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MULA

Para aquellas que quieren dejar de ser niñas y convertirse en mayores;


porque sólo desde la inocencia de la niñez se descubre el verdadero valor de
la Navidad
Y en Belén nace nuestro Dios: ¡Jesucristo! —No hay lugar en la posada: en un
establo. —Y su Madre le envuelve en pañales y le recuesta en el pesebre.
(Lucas, II, 7.)

En concreto, en mi pesebre. Sí: has oído bien. En MI pesebre. En mi comedero. En


donde todos los días me echaban un buen montón de hierba y paja para comer. Ahí
durmió Jesús por primera vez, mientras María y José descansaban aquella primera
noche en la que les conocí. Y esto que te cuento lo vi con mis propios ojos hace ya
muchos años…

Pero antes de todo, me presento. Soy una Mula.


Cuando nací no me pusieron ningún nombre, así que me
puedes llamar así, sin más: Mula. Mis padres, una yegua
y un burro, también nacieron en Belén y trabajaban en
la posada más grande de Belén. Mi padre trabajaba
como un burro sacando agua del pozo durante todo el
día. Mi madre trabajaba también como un burro, pero
yendo y viniendo de Belén a Jerusalén trayendo la
compra que hacía la hija del posadero para dar de
comer a los forasteros que se alojaban en la posada. Y
yo… hacía lo que podía...

Te digo que hacía lo que podía porque realmente podía bastante poco. Al principio, me
costó reconocerlo, pero luego, con el tiempo, lo acepté. Primero, a regañadientes; y
después, incluso acabé disfrutando de que pudiera tan poco. De hecho, desde hace
poco, pienso que de no haber podido tan poco, Jesús no hubiera dormido en mi
pesebre, ni hubiera conocido a María y a José… ni tantas cosas más.

Pero vayamos por partes. Te decía que yo, en Belén, hacía lo que podía. Que
realmente, era bastante poco. Ya desde que nací, el posadero y toda su familia, se
dieron cuenta que no era la mula más lista de Belén. Me costó un montón empezar a
andar e incluso tardé mucho más de lo habitual en emitir mi primer rebuzno. Cuando
salía de la posada, como tenía muy poca memoria, me perdía por los caminos y más de
una vez tuvieron que ir a buscarme el posadero y sus dos hijos. Cuando me
encontraban, me daban golpes en el lomo con una vara de avellano, mientras yo les
trataba de pedir perdón y explicarles que no lo había hecho queriendo… pero creo que
no me entendían. Mientras volvíamos a la posada, escuchaba con las orejas gachas y
con moratones en el lomo, cómo el posadero decía:
-Esta mula no sirve para nada. Lo mejor será que la sacrifiquemos para hacer un buen
caldo de carne con patatas.
Y sus hijos, le respondían: -pero Papá, la carne de mula es muy dura y muy poco
sabrosa.
Y su padre, les solía responder: -Es cierto, hijos, es cierto. Habrá que ver entonces qué
hacemos con esta mula que no sirve para nada…

La cuarta vez que me perdí, ya no volví a la posada. Se cansaron


de mí y de mi poca memoria, y tras una buena somanta de palos,
el posadero me llevó a un establo cercano a la posada, en donde
guardaba a un enorme buey.

Abrió la puerta, y como era de noche, no veía nada. A trompicones entré en aquel
lugar frío y oscuro. Además, en aquel establo olía fatal. Era un hedor nauseabundo
que lo impregnaba todo. ¡Madre mía! no había olido una cosa así en mi vida; y eso que
soy mula, y vivía en un establo. Pero aquello era lo nunca visto: perdón, lo nunca olido.
Y mientras luchaba para no caerme de espaldas por olor tan tremendo, escuché una
voz profunda que con gran lentitud me decía:

-¡Buuuuennnasss nooocheesss!, Mula. Perdona por el mal olor y por el desorden. Éste
es un pobre establo, sin desagües ni alcantarillas ni baños en los que poder tirar de la
cadena… y yo soy un pobre buey… que hace lo que puede.

-Pues ya somos dos los que hacemos lo que podemos, aunque podamos muy poco…
aunque en algunas cosas, ya se ve que tú puedes mucho más, -le dije, mientras pisaba
un montón enorme de algo no muy agradable…

SIN ÁNIMO DE AHONDAR EN EL TEMA,


PERO FÍJATE LA DIFERENCIA DE
TAMAÑO ENTRE EL BUEY Y UNA
SERVIDORA. Y SACA CONSECUENCIAS.

Desde esa noche, nos hicimos muy amigos. Y fueron pasando los días en este pobre
portal. Todas las tardes se acercaba uno de los hijos del posadero a echarnos hierba y
paja para comer. Yo tenía mi pesebre, mi comedero, y el buey tenía el suyo (bastante
más grande, porque comía como cinco veces más que yo, y a veces intentaba comerse
mi ración de hierba y paja sin que me diera cuenta).
Manuel, el hijo del posadero, siempre entraba tapándose la nariz con los dedos por el
mal olor, mientras decía: “Ummmm… ¡Pero qué bien oléis!; ¡Huele que alimenta!”... y
con gran rapidez nos echaba la comida y se iba casi corriendo para estar lo
imprescindible con nosotros.

