envejecimiento del calendario de la fecundidad, o sea una

elevación en la edad a la maternidad (Festy, 1979).

84
A niveles de reemplazo de la fecundidad, datos recientes de los países

europeos muestran que se registran constantemente cambios en los

calendarios de la fecundidad, debidos a coyunturas diversas, que hacen

fluctuar las tasas globales de fecundidad, por encima o por debajo del nivel

de las descendencias finales de las generaciones que son más estables

(Adveev et al., 2011). Además, “en los años recientes, el aumento sensible

de la fecundidad en Suecia y en diferentes países en el oeste del continente

[europeo] sugiere que el movimiento de elevación de las edades a la

maternidad ha alcanzado sus límites” (Adveev et al, 2011, p. 31).

Esta hipótesis determinista sugiere que México está todavía en la primera

fase de su transición de la fecundidad y que el segundo tiempo va a llegar

posteriormente. Las tres hipótesis de explicación no son incompatibles entre

sí, ya que las tres significan que no se ha acabado la transición demográfica

en México y que los cambios se van a prolongar junto con evoluciones a venir

en los campos institucionales, de género y demográficos. De hecho, ya hay

indicios de que el retraso a la primera unión y al nacimiento del primer hijo

existen en algunos sectores de la población, aunque son minoritarios.

Tenemos que esperar para saber si esas evoluciones se van a generalizar o

no.

85
En conclusión, la transición demográfica mexicana es original, con el efecto

principal de la nupcialidad temprana. Sin embargo, se inscribe dentro de los

patrones de evolución de varios países latinoamericanos, que,

comparativamente, son cercanos a México. Hay grandes diferencias con los

ejemplos europeos y magrebinos a pesar de niveles ahora comparables de

baja fecundidad. Podemos hablar de similitudes culturales, económicas y

sociales que emparejan las evoluciones en América latina y el Caribe, pero

cada transición demográfica, entre ellos la mexicana, tiene sus

características propias. La transición mexicana se distingue claramente por

la nupcialidad temprana que perdura hasta esta segunda década del siglo

XXI

86
Recapitulación
Como pudimos ver, a lo largo del presente capitulo se abordaron temas

íntimamente relacionados con la población y su estudio en el ámbito de la

sociología, temas como estructura social, crecimiento poblacional, concepto

de demografía y su diferencia con la sociología, urbanismo y sociedad rural,

así como políticas poblacionales en México.

Así mismo el alumno pudo revisar distintas graficar que exponen de manera

ilustrativa los temas sobre población y demografía analizados en el presente

bloque.

87
Conclusión

En ese sentido, una vez terminado este bloque se invita al alumno a realizar

las siguientes reflexiones:

¿Qué diferencia hay entre demografía y sociología, y cual es la importancia

del estudio de la primera?

¿Qué tema llamo tu atención respecto de las gráficas expuestas en este

bloque?

¿Si tu fueras un gobernante con facultades de legislar o implementar alguna

política pública poblacional, que implementarías?

88
Fuentes de consulta

Marini, M. (1994). Las raíces del pensamiento latinoamericano. Documento

en línea. Recuperado de http://www.marini-

escritos.unam.mx/083_sociologia_latinoamericana.html

Moya, L. y Olvera, M. (2013). La histografía de la sociología en México:

balances y una propuesta de interpretación desde la historia

conceptual. Sociológica (28) 80. México. Recuperado de

http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0187

-01732013000300001

Moya, L., y Olvera, M. (2013). La historiografía de la sociología en México:

balances y una propuesta de interpretación desde la historia

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Ontiveros, M., y Mendoza, M. (s.f.). El origen de la sociología. En Sociología I

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Uña, O. (2005). La constitución de la sociología como ciencia. Revista

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89

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