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EL LEGADO
DELensayos
Ocho POSITIVISMO JURÍDICO
sobre cinco autores positivistas:
Hans Kelsen
Norberto Bobbio
Eugenio Bulygin
Luigi Ferrajoli
Riccardo Guastini
PALESTRA TEMIS
Lima-Bogotá
2014
n
P ENSAMIENTO
ó
i
c
J URÍDICO
c
e
l
C ONTEMPORÁNEO
o
C
Directores:
Manuel Atienza
Universidad de Alicante
Luis Prieto Sanchís
Universidad de Castilla – La Mancha
Coordinadores:
Pedro P. Grández Castro
Hugo Enrique Ortiz Pilares
N.º 14
EL LEGADO DEL POSITIVISMO JURÍDICO
Ocho ensayos sobre cinco autores positivistas:
Hans Kelsen, Norberto Bobbio, Eugenio Bulygin
Luigi Ferrajoli, Riccardo Guastini
Impresión y Encuadernación:
Grández Gráficos S.A.C.
Mz. E. Lt. 15 Urb. Santa Rosa de Lima - Los Olivos
Diagramación: ALAN O. BEJARANO NÓBLEGA
HECHO EL DEPÓSITO LEGAL EN LA BIBLIOTECA NACIONAL DEL PERÚ N° 2014-05552
ISBN:
Tiraje: 1000 ejemplares
Impreso en Perú Printed in Peru
ÍNDICE GENERAL
NOTA PRELIMINAR:
Sobre el legado del positivismo jurídico del siglo XX ..............................7
I. SOBRE HANS KELSEN ...........................................................................33
Ensayo 1: Cincuenta años después de la segunda
edición de la Reine Rechtslehre. Sobre el trasfondo
de la teoría pura del derecho y sobre lo que queda de ella ............... 35
Ensayo 2: Sobre la interpretación genovesa de Kelsen.
Kelsen como realista
realista............................................................................53
............................................................................53
5
El legado del positivismo jurídico
6
Nota preliminar
SOBRE EL LEGADO DEL POSITIVISMO JURÍDICO
DEL SIGLO XX
1
Recojo aquí un total de ocho trabajos referidos a cinco
autores iuspositivistas: Hans Kelsen, Norberto Bobbio, Eu-
genio Bulygin, Luigi Ferrajoli y Riccardo Guastini. Con una
sola excepción
dedicados —constituida
a Eugenio Bulygin,por el primero
de 2005— de los
se trata ensayos
de trabajos
correspondientes a los años 2010 a 2013. Naturalmente, me
gustaría poder indicar que todos ellos obedecen a una línea de
trabajo previamente planificada, orientada a examinar algunas
de las principales manifestaciones del positivismo jurídico del
siglo XX, de forma que ello pudiera servir como base para un
balance de la aportación de esta corriente. Pero las cosas no son
así. Todos y cada uno de los trabajos aquí incluidos obedecen
7
Juan Ruiz Manero
8
Nota Preliminar
2
En fecha ya tan lejana como 1968, Robert Summers es-
cribió que “la expresión ‘positivista jurídico’ se usa hoy para
cubrir una amplia variedad de puntos
p untos de vista” heterogéneos
entre sí, hasta el punto de que “ningún filósofo del Derecho
sostiene hoy todas esas opiniones”; de ahí concluía Summers
que “sería mejor para la Filosofía del Derecho abandonar el
término ‘positivista’, pues es un término radicalmente ambiguo
9
Juan Ruiz Manero
10
Nota Preliminar
3
Si especificar cuáles son las notas cuya presencia es nece-
saria y suficiente en una teoría del Derecho para caracterizar
8
Id., pp. 49 y 50.
13
Juan Ruiz Manero
14
Nota Preliminar
4
La figura de Hans Kelsen marca el inicio de la contempo-
raneidad enen
positivista, la teoría del Derecho,
particular. Hablo deen“inicio
general,
de ylaencontempora-
su variante
neidad” para indicar lo siguiente: el estudio de la teoría del
derecho prekelseniana —de las obras de un Savigny, un Austin,
un Ihering o un Jellinek— tiene hoy, sin duda, un interés in-
dudable, y hasta, si se me apura, un interés enorme, pero, a mi
juicio, puramente histórico; la teoría del derecho kelseniana, en
cambio, sigue presente en las discusiones actuales y, además,
la mayor parte de las teorías del Derecho que cuentan en la
actualidad se han construido en diálogo con Kelsen: y esto vale,
desde
volumen:luego,
las para todas lasAlchourrón
de Bobbio, que se examinan en esteFerrajoli
y Bulygin, pequeñoo
Guastini y para muchas que no son objeto de consideración
aquí: tanto las de positivistas como Ross, Hart, o Raz, como
las de no positivistas como Alexy o Nino. Tan sólo la teoría
del derecho norteamericana, tanto la positivista (encuadra-
da, en general, en el inclusive legal positivism) como la no
positivista (Fuller o Dworkin, por limitarnos a los casos más
emblemáticos) ha permanecido, en general, ausente de este
diálogo con Kelsen. Pero ello no creo que muestre otra cosa
más que el carácter algo provinciano de la teoría del Derecho
estadounidense (aunque se trate de la provincia correspondien-
te al centro del imperio).
5
Si Kelsen marca el inicio de la contemporaneidad en la teo-
ría del derecho, en su obra se encuentran todos los rasgos que
van a caracterizar, no universal pero sí predominantement
p redominantemente, e, a
sus manifestaciones positivistas. El primero
prime ro de ellos viene a ser
15
Juan Ruiz Manero
9 KELSEN, Hans: Teoría pura del derecho (2ª ed., 1960), trad. esp. de Roberto
J. Vernengo, UNAM,
UNAM, México, 1982,
1982, p. 31.
10 KELSEN, Hans: Teoría general de las normas (1979), trad. it. de Mirella
Torre, ed. de Mario G. Losano, Einaudi, Turín, 1985, p. 4.
11
Id., p. 256
16
Nota Preliminar
hora de resolv
resolver
er los desacuerd
desac uerdos
os entr
entree los seres
seres hum
humanos
anos en
cuanto a cómo debe regularse la convivencia entre los mismos.
Supuesto esto, y supuesto asimismo que optemos (opción que
resulta, también, de imposible fundamentación racional) por la
paz social o la seguridad como fin último, necesitamos que el
sistema de normas que atribuye al poder público el monopolio
de la coacción sea un sistema de normas cuya vinculatoriedad
no dependa de su conformidad con algún patrón de justicia,
siempre de imposible fundamentación. De esta forma, posi-
tivismo excluyente y positivismo ético o normativo se dan
de la mano y el positivismo normativo depende, a su vez, del
no cognoscitivismo ético. En dos sentidos: primero, en que,
al no haber
derecho comoespacio
factorpara la razón
de paz o de práctica,
seguridadladepende
operatividad
—comodel
ya se ha indicado— de que la obligatoriedad de sus normas no
esté subordinada a ningún criterio metajurídico de corrección;
segundo, en que, por la misma razón, se opte, como propuesta,
por un derecho compuesto por reglas que caractericen en tér-
minos tan descriptivos y precisos como sea posible tanto el caso
que regulan como la conducta que imponen o permiten. Hay
así, una línea de continuidad en la tradición del positivismo
contemporáneo que va de Kelsen a Ferrajoli. De la conside-
ración del primero
legislativas, de quelalas
a “la equidad, apelaciones,
libertad, constitucionales
la igualdad […] significano
únicamente […] que tanto el legislador como los órganos de
ejecución de la ley están autorizados para llenar discrecional-
mente el espacio que les dejan la constitución y la ley”15, a la
Nota Preliminar
6
Si, en la tradición positivista, la opción por un derecho
de reglas precisas suele depender —como ocurre en los casos
de Kelsen y de Ferrajoli— de una posición de no objetivismo
ético,
de esaésta no es, sin embargo, una vinculación universal dentro
tradición.
Joseph
Jose ph Raz, quien
quien quiz
quizás
ás cons
constitu
tituye
ye hoy día, junt
juntoo con Eu-
genio Bulygin, el principal adalid del positivismo excluyente,
se considera objetivista en ética. Ciertamente, su objetivismo
va acompañado de un juicio pesimista acerca de las posibilida-
p osibilida-
des de generar acuerdos en materias morales. Pero el caso es
que, por lo que hace a la identificación del derecho, sostiene
lo siguiente: “una teoría jurídica es aceptable sólo si sus crite-
rios para identificar el contenido del derecho y determinar su
existencia dependen exclusivamente de hechos de la conducta
humana susceptibles de ser descritos en términos valorativa-
mente neutrales y aplicados sin recurrir a la argumentación
moral”17. Esto es, a juicio de Raz, sería inaceptable una teoría
Nota Preliminar
18 RAZ, Joseph: “On the Autonomy of Legal Reasoning”, en Ratio Iuris, vol.
6, N°1, marzo 1993, p. 11.
