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Un barco que se hunde

Ramón Díaz Perfecto

16 de diciembre de 2022

1. Introducción

En un barco que se hunde, poco sirve achicar agua si no se tapa el agujero por el
que entra. Y si el agua entra por varios agujeros, entonces primero habrá que buscar
el más grande, y solo después ocuparse de los demás.

Habitualmente, el primer agujero que un hereje abre en el casco de la Iglesia no


suele ser el más grande que abrirá a lo largo de su vida. Suele suceder que la Iglesia
le invita a reparar el daño que ha causado y volver a la barca. Y es entonces cuando
el hereje, movido por la soberbia, abre el verdadero agujero, que consiste en negar
que el Espíritu Santo es quien guía la barca; o, dicho con otras palabras, rechaza la
autoridad de la Iglesia para poder seguir defendiendo su herejía.

Negar la eternidad del inerno es una de las innitas maneras en que el intelecto
humano puede abrir un agujero en el casco de la Iglesia. Podemos dar la voz de
alarma, intentar taparlo o achicar agua, pero de poco servirá si no tapamos antes el
agujero principal; aquel que Hart ha abierto casi sin darse cuenta: la negación de que
el Espíritu Santo es quien guía la barca, porque si el Señor no edica la casa, en
vano trabajan los que la edican(Sal 127:1).

Tal vez, si el señor Hart supiera que el Señor es quien edica la casa, le bastaría con
la siguiente armación del Concilio de Letrán IV respecto a la eternidad del inerno:

[Jesucristo] ha de dar a cada uno según sus obras, tanto a los réprobos como a los
elegidos: todos los cuales resucitarán con sus propios cuerpos que ahora llevan, para

recibir según sus obras, ora fueren buenas, ora fueren malas; aquéllos, con el diablo,
1
castigo eterno; y éstos, con Cristo gloria sempiterna .

Pero como el señor Hart es ortodoxo, no acepta la autoridad del Concilio de Letrán.
Al negar la eternidad del inerno ha abierto un pequeño agujero en el casco. Al
negar la autoridad de la Iglesia, ha abierto un boquete irreparable. El agua seguirá
entrando en su barca hasta ahogarse, y tal vez entonces, cuando le llegue hasta el
cuello, comenzará a dudar si efectivamente al nal todos se salvarán (1 Tim 2: 4), y,

1 Dz. 429.

1
movido por el miedo, cambie de opinión, y vuelva de nuevo a la barca que nunca se
hunde, aquella que es guiada por el Espíritu Santo. Rezo para que así sea.

2. La tesis del señor Hart

Es cierto que de poco sirve tapar agujeritos cuando el agua uye feliz por un
boquete. Es cierto, por tanto, que para responder al señor Hart, lo más eciente
sería escribir un artículo defendiendo la infalibilidad de la Iglesia y de sus fórmulas
dogmáticas.

Sin embargo, ya que el actus credentis non terminator ad enuntiabile, sed ad


2
rem , nada impide que profundicemos en la formulación del Concilio Lateranese IV.
Así, aunque no consigamos traer al señor Hart a la plenitud de la fe, sí que habremos
logrado retirar un escollo más en su itinerario intelectual personal.

Me gustaría emprender este camino de la mano de santo Tomás, por un lado, y del
señor Hart, por otro. De santo Tomás, para que sea mi guía seguro en un lugar tan
oscuro como es el inerno; del señor Hart, para pegarle un poco de la luz de Tomás.

Es evidente que santo Tomás no pudo responder a todas las herejías concebibles
por el intelecto humano, ni tapar todos los agujeros abribles en la barca de la Iglesia.
3
Aunque gordo y santo, fue hombre; el número de los tontos, sin embargo, es innito .
Por lo tanto, por mucho que su gordura participara del ser, no podía abarcar todos los
agujeros abiertos en una barca potencialmente agujereable hasta el innito. O, dicho
en términos más escolásticos, todo conocimiento se ajusta a la naturaleza del que
4 5
conoce , ya que todo acto es proporcionado a su sujeto ; por lo que era imposible
que conociera todos los errores concebibles por la humanidad, aquel que era limitado
en su naturaleza.

