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El Ajuste recargado: La Carta de Intención (EFF) con el FMI de septiembre de

2020
La crisis económica en Ecuador durante 2020 se desencadenó por diversos factores
adversos, incluyendo la disminución de las reservas internacionales, la caída de los
precios del petróleo y los impactos de la pandemia de COVID-19. La respuesta del
gobierno a esta situación fue la renegociación de su deuda soberana, una medida crucial
para estabilizar la economía. Sin embargo, esta renegociación estaba sujeta a
condiciones específicas, entre las cuales destacaba la necesidad de un nuevo programa
financiero respaldado por el Fondo Monetario Internacional (FMI).
La "Condición del FMI" se convirtió en un elemento determinante, ya que la
renegociación no podía avanzar sin el anuncio por parte del FMI de un nuevo programa
para Ecuador. Esta condición reflejaba la estrecha interdependencia entre las decisiones
del FMI y la renegociación de la deuda ecuatoriana. La declaración del gobierno en el
Memorándum de entendimiento subrayaba la imposibilidad de renunciar a esta
condición, vinculando directamente la renegociación con un nuevo programa de
consolidación fiscal respaldado por el FMI.
Las negociaciones con los tenedores de bonos soberanos se llevaron a cabo en un
contexto de debilidad en la posición de liquidez del gobierno, exacerbada por la
pandemia y la necesidad de enfrentar una disminución de las reservas internacionales.
El Memorándum detallaba las enmiendas propuestas a los Bonos Elegibles, destacando
la importancia de obtener el consentimiento de los tenedores para diferir los pagos de
intereses hasta ciertas fechas límite vinculadas a la "Condición del FMI de abril".
La urgencia de llegar a un acuerdo con los tenedores de bonos era evidente, ya que el
incumplimiento de ciertas condiciones podría resultar en un impago de la deuda en
agosto de 2020. La presión se intensificaba aún más debido a la necesidad de cumplir
con las condiciones del FMI para garantizar el respaldo financiero necesario.
La renegociación se enmarcó en un escenario de debilitamiento de la posición fiscal del
gobierno, agravado por la pandemia. El gobierno buscó afianzar la credibilidad con
recortes de gastos y anuncios de reducción de gastos públicos, destacando la gestión de
créditos externos para hacer frente a la crisis. Estos recortes fiscales eran una estrategia
para mostrar compromiso a los tenedores de bonos soberanos y estaban detallados en el
Memorándum como parte de las condiciones para la renegociación.
El acuerdo con el FMI en septiembre de 2020 se presentó como un elemento clave para
completar la renegociación de la deuda. Este nuevo acuerdo buscaba complementar la
renegociación de bonos soberanos y abrir puertas a más créditos bilaterales y
multilaterales. La relación directa entre la renegociación de la deuda y el programa de
consolidación fiscal del FMI quedó clara en la Estrategia de Financiamiento Extendido
suscrita a fines de septiembre de 2020.
Sin embargo, las condiciones del acuerdo con el FMI generaron críticas, ya que se
centraron en la consolidación fiscal y reformas estructurales en un momento de crisis
sanitaria. La pandemia, que había afectado gravemente a Ecuador, no condujo a una
flexibilización de las metas de recortes fiscales o a la suspensión de despidos de
empleados públicos.
La pandemia, lejos de relajar la presión del FMI, fue utilizada como justificación para
avanzar en la consolidación fiscal sin oposición política y movilización social. El
acuerdo con el FMI, en lugar de priorizar la protección de vidas y medios de vida
durante la crisis, mantuvo un compromiso firme con las políticas de austeridad a largo
plazo.
En conclusión, la renegociación de la deuda ecuatoriana estuvo intrínsecamente
vinculada a las condiciones del FMI y a medidas de ajuste fiscal, con el gobierno
buscando equilibrar las demandas de los tenedores de bonos, las condiciones del FMI y
las necesidades económicas y sociales del país. Aunque la renegociación ofreció alivio a
corto plazo, las críticas resaltan la importancia de abordar las implicaciones sociales y
económicas de las reformas con prudencia, especialmente en el contexto de la pandemia
de COVID-19.
¿El TLC con China implica un basurero tóxico para Ecuador?
El acuerdo de libre comercio (TLC) entre Ecuador y China, firmado en mayo de 2023,
ha generado controversia en el país. A pesar de que la Corte Constitucional emitió un
dictamen favorable en noviembre del año anterior, la aprobación en la Asamblea
Nacional enfrenta dificultades, especialmente debido a las preocupaciones sobre la
posible importación de basura del gigante asiático.
El debate en la Asamblea Nacional, que comenzó el 11 de enero de 2024, se suspendió
después de intervenciones que expresaron el rechazo al acuerdo, principalmente desde
el correísmo y Pachakutik. Se ha planteado la inquietud de que el TLC permita la
entrada de diversos desechos, incluyendo eléctricos, electrónicos, farmacéuticos,
chatarra, baterías, pilas, vidrio, plásticos, cenizas y líquidos contaminados.
Aunque varios ítems de la lista arancelaria de Ecuador y China corresponden a desechos
y están exentos de impuestos, el exministro de la Producción, Julio José Prado, que
lideró las negociaciones, asegura que el TLC no implica necesariamente la importación
de basura. Explica que los documentos deben detallar esos productos, pero la
Constitución y las normas vigentes prohíben el ingreso de mercadería usada,
remanufacturada, químicos y residuos peligrosos.
Las organizaciones ecologistas y de derechos humanos, sin embargo, argumentan que
estas normativas no han impedido la importación actual de plásticos para reciclaje, y
expresan su preocupación por la posibilidad de que Ecuador se convierta en un basurero
para China.
Además de las inquietudes sobre los desechos, hay preocupaciones en relación con la
pesca, ya que se teme que el acuerdo permita a China depredar los recursos marítimos,
especialmente en Galápagos. A pesar de las garantías del exministro Prado de que
ninguna flota no ecuatoriana puede pescar en las Islas Encantadas, persiste la
preocupación ambiental.
El acuerdo con China es fundamental para Ecuador, ya que es el segundo socio
comercial más importante del país. Establecer reglas claras para el intercambio
comercial y obtener beneficios para ciertos productos es crucial. Aunque algunas
organizaciones y sectores políticos argumentan que el TLC podría perjudicar a los
pequeños empresarios al no poder competir con China, otros sostienen que la
competencia puede mejorar la industria y hacer más competitiva la producción local.
En el debate de la Asamblea, el correísmo ha expresado su preocupación por el posible
perjuicio a los pequeños empresarios, mientras que otros ven en el acuerdo una
oportunidad para reducir el déficit comercial y acceder a un mercado enorme. Se
destaca que el acuerdo beneficia principalmente a materias primas y excluye la
importación de productos manufacturados, donde China tiene ventajas significativas.
El economista y docente universitario, David Castellanos, destaca que un acuerdo de
libre comercio es beneficioso para el país y puede mejorar la competitividad de la
producción local. Sin embargo, existe la preocupación de que intereses políticos puedan
obstaculizar la aprobación del acuerdo.
En última instancia, la decisión de la Asamblea Nacional sobre el TLC con China tendrá
implicaciones significativas para la economía ecuatoriana y su relación comercial con
uno de sus socios más importantes.

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