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CADA COSA EN SU LUGAR

Personajes:

- Matilde 30 años, carácter distraído


- Rubén del Mal Revés 40 años, ladrón
- Carmela 20 años, empleada coqueta de la boutique
- La vecina, 45 años, sorda
- El vendedor 30 años, tartamudo
- El portero 35 años, maricón

Lugar, Una casa modesta, representa cocina y comedor. Dos entradas, una
de la cocina a la calle, otra del comedor a las habitaciones. Un biombo y
división en medio. Todo en la casa en desorden, todo tirado, las cosas más
inverosímiles regadas por el suelo. Se podría pensar que nadie recoge nada.
El apartamento es pequeño.

ACTO ÚNICO

Al abrirse el telón aparece Matilde en la cocina, mal peinada con crema en la


cara, tubos en el cabello, con bata y chanclas. Hecha en la licuadora dos
huevos, agua y otras sustancias, a la vez que mueve algo en la cacerola y
apaga otra que separa de la lumbre. La radio, que es portátil en ese
momento da la noticia. Locutor -… “Y por ese motivo suplicamos a todas las
personas de la ciudad tengan sumo cuidado, ya que va armado y puede
resultar peligroso. La policía repartida por diferentes puntos de la
ciudad…”(Matilde apaga la radio). Al momento entra Rubén del Mal Revés
con pistola en mano, tropieza contra una andadera, pero sigue caminando
muy serio. Apunta a Matilde, la cual contestará siempre atendiendo a sus
cosas y sin prestar atención a Rubén.)

Rubén: ¡Arriba las manos!

Matilde: Imposible señor. ¿No ve que si subo las manos se bajará el turrón?

Rubén: ¡Es una orden!

Mat: No. Es para cuatro órdenes, hoy viene a cenar el jefe de mi esposo con
su esposa.

Rubén: Me refiero a que le acabo de dar una orden. ¡Suba las manos!
Mat: Bueno, dentro de un momento, cuando acabe con esto con mucho gusto
lo haré.

Rubén: ¡Señora!... ¡Basta!... ¡Soy Rubén del Mal Revés!

Matilde: Mucho gusto señor al revés, me llamo Matilde (Le extiende la mano.
Totalmente atolondrado, con la pistola en ella, Rubén la extiende también,
ella recapacita, se limpia la mano en el delantal y lo saluda tomándolo por la
pistola). Ahora que ya nos conocemos, ayúdeme por favor, mi esposo dice
que cada cosa en su lugar y cada lugar con sus cosas, y es muy cierto, por
eso yo procuro ser siempre muy ordenada. Quite por favor el andador de en
medio, alguien se puede tropezar.

Rubén: (la quita) Está bien pero suba las manos (se oye el llanto de un niño)

Matilde: ¡Ay el niño!, estas criaturitas del señor se despiertan cuando menos
deben, siga moviendo aquí para que no se baje el turrón (señala la pistola),
deje eso por ahí. Cada cosa en su lugar, recuérdelo. (Va a la habitación con
una mamila en la mano. Rubén pone la pistola sobre la mesa y suspirando
empieza a batir el turrón. Se oye una sirena de policía y se esconde tras el
biombo sacando solo la cabeza, sin dejar de batir el turrón, la sirena se
aleja, regresa Matilde)

Matilde: Ya le he dejado la mamila bien colocadita sobre el palo de golf


(Rubén la mira con extrañeza), si, es como mejor se queda… pero no se
quede ahí parado mirándome, ayúdeme. (Toma la pistola de la mesa y apunta
hacia él moviendo la pistola reconviniéndole)(Rubén sube las manos
instintivamente) ¿Qué hace esto aquí? ¡Cada cosa en su lugar!, guarde esto
en su funda anda (suena el teléfono y Matilde corre de un lado para otro,
con Rubén tras de ella, hasta que ve el teléfono en el suelo y lo contesta,
Rubén la amenaza con la pistola, ella no le hace caso) ¡Hola querido!... no… no
te preocupes todo va bien, si la casa en orden… no, no envíes a nadie, aquí
hay un señor que me está ayudando… no… no creo que tenga prisa… (Rubén le
hace señas de que si habla le irá mal pero ella no le hace caso y continúa
igual) Pues un poco raro, pero parece buena gente… no, no necesito nada…
¡Ah!, tráeme servilletas… si, ya se que me acabas de traer un paquete ayer,
pero por equivocación las eché al buzón y… si, pero mientras encuentro la
llave… gracias querido, y no te preocupes, cada cosa en su lugar te lo
prometo. Adiós. (Rubén descansa y vuelve a dejar en la mesa la
pistola)(Matilde al ver la pistola)¡Pero cuantas veces he de repetirte que
cada cosa en su lugar!

