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Cómo Conocer La Voluntad De Dios y Cumplirla?

“BUSCA SU VOLUNTAD EN TODO LO QUE HAGAS, Y


ÉL TE MOSTRARÁ
CUÁL CAMINO TOMAR” (Proverbios 3:6 NTV)
Nada es más importante que discernir la voluntad
de Dios y caminar en ella. Cuando no conoces Su
voluntad, te sientes muy inseguro. Pero si sabes que
estás caminando en ella, eso te permite superar las
dificultades que la vida te depare. ¿Quiere Dios que
conozcamos su voluntad? De otra forma, no tiene
sentido buscarla. Dejemos que sea Su Palabra la
que responda a esa pregunta: “Busca Su voluntad
en todo lo que hagas, y Él te mostrará cuál camino
tomar” (Proverbios 3:6 NTV). No hay lugar a dudas.
“El Señor dirige los pasos de los justos; se deleita en
cada detalle de su vida” (salmo 37:23 NTV). La
voluntad de Dios se manifiesta hasta en las cosas
más pequeñas.

Consideremos algunos principios bíblicos prácticos


que respaldan la necesidad de conocer la voluntad
de Dios: No puede haber dos voluntades. Si quieres
hacer Su voluntad, tienes que estar dispuesto a
rendir la tuya propia. Jesús dijo: “Mi Padre me
envió, y Él me dice cómo debo juzgar a las personas.
Por eso yo juzgo correctamente, porque no hago lo
que yo quiero, sino lo que mi Padre me ordena
hacer” (Juan 5:30 TLA). Es normal que las
voluntades choquen así que tienes que elegir
caminar en obediencia a Dios y ser firme con esa
decisión (Mateo 26:39). Comienza tu búsqueda
rindiendo tu voluntad; luego centra tu corazón y tu
mente en Dios y Su palabra. Una vez que aceptas
que Él es el líder y tú el seguidor, es mucho más fácil
decir: “El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha
agradado, y Tu Ley está en medio de mi corazón”
(Salmo 40:8)
“…LA MENTALIDAD QUE PROVIENE DEL ESPÍRITU ES
VIDA Y PAZ”
(Romanos 8:6 NVI)
Elige tener una mentalidad espiritual y no carnal. La
carnalidad es parte íntegra de nuestra naturaleza
no regenerada, y vive dentro de nosotros aun
después de ser cristianos. Es como una fuerza de
gravedad que nos atrae fuera de Dios y hacia un
modo de vivir egocéntrico. La Biblia dice: “La
mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues
no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de
hacerlo” (Romanos 8:7 NVI). La mente carnal hace
que seamos desconfiados, escépticos, orgullosos y
nos ciega a la voluntad de Dios. Pero si tenemos una
mente espiritual, nuestras decisiones giran
alrededor de la Palabra de Dios y la guía de Su
Espíritu. Y lo bueno es que “…vosotros no vivís
según la naturaleza pecaminosa sino según el
Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en
vosotros…” (Romanos 8:9 CST). Ceder ante los
deseos de la carne no es inevitable. Puedes elegir
ser dirigido o bien por la carne o por el Espíritu.

