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La

muerte
de la
naturaleza
Mujeres, ecología
y Revolución Científica

Carolyn
Merchant
Índice

Una mirada hacia atrás. Este libro,


a cuarenta años de su primera edición 13

­Prefacio a la edición de 1990 23

­Introducción. ­La mujer y la ecología 27

1. ­La naturaleza como mujer 33


­La naturaleza nutricia: el control de la imaginería 33
­Imágenes literarias 39
­Marcos filosóficos 43
El geocosmos: la tierra como madre nutricia 56
­Restricciones normativas contra la minería
de la ­Madre ­Tierra 65

2. ­Granja, humedal y bosque. ­La ecología europea


en transición 81
­Ecología de la granja señorial 82
­El mercado y el capitalismo 91
­Humedales 98
­Bosques 104

3. ­Sociedad orgánica y utopía 113


­Sociedad orgánica 114
­Comunidad orgánica 121
­Utopías orgánicas 124
­Holismo 130
­Trabajo 134
­Lo comunal, el compartir 137
­Mujeres 138
8 La muerte de la naturaleza

­Política y comunidad 140


­Ecología y utopía 143

4. ­El mundo como organismo 147


­Unidad orgánica 151
­Magia natural neoplatónica 154
­Naturalismo 161
­Vitalismo 168

5. ­La naturaleza desordenada. ­Mujeres y brujas 181


­El desorden en la naturaleza 181
­El desorden, la sexualidad y la bruja 187
“­La ciencia” y la bruja 197
­El lugar de las mujeres en el orden natural 200

6. ­La producción, la reproducción y lo femenino 207


­Mujeres y producción 209
­La reproducción y la mujer 215

7. ­El dominio sobre la naturaleza 227


­Nueva ­Atlántida: una utopía mecanicista 237
­Capitalismo y progreso científico 242
­El mecanicismo y ­Nueva ­Atlántida 248
­El programa baconiano 255

8. ­El orden mecánico 261


­El auge del mecanicismo en ­Francia 262
­Hobbes: mecanicismo y orden social 277

9. ­El mecanicismo como poder 289


­La tecnología de la máquina 290
­Las máquinas como modelos estructurales
para la ontología y epistemología occidental 300

10. ­La gestión de la naturaleza 311


­La naturaleza como vegetal 319
­Gestión y administración humana 325
Índice 9

11. ­Mujeres en la naturaleza. Anne Conway


y otras filósofas feministas 333
­El vitalismo monista de ­Anne ­Conway 339
­Las mónadas de ­Conway, V ­ an ­Helmont y ­Leibniz 347
­Las mujeres y la “nueva filosofía” 354
­Las mujeres como público de la ciencia 360

12. ­Leibniz y ­Newton 363

­Epílogo 383

­Agradecimientos 389

Apéndice 391
I. Cronología. ­Algunos acontecimientos del período de la
­Revolución ­Científica 391
II. Fuentes de las imágenes 395
­Para ­David y ­John,
­Elizabeth y ­Ann
Esta nueva presentación fue publicada como ­Carolyn ­Merchant, “­The ­Death
of ­Nature: ­A ­Retrospective”, ­Organization and ­Environment, 11(2): ­198-­206.
© 1998, ­SAGE ­Publications, ­Inc.; reproducida aquí con su autorización.
También fue incluida en ­Carolyn ­Merchant, ­Science and ­Nature. ­Past, ­Present,
and ­Future, ­Nueva ­York, ­Routledge, 2018, pp. ­1-­12.
­Una mirada hacia atrás
Este libro, a cuarenta años de su primera edición

