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1' Guia 111ó.gica de S."U1tingo: l1istorin.s de fru1tas·
111as, duenclcs ). brujns/ Cé-snr l'an"a. ·· Sa11tjn.go :
RI L cdiwrcs, 2005.

204 p. ; 2 1cm.
ISBN: 9.\6·28·1·•M2·0
1 fAllA PSIOOLO Ci.' \. 2 URUJE.tli:\·ClllLE. 3 fAN
T.>\S~IAS.
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© Copyrlr;¡hf 2005. by Césa r Porro

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MIS AGRADECI /\'IIENTOS:

A la Andrea, por haber leído el libro a hurtadillas. A la


Samarita, por que le gustan los cuentos de fantasmas en la
noche antes de dormir. A Sergio Sánchez y Diego Zúñiga,
por el control de calidad. A Lucho Altamirano, por sus cua-
renta años en la Biblioteca Nacional y todas las fotocopias
prestadas. A Liliana Núñez, por obligarme a ordenar mis
apuntes y da1me unos datos increíbles. A Miguel Ángel Al-
fara, por hacer volar lápices y ser un Bela Lugosi. A J esús
Calleja, por la enh·evista y por de1n ostrar que la erudición
puede ser entretenida. Aj an Bondeson, por ser una inspira-
ción permanente. A Andrés Barros y Raúl Núñez, por los
elogiosos comentarios. A Percy Eagleh urst por Pepe Antár-
tico y da1me los años más extraños de n1i vida. Y a todos los
góticos de corazón.

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IJ.it ""' 'º jjJo por d rcct1:is d !Utor
In troducción
Toda la vida 110 es 1nás que un co11ju11to de imágenes en el cerebro
y entre ellas no hay diferencia alguna que separe las nacidas
de las cosas reales y las nacidas de los snelios,
y 110 hay causa alguna para valorar a unas por encima de las otras.

I-l. P. Lovecraft

"Hasta hace apenas cuarenta años desde la puesta del sol


hasta el alba, nuestros campos adquirían algo de siniestro.
Aves gritando el fatídico 'tué·tué' cruzaban el cielo; difuntos
atajaban en los cruces solitarios a quienes abandonaban un
velorio a medianoche; en los claros de los bosques los ansio-
sos de oro celebraban pactos con el demonio; en los rinco-
nes oscuros de los dormito rios aparecían ánimas ávidas de
plegarias; en los caminos se veían perros, gatos, sabandijas
con olor a azufre, que saltaban de repente al anca del caballo
aterrorizando a los viajeros, pequeñas luces corrían trechos
cortos y se hundían en n1atorrales, anunciando la existencia
segura de un entierro ... ". De este 1nodo, casi poético, Ar·
mando Roa comenzaba el prólogo de su clásica obra Demo-
11io y psiquiatiia. Hago mío este envidiable puntapié inicial
para introducir la obra que usted tiene ahora en sus manos.
Este libro nace de una provocación lanzada por J oaquin
Edwards Bello hace más de medio siglo. En una de sus fa-
n1osas crónicas, él invitaba a algún escritor del futuro a que
se hiciera cargo de una "Guía romántica de Santiago". Algo
de eso tiene nuestro libro, si bien su intención es referir algo
diferente a lo que quería Ed,vards. Nuestra propuesta es des-
cribir con la mayor precisión posible, fantasmas, casas em-
brujadas, due ndes y otros extraños secretos de nuestra ciu·
dad. Esto, a la manera que alguna vez conversábamos con el
cineasta Jorge Olguín: tratando de recuperar la magia y esti·

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• César Parra •

lo del viejo que cuenta historias a los niños al lado de una


fogata. No es la intención de este libro intentar una teoría
global para e xplicar o descartar racionalm ente los sucesos
que aquí se refieren -a pesar de que incluimos un capítulo
con disquisiciones personales e hi tos acerca de las leyendas
urbanas, lo paranormal y la parapsicología- ya que esto será
tarea de otros, seguramente más eruditos que un servidor.
"Pobre Santiago -decía Carlos Ruiz-Tagle-, nadie le can-
ta, nadie le declara su amor, hasta Mejillones tiene su vals,
pero los músicos se olvidaron de la capital. A los escritores y
a los pintores les provoca Valparaíso, sus cerros ocupan pi-
nacote cas y J oaquín Edv;ards lo recrea en su mejor novela.
De Santiago, en cambio, pocos se acuerdan".
Estas páginas, don Carlos, son un acto de amor para mi
ciudad. Un humilde aporte a la tradición iniciada por Sady
Zañartu Bustos en su Santiago, calles viejas; por la monumen-
tal Historia de Santiago, de Benjamín Vicuña :tv:lackenna, y,
recientemente, por Oreste Plath con su libro El Santiago que
se fue o Alfonso Calderón con su reeclición ele Me1norial de
Santiago. Ya que son, estos también, una respuesta a la nece-
sidad de marcar lugares palpables en el leyendario urbano.
Debo recalcar, ta1nbién, la influencia decisiva que ha te-
nido en Ja concreción de estas páginas, la experiencia espa-
ñola de Jos años noventa, en la cual gente como nuestro ami-
go J~sús Callejo -y olTos desde antes incluso, como el fran -
cés Edouard Brasey en sus libros sobre duendes, sirenas y
ondinas; y los españoles Ramos Pereda y Juan G. Atienza-
desató todo un reviva! resp ecto a Ja historia y el folclore hete-
rodoxo. Ellos escribieron visiones frescas para una nueva
generación de lectores, con1pilando y utilizando textos de
antiguos folcloristas e historiadores peninsulares (como por
ejemplo el libro Historia de los heterodoxos españoles de Marce-
lino Menéndez Pelayo). ¿Cuál era el elemento nuevo que
incorporaban? pues que obviaban una cuota importante de
racionalisn10 decünonónico, dejando que el lector se encan-
tara con el relato -sin filtro antropológico ni filosófico-; juz-
gando el h echo anómalo desde la óptica que escogiera.
Teniendo, así pues, Santiago casi cinco siglos cu1nplidos, al-
gunas cosas divertidas deben haber sucedido en sus esquinas.

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• Guía Mágica de Santiago •

Mis fuentes han sido, principahnente, los medios de pren-


sa y entrevistas personales para los hechos recientes; para
los sucesos más antiguos nie he respaldado en la casta de
grandes historiadores, memorialistas y cronistas chilenos que
han enriquecido nuestra memoria colectiva desde mediados
del siglo XIX. Si bien no hay expertos de renombre en Chile
en algunos de los temas que nienciono en el libro - por ej em-
plo tafofilia y leyendas urbanas- , sí hay estudiosos que los
rondan y que merecen mi más absoluta admiración y respe-
to, resultando, al niismo tiempo, una inspiración. ¿Cómo no
mencionar a Marco León y sus investigaciones sobre los ce-
m enterios, como se aprecia en su libro La cultura de la rnuerte
en Chiloe? También m e es innegable el aporte al concepto del
libro - ya que, más que nada, la imagen popular del fantasma
es, desde Hamlet, una creación literaria- de los grandes clá-
sicos de los cuentos de fantasmas, como Vemon Lee y su
libro La Virgen de los siete puñales, en donde es capaz de re-
crear a1nbientes sobrenaturales de especlTos reencarnados,
verdaderas pesadillas tangibles revestidas de antiguos ropa-
jes. También debo mencionar a Edith Wharton, quien en sus
Relatos de fantasnias aparte de asustamos, teoriza sobre la re-
lación que se establece entre el Más Allá y el más acá, entre
los muertos vivos, y los vivos a secas. Además, en la crea-
ción de estas ambientaciones de horror y de lo inverosímil,
se debe rendir un hon1enaje a Patrick McGralh, Horace \t\Tal-
pole y a la señora Shelley.

Respecto a autores de excepción que han servido de ins-


piración para este libro en su parte teórica, no compartiendo
necesariamente todas sus opiniones, obviamente que debo
reconocer que sobre esta obra está la sombra de Llyall Wat-
son, Scott Rogo, Loyd Auerbach (ESP, Hauntings and Polter-
geists: A Parapsychologist's Handbook), William G. Roll, Harry
Price, G. N. M. Tyn·ell y Rosemary Ellen Guiley (The En-
cyclopedia of Ghosts and Spirits).
Por último, si bien es mi intención que el lector confu nda
muchas veces lo fantástico y lo real, debo hacer una adver-
tencia: ¿qué tan confiables son los reportes de sucesos para-

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• César Parra •

normales? Lamentablemente, en los que están descritos en


estas páginas, muchas veces sólo he podido basarn1e en re-
portes de prensa, a veces e n uno solo y con niás suerte e n
dos o más. Esto obviamente no asegura la objetividad del
relato citado. Al respecto, el reportero gráfico Eliodoro To-
1Tente recordaba. alguna vez que, "cuando no había 'chucho-
ca', había que inve ntarla. Especial1nente e n el, verano había
que inventar noticias. Byron Gigaux, en Las Ultiinas Noticias,
inventó una vez que en los pies del cerro San Cristóbal se
había aparecido un duende negro. Entonces, el barrio Bella-
vista era apacible y oscuro. Iban a reportear a los vecinos y
más de alguno afirmaba que había visto al duende. Para no
quedarse atrás, Hugo Silva inventó en Los Tie111pos que un
duende verde se aparecía en el barrio .tvlatadero. Compitie-
ron por ver qué duende vendía más diarios" .
Sin embargo, no todas las historias son tan irrelevantes.
Cuentan también que el espíritu de
José .tvlanuel Balmaceda apare-
ció niontado en un enfurecí- \

do caballo blanco en las vís- / ) ~
peras del Golpe de Estado /~ _;:
de 1973, por los alrededo- ~ 71·· f
res de Santiago. Sea verdad ' '
o leyenda esta historia no po-
demos dejar de reconocer que
su carga simbólica es hern10-
sa pero a la vez terrible. Esas
historias tan1bié n son inte resan-
tes, nos dicen algo sobre noso-
tros mismos, y no m erecen pa-
sar al olvido.
La nioraleja es: mientras haya
lectores ávidos de fantasías, los

''La aparición de Balmaceda a don


Claudio Vicuña". Revista Zig-Zflg,
Arcliivo Museo Histórico Nacional.

