Para Daniela Mishima, la mejor lectora de cuentos de ratones.
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Aquella fue una temporada inolvidable para los ratones Pérez, porque a los chicos humanos se les cayeron más dientes que nunca. Había mucho trabajo. Aunque se esforzaban, no conseguían visitar todas las casas de chicos que habían colocado dientes bajo la almohada. 5
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Un día, al fin, decidieron buscar un ayudante. Por primera vez desde que se fundara la empresa, emplearían a alguien ajeno a la familia.
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El ayudante elegido fue el primero que acertó a pasar por allí: el joven ratón García, que justamente andaba buscando trabajo.
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El problema era que no había tiempo para enseñarle la tarea. Solo le dieron una bolsita con monedas y las direcciones de los niños que debía visitar esa noche.
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Con el primer chico, el ratón García se equivocó de dirección. En lugar de ir a la calle Cabezones 10, fue a Narigones 10. Recorrió la casa, pasó ante un gato que roncaba como un elefante, entró a la cocina y al baño, y después a la pieza de los padres. Hasta que, por fin, encontró 10 la habitación donde dormía un chico.
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El ratón García trepó a la cama, se metió bajo la almohada…, pero nada. No había ningún diente. Nervioso, empezó a saltar de la almohada a la mesa de luz, de la mesa a la almohada.
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Hasta que se le ocurrió una idea: abrirle la boca al chico para comprobar si le faltaba un diente.