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El documento define el corazón como el centro del intelecto, las emociones y la voluntad según la Biblia. Explica que después de la caída, el corazón humano se llenó de maldad y pecado. Sin embargo, Dios ofrece la regeneración espiritual para aquellos que se arrepienten y creen en Cristo, creando en ellos un deseo de amar y obedecer a Dios con todo el corazón.
El documento define el corazón como el centro del intelecto, las emociones y la voluntad según la Biblia. Explica que después de la caída, el corazón humano se llenó de maldad y pecado. Sin embargo, Dios ofrece la regeneración espiritual para aquellos que se arrepienten y creen en Cristo, creando en ellos un deseo de amar y obedecer a Dios con todo el corazón.
El documento define el corazón como el centro del intelecto, las emociones y la voluntad según la Biblia. Explica que después de la caída, el corazón humano se llenó de maldad y pecado. Sin embargo, Dios ofrece la regeneración espiritual para aquellos que se arrepienten y creen en Cristo, creando en ellos un deseo de amar y obedecer a Dios con todo el corazón.
DEFINICIÓN DEL CORAZÓN: La sociedad contemporánea por lo general
considera la cabeza con su cerebro como el centro y el rector de la actividad
humana. Sin embargo, la Biblia se refiere al corazón como el centro; “de él mana la vida” (Pr. 4:23; cf. Lc. 6:45). Desde el punto de vista bíblico, el corazón pudiera verse como que abarca la totalidad del intelecto, de la emoción y de la voluntad de uno (véase Mr. 7:20- 23). (1) El corazón es el centro del intelecto. Las personas reconocen las cosas en su corazón (Dt. 8:5), meditan en su corazón (Sal. 19:14; Sal. 77:6), hablan en su corazón (1ªS. 1:13), guardan los dichos de Dios en su corazón (Mr. 2:8), dudan en su corazón (Mr. 11:23), guardan cosas en su corazón (Lc. 2:19), creen en su corazón (Ro. 10:9) y cantan en su corazón (Ef. 5:19). Todas esas acciones del corazón son de manera primordial cuestiones que implican la mente. (2) El corazón es el centro de las emociones. Por eso las Escrituras hablan del corazón alegre (Éx. 4:14; Jer. 15:16), el corazón amoroso (Dt. 6:5), el corazón desfallecido (Jos. 5:1), el corazón alentado (Sal. 27:14), el corazón contrito (Sal. 51:17), el corazón acongojado (Pr. 12:25; Ro. 9:2), el corazón irritado (Pr. 19:3), el corazón vivificado (Is. 57:15), el corazón adolorido (Jer. 4:19), el corazón afligido (Lm. 2:18), el corazón humilde (Mt. 11:29), el corazón ardiente (Lc. 24:32) y el corazón turbado (Jn. 14:1). Todas esas acciones del corazón son primordialmente de carácter emocional. (3) Por último, el corazón es el centro de la voluntad humana. Por eso se lee en las Escrituras sobre el corazón endurecido que se niega a hacer lo que Dios ordena (Éx. 4:21), el corazón que se inclina a aferrarse a Dios (Jos. 24:23) y a obedecer sus testimonios (Sal. 119:36), el corazón que procura hacer la voluntad de Dios (1S 2:35), el corazón que se pone a buscar al Señor (1ªCr. 22:19), el corazón que decide (2ªCr. 6:7), el corazón que desea recibir del Señor (Sal. 21:1-2) y el corazón que anhela hacer algo (Ro. 10:1). Todas esas actividades tienen lugar en la voluntad humana.