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Malcnal proteg¡,:Jo oor dcrech~ d· 111or


• Guía Mágica de Santiago •

1nedios se encargarán de proporcionarlas. Este es el gran dra-


ma de la investigación paranormal, generalmente lo que la
prensa transmite es distorsionado (ya sea accidentaln1ente o
intencionahnente, para desviar la atención sobre alguna no·
ticia importante utilizando un "anzuelo" paranormal, de lo
cual tene1nos un ejemplo reciente en la súbita aparición del
Chupacabras, niientras se discutía el desafuero del ex gene-
ral Augusto Pinochet}; o lisa y llanamente falso, cosa que
impide dilucidar la existencia de un núcleo real de fenóme-
nos, núcleo en el que creo firmemente. Aden1ás, los fenóme-
nos paranormales no son reproducibles a voluntad, y gene-
ralmente las historias más increíbles son las que las personas
guardan en su intimidad. Es en estas donde se puede perci-
bir el perfume de la verdad, pues son ilógicas y rompen los
esquemas, no necesariamente son relatos que tengan un
"guión" o intención moral.

Recuerdo el caso que me reveló una profesora universita-


ria de Derecho. Dunniendo en casa de unos amigos había
sentido cómo el supuesto gato de la casa pugnaba por meter-
se entre sus sábanas, y que ella, a manotazos y medio dormi·
da, trataba de contener. Al día siguiente, al relatarle a los
dueños de casa las molestias sufridas, ellos se miraron y le
comentaron que no tenían gato, y que aden1ás habían visto
una luminosidad en la pieza, creyendo que ella había en cen-
dido una luz. ¿Qué fue aquello que intentó n1eterse entre sus
frazadas, un duende quizá? ¿Qué fue esa luminosidad? Si
ella hubiese especulado públicamente con una historia así,
seguramente habría destruido su carrera académica. Ella sin1-
plemente había relegado esta historia a su "desván" mental
de anécdotas curiosas, y sólo la mencionaba ante gente de
confianza y si el contexto de conversación apuntaba hacia
aquel tema.
Hechas estas aclaraciones, los invito a desenredar la ma-
deja de leyendas urbanas, fantasmas, duendes, endemonia-
dos y milagros que subyace en nuestra capital.

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Entierro de un suicida en 7836.
Los suicidas eran sepultados en las encrucijadas,
y sobre sus tu111ha.s se clavaban cntees.
(.Foto Mary Evans Picture Library).

Malcnal proteg¡,:Jo oor dcrech~ d· 111or


Capítulo 1

Cementerio General
Anfímaco, que iba al combate cubierto de oro como una doncella. il nsensato!
No por ello se libró de la triste muerte, pues sucumbió e11 el río a manos
del celerípede Eácida del aguerrido Aquiles, el de los pies ligeros;
y éste se apoderó del oro.

1 Cementerio General merece un capítulo, por ser de-


E positario de nuestros más profundos temores. Curiosa-
me nte el ca1nposanto - fundado en 1821 por Bernardo
O'Higgins- no es el lugar embrujado que muchos imagi-
nan. No existen registros de relatos de fantasmas o de zom-
bis, y el peligro n1ás real es encontrarse de pronto con uno
que otro ladrón de bronce. "Acá todos los viejos guardias
cuentan mentiras", decía Danilo Saez, el fallecido y emble-
mático guía turístico del Cementerio General, "yo prefiero
contarle a la gente cosas de verdad, las que escribieron Vicu-
ña Mackenna y Abe! Rosales". Efectivamente, más allá de
las predecibles consejas sobre La Llorona o algún espíritu
chocarrero, hay un núcleo de hechos reales que ya fueron
relatados por diversos autores hace muchos años. Si damos
una mirada al libro Historia i tradiciones del Cernent.eriojeneral
de Santiago de Abe! Rosales, por ejemplo, nos encontra1nos
con algunos hechos curiosos y macabros. Como el ocurrido
en 1837, en el que unos asustados cuidadores van a avisar al
capellán-administrador, Manuel Muñoz, que la tierra se
n1ueve sobre una tumba. Al desenterrar al infortunado cris-
tiano se le encuentra vivo, pero en deplorable condición. A
pesar de que este alcanza a "tomar un poco de caldo'', fallece
al poco rato, y es vuelto a enterrar, esta vez sí, definitiva-

Material protcg1d
• César Parra •

mente. Menos suerte tiene en


1832 doña Rosario Zuazagoitía El popular clérigo
- esposa d el prohombre don Fra11cisco Riesco1 era
l\tlariano Egaña- , a quien al fa~noso por las
momento de su entierro se le ata co11ti11was bromas que
de 1nanos en actitud de oración,
gastaba al Santiago
cosa común en aquella época.
Transcurrido un año, al ir a cam-
oe{ siglo XIX: {e
biarla de sepultura, sus familia- gustaba ilormir toilas
res observan con sternados las »ocbes e» las
cómo las manos aparecen des- tumbas que
atadas, evidenciando una lucha e11co11traba vacías.
dentro de su ataúd, al cual ha-
bía sido introducida, al parecer,
con vida. Ob·as historias llrunativas que recoge el libro de
Rosales hablan del popular clérigo Francisco Riesco, famo -
so por las continuas bromas que gastaba al Santiago del siglo
XIX, y a quien le gustaba dormir todas las noches, provoca-
doran1ente, en las tumbas que encontraba vacías. La misma
actitud demostraba otro personaje popular de la época, el
"Chanfaina", quien prefería, según él, la frescura de algún
nicho vacío antes que su propia ca1na. Hay relatos que ha-
blan de un cráneo (específicamente la calavera de don Ma-
nuel Antonio Matta) que anda a ras de suelo por cuenta pro-
pia, por obra y gracia de algún roedor; de un romántico poe-
ta, que vela todas las noches en Ja tu1nba de su amada hasta
que encuentra la propia muerte, o de amantes menos inge-
nuos, que aprovechaban los carreto nes de 1nuertos que dia-
ria1nente llegaban al cementerio desde los hospitales para
fingir su propia muerte y escapar, de pronto, desnudos, ante
el terror de los sepultureros presentes.
Pero, sin embargo, la historia más sorprendente de las
relatadas en el siglo antepasado por Rosales es la que tiene
de protagonista a una joven, que 1nientras hacía llorosa guar-
dia en la tumba de su marido recién fallecido -un mozo de
apellido Aris1nendi-, cree ver 1noverse la frágil muralla del
nicho donde está el sepultado. De pronto su sorpresa se trans-
forma en terror cuando ve aparecer a su amortajado esposo,

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• Guía Mágica de Santiago •

quien la empieza a perseguir en veloz carrera por el campo-


santo. A los angustiosos gritos de la joven acuden los sepul-
tu reros, quienes la encuentran desmayada, y ni eh·os más allá,
un trozo de tela de la mortaja que testimonia silenciosamen-
te la irreal persecución. Horas más tarde, algunos se atreven
a llegar a la tumba del joven: efectivamente el nicho está
abierto y vacío, según el testin1onio del suceso, acontecido
en 1845 . El lugar fue exhibido por el personal del cemente-
rio por algunos años, hasta que en 1853, al estar mostrando
rutinarian1ente un funcionario la sepul tura, aparece un es-
queleto en ella con una daga atravesando su esternón ... un
auténtico vampiro nacional. Otras narraciones del siglo XIX
hablan de un árbol que brotó sobre una tumba, tomado por
la gente como una manifestación del espíritu del difunto.
A fines del siglo XIX más vampiros aparecen en las inme-
diaciones del camposanto. En 1893, la viajera italiana Spera-
ta R. de Sauniere vivió un tiempo en Santiago, interesándose
por las narraciones de hechos fabulosos o sobrenaturales.
Una de sus empleadas don1ésticas, Teresa Barrios, le relató
a su patrona un suceso acaecido cerca del cementerio, con
una familia que ella conocía: "Una muchacha que servía en
una casa de Recoleta, pololeaba con un joven carretonero.
Como la niña era alegre y bastante bien parecida, un joven,
hijo de sus patrones, empezó a galantearla, y ella, orgullosa
de su conquista, desdeñó al primer pololo, el cual - desespe-
rado- se suicidó dándose puñaladas y fue encontrado en su
pieza, bañado en sangre. Poco tiempo después de la muerte
del carreto nero, el hijo de su patrón dijo que se iba de viaje y
ella nlis1na preparó la maleta; pero en Ja noche oyó golpear
a la puerta de su pieza, y al abrir vio una sombra que ella
creyó ser su galante. Este, sin hablar, le hizo seña de que lo
siguiera y, tomándola del brazo salieron por una puerta falsa
que daba al cerro Blanco. La muchacha quiso hablar, p ero él
le puso la mano sobre la boca y la niña se asustó, porque esa
niano estaba helada. Ambos siempre callados, s ubieron al
cerro y al llegar a su cima se sentaron . Muy pronto la niña se
quedó dormida, para despertar de in1proviso sintiendo como
si le clavaran el brazo. Al abrir los ojos, vio a su amante que

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• César Parra •

estaba a su lado y tenía los labios puestos sobre su brazo,


como si la besara. Ella se levantó, y pensando que ya sería
tiempo de volver a casa, se lo dijo al joven, el cual, sin con-
testar palabra, bajó el cerro con ella. La muchacha se volvió
a su pieza y el joven, al separarse de ella, le dijo al oído:
''maña11a''.
Cuando vino la hora de levantarse, la muchacha estaba
sin fuerzas, sin e1nbargo, atendió sus ocupaciones. En la no-
che la visita se repitió: subieron de nuevo el cerro, la niña
luvo sueño como la noche anterior y despertó al sentir los
labios del joven que parecían succionarle el brazo. Incomo-
dada, se puso de pie y empezó a bajar; pero caminaba como
si estuviese borracha. El joven, por el contrario, parecía más
animado y descendió casi corriendo. En su pieza, la mucha-
cha miró su brazo y vio que tenía una especie de picadura
que le dolía. Se acostó con las fuerzas completamente agota-
das.
Al levantarse, casi no podía tenerse en pie y estaba tan
pálida que su patrona le preguntó asustada lo que le había
pasado. Ella no quiso contar nada; pero le fue imposible tra-
bajar y se recogió temprano a su pieza. A medianoche el
joven volvió a golpear, y como ella no le abriera, muy pron-
to se enojó. Temiendo que fuese oído ella abrió la puerta y le
dijo que no le era posible ir con él porque estaba enferma.
Sin escuchar nada, el joven la cogió del brazo y casi arras-
b:ándola la hizo salir de casa y subir al cerro; pero vencida
por el cansancio, la joven cayó a tierra, a poco anda1'. Co1no
en un sueño, sintió una picadura en el brazo y, haciendo un
esfuerzo, rechazó a su amante. Este se levantó, y después de
soltar una horrible carcajada, la escupió en la cara y de un
salto se precipitó cerro abajo.
Al levantarse los dueños de casa, viendo que la sirvienta
no aparecía, la buscaron por todas partes. Como la puerta
que daba al cerro estaba todavía abierta, buscaron en esa
dirección, temiendo hubiera sucedido una desgracia. Allí en-
contraron a la joven tendida sobre una roca y tan pálida que
parecía de mánnol. En nledio de la cara tenía una gran nlan-
cha de sangre: era el esputo que el amante le lanzara. Nlori-

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• Guia Mágica de Santiago •

La imagen mue,stra la resun·er.ción de Margaret Dickson,


una asesina que jite colgad;L en 1728.
(Foto i\!Jary Evans Picture Library).

bunda fue llevada a la casa, y después de 1nuchos cuidados,


volvió en sí y pudo contar lo que le había sucedido; pero
entonces supo que el hijo del patrón, a quien ella creía res-
ponsable de lo que le había pasado, se había embarcado ha-
cía algunos días para hacer un viaje a Copiapó".

