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CAPITULO I

El viaje

Lacuca era un joven aficionado a los videojuegos de realidad virtual. Su


favorito era "Mundo Mutante", un juego de rol online masivo, ambientado
en un futuro distópico donde la humanidad había sido dividida en dos
facciones: los normales y los mutantes. Los normales eran los que
conservaban su ADN original, mientras que los mutantes eran los que
habían sido alterados genéticamente por la exposición a un mineral raro
llamado solafita, que les otorgaba poderes sobrenaturales.

Lacuca siempre había soñado con ser un mutante, ya que le parecían más
interesantes y divertidos que los normales. Por eso, en el juego, había
elegido ser un mutante de tipo fuego, capaz de controlar las llamas a su
antojo. Se había unido a una guild de mutantes rebeldes, que luchaban
contra el régimen opresor de los normales, liderado por el tiránico
Presidente Zark.

Un día, mientras jugaba, recibió una invitación de su guild para


participar en una misión especial. Se trataba de infiltrarse en una base
secreta de los normales, donde se rumoreaba que había un gran depósito de
solafita. El objetivo era robar el mineral y usarlo para potenciar a los
mutantes y liberar al mundo de la tiranía.

Lacuca aceptó la invitación sin dudarlo. Se puso su casco de realidad


virtual y se conectó al juego. Al instante, se encontró en el punto de
encuentro con sus compañeros de guild. Eran un grupo variado de mutantes,
cada uno con sus propias habilidades y personalidades. Lacuca los saludó
con entusiasmo y se preparó para la misión.

La guild tenía un plan. Habían conseguido un vehículo camuflado, que les


permitiría acercarse a la base sin levantar sospechas. Una vez allí,
usarían sus poderes para abrirse paso hasta el depósito de solafita.
Luego, cargarían el mineral en el vehículo y escaparían lo más rápido
posible.

Todo parecía ir bien, hasta que llegaron a la base. Al entrar, se dieron


cuenta de que habían caído en una trampa. La base estaba llena de
soldados normales, armados con rifles de plasma y granadas de choque. Los
mutantes fueron rodeados y atacados por todos lados.

Lacuca no se dejó intimidar. Sacó su pistola de fuego y empezó a disparar


llamas a los enemigos. Al mismo tiempo, usó su poder para crear una
barrera de fuego alrededor de sus compañeros, protegiéndolos de los
disparos. Lacuca era uno de los mutantes más fuertes de su guild, y tenía
mucha confianza en sus habilidades.

Sin embargo, pronto se dio cuenta de que estaba en desventaja. Los


soldados normales eran demasiados y estaban bien entrenados. Además,
tenían un arma secreta: un cañón de solafita, capaz de disparar un rayo
de energía pura, que podía atravesar cualquier defensa.

Lacuca vio con horror cómo el cañón apuntaba hacia él y sus compañeros.
No tuvo tiempo de reaccionar. El rayo de solafita impactó contra su
barrera de fuego, rompiéndola y alcanzándolo a él y a los demás.

Lacuca sintió un dolor insoportable. Todo su cuerpo se quemó por dentro y


por fuera. Su visión se nubló y perdió el conocimiento.

Lo último que escuchó fue la voz de su guild master, diciéndole:

- Lo siento, Lacuca. Te fallamos.

Lacuca pensó que iba a morir. Pero no fue así.

Cuando volvió en sí, se encontró en un lugar desconocido. Era un bosque


verde y frondoso, lleno de árboles gigantes y flores exóticas. El sol
brillaba en el cielo azul y el aire era fresco y puro.
Lacuca estaba confundido. ¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba? ¿Qué había
sido de sus compañeros? ¿Y de su juego?

Entonces, escuchó una voz en su cabeza. Era una voz femenina, dulce y
melodiosa, que le dijo:

- Bienvenido, Lacuca. Has sido elegido para ser el héroe de este mundo.
Un mundo donde los mutantes y los normales conviven en paz y armonía. Un
mundo donde la solafita es la fuente de toda vida y magia. Un mundo
llamado... Solafiria.
CAPITULO II
La revelación

Lacuca no podía creer lo que escuchaba. ¿Un héroe? ¿Un mundo nuevo? ¿Qué
significaba todo eso?

- ¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí? -preguntó Lacuca, mirando a su


alrededor, buscando el origen de la voz.

- Soy Solara, la diosa de la solafita. Te he traído a este mundo para que


cumplas tu destino. -respondió la voz.

- ¿Mi destino? ¿De qué estás hablando? -insistió Lacuca, cada vez más
confuso y asustado.