Pedro, en un momento de gran inspiración


espiritual, recibió una revelación de la deidad de
Jesús: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
Entonces le respondió Jesús: …No te lo reveló carne
ni sangre, sino mi Padre…” (Mateo 16:16-17). Pero
muy poco después, al escuchar el anuncio de Jesús
de la muerte dolorosa que iba a padecer, en un
momento de carnalidad, aunque con las mejores
intenciones, Pedro se negó a aceptar esa verdad y
exclamó: “… ¡De ninguna manera, Señor! ¡Esto no
te sucederá jamás!” (Mateo 16:22 NVI). La mente
carnal es una invitación a satanás. Por eso lo
reprendió Jesús: “… ¡Aléjate de mí, satanás! Quieres
hacerme tropezar; no piensas en las cosas de Dios
sino en las de los hombres” (Mateo 16:23 NVI).
Entonces, haz que tu mente esté dirigida por el
Espíritu y dispuesta a hacer la voluntad de Dios.
“…ÉSTA ES LA VOLUNTAD DE DIOS PARA CON
VOSOTROS” (1 Tesalonicenses 5:18)
Ora para conocer la voluntad de Dios. Esfuérzate
por vivir en una actitud de oración. “Estad siempre
gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo,
porque ésta es la voluntad de Dios para con
vosotros…” (1 Tesalonicenses 5:16-18). Estar
gozoso, orar continuamente y dar gracias te coloca
en el centro de la voluntad de Dios. Si solamente
oras cuando estás desesperado, tus receptores
espirituales se opacarán y tus impresiones serán
nebulosas. La comunicación continua con Dios
agudiza tus sentidos y afina tu capacidad de
distinguir Su voz en medio de las demás.
“Enséñame a hacer tu voluntad... mi Dios; tu buen
Espíritu me guíe a tierra de rectitud” (Salmo
143:10). Busca a Dios y Él allanará tu camino. Recibe
el consejo de otros como confirmación, pero no
necesariamente como dirección. Pablo dijo: “…
Cuando… Dios… me llamó por su gracia… no me
apresuré a consultar con carne y sangre”
(Gálatas 1:15-16).
No aceptes el consejo de otras personas a menos de
que concuerde con la palabra de Dios y la guía del
Espíritu. Los amigos pueden ser una fuente de
confirmación, pero no de revelación. Incluso tus
propias experiencias e impresiones no son
suficientes para discernir la voluntad de Dios a
menos que estén en consonancia con Su Palabra.
Pedro lo confirma en este pasaje relacionado con la
transfiguración de Jesús: “Nosotros mismos oímos
esa voz que vino del cielo cuando estábamos con Él
en el monte santo. Esto ha venido a confirmarnos la
palabra de los profetas, a la cual vosotros hacéis
bien en prestar atención, como a una lámpara que
brilla en un lugar oscuro…” (2 Pedro 1:18-19 CST).
Los convertidos por el mensaje de Pablo en Berea
recibían sus enseñanzas con entusiasmo, pero luego
las contrastaban con la Palabra de Dios escrita
(Hechos 17:11). Ésa es siempre muy buena táctica.
“QUE GOBIERNE EN VUESTROS CORAZONES LA PAZ
DE CRISTO…”
(Colosenses 3:15 CST)
No te saltes el semáforo en rojo. Discernir el tiempo
propicio es muy importante cuando estás buscando
la voluntad de Dios. Espera hasta que Él abra la
puerta, porque “…cuando abre nadie puede cerrar y
cuando cierra nadie puede abrir” (Apocalipsis 3:7
DHH). La impaciencia, el actuar con independencia
de Dios o el apresurarte a hacer algo sin estar
seguro te meterá en problemas. Dios no pide tu
opinión, sino tu obediencia. Y las luces rojas son
parte de su estrategia. Una puerta cerrada es tan
importante como una abierta cuando Dios está en
control. Él le cerró puertas a Pablo en Asia y Bitinia
pero luego le abrió las de Macedonia (hechos 16:6-
10). Haz caso al pitido del árbitro. La función del
Espíritu Santo es vital; solamente Él conoce la
mente de Dios y aclara las incógnitas de la
búsqueda.
Jesús dijo: “…Cuando venga el Espíritu de verdad, Él
os guiará a toda la verdad… y os hará saber las
cosas que habrán de venir” (Juan 16:13). Haz que tu
sensibilidad al Espíritu Santo aumente cada día
conforme le consultas en pequeños asuntos.
Recuerda que no tienes por qué ser una autoridad
en teología; ya estás cualificado para hacerlo. La
Biblia dice: “Los hijos de Dios se dejan guiar por el
Espíritu de Dios” (Romanos 8:14 PDT). Él te
infundirá una gran paz interior cuando estés en el
camino correcto. “La paz de Dios gobierne [haga de
árbitro] en vuestros corazones [decidiendo con
convencimiento todas las preguntas que surgen en
la mente]…” (Colosenses 3:15). Que la paz de Dios
en tu corazón sea la que tome las decisiones a lo
largo del camino. De ese modo nunca te
equivocarás.
“…NO TRATO DE HACER LO QUE YO QUIERO, SINO
LO QUE QUIERE EL PADRE QUE ME ENVIÓ” (Juan
5:30 PDT)
Cuando la luz del semáforo se ponga verde,
¡adelante! Si trabajas en ventas es fundamental
saber cuándo cerrar un trato. Los vendedores
novatos a veces pierden ventas por “pasarse”.
Presentan su producto y demuestran cómo
satisface los requisitos del comprador. El precio es
correcto y el cliente está listo para comprar, pero
entonces el novato sigue “vendiendo” hasta que el
usuario empieza a sospechar de sus intenciones y
pierde la venta. Saber cuándo “cerrar” es esencial.
Es muy bueno apuntar al blanco correcto, pero
tienes que saber también cuándo apretar el gatillo.
Confía en los pasos que has dado y avanza; si no, te
quedarás estancado en un círculo vicioso de dudas.
Llega un momento en tu búsqueda de la voluntad
de Dios cuando tienes que dar ese paso decisivo,
aunque te resulte intimidante.
El estudio, la búsqueda, las oraciones, los debates,
el comprobar una y otra vez; todo eso se quedará
sin frutos si no actúas. Toda la fe del mundo no
valdrá nada si te quedas corto de tu cometido y no
pasas a la acción (Santiago 2:17-18). He aquí un test
que puede ayudarte:
1) ¿Has sometido tu voluntad a Dios?
2) ¿Estás sirviéndole fielmente donde te colocó?
3) ¿Estás dispuesto a hacer lo que Él te revele?
4) ¿Has recibido y creído la dirección del Espíritu?
5) ¿Estás confiando en Su poder para cumplir lo que
te ha indicado?
Si las respuestas anteriores fueron afirmativas,
¡Entonces es hora de avanzar! No esperes a no
tener miedo. Da ese primer paso, aunque estés
asustado. Actúa con valentía, y el temor no te
controlará ni te detendrá. Cuando el semáforo se
ponga en verde, los recursos de Dios estarán a tu
disposición para la tarea que te ha encomendado.
¡Ha llegado la hora de dar el paso!

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