Más recientemente, otra tumba relevante del cen1enterio


es la de Orlita Romero Gómez, la popular "Novia", que nun-
ca fue tal sino una niña enterrada con su ropa de primera
comunión; hasta hace poco era posible ver su ataúd, pero
ahora su mausoleo ha sido clausurado. Los jóvenes de 1nu-
chas generaciones la han transforn1ado en la santa del amor
herido y no correspondido.
También se encuenLTa la animita de Inesita Riquelme,
quien 01urió a los siete afios y fue encontTada intacta luego
de estar sepultada durante ocho años. Un alma caritativa le
con1pró su nicho definitivo, donde descansa desde 1974. Otra
de las animitas famosas es la "Carmencita", supuesta niña de
9 afios asesinada por su padrastro, que en realidad resultó
1

Malcnal proteg¡,:Jo"'
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dcrech
!J O• 1111or
• César Parra •

ser una mujer de 37, nluerta de Neruoa1 caoa


un shock anestésico. Un dato: al primero oe
cen1enterio se llegaba en el siglo noviel'nbre1 11artía
pasado en el tranvía que co1Tía
junto a un gru110 oe
por avenida La Paz, que era el
número ocho, pero este se mos-
amigos, tras boras oe
traba horizontal a un costado del bobemia, a oar
carro. Un ocho muerto ... y tam- cristiana sepultura
bién el símbolo del infinito. a un flaco vate a
Entre los hechos anecdóticos quien llan1aban el
acontecidos en el Cementerio Caoáver valoivia ...
General se cuenta la tradición que
encabezaba un joven Neruda,
cada 1 de noviembre, cuando de noche partía j un to a un gru-
po de amigos, tras horas de bohemia, a dar cristiana sepultu-
ra a un flaco vate a quien llamaban el Cadáver Valdivia. Así
lo relata Diego Muñoz en sus Me111orias. "Cuando al fin llega-
mos a las puertas {del cementerio) baja1nos todos y rodea-
mos al poeta Cadáver. La priinera vez pronunció un discur-
so Alberto Rojasjiménez, tratando de ceñirse al modelo más
cursi y amanerado que pudiera imaginarse en boca de un
académico del siglo pasado. Lloramos todos, abrazamos al
Cadáver Valdivia para despedirnos. Por cierto que el preca-
vido Rocco del Ca1npo traía 3 o 4 botellas de vino en los
bolsillos de su chaqueta, de m odo que todos, incluso el Ca-
dáver, bebin1os a pico de botella. Y como la ceremonia ter-
minaba ya, volvimos todos a los coches, incluso el finado, y
regresan1os al barrio de nuestras noches de bohemia.".
También tuvo una vida entera de conexión con el campo-
santo el doctor Augusto Orrego Luco (1848-1933) - eminen-
cia médica del siglo XIX, diputado, ministro de Salud del pre-
sidente Sanfuentes e íntin10 an1igo de Arturo Alessandri-
quien, en su época de parlamentario, fue un activo promotor
de la ley según la cual nadie puede ser sepultado sino des-
pués de 24 horas de haber muerto. Esta loable iniciativa sin
embargo tenía su origen en un trauma de infancia. Cuando
Orrego Luco era niño, declararon muerta a una empleada
de la casa. La condujeron al cementerio enterrándola en la

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• Guía Mágica de Santiago •

fosa común. Por la. noche, un roslro conocido apareció en la


casa, ocasionando un momento de horror entre los Orrego.
La empleada se había arrancado de su tumba.
Actualmente, el Cementerio General es centro de reunio-
nes de una novel co111unidad varnpírica, que se reúne en la
galería semicircular frente al cementerio después de las doce
de la noche. ¿Qué hacen ahí? Según sus propias palabras:
"beber, en1borracharse, pensar y aprender a cazar".

Volvamos al asunto inicial, ¿existen fantasmas en el Ce-


menterio General? No 111uchos, al parecer. Cuesta encontrar
consignada una histo1ia corno la que relata Joaquín Edv;ards
Bello en su libro Crónicas del centenario. Edwards era amigo
del escritor colombiano Claudio de Alas, y ambos acostum-
braban a dar paseos en las tardes por el camposanto, hacia
1910. De Alas intentaba cortejar a una niña, a la que siempre
veía asornada a un balcón de una casa aledaña al cemente-
rio; un día co1nentó a Edwards: "Creo, Joaquín, que estoy
enamorado de un fantasma. No he podido averiguar ni si-
quiera su nombre. La seguí una noche de fiesta desde la Pla-
za de Armas y llegué hasta su chalet, donde no he visto en-
trar jamás a nadie. Una mañana fui a dar dos aldabonazos a
esa puerta y sonaron a h ueco. Miré el jardín 111usgoso, don-
de yacían botellas quebradas y juguetes viejos, destrozados.
Al cabo de un rato, que lo mismo pudo ser una hora com o
quince minutos, se abrió la puerta y vi en el gran silencio y la
oscuridad a tres viejas que zurcían o hilaban. No hallando
qué decir, turbado, y sin venirme un nombre a los labios, les
pregunte si vivía ahí yo mismo, si vivía en ese chalet Clau-
dio de Alas ... sin levantar la vista, las tres ancianas flacas
dijeron 'sí'. .. ". De Alas llevó a Joaquín Edwards a las cerca-
nías del chalet, para enseñarle con10 evidencia que este ade-
más "no daba sombra''. El escritor opinó al respecto: "Nliré
al chalet y, en efecto, no sé qué sería, pero estaba como aisla-
do, perfecta1nente libre de sombras de ninguna clase, todo
en la misma claridad cenicienta que tenía el cielo a esa hora.
El aire estaba lleno de ese perfume de coronas de cemente-
rio que se suele sentir al fmal de la calle Recoleta y en Aveni-
da La Paz".

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Las apariciones de jinetes son recurrentes
en la imaginería fastas111agórica.

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Capítulo 11

Zona Centro
iOh, rechina11tes dientes de la tierra!
¿Adónde ha de licuar todo, si 110 es a 1111a
dulce elernidad dorada, a probar que todos
hemos estado eq11iuocados, a probar que hasta
la misma prueba carece de significado?

Jack Kerouac

H asta el año 1888, la única forn1a de regresar al centro


de la ciudad era a través del Puente de Cal y Canto,
cuya leyenda está estrecha1nente ligada a la de su impulsor,
el Corregidor Zañartu. El puente se comenzó en 1767, frente
a la actual calle del Puente. Tenía 11 arcos, y fue construido
de cal y ladrillo. Se terminó recién en 1782. Alfonso Calcle-
rón relata así algunos porn1enores de su edificación: "Con
mano de hierro y un autoritarismo desenfrenado, Zañartu
comenzó los trabajos con la ayuda del ingeniero catalán José
Antonio Birt, una docena de albañiles y alrededor de 80 reos,
a los cuales irían agregándose gañanes cazados a lazo saca-
dos a empellones de las cantinas, esclavos ofrecidos 'en prés-
tamo' para las faenas por sus amos criollos y mocetones de
Arauco". Además de esto, se agrega el detalle de los 500 mil
huevos que se usaron para la adherencia de los demás ingre-
dientes, "huevos de campo, suponemos", como precisa Pe-
dro de la Lastra. Sin embargo, hay hechos conexos con la
construcción del puente que fueron agregados por el imagi-
nario popular: en primer lugar, la creencia de que el Corre-
gidor fue ayudado por el diablo para la construcción del puen-
te; se dice que poco después de la muerte del Corregidor
Za1iartu en las noches se escuchaba el ruido de cadenas que
sonaban al paso de sus caballos corriendo sobre el Puente de
\¡ )
21 ~

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• César Parra •

Cal y Canto, que co1nunicaba al sector de la Chimba. Por


último, que el fantasma de este apareció en medio de la gran
tormenta que ocasionó la caída de la obra. Esto últin10 fu e
relatado en términos dramáticos por Jorge Inostrosa en su
novela sobre Zañartu: "todo el mundo sabía que el temible
corregidor don Luis !vlanuel de Zañartu había usado a presi-
diarios y a indios cautivos en la construcción y que las p ie-
dras que conformaron sus arcos y su superficie fueron pega-
das con una argamasa en la que entraron 500.000 claras de
huevos de gallina y sangre, ni ucha sangre de pobres despe-
chados que, encadenados, mu rieron bajo los golpes de los
caporales. Era lógico que las ánimas de esos desventurados
siguieran gimiendo en el oscuro cauce.
Pero, después, la gran avenida del río, en 1888, que derri-
bó el puente y puso térn1ino a su vida, trajo un nuevo fantas-
ma a la Cañadilla y a las márgenes del Mapocho; este fue el
del propio corregidor Zañartu, a quien la gente sentía llegar
en su téh·ico forlón negro arrastrado por dos mulas; espectro
que muchos aseguraban haber visto, envuelto en su capa
retinta con solapas rojas, elevar los brazos al cielo, protes-
tando rabiosam ente por la destrucción de su gigantesca obra".