- Te lo explicaré todo, pero primero debes calmarte. Estás a salvo aquí.


Nadie te hará daño. -dijo la voz, con un tono tranquilizador.

- ¿A salvo? ¿Cómo puedes decir eso? Acabo de ser atacado por un cañón de
solafita y luego transportado a un lugar desconocido. ¿Cómo sé que no
eres una trampa más? -replicó Lacuca, desconfiado.

- No soy una trampa, Lacuca. Soy tu aliada. Te he salvado la vida. El


cañón de solafita no te mató, sino que te abrió un portal a este mundo.
Un mundo donde puedes ser lo que siempre quisiste ser: un mutante. -
explicó la voz.

- ¿Un mutante? ¿Qué quieres decir? -preguntó Lacuca, intrigado.

- En este mundo, todos los seres vivos tienen solafita en su cuerpo. La


solafita es la fuente de toda vida y magia. Gracias a ella, los seres
pueden desarrollar poderes especiales, según su afinidad elemental. Hay
cinco elementos: fuego, agua, tierra, aire y luz. Tú tienes una afinidad
con el fuego, por eso puedes controlar las llamas. -continuó la voz.

- Espera, espera. ¿Estás diciendo que en este mundo soy un mutante de


verdad? ¿Que puedo usar mis poderes como en el juego? -preguntó Lacuca,
emocionado.

- Así es, Lacuca. Eres un mutante de tipo fuego, y puedes usar tus
poderes como quieras. Pero no solo eso. Eres un mutante especial, un
mutante legendario. Eres el elegido por la solafita, el héroe de este
mundo. -afirmó la voz.

- ¿El héroe? ¿Qué significa eso? ¿Qué se supone que tengo que hacer? -
preguntó Lacuca, abrumado.

- Tienes que salvar este mundo, Lacuca. Este mundo está en peligro. Una
amenaza se cierne sobre él. Una amenaza llamada... la oscuridad. -dijo la
voz, con gravedad.

- ¿La oscuridad? ¿Qué es eso? -preguntó Lacuca, curioso.

- La oscuridad es el enemigo de la solafita, el enemigo de la vida. Es


una fuerza maligna que quiere destruir este mundo y todo lo que hay en
él. La oscuridad se manifiesta de muchas formas: monstruos, enfermedades,
desastres naturales, guerras, corrupción... La oscuridad se alimenta del
miedo, el odio, la codicia y la violencia. La oscuridad es el mal
absoluto. -explicó la voz.

- ¿Y cómo se puede detener la oscuridad? -preguntó Lacuca, preocupado.

- Solo hay una forma de detener la oscuridad: con la luz. La luz es el


aliado de la solafita, el aliado de la vida. Es una fuerza benéfica que
quiere proteger este mundo y todo lo que hay en él. La luz se manifiesta
de muchas formas: esperanza, amor, bondad, paz, justicia... La luz se
nutre de la fe, el coraje, la generosidad y la armonía. La luz es el bien
supremo. -respondió la voz.

- ¿Y qué tiene que ver todo eso conmigo? -preguntó Lacuca, confundido.

- Tú eres la luz, Lacuca. Tú eres el portador de la luz. Tú eres el que


puede hacer brillar la solafita con todo su esplendor. Tú eres el que
puede liberar este mundo de la oscuridad. Tú eres el héroe de Solafiria.
-declaró la voz.

- ¿Yo? ¿Por qué yo? ¿Qué me hace tan especial? -preguntó Lacuca,
incrédulo.

- Porque tú eres el elegido, Lacuca. El elegido por la solafita. La


solafita te ha escogido a ti entre todos los seres de este mundo y de
otros mundos. La solafita te ha otorgado el don de la luz, el don más
poderoso y sagrado que existe. La solafita te ha encomendado la misión de
salvar este mundo. La solafita te ha dado la oportunidad de vivir una
gran aventura. -respondió la voz.

- ¿Una gran aventura? -repitió Lacuca, pensativo.

- Sí, Lacuca. Una gran aventura. Una aventura llena de acción, emoción,
diversión, amistad, romance, misterio, magia y heroísmo. Una aventura que
cambiará tu vida y la de muchos otros. Una aventura que te hará feliz. -
dijo la voz, con entusiasmo.

- ¿Feliz? -repitió Lacuca, dudoso.

- Sí, Lacuca. Feliz. ¿No es eso lo que siempre has querido? ¿No es eso lo
que buscabas en el juego? ¿No es eso lo que te falta en tu mundo? -
preguntó la voz, con sinceridad.

