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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

INSTITUTO BIBLICO “CENTRO CRISTIANO IMPERIAL”


ASIGNATURA: CONTABILIDAD
PROFESORA: ANA CUENCA

LA MAYORDOMÍA CRISTIANA

Integrante:

Luis Sánchez
C.I. 9.285.636

Caracas, 01 de Diciembre de 2018


La Mayordomía Cristiana
En el nuevo testamento, hay dos palabras griegas que representan el significado de la
palabra "mayordomía". La primera de ella es epitropos, que significa "administrador,
capataz o mayordomo" y la segunda palabra es oikonomos, que también significa
"mayordomo, gerente o administrador".

De manera tal que, cuando aceptamos a Cristo como nuestro salvador y Señor, pasamos
a ser sus discípulos y por consiguiente, administradores de todos lo que a Dios le
pertenece y que lo ha puesto a nuestra disposición para ser administrado.

Por lo tanto, la Mayordomía Cristiana es una de las partes más importantes de la vida del
cristiano y el Apóstol Pedro lo deja claro en su primera Epístola en el capítulo 4, versículo
10 al referirse a que los creyentes debemos ser buenos administradores de la gracia de
Dios. “Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores
de la multiforme gracia de Dios” 1 Pedro 4:10

Por consiguiente, podemos decir a la luz de las Sagradas Escrituras, que la


“Mayordomía” es el arte de administrar aquello que hemos recibido, es tener
responsabilidad con los bienes que Cristo nos ha dejado, hasta que ÉL venga a pedirnos
cuenta de lo que hemos hecho con ello. En la antigüedad el Mayordomo era el que
manejaba o el que administraba la casa y los asuntos del otro, pero siempre tenía que
rendir cuenta de su mayordomía al dueño. Es decir, un mayordomo cuida de los asuntos
de una casa o hacienda, o administra las cuentas y la propiedad de otra persona. Por lo
tanto, los cristianos somos administradores de lo que Dios ha puesto en nuestras manos.

De manera que, la Mayordomía Cristiana implica ser responsable, administrando las cosas
de Dios con amor, justicia y rectitud, ya que la mayordomía significa la forma correcta de
administrar las posesiones de Dios como siervos suyos, porque no debemos olvidar que,
todo pertenece a Dios: este mundo, los recursos naturales, las riquezas, nuestros talentos,
nuestro tiempo, nuestros propios cuerpos y almas. Dios nos ha entregado todo para
administrarlo en su nombre y de una forma responsable. Nosotros tenemos todo este
mundo como una muestra de confianza para administrarlo en el nombre de Dios y somos
administradores de lo que nos ha sido entregado por Dios, y recordando siempre que un
día tendremos que rendir cuenta a Dios por el uso que hacemos de estas cosas.

Por lo tanto, la mayordomía es un privilegio que Dios nos concede para ayudarnos a
crecer en amor y obtener la victoria sobre el egoísmo y la codicia. El mayordomo se
regocija en las bendiciones que otros reciben como resultado de su fidelidad. Es decir, la
buena mayordomía empieza con el reconocimiento de que Dios es el dueño de todas las
cosas (1Cronicas 29:1-4; Lucas 12:42-48; Mateo 25:14-20; Lucas 19:12-27). De manera
que, no podemos “darle” a Dios la posesión de nuestros bienes materiales, Él ya lo posee
todo. A Él le pertenece todo. Solamente podemos reconocer y someternos a su dominio.

De allí que, nuestra fuerza, la inteligencia, los talentos y las habilidades personales, así
como nuestra capacidad de adquirir posesiones materiales; todo nos ha sido dado como
un regalo de Dios. Por lo tanto, como mayordomos de Dios, ahora tenemos la
responsabilidad de decidir si hemos de desarrollar nuestra vida y nuestros talentos, o si los
derrocharemos con actos imprudentes. Pero si el Señor nos colmó de todas estas
bendiciones es porque está seguro de que podremos administrarlas como es debido.

Hoy en día, las iglesias deben interesarse por ganar almas, más que por recaudad fondos.
Una persona que ha sido ganada verdaderamente para el Señor pondrá inmediatamente a
los pies de Cristo todo lo que posee. Pablo se sentía responsable de cumplir con la
comisión que le había sido encomendada (1 Corintios 9:17). Así, cuando se dice que el
cristiano es un mayordomo de Dios, simplemente se quiere decir que: “El Cristiano
administra la propiedad de Dios”.

