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Desde que tengo memoria mi abuela quiso enseñarme a dibujar y a pintar.

A mi nunca me
interesó aprender a dibujar ni a pintar, o mejor dicho nunca le vi el punto a estar frente a una
tela copiando algo que ya estaba frente a mi. Me interesaba mucho más buscar cosas en la
calle. Cuando era pequeño solo buscaba monedas de un centavo, porque alguien me dijo
que si encuentras una moneda de un centavo con la cara hacia arriba esta te daría suerte.
Siempre que salíamos a la calle con mis hermanos buscábamos las monedas, nos
llevábamos las que tenían la cara hacia arriba y dejábamos las que mostraban el otro lado.
Teníamos nuestro cuarto lleno de bolsas llenas con monedas de un centavo. Después de un
tiempo entré al colegio y esto me trajo nuevos intereses, nuevos gustos y nuevos amigos y
con ellos aprendí otras formas de pasar el tiempo. Con el tiempo les fue pasando lo mismo
a mis hermanos y por eso cada vez buscábamos menos monedas; más bien, dejabamos
que ellas nos encontraran.

Algo que no pude dejar atrás fue el hábito de caminar viendo hacia abajo; siempre voy
buscando cosas en el piso, no busco nada en especial ,ni tampoco busco la suerte; solo
busco sorprenderme. Recuerdo que cuando vine a Buenos Aires me sorprendió la cantidad
de cosas que había tiradas en la calle. Poco a poco mi cuarto se fue llenando de cositas de
todo tipo, desde un libro increíble hasta un corazoncito de plástico. Igual no creo ser un
acumulador, quiero decir, si recojo muchas cosas pero hasta ahora no entorpecen mi vida, y
no tengo problema con que se pierdan en las mudanzas o que alguien se las lleve, es más,
creo que me gusta cuando eso pasa.

Tengo la idea de que todo pasa por algo y que es mejor pensar qué hacer frente a una
situación y no pensar tanto en que fue lo que la causó, así que no me interesa entender
porque soy el único de mis hermanos que sigue buscando cosas en la calle, ni me detengo
a pensar en porque recogí un objeto y no otro; prefiero pensar en que puedo hacer con
estos objetos y cómo es vivir con ellos. Por ahora creo que ellos me ayudan a pensar y a
entender el mundo que me rodea y como yo lo tránsito (aunque creo que eso es porque
hace poco me regalaron Materia Vibrante de Jane Bennet). Además que los uso para
muchos de mis trabajos. Me gusta pensar en la basura ¿cuál es nuestra relación con
ella?¿como la encuentro?¿Que me dice?¿Que puedo yo hacer con ella? Reflexiones que
tienen que ver con la vida o, mejor dicho, con la forma de vida.

Otra cosa que me pasó al venir a vivir a Buenos Aires es volver a buscar monedas en la
calle, ahora voy recogiendo las monedas de un peso que veo en el piso. Es fácil
encontrarlas, porque vistas desde arriba son exactamente iguales a las monedas de un
centavo, que desde que tengo memoria recojo esperando que tengan la cara hacia arriba
para que me traigan buena suerte. Ahora ya no busco la suerte, en realidad no se que
busco al recoger estas monedas sin cara, sin suerte. Tal vez es solo un reflejo, al que no le
importa la suerte, que ya no busca nada extraordinario, un reflejo que solo repite una
búsqueda, pero al que ya no le importa ganar algo.
A veces veo estas moneditas y pienso que no vale la pena agacharme a recogerlas, que
valen lo mismo que una piedrita, o una colilla de cigarrillo, pero eso no es verdad porque el
valor de esa monedita no es ni un peso, ni un centavo; su valor monetario nunca fue lo
importante. Su valor es causar el reflejo que me hace mirar hacia abajo y hacia atrás, el que
me hace recordar, el que me deja pensar a lo más mínimo como un acontecimiento.

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