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Citas directas del libro de Pounds

Las sociedades preindustriales recurrían sobre todo a los mercados de las ciudades para
autoabastecerse de productos de primera necesidad de uso cotidiano. Por supuesto, había
tiendas pero estas vendían un agama limitada de productos artesanales, de alimentos
importados de lugares lejanos como vinos, sal, y especias, así como de otros comestibles
– carne, pan, cerveza—que exigían un cierto grado de elaboración previa Los demás
productos, entre ellos la mayor parte de los comestibles, se compraban y se vendían en
los puestos de los mercados, en un sistema de trato directo entre productor-consumidor
principalmente.

Las tiendas iban cobrando una importancia cada vez mayor durante más de un siglo antes
de la revolución industrial. En algunas solo se vendían en las poblaciones pequeñas, la
mayoría dependía de un comerciante al por mayor que les suministraba productos
exóticos que, como era el caso de los comestibles (POUNDS) PP

El surgimiento de los intermediarios fue una condición sine qua non del aumento del
número y del volumen de negocio de las tiendas de las ciudades

Los campesinos siguieron llevando sus mercancías a los mercados una vez a la semana,
como siguen haciendo algunos actualmente. Pero cada vez era mayor la proporción de
artículos, incluso de productos agrícolas, que compraban los mayorista y revendían los
detallistas, . el trato directo entre productor y consumidor, propio del antiguo sistema, se
fue perdiendo lentamente. El carácter y el número de las tiendas experimentó una serie de
transformaciones graduales. Las tiendas de ultramarinos, donde antes sólo vendían
productos exóticos como té, café y especias, ampliaron su oferta a base de harina de
avena y de trigo, queso, y la mayor parte de alimentos que constituyen una dieta normal.
Algunas mercerías que antes estaban especializadas solo en botones, hilo y accesorios del
vestido, empezaron a vender toda clase de telas, convirtiéndose en pañerías,

El nuevo sistema comercial presentaba inmensas ventajas para el consumidor porque, a


diferencia del mercado, la tienda estaba abierta todos los días salvo los domingos, y la
introducción de la luz de gas primero y la luz eléctrica posteriormente prolongó los
horarios comerciales, para quienes trabajaban en fábricas y talleres, y no podían ir al
mercado en las pocas ocasiones en que los campesinos a vender sus productos, las
ventajas debieron ser incalculables. La mayoría de las tiendas eran propiedad o estaban
alquiladas por quienes las regenteaban, y la mayoría de ventas se pagaba en efectivo, pero
es evidente que a los clientes especiales y a los que pasaban por dificultades temporales,
les fiaban. pp 513.

El progreso social

Relatos de un agente viajero comisionista, encargado de distribuir y vender muestrarios


de medicamentos de factura casera para las boticas y farmacias del noroeste, por lo que él
llama Ruta del Pacífico. Experimentado viajero y vendedor, conocedor de rincones y
secretos del trayecto obtenidos a golpe de calcetín. Inicia su recorrido a finales de la
década de los 30 y relata en un diario de viajes, escrito posteriormente, los detalles del
trayecto que para estos años seguía el recorrido del tren Sud Pacífico.

Iniciaba en Guadalajara y terminaba hasta Nogales, y continuaba por otros medios hasta
Tijuana y Mexicali. en un tiempo en el que aun las carreteras presentaban un aspecto
pedestre y con poco mantenimiento de parte de los usuarios o los ayuntamientos.

En Culiacán por aquellos años, tenia dos o tres tiendas de ropa, que estaban consideradas
como las mejores de la región, la más importante era “Bonardel y Cornau” que tenía sus
propios agentes viajeros. En cuanto al ramo de la farmacia, al de la Sra. Beneranda B. De
Peña fue muy famosa porque primero tenía que ver las existencias de nuestras mercancías
y después cubrir los faltantes. Quien la atendía era “Nicho”, un muchachito que
posteriormente llegaría a ser Agente Viajero y logró integrar un álbum con los retratos de
todos los vendedores de medicina y que aún conserva. La otra Farmacia importante era la
de Don Rosendo Flores, sus hermanos hicieron progresar el negocio hasta convertirlo en
el número uno de la ciudad y del Estado.

Para los agentes de esa época, Culiacán era un verdadero paraíso, ya que además de las
gran cantidad de bellezas que había y aún hay, los tradicionales bailes en el “Casino”, en
“El Danubio” y en “La Mutualista”, que se efectuaban los domingos, resultaban para
nosotros inolvidables.

El ramo de abarrotes estaba representado por tres negociaciones que principiaron casi al
mismo tiempo: “Almacenes Zaragoza”, propiedad de Don Alfonso Zaragoza quien llegó
de Guaymas para instalar el mayoreo de abarrotes, modificando el sistema anticuado que
prevalecía en este tipo de actividades comerciales.

La “Casa Ley” de mi inolvidable amigo Juan Manuel Ley, cuyos hijos lograron hacer de
una modesta tienda de semillas uno de los emporios más importantes del Estado y años
más tarde conjuntamente con los Zaragoza, instalaron en Culiacán verdaderos centros
comerciales que lograron estar a la altura de los mejores de la República.