­Las sombras se alargaban sobre los pilares escarlatas, ocres y


cobrizos de las paredes del cañón. A ­ medida que el sol descendía cu-
briendo las cimas esculpidas, una panoplia de colores en movimiento
bañaba los centenares de chapiteles de caliza erosionados. ­Mis dos hijos,
de 11 y 13 años, que iban unos pasos adelante, escogieron la ruta hacia
un sendero estrecho entre un laberíntico afloramiento de rocas que se
precipitaban vertiginosamente río abajo. V ­ imos un gavilán colirrojo, re-
montando el aire hacia su nido en los picos superiores. ­La vista era im-
presionante; los colores, magníficos; las rocas, vibrantes y vivas.
­Era el verano de 1975, en el ­Cañón ­Bryce, ­Utah. ­Los tres explorába-
mos la zona de cañones del oeste de los E ­ stados U­ nidos. D
­ espués de la
cena en el camping del parque nacional, los chicos se durmieron, agota-
dos. ­Yo me quedé despierta, pensando en lo irónico de las rocas vivien-
tes. ­Para la ciencia estaban muertas e inertes y, sin embargo, durante
gran parte de la historia humana esas mismas rocas habían estado vivas y
crecían y se reproducían igual que las plantas y los animales. ­Fue enton-
ces cuando emergió con nitidez el título del libro que venía cincelando
desde hacía varios años. ­La muerte de la naturaleza recibió su bautismo.1
­Cuando vuelvo a recordar ese verano mágico, me asombra la concate-
nación de acontecimientos personales, intelectuales y sociales que die-
ron forma a la tesis del libro. ­Las influencias en mi vida y sus interseccio-
nes con la historia parecen un extraño acoplamiento de sucesos, hechos
rutinarios y curiosos momentos de claridad. ­Durante los años sesenta y
setenta del siglo XX, mi conciencia social se configuró al ritmo del movi-
miento feminista, desatado por L ­ a mística de la feminidad (1963) de ­Betty
­Friedan y propulsado por ­Primavera silenciosa (1962) de R ­ achel C
­ arson,
las luchas sociales por los derechos civiles y los movimientos antibélicos.2

1 ­Carolyn ­Merchant, ­The ­Death of ­Nature. ­Women, ­Ecology, and the ­Scientific
­Revolution, ­San ­Francisco, ­Ca., ­HarperCollins, 1980; 2ª ed., 1990.
2 ­Betty ­Friedan, ­The ­Feminine ­Mystique, ­Nueva ­York, ­Dell, 1963 [ed. cast.: ­La
mística de la feminidad, ­Madrid, ­Cátedra, 2016]; ­Rachel ­Carson, ­Silent ­Spring,
14 La muerte de la naturaleza

­Entré en el movimiento ecologista en el otoño de 1959 con un bau-


tismo de fuego. E ­ n mi primera cita con mi exmarido quemamos una
pradera de ­Wisconsin. ­A la primavera siguiente, un manto multicolor de
flores silvestres nativas adornaba una ladera antes arrasada por álamos
temblones invasores. A ­ l trabajar juntos para N ­ ature ­Conservancy con el
objetivo de recuperar las praderas nativas, al debatir las consecuencias
que podía tener que ­Rachel C ­ arson revelara la peligrosidad de los pesti-
cidas y al ponderar el impacto de la población mundial sobre las reservas
de alimentos, me empapé muy temprano de la ética ambiental que desti-
laba el movimiento ecologista emergente.
­Pasé gran parte de los años sesenta como estudiante de grado en
el sugestivo programa de ­Historia de la ­Ciencia de la ­Universidad de
­Wisconsin, dedicada a investigar los orígenes de la R ­ evolución C
­ ientífica
de la E ­ ra ­Moderna y redactar el borrador de una tesis doctoral acerca
del concepto de “fuerza viva” de G ­ ottfried ­Wilhelm ­Leibniz.3 ­Siempre
he amado la ciencia, en especial la física, y me impresionaba la belleza de
sus derivas matemáticas, la sencillez de sus explicaciones y la claridad
de sus descripciones del mundo. E ­ l entusiasmo que sentí desde la infan-
cia por la biología se convirtió en fascinación por la química en la univer-
sidad, que luego me llevó a dedicarme a la física y después a la historia
de la ciencia. ­Criar dos hijos me sensibilizó respecto del problema de
conciliar el ser ama de casa con la carrera y, no bien se publicó, devoré
­La mística de la feminidad de ­Friedan. S ­ olicité y recibí una de las primeras
becas nacionales destinadas a apoyar a las madres que buscaban terminar
la universidad, algo que con el tiempo conseguí.
­Hacia finales de los años sesenta, el escenario estaba preparado para
los tres temas que formarían el subtítulo de ­La muerte de la naturaleza:
mujeres, ecología y ­Revolución ­Científica. S ­ in embargo, todavía faltaba
el adhesivo conceptual necesario para unirlo todo. ­Los acontecimientos
que se dieron durante la década de 1970 en C ­ alifornia, mi nuevo hogar,
me proporcionaron el material necesario. E ­ mpecé a enseñar F ­ ísica en
la ­Universidad de ­San ­Francisco (­USF) en medio de la agitación social
provocada por los bombardeos de ­Camboya, el inicio de la celebración
del D ­ ía de la ­Tierra en 1970 y el debate en torno al papel de la ciencia en
la nueva guerra “electrónica” dirigida contra V ­ ietnam del N­ orte. ­Junto

