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INSTITUCIÓN EDUCATIVA FE Y ALEGRÍA -LA PAZ-

CIENCIAS SOCIALES GRADO NOVENO CUARTA GUÍA DE TRABAJO AUTÓNOMO

NOMBRE:______________________________________________ GRADO:_____

EN TORNO AL TESTIMONIO DE KÄTHE KOLLWITZ

Su testimonio es el desolador pasaje que conecta


los dos capítulos de la Gran Guerra Europea en
el siglo XX. A partir de una obra gráfica y
escultórica, esta mujer retrata el horror de una
época que en menos de treinta años encerró la
Ilustración en una cámara de gas y convirtió al
ser humano en un cadáver de trinchera.

El siguiente texto tiene la forma teatral de un


monólogo que buscar recuperar la voz silenciosa
y adolorida de Käthe Kollwitz. Este monólogo fue
escrito por la artista española Esperanza d'Ors
en el año 2018, en él teje sus vivencias en el
museo de Berlín dedicado a Kollwitz, y la lectura
de sus diarios.

Una vez lo haya leído, escriba un ACTO FINAL


en el que usted se encuentra con Kollwitz.
INTROITO

“He entrado en el cuarto de Peter y he cerrado la puerta. Pongo en su arbolito, tras el cabezal de la
cama, veinte pequeñas velas. Han pasado dos años desde su muerte. Me siento en su escritorio,
abro el cajón y extraigo las cartas y las fotos de mis queridos hijos. ¿Qué quiero de la vida? ¿Qué he
querido? He querido morir por ti, Peter, pero ahora veo que tú has hecho más. No has muerto por
amor a un ser humano, sino por amor a una idea, a un mandamiento. Y recuerdo las palabras de
mi padre, tu abuelo: “No venimos al mundo a ser felices, venimos a cumplir con nuestro deber”.
Puesto que no pude irme en tu lugar, puesto que vivo, quiero vivirme hasta el final. Yo, Käthe
Kollwitz, quiero ver hasta dónde puedo llegar con mi trabajo. El trabajo de tu madre, la “artista del
arroyo”. Lo único que me parece digno para seguirte, hijo mío, es pasar por la vida de manera
inquebrantable, sin quejarme, ni llorar. Aquí quedará todo escrito, en tu cuaderno.

PRIMER ACTO

Recuerdo aquel día, sábado, uno de agosto de 1914. Habían movilizado a tu hermano Hans, y tú,
Peter, volvías tus ojos suplicantes hacia mí, cuando tu padre te puso todas las objeciones posibles
para que no te sumaras. Pero yo, intercedí por ti. Llegó la hora que me arrastró al sacrificio. Cuando
los hombres van a la guerra suelen dejar mujer e hijos, y su corazón está dividido. Los jóvenes no
conocen esa división y se entregan con alegría, como una llama pura e ideal que sube verticalmente
al cielo. La ciudad entera está engalanada con banderas, y masas humanas caminan con ánimo
victorioso por Unter den Linden. Ya han sido bendecidos para el sacrificio. Se ha cortado el cordón
umbilical por segunda vez; primero para vivir, después para morir. Desde todos los balcones
comenzamos a cantar: “Deutchland, Deutchland, über alles…”Y el 30 de Octubre me llega la noticia:
“Su hijo ha caído”. ¿Qué he hecho? Me encierro en el estudio y me pongo a trabajar. No solo he de
completar mi trabajo sino el tuyo. Tú eras la simiente que no se debía haber molido. Debo amar a
Alemania a mi manera, como tú lo hiciste a la tuya. Escribo cartas a tus amigos en el frente, a
Erich, a Krems, a Hoyer, a Nolls, que ahora son mis hijos y me llaman: “Mutter Käthe!” Karl, tu
padre, me dice que no hemos mejorado con tu muerte. No puede ser que sigamos siendo los mismos
que antes de que el destino nos golpeara. ¿Y quién soy yo? Me miro y me dibujo una y otra…, y otra
vez. Me siento tan pobre como si os hubiera perdido a los dos, Hans y Peter, mis dos hijos. Tengo
49 años. Me siento mayor y débil. Mi cuerpo, mi rostro ajado, mis manos… Tengo que ser dura y
exprimir de mí misma lo vivido. Me he convencido de lo absurdo de la guerra, de ver cómo la
juventud europea se destroza mutuamente. Ha sido una demencia colectiva. ¿Cuándo y cómo se
producirá el despertar? Nie wieder Krieg! ¡Nunca más la guerra! Tengo que aportar algo a la lucha
por la paz. No hay un minuto que perder.

