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LA COMUNICACIÓN

La importancia de la comunicación en el proceso de hominización

La comunicación humana surgió en el momento en que nuestros ancestros en su lucha


por la supervivencia y en respuesta a sus instintos se vieron obligados a transmitir a
quienes les rodeaban, sus impresiones, sentimientos y emociones. Para ello se
valieron de la mímica, de los gritos y demás exclamaciones, para constituir un lenguaje
biológico.

Posteriormente surgió el lenguaje hablado y las manifestaciones pictóricas. Aparecen


las pinturas rupestres, los jeroglíficos; pudiendo así el hombre, por primera vez
expresar su pensamiento de un modo gráfico.

De acuerdo con la antropogénesis (estudio del origen y evolución del hombre) se ha


demostrado que, a través de la historia, todo lo que se considera como actos
comunicativos hominizados es generado, desde el génesis de la comunicación.

Para Manuel Serrano “la hominización es la transformación de los ancestros primates


en seres humanos”, en este sentido se indaga a la comunicación desde el enfoque
biológico, genético y zoológico, a partir de una visión que permite distinguir los
procesos naturales de las especies, antes que cualquier indicio de cultura.

La comunicación es el proceso extraordinario de la evolución para la comprensión de


su naturaleza y no de la cultura. Volviéndose una necesidad de los agentes receptivos
y estimuladores para asegurar su existencia, supervivencia y reproducción.

Nuestros antepasados iniciaron un recorrido de naturaleza irreversible consistente en


cambios biológicos correlacionados con cambios en la actividad cognitiva y en el
comportamiento mediante el fenómeno de retroalimentación más fantástico que
podamos imaginar hasta llegar a nosotros, sapiens, como punto y final. A este recorrido
lo llamamos proceso de hominización.

Al andar derechos, aquellos primates antepasados nuestros, iniciaron los cambios


biológicos que, a través de la hominización biológica, habrían de conducir hasta la
única especie homínida existente desde hace unos treinta mil años, siendo esta la
nuestra.

Reflexionemos ahora un poco sobre estos cambios biológicos y sobre las posibles
consecuencias de cara a configurar el proceso de humanización, en el cual tendría un
papel decisivo el lenguaje.

Del primer tercio del recorrido por estos seis millones de años de especies homínidas
sabemos muy poco. Sólo la certeza del andar sobre un par de pies y algunos indicios
de cambios en la configuración mandibular –respecto de los chimpancés– consistente
en una escasa reducción de los colmillos y de los caninos, estos colmillos igual son
espada que escudo y, en cambio, una buena parte del camino de la hominización
resulta ser un proceso de reducción de estos elementos tan emblemáticos de los
grandes primates.

Esto nos conduce a interpretar la reducción de los colmillos en relación con los cambios
en la dieta que con los cambios en el sistema de competición y de lucha, lo que ligaría
con el hecho de que los dientes homínidos son cada vez más robustos, esmaltados y
preparados para triturar y que reflejan una adaptación para masticar fibras o comidas
caracterizadas por un cierto grado de dureza que requerirían una buena preparación
masticatoria antes de poder ser digeridas. Observemos que unas manos cada vez más
libres y una boca que gana en movilidad a la vez que ayuda a reconfigurar la cara son
elementos necesarios para empezar a disparar la comunicación hacia el componente
simbólico.

En el proceso de hominización que reseguimos, además del bipedismo (caminar


erguidamente), la remodelación del sistema mandibular y una cierta remodelación
general del cuerpo, tenemos un cambio biológico fundamental: el aumento del volumen
y de la complejidad del cerebro. De hecho, en este último sentido, no encontramos
cambios sustanciales hasta hace unos 2,5 millones de años aproximadamente, en que
los hallazgos paleo antropológicos nos ponen al alcance cráneos que muestran un
crecimiento no alométrico –relación peso del cerebro con el peso del cuerpo– de la
masa encefálica que debían contener.

Al parecer, en los primeros Homo permanecen las áreas cerebrales primarias, mientras
que hay un considerable incremento de las áreas de asociación parieto-temporal y
prefrontal.

Además los lóbulos prefrontales, los vinculamos directamente a la memoria de trabajo


–la recuperación de la información almacenada en función del contexto y de la
conducta a seguir– y con funciones ejecutivas como la planificación, la iniciación o la
inhibición de la actividad comunicativa, la capacidad de secuenciar, la flexibilidad
mental, la creatividad o la imaginación.

La pregunta clave sería el porqué del rápido crecimiento de las zonas prefrontales y de
asociación del cerebro en el punto de la evolución homínida que llevaría a la
emergencia del nuevo género del Homo habilis. Nuestra hipótesis pretende ligar la
prefrontalización del cerebro a la manipulación de signos mediante el uso de algún tipo
de lenguaje simbólico.

Esto explicaría el espectacular crecimiento de estas partes del cerebro tan ligadas a la
planificación, al despliegue de programas, a la atención y la concentración y al
aprendizaje. En este sentido, muy probablemente, la expansión prefrontal no sería
tanto la causa del despliegue del lenguaje –un protolenguaje– sino más bien su
consecuencia.

La generación de este nuevo orden social debía exigir ya el despliegue de un repertorio


simbólico que tendremos que considerar como un lenguaje temprano o protolenguaje,
repertorio muy limitado al comienzo y que, además, costaría bastante de interiorizar.

Hace aproximadamente medio millón de años se produjo un segundo aumento de


tamaño no alométrico del cerebro con un crecimiento superior, otra vez, de los lóbulos
frontales, Estaríamos ya ante un cerebro moderno y, muy probablemente, lo que lo
separa de verdad de los cerebros de hoy viene dado por la cultura.

Justo es decir que el primer engrandecimiento de los prefrontales ya debía haber ligado
las vocalizaciones con objeto de llevarlas por el camino de la conciencia y ponerlas
bajo los criterios de la voluntariedad y de la intencionalidad, el cual era el primero de los
pasos para domesticar la voz, condición necesaria para tejer la red de un lenguaje.
Pensamos que las vocalizaciones de los primates no están controladas por la corteza
sino que responden a estructuras neurales más antiguas ubicadas en el tronco
encefálico y en el sistema límbico y que participan en la expresión de las emociones.

Hay un gran paralelismo entre la actividad de la mano y del brazo y de la boca, la


lengua y la laringe. Los últimos años han visto también el hallazgo de estos famosos
huesecillos, los hioides, los cuales serían necesarios como eslabones para situar la
laringe en su sitio y, a su vez debía tener en cuenta el diseño del aparato bucal, reunir
todas y cada una de las condiciones para desarrollar un lenguaje. Los refinamientos de
los cálculos mentales, sociales y afectivos acabarían haciendo emerger la sintaxis
como conjunto de principios y procedimientos que permiten organizar el listado léxico
de tal forma que las largas cadenas de palabras pueden ser enunciadas y
comprendidas sin gran esfuerzo.

A este nivel de evolución ya se podían comunicar unos con otros en la población a


todos los niveles, por lo que les permite reconocer los problemas más importantes y
encontrar un terreno de acción común, y crea un clima de identificación y participación
para poner en práctica sus decisiones. Además, el desarrollo implica cambio y nuevas
formas de actuación.

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