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Esta noche es el momento de la verdad, de la entrega, de la valentía.

Jesús

estás dispuesto a aceptar las consecuencias de Tú vida, las consecuencias de Tú

fidelidad a Dios Padre y a los demás: tomar la cruz y salvar al mundo, el que

podamos vivir y morir con esperanza

Esta noche te pedimos ser como tú: Atentos a Dios Padre y a los hermanos.

Con esa entereza, esa confianza. Nosotros somos débiles y muchas veces frágiles y

muy limitados que desesperamos ante el primer problema, que huimos, que no

tenemos fuerzas, que no nos comprometemos lo suficiente. Somos un poco Pedro

que incluso te negó. Señor Jesús, que sepamos vivir “nuestra hora”, y cada día de

nuestra vida.

DEL EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS (14, 35-38)

…. y adelantándose un poco, se postró en tierra pidiendo que, si era posible,

se alejase de él aquella hora; y dijo: Abba, Padre: tú lo puedes todo, aparta de mí ese

cáliz. Pero no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres. Volvió, y al encontrarlos

dormidos, dijo a Pedro: -Simón, ¿duermes?, ¿no has podido velar ni una hora? Velad

y orad, para no caer en la tentación; el espíritu es decidido, pero la carne es débil.

Palabra del Señor

Jesús nos dice esta noche que es posible orar al Padre desde toda situación

humana. Especialmente en esta realidad desgarradora de la Pandemia del

COVID19, en la angustia, en la debilidad, en la enfermedad, en las persecuciones, en

los terremotos, así como también en los momentos familiares de convivir en la

alegría, especialmente cuando hemos superado la prueba de la enfermedad. Se

puede hablar con el Padre, siempre. Porque el Padre está con Jesús, con nosotros,

con todos. Silencio. Después, canto.

Señor Jesús, gracias por tu presencia. No olvidamos que muchos se sienten

solos hoy día, que están enfermos, que sufren, que son perseguidos a causa de la

justicia, que no pueden dar de comer a sus hijos, que sufren la guerra de los

poderosos,... Es el Getsemaní muy actual y muy vivo; pero ahí estás tú. También

nosotros queremos estar unidos a todas esas personas; contigo en ellos, Señor.
PRECES- ORACIÓN DE PETICIÓN:

Señor Jesús, queremos poner ante nuestros ojos a cuantos están marcados por

el dolor y la anmaldad en el mundo y están amenazados por la Pandemia del COVID19. Queremos

poner cerca de Ti a aquellos torturados, marginados, en la miseria, o la cárcel,

aquellos humillados por el poder de este mundo y condena a muerte por la

violencia, pues sabemos que en cada uno sigue Tú agonía.

Pedimos:

- Por los agonizantes y enfermos terminales, que además de los paliativos, no

les falte el ángel del consuelo. Rogamos al Señor

- Por los que viven en la miseria y el olvido, que lleguen a todos sus gritos

silenciosos. Rogamos al Señor

- Por los que son víctimas del terror, de la guerra, de los secuestros y la tortura,

que a todos nos interpele su martirio. Rogamos al Señor

- Por los ancianos que no son queridos y se sienten solos, que encuentren

personas que los acompañen y valoren. Rogamos al Señor

- Por las mujeres maltratadas, víctimas de la violencia de género, la trata y el

comercio de personas, que puedan recuperar su dignidad y su libertad.

Rogamos al Señor

- Por los niños esclavizados, vendidos, prostituidos, militarizados, que

encuentren los medios para rehacer sus vidas. Rogamos al Señor

- Por los que no tienen trabajo, por los fracasados, que no les falten nuevas

oportunidades. Rogamos al Señor

- Por todos los que están marcados por el desamparo o el vicio y las adicciones,

que no pierdan la esperanza de una liberación. Rogamos al Señor

- Por los inmigrantes, que tienen que afrontar tantos riesgos y separaciones,

que puedan ser integrados socialmente y alcanzar sus proyectos. Rogamos al

Señor

Oh Jesús, que luchaste y sufriste la agonía de Getsemaní, acompaña y conforta a


cuantos se encuentran en esas noches tristes. gustia, por la soledad o el sinsentido, por la
desgracia a causa de la