SEGUNDO ACTO

El norte de Alemania y el sur se rompen. ¡Qué división más terrible! Impera el hambre y el frío.
Voto por vez primera el 19 de Enero de 1919. He votado por la mayoría socialista. Se inaugura la
Asamblea Nacional de Weimar. Bebemos vino y leemos el maravilloso poema de Meyer, “Paz en la
tierra”. Pero hay huelgas por toda Alemania, y trabajo mal. A las huelgas, siguen los saqueos. Se
declara la Ley marcial y las bestialidades por ambas partes son cada vez mayores. En la “Secession”,
el escultor Kolbe habla del periodo de descomposición que vivimos, y que el arte así no puede
prosperar. La idea de Taut y Gropius, que ahora tienen los artistas jóvenes de que solo tras la
destrucción del mundo surgirá uno nuevo, puro, inocente y creador, me parece de repente
esclarecedora. Vuelvo a trabajar en la escultura Madre con hijo con entusiasmo. Pero debo aceptar
el encargo de un cartel para una compañía de socorro de Viena. Quiero dibujar a la muerte, he de
expresar el sufrimiento de los hombres que es inacabable y grande como una montaña. Estampas
de la guerra. ¿Pero puedo sentirme aliviada cuando sé que sigue con todo su furor? Solo siento
sosiego cuando trabajo en la gran obra de Peter. Pero quizá eso no sea trabajo, sea una misión. Me
quieren comprar dibujos y reviso mis carpetas. Los encuentro deficientes. Con los grabados tengo
mayores esperanzas. Quiero afrontar grabados en madera, pero he visto los de Barlach y algo me
descolocó por completo. Él ha encontrado su camino, yo no lo he encontrado aún. Me atormenta
desde hace años… También me avergüenzo de no pertenecer a ningún partido. No soy en absoluto
revolucionaria, sino partidaria de la evolución, pero se me elogia como artista del proletariado y de
la revolución, y se me empuja cada vez más a desempeñar ese papel y no me atrevo a dejar de
desempeñarlo… Fui revolucionaria pero ahora he vivido la guerra, he visto morir a Peter y a miles
de jóvenes y estoy espantada por todo el odio que hay en el mundo. “Nie wieder Krieg!” Nunca más
la guerra, me repito… Pero, qué confusión tengo en mi interior; ni siquiera puedo profesar mi
pacifismo. No se puede esperar de una artista que se oriente en esta situación demencial. Tengo,
como artista, derecho a recurrir a todo el contenido emocional, de hacer que influya en mí y de
exponerlo. Por lo tanto, tengo derecho a dibujar la despedida de la clase obrera al dirigente radical
Liebknecht, tras su muerte, sin por ello tener que seguirle políticamente, ¿o no? Mi esperanza en
Rusia está destruida. ¡Qué profunda decepción mi viaje! Trabajo en el Ciclo de la guerra y me
propongo hacer la serie Voluntarios. He caído en una profunda depresión. He llevado mis cosas a
la Exposición de la Academia, aunque me avergüenzo de ellas… Menos mal que hoy es domingo y
las campanas repican. ¡Un ser humano está aquí! Un niño querido, hijo de mi pequeño Hans, y lleva
el nombre de Peter. ¡Qué Dios te bendiga! Acabados los cuatro grabados del Ciclo de la guerra, el
cartel ruso y el de los niños vieneses, regreso a la escultura. Pero necesito el dinero. No podemos
salir adelante con lo que gana Karl. Hoy me entero de que mis grabados se convierten en objeto de
especulación, cuando estoy a punto de ser operada de la vesícula biliar. Mi pobre Karl no quiere
soltar mi mano. “Te seguiré pronto”, me dice y llora. Tras cuatro semanas y media, vuelvo a casa.
No tengo fuerzas, siento que me apago. Mi madre llega cada día y se sienta frente a mí y permanece
en silencio. Aterrorizada porque un nuevo hijo le sea arrebatado. Y esa imagen se clava en mí, como
su frase, “Mi buena hija”, cada día al despedirse. Trabajo al fin en las figuras
de Padre y Madre para el cementerio militar de Roggevelde. Quiero terminarla para primavera. La
madre arrodillada, mirando los cientos de tumbas, abre los brazos por encima de todos sus hijos.
Las dos figuras irán en el lugar donde yace Peter, mi querido Peter. Me siento invadida por la
melancolía. Hoy he cumplido 60 años, pero lo he conseguido. La obra se inaugura oficialmente en
1932. Al día siguiente, solos Karl y yo, fuimos a ver la sepultura y todo cobró vida y sentido. Me
acerqué al rostro de la mujer, que es el mío, acaricié sus mejillas y lloré. Karl detrás de mí,
musitaba: “Sí, sí, aquí los tres juntos, por fin”.
TERCER ACTO

