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Responsabilidad Civil II

Dr. Eladio de Jesús Mirambeaux Patricia Tavarez Núñez


Docente. Est.2015-1261.
CASOS EXIMENTES DE RESPOSABILIDAD
La fuerza mayor y el caso fortuito son consideradas las causas eximentes de
responsabilidad civil bajo el derecho dominicano
Causas De Exoneración De Responsabilidad Civil

Esto consiste en la existencia de una causa extraña la cual justifica el comportamiento


erróneo o la falta que comete una persona; llegando así a liberarse de la
responsabilidad en materia civil. Estas exoneraciones pueden darse en 3 casos:
1- El hecho de la víctima: Esta ocurre cuando la falta es provocada por la misma
víctima; esto lo ilustraremos con un ejemplo de la Dra. Gloria María Hernández, en
su libro “Derecho de la responsabilidad”. Ej.: un caso, en que una persona subió, sin
ser vista por el chófer, a la parte trasera de un tráiler, de donde se cayó con uno de los
movimientos del vehículo, siendo herido mortalmente. El chófer guiaba sin luz
delantera no trasera, pero la Corte a qua apreció, que esas violaciones de la ley no
fueron la causa del accidente, sino que fue falta exclusiva de la víctima; ya que ella
misma debía prever y evitar el accidente. Este caso se encuentra en el Boletín Judicial
del 23 de octubre de 1948, pág. 1728. Para ser efectiva esta exoneración es necesario
tener un lazo de causa a efecto con el daño, que el demandado no sea imputable y que
el hecho de la víctima sea imprevisible e irresistible.
2- Fuerza mayor y caso fortuito: muchos autores establecen la diferencia entre fuerza
mayor y caso fortuito; alegando la naturalidad o no de los hechos, previsibilidad o
imprevisibilidad, pero lo que sí es cierto es que nuestra legislación no establece
ninguna diferencia entre estos. Para que esta causa pueda eximir de la
responsabilidad deben de darse elementos como: Causa extraña, no imputabilidad y
exterioridad; irresistibilidad, imposibilidad absoluta de ejecución; imposibilidad y
dificultad y por último imprevisibilidad.

3- El hecho de un tercero: En esta el daño que debe repararse corresponde a una


persona que no es la demanda. Para que esta figura pueda ser efectiva se necesitan 3
condiciones: causalidad, es decir que el tercero no haya sido la causa del daño; la
imputabilidad, esta condición según la Dr. Gloria M. Hernández, esta condición que
es siempre exigida para que el demandado sea exonerado, cuando es la falta del
demandado la que ha provocado el hecho del tercero de donde resulta el daño dicha
falta es la causa verdadera del perjuicio. Y por último se debe tomar en cuenta la
persona de quien debe emanar el hecho, que es toda persona distinta al demandado.