Sin embargo, el señor Hart ha tenido la fortuna de abrir unos agujeros que sí fueron
tapados por santo Tomás. Tal vez esto se deba a que el señor Hart no es ningún tonto.
Por ser inteligente, el señor Hart ha afrontado cuestiones importantes que también
llamaron la atención de nuestro Tomás. Por ser un hereje, las ha afrontado de una
manera errónea.

Evidentemente, muchas de las cosas que dice Hart en su libro son verdaderas. Pero
ya que no son sus aciertos los que dan que hablar, sino sus errores, me he tomado la
libertad de centrarme en estos segundos. Tampoco pretendo analizarlos todos, debido
a la brevedad de este escrito. Así que he decidido concentrarme en aquel que, en mi
opinión, es el más fundamental de todos ellos. Y cuando digo fundamental me reero
a que todos los otros errores que contiene su libro no son sino hijitos amorfos de este

2 Santo Tomás, Summa Theologiae, II-II, q.1, a.2, ad 2.


3 Santo Tomás no estaría de acuerdo conmigo en esta armación, pero es que santo Tomás no
conoció los siglos posteriores a su fallecimiento, desde el auge del nominalismo, hasta el surgir de
tiktok.
4 Santo Tomás, Summa Theologiae, I, q.12 a.4.
5 Santo Tomás, Summa Theologiae, I, q.12 a.1.

2
primer engendro. Este error es, en mi opinión, su concepción de una voluntad mutable
después de la muerte.

El argumento de la voluntad mutable esgrimido por Hart puede exponerse de la


6
siguiente manera :

1. La voluntad de los santos es inmutable porque está jada en el Bien Supremo.

2. Esta es la única manera en que una voluntad creada puede quedarse ja, es
decir, inmutable.

3. Los condenados no tienen sus voluntad jada en el Bien Supremo.

4. Por lo tanto, la voluntad de los condenados no es inmutable.

5. Es más, la voluntad de los condenados experimenta una atracción necesaria


hacia el Bien Supremo.

6. Por lo tanto, la voluntad de los condenados acabará, tarde o temprano, adhi-


riéndose al Bien Supremo. (Aquí hemos supuesto la innidad del tiempo).

7. Sería injusto que una voluntad que dejara de elegir el mal fuera eternamente
castigada.

8. Pero las voluntades de los condenados pueden dejar de elegir el mal, como se
ha demostrado en la conclusión 6.

9. Por lo tanto, sería injusto castigar eternamente a los condenados.

10. Pero Dios es Justo, y no puede obrar ninguna injusticia.

11. Por lo tanto, el inerno no es eterno.

Espero haber sido justo en la exposición del argumento del señor Hart. En las
siguientes secciones trataremos de encontrar los numerosos problemas que presenta.

En mi opinión, las premisas 1, 3, 7 y 10 no generan ningún problema al teólogo


7
católico. El mismo santo Tomás las acepta explícitamente .

No estoy de acuerdo con la premisa 2 y pienso que la premisa 5 requiere una


aclaración. De mi no aceptación de la premisa 2, se deriva mi no aceptación de las
conclusiones posteriores (4, 6, 8, 9 y 11).

Vayamos paso a paso.

6 David Bentley Hart, That all Shall Be Saved, Yale university press (2019). Me baso en la obra
de Hart, pero la formulación del argumento es mía. Pienso que es el al pensamiento del autor.
7 Santo Tomás, Summa Contra Gentiles, Libro IV, capítulos XCII y XCIII.