Como os podéis imaginar, yo me aburría un montón, sin nada que hacer, dejando que
pasasen las horas lentamente… encerrada en un portal frío y maloliente. Por supuesto
que no recibíamos ninguna visita: de vez en cuando escuchaba pasos que se acercaban
al establo pero luego escuchaba: -¡Puaf! Pero qué mal huele. -E inmediatamente esas
personas comenzaban a alejarse.

Por eso, cuando en mitad de la noche escuché unos pasos y el chirrido de la puerta al
abrirse de par en par, al principio me asusté y rebuzné. El buey mugió. Y los dos vimos
el rostro de un chico joven iluminado por la luz de un candil que llevaba en la mano.
Muy buena pinta. De primeras, no sé por qué, me cayó de lujo. Detrás del joven,
apareció un burro y montada sobre él, la mujer más bella que había visto en la vida.

-María, pero, ¿Cómo vas a dar a luz en este establo?... si


está súper sucio y huele fatal… y hace muchísimo frío…

-¡Ay, José!, no te preocupes por mí. Mira: no había sitio en


la posada grande ni en la pequeña; has intentado que nos
hicieran un hueco entre tus parientes lejanos y tampoco se
ha podido. Has hecho todo lo que has podido. Estoy segura
que Yahweh está muy contento contigo y que si hemos
llegado a esta situación… será por algo. Además, mira, qué
habitantes tan majos tiene este establo…

Y entonces María me miró a mí. ¡A mí!, a la mula con


menos memoria de Belén. A la que habían
encerrado porque siempre se perdía. A la que olía
mal y nadie quería ni ver… de pronto, la mujer más
bella, me miró. Se acercó al rincón del establo en el
que me encontraba, me cogió de las orejas… y me
dio un beso en la frente. Yo me quedé paralizada. Ni
mi madre me había tratado con tanto cariño, y eso
que mi madre me quería mucho...
Como a lo lejos, escuché la voz de José que me preguntaba a ver si le dejaba utilizar mi
pesebre. Aunque no sabía para qué lo quería, creo que emití un ligero rebuzno a modo
de asentimiento… pero no lo recuerdo bien. De hecho, estaba en un estado de shock tal,
que sólo recuerdo que me tumbé en el suelo y fui contemplando cómo José limpiaba mi
pesebre, lo llenaba de pajas limpias y ponía una manta encima. Luego, cogía una escoba
y barría el suelo con empeño. Mientras tanto, María se había recostado en una esquina.
Y yo, sin darme cuenta, me dormí pensando en el beso de María.

Me desperté sobresaltada. ¡Lloros de Niño! Abrí los ojos y vi que, acurrucado entre los
brazos de María, había un recién nacido llorando de frío. José abrazaba a la Virgen. Yo
me levanté y me acerqué. La Virgen me miró y, con sus ojos, me animó a seguir
acercándome, mientras le decía a José:

-Mira, José: ahí tienes a tu radiador con patas. Ya no tienes que


preocuparte por el frío. Entre esta mula y el buey,
conseguiremos pasar calentitos esta primera noche.

-¡Pero María! -le respondió José-, ¡Si huelen fatal: mejor que no
se acerquen! (porque el buey también se estaba acercando).
Además, seguro que están llenos de piojos y garrapatas… NOTA: aquí pongo
algunos de los bichos que
hubiera encontrado San
-Ay José, ¡Pero qué poco naturalista eres! -dijo la Virgen José si se hubiera puesto
a rebuscar por mi roñoso
riéndose-; ya verás cómo estos animales, únicos testigos del pelaje. Menos mal que no
nacimiento de Jesús, tendrán mucha importancia con el paso de lo hizo...
los siglos…
El Niño era guapísimo pero a pesar de estar entre los brazos de su Madre y José
abrazando a la Virgen, el Niño tiritaba por el frío reinante en el establo… así que
haciendo caso a la Señora, me puse muy cerca de los tres y traté de dar todo el calor
que pude. Casi exploto del esfuerzo. Incluso intenté darle calor con mi aliento hasta
casi perder el conocimiento… y de pronto, el Niño dejó de tiritar y de llorar… y se durmió
en los brazos de María. HAPPY BABY
DESARROLLO GRÁFICO
DE MI ESFUERZO
CALÓRICO
RESULTADO

María y José me miraron agradecidos y yo me creí la mula más importante de Belén y


de todo el planeta. Del universo entero. Nunca había sentido algo parecido. Me sentía
útil e importante. Y encima, para mi asombro, la Virgen se levantó y dejó al Niño, bien
abrigadito, en mi pesebre. Después de dejar a Jesús, pasó a mi lado y me acarició las
orejas. Se puso junto a José y yo seguí dando todo el calor que pude, mientras veía
cómo se dormían los dos… hasta que me dormí yo también.
De nuevo, me despertó el Niño llorando. Pero ya era de día. María lo tenía entre sus
brazos. Mientras, José estaba adecentando el establo mientras canturreaba un
villancico. María me sonrió. Yo rebuzné de felicidad. Nunca había sido tan feliz.