LA RESPONSABILIDAD PRESUMIDA DEL GUARDIAN. CAUSAS EXIMENTES


DE ESTA RESPONSABILIDAD
Sobre la presunción de responsabilidad civil que el artículo 1384, párrafo primero, del
Código Civil, pone a cargo del guardián de la cosa inanimada. El progreso de esta
teoría ha sido incesante, pasando sucesivamente de una presunción de culpa a una
presunción de imputabilidad, hasta llegar a la presunción de responsabilidad, que es
lo que impera actualmente.
Es incuestionable que existe una presunción de guarda contra el propietario de la cosa
inanimada, y también que el lazo de causalidad entre la falta y el perjuicio se
presume. De igual modo, se presume que el daño es ocasionado por la intervención
activa de la cosa inanimada.
Por otra parte, la Teoría del Riesgo de Seleilles y Josserand, que se fundamenta en la
máxima "Ubi emolumentum, ibi onus" (donde el beneficio, allí la carga), proclama, en
síntesis: "el que crea, el que vigila y el que dirige un organismo cuyo funcionamiento
es susceptible perjudicar a otro, se erige por eso mismo en autor responsable de los
daños ·que ese organismo cause en su camino, hecha abstracción de toda idea de
culpa, de toda cuestión de imputabilidad."
Esta teoría, que · ha sido rechazada por la jurisprudencia y por la inmensa mayoría
de la doctrina, en nada afecta el criterio jurisprudencia! y doctrinal imperante
respecto a la aplicación del artículo 1384, primera parte, debido a que de acuerdo a
ese criterio, más que una presunción de culpa lo que gravita a plomo sobre el
guardián de la cosa inanimada, es una presunción de responsabilidad, con todas las
consecuencias que la misma implica.
Otra teoría de creación relativamente reciente es la de la responsabilidad objetiva,
adoptada por la legislación de algunos países, como Puerto Rico, varios estados de
Estados Unidos, Suecia y Dinamarca, entre otros, aplicable, en principio, a todos los
casos de responsabilidad civil, incluyendo principalmente la responsabilidad contra el
guardián de la cosa inanimada.
De acuerdo a esa teoría, la victima del daño tendrá siempre derecho a una
determinada indemnización limitada por la ley, sin que el responsable pueda quedar
exonerado en ninguna circunstancia, ni por ninguna causa. En exceso del 1ímite legal
el derecho común en materia de responsabilidad civil recobra toda su vigencia, y por
tanto al acreedor de la indemnización, demandante en exceso de ese límite, el
demandado puede oponerle todas las excepciones exhortatorias que puedan
favorecerlo.
Todos los casos de responsabilidad civil suponen que el demandante ha sufrido un
perjuicio resultante del hecho imputable al demandado, por una relación de causa, a
efecto. El perjuicio no da lugar a la acción en responsabilidad cuando el mismo sea
debido exclusivamente a la fuerza mayor, al hecho de un tercero o a la falta de la
víctima; estas son las tres causas extrañas que redimen de responsabilidad al
guardián.
La jurisprudencia asimila el caso fortuito a la fuerza mayor, como lo hace el artículo
1148 del Código Civil. Ello así, porque pese a que podría ser hecha una distinción,
según ciertos autores, basada en la circunstancia de que la fuerza mayor podría ser un
acontecimiento inevitable, proveniente de una fuerza extraña, por ejemplo, una
tempestad, siendo la irresistibilidad su carácter esencial; mientras que el caso fortuito
sería necesariamente imprevisible, las dos expresiones han venido a ser sinónimas ya
que la jurisprudencia se ha mostrado más severa y ha exigido la reuf1exión de esos
dos caracteres. Al mismo tiempo, como el elemento fundamental es hoy día la
irresistibilidad, en tanto que antes era la imprevisibilidad, es completamente