Por la calle del Puente se llegaba a la Plaza de Armas,


lugar en torno al cual la ciudad creció. Q uizá el primer he-
cho "mágico" ocurrido en Chile sea la aparición del Apóstol
Santiago en una batalla de españoles contra indígenas, a los
pocos años de llegados a constituir una base de operaciones
alrededor de la Plaza de Armas. Durante un ataque, Geróni-
mo de Vivar testimonia, en su Crónica del Reyno de Chile, có1no
los habitantes de la ciudad, asediada por Michimalongo, se
salvan gracias a la intervención de su patrono: "Prencliéron-
se muchos y, preguntádoles que porqué huían te merosos,
respondían p orque un Viracocha viejo en un caballo blanco,
vestido de plata con una espada en la mano, los atemorizaba
y que, por miedo de este cristiano, huyeron. Entendido los
españoles tan gran milagro, dieron muchas gracias a Nues-
tro Señor y al bienaventurado Apóstol Señor Santiago, Pa-
trón y Luz de España. En esta batalla murieron ochocientos

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• Guia Mágica de Santiago •

indios, y los indios 111ataron dos españoles y catorce caba-


llos". Sin e111bargo, como decía el esc1itor inglés Charles
Dickens, 1ne parece que esta aparición tiene más de "1norta-
dela que de mortaja", es decir, el ha1nbre o las privaciones
pudieron causar estas exaltaciones místicas, o simplemente
fue una invención para afirmar la moral a los asustados sol-
dados de Carlos V.
Siguiendo nuestro recorrido "espacio-te1nporal" relatare-
mos que, según datos recogidos por Vicuña Mackenna, en
Ja Catedral de Santiago, al costado oesle de Ja plaza, se debe-
rían encontrar los huesos de una santa de la c1istiandad, san-
ta Feliciana para ser exactos. Esto, según cartas de distingui-
dos vecinos santiaguinos en la Colonia, en las que ellos se
quejan de que Santiago apenas dispone de los huesos de una
santa de mediana categoría, mientras que la "pecaminosa
Lima" presum e de tener los cadáveres de santo Toribio y
santa Rosa. ¿Estarán los huesos de Feliciana en Ja Catedral
de Santiago? Para hacer el enign1a 1nás curioso aún, debe-
mos precisar que aJ parecer no existe ninguna santa registra-
da con ese nombre en el anuario de la Iglesia, sino sólo un

Santa Teresa de} eslÍs,


la S(lnta cuyo perji1me
se /i.a revelado como el más
persistente 1111 el tramcurso de
los siglos. Su aroma se filtraba
i11cl11so a través
de la tierra que recubría su
sepultura y, 78 a11os después de
su 1nuerle, su cinturón
de cuero seguúi exhall111do
la 1nisma fi·agancia
sohre11atural.
(Foto Biblioteca de Artes
Decorativas-París,
.f. -L. Cltannet).

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• César Parra •

san Feliciano, mártir decapitado en Normeto, Roma, en el


año 286. Ta1nbién en la Catedral se encuentra un crucifijo de
niarfil, adorado antiguan1ente en Viernes Santo, con un tro-
zo incrustado perteneciente a la Santa Cruz.
Al lado norte de la plaza se ubica el Museo Histórico Na-
cional. En el ala oriente de la exhibición se encienden solas
las luces, p ese a que los guardias aseguran haberlas apaga-
do. En ese sector funcionaron antiguos calabozos coloniales.
En el ahora Portal Fernández Concha, ubicado en el cos-
tado sur de la Plaza de Armas, se ubicó el convento de las
Clarisas de la Victoria, donde vivió su vida de claustro Úrsu-
la Suárez, nacida en Santiago en el año 1668. Desde pequeña
quiso ser religiosa, petición que le fue concedida por sus pa-
dres cuando tenía 11 años. Profesó en el mencionado mo-
nasterio a la edad de 15 años. Según Vicuña Mackenna, des-
de ese momento, "comenzó la serie de éxtasis, milagros, plá-
ticas con el cielo y apariciones y conjuros del diablo (a quien
en una ocasión viera sentado en un colu1npio frente a un
espejo), arroba1nientos incesantes del espíritu, y, por últi1no,
enfermedades y penitencias de su cuerpo que le alcanzaron
reputación de santa". Su padre confesor la impulsó a guar-
dar testimonio de sus visiones, algunas, incluso, en donde
veía a su madre, ya difunta, y al diablo también en forma de
coipo o pericote negro. En la última etapa de su vida sus
éxtasis y visiones recrudecieron, quedando de lado cierto
pasado irreverente y pendenciero mencionado por cronistas
de la época: "En estos ensueños
transcurrieron sus años final es.
La madre doña Úrsula Suárez vi-
úrsula Suárez1 vía ahora rodeada de universal
Maciba e11 Sa11tia90 respeto y por ello nadie se extra-
e11 el año 1668 vio al ñó que ella profetizara el día y
oiab!o sentaoo e11 uM hora de su muerte con perfecta
co!ut11pio freMte a exactitud cuando gozaba de muy
buena salud".
un espejo ~ ta111bién
Sin embargo, Úrsula Suárez
en forma Oe COÍ/10 O no fue la única ilu1ninada de Ja
pericote negro. Colonia. El joven Diego López

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de Salazar, secretario del gobernador Alonso de Sotomayor,


ingresa al Convento de Santo Domingo, tras oír la predica
del padre Luis de Valdivia. En su celda de clausura en1pieza
a recibir las frecuentes visitas de Dios, según él mis1no lo
aseguró en su lecho de muerte a su confesor y amigo, el
padre De Valdivia, esto en el año de 1636. Además se cuenta
la historia de la "hermana Beatriz", una anóniina monja de
la Colonia, que según Aurelio Díaz Meza, el 25 de mayo de
1697 "declaró haber visto a San Francisco Javier con sus ojos
corporales, como a las cuatro de la mañana, lleno de mu-
chas luces y claridad, con una sobrepelliz y un ramo de azu-
cenas mu y blancas, estando la supradicha en oración hacia
los pies de la cama; y que por las n1uchas luces que despedía
el santo, la hermana se tapó los ojos con las manos fuerte-
mente, y todavía en esta forma lo vio como si los tuviera
abiertos; y que después de media hora más o m enos, le ha-
bló el glorioso santo con una voz muy meliflua y suave y
distinta de la humana, y le dijo estas palabras siguientes: 'Ya
estás buena, sigue tus comunidades que yo te prometo, te
asistiré con mi gracia y te llevaré de la mano como el m aes-
tro la pluma de un discípulo'".
El convento de Úrsula Suárez se transformó con el tiem-
po en el Portal Fernández Concha, an tiguo y elegante lugar
que data de la década del '20 del siglo pasado. Y, có1no no,
tiene sus propios fantasmas {¿de los tiempos de cuando era
convento?). Funcionarios adn1inistrativos y moradores del
edificio relataron escalofriantes encuentros al diario Las Últi-
rnas Noticias: "Hace unas semanas estaban en el hall y sintie-
ron caer un salivazo. Miraron hacia arriba y en el quinto
piso un hombre estaba asomado a la baranda de la escala.
Alejandro Neira fue a verificar y le gritó al de abajo: 'No hay
nadie'. Roberto Can·era, el de abajo, le contestó: '¿Cómo
nadie? Está al lado tuyo'". El flautista Pablo Ramfrez ha sen-
tido la presencia de niños fantasmales mientras ensaya de
noche. Lily Contreras, secretaria de la ad111inistración del
edificio, aventuró una teoría, "últimamente los nocheros han
visto a una persona caminando y su figura corresponde a un
señor que se suicidó para la Navidad del aüo 2000". El fan-

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• César Parra •

tasma nlás popular ha terminado por ser denominado "Lalo",


el que al parecer concentra sus fechoóas - apagar las luces,
cerrar puertas- en el subterráneo. El 1naesb·o Osvaldo Ló-
pez dice que "una vez ine pegó un chicotazo que nle dejó la
espalda morada y la otra vez me levantó en vilo cuando ha-
cía un b·abajo".
Hacia el este de la plaza, por calle Monjitas número 846,
se encontraba el famoso restaurante "La Bahía", cerrado el 9
de agosto de 1963. Nuestro recordado actor Lucho Córdoba
{el "Tonto Pillo") contaba que, mientras demolían el edificio
que había cobijado a "La Bahía", en él escuchaba, al pasar
de noche por ahí, voces y todos los ruidos propios de un
ruidoso centro nocturno, incluyendo el batir de los dados y
voces que decían: "iTengo capicúa! iSaqué trago ... ! Tres pa-
tas a cuatro ... Tú tienes un par de tontos ... iTe mando con
pichanga! Ahora te voy a hacer un nocáut. ..".
En Catedral con Bandera, una cuadra hacia el oeste de la
plaza, se encuenlTa el edificio de la Cancillería - ex Congre-
so Nacional y lugar de e1nplazamiento de la ya desaparecida
Iglesia de la Compañía- . Famoso es el incendio de la última,
el cual el ex rector de la Universidad de Chile, el sabio pola-
co Ignacio Domeyko, describió en los siguientes términos:
"El tiempo urgía para enten·ar los cadáveres ya que el calor
de dicien1bre y la podredu111bre en pleno centro de la ciudad
amenazaban con una epidemia. Se empezó entonces con ur-
gencia a enterrarlos a todos sin excepción, señoras y sirvien-
tas, ricas y pobres, en una fosa común en el cementerio. Se
trabajó día y noche. De la pila frente a la puerta principal se
sacaron 412 cuerpos calcinados; de la on·a, nlás grande, cer-
ca de ochocientos y casi trescientos de la tercera. Hoy se
celebraron grandes exequias en la Catedral". Ya en la Colo-
nia, sin embargo, la Iglesia de la Con1pañía tenía su historia,
se decía que una mano fantasma "penaba" en la puerta trase-
ra de la iglesia, moviendo sus dedos asomada al postigo ...
De hecho, el 24 de mayo de 1653, sucedió en los patios inte-
riores de la Iglesia de la Compañía un fenómeno sorpren-
dente. Hay que precisar, en prín1er lugar, antes de relatar la
historia, que en plena Colonia las co1nunidades de sacerdo-

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tes vivían organizadas en "órdenes'', tales con10 los 111erce-


darios, los agustinos, los franciscanos, etc. Junto a cada gru-
po de sacerdotes había un gran grupo de indios "encon1en-
dados" a los sacerdotes para su evangelización, pero que en
la práctica operan como sirvientes de estos en conventos e
iglesias co1no la de la Compañía de Jesús, obligados 1nuchas
veces a ocultar sus creencias religiosas bajo un sincretisn10
o mezcla de la religión católica con sus cultos animistas. Es
en este contexto que, en plenas labores de servicio, a una
pequeña map uche de 14 años, se le aparece en el patio del
convento un fantasma de 2 metros y medio de alto, que tenía
sus brazos abiertos y sus manos negras y que la llamaba
(extraña similitud tiene esta aparición con la idea que los ma-
puches tienen de los fantasmas, a los que llaman A111). La
india, asustada con la visión de este espectro, dio gritos; el
espectro la agarró del brazo y en aquel instante quedó muda
y fuera de sí. Los monjes y demás testigos que habían senti-
do los gritos y luego la vieron postrada fueron a lla111ar al
padre Nicolás Mascardi, que estaba orando en su celda, el
cual reconoció de inmediato que la indiecita "estaba ende·
moniada". El jesuita empleó sin éxito distintos exorcismos:
le acercó una reliquia de san Ignacio de Loyola y un zapato
del santo cura padre Marcelo l\llashilli. En vista del fracaso
Ja hizo llevar al altar de la Iglesia. El de111o nio, que supuesta-
mente se encontraba en el pecho de la niña y que le tenía
- según palabras de los testigos- amarrada Ja lengua, moles-
to de verse en este lugar sagrado, se agitó de tal manera que
tres hon1bres no podían contener a la nluchacha. La exalta-
ción de la poseída aumentaba cada vez que se invocaba el
nombre de san Ignacio. "Viendo el padre Nicolás que el de-
monio estaba muy rebelde, sacó la custodia del Santísimo
Sacramento se la mostró y empezó a conjurarla", sin ningún
progreso. La enfern1a miraba el Santísimo Sacran1ento de
momento a momento y aparentando gran veneración. El
padre interpretó esto como que Dios tenía el milagro reser-
vado para san Ignacio, y ordenó llevar a la enferma a su casa
hasta el día siguiente. Pidió a todos los testigos del proceso
que procurasen confesarse y ponerse bien con Dios, porque,