Rubén: Señora, escúcheme… ¿No se da cuenta de que tengo una pistola?

Matilde: ¡Claro que me doy cuenta!, la anda usted dejando por todas partes

Rubén: ¡Señora!, soy un ladrón de categoría, hágame el favor de subir las


manos (timbre de la puerta)

Matilde: Bueno, está bien, y… si yo subo las manos ¿quién abre? ¿usted?

Rubén: Está bien, abra, pero con cuidado (guarda la pistola)

Matilde: (abre y aparece la vecina sorda) ¡Buenas tardes, que alegría vecina,
usted por aquí, que milagro!

Vecina: No, vecinita, lo siento, pero no tengo limones agrios, vengo por un
poco de azúcar

Matilde: Ay lo siento vecina, pero no puede usted pasar, porque este


hombre tiene una pistola

Vecina: ¡Ay! ¡Que maravilla!, ¡me encantan las estolas!... quiero verlas (se
mete) (Rubén guarda la pistola apresuradamente)

Matilde: (A Rubén) No se preocupe es sorda como una tapia

Rubén: Dígale que no vendo nada… y que se largue volando (deseperado)

Vecina: Sí, claro que las estolas van con vestido largo

Matilde: Vecina, el señor no vende estolas, esa no es su profesión

Vecina: ¿En camisón? ¡Ay por dios vecinita! ¡qué ocurrencia! ¡cómo voy a
probármela con un camisón! No, tiene que ser con un vestido de noche.

Rubén: ¡Qué plaga!

Vecina: ¿En la plaza?, pues yo no he visto nada


Matilde: Bueno, aquí tiene lo que quería, venga, que yo tengo que terminar
mis cosas y no tengo tiempo para nada (Matilde se va a la cocina a seguir
trabajando)

Vecina: ¿Cuándo trae las estolas para verlas?

Rubén: ¡Yo no vendo eso!, ¡No vendo nada!, entiéndame… ¡van a volverme loco
entre las dos!

Vecina: Anda ya, que no. Apenas son las 11 y cuarto, quizá si como dice
cierran a las dos, le de tiempo de ir y venir

Rubén: (gritando y con lentitud) Yo no vendo nada, no me dedico a eso, yo


hoy me muero

Vecina: Si, mi marido tiene dinero, puede comprarme la estola, estoy segura

Rubén: (gritando desesperado) no dije eso, dije que no vendo nada, no soy
vendedor

Vecina: ¿Un fiador?, con mucho gusto, no creo que haya problema

Rubén: ¿Por qué dios mío? ¿por qué? ¿por qué me metería en esta casa de
locas?

Vecina: ¡Ah no!, las de foca me dan alergia, me gustan más las de Chinchilla,
pero si no tiene puede ser de otra cosa

Rubén: (a Matilde) Por favor, dígale que se vaya o no respondo de mí

Vecina: ¿Mink?, si estaría bien de mink, pero prefiero de Chinchilla, bueno


gracias por el azúcar, hasta luego (saliendo, a Rubén) Y avíseme cuando las
traiga

Matilde: Siento mucho lo ocurrido, es un poco sorda… bien, ya casi acabo,


ayúdeme a dejarlo todo en orden

Rubén: No la ayudo a nada (gritando) soy malo, muy malo, soy un ladrón de
categoría, vengo a refugiarme de la policía y usted es mi prisionera y si no
me haces caso (amenazante) le juro que.. (saca la pistola)

Matilde: ¡Santo dios!, había olvidado por completo el bizcocho, páseme el


trapo (corre al horno, Rubén le da el trapo) ¡mmm! Huele bien ¿verdad?
Rubén: ¡Basta! Por favor señora (desesperado) (suena el timbre de la puerta,
Matilde va a abrir. Rubén esconde la pistola poniendo las manos atrás. Entra
Carmen, la vendedora de la tienda de ropa).

Matilde: ¿Dígame?

Carmen: Vengo de la boutique con el vestido que me encargó. Ya está


arreglado

Matilde: ¡Ah si!, pase por favor

Carmen: Gracias (al ver a Rubén, muy coqueta) ¡holaaaa!

Rubén: (de mal humor), hola

Matilde: no tardo nada en ir por el dinero (sale)

Carmen: (coqueta) que simpática es su prima

Rubén: no es mi prima (siempre de mal humor)

Carmen: Ya decía yo que el parecido es tan extraordinario, porque


segurísimo que son hermanos, se parecen mucho

Rubén: no somos hermanos

Carmen: ¡Ay… que me dice… pero si son igualitos, tienen el aire de familia!

Rubén: (advirtiendo que Carmen ha notado que él tiene algo escondido) ¿Si
verdad?