21
7
En la tradición del positivismo fuerte encontramos, pues,
buenos argumentos en favor de un derecho que esté compuesto
centralmente por reglas con autonomía semántica, esto es, por
p or
normas que correlacionen casos genéricos, configurados por
Nota Preliminar
Nota Preliminar
Nota Preliminar
8
Pues bien, en la tradición positivista fuerte del siglo pasado,
normas
la que impliquen,
deliberación, no mecanismos
sino terrenos compartidosdestinados a excluir
e ingredientes para
ella, tienen difícil encaje. No quiere decirse que reconocer a
esas normas como tales sea estrictamente incompatible con las
tesis positivistas, sino tan sólo que la(s) teoría(s) de las normas
elaborada(s) por la tradición positivista tienden, de un lado,
desde Kelsen a Ferrajoli, a ver estas como enunciados que
correlacionan condiciones de aplicación descriptivamente ca-
racterizadas con la modalización
modaliza ción deóntica de una acción que se
caracteriza asimismo descriptivamente. Y, de otro lado, estas
mismas teorías positivistas de las normas tienden a preconizar
28
Nota Preliminar
9
La tradición positivista del siglo XX, la tradición que
arranca de Kelsen, ha efectuado sobre el derecho un trabajo
analítico inmenso; trabajo analítico que ha ubicado a la teoría
del derecho en un estadio muy distinto del que se encontraba
antes de Kelsen. Conceptos fundamentales de la estructura y
la dinámica de los sistemas jurídicos han recibido un esclare-
cimiento tal en esa tradición que ignorar la aportación de la
misma no equivale en absoluto, como parecen creer algunos,
a haberla superado, sino sencillamente a ser un ignorante de
lo más básico de la teoría del Derecho contemporánea. Pero
también parece
insertarse, para que tales esclarecimientos
ser fructíferos, en el marcoconceptuales deben
de una concepción
del derecho distinta de la propia de la tradición positivista; en
una concepción del derecho que permita operar con sentido en
el marco de los actuales sistemas constitucionales de derecho.
Elementos esenciales de la misma habrían de ser, frente al em-
pobrecimiento por reducción propio de la tradición positivista,
la conciencia de la variedad de tipos de normas jurídicas regu-
lativas, en lo que se refiere tanto a su diversa estructura como a
su distinto papel en el razonamiento práctico
práctico;; frente a la visión
exclusivamente autoritativa del positivismo, la distinción, en
30
Nota Preliminar
10
No llegué a conocer a Kelsen, quien murió cuando yo
era todavía un estudiante de licenciatura. Quien simple-
mente lo haya leído, se habrá hecho a la idea de una persona
intelectualmente fascinante, desde luego, pero también algo
unidimensional (todo aquello que le interesa intelectualmente,
le interesa siempre desde la perspectiva de la teoría pura del
31
32
-I-
SOBRE HANS KELSEN
CINCUENTA AÑOS DESPUÉS DE LA SEGUNDA
REINE RECHTSLEHRE
EDICIÓN DE LA
EL TRASFONDO . SOBRE
DE LA TEORÍA PURA
DEL DERECHO Y SOBRE LO QUE QUEDA DE ELLA
Porconocidísima
de una lo que hace a ladicotomía
primera cuestión puede
bobbiana, ser distingue
la que útil partir
entre filosofías del Derecho de los filósofos y filosofías del
Derecho de los juristas2. La filosofía del Derecho de Kelsen
es, obvio es decirlo, una filosofía del Derecho de jurista. Y ello,
también es obvio decirlo, no sólo ni tanto en el sentido de que
Kelsen fuera profesionalmente un jurista, sino en el sentido
de que su filosofía del Derecho parte de, y trata de responder
a, problemas propios de jurista. Y, más precisamente, a pro-
blemas propios de jurista teórico, de profesor de Derecho. La
filosofía
un opus jurídica kelseniana
perpetuum constituye,
en el sentido de queseñaló
todos Mario Losano,
los trabajos en
los que Kelsen fue desarrollando la teoría pura del Derecho
a lo largo de sesenta años no sólo muestran a esta teoría en
un estado de “continua transformación” sino que también
constituyen una “obra intrínsecamente unitaria a través del
tiempo”3. Podríamos decir que, desde los Problemas capitales
de la teoría del Derecho público de 1911 hasta la póstuma
Teoría general de las normas, pasando por las diversas edi-
ciones de la Teoría pura del Derecho o por la Teoría general
del Derecho y del Estado, Kelsen no dejó de reescribir, una y
otra vez, en cierto sentido, el mismo libro. Enriqueciéndolo,
desde luego, mediante desarrollos, integraciones de influencias
diferentes y rectificaciones. Estos desarrollos, integraciones
y rectificaciones permiten trazar periodizaciones de la obra
36
4
CHIASSONI, P.: L utopia della ragione analitica. Origini, oggetti e metodi
della filosofia del diritto positivo, Giappichelli
Giappichelli,, Torino, 2005, pp. 58 y ss.;
también: L’indirizzo analitico nella filosofia del diritto. I Da Bentham a
Kelsen, Giappichelli, Torino,
Torino, 2009, pp. 306 y ss.
37
medida en que son útiles para los problemas que, como jurista
teórico, le preocupan.
¿Y por qué Kelsen opta por un modelo de ciencia jurídica
como el que se prescribe, con sólo muy leves cambios de acento
a lo largo de más de sesenta años, en las sucesivas versiones de
la teoría pura? Quiero decir, por un modelo de ciencia jurídica
que trata de “obtener solamente un conocimiento orientado
hacia el Derecho”, del que debe quedar excluido todo aquello
que “no pertenece al objeto precisamente determinado como
jurídico”5, vale decir, del que deben quedar excluidos tanto
los enunciados basados en el principio de causalidad —los
enunciados que
enunciados relativos a relaciones
expresan entreexternas
valoraciones hechos—al como los
Derecho
mismo: el discurso de la ciencia del Derecho debe estar inte-
grado exclusivamente por enunciados que constituyan “una
descripción axiológicamente adiáfora de su objeto […] sin re-
ferencia a ningún valor metajurídico, y sin ninguna aprobación
ni desaprobación emotiva”6. Si entendemos que en esta doble
exclusión —de juicios causales y de juicios
juic ios de valor— es donde
radica centralmente la pureza del modelo de ciencia jurídica
prescrito por Kelsen, dar las razones de esta doble exclusión
equivaldría a explicar el trasfondo que determina la Reinheit,
por así decirlo, de la Rechtslehre kelseniana. Pues bien, a mi
modo de ver, este trasfondo está constituido básicamente por
dos elementos: en primer lugar, por una justificación del De-
recho que, desde luego grosso modo y desde luego también
con todas las cautelas que se consideren debidas, podemos
calificar como hobbesiana; en segundo lugar, por la tesis de la
5 KELSEN, H.: Teoría pura del Derecho (2ª ed., 1960), trad. de R. J. Vernengo,
UNAM, México, 1982, p. 15.
6 Id., p. 94.
38
39
40
41
2
En mi opinión, si queremos deslindar adecuadamente lo
que aun hoy está vivo y lo que está muerto del legado kelse-
niano, hay que empezar por reconocer que las articulaciones
concretas de la teoría pura del Derecho pueden considerarse
hoy, casi todas ellas, como muertas. Pero ello no implica mi-
nusvaloración alguna del papel histórico de la teoría kelseniana
ni impide considerar que hay una lección de la misma que
12
SCARPELLI, U.: “Società e natura nel pensiero di Hans Kelsen” (1954), en
Scarpelli: L’etica senza verità, Il Mulino, Bologna, 1982, p. 310.
42
44
45
46
14
HART
and , H. L. A.:,“Kelsen
Philosophy Visited”
Clarendon Press,(1963), 1983, Essays
en Hart:
Oxford, pp. 286iny Jurisprudence
ss.
15 KELSEN, Hans: Teoría pura del Derecho, cit., p. 92.
47
48
49
50
51
SOBRE LA INTERPRETACIÓN GENOVESA
DE KELSEN: KELSEN COMO REALISTA
54
2 ROSS 1963.
3 CHIASSONI 2012a y 2012b.
55
56
5
CHIASSONI 2012b:196.
6 CHIASSONI 2012b: 178-179
7 BOBBIO 1980.
57
59
60
12 ELSEN
13 K 1988: 199, 201.de este giro iusrealista con los postulados de la
La incompatibilidad
teoría kelseniana de la ciencia jurídica ha sido también puesta de relieve,
curiosamente, por Riccardo Guastini. Cfr. GUASTINI 1982: 182 ss.
61
62
obligatoriedad
que es un aconcepto
llevaron a Ross calificar absoluto: se trata de las
la teoría kelseniana comorazones
cua-
sipositivista, como una especie peculiar de iusnaturalismo15.
Pero también hay buenas razones, me parece, para considerar
que se trata de un concepto relativo: es decir, para considerar
que la obligatoriedad, en el marco de la teoría kelseniana, no es
un predicado absoluto de una norma, sino algo que se predica p redica
de una norma de acuerdo con un cierto sistema normativo
que puede adoptarse o no como esquema de calificación (ello
depende, a su vez, de que se presuponga o no una determinada
norma básica ycon
es, de acuerdo la presuposición
Kelsen y comodeseuna
sabe,cierta
algo norma
posible,básica
pero
no necesario).