LA NATURALEZA DEL CORAZÓN SEPARADO DE DIOS: Cuando Adán y Eva
optaron por seguir la tentación de la serpiente para que comieran del árbol del conocimiento del bien y del mal, su decisión afectó drásticamente al corazón humano: se llenó de maldad. Ahora, por lo tanto según el testimonio de Jeremías: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jer. 17:9). Jesús confirmó el diagnóstico de Jeremías cuando dijo que lo que contamina a una persona delante de Dios no es dejar de observar alguna ley ceremonial, sino la disposición a hacer caso a las inclinaciones impías albergadas en el corazón tales como “los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez” (Mr. 7:21-22). Jesús enseñó sobre la gravedad del pecado en el corazón cuando dijo que el pecado de enojo y odio es equivalente al asesinato (Mt. 5:21-22) y el pecado de codicia es tan pecaminoso como el verdadero adulterio (Mt. 5:27-28; véanse Éx. 20:14 & Mt. 5:28). Los corazones que son propensos a hacer lo malo corren el grave riesgo de endurecerse. Los que de modo persistente se niegan a escuchar la Palabra de Dios y a obedecer lo que Él ordena, y en su lugar siguen los deseos impíos de su corazón, descubrirán que finalmente Dios endurecerá sus corazones para que pierdan toda sensibilidad a su Palabra y a los deseos del Espíritu Santo (véanse Éx. 7:3 & Heb. 3:8). El principal ejemplo de esto en las Escrituras es el corazón del Faraón en la época del éxodo (véanse Éx. 7:3,13,22-23; 8:15,32; 9:12; 10:1; 11:10; 14:17). Pablo vio el mismo principio general operativo en el Imperio Romano (cf. Ro. 1:24,26,28) y predijo que también ocurriría durante la época próxima del anticristo (2ªTs. 2:11-12). El escritor de la Epístola a los Hebreos llenó su carta de advertencias a los creyentes para que no endurecieran el corazón (e.g., Heb. 3:8-12). Cualquiera que siga rechazando la Palabra de Dios finalmente tendrá un corazón fríamente endurecido.
EL CORAZÓN REGENERADO: La solución de Dios para el carácter pecaminoso
del corazón humano es la regeneración, que viene a todos los que se arrepienten de sus pecados, se vuelven a Dios y ponen su fe personal en Jesucristo como Señor y Salvador. (1) La regeneración es una cuestión del corazón. La persona que se arrepiente de corazón de todo pecado y confiesa en su corazón de parte de Dios. (cf. Sal. 51:10; Ez. 11:19). (2) Dentro del corazón de los que experimentan el nacimiento espiritual, Dios crea un deseo de amarlo y obedecerle. Repetidas veces Dios le recalcó a su pueblo la necesidad de un amor que brota del corazón (véanse Dt. 4:29; 6:6). Tal amor y devoción por Dios no puede separarse de la obediencia a su ley (cf. Sal. 119:34,69,112); Jesús enseñó que el amar a Dios con todo el corazón y el amar al prójimo resumen toda la ley de Dios (Mt. 22:37-40). (3) El amor que procede del corazón es el ingrediente esencial en la obediencia a Dios. Con demasiada frecuencia el pueblo de Dios trató de sustituir el genuino amor del corazón con la obediencia a simples formas religiosas externas (tales como días de fiesta, ofrendas y sacrificios) (véanse Is. 2:10-17; Am. 5:21-26; Mi. 6:6-8; y Dt. 10:12). La observancia exterior sin un deseo profundo de servir a Dios es hipocresía y el Señor condena eso severamente (véanse Mt. 23:13-18; Lc. 21:1-4). (4) Muchas otras actividades espirituales tienen lugar en el corazón de los creyentes regenerados. Ellos alaban a Dios con todo el corazón (Sal. 9:1), constantemente su corazón medita en la Palabra de Dios (Sal. 19:14), su corazón canta a Dios (Sal. 84:2; Ef. 5:19; Col. 3:16), buscan a Dios con todo el corazón (Sal. 119:2,10), guardan la Palabra de Dios en su corazón (Sal. 119:11; véase Dt. 6:6), confían en el Señor de todo corazón (Pr. 3:5) y sienten el amor de Dios derramado en su corazón (Ro. 5:5).