­ oston, ­Houghton ­Mifflin, 1962 [ed. cast.: ­Primavera silenciosa, ­Barcelona,


B
­Crítica, 2005].
3 ­Carolyn [­Merchant] ­Iltis, ­The ­Controversy ­Over ­Living ­Force. ­Leibniz to
­D’­Alembert, tesis doctoral, ­University of ­Wisconsin, M ­ adison, 1967.
Una mirada hacia atrás 15

con nuestros vecinos sinoestadounidenses, mis hijos y yo nos unimos a


las marchas por la paz en S ­ an ­Francisco y trabajamos para conseguir la
integración racial en las instituciones educativas de B ­ erkeley.
­Como mujer joven entusiasta de la belleza tradicional de la ciencia, me
veía en un punto de equilibrio donde mi experiencia personal se yuxta-
ponía con las implicaciones sociales de la dominación científica sobre la
naturaleza. ­Así empecé a investigar las implicaciones que tenía la ciencia
para las mujeres y la naturaleza.
­Inspirada por los extendidos cuestionamientos a los supuestos acerca
de la ciencia, la sociedad y los valores dominantes elaborados durante
los años cincuenta, comencé a reevaluar el significado de mi trabajo
anterior sobre historia de la ciencia. ­La historia del mecanicismo como
sistema de materia en movimiento, de la que me había ocupado en mi
tesis doctoral, alcanzó nuevas implicaciones cuando la comparé con
una cosmología renacentista de espíritus animados y seres dotados de
alma, donde todo estaba vivo. ¿­Qué papel desempeñaba la historia de
la ­Revolución ­Científica en la manera en que el mundo de finales del si-
glo ­XX conducía nuestras vidas? ¿­Qué alternativas históricas, tanto reales
como utópicas, habían desafiado los abusos de la sociedad dominante?
­Estas cuestiones estimulaban mi trabajo como docente y acudí a mis es-
tudiantes, colegas y amigos en busca de respuestas.
­En mi curso sobre historia de la ciencia, que impartía en la U ­ SF, em-
pecé a tratar el contexto social en el que se desarrolló la ciencia moder-
na. ­Después, durante el verano de 1972, viajé a I­ talia para participar en
un curso de “­Historia de la Física del siglo ­XX” en el ­Instituto ­Enrico
­Fermi, donde fueron fundamentales las cuestiones relativas a la respon-
sabilidad social de la ciencia. ­De R ­ obert ­Cohen, filósofo marxista de la
física, aprendí que según el historiador ­Boris H ­ essen (1931) y el sociólo-
go ­Edgar ­Zilsel (1953), la ­Revolución ­Científica surgió como fenómeno
del primer capitalismo y a partir de la aparición de las profesiones y los
oficios propios de la clase media. C ­ ohen me acercó también al nuevo
libro de W ­ illiam ­Leiss, ­The ­Domination of ­Nature [La dominación de la
naturaleza], publicado en el otoño [septentrional] de 1972. ­Empecé a
entender algunas de las particularidades en que los cambios económicos
y sociales pueden influir en las decisiones y las hipótesis básicas de los
científicos mientras elaboran su trabajo teórico.4

4 ­Boris ­Hessen, ­The ­Social and ­Economic ­Roots of ­Newton’s ‘­Principia’


(1931), ed. con una nueva introducción de ­Robert ­S. ­Cohen, ­Nueva ­York,
­Howard ­Fertig, 1971 [ed. cast.: ­Las raíces socioeconómicas de la ­mecánica
16 La muerte de la naturaleza