Pues bien: supongamos que la obligatoriedad kelseniana es
relativa a un sistema de normas cuya consideración como tal (y
no como un mero conjunto de prescripciones) depende de que
se presuponga una cierta norma básica y que esta presuposi-
ción, a su vez, es solamente posible y no necesaria . Tengamos
asimismo en cuenta que la ambigüedad que, en Bulygin y en
Guastini, se reprocha a la “validez” kelseniana es, en caso de
ser tal, una ambigüedad ciertamente peculiar. Quiero decir
lo siguiente: los supuestos normales de ambigüedad son su-
puestos de lo que podríamos llamar ambigüedad disyuntiva:
el término ‘banco’, por ejemplo, designa en castellano, entre
otras varias cosas, o bien un asiento en el que pueden sentarse
varias personas, o bien un establecimiento de crédito, o bien
un conjunto de peces que van juntos en gran número, o bien
un establecimiento médico donde se conservan y almacenan
órganos, tejidos o líquidos humanos, etc.
etc . Pero nunca designa a
la vez más de una de estas cosas. El término ‘válido’, en cuanto
15 ROSS 2008: 215 ss.
63
predicado
con deque
Kelsen, una la
norma,
normaenexiste
cambio, indica
como talaylatambién
vez, de acuerdo
que ha
sido dictada o generada cumpliendo determinados requisitos
y también que pertenece a un determinado sistema jurídico y
también que debe ser obedecida. Se trataría, pues, en el caso de
que dijéramos, conforme a Bulygin y a Guastini, que ‘válido’ es
en Kelsen un término ambiguo, de un supuesto que podríamos
llamar de ambigüedad conjuntiva. Esto es, no de un término
que puede designar, alternativamente, uno u otro de varios
conceptos, sino de un término que designa, conjuntivamente,
varios conceptos.
supuesto, Pues bien:conjuntiva”
tal “ambigüedad mi tesis es que, al menosverla
es preferible en este
no
como un caso de ambigüedad en absoluto, sino
sino como un caso de
término de enlace o de término tû-tû (por homenajear al célebre
célebre
ensayo de Ross16). Como es sabido, Alf Ross, en dicho ensayo,
nos explicaba un sistema de creencias de los habitantes de la
tribu Aisat-nafcomo compuesto de dos proposiciones: (1) Si
alguien se ha encontrado con su suegra o ha ingerido comida del
jefe, o ha matado a un animal o tótem, ese alguien está tû-tû; (2)
Si alguien está tû-tû, debe someterse a una ceremonia de puri-
ficación. Tû-tû aparece, pues, como un término de enlace entre
ciertos hechos condicionantes y ciertas consecuencias, de forma
que se emplea o bien en oraciones del tipo “como fulanito se ha
encontrado con su suegra, fulanito está tû-tû” o del tipo
tip o “como
fulanito está tû-tû, fulanito debe someterse a una ceremonia
de purificación”. Un análisis semejante podría hacerse, a mi
juicio, en relación con el término ‘validez’. También podemos
presentar ‘validez’ como un término de enlace entre ciertos
hechos condicionantes y ciertas consecuencias.
consec uencias. Y ello es lo que
explica que hablemos de ‘validez’ en el contexto de dos tipos de
16 ROSS (1976)
64
enunciados: en primer
X ha sido dictada por ellugar enunciados
órgano del dentro
competente, tipo “como la ley
del marco
de su competencia y con arreglo al procedimiento establecido
para ello, la ley X es válida (o, lo que es lo mismo, pertenece al
sistema jurídico de referencia, o lo que es también lo mismo,
existe como tal)” o del tipo “como la ley X es válida (o, lo que
es lo mismo, pertenece al sistema jurídico de referencia o, lo
que es lo mismo, existe como tal), es obligatorio, de acuerdo
con ese sistema jurídico de referencia, comportarse como las
normas regulativas que dicha ley contiene prescriben”.
p rescriben”. Acepto,
desde
término luego, que este
‘validez’ (queesnounentra
análisis sumamente
en cuestiones elemental
tales como ladel
de
si vale la pena introducir distinciones como la ferrajoliana entre
‘vigencia’ y ‘validez’17, o la que propusimos hace años Atienza
y yo mismo entre ‘validez’ como mera existencia —o ‘validez
constitutiva’— y ‘validez plena’ —o ‘validez regulativa’18—
ni tampoco en si los resultados normativos ‘válidos’ que no
afectan a clases de personas, sino sólo a personas determinadas
determina das
(paradigmáticamente:
(paradigmá ticamente: un contrato o un nombramiento) deben
entenderse o no como ‘pertenecientes al sistema’; y estas dos
son sólo algunas de las muchas cuestiones en las que este aná-
lisis elemental no entra y a las que una teoría desarrollada de
la validez debe dar respuesta). Lo que me importa subrayar
es únicamente que, tras este análisis, ‘válido’ ya no aparece
como un término ambiguo, como un término cuya utilización
indiferenciada para diversos conceptos nos impide distinguir
adecuadamente entre ellos, sino como un término de enlace,
al modo de tû-tûo de propietario.
65
66
autores de la primera
poner normas constitución
como que históricadeben
los destinatarios estánobedecer
autorizados
a lasa
mismas. Ciertamente, Guastini tiene razón en que la primera
interpretación suena enteramente implausible; también en que
ver el asunto en términos de implicación lógica depende de la
identificación, que él rechaza, entre validez y obligatoriedad
y también en que la tercera interpretación sólo tiene sentido bajo
una condición que Kelsen rechazaría: considerar que de lo que se
trata es de que un mismo enunciado expresa a la vez dos normas:
una norma de competencia y una norma imperativa.
imperativa. Kelsen recha-
zaríaa esta
zarí esta interpr
interpretac
etación,
ión, dice Guasti
Guastini
ni y yo estoy de acuerdo,
a cuerdo,
porque, en la construcción kelseniana, “la norma fundamental
es precisamente una norma: Kelsen no sugiere en ningún lugar
que la norma fundamental pueda ser un enunciado en el que
se comprendan dos normas distintas”22.
Ciertamente, la interpretación de la posición de Kelsen
en términos de implicación lógica supone la identificación
entre validez y obligatoriedad. Como yo no rechazo, como
y en el sentido que he indicado en el punto precedente, esa
identificación, la interpretación
términos de implicación de presenta
lógica no la posición kelseniana
para en
mí los pro-
blemas que presenta para Guastini. Pero no quiero explorar
aquí esta vía. Lo que quiero poner de manifiesto a este respecto
son dos cosas: la primera es que la interpretación de la tesis
kelseniana de la naturaleza bifronte de la
l a norma fundamental
en términos de implicación pragmática es rechazada (o mejor,
dejada de lado) por Guastini en términos algo apresurados; la
segunda es que interpretar las normas que confieren
confier en poderes o
normas de competencia de forma que puede ser asimilada a la
implicación pragmática de normas que imponen deberes tiene
22 Id. : 84.
67
un antecedente,
contemporánea
contemporán ea y,conocido por todos, enenlalateoría
más específicamente, teoríadel
del derecho
derecho
realista: me refiero, también aquí, como resulta obvio, a Alf
Ross. Digo que Guastini deja de lado algo apresuradamente la
interpretación en términos de implicación pragmática porque
el único argumento que presenta para ello es que, si bien resulta
aceptable sostener que la norma que autoriza o confiere
c onfiere poder
(por ejemplo, para legislar) implica pragmáticamen
pragmáticamente te la norma
que ordena o impone el deber de obedecer a las leyes, “nadie
diría que lo inverso sea verdadero (o sea, que el mandato im-
plique la autorización”. Lo que ocurre aquí es, más bien, que
“para nada valdría el mandato de obedecer a las leyes si no
existiera otra norma que confiere el poder legislativo a un ór-
gano estatal determinado”23. Guastini tiene, claramente, razón
en esto. Pero para poder apoyar la interpretación de la posición
de Kelsen en términos de implicación pragmática basta, a mi
juicio, con que conferir el poder implique pragmáticamente
imponer el deber correspondiente, sin que sea precisa la vice-
versa. Y tal es, me parece, la mejor interpretación posible de
la posición del Ross de Sobre el derecho y la justicia, según
la cual “las normas de competencia son normas de conducta
indirectamente formuladas”24. O, habría quizá que decir mejor,
implican (pragmáticamente)
(pragmát icamente) normas de conducta para personas
distintas de sus destinatarios explícitos.
23 Id. : 81
24 ROSS :50.
68
ha
yo defendido
mismo, entrea Kelsen de las críticas
otros, habíamos que Eugenio
formulado Bulygin
a propósito de lay
cláusula alternativa tácita25. De acuerdo con estas críticas, la
doctrina de la cláusula tácita implicaría el fracaso del modelo
kelseniano: un sistema jurídico en el que están acompañadas
de cláusula tácita (que autoriza a hacer caso omiso del conte-
nido expreso) todas las normas utilizables para la ulterior e
inferior producción normativa
normativ a —lo que equivale a decir: todas
las normas excepto las sentencias judiciales y las resoluciones
administrativas—
administrati vas— es un sistema jurídico que de no pone límite
alguno a la producción normativa de sus órganos. Las senten-
cias y las resoluciones administrativas ponen, desde luego,
límites a la acción de los órganos de ejecución, que ya no con-
siste en la producción normativa, pero cualquier producción
normativa se encuentra exenta de límites, al acabar siendo las
normas superiores habilitantes de la misma, mediante el ex-
pediente de la cláusula tácita, necesariamente inviolables para
los órganos de producción normativa inferior. En la medida en
que una norma inviolable no es de ningún modo una norma,
las únicas normas dignas de ese nombre que permanecen en
el sistema, tras la introducción de la cláusula tácita, serían las
sentencias y las resoluciones administrativas.
Pues bien: en opinión de Paolo Comanducci, la cláusula
alternativa tácita desarrolla
desarrolla una función análoga a la de la norma
fundamental: es, neokantianamente, una condición de pensa-
bilidad de un orden jurídico desprovisto de contradicciones
‘verticales’”26, esto es, de antinomias entre normas de grado
diferente. No tengo nada que objetar al diagnóstico de Paolo,
más que subrayar que la carencia de antinomias “verticales”
69
se obtiene alaprecio
inviolables, todas de
lasconsiderar
normas que como tautológ icas,
tautológicas,
“autorizan” y por ello
la producción
de otras normas. Esto, desde luego, no es más, por mi parte,
otra cosa que reiterar la posición criticada por Comanducci.