La tercera negociación de este tipo era propiedad de Don Samuel Bishop, cuya tienda y
mayoreo de abarrotes, estaban consideradas como los mejores. Estos negocios lograron
consolidarse gracias al esfuerzo cotidiano que compartía el propietario con su secretaria
Doña Jesusita. Posteriormente dos de sus empleados, los hermanos Armenta se quedaron
con la tienda instalada frente al mercado, Los nuevos propietarios llegaron a ser los
compradores más fuertes de la zona y quizás de la República, ya que sus compras las
hacían por trailers o furgones completos, como en aquella ocasión que me compraron un
tráiler lleno de latas de jugo de piña y al vendedor de la Nestlé le compraron un furgón de
ferrocarril repleto de Nescafé desgraciadamente este negocio desapareció debido a los
vaivenes políticos del país.
[…] un Culiacán que empezaba a conocer las grandes inversiones y los negocios
redondos. Grandes compañías construyen las presas, los canales, los caminos, los
puentes y las carreteras[…] Surge una clase de jóvenes emprendedores. Para
vender garbanzo se viaja a México, a Europa, al Caribe, a Norteamérica.”[…]“para
traer capitales para el cultivo de legumbres es necesario viajar seguido a Nogales, a
Tucson, Los Ángeles, Chicago y Nueva York”.1

La gran riqueza, para lo que no estaba preparada Culiacán, la hizo perder a una
generación completa de sus jóvenes. [...] El industrial que creyó que los buenos
negocios nunca se acabarían y que gastaba caudales a manos llenas: no pudo pagar
operaciones hechas con descuido y terminó arruinado. [...] El comerciante en ropa
que sembró legumbres para no quedarse atrás: encontró la inopia después de
aventurar por terrenos no conocidos. [...] El agricultor que, con varios negocios de
grandes utilidades, invirtió totalmente en tierras y maquinaría, en casa nueva
elegantísima, en carros del año, en viajes: al primer año malo se dio cuenta del poco
valor de realización máxima de sus bienes y le fueron rematados en una fracción de
su costo”.2

Después de la precipitada subida vino el asentamiento y muchos que no se


prepararon se vieron copados. El auge comenzó en 1944, al comenzarse la presa de
Sanalona, terminó en 1953, con el crash algodonero.3

“todo esto a media noche o de madrugada, ya que los trenes llegaban muy retrasados y en
la época de la guerra venían llenos hasta el tope.

Cuando el tren llegaba a una estación los soldados se ponían en las puertas de los carros,
para que nadie subiera y para convencerlos había que darles una buena propina, sólo así
nos permitían abordarlo.”. p 57.

Los individuos que no fueran capaces de obtener la propiedad


mediante un acto honorífico o hazañoso, se habrían visto obligados a
procurarla mediante el trabajo manual, asalariado en el mejor de los casos. Es
así como se establecería la clasificación y la discriminación entre trabajos y
de donde se derivaría la relación de la propiedad, con el ocio/dignidad, o bien,
con el trabajo/indignidad.4

1
Murillo p. 72.
2
Murillo p 73-74.
3
Murillo p 74.
4
Thorstein Veblen, La teoría de la clase media, 1899/2004,
Esparcimiento
Francisco Verdugo Fálquez, Las viejas calles de Culiacán, Relato histórico
anecdótico, Culiacán, Sinaloa, 1949, propiedad del autor. Asegurada
conforme a la ley.

de aquel lugar del embarcadero, partían bellos paseos vespertinos de las familias de
la ciudad, bajo el palio de nuestros incomparables crepúsculos, o románticamente,
en las noches de luna y en amable compañía, se tramontaba el río, a los dulces
sones de los soñadores valses de la época.” Verdugo Fálquez. p.18

durante la década de las 30, siendo gobernador el Profesor Manuel


Páez e inició la construcción de nuevas escuelas,

La historia se basa en fuentes de distinta índole para construir el


contexto que nos ha rodeado; sin estas nos encontramos frente a un relato
fantástico del cual no se puede aseverar ni mucho ni poco, las cosas fueron
como éste o aquél dijeron. Los historiadores vamos al archivo esperando
encontrar entre viejos papeles, manjares de información con los que se
elaborarán pasajes de la historia, relatos sí, pero producto de un método de
variable rigor, digamos científico,

“el trece de junio de cada año, se verificaba en honor de San Antonio,


patrono de la vecina aldea de Tierra blanca.- Los peatones hacían ese día hilo
interminable atravesando el río, y los coches, entonces todos de tracción
animal, cruzaban con su carga humana, la en esa época del año exigua
corriente, envueltos en nubes de espeso polvo…. la excursión se hace ahora
cómodamente, a pie o en coche, por el Puente Cañedo y la nueva calzada,
pero la concurrencia de la famosa verbena y la fiesta misma en el pueblo, no
son ni sombra de lo que antes fueron”. Verdugo Fálquez, primera edición p20.
el embarcadero de canoas, donde actualmente está la isla de oraba,
suministro de agua a principios de siglo, por donde los aguadores,
proveedores de la ciudad, traficando en burros cargados con largas botas
llenas de agua, que se abrían y cerraban a su parte interior por la obturación
de un cuerno….”p42.

“En el periodo cañedista se modificó un poco la composición de las


exportaciones sinaloenses, pues además de los metales preciosos, tabaco
labrado, mantas y jabón, se inició la exportación de grandes cantidades de
azúcar. Las importaciones añadieron el considerable rubro de la maquinaria y
el material ferroviario que llegaba de Estados Unidos. p242.

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