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Escribir en la escuela
En los últimos años sin duda son otros los textos que
se han vuelto objeto de escritura y análisis en las clases de
lengua y literatura. A partir de mediados de los ochenta y
luego de la sanción oficial de la ley federal de educación,
se volvió casi unánime la idea de que los textos adecuados
para trabajar la lengua debían venir del campo periodístico
y “comunicacional” y no de la literatura. De la mano de lo
que se llamó “enfoque comunicativo”, géneros como la
carta de lectores, la crónica periodística y el instructivo,
por nombrar los ejemplos más reconocibles, se volvieron
canon de escritura en los manuales y en las aulas, bajo el
supuesto de que estos textos “cercanos” a los alumnos y
propios de situaciones de comunicación “reales” serían los
que permitirían el desarrollo de la escritura.
El predominio de marcos teóricos de orientación tex-
tualista y discursiva –lingüística textual, pragmática, teoría
de la enunciación– puso en primer plano el trabajo con
esos textos, que pronto se volvieron los textos “que debían
escribirse” en las escuelas argentinas. En esto colaboraron
sin duda la industria editorial, los libros de texto, y las di-
ferentes instancias de capacitación docente que se dieron
masivamente desde la implementación de la reforma.
El trabajo con esos géneros cercanos al uso diario y a la
vida cotidiana de los chicos, supuestamente, aseguraría el
aprendizaje de las “estructuras textuales”, imprescindibles
para el desarrollo de la escritura. Se suponía, por ejemplo,
que la lectura de cartas de lectores y el reconocimiento de la
estructura de la argumentación conllevarían el desarrollo de
la escritura. A su vez, al aprendizaje de estos “tipos textua-
les” sobre los que circularon diferentes clasificaciones, se
16 SERGIO FRUGONI
Y agregaba:
3 Alvarado, M., “Enfoques sobre la enseñanza de la escritura”, op. cit., pág 50.