Veamos, pues, cómo propone éste entender las cosas. Indi-
ca Comanducci que no es la noción de cláusula alternativa
tácita lo que produce “que las normas que la contienen sean
tautológicas”. Bien al contrario, la cláusula alternativa tácita
se limita —en opinión de Comanducci— a “refleja(r) y da(r)
cuenta de lo que ocurre en el mundo: si hay leyes ‘inconstitu-
cionales’, o fallos ‘ilegales’, la Constitución y la ley pierden, en
un sentido, su carácter normativo,
normativo , y los únicos remedios son la
crítica externa (en el sentido de Ferrajoli) o la predisposición de
mecanismos institucionales (como un tribunal constitucional,
sanciones para los funcionarios infieles, etc.) para restablecer
la legalidad”27. Así pues, en opinión de Comanducci, todas
las normas utilizables para una ulterior e inferior producción
normativa tienen inevitablemente carácter tautológico, dada la
posibilidad siempre abierta de que los órganos de producción
legibus
soluti de loshagan
normativa órganos
casodeomiso
producción normativa,
de las mismas. de legisladores
El carácter
y jueces es, en opinión de Comanducci, un rasgo de hecho de
los sistemas jurídicos, que la cláusula alternativa tácita no hace
sino reflejar neutralmente. Nuestra imagen de los sistemas
jurídicos, como sistemas jerárquicamente ordenados, sería
una mera ilusión, ilusión que la doctrina de la cláusula tácita
se limita a desvelar. Lo único que hacen lo que Kelsen llama
normas superiores determinantes de la producción normativa
es, de acuerdo con Comanducci, conferir “un poder totalmente
27 Id., 454.
70
28
discrecional al legislador, o bien al juez”
opinión, la doctrina de la cláusula tácita en . Pues
modobien: en mi
alguno se
limita a dar cuenta neutralmente de la realidad del derecho.
A mi modo de ver, la doctrina de la cláusula tácita presenta
una imagen deformada de la realidad del derecho, y la defor-
mación es consecuencia de algunos déficits conceptuales de
la teoría pura. En primer lugar, la falta de distinción entre
normas regulativas y normas constitutivas. A pesar de toda su
insistencia en que autorizar constituye una función específica
de las normas, la concepción kelseniana de las
las normas que con-
fieren poderes es básicamente permisiva. Y es esta concepción
permisiva la que sitúa a Kelsen en un dilema. Pues si se afirma
que las normas que confieren poderes son permisos, sólo caben
dos posibilidades en relación con la producción de resultados
normativos irregulares: o se afirma que tal producción de
resultados irregulares no está permitida o bien se afirma que
la producción de tales resultados está permitida. La primera
de estas posibilidades —es decir que la producción de tales
resultados normativos irregulares no está permitida— encaja
naturalidad
con las en norma
cuales, “una las coordenadas
jurídica enkelsenianas de acuerdo
cuyo respecto pudiera
afirmarse que no corresponde a la norma que determina su
producción, no podría ser vista como norma jurídica válida, por
ser nula, lo que significa que, en general, no constituye norma
jurídica alguna”29; pero el problema reside en que, si se niega
que la producción de resultados irregulares esté permitida y
se entiende que las reglas que confieren poderes no son otra
cosa que permisos, resulta imposible explicar cómo es que
los órganos tienen éxito a la hora de producir tales resultados
28 Id., 454-455.
29 KELSEN 1986: 274.
71
irregulares,
la sentencia esto es, resulta imposible explicar cómo es que
contra legem o la ley inconstitucional son reco-
nocidas por el derecho como instancias de aquello de lo que
pretenden ser instancias, esto es, de sentencia o de ley; Kelsen
se inclina, entonces, por la segunda posibilidad: la producción
de resultados normativos irregulares está permitida. Para ello,
reformula las “normas superiores determinantes” de la ulte-
rior e inferior producción normativa de forma que resulten
necesariamente inviolables por los órganos de producción del
Derecho, porque permiten a estos órganos dictar normas con
cualquier contenido y mediante cualquier procedimiento.
Tal reformulación consiste, como hemos repetido, en añadir
a cada norma utilizable para la producción normativa ulterior,
una cláusula tácita que permite al órgano hacer caso omiso del
contenido expreso de esa misma norma. La imagen del sistema
jurídico como un sistema normativo que regula su propia crea-
ción y aplicación, tras la introducción de tal cláusula tácita, se
desmorona. Pero si en vez de los instrumentos kelsenianos, uno
adopta una tipología de las normas que distinga entre normas
regulativasdey normas
problema constitutivas
los resultados que confieren
normativos poderes,
irregulares el
no tiene
por qué tener tales consecuencias sobre nuestra imagen del
derecho. La producción de un resultado normativo irregular
implicaría que se ha usado con éxito una regla que confiere
poder violando, al tiempo, alguna norma regulativa referida al
ejercicio de ese mismo poder normativo. De esta forma dejamos
espacio para el dato de que, de acuerdo con nuestra imagen
del Derecho, ciertamente resulta posible que los órganos pro-
duzcan resultados normativos irregulares, pero también forma
parte de dicha
un criterio imagen
común que las—por
y público normas superiores
decirlo constituyen
en términos en los
72
30
o incorrecta la ulterior e inferior—producción
que resuenan palabras de Hart para evaluarnormativa.
como correcta
Di-
cho de otra forma: el Derecho es un sistema normativo que,
además de contener normas (principios y reglas) sustantivos,
que vinculan a los órganos de producción normativa, también
instaura órganos a los que atribuye una competencia para la
producción de resultados institucionales definitivos —esto
es, no revisables por ningún otro órgano— consistentes en
el dictado y la aplicación de normas. Pues bien: la presencia
conjunta de estas dos características implica que el Derecho
está atravesado por una tensión que resulta en último término
irresoluble. Pero una imagen adecuada del Derecho ha de dar
cuenta de los dos polos de esta tensión. Eliminar uno de ellos
—como hace Kelsen con la doctrina de la cláusula tácita y
Comanducci con su defensa de la misma— conlleva el propor-
cionarnos una imagen mutilada y distorsionada del Derecho.
BIBLIOGRAFÍA
ATIENZA y RUIZ MANERO (2003): “Seis acotaciones preliminares
para una teoría de la validez jurídica”, en Doxa, N° 26.
BULYGIN, E. (1995): “Cognition and Interpretation of Law”, en
Letizia Gianformaggio y Stanley L. Paulson (eds.): Cognition
and Interpretation of Law, Torino: Giappichelli.
— (2005): “El problema de la validez
v alidez en Kelsen”, en Hans Kelsen,
Eugenio Bulygin y Robert Walter: Validez y eficacia del
derecho, Buenos Aires: Astrea.
BOBBIO, N. (1980): “Essere e dover essere nella scienza giuridica”
(1967), trad. española “Ser y deber ser en la ciencia jurídica”,
73
74
— (1995):
ggio y“On the Alternative
Stanley L. PaulsonTacit
(eds.):Clause”, en Letizia
Cognition Gianforma-
and Interpretation
of Law, Torino: Giappichelli.
75
- II -
SOBRE NORBERTO BOBBIO
BOBBIO Y LOS CONCEPTOS DE NORMA
JURÍDICAMENTE ÚLTIMA
ÚLTIMA
1
Quizás de ningún autor sea tan verdadero como de Nor-
berto punto
buen Bobbiodeafirmar
partidaque encualquier
para su obra seproblema
encuentradesiempre un
teoría del
Derecho que uno se proponga abordar. Y es que, en efecto,
a lo largo de su extensísima obra, Bobbio se ha ocupado de
todos los problemas capitales de la teoría del Derecho. Y se
ha ocupado de cada uno de ellos, de ordinario, más de una
vez, y en muchas ocasion
ocasioneses desde
des de perspe
p erspectiv
ctivas,
as, en context
contextos,
os, y
movido por intereses de conocimiento distintos; la consecuencia
de ello es que, si bien los enfoques y las
las propuestas de Bobbio son
invariablemente brillantes, interesantes e iluminadores, no suelen
ser, sin embargo,
relación con buenaconsistentes entre sí a lo
parte de los problemas largo del
capitales de latiempo; en
teoría del
Derecho se pueden encontrar defendidas a lo largo de la obra
1
ATIENZA, M.: jurídico
razonamiento Sobre la, Civitas,
analogíaMadrid,
en el Derecho. Ensayo
1986, pp. de análisis de un
66 y 69.
2 Cito por la traducción castellana de Eduardo Rozo Acuña incluida en
BOBBIO, Norberto: Teoría general del Derecho, Debate, Madrid, 1991,
pp. 151 y ss. .
80
3 Ahora en BOBBIO, Norberto : Studi per una teoria generale del diritto,
Giappichelli, Torino,
Torino, 1970, pp. 79 y ss., por donde se cita.
4 Teoría general del Derecho, op. cit., pp. 179-180.
5 “La pertenencia de una norma a un ordenamiento es lo que se denomina
validez […] Saber si una norma es válida o no, no es cuestión
cue stión ociosa. Si una
norma es válida significa que es obligatorio obedecerla” (Teoría general
del Derecho, op. cit., p. 181).
81
3
En relación con el concepto hartiano de regla de recono-
cimiento encontramos el mismo desplazamiento en los textos
de Bobbio: de ser considerada en 1968 una categoría cuya
especificación constituye un mérito importante de Hart, pasa
a ser vista en 1975 como una categoría por completo superflua
y cuya distinción
claramente desventajosa
respectofrente
de lasa normas
la vieja categoría
de cambiounitaria,
resulta
familiar en la tradición continental, de normas sobre la pro-
ducción jurídica. Veámoslo.
