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En los últimos años el crecimiento del coaching ha sido y está siendo extraordinario. Cada vez
oímos más hablar de coaching, y es mayor el número de personas que acuden a nuestra escuela
interesados en nuestro curso de coaching presencial o en el curso de coaching online. En medios
de comunicación, en las empresas e incluso en la calle. Encontramos cada vez más publicaciones
sobre coaching y la oferta es mayor.
Sin embargo, pese a su implantación en todos los ámbitos de la sociedad y a ser un método
privilegiado para facilitar procesos de cambio y lograr resultados extraordinarios, sigue existiendo
un gran desconocimiento tanto con relación a qué es, como a qué lo distingue de otras disciplinas.
El término se remonta etimológicamente al siglo XV. Cuando en la ciudad húngara de Kocs, parada
obligada de viajeros entre Budapest y Viena, apareció un singular carruaje llamado «kocsi»,
traducido al alemán como «kutsche», al italiano como «cocchio» y al español como «coche».
De este medio de transporte, dotando de un sistema de amortiguación que hacía los viajes más
cómodos, deriva el término que conocemos como coaching. Convirtiéndose en una metáfora del
viaje que hacemos en coaching desde donde estamos hasta donde deseamos estar. El conductor
del coche o coach nos sirve de guía. Facilitando el camino hacia donde deseamos estar.
A lo largo de la historia, filósofos de diversas corrientes han aportado mucho al desarrollo del
coaching, tal y como lo conocemos hoy.
El sofista griego Protágoras con la frase «El hombre es la medida de todas las cosas» introducía la
idea del relativismo condicionando la verdad o falsedad de cualquier afirmación a factores
intrínsecos y extrínsecos, que conforman la percepción del mundo de cada persona. ¿Es el mundo
como es o como lo ves?
Los diálogos socráticos, basados en preguntas y respuestas entre lo que podríamos llamar coach y
cliente, también son un antecedente del método del coaching.