JUEVES SANTO – HORA SANTA (guía)

AMBIENTACIÓN: Queremos estar una hora con Jesús. No tengamos prisas,

soseguémonos. Junto a Jesús, el tiempo tiene sabor de eternidad. Son muchas las

cosas que tenemos que recordar, agradecer, pedir… Son, sobre todo, muchas las

cosas que tenemos que escuchar. Necesitamos tiempo para “estar”. En silencio,

sintiendo su presencia. Es una hora para prolongar la contemplación del amor

inmenso que hemos celebrado esta tarde. Abrámonos a ese fuego misterioso que

no se apaga, sino que crece y nunca muere. Escuchemos y miremos, miremos a

Cristo, que está amando entrañablemente a Dios y a todos los hombres, a todos

nosotros.

CANTO: El alma que anda en amor, ni cansa ni se cansa.

PRESENTACIÓN DE SIGNOS DEL JUEVES SANTO

PAN Y VINO: Jesús nos abre su corazón con su palabra y

con su alimento. Se entrega. “Me doy por vosotros para que

podáis vivir, para que podáis creer en mi amor y en el amor

del Padre, y para que os améis de la misma manera los unos

a los otros”.

JOFAINA Y TOALLA: Jesús se arrodilla en el lavatorio para

tocarnos donde está nuestra peor herida y curarnos los pies

que se han ensuciado con el polvo de la tierra y se han

herido con los trozos de vidrio del camino.

ESTOLA: Jesús, semejante a nosotros en todo menos en el pecado, e igual al

Padre, ha abajado su divinidad hasta el hombre, y ha elevado su humanidad hasta

Dios. Así es para nosotros Sacerdote. Se ofrece por nosotros a Dios, vive y muere
por nosotros, en obediencia al Padre. Quiere que donde él esté, estemos también

nosotros. Nos cuida como buen pastor: somos suyos, el Padre nos ha puesto en

sus manos y en su corazón.

ACCIÓN DE GRACIAS:

Señor Jesús, te agradecemos el legado de tu amor,

que nos has regalado en la Eucaristía.

Te damos gracias cada vez que nos tocas

con tus manos sanadoras y amorosas,

cada vez que nos atraviesas completamente con tu amor,

que nos haces uno contigo.

Tú que te has entregado por nosotros,

concédenos un corazón dispuesto a acogerte,

para que puedas curar nuestras heridas y humillaciones.

Te damos gracias, porque tu palabra de amor

se hace carne en nosotros.

SILENCIO

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(Madrid)

CONTEMPLACIÓN DE GETSEMANÍ

Queremos acompañar a Jesús, después de la Cena, en el huerto de los olivos.

Getsemaní es el sufrimiento del alma, es oscuridad y turbación, miedo y tentación,

angustia y agonía. Jesús asume todo ese inmenso dolor del alma. Es como

penetrar en la noche de la oscuridad, de la debilidad, de la tristeza y depresión, del

absurdo y del rechazo. Al asumirlo, lo redime. Es la respuesta de Dios a todas las

agonías del hombre.

LECTURA DEL EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS

Entonces va Jesús con ellos a una propiedad llamada Getsemaní, y dice a los discípulos:

“Sentaos aquí mientras voy allá a orar”.Toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, y
comenzó a sentir pavor y angustia. Y les dice: “Mi alma está triste hasta el punto de morir.

Quedaos aquí y velad. Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra y suplicaba: “¡Abba,

Padre!, si es posible que pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como

quieras tú.”

Silencio

REFLEXIÓN

Contemplamos a Jesús en esta agonía. Era consciente de lo que iba a padecer, de

los dolores crueles del tormento. Iba a asumir los pecados del mundo: iba a

dejarse herir por el odio, por el mal. Y muchos no reconocerían ni agradecerían

esta entrega. Sintió pavor y angustia hasta el punto de morir.

Silencio

Jesús en su angustia acude al Padre y a sus discípulos. ¿A quién acudimos

nosotros?