­Ese otoño, otros dos eventos conspiraron para cambiar mi perspectiva


e impulsar la escritura del libro. ­Mientras dictaba mi nuevo curso so-
bre ciencia y sociedad, oí los grandes elogios del físico y escritor ­Daniel
­Greenberg al libro de ­Theodore R ­ oszak ­Where the ­Wasteland ­Ends.5 ­Este li-
bro no solo era una sorprendente crítica de la ciencia mecanicista y una
exploración de enfoques alternativos –­entre ellos, la tradición gnóstica y
la poesía y el arte de ­William ­Blake–­, sino que anunciaba una nueva cos-
movisión ecológica holística. ­Fue por gentileza del propio ­Roszak como,
posteriormente, el manuscrito de L ­ a muerte de la naturaleza encontró la
senda para llegar a mi editor ­John S ­ hopp de ­Harper en S ­ an ­Francisco.
­El día en que me enteré de la existencia del notable libro de R ­ oszak
también conocí a mi colega en historia de la ciencia D ­ avid K­ ubrin. ­David,
quien en su tesis doctoral se ocupó de ­Isaac ­Newton y ya había publicado
el reconocido artículo “­Newton and the ­Cyclical C ­ osmos” [Newton y el
cosmos cíclico], de 1967,6 asistió a una conferencia de nuestro colega in-
glés ­Peter H
­ arman. ­A P ­ eter le llamó la atención aquel joven que, sentado
entre el público, cosía parches en su ropa; y, por el talante de las preguntas
que formuló al final de la conferencia, dedujo que no podía ser otro que
el “célebre” K ­ ubrin. ­A principios del siguiente año, empecé a asistir a unas
clases de K ­ ubrin dedicadas al desarrollo de la ciencia moderna, imparti-
das en la escuela alternativa de S ­ an ­Francisco. ­Allí nos presentó el panfle-
to ­Brujas, parteras y enfermeras de B ­ arbara E­ hrenreich y ­Deirdre E ­ nglish, y
nos habló de la historia de la ciencia que analizaba con rigor académico la
alternativa que suponía la tradición mágica.7 ­La idea de que el concepto
clave de la ciencia moderna era que la materia estaba muerta fue de D ­ avid.
­En un artículo de 1972, “­How ­Sir ­Isaac ­Newton ­Helped R ­ estore ­Law ’n’
­Order to the W ­ est” [­Cómo ­sir ­Isaac ­Newton ayudó a restaurar la ley y el
orden en ­Occidente], y en uno posterior titulado “­Newton’s ­Inside ­Out!”

de ­Newton, ­La ­Habana, ­Academia, 1985]; ­Edgar ­Zilsel, “­The ­Genesis of the
­ oncept of ­Scientific ­Progress”, en ­Philip ­P. ­Wiener y ­Aaron ­Noland (eds.),
C
­Roots of ­Scientific ­Thought, ­Nueva ­York, ­Basic, 1953; ­William ­Leiss, ­The
­Domination of ­Nature, ­Nueva ­York, ­George ­Braziller, 1972.
5 ­Theodore ­Roszak, ­Where the ­Wasteland ­Ends. ­Politics and ­Transcendence
in ­Post-­Industrial ­Society, ­Garden ­City, ­NY, ­Doubleday, 1972.
6 ­David ­Kubrin, “­Newton and the ­Cyclical C ­ osmos: ­Providence and the M ­ echanical
­Philosophy”, ­Journal of the H ­ istory of ­Ideas, n° 28, julio-­septiembre de 1967,
pp. ­325-­346.
7 ­Barbara ­Ehrenreich y ­Deirdre ­English, ­Witches, ­Midwives, and ­Nurses, ­Old
­Westbury, ­NY, ­Feminist ­Press, 1973 [ed. cast.: ­Brujas, parteras y enfermeras,
­Oaxaca, ­El ­Rebozo, 2014].
Una mirada hacia atrás 17

