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Materia: Historia
Escuela: Tec.58 Plantel Azteca Tlaxcala
INDICE
Hace poco más de un siglo, en 1913, se estableció el día para la celebración de la unión entre España y los
pueblos de América.
El impulsor del Día de la Raza o Día de la Hispanidad, el político español Faustino Rodríguez-San Pedro, dijo
que era un homenaje "a la intimidad espiritual existente entre la nación descubridora y civilizadora y las
formadas en el suelo americano".
Pero durante tres siglos de Imperio Español en las "Indias" de América, lo que realmente gobernaba era una
marcada y muy práctica división de clases sociales.
Muchos aspectos del mundo prehispánico, y sobre todo los relacionados con la religión oficial, desaparecieron
para siempre por efecto de ese encuentro súbito y violento de las dos culturas trans-oceánicas; otros muchos,
y sobre todo los ligados a la religión popular, se ocultaron momentáneamente, para resurgir más tarde, a
veces en forma encubierta o sincretizada.
Hernando Ruiz de Alarcón escribió en 1629 un Tratado de las supersticiones y costumbres gentílicas que hoy
viven entre los indios naturales de esta Nueva España; ahí presenta el texto de algunas invocaciones o
conjuros que seguían practicándose clandestinamente en su tiempo. Así, por ejemplo, cuando un curandero-
adivino realizaba un sortilegio con granos de maíz antes de efectuar una curación o para adivinar la suerte
futura de una persona, recitaba en náhuatl el conjuro que, traducido libremente.
Las manifestaciones de la religión oficial indígena fueron severamente reprimidas por las autoridades, civiles y
religiosas, instauradas en Nueva España desde Europa por el poder imperial. Los pobladores indígenas que
sobrevivieron a la guerra de conquista y a los estragos de las nuevas enfermedades y de la explotación
desmedida abandonaron, en su inmensa mayoría y con mayores o menores reticencias, su antigua religión y
abrazaron la religión cristiana y católica de los conquistadores y evangelizadores.
Pero, junto a las creencias y las prácticas de la nueva religión han logrado persistir, bajo formas a veces
sutilmente veladas, algunos vestigios de la antigua religión, que ahora los etnólogos descubren e identifican,
sobre todo en las comunidades indígenas; a su vez, los historiadores, por medio de las fuentes escritas,
aprenden y reconstruyen numerosos elementos de la religión y la cultura de quienes antes que nosotros
habitaron en este territorio de México.
Cómo eran las ofrendas a los dioses antes de la llegada de los españoles.
La ofrenda que lo acompañaba era variada: una manta de lana de guanaco, dos túnicas o “unku” color
natural, dos gorros con orejeras y cubre nuca de lana gris con flecos terminales, un taparrabo o “wara” de
alpaca, un cinturón de lana y una media de lana de guanaco, seis ojotas de cuero crudo de camélido.
Cómo eran las ofrendas a los dioses de la llegada de los españoles.
Desde tiempos prehispánicos existían rituales de ofrenda para los cultivos y los ancestros. Los nahuas
consideraban a la siembra del mismo modo que lo hacían con la muerte: un ciclo constante que no podía
existir sin el otro. Se debían cosechar los frutos para volver a sembrar; sin embargo, los meses de cosecha se
temía que los cultivos murieran por ser el momento de transición entre la sequía y la abundancia. Como
tributo para continuar el ciclo, se hacían sacrificios y ofrendas con las que se buscaba compartir los frutos con
los ancestros. Entre los principales elementos que las ofrendas tenían, destacaban el cacao, dinero, cera, aves,
semillas y frutas.
Como parte de esta unión entre la cosecha y la muerte, los indígenas tenían dos fechas en las que veneraban
ambas. Según Fray Diego Durán sus nombres eran Miccailhuitontli o Fiesta de los muertecitos y Fiesta grande
de los muertos. La primera se llevaba a cabo en el noveno mes nahua (equivalente al mes de agosto en el
calendario gregoriano) y la segunda tenía lugar en el décimo mes. La Fiesta de los Muertecitos aún se lleva a
cabo en la alcaldía Magdalena Contreras el 1 de noviembre. En la montaña Acoconetla se dejan ofrendas con
ollas y jarros con leche, atole, chocolate y pan dulce.