Por lo tanto, hay cosas que los cristianos debemos tener en cuenta en relación a la
Mayordomía de las cosas que Dios ha puesto en nosotros y son las siguientes:

1. Somos propiedad es de Dios. Es decir, todo lo que tengo y todo lo que soy pertenece
a Dios. La Biblia dice: “De Jehová es la tierra y su plenitud, el mundo y los que en él habitan”
Salmo 24:1
“Porque mía es toda bestia del bosque, y los millares de animales en los collados. Conozco a todas
las aves de los montes, y todo lo que se mueve en los campos me pertenece. Si yo tuviera hambre,
no te lo diría a ti, porque mío es el mundo y su plenitud” Salmo 50:10-12

“mía es la plata, y mío es el oro, dice Jehová de los ejércitos” Hageo 2:8

2. Nuestro cuerpo es de Dios. El cristiano no se pertenece asimismo y el Apóstol Pablo


lo expresa de la siguiente manera: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo,
el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no soy vuestros? Porque habéis sido
comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales,

son de Dios” 1 Corintios 6:19-20

3. Nuestra alma es de Dios. Fuimos creados a su imagen y semejanza y a Él pertenece


nuestra alma. “En su mano está el alma de todo viviente; y el halito de todo el género humano” Job
12:10. “porque ninguno de vosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. Pues si vivimos, para el
Señor vivimos, y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del
Señor somos” Romanos 14:7-8

De manera que, al aceptar a Cristo como nuestro Salvador y Señor, nosotros nos
convertimos en mayordomo. No tenemos que decidir si queremos ser mayordomo o no, ya
que la Mayordomía no es Opcional. Lo único que tenemos que decir es qué clase de
mayordomo vamos a ser capaz de llevar a cabo ya que daremos cuenta de nuestra
mayordomía en el Tribunal de Cristo. Jesús lo dejo claro cuando habló acerca de la
Parábola de los talentos: “Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos,
llamó a sus siervos y les entregó sus bienes” “A uno dio cinco talentos, y a otros dos, y a otro uno, a

cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos” Mateo 25:14-15

Pero para ser un buen administrador tenemos que empezar ordenando nuestra propia
vida. Todo nuestro estilo de vida debe reflejar el hecho de que somos responsables al
Señor por el manejo de los recursos de toda índole que Él haya puesto en nuestras
manos. Porque todos somos mayordomos y somos administradores de las posesiones, los
recursos naturales, el tiempo, los dones y nuestra vida. Dios nos ha entregado todo eso
para ser administrado por nosotros de una manera responsable.
Pero para saber si somos buenos administradores de las cosas que Dios ha puesto en
nuestras manos, es necesario que podamos internalizar algunas cualidades de un buen
mayordomo:

1- Un buen mayordomo es Fiel:


“Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel. 1 Co 4:2

Un buen Mayordomo tiene la confianza del dueño y por lo tanto, hace exactamente lo que
su patrón le dice. Es decir, que la fidelidad es el comportamiento correcto del mayordomo
en relación con su amo. La fidelidad depende de una obediencia diaria a lo que Dios nos
ha dicho que hagamos. La obediencia a los mandamientos de la Escritura, la persistencia
en reclamar las promesas de la Palabra de Dios, la consagración diaria para andar en la
luz y permanecer en Cristo, permitiendo que su Palabra more en nosotros, son las
cualidades de un mayordomo fiel. No administra su mayordomía basándose en sus gustos
o caprichos, sino en el amor, la fidelidad y la obediencia a su Señor.