Lacuca se quedó en silencio. Pensó en su mundo, en su vida. Pensó en lo


aburrido que era todo, en lo solo que se sentía, en lo vacío que estaba.
Pensó en el juego, en su sueño de ser un mutante, en su deseo de vivir
una aventura. Pensó en este mundo, en su destino de ser un héroe, en su
oportunidad de vivir una aventura.

Lacuca tomó una decisión.

- Está bien. Lo haré. Acepto ser el héroe de este mundo. Acepto vivir
esta aventura. Acepto ser feliz. -dijo Lacuca, con determinación.

- Me alegro de oír eso, Lacuca. Has tomado la decisión correcta. No te


arrepentirás. Te prometo que te ayudaré en todo lo que pueda. Te guiaré,
te aconsejaré, te protegeré. Estaré siempre contigo, en tu mente y en tu
corazón. -dijo la voz, con alegría.

- Gracias, Solara. Eres muy amable. Espero que podamos ser amigos. -dijo
Lacuca, con gratitud.

- Lo somos, Lacuca. Lo somos. Ahora, levántate y mira a tu alrededor.


Este es tu nuevo mundo. Este es Solafiria. -dijo la voz, con orgullo.

Lacuca se levantó y miró a su alrededor. Vio el bosque, el sol, las


flores. Vio la belleza, la vida, la magia. Vio la solafita, la luz, el
bien.

Lacuca sonrió.

- Este es mi nuevo mundo. Este es Solafiria. -repitió Lacuca, con


admiración.

- Y tú eres el héroe de Solafiria. -añadió la voz, con admiración.

- Y yo soy el héroe de Solafiria. -concluyó Lacuca, con confianza.

Así comenzó la gran aventura de Lacuca, el héroe de Solafiria.


CAPITULO III
El triunfo

Lacuca había recorrido todo Solafiria, buscando la forma de detener la


oscuridad. Había conocido a muchos amigos y aliados, que le habían
ayudado en su aventura. Había aprendido a dominar su poder de la luz, y a
usarlo para el bien. Había descubierto los secretos de la solafita, y su
conexión con él. Había vivido momentos de alegría, tristeza, amor, dolor,
risa, llanto, victoria y derrota. Había crecido como persona, como
mutante y como héroe.

Ahora, estaba frente al último desafío. El desafío final. El desafío


definitivo.

La oscuridad.

La oscuridad se había manifestado en su forma más terrible: un dragón


negro, gigantesco y monstruoso, que escupía fuego oscuro y destruía todo
a su paso. El dragón era la encarnación de todo el mal que había en el
mundo, y solo Lacuca podía detenerlo.

Lacuca no estaba solo. Lo acompañaban sus mejores amigos y compañeros de


guild: Rina, la mutante de tipo agua, que podía controlar el líquido
vital; Leo, el mutante de tipo tierra, que podía manipular la roca y el
metal; Nia, la mutante de tipo aire, que podía crear vientos y tormentas;
y Lila, la mutante de tipo luz, que podía curar y bendecir. Todos ellos
eran mutantes legendarios, como Lacuca, y habían sido elegidos por la
solafita para ayudarlo en su misión.

También lo acompañaba Solara, la diosa de la solafita, que le hablaba en


su mente y le daba ánimos y consejos.
- Estoy orgullosa de ti, Lacuca. Has llegado muy lejos. Has demostrado
ser un verdadero héroe. Ahora, solo queda un paso más. Solo queda vencer
a la oscuridad. -le dijo Solara.

- Gracias, Solara. Eres muy amable. Sin ti, no lo habría logrado. -le
respondió Lacuca.

- No, Lacuca. Sin ti, yo no lo habría logrado. Tú eres el que me ha dado


esperanza. Tú eres el que me ha hecho brillar. Tú eres el que me ha
salvado. -le dijo Solara.

- ¿Salvado? ¿De qué? -preguntó Lacuca.

- De la oscuridad, Lacuca. La oscuridad no solo quiere destruir el mundo,


sino también a mí. La oscuridad quiere apagar la solafita, y con ella, a
mí. La oscuridad quiere acabar con la vida y la magia. La oscuridad
quiere acabar con todo. -le explicó Solara.

- ¿Y cómo podemos evitarlo? ¿Cómo podemos derrotar a la oscuridad? -


preguntó Lacuca.

- Con la luz, Lacuca. Con la luz que hay en ti. Con la luz que hay en la
solafita. Con la luz que hay en el mundo. Con la luz que hay en todos. -
le respondió Solara.