Silencio

En nuestras noches, vayamos a él. Nunca nos decepcionará y nunca nos dejará.

DESDE LO HONDO

Desde lo hondo de mi soledad, a ti grito, Señor.

Desde lo hondo de mi confusión y de mi agitación,

de mi ansiedad y miedo, a ti grito, Señor.

Desde lo hondo de mi dispersión y de mi superficialidad,

desde mi cansancio y agotamiento, a ti grito, Señor.

Señor, escucha mi voz,

estén tus oídos atentos al clamor de mi súplica.

Desde lo hondo de mi vaciedad y orgullo,

de mi ceguera, de mis cobardías y fracasos, a ti grito, Señor.

Señor, escucha mi voz,

estén tus oídos atentos al clamor de mi súplica.

No tengas en cuenta mis fallos, Señor,

si no, ¿quién podrá resistir?


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(Madrid)

El perdón es cosa tuya, y de ti viene la salvación.

Yo te aguardo, te estoy esperando,

estoy a la escucha de tu palabra.

Te aguardo, Señor, más que el centinela la aurora.

Yo espero que llenes mi soledad, Señor,

que aclares mi confusión,

que serenes mi agitación.

Yo espero que calmes mi ansiedad y miedo,

que suavices mi cansancio, Señor.

Señor, escucha mi voz,

estén tus oídos atentos al clamor de mi súplica.

Yo espero que colmes mi vaciedad, Señor,

que allanes mi orgullo,

que me animes en el fracaso,

que ilumines mi ceguera.

Señor, escucha mi voz,

estén tus oídos atentos al clamor de mi súplica.

Yo espero en ti, Señor, como el centinela la aurora,

como el enfermo el amanecer.

Yo espero en ti, Señor, como el enamorado a la novia,

como el labrador la siega,

como el alpinista llegar a la cumbre.

Desde lo hondo de mi ser, a ti grito, Señor,

porque la misericordia es cosa tuya,

y la liberación es para el que a ti acude.

Desde lo hondo a ti grito, Señor,


¡sálvame!.

ECO: Os invitamos a que cada uno haga suya esta oración, con el eco de alguno

de los versos. Y a hacer también nuestro, en el silencio, cada uno de los ecos que

se pronuncien, uniéndonos así en oración los unos por los otros.

CANTO:

Desde lo hondo a ti grito, Señor.

Señor, escucha mi voz,

estén tus oídos atentos

a la voz de mi súplica.

Mi alma espera en el Señor,

mi alma espera en su palabra,

mi alma aguarda al Señor

porque en él está la salvación.

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SIGNO: UNA RAMA DE OLIVO

El Señor nos rescata de lo más profundo de nuestras tristezas y dolores

poniendo ante nosotros el sufrimiento de los demás. Nos invita a

acompañarles, a consolarles, a orar con ellos y por ellos. Permaneciendo con

los que sufren, permanecemos con Jesús en el huerto de los olivos.

DEL MISMO EVANGELIO

Viene entonces donde los discípulos y los encuentra dormidos. Y dice a Pedro: “¿Con que

no habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para que no caigáis en la

tentación: que el espíritu está pronto, pero la carne es débil”. Y alejándose de nuevo por

segunda vez, oró así: “Padre mío, si esta copa no puede pasar sin que yo la beba, hágase

tu voluntad.”

TEXTO PARA ESCUCHAR

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?


Te grito, Dios, y tú estás distante.

Te grito, Dios, y no tienes palabra para conmigo.

Te grito de noche, y mi voz se pierde en el eco.

Te grito y no me haces caso, ¡Dios, Dios mío!

Me has dicho que tú pones a salvo a quien confía en ti.

Nuestro pueblo sabe que a quienes gritaron, tú les liberaste,

a quienes ponían en ti su confianza, nunca les defraudaste.

¡Ahora no siento nada de eso! ¡ahora no entiendo!

Sólo se gritar, Dios mío, a solas con mi grito.

Me siento como un gusano, no un hombre,

vergüenza de la gente, desprecio de muchos;

y mi corazón me dice que se ríen de mí

porque he acudido a ti, para que me pongas a salvo.