[¡­Newton, dado vuelta!] (1981), K ­ ubrin exploró el papel que N


­ ewton ha-
bía jugado en reprimir las ideas mágicas y alquímicas en la sociedad, y en
su propia mente, al promover la visión mecanicista de la naturaleza.8 ­Mi
trabajo sobre L ­ eibniz y el trabajo de K­ ubrin sobre N
­ ewton proporciona-
ron el combustible necesario para el surgimiento de un análisis basado
en el ascenso de la ciencia moderna, el momento en el que un mundo de
fuerzas vitales y vivas dio paso a un sistema mecanicista inerte que apoyaba
las nuevas tendencias capitalistas de la sociedad moderna.
­En su origen, L ­ a muerte de la naturaleza era una serie de ensayos (en
total, tres) que comencé a escribir en el verano de 1973. ­El primero tra-
taba de las mujeres y las brujas durante los siglos ­XVI y ­XVII, el segundo
interpretaba la transición de la magia al mecanicismo y el tercero repen-
saba el significado de ciencia y utopía desde ­Campanella y A ­ ndreae hasta
­Francis ­Bacon. ­Empecé a dar conferencias sobre “mujeres y naturaleza”
y sobre “filosofía natural y crisis ambiental” en encuentros locales, na-
cionales e internacionales organizados por la Sociedad de Historia de la
Ciencia y la Asociación Histórica Estadounidense.
­Ante la amenaza de despidos en la U ­ SF debido a la recesión de 1976,
solicité y recibí cuatro becas y subvenciones que me permitieron ree-
laborar y expandir los ensayos iniciales en un manuscrito que alcanzó
la extensión de un libro que cubría todo el período de la R ­ evolución
­Científica. P ­ ese a las dificultades económicas, los despidos y los traba-
jos de media jornada, fue una época muy estimulante en la dimensión
intelectual. L ­ eí y absorbí con gran exaltación centenares de artículos y
monografías. T ­ odo lo referente a ese período que empecé a conocer
íntimamente y a amar en profundidad parecía encajar y tener sentido.
­Mientras el libro tomaba forma, acepté un trabajo en la U ­ niversidad de
­California (UC), B ­ erkeley, dentro de un programa de estudios ambien-
tales en el ­Colegio de Recursos Naturales. ­Después de las revisiones y el
proceso final de edición, ­La muerte de la naturaleza se publicó en junio
de 1980.
­El debut del libro fue sorprendente. ­Un amigo me invitó a recorrer la
­avenida ­Telegraph en ­Berkeley,9 donde el libro estaba expuesto en los

8 ­David K ­ ubrin, “­How ­Sir I­saac N­ ewton H ­ elped ­Restore ­Law ‘n’ O ­ rder to the
­West”, ­Liberation, 16(10), marzo de 1972, pp. 32-­41 –luego publicado en libro–,
y “­Newton’s I­nside O
­ ut! M­ agic, C
­ lass ­Struggle, and the R ­ ise of ­Mechanisms
in the ­West”, en H ­ arry ­Woolf (ed.), ­The ­Analytic S
­ pirit. ­Essays on the ­History of
­Science in ­Honor of ­Henry ­Guerlac, ­Ítaca, ­NY, ­Cornell ­University ­Press, 1981.
9 ­Epicentro de varias contraculturas, especialmente la hippie y la psicodélica.
[­N. de ­E.]
18 La muerte de la naturaleza

escaparates de numerosas librerías. O ­ tro amigo, que organizó una fiesta


de lanzamiento, me comentó que el pastelero local le preguntó confun-
dido: “¿­Quieres una tarta de muerte?”.10 ­Esa semana ofrecí charlas en el
campus de la ­UC para el programa de ­Women ­Studies y en la librería
­Cody’s ante un público numeroso. ­El ­California ­Monthly publicó una de
las primeras reseñas. ­Pronto me ofrecieron dar un seminario –­el primero
de muchos, a lo largo de los años–­en el C ­ olegio H­ arvey ­Mudd. ­Si bien
era un libro académico, que según mi editor se adelantaba a su época,
tuvo muy buena acogida. ­Sus temas podían interesar a tres tipos de pú-
blico: feministas, ecologistas e historiadores de la ciencia y de la tecno-
logía. ­También recibió la atención de politólogos, sociólogos, filósofos,
geógrafos, profesores de inglés y científicos. ­Desde que se publicó, se le
han dedicado más de un centenar de reseñas. E ­ ntre quienes lo han eva-
luado, reseñado o discutido están C ­ hristopher ­Hill, E­ verett ­Mendelsohn,
­Houston ­Baker, ­Jr., ­Fritjof ­Capra, ­Walter ­Pagel, ­Evelyn ­Fox ­Keller, ­Donna
­Haraway, ­Helen ­Longino, ­Susan ­Griffin, ­Stephen ­Brush, ­Joan ­Rothschild,
­Margaret ­Jacob, ­Bruno ­Latour, ­Nina ­Gelbart, ­Tore ­Frängsmyr, ­Ronnie
­Ambjörnsson, ­Shigeru ­Nakayama, ­John ­Perkins, ­Audrey ­Davis, ­Margaret
­Osler, ­Rita ­Arditti, ­Joseph ­Meeker, ­Harold ­Gilliam, ­Murray ­Bookchin,
­Jim ­Swan, ­Kirkpatrick ­Sale, ­David ­Ray ­Griffin y ­Jerry ­Mander.11
­Las primeras reseñas se centraban en las conexiones entre la ciencia y
la dominación de la naturaleza y en las relaciones entre las mujeres y
la naturaleza. ­Los reseñistas enfatizaban el argumento que establecía
cómo la cosmovisión mecanicista abrió el camino a una nueva y brutal
explotación del ambiente, de los animales y de una naturaleza que era
viva y vital. ­Este desplazamiento formaba parte del rechazo hacia lo
femenino como parte constitutiva de la realidad y la consiguiente opre-
sión de las mujeres. ­La metáfora de la máquina redefinía la realidad a
partir del control sobre acontecimientos que hasta ese momento eran
incontrolables. ­El libro fue elogiado por integrar temas tan diversos
como la ecología, la magia natural, las utopías y los juicios contra las
brujas, las comadronas y las científicas; y también por leer críticamen-
te los trabajos de los fundadores de la ciencia moderna como ­Francis
­Bacon, ­René ­Descartes, ­William ­Harvey, ­Thomas ­Hobbes, ­Isaac ­Newton
y ­Gottfried ­Wilhelm ­Leibniz. ­Y si bien algunos críticos admiraron su