En el trabajo de 1968 Ancora sulle norme primarie e secon-
darie7, Bobbio se pregunta si las categorías de ‘normas sobre
la sanción’ y ‘normas sobre la producción jurídica’ son con-
juntamente exhaustivas del campo de las ‘normas secundarias’
a lo que responde negativamente aludiendo a la existencia en
83
8
“Normas primarias y normas secundarias” en Contribución, cit., pp. 324-
325.
9 Ahora, con el título de “Norme secondarie”, en BOBBIO, Norberto:
Contributi ad un dizionario giuridico , Giappichelli, Torino, 1994, pp. 233
y ss.
84
4
A juicio de Riccardo Guastini, estas tesis de Bobbio que
afirman el carácter
fundamental como innecesario
del conceptotanto del concepto
de regla de norma
de reconocimiento
“permiten resolver una paradoja de la teoría de Hart y disolver
un error de la teoría de Kelsen”11
La paradoja de la teoría de Hart aludida por Guastini
reside en la circularidad que implica el que para identificar la
regla de reconocimiento haya que identificar previamente a los
jueces y que para identificar a los jueces haya que identificar
previamente las normas que les constituyen como tales, iden-
tificación que a su vez sólo es posible por medio de la regla de
reconocimiento12. Este problema desaparece —escribe Guas-
tini— “si aceptamos la sugerencia de Bobbio e identificamos
la regla de reconocimiento simplemente con el conjunto de
normas sobre la producción jurídica”, esto es, con la Cons-
titución en sentido material, cuyo criterio de identificación
sería —continúa Guastini— “simplemente el principio de
efectividad”13.
85
86
15 HART, H.L.A.: The Concept of Law (1961) . Cito por la trad. cast. de
Genaro R. Carrió: El concepto de Derecho, Editora Nacional, México,
1980, pp. 137 y 144.
87
16 “La teoria pura del diritto e i suoi critici”, Rivista trimestrale di diritto e
procedura civile, VIII, n. 2, 1954 (se cita por la traducción cast. de Alfonso
Ruiz Miguel en BOBBIO, Norberto: Contribución a la teoría del Derecho,
Fernando Torres, Valencia, 1980, pp. 119 y ss. (p. 125).
89
7
Pero debemos ir más allá de estos problemas de inter-
pretación de las tesis bobbianas al respecto y examinar en sí
misma la cuestión de si la teoría del Derecho necesita o no de
un concepto de norma jurídicamente última, en el sentido de
situada más allá de las normas prescritas del sistema y que
no es, ella misma, el resultado de un acto de prescribir. Y yo
creo que el concepto de tal norma es necesario para diversos
propósitos, el primero de los cuales es el de explicar aquello
en lo que consiste la efectividad del Derecho en relación con
la conducta de los órganos de aplicación.
Y es que, en efecto, la efectividad de normas generales
y abstractas que tienen como destinatarios a los órganos de
aplicación —jueces,
sino que, dándose en sentido
el caso amplio—
apropiado, no significa
los jueces otrausan
en general cosa
estas normas, y sólo estas normas (o, en todo caso, otras a las
que las mismas remitan) como fundamento de sus resoluciones.
90
17 ROSS, Alf: On Law and Justice (1958). Cito por la trad. cast. de Genaro
R. Carrió: Sobre el derecho y la justicia, Eudeba, Buenos Aires, 1963, p.
79.
91
8
¿Cuáles son las principales fortalezas y debilidades que
presentan las doctrinas de la norma básica y de la regla de reco-
nocimiento, esto es, las dos principales versiones del concepto
de norma jurídicamente última? Empecemos por la doctrina
kelseniana. Parece claro que su principal punto fuerte se en-
cuentra en aquello en lo que Kelsen insistiera tanto, a saber, en
que concebir el Derecho como un orden normativo que debe
ser obedecido requiere asumir una norma no prescrita, que
estipule que uno debe comportarse como prescriben las autori-
dades que esa norma no prescrita reconoce como supremas.
supremas. Sin
embargo, al ser, en la teoría kelseniana, meramente hipotética
la aceptación de la norma básica, la justificación de la acepta-
ción como normas de las prescripciones derivadas de la norma
92
93
9
En relación con la doctrina hartiana de la regla de recono-
cimiento, me parece que podemos sostener, sin duda, que su
principal punto fuerte es su idea central de que la norma jurídi-
camente última ha de entender
entendersese como una norma no prescrita,
como una norma social que existe meramente en cuanto que
aceptada por el conjunto de los órganos de aplicación. Pero me
parece, también, que la doctrina de la regla de reconocimiento
adolece,de
ficativo dos déficits
el otro. i mportantes:
importantes:
Y me parece, también,explicativo, uno,
que, no ya y justi-
la doctrina,
sino la propia regla de reconocimiento se halla atravesada
necesariamente, en los sistemas jurídicos desarrollados, por
una tensión interna de la que se deriva que la l a misma presente
límites insuperables como herramienta de identificación de
las normas del sistema, límites que se traducen en que su uso
produce necesariamente zonas de indeterminación.
El principal déficit explicativo de la doctrina de la regla de
reconocimiento tiene que ver con la persistencia de un mismo
aparato judicial —en el sentido de integrado, grosso modo, por
20 RAZ, Joseph: The Concept of a Legal System. An Introduction to the
Theory of Legal System, Clarendon Press, Oxford, p. 102.
94
95
96
97
- III -
SOBRE EUGENIO BULYGIN
ALGUNAS CONCEPCIONES DEL DERECHO
Y SUS LAGUNAS
1. INTRODUCCIÓN
En septiembre de 2002 tuve la oportunidad de escuchar
—en el marco del Seminario García Maynez de teoría del
Derecho celebrado en México DF— la ponencia de Eugenio
Bulygin Creación y aplicación del Derecho. En esta ponencia
—aquí reproducida en una versión ulterior—, Eugenio Buly-
gin, a propósito del problema de las lagunas, escogía, como
representantes del eje del error sobre el que lanzaba su ataque,
no sé si preventivo, a Fernando Atria —a quien yo entonces
no conocía ni había leído— y a mí mismo.
Poco después —en octubre del mismo año— tuve la opor- op or-
tunidad de conocer a Fernando Atria y de leer por primera vez
un
quetrabajo suyo —“Legalismo,
celebramos una larga y porderechos
momentos y política”— sobre el
agitada discusión
en el seminario del departamento de Alicante. El trabajo de
Fernando Atria, por un lado, me pareció
p areció de un gran nivel, pero,
por otro, yo me encontraba —y me sigo encontrando— en
102
103
104
3 IMCJ, p. 216
105
el siguiente: supongamos
suponga mos una norma N1, contenida en una ley
procesal, de acuerdo con la cual todos los funcionarios públi-
cos tendrían la obligación de entregar al juez penal cualquier
documento solicitado por éste y supongamos asimismo una
norma N2 con arreglo a la cual los funcionarios públicos tienen
prohibido entregar a cualquiera los documentos calificados
como secretos de los que tuvieran conocimiento por razón de
su cargo.grado
mismo Cuando
(estotales,cosa ocurre
cuando dosennormas
relacióndelcon normas
mismo del
grado
107
108
109
110
3) casos
en loscubiertos por dos
que no cabe reglaslaincompatibles
resolver (antinomias)
incompatibilidad a través
de las metarreglas de lex superior, lex posterior o lex spe-
cialis: es una solución jurídicamente correcta la fundada
111
113
114
116
117
14 Ibid., p. 270.
119
120
Ciertamente
jurídicas Raz más
son bastante es consciente
complejasde
queque nuestras
la mera prácticas
aplicaci
aplicación
ón de
razones ejecutivas o perentorias y para encarar esta dificultad
distingue entre el “razonamiento para establecer el contenido
del Derecho” —en el que no habría cabida alguna para evalua-
16 RAZ (2001, 14); RAZ (1998). Sobre este punto, cfr. BAYÓN (2002).
122
124
125
126
130
22 HART (1980).
23 SCHAUER (1991).
131
132
Algunos
definición decomentarios a propósito
laguna normativa dede
excluye estas definiciones.
su ámbito La
aquellos
casos no cubiertos por una regla pero en relación con los cuales
cual es
el balance de los principios relevantes del sistema determina-
ría que ésta permitiese tanto la realización como la omisión
de la conducta de que se trate. De acuerdo con la definición,
133
134
135
25 BAYÓN (2002).
136
Paraproponiendo
termina terminar: la unos
visiónconceptos
alternativa
de que aquí
laguna se esbozay
normativa
de laguna axiológica que no son sino adaptaciones (o reformu-
laciones) de los conceptos correspondient
correspondientes
es que encontramos
en Normative Systems. Algún lector caritativo podría señalar
que esto no muestra otra cosa sino mi incapacidad para el
pensamiento original. Sin negar la parte de razón que tal cari-
tativo lector pueda tener, creo que, sin embargo, vale la pena
poner el acento sobre algo más importante de lo que también
es indicativo este acabar proponiendo una mera reformulación
de conceptos ya presentes en Normative Systems: a saber, la
potencia y fecundidad —aun en el marco de una concepción
distinta del Derecho— de los instrumentos conceptuales que
Carlos Alchourrón y Eugenio Bulygin nos regalaron hace ya
más de treinta años.
BIBLIOGRAFÍA
ALCHOURRÓN, C. (1991, 15): “Conflictos de normas y revisión de
sistemas normativos”, en Carlos Alchourrón y Eugenio Buly-
gin: Análisis lógico y Derecho, CEC, Madrid.
ALCHOURRÓN, C y BULYGIN, E (1991, 6): “La concepción expresiva
de las normas”, en Carlos Alchourrón y Eugenio Bulygin:
Análisis lógico…, cit.
137
138
Gedisa, Barcelona.