3
3. La respuesta de santo Tomás

Pienso que la premisa 2 es la más problemática de todas, y el eje alrededor del


cual gira toda la argumentación de Hart. Pero, ¾es correcta? Si lo fuera, no estaría
escribiendo este trabajo. Veamos qué dice al respecto al maestro de Aquino.
8
Como señala Edward Fesser en su reseña del libro de Hart , solo los sentidos y
la imaginación pueden apartar la atención del intelecto del n que este persigue. Sin
embargo, el alma separada no dispone de ninguno de estos. Dicho en modo coloquial: si
la voluntad había rechazado a Dios durante su trascurro terrenal, nada podrá suceder
en la otra vida que le haga cambiar de opinión. Tampoco la resurrección de los cuerpos
supondría un cambio en esta situación, ya que en la resurrección se dispondrán los
9
cuerpos según la exigencia del alma, y no viceversa . Esta línea de argumentación
se encuentra en el capítulo XCV del Libro IV de la Suma Contra Gentiles, y ella sola
bastaría para rebatir a Hart. Sin embargo, antes tendríamos que argumentar que la
antropología de santo Tomás es correcta. Sería una labor que excedería los límites
de este trabajo. Por razones económicas, nos concentraremos en una cuestión mucho
más especíca: la de la inmutabilidad de la voluntad de los condenados.

3.1. Una voluntad inmutable

En el libro IV de la Summa Contra Gentiles santo Tomás afronta una cuestión


similar, en el capítulo titulado Las almas de los malos, después de la muerte, tienen
la voluntad inmutable en el mal. Su respuesta puede resumirse en cuatro argumentos,
10
que procedemos a exponer siguiendo el esquema de Fr. Jesús M. Pla O.P .

Las almas de los malos, después de la muerte, tienen la voluntad inmutable en el


mal:

1. Porque al pecado mortal se debe castigo eterno, y no sería tal si su voluntad


pudiera cambiar hacia el bien.

2. Porque a la voluntad desordenada le desagrada lo que se hace rectamente. Y a


los condenados les desagradará que la voluntad de Dios se cumpla en todos los
que pecando resistieron.

3. Porque para cambiar la voluntad del mal al bien se requiere la gracia de Dios,
de la que perpetuamente carecerán.

4. Porque, por lógica correspondencia con la vida temporal así como a los buenos
se les dará lo que en esta vida prerieron, que es el Sumo Bien, a los malos se
les retribuirá eternamente con lo que en ella buscaron, que es el mal.

8 Edward Fesser, David Bentley Hart's attack on Christian tradition fails to convince, Catholic
Herald, subido el 10 de Julio de 2020.
9 Santo Tomás, Summa Contra Gentiles, Libro IV, capítulo XCV.
10 Fr. Jesús M. Pla O.P, Introducción al libro IV de la Summa Contra Gentiles.

4
Nos detendremos solamente en dos de los cuatro argumentos.

3.1.1. El argumento de la eternidad de la pena

Empecemos por hacer notar una peculiaridad del primer argumento. Me parece
interesante la diferencia entre el itinerario seguido por el señor Hart respecto al del
Aquinate. El señor Hart, en primer lugar construye una antropología, de la cual
deduce que el inerno no puede ser eterno. Santo Tomás, sin embargo, parte de las
Escrituras, y da por hecho que hay un castigo eterno, que es el que merece el pecado
mortal, que no será perdonado ni en este mundo ni en el futuro(Mt 12, 32), y a
partir de esa verdad deduce que la voluntad del condenado no puede mudar,
porque entonces sería injusto que fuera castigado eternamente. Es decir, parte del
dato revelado para luego construir su antropología. Este es el itinerario del teólogo
católico, y no el contrario.

De todas las acusaciones que han sido lanzadas sobre Hart, la más poderosa es, en
11
mi opinión, la de anteponer el Dios de su imaginación al Dios de la Revelación . La
12
Escritura no debe ser domesticada; sino que debemos dejar que nos desafíe , y esto
es así porque Dios, como n al que se dirige el hombre, excede la comprensión a la
13
que puede llegar solo la razón . Esto es precisamente lo que acabamos de ver. Para
santo Tomás, la eternidad de la pena revela la gravedad del pecado. Para Hart, su
preconcepción del pecado le hace, a priori, excluir la posibilidad de una condenación
eterna.