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según sus palabras, "1nuchas veces por nuestros pecados no


quiere Dios hacernos los favores que le pedi n1os".
En la segunda sesión de exorcismo, cuando ya los peca-
dores se habían reconciliado con Dios, 1nediante la aplica-
ción de la imagen y de una reliquia de san Ignacio y al decir
per 111erita fundaloris nostra socielatis (por los méritos del funda-
dor de nuestra Compañía), el demonio se escapó del cuerpo
de la paciente en forma de un perro negro, que luego de
unos instantes se desvaneció. La indiecita vuelta en sí les re-
lató la historia del fantasma negro que se le había aparecido.
Sin embargo, el padre ~1ascardi tuvo un trágico fin, pues
evangelizan do a los indios de la Patagonia argentina fue
muerto por ellos a lanzazos.
Y así se desvanece, con la Independencia de Chile, esta
visión de mundo de antiguos espectros, simbolizados por
esta última historia colonial: Vicuña Mackenna cuenta cómo
un fantasma blanco se le apareció a un caballero en una den-
sa noche de invierno y lo persiguió hasta su casa, para luego
percatarse este - ya babeando de ten·or- que el espectro sólo
había sido una blanca hilacha que se había desprendido de
su sombrero, frente a sus ojos.

Vaya1nos hacia el cerro Santa Lucía. En el camino nos


encontran1os con la casona de Monjitas 619, hogar de la fa-
milia Puyó, construida por el arquitecto Emilio Jacquier, el
mismo que diseñó el Palacio de Bellas Artes, la Estación
Mapocho y un largo etcétera de construcciones del Santiago
neoclásico. En 1983, un incendio expulsó a niuchos talleres
de arte que funcionaban en el museo del Parque Forestal,
por lo que fueron trasladados al palacio Puyó, al parecer
gracias a la pintora del mismo apellido, Inés. Las "presen-
cias" en el nuevo palacio no se hicieron esperar; los fantas-
mas de dos niños, vestidos a la usanza de 1900, casi tumba-
ron en una escalera a una estudiante de arte que subía hacia
el tercer piso; Miriam Alma de la Fuente sintió como se chas-
queaban unos labios fantasmales cuando iba por un pasillo a
oscuras. Sin embargo, a pesar de que todos los estudiantes y
artistas coincidían en opinar que sentían la casona llena de

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ruidos, voces y "presencias'', todos aseguraban que estas eran


"posilivas", y que si había un fanlasma, esle segura1nente
era uno "flaco y bueno".
Siguiendo por calle Monjitas se llega al ce1To Santa Lu-
cía. Cerca de ahí ocurrió un exlTaño incidente en los años de
la PalTia Vieja. La descripción que da José Zapiola, en su
libro .Recuerdos de treinta aiios es la siguiente: "Hizo tal ruido
aquel duende, que por espacio a lo menos de veinte días,
desde que empezaba a oscurecer, principiaban a reunirse
los curiosos en gran cantidad".
Los hechos ocurrieron en el año 1811, en la casa del espa-
ñol Francisco González, "Guarda Mayor de las Tiendas de
Santiago", el que luego de la derrota de Maipú, se exilió en
!v1endoza. El supuesto duende arrojaba piedras conlra puer-
tas, ventanas y muebles de la casa de González, e, incluso,
de casas vecinas. Las pedradas eran incesantes pero no he-
rían a nadie. Un bodegonero apodado 1Io Chena tuvo la inte-
racción más impresionante con el indiscreto elemental.
"Voy a poner un cigarro en el agujero de la Ita ve: si hay
duende, debe soplar", dijo el bodegonero. Y, en efecto, el
cigarro chispeó como si alguien lo soplara desde dentro,
demostrando lo concluyente del silogismo de rio Chena y
desatando el pánico entre el público presente.
Sin en1 bargo, posteriormente, muchos cul-
paron a la joven criada de la casa de ser la
culpable del entuerto, cosa que ella, por
supuesto, negó.
Quizá estamos ante el primer caso
de poltergei.stodginado por una adoles-
cente en nuestra historia.
Hemos llegado al cerro Sanla
Lucía. Hay quienes aseguran ha-
ber visto un fantasn1a niero-
deando entTe la pagoda y la
carpa del parque japonés y,

José Zapiola.

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especiahnente, en las inmediaciones de la fuente de Neptu-


no, el salón Santa Lucía. Desde la Conquista y después de
ella, el Santa Lucía se convirtió en el lugar donde los ajusti-
ciados o muertos por pestes eran enten·ados en un rincón
que se conoce por una placa que reza "cementerio de los
desheredados de la tierra".
A comienzos del siglo XIX aparecía un duende en la "Que-
brada del Viejo Barbón", cerca de la "Gruta de la Cimarra
Encantada". Y a fines del mismo siglo un guardián de lapo·
licía aparecía en la Lira Popular, pues un den1onio había caí-
do en su grupa, mientras patrullaba por el referido cerro.

Por caile Moneda bajamos hacia la Biblioteca Nacional,


que fue levantada en la misma esquina donde estuvo el con-
vento de las monjas clarisas. Se dice que durante la Colonia,
a medida que las religiosas iban muriendo, eran inhumadas
ahí mismo. Por eso, en 1912 cuando el claustro se demolió,
fue toda una noticia el macabro hallazgo del hacinamiento
de osamentas hun1anas.
Muchos han visto en la Biblioteca Nacional fantasmas de
mujeres arrastrando pesados hábitos. Se escuchan risas que
retumban de la sala Referencias Críticas a la He1neroteca.
También se menciona la historia de un guardia que vio al
tenlible fantasma del n10nje sin cabeza y murió. El principal
espectro que se ve es el de una monja clarisa, que supuesta-
mente le cambia de lugar los ]jbros a los funcionarios. Mau-
ricio Vásquez relató a La Nación un encuentro con este es-
pectro: "Eran las 19:30 horas y estaba limpiando el piso en
el subterráneo de la sección de administración y control. Es-
taba solo. De pronto me doy vuelta y veo a la monja sentada
en un escritorio. No hacía nada y se limitaba a estar sentada,
toda vestida ele blanco, hábito y velo, rostro joven y mannó-
reo. Tomé el trapero y salí corriendo". La encargada de la
misma sección también pudo apreciar como una pila de li-
bros se desparramó con fuerza vertiginosa delante de sus
ojos, a unos siete metros, sin que nadie interviniera.
Una cuadra hacia la costa nos encontran1os con el Teatro
Municipal. Este recinto sufrió un incendio en 1870, el 8 de

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dicien1bre, en el cual resultó muerto el bombero Germán


Tenderini. Muchos relacionan este hecho con el fantasma que
se pasea furtivam ente por tramoyas y palcos, una vez que
las luces se apagan.

Caminando hacia el poniente, nos encontramos ta1nbién


con algunas sorpresas. En pleno centro de Santiago, en Agus-
tinas con Estado, en el subterráneo de un pasaje, dicen que
también ocurren cosas extrañas. En ese lugar se han visto
volar sillas y la aparición de extrañas n1anchas de sangre en
una de las paredes, las cuales, a pesar de pintarlas, vuelven a
aparecer. La dirección es Estado 215, esquina Agustinas, en
el edificio conocido como de La Quintrala. "Aquí siempre
penan. Se escuchan risas y pasos de gente que baja las esca-
leras, y los rnuebles se mueven solos", aseguró al periodista
Sergio Paz el portero de la construcción.
La propiedad ocupa el mismo sitio donde siglos atrás es-
taba la casa de Catalina de los Ríos y Lisperguer, la te1nida
Quintrala, y que ahora es el restaurante "La Plaza".
Según cuentan los actuales propietarios, cuando recién se
taladraron los muros aparecieron manchas de sangre. Acto
seguido las pintaron, pero reaparecieron. En otTa ocasión el
administrador vio cómo una silla salió disparada y chocó
con otro nluro. Y, nlientras arreglaba el techo, el dueño fu e
golpeado por una zanahoria voladora. El portero del edificio
confiesa haber visto candelabros flotando y lan1entos de gen-
te encerrada en el subterráneo. En el mismo sentido, el bo-
deguero Marcelo Sánchez aseguró a Paz haber escuchado
desgarradores gxitos de 1nujeres.

