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LA OBSERVACIÓN DEL CIELO

Como ejemplo de la tragedia de los “saberes previos” en cuestiones de astronomía, podemos tomar lo
siguiente: en la escuela nos enseñan que “Colón descubrió que la Tierra es redonda” (asumimos
redonda como esférica, una primera aproximación a su forma real) cuando 17 SIGLOS antes
Eratóstenes midió su diámetro, lo que implica su esfericidad. Esto no quita mérito a la osada
navegación de Colón (a quien, dicho sea de paso, hemos visto dibujado en revistas escolares con un
catalejo en la mano: ese instrumento óptico se inventaría mas de un siglo después), solo queremos
señalar un lugar común. Mas nos interesa el comentario de algunos (pocos) niños que se burlan del
concepto de una tierra esférica. ¿Por qué lo hacen? Por no verla esférica en su ámbito normal.
Estamos tan acostumbrados a responder “redonda” cuando nos preguntan por la forma de la Tierra, que
no meditamos si realmente vemos esa forma, lo que no podemos hacer salvo en un vuelo a gran altura u
otro acontecimiento especial. Y, por lo tanto, vemos como algo “tonto” la representación de los
antiguos de una Tierra plana. Lo mismo sucede con la rotación de la Tierra: no la “sentimos” (por
suerte!) al estar en el mismo marco inercial de referencia, y vemos su reflejo en el movimiento de los
astros (la esfera celeste); nuevamente, “sabemos” que se “mueve” la Tierra y no “el cielo”, a pesar que
nuestros sentidos nos indican otra cosa.

LA ESFERA CELESTE

Llamamos esfera celeste a la representación convencional del cielo (parte del universo
que veo en un lugar y momento dado) como una envoltura esférica de radio infinito sobre la que
aparecen proyectados los astros; el observador se encuentra en el centro de esa esfera y en un instante
dado ve, teóricamente, la mitad de la misma.

En la figura, y relacionado con lo antes visto, distinguimos una serie de importantes


puntos de referencia: El observador se encuentra en el centro de la esfera y observa a su alrededor un
horizonte (literalmente, “contorno”) terrestre que casi siempre es irregular pero para simplificar lo
imaginamos una circunferencia plana (tangente a una superficie extensa de agua, p. ej.). La extensión
del mismo hasta la esfera celeste define el horizonte visible (o aparente). Una perpendicular a este
plano en el lugar del observador, que puede ser el hilo de una plomada, nos da la vertical del lugar y
sus intersecciones con la esfera definen el cenit Z (por encima del horizonte, siempre visible) y el nadir
N (por debajo del horizonte, siempre invisible).

Si realizamos la observación propuesta en el práctico, comprobamos que mirando al Sur,


específicamente al PSC, los astros (y la esfera celeste) parecen girar en torno a él (figura A): estrellas
próximas al PSC (circumpolares) son siempre visibles, lo que no se da mirando al norte (fig. B). Si se
observan con atención las flechas se comprende que es un solo movimiento aparente de la esfera
celeste, o movimiento diurno, y se lo observa de Este a Oeste (retrógrado; mirando al sur, en el sentido
de las agujas del reloj). Es, claro está, reflejo de la rotación en sentido Oeste a Este ( directo) de la
Tierra, pero no lo podemos demostrar todavía. El arco diurno se encuentra por encima del horizonte
(pensemos en el Sol) y el nocturno por debajo.
Si desde el PSC trazamos una línea que pase por el observador hacia el polo norte
celeste, PNC (que para nosotros está bajo el horizonte N), tenemos un eje polar o eje del mundo, PSC –
Ps – observador - Pn – PNC: nótese que el observador puede ser geocéntrico (centro de la Tierra) o
topocéntrico (un lugar sobre la Tierra) dado que el tamaño del planeta es despreciable respecto a la
distancia a las estrellas (pero no a la Luna, p. ej....., pero tampoco podemos demostrarlo, aún).
La proyección del ecuador terrestre a la esfera celeste nos da el ecuador celeste; éste
define dos hemisferios celestes, N y S, y el eje del mundo es entonces perpendicular a este plano del
ecuador celeste. Los astros se mueven en círculos paralelos a este ecuador celeste (“paralelos celeste”),
o, lo que es igual, en planos perpendiculares al eje del mundo. Como el movimiento es uniforme (no
quedaría nada en pié si así no fuera!), la velocidad angular es constante: en un tiempo dado todos los
astros barren el mismo ángulo. Entonces, astros cercanos al ecuador recorren en el mismo tiempo arcos
mayores que el recorrido por los astros cercanos al polo  en ese punto en particular, un astro se vería
inmóvil.
Nos hemos referido antes al meridiano del lugar, que contiene ambos polos celestes, el
Z y el N. En su intersección con el horizonte determina los puntos cardinales S y N (línea meridiana).
Existen tantos meridianos como observadores se ubiquen en dirección E – W. Para cualquiera de ellos,
un astro alcanza su máxima altura cuando lo atraviesa en su culminación superior. Un astro
circumpolar puede observarse en su culminación inferior también, pero esta no es su máxima altura
sobre el horizonte.
Se denomina primer vertical al plano circular que pasa por el cenit, el nadir y es
perpendicular al meridiano del lugar; su intersección con el horizonte define los puntos cardinales E y
W. En particular, suele definirse el E y el W como “el lugar donde sale y se pone el Sol”, veremos más
adelante que esto sólo es cierto dos días al año, el día de primavera y el de otoño (no debemos
confundir punto cardinal, preciso, con horizonte o lugar, más extenso).
Observa que la división del cielo N-S y E-W, así como polos, ecuador, etc., son
similares conceptualmente a las efectuadas en el globo terráqueo: volveremos a esto cuando hablemos
de coordenadas. Remarcamos que los movimientos observados son aparentes (el real es la rotación de
la Tierra), pero para estudiarlos podemos asumir la rotación de la esfera celeste como real sin caer en
errores en lo referente a estrellas solamente (no planetas!).
Por otra parte este no es un curso escolar y estas definiciones tipo “libro de texto” tienen
sentido solo para precisar el aspecto y los cambios que vemos en la esfera celeste:

En una misma noche, un observador situado en Chivilcoy observa que los astros salen
por el E, se desplazan paralelos al ecuador celeste, alcanzan su culminación y se ponen hacia el W. El
PSC se encuentra elevado unos 35° sobre el horizonte S, entonces astros y constelaciones (p. ej.
Octante) que estén a menos de 35° del PSC son circumpolares y las vemos toda la noche, atravesando
el meridiano tanto en culminación superior como en inferior (con 12 hs. de diferencia para un astro
dado). La rotación completa de la esfera celeste (dos culminaciones superiores sucesivas de un astro
dado) ocurre en 24 HORAS SIDÉREAS (sidéreo = astro). Luego veremos que esta hora difiere algo
(aprox. + 4 minutos / día) de la que marcan nuestro relojes. Por ahora tomamos este valor como el de
la duración de la verdadera rotación de la Tierra. Una hora sidérea tiene 60 minutos sidéreos y cada
minuto sidéreo tiene 60 segundos sidéreos. Como la circunferencia tiene 360° y cada rotación se
cumple en 24 hs. sidéreas, tenemos que la esfera celeste rota 15° por hora (sidérea...). Entonces 1
minuto de tiempo es igual a 15’ (minutos de arco), y un segundo de tiempo equivale a 15” (segundos de
arco). Inversamente, 1° = 4 m (minutos de tiempo), 1’ = 4 s (segundos de tiempo) y 1” = 0,0667 s.
Esto equivale a decir que los relojes miden tiempo y también ángulos!.
Volviendo a la descripción del cielo, decíamos que el PSC se encuentra en Chivilcoy
elevado 35° sobre el horizonte S. Este valor concuerda con la latitud geográfica del lugar, (-35° para
Chivilcoy, el menos indica S y es por convención) y podemos decir que el polo celeste (N o S) se
encuentra elevado sobre el horizonte del lugar tantos grados como el valor de la latitud: en los polos
geográficos = 90° y el polo elevado coincide con el cenit; en el ecuador,  = 0° y ambos polos
celestes coinciden con el horizonte (ya no son muy “elevados”!).
Supongamos entonces que estamos observando en Chivilcoy y vemos un astro salir por
el E. Si nos desplazamos, atravesando meridianos, hacia el W (manteniendo la latitud) a igual
velocidad que la esfera celeste, vemos siempre al astro en igual punto; si nos movemos al E, subirá a
mayor velocidad. Entonces para una latitud dada, S o N, el aspecto del cielo es el mismo: si nosotros
vemos Crux, un observador australiano también la verá, la diferencia es que en un cierto instante para
nosotros es de noche y para él de día.
Pero si nos desplazamos por el meridiano, cambiando la latitud, la situación cambia.
Imaginemos estar en Chivilcoy y de un solo paso llegar a Ushuaia. Para ver Crux, p. ej., no debemos
mirar al S, sino casi al cenit; y el PSC se eleva unos 60°. Si en otro paso llegamos justo al Polo Sur
geográfico, entonces PSC en Z y todo, obvio, está al N. El EC coincide con el horizonte y no vemos
nada del hemisferio celeste norte. Volvamos a Chivilcoy, pasemos de largo y llegamos a La Quiaca. El
PSC se eleva sólo 20° (todas estas medidas están redondeadas) sobre el horizonte y Crux ya no es
circumpolar. Vemos más astros del N. Si llegamos al ecuador vemos ambos hemisferios, los PC en el
horizonte S y N. Si llegamos a New York, vemos el PNC elevado sobre el horizonte N más de 40°,
marcado por la estrella Polaris. No vemos el PSC, claro, ni Crux, Centauro, etc. Si llegamos al PN
geográfico, el PNC coincide con el Z y el EC con el horizonte. Por lo tanto podemos hablar de dos
cielos distintos, N y S, que en general comparten sólo el poder ver constelaciones y astros ubicados
cerca del ecuador celeste, p. ej. las constelaciones zodiacales, planetas, Luna, Sol, Orión (donde están
“las 3 Marías”), etc.
Es importante aclarar que la variación de la posición del polo elevado relativo al
observador no tiene nada que ver con la posición del eje de rotación de la Tierra relativo a una normal
al plano de su órbita, que por supuesto no presenta esa variación y vale unos 23°, como veremos más
adelante.

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