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Capítulo Xiii
Capítulo Xiii
La guerra imperialista de 1914 pone fin al largo siglo del apogeo europeo que
se inicia en el Congreso de Viena. En un sentido más vasto, con la primera
crisis bélica del imperialismo en escala mundial concluye la "progresividad
histórica" global de la burguesía que había conquistado el poder político a fines
del siglo XVIII. La ausencia de un análisis académico quedará en evidencia tres
años después con el triunfo de la revolución rusa, al elevar al poder por primera
vez en la historia de la humanidad a la clase obrera. Pero si la burguesía
europea había terminado de construir en el siglo XIX sus grandes Estados
nacionales, el desarrollo histórico desigual y las necesidades del capitalismo en
expansión condujeron en América Latina a la fragmentación de la Nación
Latinoamericana y al establecimiento de veinte Estados. El Nuevo Mundo
alimentó con sus metales preciosos, los productos de su suelo y la sangre de
sus indígenas la acumulación primitiva del capital europeo, que a su vez
impidió necesariamente la formación de un capital nacional en las viejas
colonias hispano-portuguesas.17 La formación histórica de oligarquías
exportadoras y de pequeños núcleos de capital comercial portuario vinculados
a las grandes metrópolis industriales del mundo, obstaculizó en América Latina
el mismo desarrollo capitalista que se verificaba en Europa. La penetración
imperialista extranjera, al mismo tiempo, se alcanzó con la perpetuación del
atraso agrario. Se forjó así una sólida alianza entre las potencias
ultracivilizadas y cultas del mundo moderno con las oligarquías más
parasitarias de las semicolonias. Tecnologías en Europa y primitivismo agrario
en América Latina se revelaba la fórmula inseparable de la política imperialista.
La unilateralidad de las economías exportadoras se expresaba jurídica y
políticamente en la existencia de veinte Estados ridículos, objeto de las burlas
arrogantes de la sociedad europea y sus escribas. Si el capitalismo europeo
sólo había podido vencer el particularismo feudal y conquistar su mercado
interno con el establecimiento del Estado Nacional, cuyos límites territoriales
estaban marcados por la influencia de la lengua, en América Latina el idioma,
el territorio, la tradición popular, la unidad religiosa, la psicología común, los
análogos orígenes, sólo habían servido para volver más asombrosa su
balcanización, más trágica la deformación cultural, más escandaloso su
miserable destino histórico.
La nación latinoamericana había sido vencida por las armas y sus partes
enfrentadas entre sí; Estados Unidos e Inglaterra le habían arrebatado
territorios
inmensos (México y Belice); había visto crear nuevas "soberanías" en sus
grandes Estados (Panamá); había experimentado guerras fraticidas y suicidas:
la guerra chilena contra la Confederación Peruano- Boliviana, el genocidio de la
Triple Alianza contra el Paraguay; finalmente, se había establecido en sus
sistemas educativos la idea absoluta de un destino "nacional" particular. Este
proceso fue coincidente con el gigantesco despliegue de las fuerzas
productivas del capitalismo mundial y con el disfrute del más alto nivel de vida
que había
conocido la historia de Europa.
En 1914 las miradas del mundo confluían hacia la contemplación maravillada
de
ese pequeño apéndice territorial del Asia llamado Europa, polo magnético de la
riqueza, el poder y el espíritu.
2. Unilateralidad de la producción
Los veinte Estados de América Latina mantenían con Europa y Estados Unidos
relaciones económicas estrechas mucho mayores que entre sí. Había nacido el
modelo notable de canales por los que se derramaban y absorbían los frutos de
un intercambio único e incomunicable. El Atlántico y el Pacífico habían llegado
a ser "campo marítimo de la historia", pero de una historia en la que los
latinoamericanos desempeñábanse como objetos pasivos de un poder
dominante tan ajeno como hostil a su desenvolvimiento. Al aislamiento
económico y cultural de los Estados latinoamericanos entre sí, correspondía
una vinculación estrecha entre cada uno de ellos y la metrópoli respectiva,
Gran Bretaña o Estados Unidos, o ambas.