Luego llegamos a nuestro encantado Palacio de Gobier-


no. El tarotista Alejandro Ayún dice haberse encontrado en
2002 con la sombra de Allende en plena Plaza de la Consti-
tución -donde, según él, el ex mandatario se encontraba con-
trariado por el extravío de un reloj- . Pero, sin duda que el
habitante 1nás supersticioso de La Moneda ha sido Augusto
Pinochet. Al ver el vidrio de su destruido Mercedes, el ex
general pensó -el día de su atentado, 7 de septiembre de

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1986- que una teleplastía (imagen reconocible que se forma


accidentalmente en alguna superficie) de la Virgen se forma-
ba en las trizaduras del Mercedes presidencial, a causa de las
balas que hab íale propinado el f PNIR.
Pinochet era muy crédulo, y tuvo más de una hechicera a
su servicio. En la década de los '70 y principios de los '80 se
hizo asesorar por Eugenia Pirzio Biroli, quie n le aconsejó la
fecha propicia para realizar el plebiscito de 1980. En agrade-
cimiento, Pinochet la h izo alcaldesa de la austral localidad
de Puerto Cisnes, cargo que sólo dejó tras largos años por
problemas de salud. Octogenaria ella misma, no era raro
topársela haciendo antesala en las oficinas del general. Lo
hacía cada vez que los astros susurraban algo importante en
relación a él. Sin embargo, nada le dijo el cielo del atentado
de septiembre de 1986 en la cuesta Las Achupallas.
El lugar de Eugenia Pirzio fue ocupado en los últimos
años de la dictadura militar por la pitonisa Eliana Nlerino
Ibáñez, quien estiinulaba en Pinochet los ten1ores de un nue-
vo atentado en su contra, según se supo en el año 2001 por
documentos desclasificados de la disuelta Central Nacional
de Informaciones (CNI). Merino organizaba sesiones de es-
piritisn10 en La Moneda, con ella como nlédium, en las cua-
les entraba en contacto con parapsicólogos brasileños. De
estas sesiones se transcribieron "trances" con10 este: "en un
acto de inauguración con gran asisten cia de público y gen te
trabajando en escritorio y periodistas. El te1Torista podría
ser un periodista que asiste con
una mujer y es de tipo extranje-
ro, que tiene un cómplice chile-
AUf]UStO Pi11ocbet no que también asiste al acto".
tuvo r1or lo 111e11os La CNI creía en la fiabil idad de
tres asesoras be lo estos infonnes y les daba gran
para11ormal: importancia, llevando un regis-
Eu9e11ia Pirzio1 tro detallado de estas sesiones.
Elia11a Merino ~ Un informe, del que sólo se re-
partieron dos ejemplares, está
Alicia be Lizasoaí11.
fechado el 30 noviembre y es el
resultado de una sesión de pa-

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rapsicología de Eliana Merino. El texto de la


sesión señala: "noche, peligro, una calle en
una ca1Tetera, edificio p rincipal, con n1u-
cha gente, dos desconocidos. Hombre ru·
bio, alto, acompañado de rn1tjer trigue-
ña, hablan olTO idioma, otro joven de 18
a 25 años, pelo largo a regular. El hom-
bre rubio tiene un bolso, sitnula ser co-
rresponsal de prensa, con una cámara
fotográfica grande con teleobjetivo.
También usa casaca'', dice el informe
secreto.
Al comjenzo de la dictadu ra mili-
tar, Alicia ele Lizasoaín, la muy creyen·
te esposa del ya difunto coronel Liza- Alicia de Li<Jlsoaín,
una de tas 111agas de
soaín, accedió a la familia Pinochet a Augusto Pinochet.
través de la hermana de este, María Te·
resa. La afinidad entre ambas se afianzó y juntas cultivaban
la fe mariana. El conocin1ienlo n1ístico de Alicia e1npezaba a
hacerse conocido en el entorno de Pinochet, y hay quienes
alribuían a la viuda del coronel haberle hecho ver que su
nzín1ero era el 5, ele ahí que -por ejemplo- en los primeros
tien1pos tuviera enn1arcado en su oficina el Bando n° 5, o
que haya escogido como fecha para el plebiscito el 5 de octu·
bre de 1988.
Por último, en la revista El Periodista Pamelajiles contó lo
sigwente: el fantasn1a del general Prats penaba a Pinochet,
después ele su asesinato en Buenos Aires, en septiembre ele
1974. El dictador con1enzó a sentir la presencia nocturna del
ex comandante en jefe del Ejército. Al comienzo eran sólo
ruidos extraños e n la casa. El general en la noche era supers·
ticioso por herencia nlaterna, e insistía en atribuir este cleam-
buiar sobrenatural a su antecesor en el cargo. Más tarde, el
ánitna de Prats se mstalaba a los pies de su ca111a y no lo
dejaba dormir ni a él ni a su esposa Lucía. Finalmente, esto
provocó que Pinochet hiciera algunos cambios estructurales
a la casa de los comandantes en jefe.

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Sin embargo, ya en su juventud Pinochet había tenido


experiencias "psíquicas". Así describe la muerte de su pa-
dre, tal como aparece en su biografía h echa por Gonzalo
Vial: "presencié cuando su alma salió de su cuerpo n1aterial.
Estaba parado al frente de su can1a, él se bajó ... vino, se paró
frente a mí una fracción de segundo y se fue. Le dije a mi
madre: 'Acaba de morir el papá"'.
Aparte del fantasma de su padre y de las sesiones parasi-
cológicas que sostuvo Pinochet en La Moneda, hace poco
tiempo se conoció el relato de un carabinero que dice haber
sentido un fantasn1a en las dependencias de Ja Presidencia de
la República. El relato del uniformado es el siguiente: "subí
al segundo piso y apagué todas las luces de la Presidencia de
la República, ya no había nadie trabajando. Cerré las puer-
tas y me dirigí al patio de los cañones. Pasados unos minutos
otro carabinero me dijo: hay que apagar las luces de la Pre-
sidencia. Al escuchar que estaban prendidas las luces creí
que era una bro1na pero al nlirar y ver todo iluminado sentí
un extraño frío por el cuerpo".
A un costado de La Moneda, en Morandé con Moneda, se
encuentra el Ministerio de justicia. Se comenta que penan en
el sexto piso los muertos de la matanza del Seguro Obrero
en 1938 y los torturados de 1973. Incluso - en un hecho iné-
dito- el propio boletín interno del Ministerio dedicó un nu-
mero especial a estos fenómenos. A los fantas1nas de hom-
bres de negro, vistos por la secretaria Nanny AJvarado, se
agregan ruidos y desórdenes nocturnos en el casino.

Siguiendo por calle Agustinas hacia el poniente nos en-


contramos con el edificio colindante con el Consejo de De-
fensa del Estado. En él se escuchan ruidos y penaduras, que
tal vez te ngan su origen en que antiguamente fue un colonial
sitio de remate de esclavos en la calle "Tócame Roque", hoy
Ja Norte-Sur.

Más cerca de la Quinta Normal nos encontramos con la


calle Chacabuco, donde, en la primera década del siglo XX,
dos señoras -mad re e hija- fueron asesinadas, y ultrajados

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• Guia Mágica de Santiago •

sus cadáveres, por dos individuos que trabajaban en su casa.


El j uez los condenó a ser fusilados en ese m ismo sitio, y la
sentencia se cun1plió a despecho de los vecinos de ese ba-
rrio. Desde ese día comenzaron a sentirse gemidos pavo-
rosos; pies invisibles de lento andar, arras trando pesadas
cadenas; se vuelcan objetos, y se abren solas las puertas
n1ás seguras. La casa sie1npre estaba deshabitada, p ues las
fa1nilias que se atrevían a establecerse ahí 1nuy pronto la
desocupaban.

También en la Quinta Normal, Andrés Barros ha investi-


gado el l'vluseo de Historia Natural, en donde se ven som-
bras pasar por los eternos con·edores y se escuchan ruidos
tenebrosos. Teresa Varas, periodista museóloga y ex relacio-
nadora pública de la institución, relata: "Cuando Grete Mos-
ny - la gran antropóloga, arqueóloga y fallecida directora del
n1useo- se retiraba tarde del lugar, lo hacía con un estafeta
que la. auxiliaba, porque caminando en la oscuridad repenti-
nan1ente chocaba con alas peludas. Eran m urciélagos, por-
que aJ museo le instalaron luz eléctrica recién en 1970. En
1975 escuché rumores so-
bre la existencia de ruidos
y sombras que se deslizaban
en el hall central que presi-
de la gran ballena azul. Le
pregunté a Ja doctora Mos-
n y si eran verdaderos. De
esas cosas tan raras, yo no
me pronuncio". Los ruidos
aparentemente prove1úan de
un agujero en el suelo, ubi-
cado detrás de la cola del es-
queleto del cetáceo, el cual
posteriormente fue recubier-

Andrés Barros Pérez-Cotapos,


11110 de tos parajlsicólogos
cliilcnos más conocido.

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Malcnal proteg¡,:Jo"' dcrech d· 111or
• César Parra •

to con baldosas. Teresa Varas concluye expresando que qui-


zás la causa de estos fenó1nenos resida en que desde 1830
hasta 1876, este lugar fu e un hospital de sangre, es decir, de
accidentados.
Andrés Barros señala que parte de sus investigaciones le
han pern1itido concluir lo siguiente: "Percibimos el frío que
anuncia sie1npre la presencia de fantas mas, porque a esos
seres las bajas ten1peraturas les facilitan su corporización,
pero no los vimos. Lo que sí sentimos fue un fuerte golpe
sordo y olros ruidos cuyo origen era desconocido".

Pero retornemos al centro, esta vez lo haremos por la


Alameda, haciendo nuestra primera parada en la Universi-
dad de Santiago. Contrario a lo que se pod1ía pensar, el 11
de septiembre de 1973 no murió mucha gente en la entonces
Universidad Técnica del Estado (UTE). La mayoría de los
alumnos y profesores fueron desalojados del recinto, sin
e1nbargo, hubo alguien que 1nurió allí: se trata del militante
comunista Hugo Araya que era camarógrafo del canal 9 y
del embrionario canal de la UTE, además de reportero gráfi-
co de la revista Presencia. Así evoca su m uerte su compañero
de labores Sergio Gutiérrez: "Gonzalo Rovira, quien per-
maneció junto al rector ICirberg, llevó aquella noche la no ti-
cia del asesinato de Ara ya. Dijo que el can1arógrafo transita-
ba por un pasillo cuando fue herido mortalmente por un pro-
yectil de guerra que le an·avesó el abdon1en. Vi a Araya po-
cas horas anles. Me costó reconocerlo porque tenía afeitada
la barba y cortada la n1elena. Rovira dijo que el rector pidió
ayuda a la asistencia pública. Respondieron que nada podían
hacer, pues también los uniformados disparaban contra las
ambulancias que circulaban durante el toque de queda". Así
que .H ugo Araya -alias "El Salvaje"- tuvo una agonía lenta
y dolorosa. Sin e1nbargo, la historia de "El Salvaje" no ha
terminado, de hecho, en el laboratorio de fotografía y en el
galpón de la carrera de Ingeniería en Metalurgia se sienten
movimientos y ruidos terribles en todos los lugares donde
"El Salvaje" circuló en vida.

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• Guía Mágica de Santiago •

Subiendo hacia la Cordillera de los Andes, nos encontra-


mos con la casa del poela Diego Dublé Urrutia, en la calle
San iv!artin, esquina Alameda Bernardo O'Higgins. El escri-
tor Armando Uiibe comentó hace algunos años una historia
de fantasmas que involucraba a aquel "megaterio" de la poe-
sía chilena, Diego Dublé Urrutia.
El poe ta estaba casado con una h ermana d e Vice nte Hui-
dobro, y por eso se le cedieron las caballerizas de la casa d e
Alameda. con San Martín, pertenecientes a la familia de su
esposa, para que levantara allí su vivienda. Dublé así lo hizo,
sin saber que antes estuvo ahí el cementerio de un convento
de monjas. D esde el momento que la habitaron, los fantas-
mas de las religiosas empezaron a aparecerse frecuentemen-
te en una forma absolutamente natural y corpórea, provo-
cando la natural sorpresa del escritor.