comprensible que, en la práctica, la expresión caso fortuito ya no sea empleada,
habiendo sido sustituida por la de fuerza mayor.
Los tratadistas justifican la exoneración de la responsabilidad del guardián cuando el
daño se ha debido a un caso fortuito o de fuerza mayor, fundamentándose en la
máxima del Derecho Romano que reza: a la imposibilia nema tenetur (a lo imposible
nadie está obligado).
Además de los caracteres de irresistibilidad y de imprevisibilidad, la fuerza mayor
debe necesariamente estar revestida del carácter exterior. En cuanto a este punto,
René Savatier, en su obra de la Colección Dalloz, La Teoría de las Obligaciones, 3ra.
edición, 1974, No. 246, págs. 305-306, nos enseña lo que expresamos a continuación:
"Para descartar la responsabilidad del guardián de una cosa capaz de causar un
daño, esos acontecimientos exteriores deben, no solamente haber eliminado toda falta
de su parte, sino, además, ser extraños a la cosa susceptible de Causar el daño de la
cual él era guardián. Así, el vicio de construcción de un automóvil, si excluye la falta
del dueño actual de éste (que no podía imaginarla), no le impide responder del daño
sufrido por la víctima del accidente que ese vicio ha causado. El vicio le permite
solamente un recurso contra el constructor en falta, pues el vicio supone una falta de
este último o de sus preposés".
En consecuencia, para que el guardián de la cosa inanimada sea responsable de la
reparación del daño, no es necesario que la cosa tenga un vicio inherente a su
naturaleza, susceptible de causar un daño (guarda de la estructura), pues el artículo
1384, párrafo primero, ata la responsabilidad a la guarda de la cosa, no a la cosa
misma.
En el mismo aspecto planteado, Lalou en su obra Tratado Práctico de la
Responsabilidad Civil {No. 1237, pág. 762) expresa: "Así, la responsabilidad del
artículo 1384, párrafo 1o, incumbe a un industrial en caso de la explosión, resultante
de una causa desconocida, de las granadas encerradas en la fábrica y colocadas bajo
su guarda·. "Aún más, el vicio inherente a la cosa que ha causado el daño no
constituye, respecto al guardián de esa cosa, un caso fortuito o de fuerza mayor. El
caso fortuito o de fuerza mayor es, en efecto, una circunstancia exterior a la cosa".
¡Nuestra Corte de Casación, consecuente con el pensamiento jurisprudencia! y
doctrinal de los franceses, decidió sobre este particular, en virtud de su sentencia del 3
de octubre de 1973 (B. J. 755, pág. 3021) "que es un hecho no controvertido que los
daños sufridos por los demandantes fueron directamente generados por la explosión
de un camión petrolero; que no hubo ninguna prueba y ni siquiera intento de prueba,
de que algún hecho o fenómeno, nuevo y fortuito, de carácter externo al camión y al
petróleo, provocara la explosión", · razón por la cual, la responsabilidad del guardián
del camión y del petróleo estaba comprometida en el caso juzgado por esa decisión.
Para que el hecho de un tercero y el de la víctima sean exoneratorios de la
responsabilidad civil del guardián, es necesario, de acuerdo a la jurisprudencia, que el
hecho del tercero revista los caracteres del caso fortuito o de· fuerza mayor; mientras
que, en cuanto al hecho de la víctima, es indispensable que ésta la laya cometido una
falta y que la misma sea concomitante con el accidente y excluyente de cualquier
responsabilidad del guardián, pues si la falta de la víctima es solamente parcial, la
liberación del guardián no es total, sino que estará en proporción con la gravedad de
la falta cometida por la víctima del daño. Es lo que comúnmente se denomina falta
común.
Durante largo tiempo se ha discutido cuál es la situación del guardián de la cosa