Llegados a este punto, algunos podrían acusar a santo Tomás de deísmo. Y ten-
drían razón si este fuera el único argumento que el Aquinate hubiera presentado para
defender la inmutabilidad de las voluntades de los condenados. Sin embargo, santo
Tomás no se detiene en el dato revelado, sino que trata de comprender las razones de
la fe. Por ejemplo, en el capítulo CXLIV del libro III da una serie de razones losó-
cas por las cuales la pena para el pecado mortal debe ser eterna. En este capítulo
carga directamente contra los que piensan que las penas solo pueden ser purgativas,
14
demostrando que el error del señor Hart es bastante antiguo . Santo Tomás dice que,
ya que Dios es Bueno, nunca aplica penas por sí mismas, como si se deleitara en

11 Paul O'Callaghan, That All May Be Saved, The Thomist: A Speculative Quarterly Review,
Volume 84, Number 2, April 2020, pp. 293-308 (Article).
12 Ibid.
13 Santo Tomás, Summa Theologiae, I, q.1 a.1.
14 En este pasaje santo Tomás ofrece respuesta a otro de los argumentos de Hart, que no hemos
comentado en este artículo, que es el de la incompatibilidad entre la eternidad del inerno y el
gobierno divino. Santo Tomás explica la conexión entre protología y escatología en términos de
causalidad nal. Si todo agente obra por un n, y Dios es el agente perfecto, entonces su n no puede
ser otro que el de comunicar su perfección, que es su bondad (Santo Tomás, Summa Theologiae,
I, q. 44, a.4). Por otro lado, la perfección de las criaturas consiste en asemejarse a la perfección y
bondad divinas. Por lo tanto, la bondad divina es el n de todas las cosas (Ibid.). En su visión, la
existencia del inerno no es un agujero en el gobierno que Dios ejerce sobre la creación, como si
los condenados escaparan bajo su control. Al contrario, la pena eterna es precisamente la forma en
que viene restaurada la justicia. Pero esta es una cuestión ardua en la que no entraremos ahora.

5
ellas, (...) sino para imponer a las criaturas el orden, en el cual consiste el bien del
universo. Pero este orden requiere que Dios distribuya todas las cosas proporcional-
mente; por esto se dice en el libro de la Sabiduría que Dios hace todo con medida,
número y peso. Y así como los premios corresponden proporcionalmente a los actos
virtuosos, así deben corresponder las penas a los pecados. (...) Luego Dios impone
por ciertos pecados penas eternas, para que se observe en las cosas el orden debido
15
que maniesta su sabiduría .

El señor Hart sonreiría al leer este argumento, y nos preguntaría que qué propor-
ción existe entre una libertad nita que peca, y una pena innita. Pero eso se debe
a que el señor Hart piensa con esquemas humanos, o, como diría san Agustín (su
némesis particular), un eterno suplicio parece inaceptable e injusto a la sensibilidad
humana. La razón es que a esta nuestra pobre sensibilidad, abocada a morir, le falta
aquel sentido de altísima e inmaculada sabiduría que nos capacita para percibir la
enormidad del crimen cometido. En la primera caída, en efecto, cuanto más el hombre
disfrutaba de la presencia de Dios, tanto más enorme fue su impiedad al abandonarlo;
se hizo digno de un mal eterno, porque en sí destruyó un bien que hubiera podido ser
16
eterno . Santo Tomás también está de acuerdo con esto, y dice que las penas son
proporcionadas porque los condenados pecaron contra el bien eterno, al despreciar
17 18
la vida eterna , y en este mismo artículo cita a Aristóteles , según el cual la pena
se tasa conforme a la dignidad de aquel contra quien se peca. Por lo tanto, siendo
Dios innito, y no pudiendo ser innita la pena por intensidad, porque la criatura
no es capaz dé alguna cualidad innita, se requiere que sea al menos de duración
19
innita . Otra luz muy interesante que aporta san Agustín y recoge santo Tomás
en el suplemento, es que la duración de la pena no corresponde necesariamente a
20
la duración de la culpa , poniendo el ejemplo del adulterio, que se perpetra en un
momento del tiempo, pero que no se castiga con pena momentánea.