Hablando de antiguos monasterios, no podemos dejar de


mencionar la cárcel \ TIP de Capuchinos. En la cocina ele di-
c ho establecimiento se aparece en las noches un fraile en
pena. Además, el cuidador de autos del lugar asegura que
los fantasmas deambulan incluso hasta la esquin a del mismo
pasaje.

Así llegan1os hasta la iglesia d e San Francisco, ubicada en


la Avenida Bernardo O'Higgins esquina San Francisco. Esta
iglesia guarda Jos restos de fray Pedro Bardecci - venerable,
y aspirante a beato de la Iglesia Católica- nacido en el pue-
blito d e Orduña, e n Castilla, España, en el año 1641. Pasó a
América y fue mercader en México y minero en Potosí. La
Virgen se le apareció y le dijo que se viniera a Chile, en
donde en 1667 vistió los hábitos. Según sus contemporáneos,
"tuvo el don d e profecías y milagros". D e él es conocida la
historia (gracias al imprescindible Abel Rosales} de que al
estar sacando agua con un balde de un pozo de su monaste-
rio, llamó la campana a silencio, por lo que se quedó en esa
incómoda posición hasta la madrugada siguiente. Adivinó,
cierta vez, que un caballero llevaba en una caja rapé envene-
nado para matar a un enemigo, y en otra ocasión, presintió

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• César Parra •

el peligro en que se hallaba una


Ga.briela Ivlistral mulata de apellido Isboran de
v io oue11oes cua1100 "caer en pecado" por una deuda
ttiiia ~ rarticiró, de cuatro pesos, Bardecci se los
llevó tan a tiempo, "que estorbó
~a aoulta, en
(no sabemos si evitó, como aco-
algunas sesio11es oe ta Ismael Espinosa) su consun1a-
espiritismo. Ta111bié11 ción". También, en 1680, experi-
vio al es¡1íritu oe mentó una bilocación. Un día se
Yitt Yitt1 luego oe su quedó aletargado en el convento
suicioio. por varias horas, y cuando vol-
vió en sí, dijo a Ja comunidad:
"mi madre murió". Se escribió a
España y se obtuvo la confirmación de la n1uerte de doña
Catalina de Aguinaco, su madre, ocurrida en el mismo día y
hora en que al hermano Bardecci le sobrevino su estado pro-
pio de médium, además de que se le vio en España auxilian-
do a su madre, y que había desaparecido junto con ella ce-
rrar los ojos. Muchas veces levitó durante sus éxtasis y reali-
zó curaciones milagrosas. Cuando murió, en 1700, su cadá-
ver se mantuvo "flexible y con aspecto de persona viva" los
lTes días que duró su exposición pública.
La Iglesia de San Francisco también da pie para referirse
de paso a Gabriela l\1istral, ya que es en esta iglesia donde se
custodia, por expresa resolución de ella misma, su medalla
de ganadora del Nobel. ¿Tuvo experiencias paranormales
Gabriela Mistral? Por supuesto. La poetisa declaró haber visto
due ndes cuando niña, ade n1ás de haber participado, ya adul-
ta, en algunas sesiones de espiritismo. Sin embargo, las ex-
periencias quizá más fuertes que vivió Gabriela fueron en
los días siguientes al suicidio de su hijo, Yin Yi11. Estas fue-
ron recogidas por Jaime Quezada de los diarios de Gabriela,
en el libro Bendita nli lengua sea.
Gabriela escribe: "Después de la muerte de Yin Yin han
sucedido cosas muy extrañas. Contaré una sola, co1no com-
pendio. Entro a su cuarto, días después, cuando rni ahna poco
a poco volvía a mi cuerpo. Entro, digo, y me hallo con todo
arrevesado como después de un huracán: libros y cuadernos

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desparramados, anaqueles remecidos, su armario abierto y


todos los cajones volcados sobre la alfombra. Me retiré ho-
rrorizada. Salí al jardín. Hubiera huido, de no llegar enton-
ces Cecilia Meireles, que entró a con1probar mis palabras.
Si no hubiese llegado y no tuviese yo su testimonio, habría
pensado que todo era una fata n1organa mía. He tenido pesa-
dillas que se prolongan de noche a noche como los capítulos
de un libro nefando. Me despierto torturada. Vuelvo como
de una Inquisición".
Más adelante relata una experiencia de aparición: "Anoche
vi a Yin Yin. Rezaba yo jaculatorias por su alma, y ele pronto
sentí que algujen me miraba. Topé mis ojos en los suyos, ver-
des únicos, inolvidables. No sentí miedo. Tampoco angustia.
Sentí una dulcedumbre sosegada como un sueño, pero total-
mente lúcida: yo veía moverse las cortinas y las ramas ele
afuera. Recuerdo, ahora, hasta unas campanadas tenues, m uy
a lo lejos. Yin estaba de pie ante mi cama, a unos pocos pies de
distancia. Me 1niraba, me taladraba esa mirada dulcísin1a, sin
tristeza: mirada de criatura que ya ha probado el cielo. Yo le
hablaba con los ojos, yo le pedía decirme qué quería, pero
Yin era sólo mirarme y m irarme. Y poco a poco se me fue
borrando, de abajo hacia arriba, ele los pies a la cabeza, que
pern1aneció por un rato como un fruto de esos ojos, suspendi-
da en el aire. Y se desvaneció con una delicadeza de vaho. Yo
quedé por mucho rato estática, clavada en mi cama, incapaz
de n1overme. Hasta que un brazo comenzó a acalambrarse, y
al ljberarlo, sentí que había pasado algún tiempo. He pensado
a fondo, hasta hallar esto: Yin vino a verme porque quería que
yo supiera su paz, su anibo final. Ya pueden sosegar mis ora-
ciones. Ahora está a salvo, perdonado por la misericordia in-
cesante de J esucristo".

Más arriba, hacia Plaza Italia, nos encontra1nos con la


calle Carmen nº 8, esquina Avenida Bernardo O 'Higgins, y
su pequeño duendecillo. En el mes de abril de 1997 comen-
zaron a ocurrir extraños fenó1nenos en un edificio ubicado
allí. Una mujer sube a un ascensor y encuentra junto a ella a
un niño de seis años cargado de juguetes. El niño baja y se

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va caminando por el pasillo, hasta desaparecer por Ja pared.


La ej ecutiva sufre un ataque de histeria. El caso es reportea-
do por la prensa y cornienzan a sucederse los relatos sobre
las experiencias que allí acontecen. Hay un relato del noche-
ro del edificio, recogido por la periodista Sonia Rivas: "Un
viernes por la noche, cuando estaba solo sonó un anexo, y
nie pareció extraño porque a esa hora la central queda des-
conectada y todas las llamadas se canalizan por un teléfono y
este no era el anexo. Contesté y me salió la voz de un niño.
Me dijo 'hola' y yo le seguí el juego, porque siempre me han
gustado los niños. Pensé que se trataba de un llamado que
venía de fuera del edificio, a pesar de que estaba desconecta-
da la central. Y este fue el diálogo que sostuvimos:

-¿Con quién hablo?


- Yo... yo.
-¿Qué quieres?
- Quiero jugar.
- ¿Tienes 1namá?

-¿Tienes papá?

- ¿Tienes hermanitos con quien jugar?


-No, hern1anos no.
-¿Qué te pasa?
- Estoy solo; me siento solo. Estoy aburrido, quiero ju-
gar.
-Ahora estoy ocupado, pero 1nás rato te puedo lla1nar
para que jugue1nos por teléfono, ¿dónde vives?
- Aquí.
- Pero si este es un edificio, ¿cJónde vives?
-Aquí.
- Bueno, da1ne tu teléfono para lla1narte.
(El niño dicta el mismo número ele la central del edificio).
- Oye, pero si ese es el número de esta empresa.
-No, este teléfono es mío.
-No, te equivocaste; dan1e el número de tu casa.
-No, este teléfono es 1nío, yo vivo aquí.

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- Bueno, yo te llamo más rato, chao.


- Chao".

Posteriormente, al suceder el encuentro de la mujer con


el niño en el ascensor, el nochero se dio cuenta con quién
había hablado.
Otros encuentros con el fantasn1a d el niño de calle Car-
1nen los tuvo un antiguo en1pleado del edificio, Héctor Toro,
quien vio al niño a la salida del ascensor, describiéndolo
como "de cinco años, bonito, delgado, vistiendo jeans y
polera". Al consultar por aquel niño en portería, le dijeron
que no había ingresado al edificio aqu el día un niño con
esas características.
Por último, también en 1997, dos ingenieros que realiza-
ban labores hasta altas horas de la noche, percibieron el llan-
to de un niño proveniente de la escalera del edificio. Salieron
a auxiliarlo pero no lo encontraron. Luego el llanto se repi-
tió, pero esta vez a sus espaldas. Salieron presurosos de la
habitación y nunca más volvieron a trabajar de noche.

En Lira 167, esquina Argomedo, se ubicó Ja casa de Ja


mejor bruja chilena: Julia Lara, alias Madame Michaud. J u-
lia Lara contó entre sus numerosos clientes a don Arturo
Alessandri, pero tan1bién a parlamentarios y nliembros de
la aristocracia santiaguina de los años '20. Como todas las
adivinas de su tien1po, Julia Lara trabajaba en un relativo
secreto en su casona. Había nacido en San Felipe en el siglo
XIX. De niña le habían sucedido cosas extrañas, como la apa-
rición de duendes que los demás integrantes de su familia no
alcanzaban a divisar. El don de la clarividencia lo tuvo siem-
pre; a los 8 años predijo un viaje a Europa que haría 20 años
después, algo impensable para una niña de clase modesta de
su pueblo natal. Este viaje se realizó cuando fue invitada a
residir un año en Francia con cargo al Instituto de Estudios
:tv1etapsíquicos de esta nación, donde conoció a su marido,
de quien adoptó su "nombre artístico". En esa misma acade-
mia estuvo Madan1e de Thebes, quizá Ja mejor vidente del
siglo. De vuelta a Chile,J ulia Lara instaló su consultorio psí-

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entrevista ofrecida a revista Zig-Zag en el año 1926, acertó


con tres años de anticipación al resultado de la 1nediación
estadounidense en el conflicto peruano-chileno por Arica.
Sin e1nbargo, como ocurre a todos los videntes, sus pode-
res no eran manifestables a voluntad, existiendo un porcen-
taje de oráculos errados que no dejaba de ser importante. Al
preguntarle a los descendientes de la fan1 ilia Michaud hoy
vivos, por qué creían que su abuela desapareció bruscamen-
te de escena a fmes de los años '20, me insinuaron la posibi-
lidad de que hubiese con1etido un error al dar por vivo a un
menor extraviado ya muerto. Algo grave debió haber ocu-
rrido que hizo ensombrecer una carrera cuajada de triunfos.
Sin embargo, los Michaud poco saben, o poco dicen saber,
puesto que - a pesar de su gran amabilidad- no pudieron
entregarme mayor información.