inanimada en el caso del transporte gratuito. La jurisprudencia y la doctrina se
inclinaron por negarle al transportado benévolamente las ventajas de invocar el
artículo 1 J84, párrafo primero, del Código Civil.
Sobre este asunto, Mazeaud, Mazeaud y Tune (O p. Cit., T. 11, Vol. 1, No. 1273, pág.
318), se pronuncian en los términos siguientes; "La jurisprudencia exige hoy, para
que la víctima pueda alegar el artículo 1384, párrafo 1 o, que "no haya participado a
título gracioso en el uso de la cosa", que haya causado el daño. Hay en ello una
restricción importante para la esfera de aplicación del artículo 1384, párrafo 1. El
requisito establecido obligará con frecuencia a que la víctima tenga que probar la
culpa en los términos del artículo 1382".
Expresan más adelante dichos autores, lo siguiente: "Reconozcamos entonces que, en
esta esfera, la jurisprudencia ha hecho obra pretoria. Le ha agregado al artículo 1384,
párrafo 1 o, un requisito que el precepto legal no implicaba, sobre el fundamento de
un acuerdo que se habría podido pactar razonablemente entre las partes. Por otro
lado, resulta muy difícil censurarla por eso; porque la equidad impone la solución
dada. Al menos cabría desear que el legislador reprodujera expresamente la
solución".
En el mismo sentido, Lalou cit., No. 465, pág. 358) nos dice, al comentar una sentencia
dictada por la Corte de Dijon, en 1928: "En suma, el transporte benévolo es un
contrato de beneficencia subgéneros en el cual la responsabilidad del transportista es,
como en todos los contratos de beneficencia, apreciada con más indulgencia que la
responsabilidad del deudor obligado por los lazos de un contrato a título oneroso,
conforme a la distinción enunciada en el segundo párrafo del artículo 1137 del Código
Civil. Esta jurisprudencia ha sacado de esta Concepción de la responsabilidad del
transportista gratuito la consecuencia de que aquel que transporte gratuitamente un
tercero sólo está obligado por las faltas o por los hechos que, no habiendo podido ser
previstos como normales por la persona transportada, no han podido por lo mismo
ser aceptados por adelantado".
Esta ha sido la opinión tradicional dominante en jurisprudencia y en doctrina. Sin
embargo, la jurisprudencia francesa se ha apartado recientemente de esta orientación,
pues la Corte de Casación por sus sentencias de fechas 20 de diciembre de 1968 (D.
1969; y 21 de enero de 1970 (D. 1970. 525), se ha pronunciado en sentido contrario a
como lo había hecho anteriormente, al proclamar en ambas decisiones, que "la
responsabilidad resultante del artículo 1384, párrafo 1 o, puede ser invocada contra el
guardián de la cosa por el pasajero transportado a título benévolo fuera de los casos
en que la ley dispone lo contrario".
De igual modo, Philippe le Tourneau (o p. cit. No. 1843, pág. 638), se pronuncia a ese
respecto en los siguientes términos: "Asimismo, hoy en día, el guardián no escapa ya a
la responsabilidad de pleno derecho bajo el pretexto de que el transporte era a título
gratuito, sin ninguna especie de interés para el transportista ocasional y benévolo. El
pasajero a título gracioso no tiene que probar la falta del conductor. Él puede
prevalecerse de la responsabilidad del artículo 1384, párrafo 1 o, después de la
sentencia de una Cámara mixta, del 20 de diciembre de 1968".
El comentario que hace el Código Civil Dalloz, edición 1977-1978, del artículo 1384,
párrafo 1, (No. 7, transporte benévolo, pág. 642), expresa: "La responsabilidad
resultante del artículo 1384, párrafo 1, puede ser invocada contra el guardián de la
cosa por el pasajero transportado en un vehículo a título benévolo fuera de los casos
en que la ley disponga lo contrario".

