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TEXTO 12

Cuando las cuatro mujeres de la familia podían dormir y él, no, Luciano se levantaba y se
acercaba a las puertas de las habitaciones de las niñas para oír su respiración, para sentir su
presencia, su existencia. Después se volvía a su cama, se sentaba en ella y, durante unos
segundos, escuchaba a Alicia en su sueño, su respiración y también sus palabras, porque
muchas veces hablaba mientras dormía. Sabía que dejaba escapar palabras inconexas e
imprecisas, pero aspiraba a dar con el significado de ellas en alguna ocasión, que, por
supuesto, nunca llegaba. Al final, aquello le divertía bastante, y le gustaba pensar que su
mujer, siempre alegre y comunicativa, quería seguir hablando incluso dormida. Ahora, rodeado
de aquellas palabras inconscientes pero reales, sintiendo su vida que corría paralela a la de
ella, percibía más lejos que nunca la amenaza de la soledad.

Fragmento de La única carta (adaptado)

Borja Rodríguez

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