Otro de los varios motivos que santo Tomás aduce para la eternidad de la pena es el
de la equidad natural. Según santo Tomás, el que obra contra un bien se hace indigno
del mismo, y, por este motivo, según la justicia civil, quien peca contra la nación
es privado totalmente de la convivencia nacional, ya sea por la muerte o ya por el
destierro perpetuo, sin mirar a la duración del pecado, sino a aquello contra lo que se
pecó. (...) Por tanto, quien peca contra el último n y contra la caridad, por la cual
existe la sociedad de los bienaventurados y de los que tienden a la bienaventuranza,
debe ser castigado eternamente, aunque hubiere pecado por un breve intervalo de
21
tiempo .
22
En resumen: santo Tomás lee la Biblia y concluye que las penas del inerno

15 Santo Tomás, Summa Contra Gentiles, Libro III, capítulo CXLIV.


16 San Agustín, La Ciudad de Dios, XXI, 12.
17 Santo Tomás, Summa Theologiae, Supl., q. 99, a. 1.
18 Aristóteles, Ethic. 1. 5, c. 5.
19 Santo Tomás, Summa Theologiae, Supl., q. 99, Respondo.
20 San Agustín, De civitate Dei, 1. 21, c. 11.
21 Santo Tomás, Summa Contra Gentiles, Libro III, capítulo CXLIV.
22 Esto se ve muy claramente en el respondo de la q.99 del Suplemento de la Suma Teológica.

6
son eternas. Aduce además una serie de razones losócas que muestran la verdad
del dato revelado. Y, por último, deriva de esto que la voluntad del condenado debe
ser inmutable, porque, de lo contrario, el castigo que recibiría sería injusto. Santo
Tomás construye una antropología que reeja el dato revelado. Hart excluye a priori
la posibilidad de un inerno eterno, basándose en su humana concepción del pecado.

3.1.2. El argumento de la gracia

Estudiemos ahora al tercer argumento del libro IV. La fe cristiana arma que el
movimiento que lleva al pecador hacia el arrepentimiento no podría darse sin la acción
del Espíritu Santo, ya que Dios es el que produce en nosotros el querer y el hacer (Fil
3,13) y nadie puede decir Jesús es el Señor si no está impulsado por el Espíritu
Santo (1 Cor 12,3). Por lo tanto, una vez el hombre ha pecado, necesita de la gracia
para sanar su voluntad. O, dicho de otra manera, el pecador no puede arrepentirse
ecazmente a no ser que Dios le conceda dicha gracia.

Llegados a este punto, pienso que es precisa una aclaración. No estamos tratando
23
ahora de dilucidar en primer lugar si Dios concede o niega su gracia a los condenados .
Más bien, la pregunta que nos estamos haciendo es si es posible que la voluntad de los
condenados permanezca inmutable en el mal. Y ese es precisamente el fundamento del

argumento de santo Tomás: si Dios no concediera su gracia a los condenados,


su voluntad permanecería inmutable en el mal.

Algunos dirían que negar la gracia a los condenados es incompatible con la imagen
de un Dios que es Misericordia, pero la Tradición ha sido unánime al enseñar que
24
la gracia es un don inmerecido, no algo debido al hombre . Que Dios pueda excluir
a alguien del orden de la gracia no implica ninguna contradicción (ni, por supuesto,
25
ninguna injusticia) .

Santo Tomás ha partido de la Sagrada Escritura para armar que el inerno es


eterno. Ahora está buscando argumentos para mostrar que dicha eternidad no es
incompatible con la razón. La eternidad del inerno exige una voluntad inmutable.
¾Cómo podemos explicar dicha inmutabilidad? Negando la gracia a los condenados.

En resumen, enumeremos las conclusiones que, en mi opinión, se derivan del


argumento de santo Tomás:

1. La eternidad del inerno es un dato revelado en la Escritura.

2. Para que esta verdad de fe sea armonizable con la razón, debemos armar que
la voluntad de los condenados permanece inmutable en el mal.

3. Es posible que una voluntad permanezca inmutable en el mal. Basta para ello
que Dios no le conceda la gracia del arrepentimiento.