La Responsabilidad Civil Objetiva.


Se considera responsabilidad civil objetiva o teoría del riesgo creado, aquella en la
cual la persona se presume responsable por el daño causado independientemente de la
culpa o falta del autor o de que éste haya actuado de manera lícita.
Esta responsabilidad se origina a causa del uso, dominio o posesión, guarda o
propiedad de la cosa peligrosa, que produce el perjuicio a otra persona y que por el
vínculo de causalidad está obligado a repararlo, salvo que pruebe una excusa legítima
de exoneración.
La ventaja de este tipo de marco jurídico es que una vez probado el daño y el vínculo
de causalidad, se produce una inversión probatoria, pues le corresponde al
responsable demostrar una de las eximentes de responsabilidad, como son:
1. Falta de la propia víctima.
2. El hecho de un tercero.
3. Caso fortuito o la causa de fuerza mayor.
El Dr. Jorge Subero Isa en un artículo publicado el 24 de abril de 2017, establece
entre otras cosas que el origen de la Responsabilidad civil objetiva se remonta a
Francia y Bélgica.
Se dice que Bélgica descubrió el artículo 1384, cuando en ocasión de la explosión de la
Caldera de la sociedad minera de Saint Guilles, 12 obreros murieron y 10 quedaron
gravemente heridos, los familiares demandaron por responsabilidad civil ante el
Tribunal de Bruselas invocando los artículos 1382 y 1383, pero el fiscal Faider
fundamento su petitorio en base a los trabajos preparatorios del Código Civil que
planteaban lo establecido en el actual artículo 1384 del Código Civil (responsabilidad
por las cosas inanimadas) y la doctrina de Larombiere y de Sourdat. El Tribunal de
Primer Grado de Bruselas acoge esta tesis emitiendo la sentencia del 31 de mayo de
1871, la cual fue recurrida y confirmada por la Corte de Bruselas supliendo motivos,
rechazando la tesis de Faider y condenando a la sociedad de Saint Guilles por los
artículos 1383 y 1382 del Código Civil.
Francois Laurent, de Luxemburgo, historiador y jurisconsulto belga, fue el primer
doctrinario que defendió la tesis del Tribunal de Primer grado de Bruselas en su obra
“Principio del Derecho Civil Francés, Tomo XX de 1876”.
Si bien Bélgica fue la fuente donde inició el descubrimiento del artículo 1384 del
Código Civil, fue en 1904 cuando la Corte de Casación de Bruselas (33 años después
de la sentencia de 1er Grado de mayo 1871) reconoció la interpretación objetiva
establecida en el artículo 1384 del Código Civil, Francia es quien asume la postura
paradigmática para la época de la interpretación del artículo 1384 del Código Civil,
en ocasión de que el 14 de junio de 1891 la máquina del remolcador a vapor Marie,
perteneciente a los señores Guissez y Cousin, hace explosión, resultando muerto el
mecánico Teffaine a consecuencia de las heridas recibidas por el vapor del carbón, la
viuda acciona en responsabilidad civil el 21 de noviembre de 1891 ante el Tribunal
Civil de Sena, estableciendo la Corte de Casación Francesa el 16 de junio de 1896 la
primera decisión que limitó la responsabilidad civil por el guardián de la cosa
inanimada a un vicio de construcción de la cosa.
El segundo criterio relevante fue adoptado por la Corte de Bourdeaux el 23 de marzo
de 1910, donde se invocó el artículo 1384 del Código Civil en los accidentes de tránsito,
la corte rechazó el fundamento, por la intervención de la mano del hombre que lo
convertía en un instrumento en sus manos y aplicó el artículo 1382.
El tercer precedente de la corte Francesa fue emitido el 21 de enero de 1919, donde
sostiene que: se aplica el 1382 del Código Civil a los accidentes de tránsito a menos
que cause daño sin ser instrumento en las manos del hombre.
El cuarto criterio, se genera el 29 de julio 1924, donde por primera vez la Corte acoge
responsabilidad civil por la cosa inanimada (artículo 1384 del Código Civil) en un
accidente de tránsito.
Continúan ambos criterios encontrados hasta el 13 de febrero de 1930, cuando las
Cámaras Reunidas, unen la Responsabilidad Civil del 1384 del Código Civil a la
guarda de la cosa y no con la cosa en sí misma, presunción de responsabilidad y no de
falta por vehículos de motor, sino también con un vehículo de motor.
La sentencia del 12 de diciembre 1933, establece la presunción de que el propietario es
el guardián de la cosa.
En la sentencia del 2 de diciembre de 1941, se dispone que el guardián es quien tiene el
uso, control y dirección de la cosa y en base a ese criterio se estableció que el
propietario pierde la guarda cuando le roban el vehículo. Criterio que ha
permanecido en la actualidad a través de las leyes vigentes y de la jurisprudencia
francesa.
En el derecho dominicano, la responsabilidad civil objetiva se origina con la sentencia
dictada el 21 de diciembre de 1931, por un accidente de trabajo en ocasión de una
descarga eléctrica.
La segunda decisión relevante dada por la Suprema Corte de Justica el 11 de agosto
de 1933, en ocasión de la muerte de una persona a causa de una locomotora, el padre
del occiso demandó en responsabilidad civil y en interpretación del artículo 1384, se
estableció la presunción de falta, por lo tanto, no tenía que probar el demandante que
el accidente en el cual había perdido la vida su hijo, había sido causado por
negligencia o imprudencia de la compañía intimada.
El criterio de la antes citada sentencia se mantuvo vigente para la aplicación de
responsabilidad civil producida por la cosa inanimada o con la cosa inanimada.