10 ­En el original: “­You want ‘death’ on a cake?”. [­N. de ­T.]


11 ­Véase el sitio web de C­ arolyn M
­ erchant, “­Reviews of her ­Books”, disponible en
<ourenvironment.berkeley.edu/people/carolyn-merchant>; con relación a las
reseñas, véase <nature.berkeley.edu/departments/espm/env-hist/reviews.html>.
Una mirada hacia atrás 19

estilo vivaz y sus ilustraciones, para otros el tono del libro era serio
y académico.
­Más controvertida fue la cuestión de cómo los hechos históricos se re-
lacionaban entre sí y, en especial, con las ideas. P ­ ara uno de los reseñado-
res, las ideas exploradas en el libro a veces reflejaban los valores sociales
vigentes en cada momento, pero en otros casos parecían desen­cadenar
las transformaciones. ­Aun así –­escribió–­, ese era un problema notorio
para los historiadores, y la fuerza del argumento evitaba la simple cau-
salidad y las conclusiones apresuradas. ­La plausibilidad, los valores aso-
ciados, la compatibilidad y la simultaneidad de los eventos contribuían
a crear un argumento rico y complejo. ­Otros coincidían en que este en-
foque favorecía la sutileza y se resistía al mero determinismo. ­A otros les
preocupaba más que el tono combativo y la orientación feminista del
libro pudieran suscitar oposición. ­Otras objeciones se centraron en el
problema de la relación concreta trazada entre las metáforas femeninas
que describían la naturaleza y la sujeción social de las mujeres.
­El libro encontró de inmediato un público más allá de la academia.
­Se abrió camino en los círculos del C ­ ongreso que asistieron a la sesión
de la ­Cámara de ­Representantes dedicada a la investigación y produc-
ción energética de 1980; el asesor científico de ­Ronald R ­ eagan, G­ eorge
­A. ­Keyworth ­II, lo citó en 1982; ­Newsweek lo seleccionó en un artículo
de 1983 dedicado a la integración de los estudios feministas. ­Y ade-
más hizo su debut audiovisual en enero de 1983, en la serie inglesa ­The
­Crucible, producida por la C ­ entral ­Television: el primer tercio del episo-
dio ­“A ­History of ­Nature” se basó en este libro.12
­Pronto las revistas y periódicos extranjeros comenzaron a ocuparse del
libro y sus tesis. ­A principios de 1981, T ­ ore ­Frängsmyr presentó el tema
al público sueco y al año siguiente tuvo reseñas en el ­Götheborgs-­Posten y
en el ­Dagens ­Nyheter de E ­ stocolmo. ­Fue reseñado en ­Francia en 1981, en
­Japón en 1982, en P ­ olonia en 1983 y en D ­ inamarca, ­Francia y A­ lemania
en 1984. La India le dio un sitio preeminente en su informe ­1984-­1985
sobre el estado del medio ambiente indio y, en 1986, recibió atención
en ­Australia. ­A las traducciones al japonés (1985), el alemán (1987, más
una edición adaptada para el gran público en 1994), el italiano (1988),
el sueco (1994) y el chino (1999), le han seguido las traducciones al
coreano (2001), el francés (2020) y el castellano (2020). E ­ n 1990 se pu-
blicó una segunda edición en inglés con ocasión del décimo aniversario y