Carmen: Ya lo creo, la señora es muy guapa y usted es igual a ella

Rubén: (tratando de meter la pistola en algún lado) Si, eso dicen

Carmen: Y es muy cierto (acercándose) el hombre de mis sueños es muy


parecido a usted

Rubén: ¡Será también de la familia!

Carmen: La verdad que no le he preguntado, pero en próximo sueño lo haré,


es bueno conocer a la familia y… ¿qué oculta con tanto interés?

Rubén: Es un… una… una de esas… pare el ese


Carmen: ¡qué interesante… se ve que es usted un hombre muy culto!

Rubén: gracias (trata de meter la pistola dentro del cinturón pero se le cae)

Carmen: (feliz) ¡Qué hombre! Si hasta usa pistola, con lo que yo he soñado
con un hombre así

Rubén: ¡Basta!... ¡arriba las manos! ¡no se mueva ni grite! (Carmen lo hace
todo muy feliz)

Carmen: que emoción (divertida y feliz), pero creo que es inútil que me
amenace, si quiere seducirme solo diga “te deseo” y yo no tendré
inconveniente en correr hacia usted, pero ¿por qué vino aquí? La señora es
casad en cambio yo soy soltera, sol – te – ri – ta ¿Cuándo va a asaltarme a
mi? (lo toma de los hombros y Rubén se separa)

Rubén: ¡silencio! ¡está usted en mi poder!

Carmen: (acurrucándose en él) ¡Ay si! No dejes que me escape

Matilde: (entrando), aquí tiene el dinero, muchas gracias y adiós

Carmen: Adiós no, parece que su hermano me quiere invitar a…

Matilde: Adiós (rotunda, la empuja hacia la salida)

Carmen: ¡qué lástima que tenga que irme! Pero cuando guste visitarme tiene
su casa en Colón 26 (Matilde la empuja y la dirección la grita casi afuera)

Matilde: ¡qué barbaridad! Con todo lo que tengo que hacer y ella todavía
dándole su dirección. El niño, que se despertó y no quería dormirse, y en el
botiquín del baño no estaba el dinero, hasta que me acordé que anoche lo
quité de ahí y lo puse en la bañera del niño… (Rubén está reclinado en la
mesa a punto de llorar)… pero, por dios, que hace usted.

Rubén: Eso es lo que yo digo ¿qué hago aquí? Quiero asaltar, amenazar, y
nadie me hace caso (desesperado)

Matilde: no se desespere (haciéndole un cariño en la cabeza maternalmente)


escogió mal día, venga hombre no se ponga sí y ayúdeme.
Rubén: ¡No señora! (rebelándose) ahora si me atenderá o disparo (se oye el
timbre de la puerta. Matilde va a abrir. (Rubén esconde la pistola) (Entra el
vendedor tartamudo)

Vendedor: Buenas tardes

Matilde: ¿dígame?

Vendedor: (siempre que hable tartamudeando) traigo insecticida

Matilde: (a Rubén) ¿me hace el favor de atender al señor? Voy a terminar


mi quehacer (al vendedor) pase usted (va a la cocina seguida del vendedor)

Vendedor: tengo insecticida para cualquier animal

Rubén: ¡no queremos nada!

Vendedor: ca – ca

Rubén: ¡eso menos!

Vendedor: ca – ca – cada vez que usted lo eche quedará to –to

Rubén: ¿quedaré toto?

Vendedor: to – todo sin animales. Cuca – cuca

Matilde: (distraída) ¡Ah! Pues si Cuca le compró, déjeme uno a mi. Esa vecina
siempre nos anda presumiendo (el vendedor deja el frasco sobre la mesa y
continúa muy apurado)

Vendedor: cuca – cuca – cucarachas, mosquitos y chin – chin – chin – chin

Matilde: (enojada) ¡oiga joven! A mi esposo no le gusta que se digan


groserías, haga el favor de salir de aquí, ya le compré lo que Cuca le compró
(se lo paga) ¡Ahora váyase! (Rubén sonríe descansando y algo divertido por el
error de Matilde. El vendedor, sale apresuradamente y se le olvida la caja
que lleva para sus productos, al llegar a la puerta antes de salir se da cuenta
y muy apurado dice)

Vendedor: ¡Mi ca – ca! (regresa apresurado)

Matilde: ¿qué?
Vendedor: ¡Mi ca –caja! (la toma y sale)

Matilde: ¡Qué vergüenza!, ir a decir groserías a una casa ajena y encima


querer vender de ese modo.

Rubén: (contagiado por el tartamudeo) bu – bueno el solo quiso decir, chin –


chin – chin – chin

Matilde: ¡Usted también!

Rubén: ¡Chinches! ¡Voy a volverme loco! ¡si vuelven a llamar a la puerta no


abra! ¡se lo ordeno!