Este criterio varió en ocasión de un accidente producido en un hotel donde un joven


muere ahogado en la piscina y su padre demanda en responsabilidad civil al hotel, la
Suprema Corte de Justicia fija el criterio de que “para que se aplique la presunción
del Código Civil contra el guardián de la cosa inanimada, no basta una intervención
cualquiera de la cosa, sino que es preciso que la intervención sea activa, esto es, que la
cosa sea la causa generadora del daño; que cuando la cosa inanimada ha
desempeñado un papel puramente pasivo, el daño no puede reputarse como causado
por el hecho mismo de ella en el sentido del referido texto legal”.
Estos dos criterios encontrados se mantuvieron vigentes indistintamente y aplicados
en los accidentes de tránsito, trayendo consigo una migración total de las demandas de
responsabilidad civil por la cosa inanimada en los accidentes de tránsito, admitiéndose
este criterio del 11 de agosto de 1933, en muchas de las sentencias de las sentencias
emitidas por la Primera Sala de la Corte, ejemplo de eso son las sentencias Nos. 7 del
14 de enero de 2009; B. J. 1178; 74 del 25 de enero de 2012; B.J. 1214; 84 del 27 de
junio de 2012; B.J. 1219; 1036 del 14 de septiembre de 2016; 1327 del 7 de diciembre
de 2016, entre otras.
Por otro lado, también se mantuvo el criterio de 1961 en sentencias como la núm. 1320
del 23 de noviembre de 2016, estableció la imposibilidad de concurrencia en los
accidentes de tránsito de responsabilidad civil por la cosa inanimada y
responsabilidad civil por falta personal del 1382 y 1383 del Código Civil, en ese mismo
tenor la sentencia 53 del 3 de mayo del 2013; B.J. 1230, establece que en materia de
tránsito debe probarse quien cometió la falta y en virtud al principio Iura Novit
Curia, se debe dar la verdadera connotación jurídica conforme a la responsabilidad
civil que corresponde.
La discusión jurisprudencial de los dos criterios encontrados, en cuanto a los
accidentes de tránsito ha sido temporalmente resuelto, por las últimas sentencias
emitidas al respecto por la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia, siendo la
primera la número 919 de fecha 17 de agosto de 2016, en la cual se estableció, que la
responsabilidad civil que generan los accidentes de tránsito es una responsabilidad
delictual o cuasi delictual, instituida en los artículos 1382 y 1383 del Código Civil y del
comitente por los hechos de su preposé, establecida en el artículo 1384 del Código
Civil, sentencia que ha venido siendo ratifica en los mismos supuestos de hecho y de
derecho hasta la fecha.
Por lo que conforme a este criterio jurisprudencial en la actualidad no es posible
aplicar cosa inanimada a las colisiones entre vehículos de motor.
Corroborando el criterio externado por las últimas jurisprudencias la Ley 146-02
sobre Seguros y Fianza, artículo 123 y 124 establece la presunción de que quien
conduce el vehículo lo hace con la expresa autorización del asegurado de la póliza o
del propietario y que éste propietario es civilmente responsable de los daños causados
por la persona que conduce ese vehículo; lo cual es más coherente a la realidad de la
materia y es la ley que expresamente así lo consagra, diferenciando el alcance de la
norma general prevista en el citado artículo 1384 del Código Civil y dando una
especial atención a los casos de tránsito.
La Ley 492-08 sobre Transferencia de Vehículo de Motor, en sus consideraciones
establece que el propietario de un vehículo responde por el hecho de la cosa
inanimada y recientemente la Ley 63-17 de Movilidad, Transporte Terrestre, Tránsito
y Seguridad Vial de la República Dominicana del 24 de febrero de 2017, en su artículo
305 establece: “El conductor de un vehículo de motor y su propietario serán
solidariamente responsables por los daños y perjuicios causados con la conducción de