23 Aunque según santo Tomás, de hecho, Dios niega su gracia a los condenados, como se ve en la
formulación del argumento de la Suma contra Gentiles.
24 DS 1955
25 Pío XII, Humani Generis, n.20.

7
4. Por lo tanto, la eternidad del inerno es un dato revelado compatible con la
razón.

Hart no solo deende que la eternidad del inerno no sea un dato revelado. Ade-
más insiste en que dicha eternidad es incompatible con la razón. El primer punto lo
hemos tratado brevemente en la sección anterior, y lo trata con más detenimiento
26
O'Callaghan en su respuesta al libro de Hart . En esta sección hemos demostrado
que también la segunda acusación es infundada.

3.2. Voluntas ut natura

Una vez expuestos los motivos que santo Tomás aporta a favor de la inmutabilidad
de la voluntad después de la muerte, me gustaría afrontar los que da Hart para su
mutabilidad. Concretamente, el de la supuesta contradicción entre inmutabilidad y
una indeleble atracción natural a Dios.

Tanto para Hart como para la gran mayoría de teólogos católicos (incluyendo su
gran enemigo san Agustín), la voluntad se siente necesariamente atraída a Dios, ya sea
al considerarlo (deseo elícito, característico de la tradición tomista) ya sea de forma
innata (según la tradición escotista). Para evitar rizar el rizo, permaneceremos dentro
de la tradición tomista, pero todos los argumentos que daremos sirven también, con
alguna modicación, para la tradición escotista.

¾Experimentan los condenados una atracción necesaria hacia Dios? La respuesta


exige ciertas precisiones terminológicas. Veámoslas a continuación:

Santo Tomás arma que la voluntad del hombre no se mueve con necesidad para
el ejercicio del acto, pero en algunos casos puede hacerlo respecto a la especicación.
L. Feingold ha aplicado esta enseñanza a la doctrina de la visión de Dios, mostrando
que el hombre puede elegir no pensar en Dios en un momento concreto (ejercicio del
acto), pero, siempre que lo haga, experimentara una atracción de manera necesaria
27
(especicación del acto) . En este sentido, según Feingold, se puede hablar de un de-
seo natural (en cuanto necesario respecto a la especicación) de ver a Dios. Siguiendo
la tradición tomista, Feingold distingue entre la atracción que genera un objeto a la
voluntad, y la elección efectiva de ese objeto. Una persona puede experimentar una
atracción hacia el matrimonio, y renunciar a él por el reino de los cielos. Y lo mismo
sucede con la repulsión: uno puede tener miedo a la muerte, y aceptarla por la vida
eterna.

Después de haber hecho esta distinción, Feingold sigue profundizando en el concepto


de voluntas ut natura y distingue su objeto primario, que es la felicidad, de sus objetos
secundarios, que serían aquellos bienes que nuestra inteligencia nos presenta como
fuentes de esa felicidad: la salud, la amistad, Dios, etc. Según Feingold, ambos atraen

26 Paul O'Callaghan, That All May Be Saved, The Thomist: A Speculative Quarterly Review,
Volume 84, Number 2, April 2020, pp. 293-308 (Article).
27 Lawrence Feingold, The Natural Desire to See Good Acordding to St. Thomas Aquinas and his
Interpreters, Sapientia Press of Ave Maria University (2010).

8
necesariamente a la voluntad, y por lo tanto en ambos casos podemos hablar de
deseo natural. Pero, a diferencia de la felicidad, resulta que los objetos secundarios
pueden ser elegidos o no, bajo cierta condición o razón. Y cita la cuestión de la Suma
que reguarda al huerto de Getsemaní, en la que vemos a un Jesús atraído hacia la
28
conservación de la vida, que elige entregarla por obediencia al Padre .

En mi opinión, si aplicamos estas consideraciones a la premisa 5 y a la conclusión 6


tendremos que decir que los condenados pueden experimentar una atracción natural
a Dios, sin que ello exija su adhesión al mismo. Es decir, el hecho de que la voluntas

ut natura nunca deje de experimentar la atracción natural a Dios, no contradice (en

un nivel lógico) el hecho de que esa voluntad se adhiera a un n diverso de Dios, o


que incluso el condenado perciba a Dios como un mal según su voluntas ut ratio, sin
que ello implique una contradicción.