Alrededor de uno o dos productos exportables giraba toda la existencia social y
política de cada uno de dichos Estados. Cereales y carnes en la Australia
sudamericana (Uruguay y Argentina), café en el Brasil, cobre de Chile, tabaco
del Paraguay, estaño de Bolivia, algodón y petróleo del Perú, cacao del
Ecuador, café de Colombia, petróleo y café de Venezuela, frutas tropicales de
Centroamérica, minerales de México. Toda tentativa de promover una política
de industrialización independiente estaba excluida: en la política interna de
cada Estado la oligarquía comercial, agraria o minera asociada al capital
extranjero dominaba la política local, el control de la tarifa aduanera y la
selección de las importaciones.
3. De la imitación a la revolución
La venta de ferretería de Sheffield y de libros de Adam Smith eran dos rubros
indisociables en la exportación inglesa hacia América Latina. El Imperio
británico abastecía los mercados, las costumbres y las ideas de las
aristocracias terratenientes, que a su vez imponían a sus pequeñas burguesías
el estilo intelectual procedente de Europa. El atraso económico y cultural de las
grandes
masas sin historia las preservaba de esta deformación. Esta era la única
ventaja
dramática de su marginalización y postrera reserva del nacionalismo
latinoamericano.
En la Argentina, los hombres de la "gente decente" encargaban los trajes a sus
sastres de Londres, que ya tenían las medidas. En Río y en Pernambuco, la
clase dirigente usaba tejidos ingleses de abrigo, confeccionados para el duro
clima de la Europa nórdica. Los caballeros usaban el cuello de «croisé» y
disertaban, ahogados en el trópico, bajo el infierno de tejidos legítimos
fabricados para otros climas.
"Una familia rica se distinguía por el grosor del tejido que usaba. Cuanto más
gruesos, encorpados y compactos eran los tejidos, mejor era la familia. ¡Y todo
el mundo sentía frío!".19 Esta sociedad imitativa, que había olvidado la historia
común y esperaba con impaciencia las noticias europeas, sufre una conmoción
con el estallido de la guerra mundial. En 1914 desaparecía un mundo pacífico y
estable. Las colonias y semicolonias son incorporadas a la historia mundial.
Los hindúes aprenden a manejar las armas. Cuando las potencias aflojan sus
tentáculos sobre los continentes sometidos, América Latina despierta de un
largo sueño. El librecambio es aniquilado por el bloqueo marítimo; se insinúan
las formas de una incipiente industrialización. Los antiguos peones de
estancias, fundos o chacras derivan hacia las nuevas fábricas. De la
Revolución Rusa en 1917 se desprende una fuerza electrizante: las masas
explotadas del mundo entero vuelven su cabeza hacia la Rusia en armas.
También la pequeña burguesía latinoamericana se siente partícipe de la
historia y las Universidades esclerosadas por las oligarquías académicas se
convierten en foros de una nueva -oleada revolucionaria. La ferocidad
sangrienta del imperialismo mundial aparece ante los ojos de las masas
populares latinoamericanas sin disfraz.
El repugnante contraste entre la fraseología "democrática" y "civilizadora" de
los Imperios y su furia homicida queda al desnudo, salvo para las minorías de
la inteligencia cosmopolita que aclaman al bando de la "cultura". En la
Argentina irrumpe en ese período un gran movimiento nacional y popular
encabezado por el caudillo Hipólito Yrigoyen. Inequívocamente representa a las
clases medias, artesanas, obreras y rurales en lucha contra la vieja oligarquía
terrateniente. Pretende una democratización del régimen político y la renta
agraria. Pero el yrigoyenismo no es sólo aquello que se ve y los votos que se
cuentan uno por uno en los comicios. Detrás de Yrigoyen está la Patria Vieja,
los gauchos pobres, las mujeres en silencio, la guerra en el Desierto, los
últimos federales.