— (2001, 11): “La lógica interna del Derecho”, en Joseph Raz: La
ética en el ámbito…, cit.
— (2001, 14): “La autonomía del razonamiento jurídico”, en Joseph
Raz: La ética en el ámbito…, cit.
RUIZ MANERO, J. (1990): Jurisdicción y normas
normas, CEC, Madrid.
— (1999): “Algunos límites de la teoría del Derecho de Alchourrón
y Bulygin”, en Isonomía, N° 10.
SCHAUER, J. (1991): Playing by the Rules. A Philosophical Exami-
nation of Rule-Based Decision-Making in Law and in Life ,
Clarendon Press, Oxford.
139
SEGUIMOS DISCUTIENDO SOBRE PERMISOS
Y CONCEPCIONES DEL DERECHO
1
Pocas en
mulantes, cosas he hecho
las que en mi vidatanto
haya aprendido profesional
y de las más esti-
que haya
disfrutado más que discutir con Eugenio Bulygin. En una
conversación con Manuel Atienza, que nuestros compañeros de
Alicante juzgaron, en general, algo impúdica, y que publicamos
hace algo más de un año1, tuve ocasión de señalar que llevaba
veinte años discutiendo con Eugenio y que no excluía la posi-
bilidad de nuevos rounds. Y es así que el trabajo de Eugenio
que se publica en este mismo número de Doxa —“Sobre la
equivalencia pragmática entre permiso y no prohibición”—
viene a iniciar y a exigir este nuevo round. Y, por lo que acabo
de decir, se comprenderá que ello me sitúa en la poco lamen-
143
144
2
No encuentro en el texto de Eugenio “Sobre la equiva-
lencia pragmática entre permiso y no prohibición” nada que
me haga apartarme de la consideración de que, en materia de
permisos, hay un par de distinciones de bastante mayor rele-
vancia de la que media entre permisos positivos (o fuertes) y
145
146
147
148
3
La equivalencia pragmática entre el permiso fuerte (o po
sitivo) y el permiso
exclusivamente, débil
en el (o nomío
artículo prohibición)
al que haceaparece predicada
referencia Euge-
nio8, de la acción que aparece, bien modalizada deónticamente
como permitida, bien no modalizada deónticamente como
prohibida. Y, en relación con dicha acción, tal equivalencia
pragmática resulta indiscutible y no es, de hecho, discutida
por Eugenio. Cuestión distinta es la de si la distinción entre
permisos fuertes y débiles es o no pragmáticamente rele-
vante en relación con acciones distintas, pero relacionadas
con la acción permitida positiva o negativamente: esto es, en
relación con acciones de interferencia (de impedimento o de
prohibición, señaladamente) con aquella acción. Pues bien, a
mi juicio, la distinción ahora relevante no es tanto la que me-
dia entre permisos fuertes y débiles como la que media entre
permisos protegidos y permisos no-protegidos. Entiendo por
permiso protegido aquel en el que la permisión va acompañada
de una norma prohibitiva de acciones de interferencia y por
permiso no protegido aquel en el que la permisión no se ve
acompañada de una norma prohibitiva semejante9. A mi modo
149
150
151
4
Examinemos ahora la posición de Eugenio Bulygin en
relación con los deberes del juez frente a una demanda que
carece de fundamento normativo, porque se refiere a un caso
en relación con el cual el Derecho no dispone nada. Aunque
Eugenio no opera con la distinción entre lo que el Derecho
dispone prima facie y lo que el Derecho dispone concluyen-
152
153
5
En trabajos dedicados a examinar las posiciones de Euge-
nio Bulygin en torno a estas cuestiones, Juan Carlos Bayón y
155
11 BAYÓN, Juan Carlos: op. cit.; ATIENZA, Manuel: “Sobre ‘Creación judicial
del Derecho’ de Eugenio Bulygin”, en Eugenio Bulygin, Manuel Atienza y
Juan Carlo
Carloss Bayó
Bayón:
n: Problemas lógicos en la teoría y la práctica del Derecho,
cit.
12 ATIENZA, op. cit., p. 109.
13 BAYÓN, op. cit., p. 41. Bayón hace referencia a los textos contenidos en
Lagunas en el Derecho, cit.
14 ATIENZA, op. cit., p. 116.
156
157
- IV -
0
En este texto me voy a ocupar de un rasgo del pensamiento
de Luigi Ferrajoli al que denominaré su unilateralismo. Este
rasgo de unilateralismo atraviesa los diversos campos sobre
los que versa la obra de Ferrajoli, pues aparece, a mi juicio,
no sólo en su teoría del derecho, sino también en su teoría
de la democracia constitucional y en su tomas de posición
directamente políticas. Lo que llamo unilateralismo viene a
residir en la negación, que en la obra de Ferrajoli aparece por
lo general de forma implícita, pero, en mi opinión, absoluta-
mente nítida, de que nuestras normas y nuestras instituciones
están atravesadas por tensiones internas que obedecen a que
dichas normas e instituciones tratan de realizar valores que se
encuentran, a su vez, en tensión entre sí. Y de que este tratar
de realizar valores que se encuentran en tensión entre sí no
es ningún defecto a superar de nuestros entramados institu-
1
En cuanto a la relación entre constituci
constitución
ón y legislación creo
que es opinión ampliamente compartida que la constitución
debe diseñarse de tal modo que sea capaz de atender simultá-
neamente a dos exigencias de no fácil conciliación: primero, la
constitución debe ser capaz de prevenir el dictado de conteni-
dos legislativos juzgados inaceptables
inaceptables y de prevenir asimismo el
no dictado de contenidos legislativos cuya ausencia es juzgada
inaceptable; segundo, la constitución
constituci ón no debe llegar a bloquear
la deliberación futura (y, especialmente,
especial mente, la deliberación del ór-
gano legislativo) sobre todo aquello que nos parezca que puede
resultar controvertible, sino que debe constituir, más bien, un
terreno sobre el que esa deliberación pueda llevarse a cabo.
Pues bien: de estas dos exigencias, Ferrajoli parece sensible
únicamente a la primera. Y ello es lo que explica su insistencia
162
163
165
2
La segunda manifestación de unilateralismo en la obra de
Ferrajoli a la que quiero referirme guarda una relación estrecha
con su manera de entender las relaciones entre constitución y
legislación: me refiero a la asimilación, por parte de Ferrajoli,
de los que llama principios regulativos a las reglas jurídicas or-
dinarias. La denotación de la expresión “principios regulativos”
coincide sustancialmente con lo que, en otras concepciones,
se han llamado principios en sentido estricto. Tales normas,
“principios regulativos” o “principios en sentido estricto”,
presentan características propias tanto por lo que se refiere a
su antecedente como por lo que se refiere a su consecuente.
En cuanto a su antecedente,
a ntecedente, lo característico de los principios
regulativos o en sentido estricto se halla en que los mismos
no predeterminan las condiciones bajo las cuales hay una
obligación concluyente de realizar la conducta ordenada en
el consecuente; el antecedente del principio sólo contiene una
condición analítica —que haya una oportunidad para realizar
la acción ordenada en el consecuente— y su consecuente no
pretende contener una obligación concluyente, sino meramente
prima facie. Por otro lado, la acción ordenada en el consecuente
aparece caracterizada por medio de uno de esos términos —
como libertad, igualdad, no discriminación, honor, intimidad,
libre desarrollo de la personalidad— que designan lo que es
común llamar conceptos esencialmente controvertidos. Con-
ceptos esencialmente controvertidos que se caracterizan por
166
167
168
3
Una tercera manifestación del unilateralismo de Ferrajoli
se encuentra en su opción sin fisuras ni matices por el sistema
electoral proporcional. Aquí, me parece, es opinión común
que un sistema electoral ha de atender simultáneamente al
menos a dos exigencias que, una vez más, se encuentran en
tensión entre sí. La primera de ellas es, obviamente, que el
sistema logre que la composición de las asambleas electivas
refleje, con la mayor exactitud posible, las preferencias de los
electores. Y, para lograr esta finalidad, un sistema proporcional
con circunscripciones amplias es, sin duda, la mejor opción.
Pero no creemos que sea esta la única finalidad que debe ins-
pirar el diseño de un sistema electoral. Pues también creemos,
primero, que debe haber el mayor grado de cercanía posible
entre los elegidos y los electores y, segundo, que debe haber
un vínculo fuerte entre ambos y no tanto entre los elegidos y
los órganos de gobierno de sus respectivos partidos. Y, para
lograr estas dos finalidades, un sistema electoral mayoritario
169
6 Por ejemplo, Principia iuris. Teoria del diritto e della democracia, Laterza,
Bari, 2007, vol. 2, pp. 181-184 [trad. esp., Trotta, Madrid, 2011, pp. 179-
182]; Poteriselvaggi, Laterza, Bari, 2011, pp. 63 ss[ trad. esp., Poderes
salvajes, Trotta, Madrid, 2011, pp. 86 ss.]; Dos modelos…, cit., pp. 146 ss.
170
4
La de
miento última manifestación
Ferrajoli de unilateralismo
a la que deseo en tiene
hacer referencia el pensa-
que
ver con los argumentos de moralidad política internacional
con los que apoya su tesis de que el recurso a la guerra debe
entenderse como absolutamente proscrito.