12 ­The Crucible, “­A ­History of ­Nature”, ­Central ­Television, ­Inglaterra, producción


de ­Mick ­Gold, 16 de enero de 1983.
20 La muerte de la naturaleza

en 2020 aparece esta tercera edición, que conmemora los cuarenta años
de su primera publicación.13
­Entre mis libros más recientes, destaco ­Autonomous ­Nature. ­Problems of
­Prediction and C ­ ontrol ­From ­Ancient ­Times to the S­ cientific ­Revolution [Natura-
leza autónoma. ­Problemas de predicción y control desde la ­Antigüedad
hasta la ­Revolución C ­ ientífica], de 2016,14 en el cual se enfatizan los as-
pectos rebeldes, ilícitos, inquietantes y recalcitrantes de la naturaleza.
­Después publiqué ­Spare the ­Birds! ­George B ­ ird G
­ rinnell and the ­First ­Audubon
­Society [¡­No toquen a los pájaros! ­George ­Bird ­Grinnell y la primera
­Audobon ­Society], también en 2016; S­ cience and N ­ ature. ­Past, ­Present, and
­Future [­Ciencia y naturaleza. P ­ asado, presente y futuro], de 2018, que
recopila artículos publicados en revistas académicas, y ­The ­Anthropocene
and the ­Humanities. F­rom ­Climate C ­ hange to a N ­ ew ­Age of ­Sustainability
[­Antropoceno y humanidades. ­Del cambio climático a una nueva era de
sustentabilidad], de 2020.
­Al evaluar el impacto ­La muerte de la naturaleza, sobresalen tres aportes.
­Primero, el libro formuló una de las primeras críticas relativas al pro-
blema de la modernidad, en especial la ciencia mecanicista y su cosmo-
visión, que ha contribuido a alimentar la deconstrucción posmoderna
del optimismo y el progreso ilustrado. S ­ egundo, a medida que el ecofe-
minismo ganó terreno durante los años ochenta y noventa del siglo ­XX,
el libro pasó a ser considerado un clásico fundacional del análisis de la
relación ­mujer-­naturaleza. T ­ ercero, marcó el camino que seguir hacia un
replanteo de la relación ética humana con la naturaleza por medio de
un desplazamiento de las ideas de dominación y hacia una nueva coope-

13 ­Véanse el sitio web de C ­ arolyn M­ erchant, “­Reviews of her ­Books”, cit.; “­The
­Second ­Citizen’s ­Report”, en ­The ­State of ­India’s ­Environment, ­1984-­1985,
­Nueva ­Delhi, C ­ entre for S­ cience and E ­ nvironment, 1985, p. 370; C ­ arolyn
­Merchant, ­The ­Death of N ­ ature. W
­ omen, ­Ecology, and the S ­ cientific ­Revolution,
­Londres, ­Wildwood ­House, 1983; ­Shizen no shi, ­Tokio, K ­ ousakusha, 1985; ­Der
­Tod der N ­ atur. Ö
­ kologie, ­Frauen und neuzeitliche N ­ aturwissenschaft, ­Múnich,
­C. ­H. ­Beck, 1987 (ed. rústica para el público general, 1994; y una nueva ed.
alemana: Múnich, Oekom, 2020); L ­ a morte della natura. D
­ onne, ecologia e
­Rivoluzione ­Scientifica, ­Milán, ­Garzanti, 1988; ­Naturens ­Död. ­Kvinnan, ­Ekologin
och den V ­ etenskapliga R ­ evolutionen, ­Estocolmo, ­Symposion, 1994; (­Mei)ka
luo lin mai qian te wu guo sheng wu xiao ying cao nan yan ye chuang yi, ­Pekín,
­Jilin ­Peoples’ ­Publishing ­House, 1999; ­La muerte de la naturaleza. M ­ ujeres,
ecología y revolución científica, ­Granada, ­Comares, 2020; ­La mort de la
nature, ­Marsella, ­Wildproject - ­Baptiste ­Lanaspeze.
14 Carolyn ­Merchant, ­Autonomous ­Nature. ­Problems of ­Prediction and ­Control
from ­Ancient ­Times to the ­Scientific ­Revolution, ­Nueva ­York, ­Routledge, 2016.
Una mirada hacia atrás 21