Matilde: no puedo, porque mi esposo dice que es una falta de educación y…


(suena el timbre, Matilde va a abrir)(Rubén se esconde bajo la mesa y entra
el portero)

Portero: (amanerado)muy, pero muy buenos días

Matilde: buenos días

Portero: vengo ¡asustadísimo! ¿ya oíste la noticia?

Matilde: ¿qué noticia?

Portero: ¿no has oído nada? Yo en cuanto lo supe me dije ¡hombre de dios,
vuela y dile a tus amigos que tengan mucho cuidado. Por eso vengo a ver tu
esposo

Matilde: pues mi esposo no está y llegará un poco tarde y yo tengo mucho


que hacer así que si me perdona (sigue trabajando)

Portero: por mi no te preocupes. Sería muy mal amigo y peor portero si no


te cuidara, así que me quedaré aquí hasta que llegue tu esposo, para que no
tengas miedo. Yo anoche me encerré con doble llave porque dicen que ese
hombre de “mal revés” es malote malote (Rubén al oír su nombre se asoma) y
como uno nunca sabe que intenciones lleva (Rubén sale de la mesa)

Rubén: yo le aseguro que de las que piensa usted ninguna

Portero: ¡Ay hombre de dios! ¡que susto me has dado muchachote!

Matilde: el señor es portero del edificio y amigo de mi esposo


Portero: amigo íntimo (a Rubén), su esposo es buenísimo conmigo

Rubén: ¿Y usted le permite a su esposo esas amistades íntimas?

Matilde: si, porque siempre es él quien viene aquí

Portero: bueno joven y usted ¿de donde salió?

Rubén: eso es lo que yo pregunto a usted, ¿de donde salió con esa facha?

Portero: Ay que grosero, esta ropa es el último grito en moda, si quiere ir


algún día a mi pisito, es el primero a la derecha, tengo una colección de
camisas so – ña – das se las mostraré con mucho gusto y si alguna le gusta se
la regalo

Matilde: el señor (por Rubén) es una persona muy interesante

Portero: si, si, desde luego se le nota, seguro que está aquí para protegerse
de ese terrible bandido y menos mal que vine, porque así con usted estamos
bien seguras (tose) seguros… (lo toma del brazo y Rubén se zafa
rápidamente)

Rubén: pues yo opino que debe bajar a su pisito a ver a su mujer, no sea
que…

Portero: ¡Lagarto, lagarto! Yo no soy casado ¡qué horror!

Rubén: puede ser que al ladrón se le ocurra robarle algo de su colección de


camisas. Por eso opino que se debe volver a su casa

Portero: no, yo no voy. No es que tenga miedo, pero el ladrón puede que al
verme cambie de opinión y en vez de robar quiera aprovecharse de mi…
(emocionado y feliz fingiendo temor) ¡solo de pensarlo me estremezco!
¡imagínese deshonrado! ¡ay no, prefiero morir! (esa última frase la dice
gritando y en un gesto exagerado con la mano a la frente)No, no. Yo me
quedo y me quedo. Con usted me siento seguro.

Rubén: (A Matilde que sigue trabajando), haga algo para que se largue

Matilde: Está bien, le voy a ayudar, aunque pierda tiempo. Usted me cae
bien (se asoma a la ventana) Un hombre muy guapo está tocando su puerta

Ambos: ¿qué?
Matilde: es muy guapo, de ojos azules, tiene como aire americano y lleva un
cuaderno, creo que quiere una encuesta o algo así

Portero: ¿sí?, bueno, nos vemos, debo ir a cumplir con mis obligaciones
(suspira y dice para sí) ¡Oh, a lo mejor es un cowboy (sale cantando)

Rubén: espero que el americano ese no sea de la policía

Matilde: ¿cuál americano?

Rubén: el que usted dijo que vio

Matilde: no hay nadie, fue por ayudarlo a usted

Rubén: ¿a mí?

Matilde: ¿usted me lo pidió no?... bien ya está todo listo. Ahora solo debo
arreglarme ¿se queda a comer con nosotros? Mi esposo no debe tradar…

Rubén: (sollozando) no señora gracias. (Desesperado va hacia el teléfono y


marca, cuando le contestan habla con vos desesperada) ¿La policía? ¡habla
Rubén del Mal Revés!, por favor… por lo que más quieran, vengan a por mí, le
espero en la esquina de la calle Colón con la calle Real… (cuelga y sale de la
casa)

Matilde: (le grita) ¡cierre bien la puerta por favor, no sea que se meta
alguien! (soliloquio sin dejar de arreglar las cosas) ¡pobre hombre!, de haber
venido otro día le habría atendido mejor, hubiera levantado las manos y
hasta me hubiera asustado, pero con tanto trabajo… ¡imposible!... voy a
arreglarme para estar lista (sale hacia las habitaciones)

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