Me gustaría comenzar por hacer una pregunta a quien está leyendo, bajo la siguiente situación hipotética. Tienes un hermano que estudia Derecho, es apasionado por su carrera y de los mejores de su generación. En general, vienes de una familia de abogados. Tú estás desorientado porque no sabes qué estudiar, absolutamente nada te llama la atención. ¿Estudiarías Derecho? Si tu respuesta es no, déjame preguntarte, ¿por qué no? Asume que eres muy aplicado estudiando. Si la respuesta persiste, me imagino que simplemente no quieres estudiar. En el caso de que sí hayas decidido estudiar Derecho, ¡felicitaciones! Eres una persona normal (o al menos así lo veo yo). Bueno, ese mismo caso es en el que yo me vi envuelto, salvo dos excepciones. No estaba desorientado respecto a mi vocación y no soy aplicado estudiando, pero esto último es otro tema, no para ahora. Entonces, ¿por qué los puse en esa situación? Lo hice para que tengan claro que estoy consciente de que ese es mi entorno. Sin embargo, no fue ni la única ni la principal razón (que si fue parte de mi elección, al fin y al cabo). Si no fuese por lo que les voy a contar a continuación, de todas maneras, se explicaría muy razonablemente mi decisión. La principal explicación de mi elección de estudiar Derecho radica en mi interés, desde muy temprana edad, en la búsqueda de la verdad y la justicia mediante un uso razonable del diálogo y las reglas. ¿Qué gatilló este interés? Por más que suene raro, fueron las discusiones del día a día con hermanos, padres, familiares, y mi entorno en general. ¿Por qué? Porque me veía muy frustrado cuando percibía injusticias, por más chicas que sean. No era capaz de entender que la gente llegue a hacer sus veredictos sin antes haber llegado a una conclusión lógica de por qué es así. Es por eso, que a partir de esta frustración comencé a preguntarme cómo uno puede solucionar eso. Las respuestas que encontré fueron el diálogo y las reglas. En este caso me refiero a las reglas sociales inherentes a cualquier discusión civilizada, basadas en el mínimo respeto por el prójimo. Esta solución que me planteé requirió que pensara mucho más las cosas antes de hacerlas. Fue de esta manera que desarrollé mucho, de manera inconsciente, el pensamiento crítico. Esto me llevó a interesarme mucho por la argumentación y resolución de problemas, mediante el uso de la razón (que puede tener muchas aristas válidas en mi opinión, dependiendo de cómo sea el argumento). Considero que estaría de más mencionar qué carrera se adecúa más a estos intereses (pero se los digo de igual manera por si no lo saben todavía; Derecho). Al fin y al cabo, entiendo que mi entorno pueda ser una fácil explicación de por qué elegí mi carrera, pero no es la única. Desde que comencé a tener estos cuestionamientos, me di cuenta de que lo mío era ser abogado, sin lugar a dudas. Distinto fue el caso cuando casi me decido por estudiar psicología, porque no me atrevía a estudiar Derecho por la dificultad. Fue entonces que me vi en la difícil decisión; me dedico a hacer lo que me gusta esforzándome, o, hago algo que no me interesa de manera cómoda. Puede ser que para muchos la primera sea la respuesta obvia, pero para mi y, de seguro más personas, no era tan obvio. Después de largas reflexiones, opté por lo correcto. Hacer lo que me gusta. Si tú, el que está leyendo esto, estás pasando por una decisión de esta índole, ya sabes lo que te recomiendo yo. En el supuesto de que te decidas por lo cómodo, te deseo la mejor de las suertes siendo feliz, porque la vas a necesitar.
Preguntas para Reflexionar Sobre la Vida: El Camino para Explorar Su Yo Interior y Descubrir Quién Es Realmente: Domine Su Mente, Transforme Su Vida, #12