Tú me llamaste a la vida,

me guardaste entre tus manos.

Tú eres mi Dios, aunque ahora nada siento.

No te quedes lejos, Dios mío,

que el peligro está cerca y nadie me socorre.

Estoy rodeado de violencia.

Estoy como agua derramada.

Tengo el corazón como cera

que se derrite en mis entrañas.

Tengo la garganta seca como tierra sin agua.

La lengua se me pega al paladar.

Me siento apretado contra el polvo de la muerte.

Me veo despojado, desnudo, sin fuerzas.

Soy como un payaso de quien todos se ríen.

Tú, Señor, fuerza mía, no te quedes lejos,


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(Madrid)

ven corriendo a auxiliarme.

Mira mi vida, mi única vida, y sálvala.

Aunque no te veo, aunque me siento abandonado,

aunque me encuentro solo en la prueba,

aunque no tengo fuerzas para resistir,

aunque la tentación se hace dura en mis carnes,

tú seguirás siendo mi Dios en quien confío.

Yo seré como un niño abandonado en los brazos de su madre.

Diré a las gentes que tú eres misericordia

para este pobre desgraciado,

que tú eres compasión para mi vida rota,

que tú eres mi salvador en la oscuridad de la noche.

Soy un desvalido y espero comer de tu don hasta saciarme.

Te alabo, aunque no veo tu rostro.

Yo digo a mi corazón: ¡no pierdas nunca el ánimo!

Estoy ante ti esperando que me des la vida.

Seré tu amigo y te seguiré fiado en tu fidelidad.

Yo saldré nuevo de tus manos,

y a mi corazón le nacerán alas como de águila.

Y cantaré en mi libertad:

en medio del dolor acudía al Señor

y él me libró.

Señor, tú eres mi Dios, tú eres mi Salvador.

Tú eres cercano y amigo del hombre.

CANTO: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

DEL MISMO EVANGELIO


Volvió otra vez y los encontró dormidos, pues sus ojos estaban cargados. Los dejó y se

fue a orar por tercera vez, repitiendo las mismas palabras.

CANTO: Quedaos aquí, y velad conmigo. Velad y orad. Velad y orad.

DEL MISMO EVANGELIO

Viene entonces donde los discípulos y les dice: “Ahora ya podéis dormir y descansar.

Mirad, ha llegado la hora en que el hijo del hombre va a ser entregado en manos de

pecadores. ¡Levantaos, vámonos! Mirad que el que me va a entregar está cerca.”

REFLEXIÓN

En muchas ocasiones, no sabemos acompañar a Cristo. Como los discípulos, no

somos conscientes del momento que viven nuestros hermanos: quienes sufren

persecución, hambre, soledad, enfermedad, vacío. Vamos a suplicar al Señor que

nos conceda acoger de tal manera su amor en nosotros, que lo transmitamos a las

personas con las que nos encontramos en nuestro camino.

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ORACIÓN DE PETICIÓN

R/ Señor, aumenta mi fe.

− Quiero estar cerca de ti. R/

− Quiero escuchar tu palabra. R/

− Quiero confiar en ti. R/

− Quiero disipar mis dudas. R/

− Quiero superar mis miedos. R/

− Quiero seguir tus pasos. R/

− Quiero ser tu testigo. R/

R/ Señor, aumenta mi amor.

− Para que aprenda a perdonar. R/

− Para que sepa compartir. R/

− Para que me acostumbre a lavar los pies. R/


− Para que tienda la mano al hermano, R/

− Para que llegue a ser eucaristía. R/

− Para que aprenda a amar como tú. R/

R/ Te damos gracias, Señor.

− Por tus palabras de vida. R/

− Por el lavatorio en la cena. R/

− Por el pan y vino de la eucaristía. R/

− Por tu amor hasta la muerte. R/

− Por tu presencia permanente. R/

CANTO:

De noche iremos, de noche,

que para encontrar la senda,

sólo la fe nos alumbra,

sólo la fe nos alumbra.

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