Así llegamos a la Plaza Italia, donde reina hacia el norte


el cerro San Cristóbal. En la Colonia fue famosa la historia
del 1nulato Ramón, que ofrece 2.000 pesos de la época a
quien pueda velar su cuerpo en dicho cerro (es decir, espan-
tar al diablo una n oche completa, para que no se lleve al que
ha pactado con él).

Entrando por Avenida Vicuña Mackenna, nos encontra-


mos con Diagonal Paraguay, donde, en la esquina con Por-
tugal, se ubica la Posta Central de Santiago, lugar de extTa-
ños suicidios. Uno de ellos lo protagonizó una enferma im-
posibilitada de desplazarse por sus propios medios. Según el
relato de la revista Revelación, ella era una ex azafata, aqueja·
da de un "desconocido mal'', que la había hecho marchitarse
tanto física como emocionalmente - no podía siquiera ca1ni-
nar-. Ella misma declaraba que "nadie puede ayudarme,
porque alguien se apoderó de mí y cualquier ayuda terrena
es inútil". Una noche, la enfermera encargada de la sección
no la encontró en su lecho, se dio aviso y luego de un rato se
la encontró tirada seis pisos más abajo: se había suicidado.
Tres interrogantes quedaron planteadas: cómo se desplazó
los siete metros que la separaban de la ventana, cómo mani-

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las paredes, sin daño alguno; el vaso de vidrio que ella rom-
pió con los dientes y luego tragó, o cuando desapareció de
su habitación a la vista de los presentes para ir a parar a la
cima de un cerro cercano. Cicarelli dibujó un boceto de la
joven, en los momentos en que esta adoptaba la famosa posi-
ción de la "caminata de la araña" - que p opularizara Linda
Blair en el filine "El Exorcista", más de 130 años después-
cosa que hizo decir al pintor: "la comparo con el cuadro de
R afael sobre el endemoniado". ¿Dónde estará ahora ese pre-
ciado boceto dibujado por Cicarelli?

En la Estación Mapocho se encuentra el fantasma de la


"Vieja Chica". En 1994, en uno de los primeros eventos que
se realizó en el remodelado cenu·o cultural Qa Feria del Cue-
ro y Calzado), apareció el fantasma de una 1n ujer con una
guagua en brazos, ante la vista impávida de guardias, admi-
nistrativos y lTabajadores que montaban la exposición a eso
de las tres de la maii.ana. Desde ese mo1nento la "Vieja Chi·
ca" empezó a reinar en gloria y 1najestad. Se manifestaba
garabateando a la secretaria Oriana Meza Monrea], a pesar
de que los teléfonos no habían sido aú n conectados. Dicen
que es el espíritu de una suicida que se arrojó a las antiguas
vías hace muchos años.

Para terminar, no podía estar ausente nuestro eficaz e


impoluto n1edjo de transporte: el Metro. En la Estación
Franklin una madre intentó suicidarse con sus dos hijos, uno
de los niños sobrevivió. Según los conductores no se puede
pasar por esta estación de noche sin sentir escalofríos. "Aquí
penan", asegura un conductor. Otras estaciones encantadas
son Universidad de Chile y Los Héroes, también con suici·
das fantasmales en sus andenes.

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bastante dificil. Entonces, la noche de un jueves de mediados


del año pasado (2000), acostada con mi esposo y mi pequeño
en la misma cama, apagué la luz y me dispuse a acon1oclarme
de lado, como es mi costun1bre, cuando vi parado, justo a mi
lado, a un hombre que n1e cubrió Ja boca con Ja 111ano. Pensé
que había entrado a robar. Aunque me horroricé, como mi
len1peran1 enlo es osado, me zafé de su mano y comencé a
gritar. Mi esposo encendió la luz y trató de tranquilizarme,
entonces me di cuenta que no había nadie allí. Me sentí aver-
gonzad;t y niuy confundida.
Exacta ni ente una se111ana después, al jueves siguiente, su-
cedió lo n1ás inco111prensible. No había sido un buen día, y,
para variar, 111i esposo y yo teníamos problemas y discutía-
mos por lodo. Fue tanto que n1e acosté sun1ida en lágrin1as y
tristeza. Alrededor de las 10 de la noche, cuando yo ya me
había tranquilizado, 1ne levanté y fui hasta el living a buscar
a mi pequeño, que estaba j ugando con mi esposo, con el pro-
pósito de acostarlo pues ya era tarde para él. Fue en ese mo-
mento cuando, de súb ito, apareció ante mí la fi¡,'llra de una
pequeña de unos seis u ocho años de edad, que, saliendo de la
puerta de la coci na, recorrió el pa..~i llo hasta su final, donde
está el baño, y d esapareció. Esta pequefia avanzó caminando
co mo uno 111ás ele nosolros, a vista y paciencia ele 111i esposo,
de mi hijo y ele mí, dejándonos atónitos. No sabría decir cuán-
to tiempo duró esta aparició n; fue co1no un corte en el tie1n-
po. La pequeña nos ignoraba, llevaba una ena¡,rüila blanca,
transparente, y me dio la in1presión ele que estaba n1uy ape-
nada. Seguramente nunca sabré el porqué. lVli hij ito entonces
comenzó a llorar y no se detuvo hasta casi una hora después,
cuando lo subimos al 't 0 piso, donde está nii ni adre, y logra-
n1os tranquilizarlo. Al día siguiente, mi esposo y yo decidi-
mos no hablarl e a nadie al respecto, pues faltaba poco para
que nos entregaran nuestra casa nueva y nos irían1os de allí.
Por otro lado, ¿quién nos iba a creer? Seguramente la gente
pensaría que estába111os nlintiendo o que nos habüunos vuel-
to locos. Por la condición 1néelica de mi niadre, mis hern1anas
decidieron comprar también una casa en el lugar donde yo
iba. Tuve pesadillas constantemente con el hombre y la niñi-

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.¡••¡...¡•.¡. Casa de Av. Matta con Bustamante

Ubicada en la comuna de Ñuñoa, esta casa de aspecto


misterioso y lúgubre permanece abandonada desde hace
varios años y después de escuchar las historias de ruidos y
apariciones fantasmales que se tejen a su alrededor, ningún
potencial arrendatario o comprador está dispuesto a vivir
allí. Cuando escribí la referencia que aparece en el libro, la
viejecita Mujica estaba viva, ahora murió y nadie vive en la
casa, la que se está rematando.

Última v isión de una casa en llamas

Cuando llevaba la prueba fin al del libro a la editorial, vi


en televisión una imagen impactante: la mansión embrujada
emblemática ardía como una tea y, en una de sus murallas,
lucía una purificadora cruz de ceniza. Dos imágenes vinie-
ron a m i mente: a) Recordé "La caída de la Casa Usher'', de
Poe: debe haber sido algo así. b) IVle imaginé la sensación,
hace más de 140 años, de quienes vieron arder la Iglesia de
la Compañía.
Conclusión: la viejecita Mujica sigue haciendo de las su-
yas ... iCuiden1os las casas en1brujadas! iSon el único refe-
rente urbano que nos va quedando!

Nota del editor: Mientras trabajábamos en los detalles fina-


les de este libro, nuestro diseñador O livier IV!augis, movido
por conseguir una imagen de portada, se acercó hasta la casa
embrujada el domingo 30 de julio de 2005, poco antes de las
cinco de la tarde. Allí tomó las que quizás sean las iiúltimas!!
fotografías de la casa en pie (que se reproducen en la página
siguiente y en la portada), pues esa misma madrugada se
incendió casi por completo. Además de excelente diseñador,
Maugis es un abnegado bon1bero voluntario. La pura ver-
dad.

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·l··l·•l· Ministerio de Justicia, Morandé con Moneda

Quien escribe esto b·abajó aquí. Muchos ruidos raros, nlás


los fantasmas que vio mi amiga Nanny y que ntu1ca entrega-
ron el carné a la enh·ada del edificio.

·I··r·l· Museo de Historia Natural, Quinta Normal


Sombras y golpes en un edificio enorme. El investigador
Andrés Barros ha visto siluetas desplazarse por los eternos
corredores y escuchado tenebrosos ruidos. Esos rumores vie-
nen desde los años setenta. Interesante.

+++ Universidad de Santiago

Hable con testigos presenciales de los fenómenos. Las his-


torias del "Salvaje" tienen mucho condimento, pero un nu-
cleo de fenómenos real. En el laboratorio de fotografía y en
el galpón de la carrera de Ingeniería en Metalurgia se sien-
ten movimientos y ruidos terribles.

·l··I··I· Cárcel de Capuchinos

Hay una larga lista de cristianos y nlarranos a quienes


podríamos preguntarles por la realidad de estos fenómenos.
En la cocina de dicho establecimiento se aparece en las no-
ches un fraile en pena. Posibles testigos : Peter Dragicevic,
Carlos C ruz, el cura J alo, los diputados Pareto y Jiménez,
Rolf Lüders ...

·r·r·l··l··I· Edificio de Carmen 8 , esquina Alameda


Bien por Carmen 8 y su pequeño duendecillo. El fantas-
n1ita se da el lujo de hablar por teléfono y de pasearse en
ascensor a la vista de todos. Además emite unos llantos noc-
turnos que hielan Ja sangre. Un clásico.

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,.
Indice

Introducción ........... ........................................ .......................... 7

Capítulo l. Cementerio General ......................................... 13

Capítulo 11. Zona Centro ................................ ........... .......... 21

Capítulo 111. Zona Sur .... .... .... ..... .. ......................... .............. 49

Capítulo IV. Zona Norte .......................... ........................ ..... 61

Capítulo V. Zona Oriente ... .... ................. ........ ........ .... .... ..... 87

Capítulo VI. Zona Poniente ............................................... 103

Capítulo VII. Testigos del prodigio .................................. 109

Capítulo VIII. Comunas aledañas ....................... ............ 125

Capítulo IX. Un poco de teoría


para no dejarlo despistado ............................................ 131

Capítulo X. Hablaron de lo extraño un día ............ .......... 171

Epílogo. Fantasmas y posmodernismo ............................. 187

Ghost Tour ............ ..... ..... ....... ..... .... 191

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