Me había despertado tan contenta porque esa noche había tenido un sueño. En el
sueño, el Niño me hablaba desde mi pesebre. Aunque desde que el Niño Jesús había
nacido, ya no era mi pesebre ni mi establo: ahora eran Suyos. Y yo estaba de acuerdo
con Él. Me dijo que aunque era un Niño recién nacido, también era Dios. Y que había
venido al mundo para salvarme con su cariño y llevarme al Cielo. Me contó que
pudiendo haber nacido en el mejor hotel y dormir en la cama más limpia y cómoda del
mundo, había elegido mi establo y mi pesebre. Y que ahora eran Suyos. Pero eso creo
que ya te lo he dicho. Lo que creo que no te he dicho es que dentro del pack de pesebre
y establo me incluyó a mí. Y entonces -no me digáis cómo- en vez de rebuznar, comencé
a hablar con el Niño. (Ya sabes que los burros y las mulas no saben hablar con los
hombres… pero en este sueño y con este Niño, fue diferente).

- Pero Niño, -le dije-, ¡Qué mal estás eligiendo! ¿No ves que soy la peor mula de Belén?;
¿No te das cuenta que has venido a nacer en el establo más maloliente y frío del
pueblo?... Ya se ve que has visto poco mundo y te estás quedando con lo primero que te
has encontrado nada más nacer…

El Niño Jesús se empezó a reír y con su mirada, me dijo:


- ¡Ay, querida Mula! A pesar de haber nacido esta noche, tengo el mundo muy visto
desde hace mucho tiempo. Y sé, bastante mejor que tú, el tipo de establo y pesebre y de
mula que eres. Y me encanta que el establo sea maloliente y frío. Y me encantas tú…
precisamente porque eres la peor.

Yo, ahí, no entendía nada. Y a modo de protesta rebuzné profundamente. La verdad es


que no me había gustado nada este último comentario del Niño Jesús (una cosa es que
una se diga a sí misma que es una inútil; pero otra cosa es que te lo digan así,
directamente y sin anestesia. Pero el Niño Jesús, continuó:

-No te enfades, mi Mula. Porque aunque eres la peor, eres también mi preferida. Por eso
estoy aquí.

YO EN SITUACIÓN DE BLOQUEO CÓSMICO.


¿LA PEOR?... ¿LA PREFERIDA?

Y entonces me contó -y yo no salía de mi asombro- que a lo largo de la historia iba a


haber un montón de mulas y de burros, de hombres y mujeres, que se iban a sentir
como yo: la peor mula de Belén. Y que por eso ¡yo! era tan importante.
También me explicó -y lo sorprendente de todo es que le entendí a la perfección-
que Él, que era Todo, sólo podía nacer en aquéllos que se sabían nada y menos
que nada. Que no podía nacer en los corazones autosuficientes (eso, si te soy
sincero, no lo entendí pero hice como que sí… aunque el Niño, aun recién nacido,
creo que se dio cuenta. Más listo que el hambre el Chiquitín).
yo entendiendo las cosas a
AUTOSUFICIENCIA: QUE TE BASTAS A la perfección por primera
TI MISMO. QUE TE VALES POR TI MISMO vez en mi vida

Por eso, se puso a mi nivel, y en modo mula, me explicó que muchos niños y niñas -y
también padres y madres… y profesoras… y empleados… y algún que otro sacerdote- iban
a tratar de valer por lo bien que hacían las cosas, por lo perfectos que eran, por ser los
más guays, las más popus, más guapis, más divinas de la muerte engasolinadas, con
mejor outfit, con más seguidores, me gustas, más pasta o queriendo ser súper súper cool,
tía. (Llegado a este punto le pedí al Niño que volviera al “modo mula” porque me había
empezado a convertir en alumna de 2 de la ESO).
No estoy pava,
¿vale? vale

-Tú, mula, eres justo lo contrario. Por eso te quiero tanto. Porque servirás de ejemplo para
que muchos disfruten cada Navidad. Aprenderán de ti que solo puedo volver a nacer en
los portales vivientes que se sepan muy poquita cosa y yo así les pueda engrandecer…

Aprenderán a valerse no por ellos mismos, sino porque son muy amados por mí.
Disfrutarán de ser débiles y limitados... y despistados... y feos... y con pecados
malolientes.

Se apoyarán más en Mí. Y yo... como he hecho hoy contigo, me apoyaré en ellos. Dejaré
que me cuiden y que se den a Mí... como tú, mi querida mi Mula, para que dándose a Mí,
con sus imperfecciones, sean felices aquí en la tierra y en el Cielo.

El Niño Jesús, en aquel sueño, me siguió contando muchas más cosas. Me habló de la
grandeza de los hijos de Dios, de la autoestima de los cristianos, del endiosamiento del
bueno, la gasolina de la buena (me dijo que Él era la mejor gasolina) y de que valíamos
toda la sangre de Cristo… pero estas cosas son cosas… para otro cuento.

Este es un cuento pensando en las alumnas del


Colegio Sansueña durante las Navidades de 2023.
¡FELIZ NAVIDAD!

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