- ¿Cómo? -preguntó Lacuca.

- Te lo mostraré, Lacuca. Te mostraré el poder de la luz. Te mostraré el


poder de la solafita. Te mostraré el poder de tu destino. -le dijo
Solara.

Entonces, Solara hizo algo increíble. Hizo que la solafita que había en
el cuerpo de Lacuca, y en el de sus amigos, y en el de todos los seres
vivos, y en el de todo el mundo, se iluminara con un brillo intenso y
cálido. Un brillo que se expandió por todo Solafiria, creando una red de
luz que conectaba a todos y a todo. Una red de luz que era la expresión
de la vida y la magia. Una red de luz que era la expresión de la
esperanza, el amor, la bondad, la paz y la justicia. Una red de luz que
era la expresión del bien.

- Esto es la luz, Lacuca. Esto es la solafita. Esto es lo que eres tú.


Esto es lo que somos todos. Esto es lo que podemos hacer juntos. Esto es
lo que puede vencer a la oscuridad. -le dijo Solara.

- Es hermoso, Solara. Es maravilloso. Es increíble. -dijo Lacuca,


maravillado.

- Sí, Lacuca. Lo es. Y ahora, es el momento de usarlo. Es el momento de


luchar. Es el momento de triunfar. -le dijo Solara.

- Sí, Solara. Lo es. Y ahora, estoy listo. Estoy listo para luchar. Estoy
listo para triunfar. -dijo Lacuca, decidido.

Lacuca se dirigió hacia el dragón de la oscuridad, seguido por sus amigos


y por todos los mutantes y normales que se habían unido a su causa. Todos
ellos estaban iluminados por la luz de la solafita, y sentían su fuerza y
su valor. Todos ellos estaban dispuestos a darlo todo por el mundo, por
la vida, por la magia, por el bien.

Lacuca se enfrentó al dragón, y le lanzó una llamarada de fuego blanco,


el fuego de la luz. El dragón le devolvió el ataque con una llamarada de
fuego negro, el fuego de la oscuridad. Los dos fuegos chocaron, creando
una explosión de colores y sonidos.

Así comenzó la batalla final. La batalla entre la luz y la oscuridad. La


batalla entre el bien y el mal. La batalla entre Lacuca y el dragón.

La batalla fue épica. Lacuca y el dragón se atacaron con todo lo que


tenían, sin dar ni pedir cuartel. Lacuca contó con la ayuda de sus
amigos, que usaron sus poderes para apoyarlo y protegerlo. El dragón
contó con la ayuda de sus secuaces, que usaron sus armas para atacarlo y
distraerlo. La batalla fue larga y dura, y hubo bajas y heridos en ambos
bandos. La batalla fue incierta y tensa, y hubo momentos de duda y miedo
en ambos bandos.

Pero al final, solo hubo un vencedor. Un vencedor que se impuso con su


voluntad, su coraje, su fe y su amor. Un vencedor que se impuso con su
luz.

Lacuca.

Lacuca logró asestar el golpe final al dragón, atravesando su corazón con


una estaca de fuego blanco. El dragón soltó un rugido de agonía, y se
desplomó en el suelo. El dragón estaba muerto. La oscuridad estaba
vencida.

Lacuca se acercó al cadáver del dragón, y le quitó la estaca. Al hacerlo,


vio que la estaca no era de fuego, sino de solafita. Era una solafita
blanca, pura y brillante, que emanaba una luz cegadora. Era la solafita
de la luz. Era la solafita de Lacuca.

Lacuca tomó la solafita en sus manos, y sintió su calor y su poder.


Sintió que la solafita era parte de él, y él era parte de la solafita.
Sintió que la solafita era la luz, y él era la luz. Sintió que la
solafita era el bien, y él era el bien.

Lacuca alzó la solafita al cielo, y la luz se expandió por todo el mundo,


disipando las sombras y las tinieblas. La luz llenó el mundo de vida y de
magia. La luz llenó el mundo de esperanza y de amor. La luz llenó el
mundo de bien.

Lacuca había triunfado. Lacuca había salvado el mundo. Lacuca había


cumplido su destino.

Lacuca era el héroe de Solafiria.


Todos lo celebraron. Todos lo aclamaron. Todos lo abrazaron. Todos lo
amaron.

Solara también lo celebró. Solara también lo aclamó. Solara también lo


abrazó. Solara también lo amó.

- Lo hiciste, Lacuca. Lo hiciste. Eres increíble. Eres maravilloso. Eres


el mejor. -

FIN

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