Aquí también, me parece, es opinión común que, a este
propósito, nos encontramos con exigencias en tensión que
deben ser simultáneamente atendidas: por un lado, creemos
que debemos avanzar hacia un orden internacional en el que
hayarecurso
del desaparecido la permisibilidad
a la guerra y la posibilidad
en las relaciones misma
entre los Estados;
pero, por otro lado, creemos que el recurso a la guerra puede,
en alguna ocasión particular, evitar males morales mayores
que los generados por la propia guerra. En relación con este
punto, el planteamiento de Ferrajoli es ligeramente diferente
de los anteriores en el sentido siguiente: en los puntos a que
nos hemos referido hasta ahora, Ferrajoli tiende a atender
exclusivamente, como hemos visto, a una de las exigencias en
conflicto ya partir de ahí es impertérritamente coherente. En
relación con el problema
planteamiento de la guerra,
general expreso sin embargo,
de Ferrajoli aunque el
atiende exclusiva-
mente a la primera exigencia, sus tomas de posiciones concretas
son sin embargo sensibles, en alguna ocasión, a la segunda. La
forma en que Ferrajoli concilia una y otra cosa consiste en lo
que podemos llamar un truco verbal, de acuerdo con el cual
los casos de violencia interestatal que él mismo considera jus-
tificados se sustraen a la denominación de “guerra”, término
171
172
5
Para concluir, quizás todos estos rasgos de unilateralismo
en el pensamiento de Ferrajoli sean manifestación de un rasgo
de fondo del
arraigada mismo
en él, de queconstituido por la
l a idea,
el establecimiento muyyfirmemente
de fines la pondera-
ción entre los mismos son algo situado más allá de las la s fronteras
de la razón. Y entender que muchas de nuestras instituciones
obedecen a finalidades en tensión entre sí obviamente obli-
173
6
Y una coda final: Hart hizo alusión, en las primeras páginas
de El concepto de derecho, a cómo algunas de las más brillan-
tes teorías del derecho precedentes, como las de los realistas
o la kelseniana, incorporaban muy centralmente afirmaciones
extrañas y paradójicas que parecían hallarse en conflicto con
las creencias más firmemente arraigadas acerca del derecho y
174
indebidamente
tradición pareceatendidas,
inscribirseque a definiciones
también frías”
la teoría de . En que,
Ferrajoli esta
pese a las distorsiones que, a mi juicio, incorpora en nuestra
imagen del derecho es una de las teorías que, sin ninguna duda,
más han hecho avanzar nuestra comprensión del mismo en los
últimos decenios.
175
A PROPÓSITO DE UN ÚLTIMO
ÚLTIMO TEXTO
DE LUIGI FERRAJOLI. UNA NOTA SOBRE REGLAS,
PRINCIPIOS, “SOLUCIONES EN ABSTRACTO”
Y “POND
“PONDERACIONES
ERACIONES EQUITA
EQUITATIV
TIVAS”
AS”
1
El trabajo de Luigi Ferrajoli que se publica en este mismo
número de Doxa1 es una buena muestra de que no siempre
los participantes en discusiones de teoría del derecho se limi-
tan, como a propósito de otro debate escribió M. A. Rodilla
hace pocos años, a “señalar la posición que cada uno ocupa y
marcar territorio”. Hay ocasiones, cuando los interlocutores
comparten “una cierta tradición de pensamiento” y también,
añadiría yo, un cierto cuadro básico de actitudes, en las que
resulta posible —como indicó también Rodilla en la mis-
ma ocasión— que “la discusión funcione como una vía de
178
2
Para Ferrajoli, los supuestos centrales de normas consti-
tucionales que atribuyen derechos pertenecen a la categoría
de lo que llama “principios regulativos”. Esta categoría viene
a ser básicamente coextensiva con la que Atienza y yo mismo6
denominamos hace tiempo “principios en sentido estricto”,
pero no es en absoluto, como veremos, cointensiva con ella.
Esta convergencia en la extensión y divergencia en la inten-
sión posibilita, creo, plantear sin demasiados malentendidos
la discusión, en la medida en que ambas categorías —“princi-
pios regulativos”
básicamente a lo ymismo
“principios
(a lasen sentidonormas)
mismas estricto”—
peroapuntan
ven en
ello (en esas normas) características diferentes. Pero esto —la
eliminación de malentendidos— se ve, a su vez, dificultado
porque los términos que se utilizan para dar cuenta de esas
6 ATIENZA, Manuel y RUIZ MANERO, Juan: Las piezas del Derecho. Teoría
de los enunciados jurídicos, Ariel, Barcelona, 1996.
179
3
De acuerdo con la que he llamado visión estándar del
principialismo , el elemento distintivo entre reglas (de acción)
7
180
181
Juan Ruiz Manero
182
A propósito de un último texto de Luigi Ferrajoli
ideales (cfr. sobre ello RUIZ MANERO, Juan: “Una tipología de las normas
constitucionales”,
constituciona les”, cit. en n. 7, pp. 82 ss).
183
Juan Ruiz Manero
184
A propósito de un último texto de Luigi Ferrajoli
4
Pues bien, para Ferrajoli las normas constitucionales
que
comoconfieren
reglas y,derechos
a la vez,fundamentales deben
como principios. Peroserlosentendidas
términos
regla y principio designan, en la terminología de Ferrajoli y
como ya se indicaba, conceptos distintos de los designados
por esos términos en lo que vengo llamando la visión están-
dar del principialismo. Ferrajoli entiende por reglas y, más
precisamente, por reglas deónticas “todas y solo las normas
de las que cabe configurar los actos que son su observancia
o su inobservancia”11. Obsérvese que el concepto de regla de
Ferrajoli no remite, como ocurre en la visión principialista
estándar, a algún rasgo del antecedente de las normas así
denominadas, sino a un rasgo del consecuente de las mismas.
Pues bien, resulta claro que las normas constitucionales que
establecen derechos fundamentales
fundamentales pueden ser observadas o in-
observadas, cumplidas o violadas. Y de ahí que, de acuerdo con
185
Juan Ruiz Manero
12 Id., sección 5.
186
A propósito de un último texto de Luigi Ferrajoli
187
Juan Ruiz Manero
5
Si, aun a riesgo de ser reiterativos, tratamos, ahora, de
resumir las diferencias entre Ferrajoli y la visión estándar del
principialismo
principiali smo en cuanto al instrumental conceptual empleado
en el respecto que nos ocupa, éstas vendrían a ser las siguientes.
En la visión principialista estándar, (i) la distinción entre
reglas y principios parte de la diferente manera como aparece
configurado
mediante un elconjunto
antecedente de uno y independientes
de propiedades otro tipo de normas:
de las
razones para realizar la acción ordenada en el consecuente en
el caso de las reglas; exigiendo sólo que se de una oportunidad
de realizar la acción ordenada en el consecuente en el caso de
los principios; (ii) en virtud de esa diferente configuración del
188
A propósito de un último texto de Luigi Ferrajoli
189
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190
A propósito de un último texto de Luigi Ferrajoli
191
Juan Ruiz Manero
6
Ferrajoli ha insistido una y otra vez16 en la tesis de que, en
muy amplia medida, los diversos principios pueden y deben
ser jerarquizados de forma tal que sus relaciones de prevalencia
queden preestablecidas para todo caso posible (y esta tesis le
ha sido criticada, asimismo, una y otra vez17). Me limitaré aquí
a prestar atención a la última formulación de esta tesis, la que
encontramos en “El constitucionalismo entre principios y re-
glas”. Leemos en este trabajo que “gran parte de los conflictos
entre derechos, imaginables en abstracto, no son conflictos en
sentido propio que requieran ponderaciones. Se trata más bien
192
A propósito de un último texto de Luigi Ferrajoli
193
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21 Id.
194
A propósito de un último texto de Luigi Ferrajoli
195
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196
A propósito de un último texto de Luigi Ferrajoli
7
En todo caso, las “soluciones en abstracto” que, a juicio
de Ferrajoli, evitan la necesidad de ponderar en un buen nú-
mero de supuestos que aparecen, de entrada, como de colisión
entre derechos, no pueden ser aplicadas a todos los supuestos
de tales
entre colisiones.
derechos Hay, enpara
de libertad particular,
los quesupuestos de colisión
Ferrajoli admite que
no disponemos de “soluciones en abstracto” predispuestas.
En tales supuestos, en su opinión, la solución ha de venir, no
de la ponderación entre normas (entre principios) propug-
nada por los principialistas, sino de la ponderación entre las
circunstancias de los casos individuales de que se trate (en su
terminología, de la “ponderación equitativa”). Partamos de un
pasaje en el que Ferrajoli da cuenta,
cuenta, por una parte, de cómo, en
198
A propósito de un último texto de Luigi Ferrajoli
199
Juan Ruiz Manero
200
A propósito de un último texto de Luigi Ferrajoli
201
Juan Ruiz Manero
202
-V-
SOBRE RICCARDO GUASTINI
INTERPRETACIÓN JURÍDICA
Y DIRECCIONES DE AJUSTE
1
Riccardo Guastini es uno de los teóricos del Derecho que
han ejercido una influencia mayor sobre mí. Esta afirmación
no implica, desde luego, que yo sea un seguidor de Guastini
(en el sentido de concordar con sus principales tesis, de que
mi propio trabajo se desarrolle en el marco de la teoría del
Derecho elaborada por él, etc.).