En contraste con todo lo que hemos dicho hasta ahora, Hart arma que para un
espíritu racional, ver y conocer el bien realmente implica desearlo insaciablemente y
obedecerlo incondicionalmente, mientras que no desearlo implica no haberlo conocido
29
realmente, y, por lo tanto, nunca haber sido libre de elegirlo . Veamos cuales son,
en mi opinión, los problemas que se derivan de esta armación.

Si la entiendo bien, en esta frase el adverbio realmente hace referencia a la visión


beatíca. Así, en la primera parte de la frase Hart estaría diciendo, en armonía con la
tradición católica, que los santos que ven directamente (realmente ) a Dios, no pueden
30
elegir otra cosa fuera de ese Bien. Armación que santo Tomás no duda en defender .
Sin embargo, la última parte de la frase de Hart, aquella que empieza a partir del
por lo tanto, contiene un error imperdonable (aunque Hart piense que no haya
errores imperdonables). Al decir que las personas que no eligen el Bien, en realidad
nunca han sido libres, Hart arma implícitamente que una voluntad creada solo puede
ser libre cuando goza de la visión beatíca. ½Lo cual es un absurdo, ya que la visión
beatíca es una gracia que excede las capacidades de nuestra naturaleza! Consciente o
inconscientemente, Hart está defendiendo que el único ejercicio posible de la libertad
es el que de ella realizan los santos en el cielo, y que aquellos que no ven realmente a
Dios, es decir, todos nosotros los viadores, no somos libres.

Que la libertad de los santos es más perfecta que la de los viadores, nadie lo pone
en duda. ½Pero esto no signica que aquellos que no vemos la Verdad cara a cara no
podamos ser libres! El señor Hart debe aceptar que la libertad es un concepto análogo,
que admite grados de perfección. De no hacerlo, ½podría incluso llegar a la conclusión
de que ni siquiera los santos son libres, ya que Dios es el único ser realmente libre! Por
lo tanto, aunque el hecho de que una voluntad pueda apartarse del Fin para el que
fue creado no constituye la denición de libertad, sí que es condición de la libertad

28 Santo Tomás, Summa Teologiae, III, a.5.


29 David Bentley Hart, That all Shall Be Saved, Yale university press (2019), p.85: For a rational
spirit, to see the good and know it truly is to desire it insatiably and to obey it unconditionally,
while not to desire it is not to have known it truly, and so never to have been free to choose it. La
traducción es mía.
30 Santo Tomás, Summa Contra Gentiles, Libro IV, capítulo XCII.

9
31
creada, como recuerda la lósofa Eleonore Stump , a la cual el señor Hart no muestra
demasiada simpatía en su libro.

En resumen: los condenados pueden experimentar una atracción natural hacia


Dios, y ello no implica contradicción con el hecho de que jamás lleguen a adherir
a Él su voluntad. Solo la libertad de Dios es perfecta, pero eso no signica que no
podamos participar de ella limitadamente. La posibilidad de elegir mal no constituye
la denición de libertad, pero es la condición de la libertad creada mientras caminamos
en esta tierra. Hart parece armar implícitamente que solo los santos son libres,
negando así que un ser creado pueda ser libre sin la visión beatíca.

4. Conclusión

La barca del señor Hart está hundiéndose poco a poco, sin embargo, en cuanto homo
viator, todavía está a tiempo de cambiar su voluntad y adherirse a la Verdad. Una
vez haya muerto, su voluntad permanecerá inmutable. Si eligió el mal, su castigo será
eterno. Si eligió el bien, su recompensa será eterna. Pero eso le toca a Dios decidirlo,
no a mí, así que aquí concluyo mi trabajo. Si no he respondido a todos los problemas
del libro de Hart, al menos estoy contento de que me haya servido para profundizar
en estas cuestiones tan interesantes.

31 E. S. Stump, Dante's Hell, Aquinas's Moral Theory, and the Love of God, Canadian Journal
of Philosophy 16 (1986): 181-98.

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