un vehículo de motor, salvo que ocurran por falta exclusivamente imputable a la
víctima del accidente, o a un tercero, o a la ocurrencia de un caso fortuito o fuerza
mayor. A los fines de la presente ley los aspectos relativos a la responsabilidad civil
derivados de los accidentes de vehículos de motor serán regidos por las disposiciones
del Código Civil, leyes especiales vigentes y criterios jurisprudenciales dominantes”.
De la lectura de estos preceptos legales, cabe la posibilidad de volver a interpretar de
manera objetiva la responsabilidad civil en los accidentes de tránsito, pero a la fecha
no hay jurisprudencia al respecto en relación a la Corte Suprema de Justicia, aun
cuando los tribunales de Primer Grado del Distrito Nacional, han iniciado a admitir
que la responsabilidad civil naciente de las disposiciones del artículo 305 antes
enunciado, responden a las reglas de la responsabilidad civil objetiva.
Análisis que desde nuestro punto de vista nos parece acertado tomando en
consideración las letras de la norma naciente, que se ha apartado del artículo 65 de la
derogada Ley 241, en cuanto a la noción de imprudencia, negligencia, inobservancia e
inadvertencia a la hora de manipular un vehículo de motor, e impone la
indemnización a la víctima, salvo los eximentes de responsabilidad civil antes
mencionado.
El enfoque de responsabilidad civil y el marco de indemnización a la víctima responde
a una visión global pro-victima en el que se enmarcan los países Europeos, Estados
Unidos y Canadá, por citar algunos, donde se entiende que aquel que sufre un daño
producto de un siniestro tiene derecho a ser indemnizado, lo que indiscutiblemente
nos coloca en un cambio de paradigma en cuanto a la noción de falta que hemos
manejado hasta ahora y la actividad probatoria para poder evaluar el análisis de los
eximentes de responsabilidad civil, único escenario donde la indemnización no sería
una realidad a favor del perjudicado.
Hemos abordado los accidentes en materia de tránsito por la gran controversia que
los mismos han generado, pero la responsabilidad civil objetiva es una realidad que
llego para cambiar la forma en que los jueces todos los días evaluamos la noción de
falta y en algunas ocasiones la dificultad de la víctima para probar la misma.
No debemos dejar de mencionar que en la actualidad hay una tendencia general de
que en las legislaciones positivice la responsabilidad civil de forma objetiva como es el
caso del artículo 59 de la Ley 107-13 sobre los Procedimientos Administrativos en
contra del Estado Dominicano; el artículo 35 de la Ley 358-05 sobre los Derechos al
Consumidor o Usuario, los Convenios Internacionales sobre transporte aéreo y
marítimo; en algunos aspectos de la responsabilidad civil médica, el ejercicio de las
labores de algunos profesionales, la responsabilidad del dueño del animal por el
perjuicio que este cause, los vicios de construcción y ruinas de edificio, en fin estos son
algunos de los regímenes donde podemos encontrar esta responsabilidad civil.
La idea de proteger a la víctima trae aparejada en muchos países la responsabilidad
civil tasada u objetiva, habida cuenta de la actividad peligrosa que genera la cosa que
produce el daño, de ahí que, la participación de las compañías aseguradoras resulta
vital para asegurar los daños que se producen a terceros, de modo que la
indemnización previamente evaluada pueda ser afianzada y pagada al perjudicado,
pero con el elemento característico de que una vez ocurrido el hecho y la persona
recibir el daño, el mismo por la presunción de responsabilidad, producto del daño
ocasionado con la cosa o por la cosa, y el vínculo de causalidad, da lugar a la
reparación por parte del propietario, el guardián o aquel llamado a responder por la
cosa peligrosa.

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