etc. ). Si yo dijera ser, en este sentido
o en alguno análogo, seguidor de Guastini, ello no sólo sería
obviamente falso, sino sería, sobre todo, una afirmación que,
estoy seguro, el propio Riccardo rechazaría con horror. Pero
no siempre la influencia de alguien sobre otro se traduce en
que el segundo sea seguidor del primero. Alguien
Alguie n puede haber
ejercido una gran influencia sobre otro precisamente porque
este último haya tendido muy frecuentemente a construir
sus propias aportaciones no sólo apoyándose en el primero,
tomándolo como punto de partida, sino también adoptándolo
como alguien contra el cual pero con ayuda de cuyos propios
instrumentos se piensa. Y tal es el caso, creo, de la influencia
Juan Ruiz Manero
2
Tal cosa es, precisamente, lo que en esta ocasión he de
hacer de forma expresa y ello por la propia configuración
de este número de Discusiones, destinado a discutir el tra-
bajo —“El escepticismo ante las reglas replanteado”1— que
contiene la última formulación guastiniana de su teoría de la
interpretación. Esta última formulación resulta, como todas
las suyas, perfectamente clara y ordenada y ello, sin duda,
facilita enormemente las cosas al crítico. Mis observaciones a
la misma afectarán, primero, a la propia manera cómo en ese
texto se traza la tipología de las teorías de la interpretación
jurídica; segundo, a algunas distinciones (o a algunos aspectos
de algunas distinciones) contenidas en él; tercero, a la manera
cómo Riccardo presenta en este texto la diferencia entre su
propia concepción y la “teoría de la vigilia”. Propondré muy
206
Interpretación jurídica y direcciones de ajuste
3
Pero antes de ocuparnos de esta última versión de la teoría
de la interpretación de Guastini es conveniente, me parece,
despejar el terreno en relación con algo —la llamada concep-
ción “escéptica radical” de la interpretación— que se presenta
como un pariente cercano de la concepción guastiniana. Si esta
última se presenta como una teoría “escéptica moderada” de la
interpretación, calificar la propia teoría de la interpretación de
“escéptica radical”, como hace Michel Troper2, parece indicar
que unagénero,
mismo y otra son especies (moderada
el escepticismo una, radical
interpretativo. la otra)
Pues bien: del
en
mi opinión, el llamado “escepticismo radical” de Troper no
sólo no comparte un género común con el “escepticismo mo-
derado” representado aquí por Guastini, sino que ni siquiera
es propiamente una teoría de la interpretación jurídica (aun
reduciendo el alcance de ésta, conforme con las pretensiones
del propio Troper, a la interpretación judicial). Y no lo es, a
mi juicio, porque las razones que aduce Troper en apoyo de su
posición tienen que ver con lo que institucionalmente le resulta
posible hacer al juez (o, si se prefiere decirlo de esta otra forma,
con los poderes normativos del juez), pero no con su posición
vinculada en relación con las emisiones de las autoridades
emisoras de normas (el legislador, en sentido amplio). Y es en
este último terreno, a mi juicio, y no en el de las
la s posibilidades
institucionales o poderes normativos del juez, en el que ha de
207
Juan Ruiz Manero
208
Interpretación jurídica y direcciones de ajuste
209
Juan Ruiz Manero
210
Interpretación jurídica y direcciones de ajuste
4
Pero ocupémonos ya de la teoría de Guastini. Empecemos
por su tipología de las teorías interpretativas y, examinemos
a continuación la manera cómo traza dos distinciones: la que
media entre interpretación “cognitiva”, por un lado, e interpre-
taciones “decisoria” y “creativa”, por otro y la que diferencia
entre interpretación “en abstracto” (u orientada a los textos) e
interpretación “en concreto” (u orientada a los hechos).
4.1. En cuanto a su tipología de las teorías interpretati-
vas, Guastini distingue, al modo ya habitual, entre teorías del
“noble sueño”, de la “pesadilla” y de la “vigilia”3. De acuerdo
con la primera, los textos jurídicos
j urídicos se encontrarían provistos de
un significado
formular único yverdaderos
enunciados determinado, a propósito
o falsos. del cual cabe
La interpretación se
concibe como una actividad cognitiva que ha de desembocar
en la formulación de enunciados interpretativos verdaderos, en
cuanto correspondientes al significado
signific ado prexistente del texto de
que se trate. La teoría de la pesadilla asume, por su parte, que los
textos no tienen significado alguno antes de la interpretación,
sino que tal significado es el resultado de la actividad interpre-
tativa, que no sería de ningún modo una empresa cognitiva,
sino volitiva y decisional. De acuerdo, en fin, con la teoría de
la vigilia, que puede, indica Guastini, ser reconducida a Hart,
habría que distinguir entre casos fáciles (aquellos en los que
211
Juan Ruiz Manero
4 HART, H. L. A.: “Positivism and the Separation of Law and Morals” (1958),
ahora en H. L. A. Hart: Essays in Jurisprudence and Philosophy, cit.
5 HART, H. L. A.: The Concept of Law (1ª ed.), Oxford University Press,
1961.
212
Interpretación jurídica y direcciones de ajuste
7 WORKIN
D , R.: Law’s Empire, Harvard University Press, 1986.
214
Interpretación jurídica y direcciones de ajuste
216
Interpretación jurídica y direcciones de ajuste
217
Juan Ruiz Manero
5
La relativiza o la difumina
difumina hasta el punto de que es dudoso
que, si lo anterior es correcto, haya realmente una diferencia de
alguna relevancia entre la teoría de la “vigilia”
“vigilia” y la de Riccardo.
En el texto inicial de éste encontramos lo que sigue:
“Según la teoría de la vigilia, parecería que la controversia
entre cognitivismo y escepticismo ante las reglas recae sobre
la interpretación dirigida a hechos, esto es, sobre el estatuto
lógico de los enunciados subsuntivos[…]. Yo creo que esto
no es así. El objeto de la controversia son en realidad los
enunciados interpretativos en sentido estricto, enunciados con
la forma ‘T significa S’ y que pertenecen a la interpretación
dirigida a textos. Que los enunciado subsuntivos pueden tener
valor de verdad es una tesis admisible (si bien bajo ciertas
condiciones). Pero una buena teoría de la interpretación ha
de proporcionar una respuesta convincente a la cuestión
c uestión sobre
la posibilidad de que los enunciados interpretativos tengan
valor de verdad”.
220
6
Antes (en 4.1) he objetado a la tipología de las teorías
interpretativas presentada por Riccardo que ésta depende de
un criterio que presupone que la dirección de ajuste de los
enunciados interpretativos era de palabras (los propios enun-
ciados interpretativos) a mundo (el lenguaje del legislador) y
he mostrado que esto deja fuera a todas las concepciones de la
interpretación que entienden que la principal dirección de ajus-
te de los enunciados interpretativos es de mundo (las decisiones
aplicativas
aplicati vas futuras) a palabras (los enunciados interpretativos).
En mi opinión, una teoría de la interpretación que pretenda
reconstruir las prácticas interpretativas reales de la comunidad
jurídica ha de partir de esto y de considerar que el ajuste de
palabras (los enunciados interpretativos) a mundo (el lenguaje
del legislador) es sólo una condición necesaria de la corrección
de los enunciados interpretativos, que deben entenderse como
enunciados prácticos,
práctic os, como enunciados dirigidos no a conocer
realidades prexistentes, sino a dirigir acciones futuras.
221
12 AGUILÓ, Josep: Teoría general de las fuentes del Derecho (y del orden
jurídico), Ariel, Barcelona, 2000, pp. 106-107.
223
INDICE ANALÍTICO
Ambigüedad: 25, 63, 180, 223. Dimensión regulativa del Derecho: 103,
Ambigüedad del “Positivismo Jurídi- 130, 132, 133, 136.
co”: 9, 11, 13. Discrecionalidad: 31, 106, 109, 111, 112,
Ambigüedad conjuntiva y disyuntiva: 114, 122, 153, 154, 188, 217.
63, 64. Distinguishing: 25, 131, 184.
Antinomia: 43, 45, 46, 69, 106 - 108, 111, Doctrina Kelseniana: 15, 16, 17, 30, 31,
113, 145, 222 - 224. 35, 36, 37,40, 41, 43, 44, 45, 46, 47, 50,
Autonomía semántica: 22 - 25, 29, 120, 51, 53, 55, 60, 61, 63, 64, 66, 67, 71, 80,
121, 168. 81, 82, 86, 88, 89, 92, 93, 174, 215, 216.
Teoría Pura
Pura del Derecho: 35, 36, 38,
Cláusula alternativa tácita: 43, 46, 53, 41, 42, 43, 50, 51, 55, 56, 62, 63, 66,88,
54, 68 - 71, 74. 89, 90, 92, 93.
Constitucionalismo garantista: 163, 178.
Constitucionalismo principialista: 178, Escepticismo ético: 12, 15, 16.
188, 189.
Cuestiones epistemológicas: 21, 23, Función Legislativa: 22, 23, 50, 125, 126,
115, 116. 131, 164, 207, 221.
Decisión judicial: 105, 106, 108, 112, Ilícitos atípicos: 25, 125, 164.
117 - 123, 136, 137, 153. Inclusive legal positivism: 15, 48.
Deóntica: 23, 28, 66, 149, 181, 183, Interpretación cognitiva: 215, 216, 218.
185 - 188, 210. Interpretación creativa: 215, 216.
Derecho y moral: 11, 20, 21, 22, 118, Interpretación decisoria: 215, 216, 218.
119, 122. Interpretación dirigida a hechos: 218
- 220.
El legado del positivismo jurídico
Indice Analítico
Teorías del Derecho: 11, 12, 15, 35, 36, Validez jurídica: 12, 20, 47, 62 - 67, 83,
48 - 50, 62, 69, 73, 83 - 86, 101 - 103, 123, 85, 88 - 90, 118, 179.
124, 141 - 143, 174, 205. Validez constitutiva: 65.
Unilateralismo: 161 - 176. Validez
Validez plena: 65. 65.
regulativa:
Universo de Propiedades del Sistema Valores jurídicos: 13, 29, 30, 116, 161,
Jurídico: 104, 105, 113, 130. 168.
Vigencia jurídica: 24, 47, 65, 199.
227