El sistema de ideas del aprismo peruano fue formulado entre 1924 y 1930. Su
período de formación transcurrió pues, entre la Reforma Universitaria de 1918 y
la crisis mundial de 1929. Puede afirmarse categóricamente que su programa
fue la más alta expresión política y teórica de la pequeña burguesía
latinoamericana y al mismo tiempo la clave de su histórica limitación. 24 En la
esencia de la teoría del aprismo sobre la naturaleza del imperialismo se
encontraba "ab ovo" su posterior declinación y hasta el germen de la
argumentación contemporánea de las burguesías nacionales latinoamericanas
sobre el "desarrollo" económico con la ayuda del capital extranjero. Haya de la
Torre expuso con total claridad este punto de vista en su polémica con Julio
Antonio Mella, el comunista cubano asesinado por el dictador Machado a fines
de 1929. Enfrentados en el congreso antiimperialista de Bruselas de ese mismo
año, Mella escribió un folleto publicado en México en 1928 titulado ¿Qué es el
APRA?25 La respuesta de Haya de la Torre al folleto en cuestión resultó su libro
más representativo: El Antiimperialismo y el APRA.26 Por sus aspectos
positivos y negativos se trata de un libro fundamental. Mella acababa de
regresar de Moscú y estaba deslumbrado por las conquistas revolucionarias y
la personalidad de sus dirigentes. En su trabajo, el militante cubano anticipa
varios de los puntos de vista que serán patrimonio común en los próximos
cuarenta años entre el stalinismo latinoamericano y sus derivados de la
izquierda cosmopolita. Así, al comentar la frase aprista Nuestro programa
económico es nacionalista, Mella afirmaba: ¡También los fascistas son
nacionalistas!27 de allí podía inferirse su incomprensión de las diferencias entre
naciones opresoras y naciones oprimidas o, en otras palabras, entre el histórico
antagonismo del imperialismo con los países coloniales que generan formas
políticas antagónicas, sean estas democráticas, nacionalistas y aún
"marxistas". Mella agregaba que los revolucionarios rusos socializaron
inmediatamente la tierra.28
Era un error frecuente en la época. El gobierno bolchevique realizó una reforma
agraria de tipo burgués, distribuyendo la tierra en propiedad individual a los
campesinos.29 Al mencionar con ironía la palabra nacionalización empleada por
el APRA, Mella escribe que "se está hablando con el lenguaje de todos los
reformistas y embaucadores de la clase obrera... En Alemania, en Francia y en
los Estados Unidos hay industrias nacionalizadas. Sin embargo, no se puede
afirmar que Coolidge o Hindenburg sean marxistas". 30 Los viejos ejemplos se
vuelven modernos a causa de los actuales verbalistas de la izquierda abstracta
en América Latina.
8. Nacionalismo y socialismo
Por supuesto, la razón estaba de parte de Haya de la Torre. Nada más erróneo
que identificar las nacionalizaciones en un país imperialista con las de un país
semicolonial. De este modo, la nacionalización del petróleo mexicano por
Cárdenas tendría el mismo significado de la realizada en la Francia imperialista
en la industria automovilística en 1946. Esta última obedecía al déficit de esa
industria, salvado por el Estado imperialista mediante una generosa
indemnización. Pero los propietarios "nacionalizados" en Francia eran
franceses,
no extranjeros, y la Francia burguesa nada tenía que temer de ellos. La
nacionalización en México, por el contrario, era un acto defensivo de un país
revolucionario ante los capitales extranjeros".31
"Para hablar concretamente, escribía Mella, liberación nacional absoluta, sólo
la obtendrá el proletariado, y será por medio de la revolución obrera". 32 Al pasar
por alto las tareas de la unidad nacional de América Latina, principal factor para
la liberación latinoamericana del imperialismo, el militante cubano resumía la
estrategia revolucionaria en la fórmula lapidaria de: "revolución obrera".
NOTAS
1 Andrés Molina Enríquez. Los grandes problemas nacionales, 1909, cit. Por
José E. Iturriaga, La Estructura social y cultural de México, p. 106, Ed. Fondo
de Cultura Económica, 1951, México.
2 Jesús Silva Herzog, Breve historia de la revolución mexicana, p. 22, Tomo I,
Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1960.
3 M. S. Alperovich y B. T. Rudenko, La Revolución Mexicana de 1910-1917 y la
política de los Estados Unidos, p. 33, Ed. Fondo de Cultura Popular, México,
1960.