30 de Enero de 1933. Hitler es nombrado Canciller del Reich. Todo se precipita. Heinrich Mann y
yo hemos de abandonar la Academia. Detenciones y registros domiciliarios. La más completa
dictadura. Boicot a los judíos. Quema de libros. A los médicos que, como Karl, habían pertenecido
a la Asociación socialdemócrata les quitan las cajas de seguros. No hay partidos ni periódicos que
representen otra opinión. Pero seguimos trabajando y nos negamos a abandonar el país. Llevo cinco
litografías sobre la muerte y un autorretrato a la Academia. Mis obras son incluidas en la
Exposición de Arte Degenerado… ¡650 obras con el fin de ridiculizarnos! Paralelamente, el régimen
nazi organiza otra exposición del arte oficial cuya inauguración es presidida por Hitler, pero la
nuestra recibe dos millones de visitantes y la suya ha de conformarse con medio millón. Dos agentes
de la Gestapo me interrogan sobre un artículo escrito en “Izvestia” y me dicen que mi
comportamiento es merecedor de campo de concentración y que si reincido acabaré allí. Karl y yo
decidimos suicidarnos si eso llegara. Empiezo a ver que estoy llegando al final. Hay un enorme
silencio en torno a mí y Karl anhela la muerte. Barlach ya no está entre nosotros. Se ha ido
dejándome su bendición y se apodera de mí una agitación terrible y constante. Estalla la Segunda
Guerra Mundial. Karl muere y el pequeño Peter se va a la guerra. Otra vez la guerra… Me asombro
de cómo lo soporto sin sentirme enteramente desgraciada. No tengo dolores continuos y mis ojos
siguen resistiendo. Una mañana entra Hans muy silencioso y enseguida lo supe. ¡El pequeño Peter
había muerto! En mi interior creció una fuerza para ayudarme a soportarlo y consolar a su madre:
“¡Pobre Ottilie!” Aunque no sirve de nada. De semejante herida solo se puede curar uno mismo,
desde dentro, lo sé. Mi estudio ha sido destruido por un bombardeo. Lo he perdido todo. Sin techo
que me cobije, ni obras a las que mirar, todo destruido. Soy acogida en Dresde, en el Castillo de
Moritzburg, por el príncipe Ernesto de Sajonia. Me viene a la mente una música de Bach con un
texto que dice: “Oh, gran amor, amor desmedido, qué te ha llevado a este camino de martirio”.

FINAL

Mi testamento está hecho: Madre con hijo o La Piedad. Resumen de mi vida. Te tengo entre mis
piernas abiertas, abrazándote con ellas. Una madre busca volver a introducir en ella una vida que
desaparece y que en algún momento perteneció a su útero. Y lo hace como un animal, con los ojos,
con los labios, con el aliento. Fundida para la eternidad mi culpa y mi impotencia, buscando en este
recuerdo tu perdón y el de todos.”
ÚLTIMO ACTO

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