ración dinámica entre las personas y su ambiente. ­A lo largo de los años,


en numerosos encuentros y ponencias celebrados en varios continentes,
la gente me ha dicho que ­La muerte de la naturaleza ha tenido un impacto
en sus vidas y que incluso ha cambiado su manera de pensar. ­Estoy muy
agradecida por ello.
­Desde 1980, mi trabajo ha ido más allá de la evaluación de la Revo-
lución ­Científica que analizo en este libro y se ha dirigido hacia un re-
planteamiento de los argumentos tratados en el libro en relación con
la historia estadounidense, el movimiento ambiental actual y una nueva
ética ambiental. ­En ­Ecological ­Revolutions. N­ ature, ­Gender, and ­Science in
­New ­England [­Revoluciones ecológicas. ­Naturaleza, género y ciencia en
­Nueva ­Inglaterra], de 1989, me pregunté cómo evolucionaron en los
­Estados ­Unidos los debates ocurridos en la ­Europa del siglo ­XVII.15 ­He
intentado desarrollar un enfoque más preciso en la interacción entre
las ideas, el mundo material y los cambios económicos y sociales, me-
diante la articulación de un modelo de transformaciones revolucionarias
basadas en la ecología, la producción, la reproducción y la conciencia.
­Estas “revoluciones ecológicas” estadounidenses tenían similitudes con
los cambios ocasionados por el desarrollo del primer capitalismo, que
condujeron de una cosmovisión organicista a una mecanicista, tal como
se discute en ­La muerte de la naturaleza. ­En ­Radical E ­ cology. The Search for
a Livable World [­Ecología radical. La búsqueda de un mundo habitable],
de 1992, expandí la idea de las revoluciones ecológicas hacia un aná-
lisis de los movimientos ambientales de los últimos treinta años, y en
­Earthcare. ­Women and the E ­ nvironment [­Cuidar la T­ ierra. ­Las mujeres y el
ambiente], de 1996, desarrollé relaciones más precisas entre las impli-
caciones de las mujeres en los movimientos ecologistas y los símbolos
de una naturaleza femenina.16 ­En ­Reinventing E ­ den. ­The ­Fate of ­Nature in
­Western ­Culture [­Reinventar el edén. E
­ l destino de la naturaleza en la cul-
tura occidental], de 2003, resolví algunos detalles relativos a una ética
colaborativa entre las personas y el ambiente no humano, que elimina
algunos de los estigmas históricamente asociados con la visión femeni-
na de la naturaleza y de los hombres como agentes de dominación, y
que se vale de los más recientes desarrollos científicos como la teoría

15 ­Carolyn ­Merchant, ­Ecological ­Revolutions. ­Nature, ­Gender, and ­Science in


­New ­England, ­Chapel ­Hill, ­NC, ­University of ­North ­Carolina ­Press, 1989.
16 ­Carolyn ­Merchant, ­Radical ­Ecology. ­The ­Search for a ­Livable ­World, ­Nueva
­York, ­Routledge, 1992; ­Earthcare. ­Women and the ­Environment, ­Nueva ­York,
­Routledge, 1996.
22 La muerte de la naturaleza

del caos y de la complejidad.17 ­Con mi último libro, el ya mencionado


­Autonomous ­Nature, he cerrado el círculo con un retorno a la cuestión de
la transformación europea. ­Aquí enfatizo los aspectos rebeldes, ilícitos,
inquietantes y recalcitrantes de la naturaleza, que quedan demostrados
por la imprevisibilidad de fenómenos como las erupciones volcánicas,
los terremotos, los tsunamis y las plagas.
­Cuando rememoro la conmoción de ese verano de 1975 en el C ­ añón
de ­Bryce y mis numerosos encuentros posteriores con las aves y las mon-
tañas de todo el mundo, acompañada por mis familiares y amigos más
queridos, aprecio cada vez más el poder de la vida en este planeta y la
necesidad de desarrollar una ética del cuidado terrestre. S
­ i ­La muerte de
la naturaleza puede, aunque sea mínimamente, contribuir a crear una
nueva conciencia ambiental, su legado será perdurable.

17 ­Carolyn ­Merchant, ­Reinventing ­Eden. ­The ­Fate of ­Nature in ­Western ­Culture,


­Nueva ­York, ­Routledge, 2003; 2ª ed., 2013.

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