4 Silva Herzog, ob. cit. p. 14.
5 Alperovich y Rudenko, ob. cit., p. 32.
6 Silva Herzog, ob. cit, p. 16.
7 Era una broma corriente, cuando alguien preguntaba si Terrazas era del
Estado de Chihuahua, responder: "No, el Estado de Chihuahua es de
Terrazas".
8 Silva Herzog, ob. cit., p. 20.
9 El jornal de un peón al estallar la Revolución mexicana era de 18 a 25
centavos por día (el peso mexicano equivalía a 1 dólar). El peón recibía un
salario igual al de sus antepasados de 1792. Pero el costo de los artículos
fundamentales {arroz, maíz, trigo y frijol) se había duplicado en un siglo.
10 V. México Insurgente, De John Reed, Buenos Aires.
11 Luis Enrique Erro, Los pies descalzos, cit. en Silva Herzog, ob. cit. p. 30.
12 Dice Marx en El Capital: _"En algunos países, sobre todo en México.... la
esclavitud aparece disfrazada bajo la forma de peonaje. Mediante anticipos que
han de rescatarse trabajando y que se transmiten de generación en
generación, el peón, y no sólo él, sino también su familia, pasa a ser, de hecho,
propiedad de otras personas y de sus familias", Tomo I, P. 122, Ed. Fondo de
Cultura Económica, México, 1964.
13 En 1810, Morelos firmaba un documento en el que se declaraba que a partir
de ese momento ya no se llamaría a los hijos del país "Yndios, Mulatos, ni
castas, sino todos generalmente Americanos. Nadie pagará tributo, ni habrá
esclavos en lo sucesivo, y todos los que los tengan, sus amos serán
castigados. No hay cajas de Comunidad, y los Yndios percibirán la renta de sus
tierras como suyas propias en lo que son las tierras, Todo Americano que deva
qualquiera cantidad a los Europeos no está obligado a pagársela; pero si al
contrario deve el Europeo, pagará con todo rigor lo que deva al Americano", en
Alfonso Teja Zabre, Morelos. p. 144, Ed. Espasa-Calpe Argentina, Buenos
Aires, 1946.
14 La evolución de Porfirio Díaz, desde sus iniciales épocas de enfrentamiento
con los Estados Unidos hasta su desconfiada amistad con los peligrosos
vecinos está detalladamente narrada por Daniel Cosío Villegas en Estados
Unidos contra Porfirio Díaz, México.
15 V. Aperovich y Rudenko, ob. cit., p. 64.
16 Carlos Fuentes: Tiempo mexicano, p. 61, Ed. Cuadernos de Joaquín Martiz,
México, 1980.
17 Las grandes fortunas acumuladas por criollos, civiles o eclesiásticas, no
pueden ser clasificadas como "capital nacional" en el sentido reproductivo y
dinámico de la expresión. Su reinversión revestía un carácter suntuario,
usurario y litúrgico, que se agotaba en sí mismo. Véase el ejemplo de Ouro
Preto en Brasil, de Potosí en Bolivia o de Lima en Perú. Ni la plata del Potosí,
ni el oro de
Ouro Preto impulsaron a extraer mineral de hierro y construir una siderurgia.
Pero las tres espléndidas ciudades quedaron como museos de un auge
desaparecido.
18 Cfr. Charles A. Beard, Una interpretación económica de la Constitución de
los Estados Unidos, p. 100, Ed. Arayú, 1953, Buenos Aires.
19 Gilberto Amado, cit., por Paulo R. Schilling, ob. cit, p. 85.
20 La palabra "nacional" es empleada aquí en un forzoso sentido práctico y
provisional. Sólo lo latinoamericano es "nacional" y si llamamos "nacionales" a
los movimientos populares y revolucionarlos de Bolivia, Perú, Argentina, etc.,
es exclusivamente para indicar la participación de clases diferentes en su seno.
Estos movimientos son realmente "estaduales" y por lo demás sólo podrán
alcanzar sus objetivos de liberación en el marco de la Confederación
Latinoamericana.
21V. estudio detallado del radicalismo de Yrigoyen en Ramos, Del Patriciado a
la oligarquía (1862-1904) y La Bella Época (1904-1922), Ed. del Mar Dulce,
Buenos Aires, 1982.