2- Un Mayordomo Fiel es Digno de Confianza:


La integridad es la conducta correcta del mayordomo en relación con otras personas. La
virtud mas importante en la vida es la integridad. Como buenos mayordomos, nuestra
reputación, nuestro carácter, la confianza que nos merecen los demás y nuestra
integridad, deben estar por encima de todo interés personal. Si las personas pueden
observar las buenas cosas que hacemos como mayordomos de Dios, probablemente
alabaran al dueño (Mateo 5:16)

3- Un Buen Mayordomo es Sabio:


“Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y
sin reproche, y le será dada. Santiago 1:5

Dios sabe cuando malgastamos sus posesiones, y cuando las usamos para Su Gloria, por
lo tanto, necesitamos mucha sabiduría para administrar correctamente las cosas que Dios
ha puesto en nuestras manos para ser administradas. Podemos ser como José, que todo
lo que hacía prosperaba.
4- Un Buen Mayordomo es Fructífero:
La medida de un buen mayordomo es el fruto de lleva (Mt 25:14-29). Un mayordomo fiel
escudriña sus oportunidades e invertirá lo que Dios le ha dado, de tal manera que
produzca los mejores resultados. Jesús dijo: los elegí a ustedes para que lleven fruto y
vuestro fruto permanezca (Jn 15:16-9).

5- Un Mayordomo es Piadoso:
Un buen mayordomo también se preocupa en vivir una vida piadosa. La santidad es el
más elevado y glorioso atributo de Dios. La piedad personal comienza con nuestro
nacimiento dentro de la familia de Dios. Tenemos que saber que el mayordomo no solo
administra los bienes, también representa a su amo delante de los demás.

De allí que, Dios nos ha dado talentos (habilidades) para ser usados para el Señor. Dios
espera que Su pueblo use lo que le ha dado para Su gloria. No usar o hacer mal uso de lo
que Dios nos ha dado, significa ser un mal mayordomo. Los talentos, las habilidades, las
virtudes, debemos desarrollarlos con el propósito de darle la gloria a Dios. No debemos
tener en poco lo que Dios nos ha dado y debemos recordar que cada uno dará cuenta
ante Dios de su mayordomía.

Por lo tanto, debemos recordar que, lo dice el Apóstol Pablo: “Así que, hermanos míos
amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro
trabajo en el Señor no es en vano”. (1 era. Corintios 15:58).

Pero además, debemos tener en cuenta que la ejecución de una buena Mayordomía
produce bendiciones para nosotros, para nuestros semejantes y para la iglesia.

1. Una bendición personal: Una razón por la cual Dios nos pide que consagremos
continuamente a Él nuestra vida entera, es con el fin de promover nuestro propio
crecimiento espiritual y desarrollo del carácter. La mayordomía fiel también nos ayuda a
obtener la victoria sobre la codicia y el egoísmo. El ejercicio regular de la generosidad nos
ayuda a desarraigar de nuestras vidas la avaricia y el egoísmo. (Mt 25:40)
2. Una bendición para nuestros semejantes: Los verdaderos mayordomos bendicen a
todas las personas con quienes se ponen en contacto. La mayordomía abarca el servicio a
Dios y a los demás e implica nuestra disposición a compartir todo lo que Dios nos haya
entregado en su misericordia, que puede ser de beneficio para otros. Pedro le dijo al
paralítico: “...Pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y
anda” (Hechos 3:6)

3. Una bendición para la Iglesia: La buena y fiel mayordomía es indispensable para la


iglesia. La participación continua de sus miembros en el acto de dar es como el ejercicio:
fortalece el cuerpo de la iglesia, y le permite participar en compartir las bendiciones que
Cristo le ha concedido, lista para responder a cualquier necesidad que se presente en la
causa de Dios. Todos estamos invitados a ser mayordomos y colaboradores con Él. De
este modo, el testimonio de la iglesia será una bendición para el mundo, y sus fieles
administradores se regocijaran al ver que las bendiciones del Evangelio se extiende a la
vida de sus semejantes.

Nosotros debemos recordar que el mayor ejemplo de cómo se debe llevarse una buena
mayordomía, lo dio Cristo cuando expresó lo siguiente: “No puedo yo hacer nada por mí
mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del
que me envió, la del Padre”. (Juan 5:30)

“El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que le
envió, éste es verdadero, y no hay en él injusticia”. (Juan 7:18).

“diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. (Lucas
22:42)

Nuestro Señor Jesucristo no vino a la tierra para hacer lo que quisiera, El vino con un
propósito establecido por el Padre, nunca habló palabras que no fueran del Padre. No
buscó su propia gloria sino la gloria del padre. Cristo entregó no sólo lo que tenía, sino
también se entregó a sí mismo. En esto consiste la mayordomía.

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